¿Qué alimenta al monstruo de la homofobia en Rusia?

Miguel Máiquez, 08/09/2013

Cuando Barack Obama estrechó esta semana la mano de Vladimir Putin al inicio de la Cumbre del G-20, en San Petersburgo, la sonrisa del presidente de los Estados Unidos parecía, valga el tópico, bajo los efectos del más crudo frío de la estepa. El mandatario ruso se ha convertido en la principal pesadilla del inquilino de la Casa Blanca en casi todos los frentes imaginables, empezando por el apoyo de Moscú al régimen sirio, siguiendo por el asilo concedido por el Kremlin al extécnico de la CIA y revelador de secretos Edward Snowden, y terminando por una cruzada antigay del Gobierno ruso ante la que Obama, presionado por los colectivos en defensa de los derechos humanos, se ve cada vez más obligado a responder.

En un país donde casi las tres cuartas partes de la población considera que la homosexualidad no debería ser aceptada por la sociedad, donde apenas se distingue entre los términos «homosexual» y «pedófilo», donde no se permiten las uniones matrimoniales entre personas del mismo sexo, y donde están prohibidas las marchas del Orgullo Gay, ser homosexual y no ocultarlo es prácticamente una heroicidad. Gracias a dos polémicas leyes aprobadas el pasado mes de junio por el Parlamento ruso, ahora supone, además, tener en contra al aparato del Estado.

La primera de estas normas prohíbe la «propaganda homosexual» dirigida a menores, en un texto lo suficientemente ambiguo como para que pueda ser castigada cualquier información sobre «relaciones sexuales no tradicionales». La segunda prohíbe a los homosexuales extranjeros adoptar niños rusos. Hay, además, una propuesta para que se prohíba a los homosexuales donar sangre, y esta misma semana se ha presentando un proyecto de ley en el Parlamento para que «el hecho de que uno de los padres tenga una orientación sexual no tradicional sea causa para la privación de la potestad parental».

Esta ofensiva homófoba, unida a la grave multilplicación de actos violentos contra homosexuales perpetrados por grupos neonazis, que actúan con una considerable impunidad, ha suscitado protestas en numerosos países. La última, este mismo domingo, cuando alrededor de dos centenares de personas se manifestaron ante la embajada rusa en París con una ‘besada’ contra la homofobia.

Ha habido también llamamientos a boicotear los próximos Juegos Olímpicos de Invierno, que se celebrarán en la ciudad rusa de Sochi, y organizaciones como Amnistía Internacional han tachado las nuevas leyes de «absurdas» y «anacrónicas». En un plano más anecdótico, pero sin duda muy simbólico, bares y discotecas gays en Estados Unidos, el Reino Unido, Australia y Canadá han lanzado en los últimos días un boicot contra el vodka de origen ruso.

La indignación va encontrando poco a poco eco también en los gobiernos, aunque, de momento, tímidamente. Obama se reunió en San Petersburgo con una representación de activistas rusos en defensa de los derechos de los homosexuales, y el primer ministro británico, David Cameron, anunció que plantearía el tema durante la Cumbre del G-20. El ministro de Relaciones Exteriores de Alemania, Guido Westerwelle (gay), ha dicho que la ley rusa sobre «propaganda homosexual» no debería existir en una sociedad moderna y supuestamente democrática. También el Consejo de Europa ha hecho llegar mensajes de protesta.

No parece, sin embargo, que ninguna de estas quejas vaya a hacer mucha mella en la política de Putin, un personaje que cultiva con esmero su imagen de «macho eslavo», cazador y deportista, con sus fotos a pecho descubierto (material de primera para las sátiras en Internet donde le retratan como icono gay) y su masculinidad a prueba de bomba.

Más importante, en cualquier caso, es el hecho de que el presidente ruso se siente respaldado por la mayoría de la población de su país, y que las nuevas leyes, especialmente la relativa a la «propaganda», le permiten ejercer un mayor control sobre posibles manifestaciones de descontento social (ya se han prohibido actos de protesta en algunas zonas durante la celebración de los Juegos de Sochi), al tiempo que afianzan su imagen nacionalista de defensor de la identidad rusa frente a lo que muchos ciudadanos ven como valores impuestos por Occidente.

La Asociación Internacional de Gays y Lesbianas ha concedido a Rusia el dudoso honor de ser, junto con Moldavia, el país europeo donde menos se respetan los derechos de los homosexuales. Las leyes mencionadas, la represión policial y la oposición religiosa, tanto de ortodoxos como de musulmanes, a las marchas de Orgullo Gay han convertido al país en el más hostil del continente en lo que respecta a las minorías sexuales.

«En materia de derechos humanos, lo que incluye a los homosexuales, Rusia se parece más a Irán y Corea del Norte, que a Occidente», aseguró recientemente Vladimir Voloshin, redactor jefe de KVIR, la revista más popular entre la comunidad homosexual rusa. «La mayoría de los rusos siguen viendo a los gays como algo malo, terrible, anormal e incomprensible. No entienden que, con los problemas sociales que hay, nosotros exijamos que se respeten nuestros derechos», añadió.

Las razones de este sentimiento homófobo en Rusia son complejas, y tienen que ver, aparte de con el carácter conservador de buena parte de la población (sobre todo la de las zonas rurales), con el pasado soviético, con la influencia de la Iglesia Ortodoxa, y con el nacionalismo y los sentimientos antioccidentales.

Estas son algunas claves, tanto de la ofensiva antigay en Rusia, como de las razones que la alimentan:

Las leyes

La leyes consideradas discriminatorias contra los homosexuales no son nuevas en Rusia. El artículo 121 del código penal, por ejemplo, que sancionaba con penas de cárcel las prácticas homosexuales, no fue abolido hasta 1993, año en que también se dejó de considerar la homosexualidad como una enfermedad mental. No obstante, dos normas aprobadas el pasado mes de junio por el Parlamento han dado al problema una visibilidad internacional sin precedentes.

El pasado 11 de junio la Duma (Parlamento ruso) aprobó casi por unanimidad (436 votos en una cámara de 450 diputados) una ley que permitirá sancionar a quienes informen a menores sobre «relaciones sexuales no tradicionales». La ley eleva a rango estatal una prohibición que ya estaba vigente en numerosas regiones y ciudades del país.

El texto de la norma es deliberadamente ambiguo (evita mencionar explicitamente la palabra «homosexual»), pero supone que podrá castigarse a quienes se dediquen a difundir «la idea tergiversada de que las orientaciones sexuales tradicionales y no tradicionales tienen igual valor social», y a quienes «impongan información sobre las relaciones sexuales no tradicionales que provoque el interés por esas relaciones». Las multas van de 4.000 a 5.000 rublos (alrededor de 100 euros) para las personas físicas en general, de 40.000 a 50.000 rublos (unos 1.000 euros) para las personas con cargos, y de hasta 1 millón de rublos o suspensión de actividades durante 90 días para las entidades jurídicas.

Unos días después, el 18 de junio, la Duma aprobó por unanimidad una modificación del Código de Familia por la que las parejas homosexuales extranjeras no podrán adoptar niños rusos. La prohibición se aplica asimismo a los solteros de los países donde haya sido aprobado el matrimonio entre personas del mismo sexo (un total de 16, incuidos 9 en Europa, entre ellos, España).

Además, están sobre la mesa dos propuestas presentadas en estas últimas semanas al Parlamento por diputados rusos. La primera propone la prohibición de donar sangre a los homosexuales; la segunda establece que «el hecho de que uno de los padres tenga una orientación sexual no tradicional será causal para la privación de la potestad parental». En la nota explicativa que acompaña este último texto se afirma que, «según los expertos», entre el 5% y 7% por ciento de los habitantes de Rusia son de «orientación sexual no tradicional» y, como mínimo, un tercio de ellos tienen hijos.

«Tchaikovsky era gay, pero era un gran músico»

Putin insiste en que las leyes aprobadas por su Gobierno no suponen discriminación hacia los homosexuales. El presidente ruso afirma que «la gente con una orientación sexual no tradicional no sufre ningún abuso en su vida profesional», y, en relación a la polémica suscitada de cara a los Juegos de Invierno, se ha comprometido a impedir «cualquier tipo de discriminación» contra los atletas homosexuales que participen, añadiendo que no tendrá ningún problema en entregarles medallas si las obtienen, ya que «no habrá ningún abuso por parte del Gobierno en el reconocimiento de sus méritos».

«Tchaikovsky era gay, aunque es cierto no lo amamos por eso, pero era un gran músico y todos amamos su música. ¿Y qué?», dijo Putin en una entrevista con el estatal Canal 1 ruso difundida el pasado miércoles. «No hay razón para hacer una montaña de un grano de arena, nada tenebroso ni terrible está ocurriendo aquí en nuestro país» agregó. Consultado sobre si se reuniría con miembros de la comunidad de gays y lesbianas, Putin dijo: «Les aseguro que trabajo con estas personas, a veces les doy premios estatales».

Estigma social

El pasado mes de junio, el Centro de Investigación Pew publicó una encuesta sobre las actitudes hacia la homosexualidad en el mundo. Según el sondeo, el 74% de los rusos considera que la homosexualidad no debería ser aceptada como algo normal en la sociedad.

Anteriormente, en 2010, otra encuesta del centro ruso Levada, difundida en castellano en el blog Salsa rusa, ofrecía datos más específicos: El 74% de los encuestados está convencido de que los gays y lesbianas son personas moralmente licenciosas y psíquicamente incompletas, y apenas el 15% respondió que los homosexuales deberían tener los mismos derechos que las personas de «orientación sexual tradicional». El 24% considera que hay que proporcionar a los homosexuales ayuda psicológica, y el 84% se manifiesta en contra de los matrimonios de personas del mismo sexo en Rusia.

«Somos gente normal»

Recientes declaraciones de algunas personalidades de la vida deportiva y cultural rusa tampoco han contribuido a crear un clima de mayor tolerancia. El pasado 15 de agosto, la campeona mundial rusa de pértiga Yelena Isinbáyeva criticó el gesto de la atleta sueca Emma Green, quien compitió en los Mundiales de Atletismo de Moscú con las uñas pintadas con los colores del arco iris, indicando que «es una falta de respeto hacia nuestro país, hacia nuestro ciudadanos, porque nosotros somos rusos. Tal vez somos diferentes a otros europeos, pero tenemos una ley que hay que respetar».

«Estamos contra su promoción, no, obviamente, contra la libre elección de cada persona. Es su vida, es su elección, sus sentimientos, pero estamos en contra  de su promoción y yo apoyo al Gobierno», afirmó la atleta. «Somos gente normal, estándar, simplemente vivimos hombres con mujeres y mujeres con hombres. Viene de la historia, nunca hemos tenido ningún problema y no queremos tenerlo», concluyó. Posteriormente, Isinbáyeva rectificó sus palabras y achacó «la malinterpretación» al idioma (se había expresado en inglés).

También el oscarizado cineasta ruso Nikita Mijalkov se sumó al debate: «No puede haber cine sano donde se legaliza el matrimonio gay», dijo el pasado mes de julio. «Cuándo las cosas antinaturales se convierten en norma, qué se puede esperar del cine. Se trata de exterminio de la armonía divina y humana», afirmó el director de películas tan memorables como Ojos negros o Quemado por el sol.

Ataques neonazis

El principal peligro para los homosexuales rusos proviene, en cualquier caso, de los grupos neonazis y de skinheads que han proliferado en Rusia en los últimos años, y cuyo objetivo no son solo los gays, sino también los inmigrantes o los rusos que no son de raza blanca.

Según informa Rodrigo Fernández en El País, una de estas organizaciones, Okkupái Pedofiliái, «asegura realizar ‘entrevistas satírico-filosóficas con pedófilos’ », lo que en la práctica significa que tienden trampas -generalmente contactos en Internet- para capturar a gays -no exclusivamente a pederastas, aunque para ellos no hay esa diferencia- e infligirles humillaciones que son grabadas y luego subidas a la Red».

El legado soviético y un presente roto

En el primer código penal que editaron los bolcheviques tras la Revolución de 1917 desapareció el artículo que penaba los actos homosexuales, y por primera vez desde 1716, la homosexualidad era completamente legal. Sin embargo, la legalización de los actos homosexuales no supuso el fin de la persecución. La homosexualidad pasó a dejar de ser considerada un crimen para pasar a ser un desorden médico o psicológico, que debía ser curado.

Finalmente, Stalin emitió un decreto en 1933 por el que se recriminalizaba la homosexualidad. Los gays pasaron a ser tratados como pedófilos, burgueses, corruptos o fascistas. La homosexualidad no sólo era un crimen contra la naturaleza, sino también contra la sociedad. Las cifras de hombres desaparecidos en campos de trabajo tras ser condenados por homosexualidad no son conocidas, pero las detenciones masivas durante la Gran Purga garantizaron que la subcultura homosexual resultara invisible durante las siguientes cuatro décadas.

Cuando las leyes antihomosexuales de Stalin fueron abolidas en 1993, no hubo amnistía para quienes permanecían encarcelados por sodomía, según explica el historiador Dean Healey, un experto en homosexualidad en Rusia. Y desde los años noventa, señala por su parte a la revista The Atlantic Yvonne Howell, profesora de la Universidad de Richmond (EE UU), los rusos se han enfrentado a «una terrible crisis económica, a la pérdida de servicios públicos en muchas áreas y a una corrupción generalizada, factores que contribuyen a un refuerzo de los estereotipos negativos». «Las sociedades que se sienten inseguras con respecto a su identidad política, social, económica y cultural tienden a enmascarar esa inseguridad reforzando la exhibición de la fuerza de género», añade.

El peso de la Iglesia Ortodoxa

Las encuestas y los estudios sociológicos revelan que las sociedades con un mayor peso religioso suelen ser menos tolerantes con la homosexualidad. Los países de mayoría islámica, o zonas como el llamado «cinturón bíblico», en Estados Unidos, son buenos ejemplos. En su comentario sobre su encuesta del pasado junio, el Centro de Investigación Pew indicaba que «la aceptación de la homosexualidad está particularmente expandida en países en los que la religión es menos central en la vida de las personas. Esto también sucede en los países más ricos. En contraste, en los países más pobres y con altos niveles de religiosidad pocos creen que la homosexualidad debería ser aceptada por la sociedad. No obstante, en algunos países en los que la religión tiende a ser menos central, como Rusia y China, los gays todavía deben ganar aceptación».

En Rusia tan solo un 33% de la población considera la religión como algo importante en su vida, pero el peso político de la Iglesia Ortodoxa, aliada con el Gobierno de Putin y principal bastión del sentimiento nacionalista ruso, es, sin embargo, muy importante. De hecho, muchos rusos ven en su pertenencia a la Iglesia Ortodoxa un modo de reafirmar su ‘rusianidad’.

Así, entre el 80% y el 90% de los rusos se identifican como cristianos ortodoxos, aunque, después de décadas de ateísmo oficial, son muy pocos los que atienden con regularidad los servivios religiosos. La clave es que, según una encuesta realizada en el año 2007, la mayoría considera la religión como una «tradición nacional» y un complemento a sus valores éticos y morales. Y el patriarca ortodoxo, Kiril (Cirilo I), considera que «la homosexualidad es un pecado» y se muestra contrario a la legalización del matrimonio homosexual y al derecho de las minorías sexuales a la adopción.

El camino hasta aquí

Diversas leyes homófobas aprobadas en Rusia en los últimos años han ido allanando el camino a estas nuevas normas estatales. El portal Policymic ha recopilado las más importantes, en una cronología que incluye asimismo los principales actos homófobos registrados recientemente:

  • 2006. La región de Ryazan prohíbe la «propaganda homosexual dirigida a menores», con multas de hasta 20.000 rublos (unos 450 euros).
  • 2007. Activistas por los derechos de los homosexuales intentan pedir al alcalde de Moscú que permita el desfile del Orgullo Gay en la capital. Son atacados por grupos neonazis ante la pasividad policial. Los agentes acaban deteniendo a los propios activistas.
  • 2009. Irina Fedotova, una lesbiana que lucha por su derecho a contraer matrimonio con su pareja, protesta junto a un instituto en Ryazan con mensajes como «La homosexualidad es normal», o «Estoy orgullosa de mi homosecualidad. Es condenada a una multa de 1.500 rublos (unos 34 euros).
  • Junio de 2010. El Tribunal Constitucional de Rusia respalda la ley de Ryazan.
  • Octubre de 2010. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos sentencia que Rusia violó la Convención para la Protección de los Derechos Humanos y las Libertades Fundamentales al prohibir los desfiles del Orgullo Gay en 2007, 2008 y 2009.
  • Junio de 2011. Veinte activistas detenidos en una manifestación pacífica en San Petersburgo.
  • Febrero-agosto de 2012. Se aprueban leyes contra la «propaganda homosexual» en San Petersburgo y en las regiones de Kostroma, Magadan, Novosibirsk, Krasnodar Krai, Samara y Bashkortostan, entre otras.
  • Mayo de 2012. Detenidos unos 40 activistas que intentaban desplegar una bandera arco iris frente al Tribunal de la Ciudad de Moscú.
  • Julio de 2012. Multas a más de 70 personas en San Petersburgo por «promover la homosexualidad».
  • Septiembre de 2012. Moscú aprueba una norma que prohíbe el desfile del Orgullo Gay.
  • Enero de 2013. Anton Krasovsky, una personalidad de la televisión rusa, es despedido tras declarar que es gay en su programa. El proyecto de ley para hacer estatal la ley contra la «propaganda homosexual» es aprobado en la cámara baja del parlamento.
  • Febrero de 2013. Kaliningrado se convierte en la décima región en aprobar la ley contra la «propaganda homosexual». Es la primera que hace extensiva la norma a los mayores de edad.
  • Marzo de 2013. Artem Kalinin, activista por los derechos de los homosexuales, es atacado físicamente por el líder de un grupo neonazi. La agresión es recogida en un vídeo.
  • Mayo de 2013. Denuncian que Vladislav Tornovoy, un joven de 23 años, murió tras ser torturado, sodomizado con botellas de cerveza y golpeado con una piedra en la cabeza, después de admitir que era homosexual. Los agresores habrían sido sus propios ‘amigos’.
  • Mayo de 2013. Las autoridades de Moscú rechazan dar permiso al desfile del Orgullo Gay, alegando que «es imperativo trabajar de forma clara y consistente por mantener la moralidad, enseñando patriotismo a las nuevas generaciones, en lugar de dando cabida a aspiraciones incomprensibles».
  • Junio de 2013. La Duma aprueba las leyes contra la «propaganda homosexual» y la adopción de niños rusos por parte de homosexuales extranjeros.
  • Julio de 2013. Cuatro holandeses que realizaban un documental sobre la homosexualidad en Rusia son detenidos tras hablar con un grupo de adolescentes por «extender la propaganda de relaciones no tradicionales entre menores de edad».
  • Septiembre de 2013. El diputado del oficialista partido Rusia Unida Alexéi Zhuravliov presenta un proyecto de ley para que se prive a los homosexuales de la patria potestad. El relator de los derechos de los homosexuales en el Consejo de Europa, el noruego Hakon Haugli, alerta contra las leyes homófobas aprobadas en Rusia y pide a los parlamentarios de este país a que no acepten esta nueva ley.