A pesar de todo lo que ha llovido desde que, a finales del siglo XV, comenzaron a gestarse en Europa los antecedentes del estado-nación, para la mayoría de la humanidad, o de sus dirigentes, aún parece imposible concebir la civilización al margen de unidades territoriales separadas las unas de las otras por fronteras, en teoría, inmutables. Guerra tras guerra, invasión tras invasión y revolución tras revolución, el mapa del mundo ha ido configurándose y fragmentándose a lo largo de los últimos 500 años hasta desembocar en los 193 Estados independientes reconocidos actualmente como tales por las Naciones Unidas, una realidad completamente invisible para los astronautas que tomaron la famosa foto de la Tierra desde el espacio hace ya más de cuatro décadas, pero que sigue determinando la vida (y en demasiados casos, la muerte) aquí abajo.
Para muchos, no obstante, este mapa no refleja aún ni su identidad ni su historia ni sus aspiraciones, por no hablar de sus intereses económicos: en todo el planeta, desde Cataluña hasta el Tibet, desde Quebec hasta el Kurdistán, movimientos nacionalistas y separatistas de las más diversas ideologías siguen albergando el viejo sueño de la independencia, en contextos muy diferentes, de forma pacífica o violenta, como salida a situaciones de opresión colonial en algunos casos o como mera reafirmación política de una tradición cultural propia en otros. Todos, sin embargo, están dirigiendo su mirada estos días hacia un mismo lugar: Escocia.
El próximo jueves, los escoceses votarán en referéndum si desean seguir perteneciendo o no al Reino Unido, en una consulta histórica no solo por su evidente significación política o por las consecuencias que tendría una victoria del «sí», sino también por el clima de consenso que la ha hecho posible y por el precedente que supone para otros territorios con aspiraciones independentistas en el seno de la Unión Europea.
La votación ha dado alas a otros movimientos separatistas en un continente que, atenazado por la crisis económica y por las desigualdades territoriales, no parece estar acercándose precisamente a esa idea de unidad a la que se supone que iba a conducirle la creación de una UE más preocupada, al final, por su interés financiero y mercantil que por su razón de ser histórica y cultural.
Escocia y Cataluña son, por su volumen demográfico y económico y por su peso histórico, los casos más significativos de separatismo en el Viejo Continente, pero los países sin movimientos nacionalistas en Europa, aquellos donde coinciden sin problemas los conceptos de nación como comunidad cultural y Estado como entidad político administrativa, son una excepción. La inmensa mayoría se han gestado históricamente a base de tratados políticos o conquistas bélicas, y actualmente tan solo Eslovenia, Bulgaria, Portugal, Malta y Luxemburgo no tienen disputas territoriales reseñables dentro de sus fronteras.
Este es un breve repaso a 10 territorios en todo el mundo en los que existen importantes movimientos cuyo objetivo es la consecución de un Estado independiente, sin contar aquellos reconocidos internacionalmente como ocupados (Palestina, la República del Norte de Chipre, el Sáhara Occidental), o aquellos donde una parte de la población desea pertenecer a un Estado diferente (Cachemira, Ucrania).
1. Escocia (Reino Unido)
Escocia, cuyos ciudadanos decidirán el próximo día 18 en referéndum si desean o no la independencia del Reino Unido, fue un Estado soberano hasta la aprobación del Acta de Unión de 1707, cuando el entonces Reino de Escocia fue unido al Reino de Inglaterra dando lugar al Reino Unido. Actualmente, el territorio es una nación constituyente y región administrativa del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, y dispone de su propio gobierno autónomo, el Parlamento Escocés, con sede en Edimburgo. Tras un acuerdo entre el Parlamento Escocés y el Parlamento del Reino Unido, la pregunta formal del referéndum será simple y directa: «¿Debería Escocia ser un país independiente (sí o no)?».
Legalmente, solo Londres tenía la potestad de convocar la consulta, pero el Gobierno de David Cameron aceptó ceder provisionalmente esta competencia tras el denominado Acuerdo de Edimburgo, alcanzado con el Ejecutivo escocés en octubre de 2012.
En el campo independentista, el Partido Nacional Escocés (SNP), liderado por el ministro principal escocés, Alex Salmond, argumenta que la conformación actual del Reino Unido se ha quedado obsoleta y que Escocia está desaprovechando las grandes posibilidades económicas que suponen sus reservas petroleras. Su discurso se centra en la defensa del estado del bienestar como contraposición a los recortes impuestos por el Gobierno conservador de David Cameron. Londres, por su parte, sostiene que el Reino Unido es una de las uniones políticas más exitosas, tanto política como socialmente, y advierte de las consecuencias negativas, especialmente económicas, que tendría para los escoceses una victoria del «sí».
Los independentistas desearían mantener la libra esterlina como moneda, pero los tres principales partidos del Reino Unido –Conservador, Laborista y Liberal-Demócrata– han expresado su oposición a esta medida.
Los últimos sondeos auguran un resultado muy ajustado. Después de meses en los que el apoyo al «no» se había mantenido mayoritario, una encuesta publicada el pasado día 7 por el periódico británico The Sunday Times puso al frente a los independistas por primera vez, con un 51% frente al 49% (excluyendo a los indecisos). Sin embargo, otro sondeo de la firma ICM para el periódico The Guardian otorgaba este viernes a los partidarios de mantener la unión de Escocia con el Reino Unido el 51% de apoyo, frente al 49% del «no», con un 17 % de los votantes aún indecisos.
2. Cataluña (España)
El independentismo, o secesionismo, catalán propugna la independencia bien de Cataluña en su actuales límites como comunidad autónoma, bien de una Cataluña ampliada con la denominada «Cataluña Norte» (Rosellón y Alta Cerdaña, en Francia) y la franja oriental de Aragón, bien de los denominados Países Catalanes, en los que se incluirían asimismo la Comunidad Valenciana, las Islas Baleares y parte de Aragón. En general, y excepto entre los sectores más izquierdistas, propugna la libre y directa integración de Cataluña en la Unión Europea.
Cientos de miles de personas se manifestaron el pasado jueves en Barcelona a favor de la consulta soberanista que el Gobierno catalán pretende llevar a cabo el próximo 9 de noviembre, y a la que se opone el Ejecutivo central presidido por Mariano Rajoy. El presidente de la Generalitat, Artur Mas (Convergència), denuncia que, a diferencia de lo que ocurre en Canadá con Quebec o en el Reino Unido con Escocia, el Gobierno central «niega a los catalanes el derecho civil básico» del referéndum. Madrid, por su parte, insiste en la inconstitucionalidad de la consulta. Ambas partes han sido incapaces, hasta la fecha, de establecer un verdadero diálogo al respecto. De llegar a convocarse unilateralmente, el Gobierno de Rajoy podría detener el referéndum mediante la interposición de un recurso ante el Tribunal Constitucional.
3. País Vasco (España)
La sombra de la violencia terrorista de ETA (829 muertos hasta el anuncio del cese definitivo de la lucha armada en 2011) sigue marcado el independentismo vasco, que aspira a la creación de un Estado soberano en los actuales países vascos español y francés, e incluyendo, aunque esta opción no es unánime entre los nacionalistas, parte o la totalidad de Navarra.
El actual lehendakari, Íñigo Urkullu (PNV), apoya la celebración del referéndum soberanista en Cataluña y ha afirmado que el Gobierno central no puede «tener la puerta cerrada» ante la demanda de los ejecutivos vasco y catalán para que «abra la puerta al diálogo» como «la vía para resolver las cuestiones políticas».
Según los datos recogidos el pasado mes de diciembre por el Euskobarómetro, un estudio sociológico que realiza semestralmente la Universidad del País Vasco, la mayoría de los vascos (un 54%) estaría a favor de que se plantee en Euskadi un referéndum sobre una posible independencia de España, una consulta en la que ganaría el «sí» por un estrecho margen, que se convertiría en un «no» también ajustado si la separación implicara la salida de la Unión Europea.
4. Quebec (Canadá)
La provincia de Quebec es la más extensa de Canadá, y tiene una población que supera los 8 millones de habitantes, el 80% de los cuales son francófonos. Por su idioma, su cultura y sus instituciones, fue reconocida en 2006 por el Parlamento canadiense como una «nación dentro de Canadá», un concepto social y cultural que no tiene significación legal. A diferencia de las demás provincias canadienses, donde son idiomas oficiales tanto el inglés como el francés, Quebec tiene como única lengua oficial el francés. Es, también, la única región mayoritariamente francófona de Norteamérica. El idioma francés goza de protección legal, y la provincia dispone de inspectores lingüísticos que revisan y controlan su uso.
El nacionalismo quebequés se alimenta no solo de su identidad lingüística y cultural, sino también de los periodos de represión y asimilación causados por la mayoría anglófona en determinados momentos históricos.
El primer referéndum de independencia de Quebec se llevó a cabo en 1980. Los independentistas, liderados por René Lévesque, obtuvieron el 40,5 % de los sufragios. Un segundo referéndum se celebró en 1995, y en esta ocasión los independentistas se quedaron a menos de un punto porcentual de la victoria, con el 49,6 % de los votos.
En las elecciones generales de Quebec de 2012, el partido independentista (Partido Quebequés), liderado por Pauline Marois, ganó la mayoría de los asientos de la Asamblea Nacional de la provincia, formando un gobierno minoritario. Marois planteó entonces la posibilidad de convocar un nuevo referéndum por la independencia, pero en los últimos comicios, celebrados el pasado mes de abril, el federalista Partido Liberal de Quebec (PLQ) se hizo con la victoria con mayoría absoluta, arrebatando el Gobierno a la formación independentista tras solo 18 meses en el poder.
5. Flandes (Bélgica)
La Región Flamenca, o Flandes, es una de las tres regiones que componen Bélgica, junto con Valonia y la región de Bruselas (capital tanto del Estado como de la propia Flandes). Constituye la zona del país, en el norte, donde la mayoría de la población habla holandés (flamenco). El movimiento separatista está representado principalmente por el Partido Nacionalista Flamenco (N-VA), que se impuso en las elecciones federales celebradas el pasado mes de mayo.
Los nacionalistas, no obstante, han aparcado recientemente sus aspiraciones independentistas y abogan por ampliar al máximo sus competencias dentro de una Bélgica federal, centrándose en los aspectos económicos y en medidas antiinmigración para «salvaguardar la identidad flamenca».
Las diferencias entre las poblaciones de habla francesa (4 millones) y holandesa (6 millones) han determinado la política belga desde hace décadas. El resentimiento generado en algunos sectores de la población por los subsidios de que disfrutan las regiones francófonas (más pobres) alimenta el separatismo flamenco.
6. Véneto y «Padania» (Italia)
El territorio histórico de la república independiente de Venecia, correspondiente en parte a la actual región italiana de Véneto, y una de las grandes potencias mediterráneas hasta la invasión napoleónica de 1797, fue incorporado al Reino de Italia en 1866, tras pasar por las manos primero de Francia y después de Austria. En un polémico referéndum no oficial celebrado el pasado mes de marzo, el 89% de los votantes en esta región se declaró a favor de independizarse del Gobierno de Roma, según anunciaron los organizadores de la consulta.
Por su parte, el partido derechista-populista y xenófobo de la Liga Norte usa el nombre de «Padania» para referirse no solo al valle del Po (región a la que correspondería, técnicamente, el término), sino a la práctica totalidad del norte de Italia (más desarrollado económicamente que el sur), incluyendo Toscana, Umbría y Marcas, una zona para la que este grupo reclamó la secesión entre los años 1995 y 2001.
7. Chechenia (Rusia)
Chechenia es una de las 21 repúblicas que integraban la Federación Rusa. Su pequeño territorio norcaucásico, rico en crudo y nudo estratégico de la ruta petrolera hacia Occidente, limita con Georgia. La mayoría de la población es de religión musulmana.
Tras la disolucion de la Unión Soviética, y pese al rechazo de Rusia, el exgeneral Yojar Dudayev, vencedor en las elecciones presidenciales chechenas, proclamó la independencia del territorio. La reacción rusa no tardó en llegar, con una irrupción militar a gran escala que constituyó la primera de las dos guerras –condenadas ambas por Occidente– disputadas en esta autonomía.
La primera guerra dejó unos 100.000 muertos. Concluyó con un armisticio firmado en 1996 entre el general Alexandr Lebed, «hombre fuerte» del entonces presidente ruso, Boris Yeltsin, y el líder rebelde Aslan Masjadov. La «solución» rusa a este primer conflicto estableció un Ejecutivo provisional, comicios legislativos para elegir a su representante en la Duma rusa, y una dirección afín en Chechenia. En 1997 se celebraron nuevas elecciones, en las que se enfrentaron el sucesor del difunto presidente nacionalista Dudayev, Zelimjan Yandarbiev, y el dirigente Aslan Masjadov, quien se impuso con el 59% votos. Masjadov murió asesinado en 2005.
La segunda guerra (más de 100.000 muertos) estalló en agosto de 1999, tras una serie de atentados en Rusia de los que se responsabilizó a terroristas chechenos, y después de que guerrilleros chechenos atacasen el vecino Daguestán. Vladimir Putin, sucesor de Yeltsin, mantuvo y endureció más aún, si cabe, la estrategia rusa.
En mayo de 2000 Putin restableció el gobierno directo del Kremlin y ofreció amnistía para los rebeldes que abandonasen las armas. Ajmat Kadýrov fue nombrado presidente de una administración prorrusa formada por antiguos separatistas. Kadýrov fue asesinado en 2004, siendo sustituido por su hijo Ramzán. A pesar de proclamarse el fin de la guerra en 2002, los combates continuaron.
Los rusos han sido acusados de practicar torturas de forma sistemática, así como de violaciones, saqueos, contrabando y malversación. Los señores de la guerra chechenos, por su parte, también han cometido graves crímenes contra los prisioneros y civiles rusos, rehenes y civiles. Tanto Amnistía Internacional como el Consejo de Europa han condenado reiteradamente estos hechos.
8. Kurdistán (Turquía, Irak, Irán, Siria)
No existe un censo oficial, pero se calcula que los kurdos son actualmente entre 40 y 50 millones. Están repartidos entre Turquía (más de 20 millones), Irán (unos 13 millones), Irak (8 millones), Siria (algo menos de 2 millones) y Armenia (unos 100.000). Muchos viven también en la diáspora, sobre todo en Alemania, Suecia y el Reino Unido. Todos comparten una lengua y una cultura comunes, y la mayoría son musulmanes (suníes, principalmente), aunque existe también una minoría de cristianos e incluso algunos judíos. Se les considera el mayor pueblo del mundo sin un Estado propio.
Tras el reparto de Oriente Medio que hicieron las potencias occidentales al término de la Primera Guerra Mundial, el territorio del Kurdistán quedó fragmentado entre los nuevos países, y los kurdos se convirtieron en turcos, iraquíes, sirios o iraníes, después de una efímera independencia que fue aplastada en 1921, con la ayuda de los británicos. En cada uno de estos países fueron obligados a «integrarse» y se les prohibió el desarrollo de su lengua, de sus costumbres y de su cultura.
En Turquía, la nación kurda no existe oficialmente. Los kurdos son considerados por el gobierno de Ankara un pueblo de origen turco, y su idioma, una «mezcla deformada» del persa, el árabe y el turco. Hasta hace solo unos años, los únicos maestros que podían enseñar en las escuelas kurdas eran docentes turcos enviados por el Estado desde la otra punta del país. A pesar de que la situación ha mejorado, debido, sobre todo, al deseo de Turquía de ingresar en la UE, la represión sigue siendo importante. Han pasado los tiempos más duros del terrorismo independentista kurdo del PKK y la represalia brutal del ejército turco (una guerra que dejó 37.000 muertos desde finales de los años ochenta), pero la situación está aún lejos de una mínima normalidad.
En Irak, la suerte de los kurdos ha sido especialmente trágica. El régimen de Sadam Husein los puso en el punto de mira y, con el fin de evitar cualquier reivindicación que implicara una segregación del norte del país, rico en petróleo y donde vive la mayoría de la población kurda, no dudó en masacrarlos (armas químicas incluidas). Miles de personas, muchas de ellas civiles, y una gran cantidad de niños, fueron asesinados. Se calcula que cerca de 182.000 civiles murieron entre 1986 y 1989 durante operaciones militares contra el Kurdistán iraquí.
Tras el derrocamiento de Sadam por la invasión de Irak liderada por EE UU en 2003, el Kurdistán iraquí logró un alto grado de autonomía, enturbiado en los últimos años por las tensas relaciones con el Gobierno central de Bagdad. La situación, sin embargo, dio un vuelco radical con el avance en el norte de Irak y Siria de los yihadistas del grupo denominado ahora Estado Islámico. La retirada del Ejército iraquí propició que los milicianos kurdos tomaran el control de la región autónoma. El hecho de que los kurdos se hayan convertido en la principal oposición sobre el terreno contra los militantes yihadistas, y su papel crucial en la ofensiva que prepara EE UU, supone una oportunidad única para que se produzca una mayor desmembración con respecto a Bagdad.
9. Tibet (China)
La región autónoma del Tibet (1.228.000 kilómetros cuadrados, 2,93 millones de habitantes) se encuentra bajo administración de China desde el año 1951. El antiguo gobierno tibetano fue expulsado en 1959 mediante el uso de la fuerza. Desde ese año, el gobierno del Tibet, encabezado por el XIV Dalai Lama, mantiene un ejecutivo en el exilio en Dharamsala, al norte de la India.
Aunque el Tibet ha estado bajo la influencia de los mongoles, reyes de Nepal, emperadores manchúes y gobernantes británicos durante algunos periodos de su historia, nunca perdió su condición de Estado independiente hasta que en 1950 China invadió el territorio. Posteriormente, en 1965, el Tibet se constituyó como región autónoma. Pekín sostiene que esta región le pertenece desde el siglo VII, cuando se produjo el matrimonio entre la princesa china Wen Cheng y el rey tibetano Songtsan Gambo.
En 1959 se produjeron los primeros choques violentos entre las autoridades chinas y la población ocupada. Hubo más de 10.000 muertos y unos 100.000 tibetanos se vieron obligados a emigrar. Fue entonces cuando el decimocuarto Dalai Lama, Tenzin Gyatso (Premio Nobel de la Paz en 1989), huyó de su tierra natal y se instaló en la India. Las autoridades de Pekín rechazaron cualquier contacto con el líder tibetano por considerar que solo quería la independencia, algo que ha sido desmentido en numerosas ocasiones por el Dalai, quien insiste en que lo que pide es autonomía.
El «rostro humano» de la ocupación del Tibet por parte de la China comunista fue la abolición del régimen feudal y teocrático, imperante durante siglos, y su sustitución por un sistema socializante que trajo a la región el desarrollo industrial y un cierto progreso.
En 1989, cuando se cumplía el 30 aniversario de la fallida revuelta, los tibetanos iniciaron una serie de manifestaciones en demanda de su independencia. Esta rebelión dejó varias decenas de muertos y llevó al Ejecutivo de Pekín a declarar la ley marcial durante trece meses. Veinte años más tarde, en marzo de 2008, el Tíbet registró sus peores protestas contra el Gobierno chino en dos décadas, iniciadas por monjes tibetanos y secundadas por la población civil. Murieron 20 personas, según Pekín, y 203, según el Gobierno tibetano en el exilio.
La represión de las protestas le valió a Pekín un alud de críticas por parte de gobiernos y entidades occidentales ante la cita olímpica de ese año. A consecuencia de estas tensiones, el Tíbet permaneció largos periodos de tiempo cerrado a turistas extranjeros, se limitó el acceso a la prensa internacional y se repitieron incidentes aislados de enfrentamientos entre tibetanos y fuerzas de seguridad.
10. Yemen del Sur (Yemen)
La República de Yemen nació el 22 de mayo de 1990, cuando la República Árabe del Yemen (Yemen del Norte) y la República Popular (Yemen del Sur), marxista, se unieron, después de 300 años, para formar una nueva nación bajo la presidencia de Ali Abdulah Saleh, jefe del antiguo Yemen del Norte, y quien había llegado al poder por un golpe de Estado en 1978.
En 1994, sin embargo, el país volvió a romperse tras un levantamiento del antiguo sur que desembocó en una breve (diez semanas) pero sangrienta guerra civil entre las fuerzas del Gobierno central del nuevo Estado, controlado por el norte, y los grupos secesionistas del sur, que acabó con la derrota de la milicia de la parte meridional.
Desde entonces, los grupos del sur han denunciado la marginación que sufren por parte de las autoridades de Saná y exigen la independencia de la región.
Además de la tensión separatista, en Yemen se superponen actualmente cuatro conflictos diferentes: el que enfrenta al Gobierno con la guerrilla huthi en el norte del país; las revueltas en la región de Adén, motivadas por el escaso desarrollo del antiguo Yemen del Sur; las protestas cívicas derivadas de la ‘Primavera árabe’ (que, tras la firma de un acuerdo, forzaron la salida del presidente Saleh, después de 33 años en el poder), y la presencia de los grupos armados yihadistas asociados a Al Qaeda. Uno de estos grupos, Ansar al Sharía tomó a mediados de 2011 el control de una parte del sur del país, y llegó a declarar la instauración de un emirato islámico en la provincia petrolera de Shabua.
Otros
Otros territorios donde existen movimientos separatistas y/o autonomistas de importancia, o que han llegado a ser reconocidos como independientes por algunos Estados:
- Kosovo (reconocido por 108 de los 193 miembros de Naciones Unidas –Serbia, Rusia y España, entre los que no lo hacen–)
- Osetia del Sur y Abjasia (en Georgia, reconocidos por Rusia)
- Transnistria (Moldavia)
- Bavaria (Alemania)
- Galicia (España)
- Gales (Reino Unido)
- Bretaña y Córcega (Francia)
- República Srpska (Bosnia-Herzegovina)
- Cerdeña y Trentino-Tirol del Sur (Italia)
- Groenlandia (Dinamarca)
- Nagorno-Karabaj (Azerbaiyán)
- Nación Mapuche (Chile)
- Xinjian, Macao y Hong Kong (China)
- Aceh (Indonesia)
- Baluchistán (Pakistán)
- Somalilandia (Somalia)