Estados Unidos celebra este martes día 8 elecciones legislativas, unos comicios que decidirán la nueva composición de las dos cámaras del Congreso (la Cámara de Representantes, o Cámara Baja; y el Senado, o Cámara Alta), y que determinarán por tanto el margen de maniobra que tendrá Joe Biden durante el resto de su actual presidencia. Las legislativas se celebran cada dos años, por lo que tienen lugar a medio mandato. Son consideradas por ello, además, una oportunidad para que los votantes se pronuncien, aunque sea indirectamente, sobre la labor presidencial.
En 36 estados se celebrarán además votaciones para elegir gobernadores y secretarios estatales. Estos últimos son los encargados de ratificar el recuento de votos en las elecciones presidenciales, una labor crucial, a la vista de lo ocurrido en los últimos comicios.
Biden lleva semanas intentando convencer a los votantes de que estas serán unas elecciones decisivas en temas clave como el aborto, las armas o el matrimonio igualitario, sobre los que ha prometido legislar a nivel federal si logra conseguir mayorías suficientes en el Congreso. «Estas son las elecciones de medio mandato más importantes de nuestras vidas. Y eso no es una hipérbole. Van a dar forma a cómo será este país durante la próxima década o más. No es una broma», dijo el presidente hace una semana, al votar por adelantado en Delaware, su estado natal.
El presidente ha llegado a decir, varias veces, que «la democracia está en peligro», durante una campaña que tanto el actual mandatario como su antecesor, Donald Trump, han convertido en una especie de continuación de los comicios de 2020, y en un adelanto de lo que puede pasar en los de 2024.
Biden ha arremetido contra los candidatos apoyados por Trump —a los que llama «republicanos MAGA», acrónimo de «Make America Great Again» (Hagamos a Estados Unidos grande de nuevo), el eslogan de campaña y de la presidencia de Trump— y ha definido los comicios como «una batalla por el alma» de EE UU.
«Esta es una elección entre dos visiones diferentes de Estados Unidos», dijo Biden este domingo en Filadelfia, durante un mitin multitudinario en el que apareció junto al expresidente Barack Obama, y en el que el mensaje principal fue pedir a los ciudadanos que voten. Unos 36 millones de personas ya lo han hecho por adelantado, pero los demócratas necesitan lograr una alta participación para ganar las batallas claves.
Trump, vivito y coleando
Por su parte, Trump, que sigue siendo el líder de Partido Republicano, ha jugado durante la campaña un papel cuya intensidad no tiene prácticamente precedentes.
Históricamente, los expresidentes suelen adoptar un perfil político bajo tras dejar la Casa Blanca. Trump, sin embargo, sigue sin reconocer su derrota frente a Biden, ha continuado propagando sus mentiras sobre fraude electoral, ha recaudado millones de dólares para los candidatos que le son fieles y, lo más importante, ha ido dejando cada vez más claras sus intenciones, adelantando que «muy probablemente» volverá a ser candidato en las presidenciales de 2024.
Estas elecciones serán, además, las primeras que celebra el país desde el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021, cuando una turba de seguidores de Trump irrumpió en el Congreso para impedir que se ratificara la victoria de Biden. Es una herida que aún no ha acabado de cicatrizar, en un contexto en el que se ha disparado la polarización ideológica.
A mediados de octubre, el grupo de expertos Soufan Group alertaba en un informe sobre la posibilidad de un nuevo estallido de violencia política durante estas elecciones legislativas, debido a la situación de «hiperpartidismo» que, señalaban, atraviesa el país, alimentado en particular por redes sociales de ultraderecha. Este estado de crispación alcanzó su máxima expresión en el ataque sufrido el 28 de ese mes por Paul Pelosi, el esposo de la presidenta de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi.
Soufan describió la situación actual como resultado de multitud de temas de discordia entre demócratas y republicanos durante los dos primeros años de la administración Biden, incluyendo la histórica decisión del conservador Tribunal Supremo contra el aborto, la lucha contra la pandemia, la crisis económica derivada de la guerra de Ucrania (en especial la subida de la inflación), los procesos judiciales contra los participantes en el asalto al Capitolio, o la investigación abierta contra Trump.
En este contexto se ha vuelto especialmente complicado llegar a pactos que hagan posible que una formación apruebe nuevas leyes, a menos que ostente tanto la presidencia como el liderazgo de las dos cámaras.
Así, si los republicanos recuperan el poder legislativo pueden obstaculizar los intentos de la Administración demócrata de Biden de sacar adelante nuevas propuestas. Ya han avisado de que se plantean utilizar una potencial mayoría para impulsar una avalancha de investigaciones, entre ellas una sobre las razones del registro de la mansión de Trump en Florida, y no descartan incluso la puesta en marcha de un juicio político (impeachment) contra el actual presidente.
Qué está en juego
La Cámara de Representantes se renueva íntegramente cada dos años. Sus 435 escaños se reparten en función de la población de cada uno de los estados (California, el más poblado, cuenta con 52 congresistas; Wyoming, el de menos habitantes, con solo uno).
Actualmente, los demócratas controlan este órgano legislativo gracias a sus 220 escaños, ocho más que los republicanos, lo que permite al partido de Biden aprobar sin problemas cualquier proyecto, o incluso impulsar iniciativas como la investigación por el asalto al Capitolio.
El Senado, por su parte, se renueva por tercios, con dos escaños por estado, independientemente de su población. Cada senador obtiene un mandato de seis años y, en esta ocasión, están en juego 35 escaños procedentes de un total de 34 estados.
La Cámara Alta, que tiene entre sus competencias avalar o tumbar cargos públicos o jueces nombrados por el presidente, está actualmente dividida, con 50 escaños para cada uno de los dos grandes partidos. Sin embargo, técnicamente, está controlada por los demócratas, ya que el voto de desempate recae en la Presidencia del Senado, ejercida por la ‘número dos’ de Biden, la vicepresidenta del país, Kamala Harris.
Controlar al menos una de las cámaras es clave para cualquiera de los dos grandes partidos, ya que permite promover una agenda legislativa propia u obstaculizar la del contrario. El presidente, no obstante, tiene margen para promulgar o vetar las leyes que emanen del Congreso.
Qué puede ocurrir
Tradicionalmente el partido en la Casa Blanca se ve penalizado en las elecciones de medio mandato, y esta vez no parece ser una excepción: tras un inicio de campaña optimista para el bando demócrata, la balanza en los sondeos se ha ido inclinando cada vez más en favor de los republicanos, espoleados, más allá de las llamadas ‘guerras culturales’, por una campaña centrada en culpar a las políticas demócratas de la inflación desbocada que sufre el país.
La media ponderada de encuestas elaborada por la web FiveThirtyEight otorga a los demócratas un 45% de posibilidades de mantener su ventaja en el Senado y solo un 16% de hacerlo en la Cámara de Representantes.
El escenario más probable apunta, por tanto, a una victoria republicana en la Cámara de Representantes. De ser así, Biden y sus seguidores perderían capacidad para promover algunas de las medidas que han prometido impulsar, como una ley federal para el derecho al aborto, salvaguardar el matrimonio entre personas del mismo sexo, o introducir nuevos controles a la venta de armas de asalto.
El Partido Republicano, además, lograría revertir la tendencia de las últimas elecciones en un contexto clave, previo a las presidenciales de 2024, y contaría con uno de sus miembros como tercera máxima autoridad del país. El actual líder de la minoría en la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, es la opción más probable para presidir el órgano.
Mientras, en el Senado, los demócratas tienen, en principio, más opciones de conservar el control, aunque todo indica que no habrá grandes desequilibrios en favor de ninguna de las dos partes.
Si los republicanos diesen la sorpresa y controlasen también la Cámara Alta, se complicaría la estabilidad política de Biden, al que solo le quedaría recurrir a la herramienta del veto y esperar una suerte mejor a dos años vista. Sin ninguna de las dos cámaras bajo su control, el presidente estaría abocado a centrarse en temas que no dependan tanto del aval del Congreso, como propuestas en política exterior, si quiere dejar algún legado de calado en sus últimos años o reforzar su campaña de cara a la potencial reelección en las presidenciales de 2024.
Los estados clave
Pensilvania, Nevada, Georgia, Ohio, Arizona, Michigan y Wisconsin ocuparán la atención en la noche electoral.
La carrera será particularmente dura en Arizona, Georgia o Pensilvania. En Georgia, Raphael Warnock y Herschel Walker están empatados en intención de voto al 48% para el Senado. Lo mismo ocurre en Arizona, donde el demócrata Mark Kelly saca ventajas de apenas entre uno y dos puntos al republicano Blake Masters.
En Pensilvania, todo apunta a que el «gigante» John Fetterman, demócrata, obtendrá la victoria sobre el candidato republicano, el cirujano y presentador de televisión Mehmet Oz, un candidato emergido, como Walker, al calor del trumpismo. Pero no es descartable un vuelco.
Pensilvania, que podría determinar qué partido controla el Senado, tiene además un gran significado simbólico: Obama ganó este estado en los comicios de 2008 y 2012, Trump se lo arrebató a los demócratas en 2016, y Biden lo recuperó en 2020.
Aborto, armas, marihuana…
Al margen de las elecciones legislativas, en 36 estados se celebrarán votaciones para elegir gobernador y multitud de cargos estatales y locales, entre ellos las mencionadas Secretarías de Estado.
Los sondeos pronostican suertes diversas para los partidos: los demócratas pueden recuperar Masachusets y Maryland y los republicanos Nevada, Wisconsin e incluso Oregón, donde la irrupción de un tercer candidato ha marcado la carrera.
También habrá elecciones locales en decenas de ciudades, mientras que se someterán a votación más de un centenar de medidas de ámbito estatal.
En varios estados se votarán propuestas que pueden restringir el derecho al aborto tras el histórico fallo del Tribunal Supremo en su contra (California, Míchigan y Vermont buscan blindar su acceso, mientras que Kentucky y Montana quieren limitarlo más aún), y la lista total incluye iniciativas sobre las armas, el juego, la marihuana (cinco estados plantean su uso con fines recreativos), o la prohibición de la llamada «servidumbre impuesta» como castigo, un punto que afecta a las personas encarceladas y al trabajo que en ocasiones efectúan en prisión sin remuneración a cambio.
Con información de Efe y Europa Press