Más de dos siglos después de que los cañones ingleses enviaran al fondo del mar la fragata española Nuestra Señora de la Mercedes, una buena parte del tesoro que la nave traía desde Lima llegará finalmente a su destino, tras cinco años de litigio con la empresa que lo encontró, la estadounidense Odyssey Marine Exploration.
Las valiosas telas de vicuña y el cargamento de quina y canela que transportaba también el barco se perdieron para siempre, al igual que las vidas de los 249 marineros que fallecieron en la batalla, pero las más de medio millón de monedas de plata y oro que Odyssey consiguió extraer del fondo marino, el mayor tesoro jamás encontrado bajo el agua, cruzarán de nuevo el Atlántico, esta vez desde Estados Unidos, para ser estudiadas, restauradas y, finalmente, expuestas al público en España.
Según decretó el juez Mark Pizzo, del Tribunal Federal de Tampa (Florida, EE UU), el próximo viernes, 24 de febrero, el Gobierno español podrá hacerse finalmente con la custodia del tesoro, que ha sido valorado en unos 500 millones de dólares (380 millones de euros). Antes, una comisión técnica española viajará a Tampa este lunes para, a partir del martes, inspeccionarlo, catalogarlo y, en función del examen, decidir cuándo organizar su traslado. Esta comisión estará formada por seis técnicos especialistas de los museos de Arqueología y de Arqueología Subacuática de Cartagena, junto con representantes de la Subdirección General de Protección del Patrimonio Histórico. Hasta entonces el tesoro estará custodiado por la policía judicial estadounidense, a petición de España.
Estas son las claves una historia que comenzó hace 207 años con una derrota en una batalla naval, y está a punto de culminar ahora con una victoria en otra batalla, esta vez, legal.
‘La Mercedes’
El navío Nuestra Señora de las Mercedes, una fragata perteneciente a la Armada española, fue botada en el puerto de La Habana en 1786 y formaba parte del convoy que cubría la ruta comercial entre España y sus colonias de América, una ruta continuamente amenazada por los barcos del Reino Unido. Iba armada con 36 cañones y llevaba a bordo 300 tripulantes.
La historia de ‘La Mercedes’ está ampliamente documentada en testimonios bibliográficos y documentales, incluyendo tres legajos del Archivo de Indias que detallan la carga del navío. El barco emprendió su viaje desde El Ferrol el 27 de febrero de 1803 con la orden de traer a España «los caudales y efectos de la Real Hacienda que hubiese prontos en aquella América». Atravesando el Cabo de Hornos, la nave llegó al puerto del Callao, en Lima, en marzo de 1804 y, al mes siguiente partió rumbo a Montevideo, donde formó una escuadra con otras tres fragatas de guerra: ‘La Clara’, ‘La Fama’ y ‘La Medea’. La flota zarpó de la actual capital uruguaya con destino a Cádiz en agosto de 1804.
Dinero para Napoleón
Parte del cargamento gubernamental de ‘La Mercedes’ estaba destinado a cumplimentar una alianza definitiva entre la España de Godoy y Carlos IV y la Francia napoleónica, ya iniciada con la firma en 1803 del Tratado de Subsidios. El acuerdo obligaba a España a pagar al gobierno francés «con el fin de mantener la neutralidad», según un informe del Centro de Arqueología Subacuática de Andalucía que ha sustentado científicamente los argumentos del Estado español contra Odyssey. Con Francia y Gran Bretaña enzarzadas ya en un clima de tensión prebélico, el trato con Napoléon había puesto a España en la diana de Londres.
El Pearl Harbour español
A las nueve y cuarto de la mañana del 5 de octubre de 1804, cuando navegaba ya muy próxima a su destino, cerca de las costas portuguesas del Algarve, ‘La Mercedes’ fue alcanzada de lleno por un cañonazo del barco inglés HSM Amphion. En el combate y posterior naufragio murieron 249 marineros. Los 51 supervivientes, entre ellos el teniente de navío Pedro Afán de Rivera, fueron hechos prisioneros y trasladados al Reino Unido. Las otras fragatas que conformaban la flota española fueron capturadas y trasladadas también a Inglaterra meses después.
El ataque tuvo como consecuencia el final del ya frágil acuerdo de paz entre Gran Bretaña y España, y fue el preludio de la Batalla de Trafalgar. El hecho de que se produjese sin declaración de guerra previa, que causase un gran número de muertos y que condujese finalmente a un conflicto bélico llevó al Gobierno español a compararlo, durante el litigio con Odyssey, con el ataque japonés a Pearl Harbour, que desencadenó en 1941 la participación de EE UU en la Segunda Guerra Mundial.
Proyecto Cisne Negro
En mayo de 2007, los arqueólogos submarinos de la empresa «caza tesoros» estadounidense Odyssey Marine Exploration descubren, en la zona del golfo de Cádiz, a más de 1.100 metros de profundidad, el pecio de ‘La Mercedes’. En su interior se escondía el mayor tesoro encontrado hasta ahora en el fondo del mar: alrededor de 595.000 monedas(reales de a ocho y escudos con la efigie del monarca español Carlos IV, acuñados en Lima en 1803), la mayoría de plata, y otra serie de objetos.
En una operación que Odyssey bautizó como «Black Swan Project» (Proyecto Cisne Negro), un moderno robot sumergible y teledirigido extrajo más de 500 trozos de fango solidificado del fondo marino, con miles de monedas en cada uno de ellos. El tesoro, casi 17 toneladas, fue transportado desde Gibraltar, a bordo de un un Boeing 757, hasta una ubicación segura de dirección desconocida en Florida, EE UU.
Nick Bruyer, un experto de monedas antiguas contratado por Odyssey que examinó una muestra de 6.000 monedas del naufragio, dijo sobre el descubrimiento: «Creo que [lo encontrado] no tiene precedentes… No conozco nada comparable a esto».
Jugando al gato y al ratón
Inicialmente, Odyssey alegó que estaba buscando el pecio del Sussex, un barco de bandera británica hundido en 1694. Sin embargo, tras poner el tesoro a buen recaudo en Florida, la empresa cambió la versión de los hechos, afirmando que el hallazgo provenía de otro barco británico, el Merchant Royal, que se hundió a 40 millas de la costa de Cornualles (Reino Unido) en 1641.
Tras el anuncio del descubrimiento del tesoro, el Ministerio de Cultura español alerta a la Guardia Civil, que abre una investigación, y el 30 de mayo de 2007 España presenta la primera demanda contra Odyssey ante un tribunal federal de Tampa (Florida).
La empresa insiste en que la operación de rescate no se desarrolló en aguas territoriales españolas y se niega a dar más información sobre el hallazgo, incluyendo datos solicitados por el Gobierno español, como la localización exacta del yacimiento y el número de piezas extraídas. España habla de «delito contra el patrimonio histórico español» y de «contrabando». Comienza la batalla legal.
En los tribunales
Después de haber solicitado sin éxito a Odyssey y al Gobierno español que llegasen a un acuerdo, el juez de Tampa encargado del caso, Mark A. Pizzo, ordena en enero de 2008 a Odyssey que proporcione a España información detallada sobre el tesoro y el buque, y que permita a las autoridades españolas examinar los objetos extraídos.
La información que suministra la empresa es considerada insuficiente por el Gobierno español, y el juez le da a Odyssey un plazo de 30 días para que facilite el nombre real del ‘Cisne Negro’, permitiéndole conservar la confidencialidad sobre los planos del lugar donde se encuentra el barco, las fotografías del lecho marino y otras imágenes.
En mayo de ese mismo año España afirma que el navío del ‘caso Odyssey’ es la fragata Nuestra Señora de las Mercedes, pero Odyssey mantiene que no hay pruebas suficientes. España presenta sus evidencias, argumenta que los restos del navío pertenecen a un cementerio marino y que se encuentran protegidos por la Ley de Inmunidad de Soberanía Extranjera, y acusa a Odyssey de haber excavado en secreto.
De recurso en recurso
El 3 de junio de 2009 el juez Pizzo dictamina que el tesoro debe ser devuelto a España, dado que el naufragio corresponde, efectivamente, a la fragata Nuestra Señora de las Mercedes, y que la carga está sometida, por tanto, a la inmunidad soberana.
Odyssey reclama, pero en septiembre de ese mismo año, otro juez, Steven D. Marryday, también del distrito federal de Tampa, le vuelve a ordenar que devuelva a España el tesoro. La empresa recurre entonces ante el Undécimo Tribunal de Apelaciones de Atlanta, que desestima también su demanda, como volverá a hacer, el 31 de enero de 2012 ante un nuevo recurso interpuesto por la compañía.
Odyssey quemó su último cartucho acudiendo al Tribunal Supremo de EE UU con un recurso de urgencia en el que pedía que se suspendiese la ejecución de la sentencia, pero el alto tribunal también lo rechazó.
El pasado 14 de febrero, finalmente, el Tribunal de Tampa recibe la orden de convocar a las partes para fijar una audiencia en la que se establezca el plazo y procedimiento de entrega.
Pagar por la custodia
Una vez perdidas las posibilidades de mantener el tesoro en su poder, Odyssey intentó, al menos, cobrar por haberlo guardado durante todo este tiempo, y reclamó al Estado español unos 412.000 dólares (algo más de 313.000 euros), en concepto de custodia.
La moción presentada por la compañía estadounidense indicaba que, como «custodia legis», había desembolsado ya unos 227.000 dólares (172.000 euros) a Numismatic Guaranty Corporation (NGC), la empresa encargada por Odyssey para la «conservación del cargo», incluyendo el tratamiento y mantenimiento de las monedas y las piezas.
De acuerdo con Odyssey, se debe todavía a NGC unos 185.000 dólares y «el total de gastos pagados o por pagar en concepto de ‘custodia legis’, a fecha de 3 de noviembre de 2011, es de 412.814 dólares».
El recurso fue denegado por el Tribunal Federal de Tampa el 17 de febrero.
Los argumentos
La reclamación de Odyssey se ha sustentado siempre en que ‘La Mercedes’ no navegaba en misión militar cuando fue hundida en 1804, sino en misión comercial, por lo que, según la empresa, la carga no estaba sujeta al principio de inmunidad soberana.
Al final, sin embargo, en todos los recursos presentados han prevalecido los argumentos del Estado español: Desde el Tribunal del Distrito de Florida hasta la Corte de Apelaciones de Atlanta y el Tribunal Supremo, todas las instancias judiciales estadounidenses han rechazado la versión de Odyssey, al considerar que la fragata era un buque de Estado, militar, que viajaba bajo bandera española en una misión ordenada por el rey cuando fue cañoneado por ingleses.
La historia sobre la mesa
Un aspecto central en la victoria de España, aparte de la exhaustiva instrucción llevada a cabo por el juez Pizzo, ha sido la labor de recopilación de legajos, testimonios bibliográficos y documentales relativos a la historia de ‘La Mercedes’, así como la eficaz defensa realizada por James Goold, abogado del Gobierno español en el caso.
«Un día triste»
La decisión judicial ha supuesto un mazazo para los intereses de Odyssey, que calificó el pasado 17 de febrero, día en que se hizo pública la sentencia final, de «día triste». «[A partir de ahora] cualquier cosa hallada que tenga un potencial interés para España será escondida o, lo que es incluso peor, fundida o vendida en eBay», indicó la compañía en un comunicado.
El gerente general de Odyssey, Greg Stemm, aseguró que el «perdedor final» en este caso es «la rica herencia cultural española». Según afirmó, se trata de «una victoria pírrica» que ha costado millones de euros a los contribuyentes españoles. «La gente no cesará de buscar barcos hundidos españoles, pero dejarán de informar de sus hallazgos. No se hará ningún estudio arqueológico y no habrá libros, exposiciones ni documentales sobre el descubrimiento de estos yacimientos arqueológicos», añadió.
Oro peruano
En junio de 2009 el Gobierno peruano y una treintena de descendientes de los comerciantes propietarios del tesoro impugnaron el fallo del juez Pizzo. Perú reclamaba la propiedad de las monedas y los descendientes alegaban que el buque transportaba bienes privados.
En agosto de ese mismo año los tribunales estadounidenses desestimaron la solicitud, después de que España argumentara que en el momento del naufragio el país sudamericano pertenecía al Virreinato del Perú, parte del Imperio español.
Del mar a la Bolsa
Odissey Marine Exploration, cofundada en 1994 por John C. Morris y Greg Stemm, y presidida por este último, se dedica, mediante el uso de la tecnología más moderna, a la explotación de los restos de hundimientos de barcos, ya sea vendiendo directamente los hallazgos o comercializando reportajes sobre las operaciones de recuperación.
Entre los descubrimientos más notables de Odyssey figura, además de la fragata española, el lugar donde naufragó el buque estadounidense SS Republic, hundido por un huracán frente a las costas de Georgia (EE UU) en 1865, y del que se recuperaron, en 2003, más de 50.000 monedas y 14.000 artefactos, que reportaron grandes beneficios a la compañía.
Odyssey, la mayor empresa especializada en la búsqueda de pecios, cotiza en la bolsa de Nueva York desde 2003.
¿Piratas o románticos?
Las actividades de Odyssey Marine Exploration han dado lugar a grandes controversias y han sido fuertemente criticadas por organizaciones culturales como la Unesco, el Consejo Británico de Arqueología o el Instituto de Arqueólogos del Reino Unido, que insisten en calificar de «saqueo» la supuesta investigación arqueológica de naufragios que realizan algunas empresas privadas.
Las críticas también se extendieron a Estados Unidos a raíz de una serie de documentales de Odyssey que fueron emitidos en enero de 2009 en la cadena Discovery Channel. La revista Archaeology, del Archaeological Institute of America, señaló en un editorial de abril de 2009 que «los objetos con los que comercia Odyssey podrían servir de inspiración para que mucha gente se preguntase cómo era la vida en un barco hace cientos de años, cuando estos navíos jugaban un papel fundamental en el ascenso y la caída de las naciones. Pero para poder obtener respuestas reales sobre la historia es necesario que los restos de los naufragios sean extraídos y estudiados científicamente, y que los resultados sean compartidos y debatidos, de modo que puedan formar parte de los registros históricos y arqueológicos. De lo contrario estos objetos no son más que adornos, tema de conversación o detalles decorativos en las mesas de café de quienes puedan pagarlos».
Otros, sin embargo, ven en la labor de empresas como Odyssey la única posibilidad, no exenta de un halo romántico y aventurero, de recuperar tesoros arqueológicos que de otro modo permanecerían ocultos en el fondo del mar, ante la falta de recursos y, en muchas ocasiones, de interés, por parte de los Estados. Preguntado en una entrevista en 2007 si se consideraba un «caza tesoros», Greg Stemn respondió: «No. Esa es una forma negativa para referirse a la gente que arranca los pecios del mar sin preocuparse por el valor histórico y la información que contiene. Nosotros nos comprometemos con la preservación del legado humano que se encuentra en las profundidades y nos basamos en principios científicos y en las leyes internacionales».