La ejecutiva de Podemos celebrará este lunes su primera reunión tras la sonada salida de Juan Carlos Monedero, con la vista puesta en la campaña electoral que arranca la medianoche del jueves, y ante la complicada tarea de intentar cerrar la herida abierta por la marcha de una de sus caras más visibles. La dimisión del hasta ahora número tres del partido ha evidenciado la tensión existente en el seno de la formación, entre lo que se ha venido en llamar «las dos almas» de Podemos, la de quienes ven necesario recuperar las raíces del 15-M, y la de quienes apuestan por seguir moderando el discurso para poder alcanzar las instituciones.
De momento, el gran reto para el partido de Pablo Iglesias está en evitar que la renuncia de Monedero, producida a poco más de tres semanas de la cita electoral del 24 de mayo, desplace el foco de atención en una campaña que se adivina mucho más reñida de lo que auguraban las encuestas hace apenas cuatro meses. No va a ser fácil.
Si a principios de enero se hubiesen celebrado elecciones, Podemos habría obtenido entre el 27% y el 28% de los votos. Eran los espectaculares resultados de diversas encuestas, que situaban al partido liderado por Iglesias, con apenas un año de historia, por delante de todas las demás formaciones políticas, PP y PSOE incluidos. Podemos, con un discurso centrado en la crítica feroz a los desgastados usos del bipartidismo dominante y la corrupción, en la necesidad de recuperar el protagonismo de los ciudadanos en la vida política y, en definitiva, en muchas de las consignas participativas y regeneradoras que cristalizaron en el 15-M, disfrutaba aún del crédito obtenido tras su sorprendente éxito en las elecciones europeas, cuando puso patas arriba el mapa político tradicional español al conseguir más de 1,2 millones de votos.
Hoy, sin embargo, las expectativas de la formación parecen haberse desinflado, o, al menos, estancado, con entre un 15% y un 20% en intención de voto, porcentajes que la sitúan aún como tercera o cuarta fuerza, y que le otorgan un papel clave en futuros pactos de gobierno, pero que están ya lejos del que ha sido desde el principio su principal objetivo: la victoria.
Viaje al centro de las urnas
Desde su constitución en partido con aspiraciones de llegar al poder, y especialmente desde el pasado otoño, Podemos ha ido alejándose poco a poco en su discurso de los mensajes y referencias más radicales que caracterizaron sus inicios, en lo que ha sido precibido como un intento por captar los votos de los ciudadanos que se sienten más cómodos en posiciones más cercanas al centro político, una franja de votantes que, atendiendo a encuestas y a resultados electorales históricos, constituirían la mayoría en España.
Este viaje se ha ido produciendo en paralelo al también espectacular crecimiento de Ciudadanos, un partido que, compartiendo con la formación de Iglesias elementos como la novedad, la crítica al bipartidismo o una forma distinta de hacer política, ha logrado convertirse sin embargo en una opción más asumible para votantes (muchos de ellos, de centro-derecha) que están desencantados con los partidos tradicionales pero no tanto con el sistema.
El cierto acoso que ha sufrido Podemos desde algunos medios de comunicación, la ‘pérdida de la inocencia’ que para muchos simpatizantes supusieron las polémicas prácticas fiscales de su hasta ahora secretario de Programa y Proceso Constituyente, y lo que numerosos analistas consideran como importantes errores estratégicos cometidos por la propia formación, pueden haber contribuido, junto con el ascenso de Ciudadanos, a un estancamiento que, en cualquier caso, aún tendrá que comprobarse en las urnas. Ello, además del desgaste que conlleva la aceptación de muchas de las reglas del duro juego político tradicional, y del efecto causado por el mero paso del tiempo desde el impulso obtenido en las elecciones europeas.
Debate interno
La dimisión de Monedero puede haber colocado al partido ante uno de sus momentos más complicados, por más que tal vez sea prematuro hablar de esa «crisis» con la que sueñan sus rivales.
Considerado como uno de los principales ideólogos del partido, Monedero renunció el pasado miércoles a todos sus cargos y abandonó la dirección del partido, no por la mencionada polémica fiscal, que considera superada, sino después de haber criticado la estrategia política de la formación. Podemos, dijo Monedero, «es lo más decente que hay en la política española, pero a veces se parece a aquellos partidos a los que quiere superar». En el partido, admitió, «hay debate interno y tensión», no solo en la dirección, sino en toda la organización, entre las personas «más moderadas» y las que «apuestan más por la raíz».
De momento, la dirección se mantiene firme y mantiene que no hay cambio de planes, mientras que Iglesias se ha presurado a asegurar que lo sucedido esta semana no va a restarles votos. Este mismo sábado, el secretario de Organización de Podemos, Sergio Pascual, afirmaba que «en absoluto» su formación necesita una refundación, sino que, «muy al contrario, se va por el buen camino», al tiempo que calificaba de «personal» la decisión de Monedero, en una línea parecida a la expresada por el propio secretario general en su reacción a la dimisión de su compañero. Iglesias.
Éste es un repaso a la trayectoria y los desafíos de una formación cuya meteórica historia no tiene precedentes en la democracia española.
Del 15-M a la arena política
El 12 de enero de 2014, una treintena de intelectuales, personalidades de la cultura, el periodismo y el activismo social y político, publican una manifiesto en el que, bajo el título de Mover ficha: convertir la indignación en cambio político, expresan la necesidad de crear una candidatura que concurriese, desde la izquierda y recogiendo muchas de las propuestas e inquietudes del 15-M, a las elecciones europeas de mayo de ese año. Entre sus principales objetivos, oponerse a las políticas de austeridad con que la Unión Europea y muchos de sus gobiernos nacionales, el español incluido, están respondiendo a la crisis económica; ser la voz del 99%, y la de «la mayoría contra las élites».
Dos días después, Pablo Iglesias Turrión, profesor universitario de Ciencias Políticas y presentador en cadenas locales de televisión, es anunciado como líder de un movimiento que, el 11 de marzo de ese mismo año, formalizará su inscripción bajo el nombre de «Podemos» en el Registro de Partidos Políticos.
Iglesias explicó entonces que se ofrecía a encabezar el nuevo partido con tres condiciones: recibir 50.000 avales ciudadanos (los logró en un solo día), apostar por la unión de fuerzas con otras formaciones políticas, movimientos sociales e iniciativas ciudadanas, que todos los candidatos siempre fueran elegidos por voluntad popular.
El medio y el mensaje
Proveniente, en parte, del entorno del partido partido troskista Izquierda Anticapitalista, la organización del proyecto se estructura, desde un principio, en torno a personas con un amplio conocimiento de la teoría y la comunicación políticas, y muy conscientes de la importancia de los medios de masas, especialmente la televisión e Internet, de cara a la proyección tanto del ideario de la formación como de la imagen pública de su líder.
Iglesias, madrileño nacido en 1978 (joven), compagina su labor docente en la Universidad con su trabajo como presentador en programas como La Tuerka (Tele K y Canal 33) o Fort Apache (Hispan TV), al tiempo que empieza a multiplicar su presencia en las tertulias televisivas de cadenas nacionales (La Sexta, Cuatro), donde pronto destaca por su lenguaje directo, su imagen alejada de los políticos tradicionales, la fuerza de su argumentario y su forma de afrontar los ataques más agresivos. Mientras, en las redes sociales, Podemos se convierte en tiempo récord en el partido con más seguidores, tanto en Facebook como en Twitter, a una gran distancia del resto.
Con un discurso muy estudiado, sencillo y lo más aglutinador posible, Podemos prefiere hablar de mayoría contra élites («los de abajo contra los de arriba») a entrar en posicionamientos ideológicos (izquierda-derecha). La formación, con el aval de los cientos de ciudadanos que empiezan a organizarse en su nombre y a poner en marcha proyectos de democracia participativa, consigue proyectar la imagen de un grupo de personas comunes, alejadas de «la élite política apoltronada en sus escaños», y preocupadas por los problemas reales de la población.
Tres mosqueteros
Junto a Pablo Iglesias, antiguo militante en las juventudes comunistas, exasesor de IU y con experiencia política en América Latina (participó en misiones de observación electoral y fue consultor del Gobierno de Bolivia), destacan tres nombres: Juan Carlos Monedero, Miguel Urban e Iñigo Errejón.
Monedero, uno de los firmantes del manifiesto de enero, y también profesor de Ciencias Políticas, fue el verdadero ideólogo de Podemos. Miguel Urban, calificado por Iglesias como «el imprescindible», y proveniente de Izquierda Anticapitalista, es el encargado de la organización del partido. Iñigo Errejón, doctor también en Políticas, miembro del consejo ejecutivo de la fundación CEPS (Centro de Estudios Políticos y Sociales) y, desde las elecciones europeas, muy presente también en las tertulias, es el director de campaña.
El ideario, las propuestas y «la casta»
Podemos define su ideario en torno a tres ejes fundamentales: más democracia (incluyendo medidas anticorrupción y el fin de las «puertas giratorias» entre cargos públicos y empresas privadas); más derechos («necesidad de recuperar la soberanía», «una Europa con trabajo, sanidad universal, educación, vivienda, pensiones, y ayuda a la dependencia, bajo un marco de dignidad, además de la protección del medio ambiente»); y más «economía al servicio de la gente» (transformando el sistema financiero e impulsando «un modelo socioproductivo basado en la economía real, la economía del conocimiento, la industria y la agricultura avanzadas, la I+D+i y las energías renovable»).
Desde la formación plantean inicialmente actuaciones como crear un parque de vivienda pública, aplicar de forma retroactiva la dación en pago, oponerse a una reforma restrictiva de la ley del aborto, derogar las leyes de extranjería, permitir a Cataluña que decida sobre su independencia o incluso sacar a España de la OTAN. El partido irá definiendo su programa con una serie de medidas, entre las que se incluyen una auditoría para ver qué parte de la deuda pública es ilegítima, «apostar por los servicios públicos», promover la renta básica para todas las personas, ampliar el valor de las ILP (iniciativas legislativas populares), poner coto a los lobbies, fomentar la igualdad, defender la asistencia sanitaria y la educación públicas, impulsar la investigación, garantrizar la vivienda digna y la protección a los dependientes, aprobar «presupuestos sociales» o la retirada del Tratado de Lisboa por construir una «Europa neoliberal y antidemocrática».
La falta de concreción y cierta ambigüedad de algunas de estas propuestas hace que Podemos sea tachado de populista por sus rivales y en algunos medios, pero no impide a la formación conectar rápidamente con muchos ciudadanos, castigados por la crisis, desencantados de unos políticos a los que, con una eficaz insistencia, Iglesias define como «la casta», y deseosos de pasar de la indignación a la acción. Iglesias declara que su primera medida como presidente del Gobierno sería prohibir los desahucios, y que su objetivo no es el Europarlamento, sino las generales de 2016.
Los círculos
El partido se organiza en torno a los llamados «círculos». Como explica el propio Iglesias en la web de la formación, un Círculo Podemos es un conjunto de ciudadanos reunidos «por la unidad, el cambio y la ruptura democrática», un espacio ciudadano de respuesta a los problemas colectivos, que debate las ideas y propuestas en asamblea.
Los miembros de los círculos tienen total autonomía para mantener militancia en otras formaciones o movimientos sociales, de forma semejante a las asambleas del 15-M que proliferaron por barrios y ciudades de España en 2011. «Un grupo –añade Iglesias– que comparte que la dramática situación que vivimos solo se arregla entre todos y con el protagonismo popular y ciudadano, [porque] no podemos seguir confiando en quienes nos han traído a esta situación dramática».
Los círculos se organizan de modo local (unos 300 en toda España y una treintena en el extranjero) y también por colectivos centrados en intereses concretos (feminismo, desempleo, discapacidad, deporte).
El subidón de las europeas
Llega entonces, el 25 de mayo del año pasado, la primera gran prueba de fuego para el nuevo partido: las elecciones europeas. Y Podemos, con una candidatura elaborada a través de primarias abiertas, da la campanada. Con tan solo unos meses de vida, la formación encabezada por Iglesias logra cinco escaños, con un total de 1.245.948 votos (el 7.97% del electorado), y se convierte en la cuarta fuerza política en España, solo por detrás del PP, (4.074.363 votos, el 26,06%), el PSOE (3.596.324 votos, el 23%), e Izquierda Plural (1.562.567 votos; el 9,99%), y por delanté de UPyD (1.015.994 votos, el 6,5%). Podemos fue, además, la tercera fuerza más votada en Aragón, Cantabria, Madrid y Asturias.
Los análisis políticos se multiplican buscando causas, más allá de la obvia del tirón popular conseguido por los recién llegados, y de su capacidad para haber logrado aglutinar el voto indignado contra la clase política en general y el bipartidismo del PP-PSOE en particular. Entre las más mencionadas, el hecho de que las eleccciones europeas sean un marco más favorable para que los ciudadanos experimenten con su voto, o de que en estos comicios la circunscripción única compense el efecto favorable que sobre los grandes partidos tiene la aplicación de la la Ley d’Hont.
Los estudios confirman que a Podemos les votaron muchos simpatizantes del PSOE e IU, así como un nutrido grupo de abstencionistas. El principal nicho de votantes, el 34%, había votado por el PSOE en las europeas de 2009, y el 30% lo hizo en las generales de 2011. El perfil mayoritario de votante de Podemos es varón, de más de 35 años y con estudios medios o superiores.
Además de Iglesias, se estrenan como eurodiputados Teresa Rodríguez, responsable de participación ciudadana de Podemos, sindicalista, miembro activo de la marea verde, desencantada de IU y posteriormente candidata del partido en las elecciones andaluzas; Carlos Jiménez Villarejo, antiguo militante de la oposición antifranquista, exfiscal anticorrupción, y que dejaría su escaño del Parlamento Europeo a la número seis, Tania González; Lola Sánchez, número cuatro de Podemos en ese momento; y el científico del CSIC Pablo Echenique-Robba, porpular por sus escritos en el blog sobre discapacidad De retrones y hombres. Todos anuncian que se bajarán el sueldo de 8.000 euros a 1.930, como primera medida.
«Sí se puede»: el modelo de partido y la consolidación de Iglesias
El 15 de septiembre de 2014, Podemos arranca el proceso «Sí Se Puede», con el objetivo de definir sus principios éticos, políticos y organizativos, y que desembocará el 18 de octubre en Madrid con una Asamblea Ciudadana a la que asisten más de 7.000 personas, y en la que se presentan dos propuestas de organización: «Claro que Podemos», defendida por Iglesias, y «Sumando Podemos», encabezada por Pablo Echenique.
Iglesias, cuya opción acabará siendo la más votada, con el 80,71% de los votos (90.451 apoyos), apuesta por la elección de un secretario general como cabeza del partido, por que la Asamblea Ciudadana se convoque cada tres años, y por la formación de un Consejo Ciudadano integrado por 81 personas, de las cuales el secretario general y los 17 secretarios autonómicos serían miembros natos, y los 63 miembros restantes serían elegidos directamente por la Asamblea por un sistema de listas abiertas.
Por su parte, Echenique defendió la creación de una tricefalia para mejorar la pluralidad, además de la convocatoria de la Asamblea Ciudadana cada dos años y la composición de 99 miembros para el Consejo Ciudadano, de los que 60 serían elegidos por la Asamblea de forma directa mediante candidaturas individuales, otras 20 por sorteo entre un censo de voluntarios y el resto lo compondrían los 17 representantes de los Consejos Ciudadanos autonómicos, uno de Ceuta y Melilla, y otro de los círculos de Podemos en el exterior. Obtuvo el 12,37% de los votos (112.070 personas).
El 15 de noviembre, Pablo Iglesias, es elegido oficialmente secretario general del partido.
El cielo de las encuestas
Los primeros sondeos de intención de voto confirman el ascenso vertiginoso del nuevo partido. El 24 de noviembre el diario El Mundo publica una encuesta, según la cual Podemos lograría la victoria con un 28,3% de los sufragios, seguido del PP como segunda fuerza con un 26,3%, y del PSOE con casi un 20,1%. Los buenos resultados se mantienen aún durante varios meses. El 9 de enero, un sondeo realizado para la Cadena Ser les da el 27,5%, frente al 24,6% del PP y el 19% del PSOE. Dos días después, otra encuesta, elaborada por Metroscopia para El País, también les sitúa en primer lugar, con el 20,4% de los votos, frente al 12,8% del PP y el 12,3% del PSOE.
Podemos parece estar cada vez más cerca de hacer realidad una de las frases más comentadas de las pronunciadas por Pablo Iglesias durante la Asamblea de octubre: «El cielo no se toma por consenso,se toma por asalto».
Los ataques
Ante el ascenso de la nueva formación y sus buenas perspectivas electorales, los ataques a Podemos se intensifican, destacando las simpatías de algunos de sus dirigentes hacia regímenes como el venezolano o el cubano, el carácter «antisistema» y «radical» de sus perfiles políticos o la falta de concreción de muchas de sus propuestas. Les llaman «populistas», «frikis», «bolivarianos»… En pintadas callejeras, blogs y tertulias de la derecha Iglesias es acusado de «proetarra y «antiespañol». La extrema izquierda, por su parte, les tacha de «posibilistas», y en los foros conservadores se resaltan supuestas conexiones (financiación incluida) con el chavismo, e incluso con Irán. Preguntado en una entrevista, Iglesias señala: «A mí me gustan algunas políticas públicas que se han hecho en Venezuela. Ahora bien, si la pregunta es si pienso que hay algún modelo político latinoamericano exportable a España, pues creo que eso es imposible, una barbaridad».
El 6 de diciembre, Iglesias participa en el programa La Noche en 24H, del canal 24h de TVE. El presentador, Sergio Martín, comienza la entrevista con estas palabras: «Hemos visto a Pablo Iglesias defender la salida de los presos de ETA de las cárceles. Esta semana está usted de enhorabuena, entonces…». Tres días después, el Consejo de Informativos de RTVE pide la «destitución inmediata» de Martín.
Entre tanto, una parte de la prensa empieza a escarbar en el pasado de los líderes del partido y pronto salen a la luz presuntas irregularidades, que cobran una especial significado ante la tolerancia cero predicada por Podemos con respecto a cualquier tipo de corrupción. El 17 de noviembre, El Mundo publica el contrato que el secretario de Política de Podemos, Íñigo Errejón, tenía desde marzo con la Universidad de Málaga, relacionado con un proyecto de investigación. Según el diario, Errejón, único candidato que se presentó al proyecto, «apenas dedicaría tiempo» a este trabajo, contraviniendo por tanto un contrato que establecía una jornada de 40 horas semanales, con un sueldo bruto de 1825 euros mensuales.
Errejón, que alega un «defecto de forma», niega cualquier irregularidad, y el propio director del proyecto declara que el dirigente de Podemos contaba con permiso para trabajar desde Madrid. El 4 de diciembre, no obstante, Errejón es suspendido provisionalmente de empleo y sueldo por la Universidad de Málaga, y se le abre un expediente disciplinario. Desde Podemos se insiste en que se trata de una «campaña de difamación».
El caso Monedero
Pero el mayor golpe recibido hasta ahora llegó en enero, como consecuencia del llamado «caso Monedero», relacionado con un cobro de 425.000 euros por parte del hasta ahora número tres de Podemos a varios gobiernos latinoamericanos, sin haberlo notificado al centro en el que trabaja como profesor, y empleando fórmulas fiscales (en principio legales, pero cuya ética ha sido cuestionada) para pagar menos impuestos.
Monedero, obligado por la presión interna de militantes y líderes de Podemos, tuvo que presentar una declaración complementaria para regularizar su situación con el fisco, en un escenario lleno de malentendidos y de reproches hacia el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, que deterioró su imagen de servidor público intachable y moralista. Llegó a hacer públicas sus cuentas corrientes, aunque no los contratos fruto de la polémica, y se disculpó ante sus seguidores, pero su reacción no fue muy distinta a la de otros miembros de partidos tradicionales salpicados por casos similares.
«Tic-tac, tic-tac»
El 31 de enero, Podemos recuperó impulso tras organizar un acto de autoafirmación en Madrid que, bajo el nombre de La Marcha del Cambio, logró reunir a entre 100.000 y, según los cálculos de la propia formación, 300.000 personas. En la manifestación volvieron a cobrar fuerza los eslóganes más emblemáticos del partido, incluyendo los gritos de «sí se puede» y «tic-tac, tic-tac» (en alusión a la cuenta atrás para un cambio político en España).
En su discurso, Iglesias hizo una referencia (sin mucho rigor histórico) al Dos de Mayo, y recordó todas las ocasiones en las que, desde 1808 hasta el 15-M, la Puerta del Sol ha sido protagonista de la lucha del pueblo de Madrid: «Gentes valientes y humildes, está en nuestro ADN y estamos orgullosos». «En esta Puerta del Sol soñamos, pero nos tomamos en serio nuestros sueños. Este año vamos a trabajar para que el cambio político llegue y vamos a ganar las elecciones al Partido Popular», concluyó.
La llave de Andalucía
En las elecciones autonómicas celebradas en Andalucía el pasado 22 de mayo, Podemos irrumpió en el parlamento andaluz como tercera fuerza más votada, con 15 escaños y el 14,8% de los votos (583.000). El partido, liderado por Teresa Rodríguez, se convirtió así en una de las piezas claves ante los pactos que necesitará para gobernar la líder socialista, Susana Díaz, cuya lista fue la más votada, pero quedó lejos de la mayoría absoluta (el 35,4% de los votos –120.000 votos menos que en las elecciones de 2012 y caída de cuatro puntos– y 47 escaños).
Entre las condiciones impuestas a Díaz por Podemos (y también por Ciudadanos, que consiguió 9 diputados) para un acuerdo se encontraba la renuncia a sus cargos de los expresidentes autonómicos socialistas Manuel Chaves y José Antonio Griñán, ambos imputados en el caso de los ERE, lo que ha acabado produciéndose. Podemos también ha exigido la reducción de altos cargos en la Junta y que esta Administración no trabaje con entidades financieras que promuevan desahucios de familias sin recursos. Al cierre de esta edición, ya en vísperas de la sesión de investidura, continuaban las negociaciones.
Ausentes en las municipales
Uno de los factores que los analistas incluyen entre las causas de que Podemos haya tocado techo es la decision del partido de no concurrir con su marca a las elecciones municipales que, junto con las autonómicas (donde si se presentan), se celebrarán el próximo 24 de mayo. En su lugar, Podemos se ha limitado a respaldar, en mayor o menor medida, a distintas iniciativas ciudadanos que, a modo de franquicias, han presentado candidaturas para estos comicios con diversos nombres.
La decisión fue adoptada por Pablo Iglesias en junio del año pasado con la idea de centrar todas las energías en las autonómicas, y ante el temor de que si presentaba listas en muchos municipios, con la dificultad de control que ello conlleva, se multiplicaría el riesgo de que entrara en ellas algún nombre afectado por prácticas corruptas.
El coste puede ser grande por tres razones: la oportunidad que se abre para Ciudadanos, partido que sí concurre a las municipales; la confusión que en muchos municipios pueda generar el no tener claro cuál de las muchas opciones existentes representa el proyecto Podemos, y el no haber aprovechado el refuerzo que, generalmente, supone el voto autonómico para el municipal, y viceversa.
La difícil convergencia con IU
Desde el principio ha estado abierta en Podemos la posibilidad de alcanzar acuerdos con Izquierda Unida para lograr una mayor unidad en la izquierda. Sin embargo, la estrategia de convergencia iniciada hace meses entre Podemos, IU, otras formaciones políticas, como Equo, y diversos movimientos sociales, para concurrir juntos en las próximas elecciones municipales solo ha culminado con éxito, según datos recabados por Europa Press, en cinco capitales de provincia: A Coruña, Pontevedra, Zaragoza, Bilbao y Barcelona.
Será únicamente en estas grandes ciudades, por tanto, donde IU y Podemos compartan papeleta, si bien lo harán a través de diferentes fórmulas y con el requisito de que no se identifiquen las siglas de los integrantes en el nombre de la candidatura. El caso más significativo es el de Barcelona, donde ICV, EUiA, Podemos y diferentes colectivos sociales se han puesto de acuerdo para concurrir con Barcelona En Comú, la candidatura con forma jurídica de coalición electoral que encabeza por la activista antidesahucios Ada Colau.
Madrid, sin embargo, es una de las ciudades donde las diferencias entre IU y Podemos se han hecho más patentes durante las negociaciones (principalmente a la hora de decidir la forma jurídica de la candidatura), que culminaron con la salida de IU de su candidato a la Alcaldía y su equipo, para integrarse en Ahora Madrid, ante las reiteradas negativas de la dirección de IUCM de aceptar la fórmula de «partido instrumental». En Ahora Madrid, la candidatura ciudadana que encabeza la exjueza Manuela Carmena, participan, además de militantes de Podemos, Equo y otros movimientos sociales.
La amenaza de Ciudadanos
La mayoría de las encuestas publicadas recientemente indican que una parte del electorado más moderado de Podemos estaría trasvasándose a Ciudadanos, ahora que el partido liderado por Albert Rivera ha dado el salto desde Cataluña a toda España, logrando captar la intención de voto de muchos ciudadanos que no quieren seguir apoyando a los partidos tradicionales (especialmente, al PP), pero que consideran a Podemos una opción demasiado a la izquierda.
Hasta la entrada de Ciudadanos en el tablero electoral nacional, Podemos fue capaz de atraer a muchos votantes de centro, e incluso de centro-derecha, como única alternativa contra el bipartidismo. El partido de Rivera, con propuestas más cercanas al neoliberalismo, pero igualmente crítico con la corrupción y los viejos usos del sistema, y con la ventaja, asimismo, de la novedad, ha logrado ocupar ese espacio.
Según una encuesta que publicaron el pasado 20 de abril los diarios El Periódico de Catalunya y La Razón, Ciudadanos sería ya la cuarta fuerza política en España, con el 17,7% de los votos, y por detrás del PP, que, con el 23,5% no podría gobernar en solitario, Podemos (20,1%), y el PSOE (19,1%).
¿Oportunidad o crisis?
En este contexto, la renuncia el pasado miércoles de Juan Carlos Monedero a todos sus cargos (algo que se venía a venir, aunque no antes de las elecciones) ha sido vista por algunos en el seno de Podemos como un auténtico jarro de agua fría, y como la consecuencia de la «traición» del partido a sus principios fundamentales. Para otros, sin embargo, se trata de una auténtica oportunidad para que la formación siga avanzando, sin lastres, hacia la conquista del ansiado poder político.
La dirección del partido insiste en que el debate es sano, y sostiene que la salida de su hasta ahora número 3 no cambia los planes, destacando que Monedero ha manifestado su intención de continuar «en primera línea para empujar más fuerte» desde fuera y con las bases. Iglesias ya ha manifestado que la dimisión de Monedero no va a «restar votos» a su formación, añadiendo que seguirán «trabajando para ganar» las elecciones.
El secretario general de Podemos calificó de «muy dolorosa» la salida del secretario de Programa y Proceso Constituyente, a quien se refirió como «un intelectual» que tiene que «volar», reconociendo, no obstante, que necesitan su «capacidad crítica». «Juan Carlos sigue en Podemos», recalcó. En su reunión de este lunes, la ejecutiva del partido hará una propuesta al Consejo Ciudadano sobre quién debería sustituirle.
Otro de los que considera que la marcha de Monedero no pasará factura al partido es el ahora candidato de Podemos a la Presidencia de Aragón, Pablo Echenique, quien, en declaraciones a Efe, indicó que «se debe mantener la tensión democrática» y fomentar la importancia de los círculos. También el secretario de Organización, Sergio Pascual, se ha apresurado a minimizar las consecuencias, descarta hablar de «refundación», y afirma que la dimisión no va a influir en las decisiones respecto a la campaña o la política de pactos en Andalucía. Rafael Mayoral, responsable de relaciones con la Sociedad Civil, ha afirmado por su parte que la vida política de un partido como Podemos «no es solo estar en los órganos directivos, sino también trabajar en otras esferas donde Monedero puede estar más cómodo».
En definitiva, desde dentro parecen creer que se está magnificando «la crisis Monedero» y piensan que su dimisión va a ayudar a abrir debates sobre el papel de las bases o sobre otros espacios políticos con los que hay que mantener relaciones. Así lo sugería, también a Efe, Ariel Jerez, miembro del Consejo Ciudadano estatal, quien considera que ha habido reflexiones que se han visto «en buena medida postergadas» por el «vertiginoso periodo de organización de Podemos».
«El error Vistalegre»
Menos optimistas y conciliadores, sin embargo, se muestran los integrantes más anticapitalistas de la corriente crítica. Como recuerda Álvaro Carvajal en El Mundo, muchas de las claves de este desencanto se encuentran en el artículo La centralidad es la ruptura, publicado en Público por Emmanuel Rodríguez, y en el que el autor plantea una ruptura más radical de los actuales estatutos de Podemos, que fueron impulsados por Iglesias y aprobados mayoritariamente por las bases en la Asamblea celebrada en el Palacio Vistalegre de Madrid el pasado mes de octubre:
«El error Vista Alegre debe ser reversible. El jacobinismo y el centralismo de Podemos se han levantado sobre demasiados cadáveres: el despilfarro de un esfuerzo y un potencial de inteligencia colectiva preciosos por miedo al desbordamiento interno y en aras de un blitzkrieg (una guerra relámpago) que se ha demostrado imposible. O en otras palabras, la recuperación de Podemos pasa por su refundación: una suerte de ingeniería inversa de Vista Alegre que permita una amplia descentralización y democratización interna, al tiempo que se da paso a una modalidad organizativa fundada en el protagonismo de los círculos y de direcciones colegiadas, plurales y complejas», escribe Rodríguez.
En otro artículo citado también por Carvajal, y titulado Buscando la centralidad… apareció el conflicto, Brais Fernández y Jaime Pastor mantienen que Podemos se encuentra actualmente ante dos opciones: «continuar constreñido a un campo de disputa que ya ni siquiera le va a ser rentable en lo electoral», porque los posicionamientos «vacíos» han encontrado en Ciudadanos u otras fuerzas «un formulador más creíble», o «lanzarse» a construir un verdadero cambio «vinculado no solo a las demandas sino también a las necesidades objetivas de las clases populares».