Las claves de las protestas antivacunas que han puesto en jaque a Canadá y empiezan ya a saltar fronteras

En octubre de 1970 Canadá se parecía más a un esta­do poli­cial que a una democ­ra­cia. En una olea­da de ataques, el grupo ter­ror­ista FLQ (el sep­a­ratista Frente de Lib­eración de Que­bec) había secuestra­do al viceprimer min­istro que­be­quense (que acabaría sien­do asesina­do) y a un diplomáti­co británi­co. Ante la escal­a­da de la vio­len­cia, el entonces primer min­istro, Pierre Trudeau, no dudó en invo­car la Ley de Medi­das de Guerra. 

Era la primera vez que el Gob­ier­no recur­ría a seme­jantes poderes espe­ciales en tiem­po de paz. Se suprim­ieron lib­er­tades indi­vid­uales y las calles se llenaron de sol­da­dos. Pre­gun­ta­do ante las cámaras has­ta dónde esta­ba dis­puesto a lle­gar para restable­cer el orden, Trudeau respondió con un lacóni­co y desafi­ante «Just watch me» («solo mírame», o «ya lo verás»), que pasó a la his­to­ria del país.

Más de trein­ta años después, el hijo del caris­máti­co man­datario y actu­al primer min­istro, Justin Trudeau (Par­tido Lib­er­al, cen­tro-izquier­da), llev­a­ba var­ios días lan­zan­do señales de que se le esta­ba agotan­do, tam­bién, la pacien­cia, esta vez con los gru­pos rad­i­cales y anti­va­c­u­nas que lle­van más de dos sem­anas blo­que­an­do el país

Este lunes, final­mente, Trudeau invocó el uso de poderes espe­ciales de emer­gen­cia para acabar con una protes­ta que ha empeza­do ya a dañar seri­amente la economía y a mostrar señales de vio­len­cia a may­or escala. Lo hizo tan solo unas horas después de que la Policía detu­viese a 11 per­sonas que par­tic­i­pa­ban en el blo­queo de un cruce fron­ter­i­zo y que esta­ban en pos­esión de numerosas armas de fuego.

Según ase­guró el primer min­istro, la medi­da, adop­ta­da por primera vez des­de la cri­sis de 1970, no lim­i­tará la lib­er­tad de expre­sión ni la capaci­dad de man­i­fes­tarse legal­mente en el país, y el Gob­ier­no tam­poco se plantea, de momen­to, desple­gar efec­tivos de las Fuerzas Armadas. Pero supon­drá, muy prob­a­ble­mente, un pun­to de inflexión.

Estas son las claves del movimien­to que ha puesto en jaque a Canadá y que ha empeza­do ya a internacionalizarse.

¿Cómo y por qué comenzaron las protestas?

El pasa­do 15 de enero, aún en ple­na escal­a­da de con­ta­gios en el país por la vari­ante ómi­cron del coro­n­avirus, el Gob­ier­no de Canadá impu­so la vac­u­nación oblig­a­to­ria con­tra la covid-19 a todos los camioneros que cruzan a Esta­dos Unidos, una medi­da que Wash­ing­ton replicó días después. 

Como rec­ha­zo a la nor­ma, cen­tenares de camioneros ini­cia­ron una mar­cha hacia Ottawa en el lla­ma­do «Con­voy de la lib­er­tad», a la que se fueron suman­do por el camino per­sonas opues­tas a las medi­das dec­re­tadas por la pan­demia en gen­er­al, y/o pertenecientes a gru­pos rad­i­cales de diver­so sig­no, muchos de ellos cer­canos a la extrema derecha. 

El 29 de enero, la protes­ta reunió en la cap­i­tal a unos 3.000 camiones y entre 10.000 y 15.000 manifestantes.

¿Cómo han evolucionado?

Los man­i­fes­tantes tomaron el cen­tro de la cap­i­tal, en torno al Par­la­men­to, y, más de dos sem­anas después, la ocu­pación se mantiene con alrede­dor de 400 camiones y cen­tenares de per­sonas, desafian­do las gél­i­das tem­per­at­uras del invier­no cana­di­ense, y sin que las autori­dades munic­i­pales hayan sido capaces de acabar con la protesta.

Pese a que el ambi­ente es, en gen­er­al, más o menos fes­ti­vo, la con­cen­tración ha alter­ado la vida cotid­i­ana de los ciu­dadanos y la activi­dad de muchos com­er­cios de la cap­i­tal, cuyas calles, muchas de ellas cor­tadas, se han llena­do de men­sajes insul­tantes con­tra el Gob­ier­no. Mien­tras, la Policía local, o parte de ella, ha sido acu­sa­da de pasivi­dad. En las redes cir­cu­la­ban vídeos de agentes expre­san­do su apoyo a los man­i­fes­tantes o direc­ta­mente colab­o­ran­do con la ocupación.

Para­le­la­mente, y esto es lo que más pre­ocu­pa tan­to a las autori­dades como a la indus­tria, la protes­ta se extendió a los vitales cruces fron­ter­i­zos con Esta­dos Unidos, autén­ti­cas arte­rias de la economía cana­di­ense. Así, los camiones blo­quearon durante días el puente Ambas­sador, que conec­ta las ciu­dades de Wind­sor (Canadá) y Detroit (EE UU). Con una cir­cu­lación diaria de unos 400 mil­lones de dólares en mer­cancías, se tra­ta del cruce ter­restre más impor­tante entre ambos países. 

La Policía logró reabrir final­mente al trá­fi­co ese puente el pasa­do domin­go, pero los blo­queos en otros pun­tos de la fron­tera con­tinu­a­ban este lunes, conc­re­ta­mente en Coutts y en Emer­son, entre la provin­cia cen­tral cana­di­ense de Man­i­to­ba y el esta­do de Dako­ta del Norte (EE UU).

¿Qué piden los manifestantes y quiénes son?

Si bien la protes­ta empezó con un obje­ti­vo, en teoría, clara­mente definido (la elim­i­nación de la oblig­a­to­riedad de vac­u­narse para los camioneros), por el camino ha ido reco­gien­do no solo el impul­so de gru­pos equipara­bles a los movimien­tos nega­cionistas y anti­va­c­u­nas esta­dounidens­es (además de nativis­tas, cris­tianos fun­da­men­tal­is­tas, adep­tos a teorías con­spir­a­noicas, lib­er­tar­ios…), sino tam­bién el apoyo de ciu­dadanos que, después de casi dos años de pan­demia, han vis­to dañadas sus economías, con­sid­er­an arbi­trarias o poco efec­ti­vas las medi­das del Gob­ier­no, o sim­ple­mente desean «volver a la nor­mal­i­dad», o «recu­per­ar las libertades».

Son tam­bién una parte impor­tante de la protes­ta los man­i­fes­tantes que, por enci­ma de cualquier otra cosa, quieren ver caer el Gob­ier­no de Trudeau. Como ase­gura­ba a Efe hace unos días uno de los par­tic­i­pantes en la ocu­pación de Ottawa, el obje­ti­vo es man­ten­er la con­cen­tración has­ta que el primer min­istro sea «der­rib­a­do».

Y con respec­to a los camioneros en sí, la mag­ni­tud de las protes­tas parece estar cau­san­do per­ple­ji­dad tan­to entre la may­oría de sus cole­gas como entre los gru­pos empre­sar­i­ales para los que tra­ba­jan. Según informa­ba Efe, las prin­ci­pales orga­ni­za­ciones que rep­re­sen­tan a los camioneros cana­di­ens­es han señal­a­do que el 90% de sus aso­ci­a­dos están ya vac­u­na­dos con­tra la covid-19, por lo que el manda­to de Canadá y EE UU para que los con­duc­tores com­er­ciales transna­cionales estén inmu­niza­dos no es, ase­gu­ran, un prob­le­ma real para el sector.

¿Cómo se financian y quién está detrás?

Una de las claves del alcance de este movimien­to es, prob­a­ble­mente, su finan­ciación. Como explicó el jefe de la Policía de Ottawa, Peter Sloly, uno de los pasos más impor­tantes a la hora de empezar a ahog­ar las protes­tas fue la decisión del por­tal GoFundMe de no dis­tribuir 10 mil­lones de dólares cana­di­ens­es (cer­ca de 7 mil­lones de euros) de dona­ciones recau­da­dos por los orga­ni­zadores. Aun así, la sem­ana pasa­da se supo que en dos días los anti­va­c­u­nas habían recau­da­do 3,5 mil­lones de dólares a través de GiveSend­Go, un por­tal que se describe como una pági­na cris­tiana de donaciones. 

En este sen­ti­do, el líder del socialdemócra­ta Nue­vo Par­tido Democráti­co (NPD), Jag­meet Singh, señaló en una rue­da de pren­sa recogi­da por Efe que las acciones de los anti­va­c­u­nas y gru­pos rad­i­cales han deja­do de ser una protes­ta y con­sti­tuyen «un inten­to de der­rib­ar al Gob­ier­no» con finan­ciación extran­jera, en ref­er­en­cia a las dona­ciones que los man­i­fes­tantes están reci­bi­en­do. Singh fue más allá y afir­mó que esa injeren­cia extran­jera proviene de EE UU, dado que una parte de los fon­dos recau­da­dos a través de GoFundMe pro­cede de donantes en el país vecino. 

Y no deja de ser sin­tomáti­co que tan­to el expres­i­dente esta­dounidense Don­ald Trump, como el con­se­jero del­e­ga­do de Tes­la, Elon Musk, hayan apoy­a­do de for­ma públi­ca las protestas.

En la propia Canadá, la cri­sis está sien­do aprovecha­da asimis­mo por con­tro­ver­tidos políti­cos de extrema derecha, entre ellos, Randy Hilli­er, que fue expul­sa­do del Par­tido Con­ser­vador en 2019 por burlarse del padre de un niño con autismo, o Maxime Bernier, líder del Par­tido Pop­u­lar de Canadá (PPC) y antiguo min­istro del gob­ier­no con­ser­vador de Stephen Harp­er, que aban­donó el par­tido en 2018 para crear uno nue­vo más a la derecha de su antigua for­ma­ción política,

¿Cómo han reaccionado las autoridades?

La may­oría de los exper­tos cita­dos por los medios cana­di­ens­es coin­ci­den en señalar que la reac­ción de las autori­dades lco­a­les de Ottawa fue equiv­o­ca­da en un prin­ci­pio, al per­mi­tir el acce­so de cien­tos de camiones al cen­tro de la ciu­dad, e insu­fi­ciente después, con la Policía ya des­bor­da­da o poco efi­caz, y sin mucho mar­gen de actuación, más allá de las deten­ciones (una trein­te­na de arresta­dos solo en la cap­i­tal has­ta el momen­to), o de las mul­tas (cien­tos de san­ciones impuestas).

Des­de un primer momen­to, la Policía inten­tó evi­tar, sin mucho éxi­to, que los camioneros que blo­quean la zona del Par­la­men­to reci­biesen sum­in­istros para con­tin­uar con la ocu­pación, pero la sem­ana pasa­da el jefe poli­cial de la cap­i­tal, Peter Sloly, recono­ció ya abier­ta­mente su inca­paci­dad para restau­rar el orden e hizo un lla­mamien­to para que se envi­asen 1.800 efec­tivos de refuerzo. 

El alcalde, Jim Wat­son, cal­i­ficó por su parte la situación provo­ca­da por las protes­tas como «la emer­gen­cia más grave» que Ottawa ha exper­i­men­ta­do en su his­to­ria, y explicó que las com­pañías de remolques se ha nega­do a reti­rar los camiones por miedo a posi­bles represalias.

¿Qué efectos está teniendo la crisis en las economías de Canadá y EE UU?

Los blo­queos de los pasos fron­ter­i­zos han afec­ta­do seri­amente a muchas empre­sas de EE UU y Canadá, espe­cial­mente a los grandes fab­ri­cantes de automóviles (Gen­er­al Motors, Ford, Stel­lan­tis, Toy­ota) de ambos lados de la fron­tera, que, la sem­ana pasa­da sobre todo, se vieron oblig­a­dos a reducir su pro­duc­ción ante las inter­rup­ciones en la cade­na de suministros.

En el oeste del país, en la provin­cia de Alber­ta, el prob­le­ma se cen­tra en los blo­queos inter­mi­tentes del paso fron­ter­i­zo de Coutts, vital para el trans­porte de gana­do y pro­duc­tos cár­ni­cos, y por el que cir­cu­lan cada día pro­duc­tos val­o­rados en 44 mil­lones de dólares. según infor­ma Efe. 

La aso­ciación de Fab­ri­cantes y Expor­ta­dores de Canadá exigió el pasa­do jueves que las autori­dades cana­di­ens­es pon­gan «pun­to y final inmedi­ata­mente» a los blo­queos en los prin­ci­pales corre­dores com­er­ciales del país, recor­dan­do que el 80% de las exporta­ciones de la provin­cia de Man­i­to­ba (cereales, prin­ci­pal­mente) a EE UU y Méx­i­co son trans­portadas por carretera.

La ame­naza a la economía hizo reac­cionar al Gob­ier­no de Wahing­ton, que el viernes pasa­do ofre­ció ayu­da a Canadá para acabar con los blo­queos fron­ter­i­zos, después de que la gob­er­nado­ra de Michi­gan, la demócra­ta Gretchen Whit­mer, solic­i­tara a Canadá la reaper­tu­ra del trá­fi­co del puente Ambas­sador, por las pér­di­das económi­cas que esta­ba cau­san­do el blo­queo a su estado.

¿Qué apoyo tienen las protestas entre la población?

Casi tres cuar­tas partes de los cana­di­ens­es quieren que los man­i­fes­tantes del «Con­voy de la lib­er­tad» «se vayan ya a casa», según una encues­ta del Insti­tu­to Angus Reid hecha públi­ca este lunes. El son­deo, no obstante, rev­ela asimis­mo que más de dos ter­cios de los encues­ta­dos pien­san que las acciones del Gob­ier­no de Trudeau han empe­o­ra­do la situación.

«Si el obje­ti­vo de ‘Con­voy de la lib­er­tad’ era cap­tar la aten­ción de mil­lones de per­sonas en Canadá y en todo el mun­do, mis­ión cumpl­i­da», indi­ca el informe de Angus Reid. «Sin embar­go, si el obje­ti­vo era gener­ar apoyo para sus deman­das de pon­er fin a las restric­ciones rela­cionadas con la pan­demia, ha fra­casa­do por com­ple­to», añade.

Con respec­to a una posi­ble pres­en­cia de sol­da­dos en las calles para restable­cer el orden, otra encues­ta, pub­li­ca­da asimis­mo este lunes, indi­ca que más de dos ter­cios de los cana­di­ens­es apo­yarían el uso de la fuerza mil­i­tar para ayu­dar a desa­lo­jar a los man­i­fes­tantes de Ottawa, mien­tras que el apoyo a los camioneros se ha reduci­do al 20%, tan­to en lo ref­er­ente a sus deman­das como a la for­ma en que están exigiéndolas.

¿Qué repercusión internacional está habiendo?

La protes­ta de los anti­va­c­u­nas cana­di­ens­es ha empeza­do a exten­der­se ya a otros país­es, con movimien­tos que imi­tan las estrate­gias lle­vadas a cabo en el país norteamericano.

Este mis­mo lunes, una protes­ta con­tra las restric­ciones san­i­tarias en Bél­gi­ca, auto­de­nom­i­na­da asimis­mo «Con­voy de la lib­er­tad», trató de par­alizar Bruse­las en un inten­to de trasladar a Europa el movimien­to que blo­quea Ottawa. Se saldó, no obstante, con lig­eras per­tur­ba­ciones de trá­fi­co y un notable fra­ca­so de orga­ni­zación y participación.

Los man­i­fes­tantes intenta­ban dar con­tinuidad en la cap­i­tal de Bél­gi­ca y sede de las insti­tu­ciones de la Unión Euro­pea a las man­i­festa­ciones que abor­taron igual­mente este fin de sem­ana las fuerzas de seguri­dad de País­es Bajos y Fran­cia (en La Haya y París, respec­ti­va­mente), inspi­radas todas ellas por la con­testación canadiense.

En Fran­cia, cien­tos de vehícu­los pusieron la sem­ana pasa­da rum­bo a la cap­i­tal des­de dis­tin­tos pun­tos del país para acabar con­vergien­do en París y ofre­cer una demostración de fuerza. Sin embar­go, a difer­en­cia de en Canadá, donde la protes­ta fue ini­ci­a­da por camioneros que se que­ja­ban de medi­das san­i­tarias que les afectan expre­sa­mente, en Fran­cia se orga­nizó en automóviles ocu­pa­dos por per­sonas que rec­haz­an el pase vac­u­nal, o pas­aporte covid.

Y en Nue­va Zelan­da, cuyo gob­ier­no imple­men­tó una de las estrate­gias con­tra la covid-19 más estric­tas del mun­do, cien­tos de man­i­fes­tantes ocu­paron este domin­go por sex­to día con­sec­u­ti­vo los aledaños del Par­la­men­to en Welling­ton para protes­tar con­tra la oblig­a­to­riedad de las vac­u­nas. Para tratar de dis­uadir­los, las autori­dades repro­du­jeron en bucle por mega­fonía y a todo vol­u­men la can­ción Macare­na y los éxi­tos del can­tante esta­dounidense Bar­rry Manilow, jun­to a men­sajes educa­tivos sobre la covid-19 y la impor­tan­cia de las vac­u­nas. Sin éxito.

Francisco Rico, 1958–2021: una vida dedicada a los refugiados e inmigrantes en Canadá

Fran­cis­co Rico-Martínez. Foto: FCJ Refugee Centre

Fran­cis­co Rico-Martínez, codi­rec­tor del Cen­tro de Refu­gia­dos FCJ, y una de las caras más cono­ci­das en la lucha por los dere­chos de refu­gia­dos e inmi­grantes en Canadá, fal­l­e­ció este viernes en Toron­to a los 63 años de edad, víc­ti­ma de un cáncer.

Naci­do en 1958 en la ciu­dad sal­vadoreña de San­ta Ana, Fran­cis­co llegó a Canadá como refu­gia­do en 1989, jun­to con su esposa, Loly, y sus dos hijos (un ter­cero nac­ería ya en su nue­vo país de res­i­den­cia). Dos años después, bajo el paraguas de la orga­ni­zación reli­giosa FCJ (Fieles Com­pañeras de Jesús), la pare­ja puso en mar­cha el Cen­tro de Refu­gia­dos FCJ, del que Loly Rico es codi­rec­to­ra, y que este año cel­e­bra su 30 aniversario.

Con el impul­so incans­able de Fran­cis­co, Loly, y un cre­ciente y ded­i­ca­do equipo de pro­fe­sion­ales y vol­un­tar­ios, el Cen­tro FCJ se ha con­ver­tido a lo largo de estas tres décadas en un ref­er­ente para la inmi­gración en Canadá, dan­do apoyo de todo tipo a miles de per­sonas en situación pre­caria, entre refu­gia­dos, migrantes, indoc­u­men­ta­dos, víc­ti­mas de la tra­ta de per­sonas y de la explotación lab­o­ral, y, en gen­er­al, todos aque­l­los que, proce­dentes de los más diver­sos rin­cones del mun­do, se han acer­ca­do algu­na vez pidi­en­do ayuda.

Situ­a­do en el corazón de Toron­to, el Cen­tro les brin­da no solo apoyo legal y aseso­ramien­to, sino un espa­cio seguro y sol­i­dario des­de el que con­stru­ir una nue­va vida en Canadá, con pro­gra­mas que abar­can des­de alber­gues tem­po­rales para mujeres has­ta clases de inglés, pasan­do por ser­vi­cios bási­cos de salud, cuida­do infan­til, talleres de for­ma­ción, sesiones infor­ma­ti­vas, un grupo de jóvenes, apoyo a estu­di­antes, preparación para los pro­ce­sos de refugio…

For­ma­do como abo­ga­do y econ­o­mista, con un carác­ter firme y extro­ver­tido, y posee­dor de un gran sen­ti­do del humor, Fran­cis­co estu­vo com­pro­meti­do toda su vida con la lucha por la jus­ti­cia social. Comen­zó su tra­ba­jo en el cam­po de los dere­chos humanos en su país natal, El Sal­vador, lo con­tin­uó en Europa, y lo cul­minó en Canadá, donde, además de su tra­ba­jo en el Cen­tro FCJ, era fre­cuente ver­le al frente de mar­chas reivin­dica­ti­vas, real­izan­do declara­ciones públi­cas, impar­tien­do con­fer­en­cias y char­las, abo­gan­do por los dere­chos de los refu­gia­dos en los medios, o nego­cian­do direc­ta­mente con las autoridades.

Fran­cis­co Rico fue pres­i­dente del Con­se­jo Cana­di­ense de Refu­gia­dos y su tra­ba­jo se vio recono­ci­do con, entre otras dis­tin­ciones, el Pre­mio William P. Hub­bard de Rela­ciones Raciales de la Ciu­dad de Toron­to y el Medal­lón de la Paz de la YMCA.

Temperaturas de casi 50 grados, cientos de muertos… Así es la histórica ola de calor que achicharra Canadá y EE UU

Más peli­grosa que el coro­n­avirus. Así han lle­ga­do a cal­i­ficar las autori­dades de Colum­bia Británi­ca la letal ola de calor que está sufrien­do esta provin­cia de la cos­ta oeste de Canadá, y que afec­ta tam­bién a esta­dos del noroeste de Esta­dos Unidos, espe­cial­mente a Wash­ing­ton y Oregón, des­de hace unos cin­co días.

Según explicó este miér­coles la direc­to­ra forense de la provin­cia cana­di­ense, Lisa Lapointe, en un comu­ni­ca­do recogi­do por Efe, entre el 25 y el 28 de junio, coin­ci­di­en­do con la ola de calor, ha habido un exce­so de cien­tos de muertes respec­to a la media de fal­l­ec­imien­tos en esta época del año. El prome­dio de muer­tos entre esas fechas debería haber sido en torno a 165, pero se ha dis­para­do has­ta 486, el triple.

«Aunque es demasi­a­do pron­to para decir con certeza cuán­tas de estas muertes están rela­cionadas con el calor, se cree que es prob­a­ble que el aumen­to sig­ni­fica­ti­vo en las muertes repor­tadas sea atribuible al cli­ma extremo que ha exper­i­men­ta­do Colum­bia Británi­ca, y que con­tinúa afectan­do a muchas partes de la provin­cia», explicó Lapointe.

Lapointe señaló que muchos de los fal­l­e­ci­dos eran per­sonas que vivían solas y que fueron encon­tradas en vivien­das mal ven­ti­ladas y expues­tas a tem­per­at­uras muy altas.

La situación es tam­bién grave en EE UU, donde las autori­dades infor­maron este miér­coles de al menos 63 muertes en el esta­do de Oregón, uno de los más afec­ta­dos, jun­to al de Wash­ing­ton (fron­ter­i­zo con Colum­bia Británi­ca). Un total de 45 de las 63 muertes habrían ocur­ri­do en el con­da­do de Mult­nom­ah, con Port­land como prin­ci­pal foco, infor­ma Efe. En Wash­ing­ton, las autori­dades aún no habían rev­e­la­do cifras ofi­ciales, por lo que el bal­ance podría subir. Este miér­coles se había infor­ma­do de cin­co decesos.

El calor ha provo­ca­do además que se mul­ti­pliquen los incen­dios fore­stales incon­tro­la­dos. En Colum­bia Británi­ca, tres fue­gos seguían activos este miér­coles por la noche, con cien­tos de veci­nos evac­ua­dos. Entre ellos, los de la local­i­dad de Lyt­ton, cuyo alcalde, Jan Pol­d­er­man, declaró a la tele­visión públi­ca cana­di­ense, CBC, que «la ciu­dad entera está en lla­mas». «En solo 15 min­u­tos pasamos de ten­er las primeras señales de humo a, de repente, estar ardi­en­do», añadió.

En Esta­dos Unidos, al menos 36 incen­dios se habían declar­a­do en esta­dos como Cal­i­for­nia, Oregón, Wash­ing­ton, Col­orado y Ari­zona, en muchos casos ali­men­ta­dos por la inten­sa ola de calor que gol­pea la cos­ta oeste del país.

Reventando los termómetros

Las altas tem­per­at­uras están sien­do real­mente históri­c­as. El martes el ter­mómetro llegó a mar­car 49,6 gra­dos cen­tí­gra­dos en la men­ciona­da Lyt­ton, un récord abso­lu­to en todo Canadá, que ha dado a cono­cer inter­na­cional­mente a esta pequeña local­i­dad del oeste del país. Era, además, el ter­cer día con­sec­u­ti­vo que Lyt­ton batía máx­i­mos de tem­per­atu­ra, tras alcan­zar el domin­go y el lunes 46,6 y 47 gra­dos, respec­ti­va­mente. Has­ta entonces, la may­or tem­per­atu­ra reg­istra­da en el país había sido de 45ºC. Fue hace 84 años, en 1937, en la local­i­dad de Midale, provin­cia de Saskatchewan.

En declara­ciones a la CBC, Armel Castel­lan, por­tavoz de al Agen­cia de Mete­o­rología de Canadá, expresó que se encon­tra­ba «sin pal­abras» ante las con­se­cuen­cias de estas tem­per­at­uras extremas, aunque admi­tió que era de esper­ar que este calor «resul­tara mortal».

«Van­cou­ver nun­ca ha exper­i­men­ta­do un calor como este y, lam­en­ta­ble­mente, dece­nas de per­sonas están murien­do», lamen­tó por su parte este miér­coles el por­tavoz de la Policía de la may­or ciu­dad de Colum­bia Británi­ca, Steve Addi­son, aña­di­en­do que los agentes están hacien­do «lo posi­ble» por lle­var a cabo su labor, pero se encuen­tran «al límite», infor­ma Europa Press.

Los ancianos, los niños, los tra­ba­jadores y las per­sonas sin hog­ar son los que may­or ries­go cor­ren ante estas tem­per­at­uras extremas, que han provo­ca­do un aumen­to extra­or­di­nario de las lla­madas a los ser­vi­cios de emer­gen­cia en Colum­bia Británi­ca. Solo entre el viernes y el lunes por la mañana se pro­du­jeron unas 239 lla­madas de este tipo.

El peli­gro se inten­si­fi­ca al no pro­ducirse un descen­so rel­e­vante de las tem­per­at­uras durante la noche, lo que impli­ca además un aumen­to de la deman­da energéti­ca para el uso de ven­ti­ladores y aire acondicionado.

«Cúpula de calor»

El fenó­meno, denom­i­na­do «cúpu­la de calor», con­siste en un cúmu­lo de aire caliente en las capas altas de la atmós­fera que afec­ta a la pre­sión y los vien­tos. Según explicó a Efe la por­tavoz de la orga­ni­zación medioam­bi­en­tal Cli­mate Pow­er, Antoni­eta Cádiz. esta «cúpu­la de calor» es esen­cial­mente una mon­taña de aire caliente aso­ci­a­da a la pre­sión alta que «se ha queda­do atas­ca­da» en la cos­ta oeste de ambos países.

La «cúpu­la» empezó este miér­coles su desplaza­mien­to has­ta el este de Canadá, en direc­ción a las provin­cias de Alber­ta y Saskatchewan. Alber­ta, veci­na de Colum­bia Británi­ca, ya ha empeza­do a reg­is­trar tem­per­at­uras récord: la local­i­dad de Grande Paririe, que el martes mar­có tam­bién su máx­i­mo históri­co con 40,2 °C, esper­a­ba lle­gar en unas horas a los 41°C, infor­ma Efe.

El Ser­vi­cio Mete­o­rológi­co de Canadá emi­tió este miér­coles avi­sos de calor extremo en la veci­na provin­cia de Saskatchewan y advir­tió de que las condi­ciones de calor asfixi­antes se van a man­ten­er toda la sem­ana y puede que per­sis­tan la próxima.

Por con­tra, Colum­bia Británi­ca empezará poco a poco a aliviarse, ya que el desplaza­mien­to de «la cúpu­la de calor» hacia el inte­ri­or de Canadá está per­mi­tien­do la lle­ga­da de aire oceáni­co a la cos­ta de esta provin­cia, que reducirá las tem­per­at­uras extremas.

Biden lo vincula al cambio climático

Este miér­coles, el pres­i­dente de Esta­dos Unidos, Joe Biden, anun­ció una subi­da tem­po­ral del suel­do de los bomberos con­trata­dos por el Gob­ier­no fed­er­al a un mín­i­mo de 15 dólares la hora, en un inten­to de con­tener el impacto de los incen­dios en el oeste del país.

Biden volvió a vin­cu­lar la ola de calor con la cri­sis climáti­ca, que a su juicio ha con­ver­tido los incen­dios en un prob­le­ma que «ya no es esta­cional, sino del año entero», por lo que su Gob­ier­no ha per­mi­ti­do que los bomberos que tra­ba­jan en ter­renos fed­erales man­ten­gan su puesto más allá de la tem­po­ra­da esti­val, infor­ma Efe.

«El cam­bio climáti­co está provo­can­do una con­flu­en­cia peli­grosa de calor extremo y sequías pro­lon­gadas. Esta­mos vien­do incen­dios de may­or inten­si­dad y que avan­zan más rápi­do», advir­tió el pres­i­dente, aña­di­en­do que su Gob­ier­no inten­si­fi­cará su uso de tec­nologías emer­gentes y de satélite para detec­tar ráp­i­da­mente nuevos incen­dios, y que añadirá datos sobre esos fue­gos a una apli­cación de móvil con la que los esta­dounidens­es pueden vig­i­lar la cal­i­dad del aire en su zona.

Habrá más en el futuro

Sobre calen­tamien­to glob­al ha habla­do tam­bién el pro­fe­sor de Cli­ma­tología en la Uni­ver­si­dad de British Colum­bia Simon Don­ner, quien, en declara­ciones a la CBC, señaló que «esper­amos ver más olas de calor extremas en el futuro, porque esta­mos agre­gan­do gas­es de efec­to inver­nadero a la atmós­fera». Don­ner, no obstante, admi­tió que «esto está más allá de mis expec­ta­ti­vas: una ola de calor tan larga y tan caliente en Canadá no tiene prece­dentes en la historia».

«Hay algo que se siente un poco difer­ente en esta [ola de calor], y que no puedo iden­ti­ficar», dijo por su parte Joseph Shea, pro­fe­sor de Geomáti­ca Ambi­en­tal en la Uni­ver­si­dad de North­ern British Colum­bia, tam­bién a la CBC. «Esta­ba tratan­do de pen­sar en una pal­abra para definir­lo, y creo que la pal­abra es ‘ame­nazante’. Real­mente se siente como un calor peligroso».


Con infor­ma­ción de Efe y Europa Press

Del Che a Ruiz Zafón, 50 años vendiendo libros en español en Montreal

En 1966, con­fian­do en el tirón de la Exposi­ción Uni­ver­sal que iba a cel­e­brarse al año sigu­iente en Mon­tre­al, Fran­cis­co González, un sevil­lano «de espíritu aven­turero», hizo las male­tas y, tras una estancia en París en la que cono­ció a quien acabaría sien­do su esposa, puso rum­bo a Canadá para empren­der una nue­va vida. Como a tan­tos otros emi­grantes, antes y aho­ra, al prin­ci­pio no le quedó otra que tra­ba­jar en la hostel­ería. Deci­di­do a ampli­ar sus estu­dios, sacó tiem­po para matric­u­larse en los cur­sos noc­turnos de la pres­ti­giosa Uni­ver­si­dad de McGill. Es allí donde se da cuen­ta de la difi­cul­tad con que se encuen­tran los alum­nos a la hora de con­seguir libros en español. Fran­cis­co vuelve entonces a Madrid y, «con su bue­na pres­en­cia y su pal­abr­ería», con­vence a unas cuan­tas edi­to­ri­ales. Regre­sa a Mon­tre­al, alquila un pequeño local y mon­ta una tien­da, casi un chirin­gui­to, al lado de la Uni­ver­si­dad. Era el ver­a­no de 1972 y acaba­ba de nac­er la libr­ería Las Américas.

La his­to­ria la cuen­ta Pilar Marín, nuera de Fran­cis­co, sevil­lana como él, y actu­al direc­to­ra de la libr­ería. Casi cin­cuen­ta años después, y deja­do ya atrás aquel primer peri­o­do en el que el val­or del nego­cio era «inex­is­tente», Las Améri­c­as es actual­mente la may­or libr­ería espe­cial­iza­da en libros en español de Canadá.

No en vano, el español es ya la ter­cera lengua más habla­da en la francó­fona Que­bec. «Todo el mun­do quiere apren­der­lo», expli­ca Pilar, «no solo los estu­di­antes». «Des­de direc­tivos de grandes empre­sas que invierten cada vez más en Lati­noaméri­ca, has­ta tur­is­tas que van, o iban, al sur de vacaciones».

El matiz de Pilar, ese «o iban», se refiere, claro está, a la pan­demia del coro­n­avirus: «Es ter­ri­ble. En estas fechas, por ejem­p­lo, es cuan­do los pro­fe­sores vienen con sus encar­gos, y tuvi­mos que cer­rar, dos meses ya… Seguimos como podemos, por Inter­net, por telé­fono». De momen­to van tiran­do con un prés­ta­mo del Gobierno.

El parón académi­co es impor­tante. Los libros rela­ciona­dos con el apren­diza­je del español con­sti­tuyen, de hecho, 80% de las ven­tas. «La gente lee muy poca lit­er­atu­ra, cada vez menos —se lamen­ta Pilar—. Se descar­ga mucho por Inter­net para los via­jes, pero poco más; el bom­bardeo con­tin­uo de tex­tos cor­tos desvía el interés».

El 20% restante (fic­ción, ensayos, biografías), y su evolu­ción a lo largo de las décadas, es un buen refle­jo de cómo ha ido cam­bian­do la comu­nidad his­panoh­ab­lante en Canadá con las difer­entes oleadas migra­to­rias: españoles en los 60, chilenos y argenti­nos en los 70, cen­troamer­i­canos en los 80… No leen lo mis­mo los exil­i­a­dos políti­cos que los refu­gia­dos o los inmi­grantes económicos.

Como expli­ca Fran­cis­co Her­mosín, librero de Las Améri­c­as, y otro andaluz apa­sion­a­do por los libros, «antes se vendían más obras que tenían que ver con la real­i­dad sociopolíti­ca del momen­to, Roque Dal­ton, Cabr­era Infante, Reinal­do Are­nas, el Che, Rigob­er­ta Menchú… Aparte de con­sagra­dos españoles como Delibes. Aho­ra, nue­stro últi­mo boom políti­co fue la tra­duc­ción de la biografía de Michelle Oba­ma, y, en cuan­to a fic­ción, Ruiz Zafón, Pérez-Reverte, María Dueñas y Julia Navar­ro, jun­to a los que siem­pre per­sis­ten, Gar­cía Márquez e Isabel Allende».

¿Y los clási­cos? ¿Cer­vantes, Lope? Los escasísi­mos que se venden son reduc­to de, en pal­abras de Fran­cis­co, «unas cuan­tas almas, pre­cisa­mente, qui­jotescas». «Ten­emos cien­tos de libros de Cát­e­dra que esta­mos ven­di­en­do a mitad de pre­cio porque aquí no fun­cio­nan», expli­ca. Ocurre algo seme­jante con los ensayos, com­pra­dos sobre todo por lec­tores francó­fonos o angló­fonos que han apren­di­do español y se intere­san por la cul­tura hispana.

En cualquier caso, la rev­olu­ción dig­i­tal ha cam­bi­a­do el paisaje por com­ple­to: «Hoy pri­ma el entreten­imien­to, y los gus­tos son mucho más homogé­neos», indi­ca Fran­cis­co. «Antes el librero tenía capaci­dad de pre­scrip­ción, hoy el lec­tor viene ya con una idea pre­con­ce­bi­da», añade.

En el diag­nós­ti­co de una sociedad cada vez menos lec­to­ra de libros coin­cide la cubana Sonia Álvarez, propi­etaria de Span­ish Books, otra libr­ería de libros en español en Toron­to. Sonia apun­ta una difi­cul­tad extra: «A los his­panoh­ab­lantes no les gus­ta com­prar por Inter­net». En su libr­ería, y qui­tan­do a la omnipresente Allende, los número uno son, prin­ci­pal­mente, españoles (Ilde­fon­so Fal­cones, Almu­de­na Grandes), y lo más deman­da­do, la nov­ela históri­ca, el género negro y la autoayuda.

La clien­tela de Sonia es una mues­tra de quién com­pra lit­er­atu­ra en español en Canadá: «His­panoh­ab­lantes asid­u­os que bus­can novedades, cana­di­ens­es que via­jan a Lati­noaméri­ca, y padres que bus­can libros infan­tiles para que sus hijos no pier­dan el idioma. Cuan­do lle­gan a Har­ry Pot­ter leen ya en inglés».


Pub­li­ca­do en el No. 8 de la revista Archile­tras (julio-sep­tiem­bre 2020)

Canadá: Se busca profesor de español… no español

«Llam­a­ba para saber si tenés algún prob­le­ma con la foto­copi­ado­ra»… Durante var­ios días estuve imi­tan­do lo mejor que pude a Diego Arman­do Maradona, enca­ja­do en el cubícu­lo de un cen­tro de aten­ción tele­fóni­ca de Toron­to dirigi­do a clientes de Lati­noaméri­ca. El moti­vo no era una desmesura­da admiración por el astro argenti­no, sino algo bas­tante menos román­ti­co. El incon­fundible acen­to de Maradona fue, a saber por qué, lo úni­co que me vino a la cabeza en la primera lla­ma­da, y pare­ció dar el pego, algo esen­cial tenien­do en cuen­ta que, nada más lle­gar, me habían deja­do claro que mi español era «muy de España», que los clientes «pre­fieren el español lati­no», y que lo mis­mo íbamos a ten­er un prob­le­ma. No me expli­caron por qué, pero imag­i­no que la sen­sación de cer­canía que se supone que teníamos que dar qued­a­ba algo dilu­i­da si la lla­ma­da parecía pro­ced­er del otro lado del char­co (aunque, en real­i­dad, estu­viése­mos en Canadá). «No hay prob­le­ma», con­testé. Al final sí que lo hubo, pero eso es otra historia.

En Canadá en gen­er­al, y en Toron­to, la ciu­dad más mul­ti­cul­tur­al del plan­e­ta según la ONU, en par­tic­u­lar, se escucha mucho español. No tan­to, des­de luego, como en Esta­dos Unidos, pero cada vez más. Y el español que se escucha es, aunque solo sea por las obvias razones de la geografía, el español de Lati­noaméri­ca. Los lati­nos (una denom­i­nación no demasi­a­do especí­fi­ca en la que se incluyen, en gen­er­al, los his­panoh­ab­lantes del con­ti­nente amer­i­cano) rep­re­sen­tan actual­mente en torno al 1,3% de la población total cana­di­ense. Según el últi­mo cen­so ofi­cial del país, de 2017, eso supone cer­ca de medio mil­lón de per­sonas que se iden­ti­f­i­can a sí mis­mas como lati­noamer­i­canos, con el prin­ci­pal ori­gen en Méx­i­co, segui­do de cer­ca por Colom­bia y, a may­or dis­tan­cia, por El Sal­vador, Perú, Chile, Venezuela y Argenti­na, en ese orden.

Mien­tras, en 2018 había exac­ta­mente 16.787 españoles reg­istra­dos como res­i­dentes en Canadá, de acuer­do con datos ofi­ciales del Insti­tu­to Nacional de Estadís­ti­ca. La cifra no incluye a tur­is­tas ni a estu­di­antes, que, sobre todo en ver­a­no, ele­van con­sid­er­able­mente la can­ti­dad de zetas, vosotros y pretéri­tos per­fec­tos que puede uno cazar en el metro, pero aun así, no hay color.

Todo esto tiene un refle­jo inevitable en el español que se enseña aquí, al menos en lo que respec­ta a las acad­e­mias pri­vadas, en la may­oría de las cuales la nor­ma no escri­ta es dar pre­pon­der­an­cia a las vari­antes lati­noamer­i­canas del castel­lano, o, al menos, a cier­to español lati­no están­dar, ya que, al igual que en la Penín­su­la, tam­bién en este lado del Atlán­ti­co son muchos los españoles que se hablan.

Aparte del hecho de que la comu­nidad his­panoh­ab­lante en Canadá sea may­ori­tari­a­mente lati­na, Javier Aiz­er­sztein, direc­tor del Span­ish Cen­tre, la may­or acad­e­mia de español del país, da otras dos razones por las que en sus escue­las se deja de lado el español europeo: «Por un lado, las conex­iones más impor­tantes de Canadá son norte-sur, y la gente que quiere apren­der español lo nece­si­ta, a menudo, para hac­er nego­cios con Méx­i­co, Chile, Perú, Argenti­na, el Caribe… Pocas veces con España. Por otro, hay que pen­sar tam­bién en los des­ti­nos de los cana­di­ens­es cuan­do se van de vaca­ciones: Cuba, Méx­i­co…». «Se opta por un español muy genéri­co: no enseñamos el vosotros, pero tam­poco el vos», aclara.

Con­viene no olvi­dar, en cualquier caso, que de los alrede­dor de 500 mil­lones de hablantes nativos de español que hay en el mun­do, solo unos 46 mil­lones usan el español de España.

El mun­do uni­ver­si­tario es, sin embar­go, más flex­i­ble. Actual­mente se imparten 76 tit­u­la­ciones en el área de Lengua y Lit­er­atu­ra españo­las en 42 uni­ver­si­dades de Canadá, y el español se enseña como lengua inter­na­cional en prác­ti­ca­mente cada una de las 94 uni­ver­si­dades cana­di­ens­es. Yolan­da Igle­sias, pro­fe­so­ra aso­ci­a­da en el Depar­ta­men­to de Español de la Uni­ver­si­dad de Toron­to (la que tiene más alum­nos del país), expli­ca que en esta insti­tu­ción «no hay ses­go» a la hora de enseñar el idioma: «Cada pro­fe­sor es libre de enseñar la vari­ante que quiera, y a los alum­nos, por supuesto, no se les cor­rige si usan una u otra», señala. «Muchas veces ter­mi­namos enseñan­do las dos, tam­poco hay tan­tas difer­en­cias», añade. De hecho, su depar­ta­men­to ha edi­ta­do recien­te­mente un tra­ba­jo en el que se com­paran var­ios tex­tos escritos en las difer­entes modal­i­dades de la lengua. «Muy enrique­ce­dor», indi­ca Iglesias.

Con­seguir un puesto como pro­fe­sor en la Uni­ver­si­dad de Toron­to tal vez sea más com­pli­ca­do que encon­trar empleo en un cen­tro de tele­mar­ket­ing (o, mejor, tele­mer­cadeo), pero al menos no ten­dría que imi­tar a Maradona.


Pub­li­ca­do en el No. 4 de la revista Archile­tras (julio-sep­tiem­bre 2019)

Espanola, la remota localidad canadiense que olvidó su pasado y perdió su eñe

Situ­a­da a oril­las del río Span­ish, y a solo 40 kilómet­ros de otra población lla­ma­da tam­bién Span­ish, la remo­ta local­i­dad de Espanola, en la provin­cia cana­di­ense de Ontario, no con­ser­va, sin embar­go, ni una huel­la de su supuesto pasa­do español más allá de su nom­bre, un nom­bre que ni siquiera ha logra­do man­ten­er la eñe en su denom­i­nación oficial.

La actu­al Espanola, con sus cer­ca de 5.000 habi­tantes (el tamaño de Chinchón, en Madrid), es un tran­qui­lo pueblo cer­ca del lago Hurón, en una espec­tac­u­lar zona boscosa que alber­ga has­ta dos par­ques nat­u­rales; una pequeña local­i­dad en una región a la que no lle­garon jamás, que se sepa, los con­quis­ta­dores españoles, y en la que tam­poco existe hoy, ni exis­tió en el pasa­do, ningu­na comu­nidad rel­e­vante de emi­gra­dos que jus­ti­fique su pecu­liar toponimia.

A fal­ta de doc­u­men­tos ofi­ciales o cróni­cas con­trastadas, para dar con el ori­gen de su nom­bre no hay más reme­dio que acud­ir a la leyen­da, una leyen­da cuyo úni­co tes­ti­mo­nio escrito lo recogió en el libro Espanola on the Span­ish, pub­li­ca­do en 1989, George R. Mor­ri­son, un vet­er­a­no de la Segun­da Guer­ra Mundi­al, emplea­do fore­stal, pro­fe­sor en el insti­tu­to local y apa­sion­a­do por la his­to­ria de su pueblo, que fal­l­e­ció en 2005 a los 85 años.

Según Mor­ri­son, a medi­a­dos del siglo XVII explo­radores de la Primera Nación Ojib­wa, uno de los gru­pos étni­cos orig­i­nar­ios de Canadá más impor­tantes, partieron hacia el sur des­de la desem­bo­cadu­ra del río Span­ish, cer­ca de la actu­al Sud­bury, en direc­ción a lo que hoy en día es Esta­dos Unidos. Tras una larga mar­cha, el grupo con­sigu­ió aden­trarse en una zona que forma­ba parte por entonces de las perte­nen­cias españo­las en Améri­ca del Norte (el Vir­reina­to de Nue­va España llegó a abar­car, además de Méx­i­co y las Antil­las, los actuales Nue­vo Méx­i­co, Ari­zona, Texas, Cal­i­for­nia, Neva­da, Flori­da, Utah, Luisiana, Wyoming, Kansas, Okla­homa y parte de Colorado).

A par­tir de ahí, la leyen­da entron­ca con otras his­to­rias de asim­i­lación, mes­ti­za­je e inter­cam­bios, libres o forza­dos, que tan­to han inspi­ra­do a la lit­er­atu­ra y el cine, des­de Un hom­bre lla­ma­do cabal­lo a Bai­lan­do con lobos. Según el rela­to, los indí­ge­nas regre­saron de su via­je trayen­do con­si­go «una mujer blan­ca que habla­ba español». Esta «españo­la» acabó casán­dose con uno de los jefes locales y enseñó a sus hijos a hablar castel­lano. Con el tiem­po, otros miem­bros de la comu­nidad aprendieron tam­bién algu­nas pal­abras… Cuan­do, décadas más tarde, expe­di­cionar­ios france­ses (prob­a­ble­mente Coureurs des bois, como se conocía en Nue­va Fran­cia a los primeros com­er­ciantes de pieles) lle­garon a este asen­tamien­to, des­cubrieron sor­pren­di­dos que muchos de los nativos uti­liz­a­ban con nor­mal­i­dad expre­siones españo­las. Los france­ses deci­dieron lla­mar al lugar Espag­nole, y el nom­bre acabó con­vir­tién­dose en Espanola cuan­do, tras el Trata­do de París de 1763, los británi­cos se hicieron con la total­i­dad de Ontario. El río que atraviesa el ter­ri­to­rio pasó a denom­i­narse, a su vez, Span­ish Riv­er (Río Español).

La mod­er­na Espanola, sin embar­go, no se fun­daría has­ta prin­ci­p­ios del siglo XX, cuan­do, aprovechan­do la abun­dante madera de la zona y los recur­sos del río, una fil­ial de la Mead Cor­po­ra­tion abrió una fábri­ca de pul­pa y papel en el lugar y lev­an­tó un cam­pa­men­to para sus emplea­d­os. El pueblo cre­ció ráp­i­da­mente y pron­to se con­vir­tió en un destaca­ble cen­tro urbano con un hotel, una escuela y has­ta un teatro. De esta época, la ciu­dad guar­da, no obstante, un triste recuer­do. El 21 de enero de 1910, un tren de pasajeros de la Cana­di­an Pacif­ic Rail­way descar­riló a 10 kilómet­ros al este de Espanola, y uno de los vagones cayó a las aguas heladas del río. Murieron 43 per­sonas, en el que sigue sien­do uno de los peo­res acci­dentes en la his­to­ria de la com­pañía ferroviaria.

La Gran Depre­sión de los años trein­ta se llevó por delante la fábri­ca, con­vir­tien­do Espanola en una ciu­dad fan­tas­ma, pero durante la Segun­da Guer­ra Mundi­al la local­i­dad albergó un cam­po de pri­sioneros ale­manes, y eso volvió a situ­ar­la en el mapa. En 1946 la ya extin­ta Kala­ma­zoo Veg­etable Parch­ment Com­pa­ny reabrió la fac­toría y, diez años después, Espanola se con­sti­tuyó legal­mente como ciu­dad. La fábri­ca, que pertenece actual­mente a Dom­tar, una empre­sa líder en pro­duc­ción de papel, sigue sien­do la prin­ci­pal fuente de empleo de la local­i­dad. Como en muchas otras ciu­dades de Ontario, el nom­bre de la población puede verse escrito en grandes letras sobre la super­fi­cie del depósi­to de agua cuya enorme altura dom­i­na el paisaje: Espanola, sin eñe, como un hom­e­na­je fal­li­do al empeño por que no se perdiera la lengua de sus padres de una mujer que exis­tió hace sig­los… O no.


Pub­li­ca­do en el No. 1 de la revista Archile­tras (octubre-diciem­bre 2018)

Canadarm, el brazo canadiense del espacio

El astro­nau­ta Stephen K. Robin­son, en el Canadarm de la Estación Espa­cial Inter­na­cional, el 3 de agos­to de 2005. Foto: NASA / Dominio Público

El 20 de noviem­bre de 1998, hace aho­ra 20 años, dio comien­zo una aven­tu­ra cien­tí­fi­ca que es tam­bién uno de los may­ores ejem­p­los de coop­eración inter­na­cional de la his­to­ria. Ese día fue lan­za­do el módu­lo ruso Zaryá, con el que se puso en fun­cionamien­to la Estación Espa­cial Inter­na­cional (EEI), una mini­ci­u­dad cien­tí­fi­ca que des­de entonces orbi­ta a unos 400 kilómet­ros de la Tier­ra, oper­a­da por la Agen­cia Espa­cial Euro­pea (ESA), la esta­dounidense NASA, la rusa Roscos­mos, la japone­sa JAXA y la cana­di­ense CSA. Es la may­or infraestruc­tura que los humanos han lan­za­do jamás al espa­cio, ha esta­do habita­da inin­ter­rump­i­da­mente des­de 2000, y des­de 2001 está equipa­da con un sofisti­ca­do inge­nio tec­nológi­co cono­ci­do como Canadarm (o, más exac­ta­mente, Canadarm2), un gran ‘bra­zo’ mecáni­co que ayu­da a realizar tar­eas en el exte­ri­or de la nave, y que fue con­ce­bido y desar­rol­la­do en Canadá.

Canadarm2 es el heredero mejo­ra­do y más avan­za­do de Canadarm, otro bra­zo mecáni­co cana­di­ense que fue uti­liza­do en los trans­bor­dadores espa­ciales, y que fue reti­ra­do final­mente en julio de 2011 tras más de 90 misiones. Fue dis­eña­do y fab­ri­ca­do por MDA Space Mis­sions (lla­ma­da ante­ri­or­mente MD Robot­ics), para el pro­gra­ma de la con­tribu­ción de la Agen­cia Espa­cial Cana­di­ense (CSA, por sus siglas en inglés) a la Estación Espa­cial Inter­na­cional. En 2013 el Ban­co de Canadá lo incor­poró como ilus­tración en el rever­so de los bil­letes de 5 dólares.

Denom­i­na­do en su con­jun­to Sis­tema Móvil de Man­ten­imien­to (Mobile Ser­vic­ing Sys­tem, MSS), y más cono­ci­do por el nom­bre de su com­po­nente prin­ci­pal (Canadarm2), este sis­tema robo­t­i­za­do aso­ci­a­do a la EEI tiene un impor­tante papel en el ensam­bla­je y el man­ten­imien­to de la estación, mueve equipos y sum­in­istros, ayu­da en el exte­ri­or a los astro­nau­tas en sus tar­eas de inves­ti­gación, man­ten­imien­to y reparación, y revisa car­gas e instrumentos.

El MSS se mueve a lo largo de unos raíles y está for­ma­do por tres com­po­nentes prin­ci­pales: el bra­zo robóti­co lla­ma­do Manip­u­lador Remo­to de la Estación Espa­cial (SSRMS, por sus siglas en inglés), el Ser­vi­cio Remo­to Móvil del Sis­tema Base (MBS), y el Manip­u­lador Die­stro de Propósi­to Espe­cial (SPDM), tam­bién lla­ma­do Dex­tre o Cana­da Hand.

Para asi­s­tir a los astro­nau­tas en el exte­ri­or de la Estación, el sis­tema tiene espa­cios des­ig­na­dos para guardar her­ramien­tas y equipos, lim­i­ta­dores de pies, pasamanos y pun­tos de amarre de seguri­dad, así como una cámara de ensam­bla­je. Si se nece­si­ta, es inclu­so posi­ble para un astro­nau­ta subirse al MBS mien­tras se desplaza por los raíles del armazón.

En cuan­to al Dex­tre, la lla­ma­da ‘mano cana­di­ense’, se tra­ta de un pequeño robot de dos manos capaz de lle­var a cabo del­i­cadas tar­eas de ensam­bla­je que al prin­ci­pio eran real­izadas por los astro­nau­tas durante los paseos espa­ciales. Tras lle­varse a cabo diver­sas prue­bas en cámaras de sim­u­lación espa­cial en el Lab­o­ra­to­rio David Flori­da de la Agen­cia Espa­cial Cana­di­ense en Ottawa, este manip­u­lador fue lan­za­do el 11 de mar­zo de 2008 con la expe­di­ción STS-123.

Cuan­do está total­mente exten­di­do, Canadarm2 tiene una lon­gi­tud de 17.6 met­ros. El bra­zo posee siete artic­u­la­ciones (un ‘codo’ en el medio y tres artic­u­la­ciones rota­to­rias que están, a su vez, artic­u­ladas), y su peso total es de 1.800 kilos, con un diámetro de 35 cen­tímet­ros. Canadarm2 puede sosten­er car­gas de has­ta 116.000 kilos, y fue capaz de prestar asis­ten­cia en el acoplamien­to del trans­bor­dador espa­cial a la Estación Internacional.

Canadienses en el espacio

Chris Hadfield
Chris Had­field, tocan­do la gui­tar­ra y can­tan­do des­de la Estación Espa­cial Inter­na­cional. Foto: CSA

Has­ta la fecha han pasa­do por la Estación Espa­cial Inter­na­cional un total de seis astro­nau­tas cana­di­ens­es, dos de ellos en misiones de larga duración (Robert Thirsk, en la Expe­di­ción 20/21 de 2008, y Chris Had­field, en la Expe­di­ción 34/35 de 2013), y cua­tro en vis­i­tas de trans­bor­dadores espa­ciales (Julie Payette, Dave Williams, Steve MacLean y Marc Gar­neau).

El próx­i­mo será David Saint-Jacques, quien a par­tir del 3 de diciem­bre de 2018 se con­ver­tirá en el ter­cer cana­di­ense en lle­var a cabo una mis­ión de larga duración en la EEI, donde per­manecerá un total de seis meses y medio, has­ta junio de 2019, como parte de la Expe­di­ción 58.

Canadá ha lle­va­do a cabo más de 20 estu­dios cien­tí­fi­cos en la Estación Espa­cial Inter­na­cional, entre ellos, algunos ded­i­ca­dos a estu­di­ar los efec­tos del via­je espa­cial en los cuer­pos de los astro­nau­tas antes de empren­der via­jes más lar­gos en nue­stro sis­tema solar.

Julie Payette and Robert Thirsk
Los astro­nau­tas cana­di­ens­es Julie Payette y Robert Thirsk hicieron his­to­ria el 17 de julio de 2009 al con­ver­tirse en los primeros cana­di­ens­es en encon­trarse en el espa­cio. Foto: NASA

José Vivar, de líder pandillero y narcotraficante a emprendedor de ‘fitness’: «Es posible cambiar»

Con tan solo 19 años, José Vivar, un joven de ori­gen ecu­a­to­ri­ano naci­do en Toron­to, esta­ba ya al man­do de los LA Boys (Lati­no Ameri­cos Boys), una pandil­la que por entonces con­tro­la­ba bue­na parte del trá­fi­co de dro­gas en la ciu­dad. En 2002 fue acu­sa­do de asesina­to en primer gra­do tras la muerte a tiros en un bar de un miem­bro de una pandil­la rival. Fue absuelto.

Cin­co años después, en 2007, la Policía de Toron­to puso en mar­cha la operación Ched­dar, con Vivar (apo­da­do «Cheesie») como prin­ci­pal obje­ti­vo. En la reda­da en la que le detu­vieron, los agentes se incau­taron de 10 kilos de cocaí­na, una gran can­ti­dad de éxta­sis y mar­i­hua­na, seis armas de fuego (entre ellas, el mod­e­lo favorito de Sadam Husein), 300 car­tu­chos de muni­ción y 130.000 dólares en metáli­co. Le con­denaron a diez años y cua­tro meses en el cor­rec­cional fed­er­al de Bath and Collins Bay (la «escuela de glad­i­adores», como lo lla­ma él), en Kingston.

Durante su estancia en prisión, Vivar decide dar un giro a su vida. Comien­za a hac­er ejer­ci­cio, dis­eña un pro­gra­ma de entre­namien­to «al esti­lo carce­lario» y obtiene un cer­ti­fi­ca­do de instruc­c­tor de fit­ness. Se con­vierte, inclu­so, en colum­nista reg­u­lar de un diario local, el Kingston Whig-Stan­dard. Tras cumplir ocho años y medio de sen­ten­cia, obtiene la lib­er­tad condi­cional por bue­na con­duc­ta (no ten­drá la lib­er­tad com­ple­ta has­ta 2022).

Es entonces cuan­do pone en prác­ti­ca su proyec­to, y fun­da 25/7 Fit­ness – Prison Pump, una orga­ni­zación sin áni­mo de lucro ded­i­ca­da a pro­mover la gim­na­sia y el ejer­ci­cio físi­co, a través de clases sem­anales gra­tu­itas y acce­si­bles, y de pro­gra­mas para jovenes.

Sin embar­go, a primera hora de la mañana del 30 de julio de 2016, su vida vuelve a dar un vuel­co. Durante una clase al aire libre en el par­que de Christie Pits, en Toron­to, un sicario le dis­para cin­co balas a boca­jar­ro, en frente de sus alum­nos. Mila­grosa­mente, Vivar sobrevive.

Tras recu­per­arse en el hos­pi­tal, Vivar es traslada­do a un lugar seguro, lejos de Toron­to. Allí con­tinúa dirigien­do Prison Pump y, final­mente, logra abrir un gim­na­sio en Sud­bury, activi­dad que com­bi­na con su ambi­ción de con­ver­tirse en un orador inspira­cional (llegó a ser semi­fi­nal­ista en el con­cur­so inter­na­cional de oradores Toast­mas­ters).

Su his­to­ria, con él mis­mo como pro­tag­o­nista, la cuen­ta en detalle el doc­u­men­tal Prison Pump, dirigi­do por Gary Lange, pro­duci­do por Ed Bar­rev­eld, y recién estre­na­do en la CBC: «Antes de cono­cer­le —cuen­ta el direc­tor—, José Vivar no con­ta­ba pre­cisa­mente con mi sim­patía. Era un líder pandillero, un nar­co­traf­i­cante, un hom­bre cuya vida había esta­do defini­da por la vio­len­cia. Vendía cocaí­na a los chicos de mi bar­rio. Llev­a­ba un arma des­de los 13 años… José sabe que no puede cam­biar su pasa­do, pero tam­bién le ator­men­tan las pér­di­das que ha sufri­do como con­se­cuen­cia de sus deci­siones. No pudo ver cre­cer a sus hijos [Vivar tiene dos, uno de 12 años y otro de 17], y no solo destrozó a sus padres, sino que tam­bién puso sus vidas en peli­gro. Además, los ami­gos en los que más con­fi­a­ba acabaron dán­dole la espal­da y con­ver­tidos en infor­mantes de la policía. Aho­ra inten­ta deses­per­ada­mente cam­biar su vida, pero sabe que el camino hacia la reden­ción no es un camino fácil».

Con moti­vo de la pro­mo­ción del doc­u­men­tal, José Vivar ha esta­do estos días en Toron­to, donde habló con Lat­tin Magazine.

¿Qué le pasa por la cabeza al volver a Toronto?

Toron­to es mi casa. Yo nací aquí. Mis padres vinieron en 1974, yo nací en el 81… He pasa­do aquí toda mi vida. Pero aho­ra que ten­go expe­ri­en­cias en otras ciu­dades, Toron­to es demasi­a­do grande, demasi­a­da gente. Yo quiero vivir una vida en paz, y a veces creo que Toron­to no me puede dar esa paz. Pero siem­pre voy a ten­er­la en mi corazón. Mi famil­ia está aquí, mi papá, mi mamá y mi hijo de doce años viv­en aquí.

¿Ha sido difí­cil adap­tarse a la vida en una ciu­dad pequeña?

Sí, pero lo pre­fiero. A veces me abur­ro, pero eso me está per­mi­tien­do apren­der nuevas cosas. Aho­ra leo, me con­cen­tro en escribir, camino, paseo con mi per­ri­to… Es una vida com­ple­ta­mente difer­ente. Estoy tam­bién escri­bi­en­do un libro con The Globe and Mail, The Lure of the Gun, donde cuen­to mis expe­ri­en­cias con las armas.

¿Cómo se sin­tió al revivir su pasa­do durante la fil­mación del documental?

No fue fácil, pero es una his­to­ria que quería con­tar. La gente tiene que saber cómo es ese tipo de vida, tiene que saber que es real, que no es solo algo de las películas.

En una de las esce­nas recrea inclu­so, con todo detalle, el momen­to en que le dispararon…

Yo siem­pre supe que iba a pasar. Cuan­do me dis­pararon, pen­sé: «ya está, está pasan­do»… Por supuesto que fue hor­ri­ble. Pero mi mantra es con­ver­tir lo neg­a­ti­vo en pos­i­ti­vo. Todo lo que me ha pasa­do en la vida no solo me ha hecho más fuerte a mí mis­mo, sino que puede inspi­rar tam­bién a otras per­sonas. En el pasa­do he lid­er­a­do a gente de la for­ma equiv­o­ca­da. Esta es mi opor­tu­nidad de hac­er­lo correctamente.

El ataque se pro­du­jo cuan­do ust­ed ya había empeza­do a cam­biar su vida. ¿Cómo reaccionó?

Al prin­ci­pio fue como si me arras­traran de vuelta a todo ese mun­do. Cuan­do me dis­pararon, lo úni­co en lo que podía pen­sar era en ven­garme. Ten­go que acabar con estos tipos antes de que ellos acaben con­mi­go… Pero para entonces había puesto ya tan­to esfuer­zo en vivir de otro modo que no podía per­mi­tirme pen­sar de esa man­era. Aún así, sigo luchan­do con esos demo­ni­os cada día. Estuve meti­do en esa vida durante décadas… Esta es la ver­dadera prue­ba. Aho­ra hay mucha gente que depende de mí y a la que no puedo fal­lar. Mis dos hijos… Ellos son mi motor. Ten­go que hac­er lo cor­rec­to. Y es posi­ble cambiar.

¿Recibió algún tipo de ayu­da en prisión?

Es uno de los prob­le­mas del sis­tema pen­i­ten­cia­rio. Porque en una situación así tienes que pedir ayu­da, y yo tuve la suerte de ten­er a guardias, y después, ofi­ciales en la lib­er­tad condi­cional, que estu­vieron dis­puestos a tra­ba­jar con­mi­go, y a hac­erme ver la vida con otros ojos. Pero hay muchos que no tienen esa opor­tu­nidad. Y son esos los que vuel­ven a la calle, los que no con­fían en el sis­tema, los que vuel­ven a meterse en problemas.

Ust­ed cuen­ta que no cre­ció en un ambi­ente famil­iar prob­lemáti­co, o de fal­ta de recur­sos económi­cos. ¿Qué le llevó a unirse a una ban­da en su adolescencia?

Por supuesto que tuve la posi­bil­i­dad de no hac­er­lo… Pero me daban pal­izas los his­panos, los por­tugue­ses, los ital­ianos… Tenía que tomar una decisión. No podía acud­ir a mi padre, un ecu­a­to­ri­ano de la vie­ja escuela, que me habría dicho que lo que tenía que hac­er era defen­d­erme. Tam­poco podía decir: «vámonos a otra zona», porque no habría sido acept­able… Unirme a una ban­da fue, para mí, un modo de enfrentarme al trau­ma que había vivi­do antes. Después, claro, cuan­do estás en la ban­da exper­i­men­tas más trau­ma, un trau­ma que no es muy difer­ente al que se vive en las guer­ras, en Irak… Es una guer­ra urbana. Y luego, más trau­ma aún en prisión. Mucha gente no es capaz de ges­tionar todo eso. Yo tuve la suerte de con­tar con buenos con­se­jeros y psicól­o­gos en la cárcel.

Un doc­u­men­tal como este sig­nifi­ca volver a estar expuesto. ¿Es un riesgo?

Sí, pero tam­bién me ha abier­to muchas puer­tas. Ten­go que bus­car una man­era de gan­arme la vida, y esta es, para mí, la for­ma de hac­er­lo. Es tam­bién la for­ma de devolver lo que he recibido de la comunidad.

Este está sien­do un año espe­cial­mente duro en Toron­to, con un niv­el de vio­len­cia descono­ci­do en la ciu­dad des­de hace mucho…

La situación es real­mente mala. Es un prob­le­ma cul­tur­al… Lo que Toron­to tiene que enten­der es que todo el mun­do debería sen­tirse inclu­i­do. Lo que a mí me hizo sen­tirme inte­gra­do fue pertenecer a una ban­da lati­na. El resto me hacía sen­tir exclu­i­do. A mí nadie me enseñó finan­zas, o cómo empren­der un nego­cio inmo­bil­iario, por ejem­p­lo. A mí me enseñaron a vender dro­gas, y que es así como vas a ten­er éxi­to. Todos estos tiro­teos en los que hay envuel­tos chicos están moti­va­dos por un esti­lo de vida que quieren man­ten­er, y para eso nece­si­tas dinero… Lo que hay que hac­er es enseñar a estos chicos otras for­mas de ganar ese dinero, enseñar­les a mon­tar un nego­cio, pro­por­cionarles becas y ayu­das para que puedan ganarse la vida hon­rada­mente. Si cuan­do yo tenía 19 años alguien me hubiera dado una ayu­da económi­ca para empezar un nego­cio, eso habría cam­bi­a­do mi vida. Si me hubier­an pro­por­ciona­do un men­tor que me hubiese acon­se­ja­do… Porque las habil­i­dades están ahí. Si eres bueno ven­di­en­do dro­gas, tam­bén serás bueno hacien­do nego­cios. Podría haber puesto toda esa energía en algo legí­ti­mo. Ten­emos que iden­ti­ficar quiénes son estos chicos, quienes son los más influyentes, y echarles una mano. Eso ayu­daría a resolver el problema.

¿Es tam­bién un prob­le­ma policial?

Pon­er más policías no es la solu­ción. Así no se ata­ca la raíz del prob­le­ma… Estos chicos no dis­paran porque sí. Han sido tes­ti­gos de algún tiro­teo, o les han dis­para­do a ellos, o tienen miedo, y entonces van y dis­paran ellos tam­bién, y matan a alguien. Ten­emos que encon­trar la man­era de sacar a esos chicos de esas situa­ciones de alto ries­go, lle­var­los a otros lugares, a otra ciu­dad, inclu­so. Si per­maneces en el mis­mo sitio donde está el prob­le­ma, no podrás evitarlo.

¿Qué planes tiene para el futuro?

La idea es seguir desar­rol­lan­do 25/7 Fit­ness, con el foco espe­cial­mente puesto en los jóvenes, y con­ver­tir­lo en un pro­gra­ma que incluya tam­bién una escuela de nego­cios. Lo bueno de este pro­gra­ma, en cualquier caso, es que es para todo el mun­do. Hay médi­cos y abo­ga­dos hacien­do ejer­ci­cio jun­to a antigu­os dro­ga­dic­tos. Porque se tra­ta de unir a la comu­nidad. Todos somos humanos.

¿Cómo se financia?

Todas nues­tras insta­la­ciones han sido finan­ciadas por donantes pri­va­dos. Recibi­mos mate­r­i­al que esta­ba acu­mu­lan­do pol­vo en sótanos de gente que ya no lo usaba.

¿Mantiene algún con­tac­to con Ecuador?

Claro que sí, ten­go allí mucha famil­ia, en Quito, en Cuen­ca, en Guayaquil… Y algún día voy a regre­sar. Yo nací aquí, pero Ecuador es mi país. Lo primero que haré cuan­do acabe el peri­o­do de lib­er­tad condi­cional será ir allí y estar dos meses en la playa con mis hijos.

Toronto y Vancouver, entre las cuatro ciudades del mundo con mayor burbuja inmobiliaria

Dos ciu­dades cana­di­ens­es, Toron­to y Van­cou­ver, se encuen­tran entre las cua­tro urbes del plan­e­ta con may­or bur­bu­ja inmo­bil­iaria, es decir, aque­l­las en las que los pre­cios de la vivien­da están más por enci­ma de lo que deberían, en fun­ción de parámet­ros como el salario local, lo que se ofrece en la vivien­da, el mer­ca­do de alquil­er o la deu­da hipote­caria. Toron­to, además, encabeza la lista de las ciu­dades en las que es may­or el ries­go de que esta bur­bu­ja vaya a peor, con un desajuste de pre­cios más grande inclu­so que el exis­tente en las ciu­dades tradi­cional­mente más caras en todos los rank­ings, como Lon­dres o Tokio.

Así lo pone de man­i­fiesto el Índice Glob­al de Bur­bu­ja Inmo­bil­iaria del ban­co de inver­sión suizo UBS, un informe anu­al de ref­er­en­cia para el sec­tor, cuya edi­ción de 2018 ha sido pub­li­ca­da esta sem­ana. Cada año, el ban­co anal­iza 20 ciu­dades de todo el mun­do con­sid­er­adas grandes cen­tros financieros, en una lista que incluye metrópo­lis como Nue­va York, Síd­ney, Sin­ga­pur, París, o Hong Kong, aparte de las men­cionadas Lon­dres y Tokio. En algu­nas de ellas el alquil­er es demasi­a­do caro; en otras, encon­trar una vivien­da es un autén­ti­co desafío para los extran­jeros. Todas tienen en común un coste de la vida sen­si­ble­mente may­or que el de sus áreas geográ­fi­cas cercanas.

Mapa y datos: UBS Glob­al Real Estate Bub­ble Index 2018. Pichar en la ima­gen para ampliarla.

El ránk­ing mundi­al de bur­bu­ja inmo­bil­iaria elab­o­ra­do por el ban­co para 2018 lo encabeza Hong Kong (Chi­na), segui­da de Múnich (Ale­ma­nia). En ter­cera posi­ción aparece Toron­to; después, Van­cou­ver, y a con­tin­uación, Lon­dres (Reino Unido) y Ams­ter­dam (Holan­da).

El ban­co otor­ga una puntación a cada ciu­dad anal­iza­da. Por deba­jo de –1,5 se con­sid­era un mer­ca­do deprim­i­do, es decir, aquel en el que hay más vende­dores que com­pradores, un exce­so de ofer­ta que se tra­duce en pre­cios gen­eral­mente más bajos. Entre –1,5 y –0,5 se con­sid­era un mer­ca­do infraval­o­rado, y entre –0,5 and 0,5, bien val­o­rado. Una pun­tuación may­or de 1,5 cor­re­sponde a un mer­ca­do sobreval­o­rado, una sitación en la que puede hablarse ya de bur­bu­ja, o, más exac­ta­mente de «alto ries­go de bur­bu­ja», ya que el ban­co define el tér­mi­no como «un sobre­pre­cio sus­tan­cial y sostenido de un acti­vo cuya exis­ten­cia no puede pro­barse has­ta que estal­la». Toron­to obtiene un 1,95; Van­cou­ver, un 1,92.

Uti­lizan­do los datos del informe, la CBC cal­culó que, en Toron­to, un tra­ba­jador alta­mente cual­fi­ca­do nece­si­taría seis años de salario para com­prar una casa a los pre­cios actuales, mien­tras que en Van­cou­ver el tiem­po sería de nueve años.

Ralentización en Toronto

Grá­fi­co: UBS Glob­al Real Estate Bubble.

La situación es algo mejor que el año pasa­do en el caso de Toron­to, no así en lo que respec­ta a Van­cou­ver. El informe de UBS señala que en la may­or ciu­dad de Colum­bia Británi­ca los pre­cios se han acel­er­a­do en una relación que alcan­za ya los dos dígi­tos. En Toron­to, sin embar­go, la dinámi­ca de subi­da se ha ralen­ti­za­do un poco. En ambas ciu­dades las val­o­raciones han ten­di­do al alza des­de los años noven­ta, sin que la cri­sis financiera con­sigu­iera mod­er­ar los precios.

Más en detalle, el informe indi­ca que, des­de «el fre­nesí alcista» de medi­a­dos del año pasa­do, cuan­do se batieron récords en el coste de la vivien­da, los pre­cios se han esta­bi­liza­do en Toron­to a lo largo de los últi­mos cua­tro cuatrimestres. Con­sideran­do el ajuste de la inflación, los pre­cios de la vivien­da son actual­mente un 50% más caros que hace cin­co años.

Según el ban­co, a este enfri­amien­to ha podi­do con­tribuir el Plan de Vivien­da Jus­ta imple­men­ta­do el año pasa­do, a través del cual se gravó con impuestos a las com­pras extran­jeras y a los aparta­men­tos vacantes, y se pusieron en mar­cha con­troles más estric­tos en el alquil­er. A ello se le unen la subi­da de los costes de las hipote­cas y una may­or difi­cul­tad a la hora de obten­er un prés­ta­mo, fac­tores que con­tribuyen a fre­nar la deman­da y, en con­se­cuen­cia, los pre­cios. El ban­co advierte, no obstante, que, a cor­to pla­zo, el debili­ta­mien­to del dólar cana­di­ense puede volver a atraer a inver­sores extran­jeros, lo que volvería a calen­tar el mercado.

De acuer­do con datos de la Jun­ta de Bienes Inmo­bil­iar­ios de Toron­to (Toron­to Real Estate Board), el pre­cio prome­dio de ven­ta de una casa en la región fue el pasa­do mes de agos­to de 765.270 dólares.

En gen­er­al, la ase­quibil­i­dad de la vivien­da en Canadá se encuen­tra en su peor momen­to en 28 años, tal y como refle­ja un informe elab­o­ra­do por los econ­o­mis­tas del Roy­al Bank of Cana­da (RBC), y dado a cono­cer este mis­mo viernes.

Según este estu­dio, el por­centa­je de ingre­sos que un hog­ar cana­di­ense medio nece­si­ta para poder cubrir los cos­tos deriva­dos de adquirir una vivien­da alcanzó el 53,9% en el segun­do trimestre de 2018. Se tra­ta del peor dato des­de 1990, cuan­do la pro­por­ción de los ingre­sos nece­saria para hac­er frente a los cos­tos de la propiedad era del 56%.

Los econ­o­mis­tas con­statan, eso sí, que la situación es espe­cial­mente pre­ocu­pante en las áreas de Toron­to, Vic­to­ria y, espe­cial­mente, Van­cou­ver, cuyos reg­istros empe­o­ran con­sid­er­able­mente la media nacional, pero mucho menos críti­ca en el resto del país.

Toronto se reafirma tras la matanza: «Hemos visto lo peor del ser humano y lo mejor de esta ciudad»

«Hemos vis­to lo peor del ser humano, y tam­bién lo mejor que esta ciu­dad y este país tienen que ofre­cer». La frase, pro­nun­ci­a­da este martes por un ex man­do de la Policía de Toron­to durante una entre­vista en tele­visión, resume bien el sen­timien­to con el que la ciu­dad cana­di­ense se está enfrentan­do a una trage­dia que la ha sacu­d­i­do de arri­ba a abajo.

El lunes, sobre la una y media de la tarde, un joven de 25 años lla­ma­do Alek Minass­ian arrol­ló de for­ma delib­er­a­da con una fur­gone­ta a una vein­te­na de peatones en la parte norte de la cap­i­tal de Ontario. El bal­ance, de momen­to, es de diez per­sonas muer­tas y 14 heri­das, algu­nas muy graves. Nadie en la ciu­dad recuer­da nada parecido.

Has­ta este lunes a pocos se les pasa­ba por la cabeza que las hor­ri­bles imá­genes de aten­ta­dos y ataques sim­i­lares en Europa u Ori­ente Medio pud­iesen repe­tirse aquí. Las autori­dades han descar­ta­do que haya sido un «acto ter­ror­ista», y los motivos de Minass­ian, aunque podrían estar rela­ciona­dos con odio mis­ógi­no, no están claros aún. Pero, sea como fuere, muchos sien­ten que la ciu­dad difí­cil­mente podrá seguir sien­do la mis­ma, al menos, durante algún tiempo.

Y, sin embar­go, de algún modo, Toron­to parece haber sali­do reforza­da del golpe, sin olvi­dar por ello el dolor de las víc­ti­mas y de sus seres queri­dos. Más allá de las habit­uales, e innu­mer­ables, mues­tras de apoyo en las redes sociales (unidas en la eti­que­ta #Toron­toStrong, Toron­to fuerte), o de las flo­res y velas deposi­tadas por miles de ciu­dadanos en el lugar del ataque, no hay ter­tu­lia en la radio, entre­vista en tele­visión o artícu­lo en los per­iódi­cos que no destaque la ejem­plar respues­ta de unos ciu­dadanos que, en tér­mi­nos gen­erales, han demostra­do cómo la tan a menudo ridi­culiza­da «exce­si­va mod­eración» cana­di­ense puede ser un val­or fun­da­men­tal en situa­ciones como ésta.

Como señal­a­ba este mis­mo martes en su edi­to­r­i­al el diario local Toron­to Star, el per­iódi­co de may­or tira­da en Canadá, en las primeras horas tras el ataque, «la gran may­oría de la gente, aparte de los ver­gon­zantes sospe­chosos habit­uales de las redes sociales, no apun­tó a nadie ni culpó a nadie». «Que seme­jante vio­len­cia puediese ocur­rir en el corazón de una ciu­dad que se con­sid­era a sí mis­ma inmune a este tipo de cosas nos dejó, nat­u­ral­mente, en esta­do de shock, pero no se percibía rabia ni se extendió el páni­co», añade el diario. El alcalde de la ciu­dad, John Tory, se sum­a­ba, tam­bién este martes, al sen­timien­to gen­er­al y alaba­ba a los toron­tianos por «haber mostra­do lo mejor de sí mis­mos en nues­tras horas más oscuras».

Multicultural y segura

No hay que olvi­dar que este tipo de men­sajes son percibidos con una rel­e­van­cia espe­cial en una ciu­dad que se enorgul­lece de ser, según la ONU, la más mul­ti­cul­tur­al del mun­do, y de haber con­stru­i­do un mod­e­lo de con­viven­cia que, a pesar de sus defec­tos y desafíos diar­ios, desmon­ta muchos de los argu­men­tos xenó­fo­bos que, cada vez más, tien­den a aso­ciar mul­ti­cu­tu­ral­i­dad y delin­cuen­cia, inmi­gración y crimen, refu­gia­dos y ter­ror­is­mo (la gen­erosa acogi­da de Canadá a los refu­gia­dos sirios plane­a­ba ya, sin duda, sobre las mentes de esos «sospe­chosos habit­uales»): en el el ránk­ing de las ciu­dades más seguras que elab­o­ra cada año la revista The Econ­o­mist, Toron­to ocu­pa el cuar­to puesto mundi­al, y el primero en Norteamérica.

Tam­bién ha sido alaba­da, aunque no de for­ma unán­ime, la reac­ción de las autori­dades, que han evi­ta­do des­de el primer momen­to espec­u­lar sobre cualquier dato has­ta estar com­ple­ta­mente seguras (para deses­peración de la pren­sa), y han man­tenido, en gen­er­al, un per­fil bajo en su pro­tag­o­nis­mo durante la cri­sis, ale­jadas de la tentación de bus­car un aprovechamien­to político.

Jun­to con la de los miem­bros de los ser­vi­cios de emer­gen­cias que acud­ieron al lugar del atro­pel­lo, la reac­ción más admi­ra­da ha sido, en cualquier caso, la de un solo hom­bre: el policía que arrestó al pre­sun­to autor de la matan­za sin dis­parar un solo tiro, pese a encon­trarse en una situación en la que, espe­cial­mente en el lado sur de la fron­tera, el sospe­choso suele acabar en el sue­lo, acribil­la­do a bal­a­zos. Más aún si, como en este caso, está pidi­en­do a gri­tos al policía que lo mate.

La con­tención y la pro­fe­sion­al­i­dad del agente Ken Lam (su nom­bre solo sal­ió a la luz horas después, rev­e­la­do por los medios de comu­ni­cación) han supuesto, además, un bál­samo para un cuer­po poli­cial, el de Toron­to, que lle­va meses reci­bi­en­do duras críti­cas por cómo ha ges­tion­a­do casos recientes como el del asesino en serie Bruce McArthur o el del mat­ri­mo­nio for­ma­do por los mul­ti­mil­lonar­ios Bar­ry y Hon­ey Sher­man, asesina­dos el pasa­do mes de diciem­bre en su man­sión del norte de la ciudad.

Primavera rota

El hecho de que la matan­za ocur­riese en mitad de un esplén­di­do día solea­do con­tribuyó, más aún si cabe, a ensom­bre­cer el áni­mo de los toron­tianos. En seme­jantes cir­cun­stan­cias puede pare­cer una friv­o­l­i­dad hac­er una ref­er­en­cia al tiem­po, pero, en este caso, no lo es. Porque el tiem­po, en una ciu­dad que se las ve cada año con meses inter­minables en los que el ter­mómetro per­manece blo­quea­do en reg­istros neg­a­tivos, es, tam­bién, un esta­do de ánimo.

El fin de sem­ana ante­ri­or, los toron­tianos habían sufri­do el últi­mo cole­ta­zo del invier­no, con tem­per­at­uras bajo cero, llu­via hela­da, nieve, vien­to, calles intran­sita­bles y comen­tar­ios gen­er­al­iza­dos de «cuán­do va a acabar esto». Este lunes, al fin, la ciu­dad parecía estar estre­na­do la tan ansi­a­da pri­mav­era. Trece gra­dos, cielo azul, sol… La gente aquí no nece­si­ta más para salir a la calle y hac­er cola en las ter­razas de los bares, y eso es algo que esa mañana se pal­pa­ba en el ambi­ente; algo, que, sin duda, con­tribuyó a que la zona entre las calles Yonge y Finch donde ocur­rió el atro­pel­lo, un área con numerosos com­er­cios y restau­rantes, y en la que hay tam­bién una impor­tante sal­i­da de metro, estu­viese espe­cial­mente con­cur­ri­da a esa hora, la hora de la comida.

En pri­mav­era, Toron­to recu­pera sus calles y no las suelta has­ta que le obliga a ello el frío que empieza a aso­mar ya a prin­ci­p­ios del otoño. Los habi­tantes de esta ciu­dad aman sus calles y se saben, o se sabían, seguros en ellas. El lunes, las mis­mas cade­nas de tele­visión locales que entre­vista­ban a la gente en esas calles a propósi­to del buen tiem­po pasaron, en cuestión de min­u­tos, a mostrar ambu­lan­cias, coches de policía, cuer­pos ten­di­dos en la acera, tes­ti­mo­nios de tes­ti­gos al bor­de de las lágri­mas. Y, después, tam­bién en cuestión de min­u­tos, vian­dantes que aux­il­i­a­ban a los heri­dos, veci­nos que saca­ban mesas con agua y comi­da a la puer­ta de sus casas, y toron­tianos anón­i­mos de todas las razas que empez­a­ban a deposi­tar velas, flo­res y tex­tos man­u­scritos de con­do­len­cia y unidad en el memo­r­i­al impro­visa­do en el lugar de la trage­dia. Entre los men­sajes más repeti­dos, «Toron­to, love for all, hatred for none» (Toron­to, amor para todos, odio para nadie).