El debate sobre la posibilidad de visitar las espectaculares pinturas rupestres de Altamira ha puesto siempre sobre la mesa el gran dilema que suele surgir ante los límites de la preservación de las grandes obras de arte especialmente frágiles. ¿Hasta qué punto tiene sentido conservar la belleza si ésta no puede ser disfrutada? ¿Es razonable aceptar el peligro que, a pesar de todas las medidas preventivas posibles, puede suponer la presencia humana? ¿Acaso no fueron realizadas esas pinturas para ser contempladas? ¿O debemos, por el contrario, asumir radicalmente la responsabilidad que nos toca en el mantenimiento de una joya que ha logrado sobrevivir durante milenios?
El debate tiene, además, una vertiente mucho más prosaica si añadimos la variable puramente económica. Por muy fiel y espectacular que sea, una reproducción de las pinturas, como la que puede visitarse actualmente en la Neocueva del Museo de Altamira, nunca atraerá los mismos visitantes que la original. Y los intereses, no solo económicos, sino también políticos, son muchos.
En cualquier caso, y más allá de las consideraciones filosóficas, la discusión se centra actualmente en el terreno puramente científico: ¿Afecta la presencia humana a las pinturas o no?
Los bisontes de Altamira están acostumbrados a convivir con la polémica, al menos, desde que fueron descubiertos hace ya siglo y medio, lo que tampoco es tanto tiempo considerando que fueron creados hace más de 20.000 años.
La primera controversia, la de su autenticidad, se prolongó durante más de tres décadas, desde que la cueva fue descubierta en 1868 por Modesto Cubillas, un aparcero del naturalista santanderino Marcelino Sanz de Sautuola, a quien aquél comunicó el hallazgo, hasta principios del siglo XX, cuando, gracias a otros descubrimientos del paleolítico en la Dordoña francesa, las pinturas de Altamira obtuvieron al fin la relevancia y autenticidad que merecían, después de haber sido consideradas un fraude por muchos expertos de la época. Nunca hasta entonces se había encontrado un conjunto pictórico prehistórico de semejante importancia y extensión, y el hallazgo supuso un desafío difícil de encajar para la ciencia prehistórica del momento.
Sautuola, quien había sido el primero en reconocer la existencia de un yacimiento prehistórico en la cueva, y en identificar, en el verano de 1879, el conjunto de pinturas rupestres (gracias al descubrimiento fortuito de las mismas por su hija de diez años), murió, en 1888, sin haber visto reconocida la importancia de sus descubrimientos y estudios. La cueva de Altamira, que, junto con las francesas de Dordoña y Ariege, reúne la mayor concentración de arte parietal paleolítico de toda Europa, fue declarada Monumento Nacional en 1924, y Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1985.
Un efecto «imperceptible»
La polémica más reciente tiene que ver con su conservación, y ha supuesto una profunda división entre la comunidad científica, y entre parte de esta comunidad y las instituciones, sobre el efecto que producen las visitas en la denominada «capilla sixtina del arte cuaternario», y sobre si la presencia de público en la cueva, completamente prohibida entre 1977 y 1982, y desde 2002 hasta 2014, supone o no un peligro para las pinturas.
Tras un año en el que la cueva volvió a abrirse con las llamadas visitas experimentales (entre febrero de 2014 y febrero de 2015), el Patronato del Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira anunció esta semana que este tipo de visitas se reanudarán, siguiendo las recomendaciones del informe elaborado por la comisión de seguimiento del Plan de Conservación Preventiva de la cueva. De acuerdo con este estudio, la presencia humana en la cavidad no es «significativa» y su incidencia en la conservación de las pinturas rupestres resulta «imperceptible».
Esta decisión, sin embargo, ha sido adoptada en contra de la opinión de expertos como los del Departamento de Prehistoria de la Universidad Complutense de Madrid, quienes han advertido de la «clara amenaza a la conservación» de la cueva que implican estas visitas experimentales, basándose en una investigación que el propio Ministerio de Cultura encargó al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) cuando decidió cerrar la cueva en 2002.
Estas son, en 10 preguntas y respuestas, las claves de la polémica y de cómo será a partir de ahora el régimen de visitas a la cueva.
1. ¿Cómo serán las visitas?
Las visitas se reanudarán después de Semana Santa, y continuarán limitadas a cinco personas, un solo día a la semana (en principio, los viernes). Los visitantes se seguirán seleccionando por sorteo entre quienes acudan al Museo de Altamira, en Santillana del Mar, el mismo día de la visita, si bien no se descarta buscar más adelante otra fórmula.
Acompañados por dos guías, los visitantes permanecerán en la cavidad un total de 37 minutos, de los cuales pasarán solo 10 minutos en la Sala de Polícromos (la que alberga las pinturas más importantes y emblemáticas).
En las visitas experimentales autorizadas hasta ahora, un total de 250 entre el 27 de febrero de 2014 y el mismo día de 2015, una hora antes de la entrada a la cueva los visitantes extraían de modo aleatorio cinco formularios de una urna, mediante los que se decidían los elegidos.
Para acceder a la cavidad, es necesario vestir monos desechables, gorro, guantes, mascarillas y calzado especial. También deben seguirse unos protocolos muy estrictos: no se permite el contacto con la roca ni la toma de imágenes.
El precio actual de la entrada al conjunto del Museo es de 3 euros (gratuita los sábados desde las 14.00 horas, y los domingos todo el día).
2. ¿Cuánto tiempo se mantendrá este régimen?
A diferencia de lo acordado hace un año, en esta ocasión el Patronato no se ha fijado una fecha límite para las visitas, que se mantendrán mientras continúe el Plan de Conservación Preventiva, cuyo carácter es indefinido. No obstante, si se observaran cambios en las condiciones de estabilidad de la cueva, podría suspenderse el acceso.
3. ¿Cómo y por qué se ha adoptado esta decisión?
La decisión de reanudar las visitas experimentales, anunciada el pasado jueves, ha sido adoptada de forma unánime por el Patronato del Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira, a propuesta de la Comisión de Seguimiento del Plan de Conservación. Esta Comisión ha basado sus conclusiones en un informe elaborado a partir de estudios científicos realizados a lo largo de los dos últimos años, según los cuales «la presencia humana no es significativa» para la conservación de la cavidad.
En este sentido, y según explicó el presidente de Cantabria, Ignacio Diego, «no existe alteración de las condiciones de la cueva, hay ausencia de afección a las pinturas y, por ello, la Comisión propone al Patronato continuar, dentro del Plan de Conservación, con las visitas controladas».
4. ¿Qué dice exactamente el informe?
El informe a cuyas conclusiones remite el Patronato, de 2.500 páginas, señala que «los procesos de pérdida de pigmento están relacionados con varios factores: el caudal de infiltración y condensación, composición del agua, relieve del soporte y relación con la red de fracturas», y añade que «durante este programa no se ha detectado ninguna relación evidente causa-efecto entre la presencia de investigadores y visitantes en la Sala de Polícromos y la pérdida de pigmento».
Sería por tanto el agua, y no el aire (que puede alterarse por la presencia humana, a través de la respiración), el mayor peligro para Altamira, una cueva que, por otra parte, depende mucho de las condiciones ambientales, al ser poco profunda.
5. ¿Quiénes han elaborado el informe?
El comité de expertos que ha estado trabajando en Altamira durante dos años está formado por un total de 43 personas, bajo la dirección de Gaël de Guichen, ingeniero químico de la Universidad de Lausanne, en Francia, encargado durante dos años de la conservación de la cueva francesa de Lascaux, y considerado uno de los principales expertos en preservación de arte rupestre.
En una entrevista al diario El País publicada el pasado mes de septiembre, De Guichen indicaba que «hemos medido 30 veces el impacto de los visitantes sobre la humedad, la temperatura, sobre el aire, sobre el CO2. En todos los casos, la cueva absorbe ese impacto en una hora. La variación en la temperatura es de 0,2 grados. Si fuese por ese impacto, habría que sellar Altamira, pero también el Prado, el Louvre y la Capilla Sixtina».
6. Si la presencia humana no es nociva, ¿por qué se limitan las visitas?
Según explicó esta semana el secretario de Estado de Cultura, José María Lassalle, de momento se ha optado por la «prudencia» y por prorrogar sólo el régimen de visitas aplicado el último año para «no agregar daño a la fragilidad de la cueva».
El director del Instituto del Patrimonio Cultural de España y coordinador de la comisión de seguimiento, Alfonso Muñoz, precisó que la afección de las visitas en las condiciones actuales es «imperceptible» para las pinturas y «seguramente es posible ampliarlas». Pero destacó que la comisión ha preferido ser «muy prudente» y mantener el mismo régimen aplicado en el último año, aunque quepa la posibilidad de hacer otra recomendación en el futuro desde la comisión, que se reúne cada cuatro meses.
7. ¿Qué argumentan los científicos que se oponen a las visitas?
En una carta remitida a la UNESCO el pasado mes de diciembre, cuando aún estaba funcionando el régimen de visitas experimentales, el departamento de Prehistoria de la Universidad Complutense de Madrid advirtió de la «clara amenaza a la conservación» de la cueva de Altamira que suponen estas visitas, y alertó de los peligros que implican para la cueva lo que calificaba de «decisiones políticas». El programa experimental diseñado por el Ministerio de Cultura, indicaban los científicos, «pone en peligro un legado frágil de suma importancia para la comprensión de la sociedad paleolítica».
Según señalaba la declaración, firmada por el director del mencionado departamento, Jesús Álvarez, y por 16 miembros (catedráticos y profesores) de éste, «puesto que ni la evidencia científica ni el número de visitantes previstos apoyan la apertura de la cueva, solo queda reconocer que son la presión política y las posiciones electoralistas las motivaciones que subyacen a las acciones adoptadas por el Ministerio de Cultura de España».
Los autores del escrito justificaban sus argumentos en los resultados de una investigación encargada por el propio Ministerio de Cultura al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) cuando se decidió cerrar la cueva al público, en el año 2002. Este estudio se llevó a cabo durante diez años, y concluyó que la presencia humana y la iluminación que ésta requiere «dañan la pintura perceptiblemente», y que, por lo tanto, «la cueva debe permanecer cerrada».
Según el Departamento de la Complutense, Cultura se había negado a publicar el informe completo del CSIC y, «en contra de lo recomendado», ha promovido «en todos los sentidos» la apertura de la cueva, encargando un estudio «a la carta», el informe en el que se basa ahora el Patronato para mantener las visitas experimentales.
Con respecto al director de este segundo informe, Gaël de Guichen, los autores de la declaración enviada a la UNESCO critican que su conocimiento sobre arte rupestre prehistórico «no se ha reflejado en publicaciones en revistas científicas», y destacan que «ha declarado en muchas ocasiones que está a favor de la apertura de todo tipo de monumentos al público y ha colaborado con los políticos que promueven este tipo de visitas». El departamento de la Complutense añade que, «por lo tanto, su posición estaba predeterminada a favor de la apertura de la cueva a los visitantes. En otras palabras, el Ministerio optó por un experto de confianza, que dijera lo que se quería oír».
Las quejas apuntan también al Patronato, al denunciarse que «los políticos locales han ejercido presión sobre los medios de comunicación, exigiendo la apertura de la cueva», y que varios de ellos pertenecen al propio Patronato de Altamira, el organismo que decide sobre el funcionamiento de la cueva y el museo. Los científicos recuerdan que a menudo se pone de manifiesto que la posibilidad de visitar la cueva incrementaría el turismo y socializaría el patrimonio histórico, sin afectar negativamente a las pinturas, algo que, de acuerdo con el informe del CSIC, contradice «los datos estrictamente científicos».
8. ¿Cómo respondieron las autoridades?
Tras la publicación de la carta enviada a la UNESCO, el Ministerio de Cultura indicó en un comunicado que su «prioridad» es la «salvaguarda» y el «conocimiento» de la cueva de Altamira, y aseguró que, aunque en los estudios científicos han analizado el impacto de la presencia humana, no por ello se podía deducir que estuvieran dirigidos a abrir la cavidad al público.
El Ministerio defendió que, tras la realización del programa de investigación y con el plan de conservación preventiva implantado, «el conocimiento de este bien cultural y las garantías para su conservación son mayores que nunca». Además, sostuvo que el programa de investigación «ha ampliado enormemente el conocimiento» sobre la cueva. Cultura destacaba asimismo que los estudios realizados, «en lugar de centrarse en uno o dos aspectos, como en otros anteriores, han contemplado, además de la microbiología, los aspectos medioambientales, el soporte pétreo, el estado de los pigmentos, el impacto de la presencia humana y el valor social y económico de este bien cultural». Añadía que se «ha interrelacionado los datos obtenidos en cada una de estas áreas, obteniendo un conocimiento mucho más amplio y profundo que el que se tenía anteriormente».
Cultura recordó, por otra parte, que en el programa de investigación para la conservación de Altamira participaron unos cincuenta especialistas procedentes distintas instituciones: el Instituto del Patrimonio Cultural de España, la Subdirección General de Museos Estatales, el Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y las Universidades de Cantabria, País Vasco, Complutense de Madrid, y Alcalá de Henares.
Y con respecto al informe elaborado por el CSIC, Cultura indica que actualmente está publicado en la web del Ministerio y que está disponible para todos los usuarios en la biblioteca del Instituto del Patrimonio Cultural de España (IPCE).
Por su parte, el presidente de Cantabria y del Patronato de Altamira, Ignacio Diego, consideró que la carta del departamento de Prehistoria de la Universidad Complutense es una «opinión» y resulta «irrespetuosa» con los investigadores de ese programa: «Me parece absolutamente irrespetuosa. No conmigo o con el Patronato, me parece irrespetuosa con sus colegas investigadores», dijo, añadiendo que «es una opinión que yo respeto, pero por encima de esa opinión respeto muchísimo más las horas de trabajo, las horas de discusión, la elaboración de conclusiones científicamente apoyadas en el conocimiento de esas personas».
9. ¿Quién forma el Patronato de Altamira?
El denominado originalmente Consorcio para Altamira fue creado en 1997, integrado por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, la Diputación Regional de Cantabria, el Ayuntamiento de Santillana del Mar y la Fundación Marcelino Botín.
El actual Patronato está presidido por el presidente de Cantabria, Ignacio Diego. En su última reunión se designó a la presidenta del Banco Santander, Ana Patricia Botín, como vicepresidenta, un cargo que quedó vacante tras el fallecimiento de su padre, Emilio Botín, en septiembre de 2014. Ocupará este cargo a propuesta conjunta del Ministerio de Cultura y el Gobierno de Cantabria. Asimismo, se nombró vocal de este órgano al presidente de la Fundación Botín, Javier Botín.
10. ¿Ha habido excepciones en el régimen de visitas?
Sí. El año pasado, un reducido equipo de filmación (dos cámaras) accedió a la cueva durante varios días para rodar el documental El maestro de Altamira, dirigido por José Luís López Linares.
El rodaje se llevó a cabo entre medidas de seguridad muy estrictas, y con el control constante de parámetros como la temperatura y los niveles de CO2, humedad y presión atmosférica, que fueron monitoreados en tiempo real.
Altamira, en cifras
- 20.000 años han pasado desde que fueron realizadas las pinturas en la cueva de Altamira. Se cree que el lugar fue abandonado por sus últimos moradores hace unos 14.000 años.
- 270 metros de largo mide la planta de la cueva, dividida en dos tramos acodados, a lo largo de los cuales se ha datado un yacimiento de ocupación, hallazgos mobiliarios y las obras de arte rupestre en todo el recorrido. Correspondiente a las culturas Solutrense y Magdaleniense, la estructura de la cueva consta de tres zonas: un vestíbulo con luz natural habitado desde comienzos del Paleolítico Superior, la Gran Sala de los Polícromos y otras salas y corredores con manifestaciones artísticas de menor importancia.
- 260 pinturas y grabados existen en toda la cueva. El conjunto más importante se encuentra en el techo de la Sala de los Polícromos, a unos 30 metros de la entrada. La bóveda, de 18 metros de largo por 9 de ancho, contiene más de 30 figuras, siendo el bisonte el animal más representado, junto con caballos, jabalíes y ciervos. Las figuras polícromas, rojas y negras, se superponen entre sí adaptándose a los salientes de la roca, subrayando la sensación de relieve.
- 8.500 personas podían visitar la cueva cada año cuando fue reabierta en 1982.
- 16,3 hectáreas ocupa la réplica de la cueva, conocida también como nueva Altamira, y cuya primera piedra se colocó el 29 de octubre de 1997. El conjunto está integrado por la zona protegida alrededor de las cuevas y por un Museo Nacional y el Centro de Investigación, dotado de sala de exposiciones, conferencias y un taller de restauración. El complejo Altamira, inaugurado el 17 de julio de 2001, alberga lo que ya se conoce como «neocueva», una superficie de 620 metros cuadrados en la que, a tamaño natural, se reproducen la entrada y el interior de la Sala de los Polícromos. Las pinturas, obra de los especialistas Matilde Músquiz y Pedro Saura, se realizaron con las mismas técnicas pictóricas y materiales de los hombres prehistóricos: carbón vegetal, colorantes minerales y agua, y se extienden a lo largo de los 270 metros cuadrados de techo, al igual que la original.
- 250 personas visitaron las cuevas en las visitas experimentales realizadas entre febrero de 2014 y febrero de 2015.
Las fechas clave del yacimiento
- 1868. Descubrimiento de la cueva de Altamira, en Santillana del Mar, Cantabria, por Modesto Cubillas, aparcero del naturalista santanderino Marcelino Sanz de Sautuola.
- 1879. Identificado el conjunto de pinturas rupestres, gracias al descubrimiento de las mismas por la hija de Sanz de Sautuola, de diez años de edad.
- 1880. Sautuola publica el primer trabajo que trata sobre Altamira.
- 1888. Fallece Sautuola y hasta principios del siglo XX no son reconocidos los hallazgos del paleolítico.
- 1917. La cueva de Altamira se abre al público.
- 1924. La cueva es declarada Monumento Nacional por decreto ley y se convierte en uno de los lugares más visitados de España.
- 1970. Se alerta del paulatino deterioro de las pinturas rupestres tras la transformación de su microclima.
- 1976. Una comisión investigadora creada por la Dirección General de Bellas Artes reafirma el deterioro del conjunto pictórico.
- 1977. El 1 de octubre la cueva de Altamira se cierra por primera vez al público.
- 1979. El Ministerio de Cultura asume la gestión de Altamira.
- 1982. Altamira se reabre al público con un cupo limitado de visitas.
- 1985. Declarada por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad.
- 1994. Se aprueba el anteproyecto de réplica de la cueva de Altamira que realiza el arquitecto santanderino Juan Navarro Baldeweg.
- 1997. Se crea el Consorcio para Altamira.
- 2001. El 17 de julio se inaugura el Museo Nacional y Centro de Investigación Altamira que contiene la réplica de la Sala de los Polícromos y que está situado a unos 300 metros de la cueva original.
- 2002. Se suspenden las visitas a Altamira, tras detectarse en su interior microorganismos que deterioraban las pinturas.
- 2008. La UNESCO amplía la declaración de Patrimonio de la Humanidad de Altamira a otras 17 cuevas con arte rupestre paleolítico de Asturias, Cantabria y el País Vasco.
- 2010. El 8 de junio, el nuevo Patronado de Altamira decide reabrir la cueva al público, con restricciones. El 16 de diciembre, el Patronato decide constituir un grupo internacional multidisciplinar para fijar «las condiciones» que permitan compatibilizar la conservación de la cueva y las visitas del público.
- 2012. El 3 de agosto el Patronato aprueba un programa de investigación con cuyas conclusiones se decidirá si es posible establecer un régimen de acceso a esta cueva o si debe continuar cerrada al público.
- 2014. El 27 de febrero se inician las primeras visitas experimentales a la cueva de cinco personas más un guía.
- 2014. El 12 de septiembre el Patronato decide continuar hasta febrero de 2015 con el régimen de visitas experimentales a la cueva, para ampliar estudios iniciados hace seis meses y determinar el impacto de la presencia humana en sus pinturas rupestres.
- 2015. El 26 de marzo el Patronato anuncia que, basándose en las conclusiones de los estudios científicos, mantendrá las visitas experimentales a la cueva de forma indefinida.