El pasado 23 de junio, justo dos días antes de que se cumpliesen 110 años del nacimiento de George Orwell, aterrizaba en Moscú procedente de Hong Kong la mayor prueba viviente de las turbadoras cualidades proféticas de 1984, la gran novela distópica del escritor británico. Edward Snowden, el joven extécnico de la CIA y de la NSA que reveló el espionaje masivo de llamadas y datos de Internet por parte de las autoridades estadounidenses, sigue varado desde entonces en uno de los tres principales aeropuertos de la capital rusa (o cerca, no se sabe exactamente), con una orden de extradición dictada por Washington pendiendo sobre su cabeza como la espada de Damocles, y tratando de conseguir asilo en algún lugar donde la sombra de Obama no alcance, o donde no sea, al menos, bienvenida.
La odisea de Snowden ha desatado una tormenta diplomática que ha llegado a salpicar a España y que está cuestionando la verdadera independencia de los gobiernos cuando se trata de hacer frente a la presión estadounidense. Y, entre tanto, nuevos datos sobre espionaje estatal (necesario para unos en aras de la seguridad, inadmisible para otros por respeto a la libertad) han ido saliendo a la luz. En estas últimas semanas hemos sabido que EE UU espió también a la Unión Europea, a la ONU, a al menos a 38 embajadas y misiones diplomáticas europeas y hasta a una de las universidades más prestigiosas de China; que el Gobierno británico espió a sus socios del G-20, y que el francés espía a sus ciudadanos con un programa similar al utilizado por la Administración estadounidense.
Nada nuevo bajo el sol, aunque sí un poco menos en la sombra. Quizá estemos lejos aún del Gran Hermano orwelliano, pero el hecho mismo de que la referencia sea posible resulta, cuando menos, inquietante.
Estas son algunas de las claves de la peripecia vivida por Snowden desde que decidiera poner punto y final a la tranquilidad de su existencia anterior, y de los efectos políticos que están teniendo sus intentos por no caer en manos de la justicia de su país.
De Hong Kong a Moscú
En una entrevista concedida al diario The Washington Post el 9 de junio, Snowden, que se encontraba entonces en un hotel de Hong Kong, declaró que pensaba buscar asilo en cualquier país, siguiendo los pasos del fundador de WikiLeaks, Julian Assange, quien lleva un año recluido en la embajada de Ecuador en Londres. También aseguró que sus razones para revelar que la NSA (Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos) tomaba registros diariamente de llamadas telefónicas de millones de usuarios en virtud de una orden judicial secreta, estaban motivadas por el interés público.
El Gobierno estadounidense solicitó el 22 de junio a las autoridades de Hong Kong la extradición de Snowden, acusándole de haber revelado programas de carácter secreto. Antes, las autoridades de EE UU habían presentado tres cargos de espionaje y robo de propiedad gubernamental contra él. Un día después, el 23 de junio, Snowden abandonó la excolonia británica rumbo a Moscú en un vuelo comercial. Según informó el South China Morning Post, la capital rusa era tan solo un lugar de escala para un destino final que podría ser Islandia o Ecuador.
El 25 de junio, el presidente de Rusia, Vladímir Putin, reconoce finalmente que Snowden está en la terminal de tránsito del aeropuerto moscovita de Sheremétievo y descarta su extradición a EE UU, país con el que Rusia no tiene un tratado bilateral. Como pasajero en tránsito, Snowden tiene, en principio, derecho a comprar un billete y a volar donde quiera. «El señor Snowden llegó en efecto a Moscú. Fue una absoluta sorpresa para nosotros», dijo el líder del Kremlin.
El plan fracasa
Al parecer, el plan inicial de Snowden estaba perfectamente diseñado para burlar a las autoridades estadounidenses. Apoyado por WikiLeaks, el extécnico contaba con la permisividad de China para poder salir de Hong Kong (aprovechando un error de forma en la petición de Estados Unidos para anular su pasaporte), y pensaba hacer una escala de un día en Moscú para llegar después hasta Ecuador tras una parada en La Habana.
La clave, aparte del permiso cubano que nunca llegó, era un salvoconducto expedido por el cónsul de Ecuador en Londres. Sin embargo, el presidente ecuatoriano, Rafael Correa, afirmaría a los pocos días que su país no está considerando la petición de asilo de Snowden y que nunca fue su intención facilitarle la salida. Según Correa, su Gobierno no ayudó de manera intencionada a Snowden a viajar a Moscú con un pase de viaje temporal. El mandatario afirmó que se trató de «un error de nuestra parte» y anunció que el cónsul que extendió el salvoconducto será sancionado. Más tarde, Correa condicionaría el asilo de Snowden a algo prácticamente imposible: el estadounidense tendría que llegar a territorio ecuatoriano antes de que Quito pueda evaluar la petición.
A principios de julio, las opciones de Snowden se habían reducido ya considerablemente: catorce de los 21 países a los que solicitó asilo inicialmente habían indicado que no iban a considerar su petición, o que la habían rechazado directamente, entre ellos, el propio Ecuador e Islandia, dos de las mayores esperanzas que tenía el extécnico de la CIA cuando llegó a Moscú. Le quedan, aparte de la opción de volver a su país, tres posibilidades en Latinoamérica: Venezuela, Nicaragua y, la más reciente, Bolivia. Las tres han estado motivadas por el choque diplomático suscitado por la retención de un avión en el que viajaba el presidente boliviano, Evo Morales, y en el que se llegó a pensar que iba también Snowden.
El avión de Morales y la ‘rebelión’ latinoamericana
Evo Morales afirmó este sábado que dará asilo a Edward Snowden si se lo pide, en «protesta» contra los países europeos que impidieron el tránsito de su avión esta semana bajo sospechas de que con él viajaba el extécnico de la CIA. «Decirles a los europeos y a los norteamericanos [que] ayer estaba reflexionando, [y que] como justa protesta quiero decirles ahora que vamos a dar asilo si nos lo pide ese norteamericano perseguido por sus compatriotas, no tenemos ningún miedo», dijo Morales. Bolivia se unía así a Venezuela y Nicaragua, que también han ofrecido asilo al exanalista. El presidente venezolano, Nicolás Maduro, le ofreció «asilo humanitario» con acusaciones a EE UU de «desatar la locura» y la «persecución» tras el incidente sufrido en el viaje de Morales de regreso a su país.
Morales pasó 13 horas en el aeropuerto de Viena y su avión fue registrado por la policía con permiso del piloto, pero Snowden no estaba a bordo. El incidente ha provocado una exigencia masiva de explicaciones. Bolivia denuncia que se ha violado la Convención de Viena sobre relaciones diplomáticas y ha anunciado que convocará de urgencia a los embajadores de Francia, Italia y la cónsul de Portugal en La Paz. Entre otras cosas, la convención dice que los locales de una misión diplomática «su mobiliario y demás bienes situados en ellos, así como los medios de transporte de la misión, no podrán ser objeto de ningún registro, requisa, embargo o medida de ejecución». Los embajadores en París de Bolivia, Cuba, Ecuador y Nicaragua han protestado por la retirada del permiso de vuelo al presidente boliviano.
Por su parte, el ministro español de Exteriores, José Manuel García Margallo, se ha apresurado a negar que España haya rechazado en ningún momento las peticiones de escala y sobrevuelo del avión de Morales, que a las 13.30 horas de este miércoles pasaba por encima de Mataró (Barcelona) y hacia 14.30 aterrizaba en las Islas Canarias. García Margallo sí ha admitido, no obstante, que «nos dijeron que Snowden estaba dentro [del avión]», y no ha querido aclarar si España recibió o no presión por parte de Estados Unidos, o si se produjo alguna comunicación al respecto entre Washington y Madrid: «Eso forma parte del secreto de sumario», dijo.
Aunque la Comisión Europea ha asegurado que es competencia de cada Estado miembro decidir si acepta o rechaza el acceso a su espacio aéreo, Morales ha calificado lo ocurrido de «agresión» y ha acusado, al embajador de España en Viena, Alberto Carnero, de querer «tomarse un café» en su avión para inspeccionarlo, cosa que el ministro García Margallo también ha negado.
La Organización de Estados Americanos (OEA) ha pedido explicaciones y la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) ha convocado una reunión extraordinaria para analizar la situación. «Estamos pensando en recurrir a la Corte Internacional de Justicia (CIJ)», ha avanzado la embajadora de Bolivia en España, María del Carmen Almendras.
Dónde está exactamente
La teoría más extendida hasta ahora es que Snowden se encuentra, como señaló Putin, en la zona de tránsito de una de las terminales de vuelos comerciales del aeropuerto de de Sheremétievo, en Moscú. Pero, como informa el corresponsal de RTVE en la capital rusa, Carlos Franganillo, «esto es realmente difícil», puesto que se requiere de cierta infraestructura (alimentación, lavar la ropa, etc…) y además la zona está «llena de periodistas y de viajeros que han visto su cara en televisión».
Sin embargo, la zona de tránsito incluye también algunas plantas de un hotel próximo al que se derivan los viajeros indocumentados hasta que abandonan el país en otro vuelo. La cadena estadounidense FOX explicó, tras visitar esta área, que el pasajero no puede salir de su habitación y que los pasillos están vigilados por guardias. Si está allí, añade Franganillo, nadie podría verle excepto las personas que lo vigilan y le llevan la comida a él y a su colaboradora Sarah Harrison.
Otras informaciones apuntan a que estaría dentro de la terminal A, reservada a las autoridades.
El papel de Rusia
Moscú insiste en que no tiene control sobre Snowden ya que, oficialmente, el extécnico de la CIA no se encuentra en su territorio, al estar en la zona de tránsito del aeropuerto. Este argumento, sin embargo, es discutible desde el punto de vista de la legislación internacional, puesto que el conjunto del aeropuerto sí está en territorio ruso.
Las autoridades del Kremlin mantienen asimismo que no han influido en los planes de Snowden ni pretenden obtener información del joven estadounidense, pero ambas cosas resultan, también, difíciles de asumir. Por un lado, no es fácil que Snowden haya podido ocultarse sin la ayuda de los servicios secretos rusos; por otro, la cantidad de información reservada con la que viaja el exanalista es una tentación demasiado grande para cualquier servicio de inteligencia.
En cualquier caso, a Moscú le resulta cada vez más incómoda la permanencia de Snowden en su suelo. El propio extécnico ha descartado pedir asilo a Rusia, pero extraditarlo a Estados Unidos no es una opción viable para Putin. Al margen de que no exista un tratado bilateral en ese sentido, la medida sería muy impopular en un país donde el sentimiento antiestadounidense es muy intenso. Al Kremlin le queda esperar a que la situación se resuelva a través de terceros, o a que la crisis se enfríe en un plazo más o menos corto de tiempo, algo poco probable.
Las consecuencias
El llamado ‘caso Snowden’ ha supuesto un auténtico terremoto político, tanto en EE UU como en el ámbito internacional. Aparte del aumento de la tensión en las relaciones de Washington con China, la Unión Europea, Rusia y varios países de América Latina, derivado de las revelaciones del extécnico de la CIA y de los incidentes posteriores, Obama ha perdido mucha de la buena imagen que aún conservaba, sobre todo en Europa. Asimismo, varios líderes enfrentados a EE UU, y no todos ellos ejemplos de transparencia y respeto por las instituciones democráticas, están tratando de obtener crédito (honesta o interesadamente), alineándose con Snowden y en contra de Washington.
El deterioro de las relaciones entre Europa y EE UU llega, además, en un momento muy poco oportuno, en plenas negociaciones para un tratado de libre comercio. La ministra de Justicia alemana, Sabine Leutheusser-Schnarrenberger, dijo este sábado que se podrían derivar consecuencias penales del programa de espionaje estadounidense: «Sería totalmente equivocado descartar a priori una investigación penal», precisó. A su juicio, la «codicia por los datos» de EE UU «debe terminar», ya que una mayor cantidad de información recogida no implica una mayor protección de la ciudadanía, el supuesto fin de esta estrategia. «Cuanto más grande sea el pajar, más difícil será encontrar la aguja escondida», indicó.
Como escribe Antonio Caño, corresponsal de El País en Washington, «dejando al lado a algunos de los implicados, como Rusia, China, Ecuador o Venezuela, cuyos intereses en este juego son patentes, la ira desatada entre los amigos europeos de EE UU resulta, como ha dicho un editorial de The New York Times, ‘fingida’. Es evidente que ellos también espían a los amigos. Quién puede dudar, por ejemplo, de que los servicios secretos franceses intentan averiguar qué sucede en España o en Alemania que pueda ser valioso para su país».
Las posibles salidas
Con su pasaporte revocado y sin vuelos comerciales directos entre Moscú y las capitales de los países que, de forma más o menos efectiva, le han ofrecido asilo, a Snowden no le va a ser sencillo salir de Moscú, salvo que su destino sea Estados Unidos y, a continuación, el banquillo de los acusados.
El país que tal vez tenga más posibilidades de hacer llegar a Snowden es Venezuela. A diferencia de Bolivia, cuyos aviones no tienen la autonomía de vuelo necesaria, Venezuela dispone de más recursos logísticos, y el Gobierno de Maduro podría extender, si hiciese falta, algún tipo de salvoconducto. Teniendo en cuenta que los rusos están deseando que Snowden se vaya, no es probable que Moscú pusiese muchos impedimentos.
El problema es que el vuelo habitual entre Moscú y Caracas hace escala en La Habana y, de momento, las autoridades cubanas no se han pronunciado sobre si concederían el permiso o no. Eso, y que EE UU ya ha dejado claro, tras el incidente con el avión de Evo Morales, que, gracias a sus disciplinados socios europeos, es capaz de bloquear a cualquiera (jefes de estado incluidos) que intente trasladar a Snowden en avión hacia el hemisferio occidental.
Una alternativa para Snowden podría ser tratar de refugiarse en la embajada de Venezuela en Moscú, como está refugiado el fundador de WikiLeaks, Julian Assange, en la embajada de Ecuador en Londres. Otra es seguir esperando en la terminal, a la espera de que las aguas se calmen o incluso de que Rusia acabe ofreciéndole asilo, pese a que él mismo no contempla esa posibilidad en estos momentos.
Mientras, la Casa Blanca mantiene un tono discreto sobre el caso, sin apenas declaraciones. El presidente de EE UU, Barack Obama, afirmó el 27 de junio que no enviará aviones para interceptar a Snowden: «No voy a enviar un avión a reacción para detener a un hácker de 29 años, pero haremos todo lo posible para que sea arrestado y juzgado», dijo.
El presidente de EE UU afirmó que no enviará aviones estadounidenses para interceptar a Snowden. «No voy a enviar un avión de reacción para detener a un hácker (pirata informático) de 29 años, pero haremos todo lo posible para que sea detenido y juzgado», afirmó.