La reputación popular de los grandes bancos nunca ha sido precisamente alta. Ya en 1816 Thomas Jefferson escribía en una carta a un senador que «sinceramente, creo que las entidades bancarias son más peligrosas que los ejércitos listos para el combate». Casi 200 años después, tras la crisis del sistema financiero que estalló en 2008 como consecuencia de las llamadas hipotecas basura, tras los rescates millonarios a la banca con dinero público, y, más recientemente, tras los escándalos de Bankia en España, JPMorgan en EE UU, o Barclays en el Reino Unido, las palabras del que fuera tercer presidente de los Estados Unidos parecen, si no proféticas, sí bastante acertadas.
Las malas (o directamente ilegales) prácticas, la incompetencia de muchos gestores, la falta de previsión y lo que resulta difícil no calificar como avaricia financiera, han situado al sector bancario en unas cotas de credibilidad alarmantemente bajas, teniendo en cuenta que se trata de uno de los pilares fundamentales del sistema capitalista. En España, nueve de cada diez ciudadanos tienen «dudas» sobre las entidades financieras o les otorgan una «credibilidad nula», según un estudio publicado el mes pasado. En Estados Unidos, solo el 21% (frente al 60% en 1980) tienen «plena confianza» en los bancos, el nivel más bajo en la historia reciente del país, de acuerdo con una encuesta publicada también en junio. Y en el Reino Unido, otra encuesta, dada a conocer días después de estallar el caso Barclays, revela que cerca de dos tercios de los británicos no confían en su banco, que el 49% piensa que los grandes bancos no son honestos, y que el 45% cree que son incompetentes.
Lo peor, además, puede estar aún por llegar. El escándalo de Barclays es fácil que se extienda a otros grandes bancos y, aunque de momento aún no hay nombres confirmados sobre la mesa, el regulador de los mercados de Alemania ya ha anunciado que ha iniciado una investigación sobre el Deutsche Bank, y también hay abiertas investigaciones en este sentido en EE UU, Japón y varios países europeos.
Entre tanto, las autoridades reaccionan, aunque no siempre del mismo modo: En el Reino Unido, el consejero delegado de Barclays ha tenido que sentarse ante el Parlamento para dar explicaciones (públicas y con cámaras de televisión), tan solo un día después de presentar su dimisión. Los diputados británicos han respaldado además la creación de una comisión para investigar el comportamiento del sector bancario a raíz del escándalo, una propuesta que presentó el propio gobierno de David Cameron. En Estados Unidos, el Congreso también intervino activamente tras el desastre de sus instituciones financieras de 2008.
En España, sin embargo, los representantes políticos no han sido capaces de ponerse de acuerdo para aprobar una comisión de investigación, bloqueada por la mayoría del PP y con poco apoyo del PSOE. Finalmente, y gracias a una querella presentada por UPyD y por la Fiscalía Anticorrupción, la justicia ha tomado cartas en el asunto, y 33 exgestores de Bankia, incluyendo dos exministros -Rodrigo Rato y Ángel Acebes- y el expresidente de Bancaja, José Luis Olivas, han sido citados por la Audiencia Nacional como imputados.
A diferencia de lo ocurrido en el Reino Unido, los políticos españoles (algunos de los cuales tenían grandes intereses en Bankia, de cuyo fiasco son responsables en buena medida altos cargos nombrados por el PP, ahora en el Gobierno), se han limitado a llevar a cabo unas pocas comparecencias a puerta cerrada. La actitud agresiva de Cameron en el caso Barclays contrasta también con la del presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, quien apenas ha comparecido para hablar sobre la crisis de Bankia, y cuyos ministros han dado pocas o ambiguas explicaciones, especialmente en todo lo relacionado con la nacionalización y posterior petición de rescate del banco español.
Estas son, en preguntas y respuestas, las claves del último gran escándalo que ha sacudido al sistema financiero:
¿Qué hizo Barclays?
Manipular en su provecho los indicadores bancarios que reflejan la fortaleza de una entidad financiera, y que afectan también a las hipotecas, deudas y derivados de sus clientes. En concreto, empleados de Barclays maquillaron la tasas de préstamo interbancario conocidas como Libor para aumentar beneficios (entre 2005 y 2008) y para, en plena crisis crediticia en 2008, dar una imagen de solvencia del banco ante sus rivales, en un intento de esconder el nivel de estrés financiero en el que se encontraba la entidad.
¿Qué es el Libor y para qué sirve?
El Libor (abreviatura, en inglés, de London Interbank Offered Rate) es la tasa de referencia fundamental para las operaciones de los mercados financieros en el Reino Unido, y sirve para fijar los precios de las transacciones financieras, afectando a contratos por valor de entre 290 y 315 billones de euros. Se trata del índice que mide cuánto tiene que pagar un banco como interés cuando recibe un préstamo de otra entidad financiera (en la eurozona es el Euribor), algo que ocurre con frecuencia, ya que los bancos se prestan dinero unos a otros para cubrir faltas repentinas de liquidez, o para, en el caso del prestamista, obtener beneficios.
Así, y a grandes rasgos, si, por ejemplo, Barclays recibe un préstamo de otro banco al 3% de interés, pero luego se publica oficialmente que el Libor de ese día ha quedado fijado en el 4%, Barclays ha ganado un 1%, lo que supone muchos millones de libras.
¿Cómo se manipulaban los tipos de interés?
Las tasas que conforman el Libor se fijan cada día hábil a través de un proceso que supervisa la Asociación de Banqueros Británicos. Para establecer el Libor se pregunta a un grupo de entre 7 y 18 bancos importantes qué tasa de interés tendrían que pagar por pedir un préstamo en un periodo determinado de tiempo, y en una determinada moneda. Si un banco se pone de acuerdo con otro para dar datos falsos, o manipula los suyos, la tasa publicada no corresponde a la realidad.
Los correos electrónicos enviados por empleados de Barclays, y que han salido a la luz estos días, revelan que se trataba de una práctica corriente y que implicaba la colaboración de otros bancos. Un operador senior de Barclays en Nueva York, por ejemplo, escribió: «Hola chicos, tenemos una posición importante en el Libor a tres meses para los próximos tres días. ¿Podemos por favor mantenerla o fijarla en 5.39 para los próximos días? Sería de gran ayuda. No queremos que se fije en un nivel mayor a ese. Mil gracias». Las respuestas de los colegas tampoco tienen desperdicio: «Por ti, cualquier cosa», o «Considéralo hecho…». O las muestras de agradecimiento: «Amigo, te debo una», «Pasa un día después del trabajo y abriré una botella de Bollinger».
¿Afectó a los clientes?
Sí. El Libor es considerado el índice de referencia más importante del mundo para las tasas de interés. Aproximadamente 10 billones de dólares en préstamos (incluyendo tarjetas de crédito, préstamos para automóviles o a estudiantes, e hipotecas de tasa variable), así como unos 350 billones de dólares en derivados, están vinculados a esta tasa. Si el Libor sube, los pagos mensuales de los clientes también pueden subir. Si baja, algunos deudores se beneficiarán de menores tasas de interés, pero los fondos de inversión y pensiones con inversiones en valores atados al Libor ganarán menos en intereses.
¿Cuándo y cómo estalló el escándalo?
Las autoridades británicas sospechaban desde hacía por lo menos un año y medio que la banca no estaba jugando limpio, pero querían reunir pruebas fehacientes. El escándalo se desató finalmente el pasado 28 de junio, cuando, tras llegar a un acuerdo extrajudicial, Barclays fue multado por los reguladores del Reino Unido y Estados Unidos con 290 millones de libras (360 millones de euros), después de admitir que manipuló el Libor y su equivalente europeo Euribor entre 2005 y 2009.
¿Qué consecuencias ha tenido?
El pasado martes, cinco días después de conocerse la multa, dimitió el consejero delegado de Barclays, Bob Diamond, tras fuertes presiones políticas del Gobierno británico -incluidas las del primer ministro, David Cameron, quien calificó las acciones de la entidad como «escandalosas» y «extremadamente graves»- y también de los accionistas del banco. El propio Diamond, de origen estadounidense y el banquero mejor pagado del país, declaró que renunciaba a su puesto por «presiones externas», que «habían alcanzado un nivel que amenazaba con dañar la reputación de la entidad». Con él se fue también el jefe de operaciones del banco, Jerry del Missier. Un día antes había dimitido ya el presidente de la junta, Marcus Agius. Diamond ha tenido que declarar, en una comparecencia pública, ante la comisión del Tesoro de la Cámara de los Comunes.
¿Qué ha dicho el consejero delegado?
En su declaración ante el parlamento, Bob Diamond aseguró el miércoles que se había enterado «este mes» de que empleados de su banco habían manipulado los tipos de interés. Diamond insistió en que desconocía esas prácticas, y atribuyó la manipulación a un grupo de empleados «de conducta reprochable», a quienes «sin duda» habría que hacer rendir cuentas, si bien no especificó si se refería a la imputación de cargos criminales.
¿Cómo han reaccionado las autoridades?
A propuesta del Ejecutivo de Cameron (conservador), el Parlamento británico creará una comisión de investigación sobre el caso, una iniciativa que fue aprobada en la Cámara de los Comunes con 330 votos a favor y 226 en contra. Aunque los conservadores no lograron inicialmente el apoyo de los laboristas, éstos ya han dicho que respaldarán los trabajos de la comisión.
Además, la Oficina de Fraudes Graves del Reino Unido (SFO por sus siglas en inglés) ha decidido poner en marcha formalmente una investigación criminal, algo que ha iniciado asimismo el Departamento de Justicia de Estados Unidos, y que estudian también las autoridades de Suiza y Canadá.
La Asociación de Banqueros Británicos, por su parte, asegura que está revisando ya el proceso mediante el cual se establece el Libor.
¿Es Barclays el único responsable?
Los propios reguladores se enfrentan también a acusaciones. En una declaración pública difundida el 3 de julio, Barclays aseguró que había alertado a autoridades de EE UU y el Reino Unido sobre sospechosas cifras del Libor presentadas por otros bancos a finales de 2008, y que le «decepcionaba que ninguna acción efectiva se tomara».
Por su parte, el Banco de Inglaterra (banco central) ha sido acusado de presionar para reducir la tasa. En el centro de la polémica está una conversación telefónica mantenida entre Diamond y el subgobernador del Banco de Inglaterra, Paul Tucker, el 29 de octubre de 2008, en la que el segundo le dice al primero que miembros del Gobierno están preocupados porque Barclays aporta estimaciones muy altas para fijar el Libor e insinúa que estas podrían ser más bajas.
¿Hay más bancos implicados?
Barclays no pudo actuar solo, necesitaba la complicidad de otros bancos. La FSA (Autoridad de Servicios Financieros, por sus siglas en inglés) y los reguladores financieros de EE UU están investigando a al menos 10 bancos, entre ellos el estadounidense Citigroup, el suizo UBS y el británico Royal Bank of Scotland, propiedad del Estado en un 84%.
Este mismo viernes se supo que el regulador alemán BaFin está sondeando al Deutsche Bank, a través de una «investigación especial» y «no rutinaria». Los resultados se espera que salgan a la luz a mediados de julio. BaFin no quiso ofrecer más información, pero el banco alemán ya reconoció a principios de este año que estaba cooperando con las autoridades en investigaciones relacionadas con el Libor. La entidad está colaborando con el Departamento de Justicia de EE UU, la Comisión de Valores y la Bolsa de este país, así como con la Comisión Europea, entre otros. Las pesquisas guardan relación con operaciones realizadas entre 2005 y 2011.
También se presume que el Bank of America está siendo investigado, pero la institución no ha hecho declaraciones públicas sobre el escándalo, y un portavoz declinó hacer comentarios.
¿Qué va a pasar ahora?
Las conclusiones de la comisión de investigación podrían apuntar a una mayor regulación del sistema financiero y a un cambio en la forma de calcular el Libor. También es probable que se revisen las sanciones penales actuales relacionadas con esta tasa. Además, un comité del Parlamento británico estudiará cuestiones de «transparencia, conflictos de intereses y los estándares profesionales y culturales que rigen la industria bancaria».