En octubre de 1970 Canadá se parecía más a un estado policial que a una democracia. En una oleada de ataques, el grupo terrorista FLQ (el separatista Frente de Liberación de Quebec) había secuestrado al viceprimer ministro quebequense (que acabaría siendo asesinado) y a un diplomático británico. Ante la escalada de la violencia, el entonces primer ministro, Pierre Trudeau, no dudó en invocar la Ley de Medidas de Guerra.
Era la primera vez que el Gobierno recurría a semejantes poderes especiales en tiempo de paz. Se suprimieron libertades individuales y las calles se llenaron de soldados. Preguntado ante las cámaras hasta dónde estaba dispuesto a llegar para restablecer el orden, Trudeau respondió con un lacónico y desafiante «Just watch me» («solo mírame», o «ya lo verás»), que pasó a la historia del país.
Más de treinta años después, el hijo del carismático mandatario y actual primer ministro, Justin Trudeau (Partido Liberal, centro-izquierda), llevaba varios días lanzando señales de que se le estaba agotando, también, la paciencia, esta vez con los grupos radicales y antivacunas que llevan más de dos semanas bloqueando el país.
Este lunes, finalmente, Trudeau invocó el uso de poderes especiales de emergencia para acabar con una protesta que ha empezado ya a dañar seriamente la economía y a mostrar señales de violencia a mayor escala. Lo hizo tan solo unas horas después de que la Policía detuviese a 11 personas que participaban en el bloqueo de un cruce fronterizo y que estaban en posesión de numerosas armas de fuego.
Según aseguró el primer ministro, la medida, adoptada por primera vez desde la crisis de 1970, no limitará la libertad de expresión ni la capacidad de manifestarse legalmente en el país, y el Gobierno tampoco se plantea, de momento, desplegar efectivos de las Fuerzas Armadas. Pero supondrá, muy probablemente, un punto de inflexión.
Estas son las claves del movimiento que ha puesto en jaque a Canadá y que ha empezado ya a internacionalizarse.
¿Cómo y por qué comenzaron las protestas?
El pasado 15 de enero, aún en plena escalada de contagios en el país por la variante ómicron del coronavirus, el Gobierno de Canadá impuso la vacunación obligatoria contra la covid-19 a todos los camioneros que cruzan a Estados Unidos, una medida que Washington replicó días después.
Como rechazo a la norma, centenares de camioneros iniciaron una marcha hacia Ottawa en el llamado «Convoy de la libertad», a la que se fueron sumando por el camino personas opuestas a las medidas decretadas por la pandemia en general, y/o pertenecientes a grupos radicales de diverso signo, muchos de ellos cercanos a la extrema derecha.
El 29 de enero, la protesta reunió en la capital a unos 3.000 camiones y entre 10.000 y 15.000 manifestantes.
¿Cómo han evolucionado?
Los manifestantes tomaron el centro de la capital, en torno al Parlamento, y, más de dos semanas después, la ocupación se mantiene con alrededor de 400 camiones y centenares de personas, desafiando las gélidas temperaturas del invierno canadiense, y sin que las autoridades municipales hayan sido capaces de acabar con la protesta.
Pese a que el ambiente es, en general, más o menos festivo, la concentración ha alterado la vida cotidiana de los ciudadanos y la actividad de muchos comercios de la capital, cuyas calles, muchas de ellas cortadas, se han llenado de mensajes insultantes contra el Gobierno. Mientras, la Policía local, o parte de ella, ha sido acusada de pasividad. En las redes circulaban vídeos de agentes expresando su apoyo a los manifestantes o directamente colaborando con la ocupación.
Paralelamente, y esto es lo que más preocupa tanto a las autoridades como a la industria, la protesta se extendió a los vitales cruces fronterizos con Estados Unidos, auténticas arterias de la economía canadiense. Así, los camiones bloquearon durante días el puente Ambassador, que conecta las ciudades de Windsor (Canadá) y Detroit (EE UU). Con una circulación diaria de unos 400 millones de dólares en mercancías, se trata del cruce terrestre más importante entre ambos países.
La Policía logró reabrir finalmente al tráfico ese puente el pasado domingo, pero los bloqueos en otros puntos de la frontera continuaban este lunes, concretamente en Coutts y en Emerson, entre la provincia central canadiense de Manitoba y el estado de Dakota del Norte (EE UU).
¿Qué piden los manifestantes y quiénes son?
Si bien la protesta empezó con un objetivo, en teoría, claramente definido (la eliminación de la obligatoriedad de vacunarse para los camioneros), por el camino ha ido recogiendo no solo el impulso de grupos equiparables a los movimientos negacionistas y antivacunas estadounidenses (además de nativistas, cristianos fundamentalistas, adeptos a teorías conspiranoicas, libertarios…), sino también el apoyo de ciudadanos que, después de casi dos años de pandemia, han visto dañadas sus economías, consideran arbitrarias o poco efectivas las medidas del Gobierno, o simplemente desean «volver a la normalidad», o «recuperar las libertades».
Son también una parte importante de la protesta los manifestantes que, por encima de cualquier otra cosa, quieren ver caer el Gobierno de Trudeau. Como aseguraba a Efe hace unos días uno de los participantes en la ocupación de Ottawa, el objetivo es mantener la concentración hasta que el primer ministro sea «derribado».
Y con respecto a los camioneros en sí, la magnitud de las protestas parece estar causando perplejidad tanto entre la mayoría de sus colegas como entre los grupos empresariales para los que trabajan. Según informaba Efe, las principales organizaciones que representan a los camioneros canadienses han señalado que el 90% de sus asociados están ya vacunados contra la covid-19, por lo que el mandato de Canadá y EE UU para que los conductores comerciales transnacionales estén inmunizados no es, aseguran, un problema real para el sector.
¿Cómo se financian y quién está detrás?
Una de las claves del alcance de este movimiento es, probablemente, su financiación. Como explicó el jefe de la Policía de Ottawa, Peter Sloly, uno de los pasos más importantes a la hora de empezar a ahogar las protestas fue la decisión del portal GoFundMe de no distribuir 10 millones de dólares canadienses (cerca de 7 millones de euros) de donaciones recaudados por los organizadores. Aun así, la semana pasada se supo que en dos días los antivacunas habían recaudado 3,5 millones de dólares a través de GiveSendGo, un portal que se describe como una página cristiana de donaciones.
En este sentido, el líder del socialdemócrata Nuevo Partido Democrático (NPD), Jagmeet Singh, señaló en una rueda de prensa recogida por Efe que las acciones de los antivacunas y grupos radicales han dejado de ser una protesta y constituyen «un intento de derribar al Gobierno» con financiación extranjera, en referencia a las donaciones que los manifestantes están recibiendo. Singh fue más allá y afirmó que esa injerencia extranjera proviene de EE UU, dado que una parte de los fondos recaudados a través de GoFundMe procede de donantes en el país vecino.
Y no deja de ser sintomático que tanto el expresidente estadounidense Donald Trump, como el consejero delegado de Tesla, Elon Musk, hayan apoyado de forma pública las protestas.
En la propia Canadá, la crisis está siendo aprovechada asimismo por controvertidos políticos de extrema derecha, entre ellos, Randy Hillier, que fue expulsado del Partido Conservador en 2019 por burlarse del padre de un niño con autismo, o Maxime Bernier, líder del Partido Popular de Canadá (PPC) y antiguo ministro del gobierno conservador de Stephen Harper, que abandonó el partido en 2018 para crear uno nuevo más a la derecha de su antigua formación política,
¿Cómo han reaccionado las autoridades?
La mayoría de los expertos citados por los medios canadienses coinciden en señalar que la reacción de las autoridades lcoales de Ottawa fue equivocada en un principio, al permitir el acceso de cientos de camiones al centro de la ciudad, e insuficiente después, con la Policía ya desbordada o poco eficaz, y sin mucho margen de actuación, más allá de las detenciones (una treintena de arrestados solo en la capital hasta el momento), o de las multas (cientos de sanciones impuestas).
Desde un primer momento, la Policía intentó evitar, sin mucho éxito, que los camioneros que bloquean la zona del Parlamento recibiesen suministros para continuar con la ocupación, pero la semana pasada el jefe policial de la capital, Peter Sloly, reconoció ya abiertamente su incapacidad para restaurar el orden e hizo un llamamiento para que se enviasen 1.800 efectivos de refuerzo.
El alcalde, Jim Watson, calificó por su parte la situación provocada por las protestas como «la emergencia más grave» que Ottawa ha experimentado en su historia, y explicó que las compañías de remolques se ha negado a retirar los camiones por miedo a posibles represalias.
¿Qué efectos está teniendo la crisis en las economías de Canadá y EE UU?
Los bloqueos de los pasos fronterizos han afectado seriamente a muchas empresas de EE UU y Canadá, especialmente a los grandes fabricantes de automóviles (General Motors, Ford, Stellantis, Toyota) de ambos lados de la frontera, que, la semana pasada sobre todo, se vieron obligados a reducir su producción ante las interrupciones en la cadena de suministros.
En el oeste del país, en la provincia de Alberta, el problema se centra en los bloqueos intermitentes del paso fronterizo de Coutts, vital para el transporte de ganado y productos cárnicos, y por el que circulan cada día productos valorados en 44 millones de dólares. según informa Efe.
La asociación de Fabricantes y Exportadores de Canadá exigió el pasado jueves que las autoridades canadienses pongan «punto y final inmediatamente» a los bloqueos en los principales corredores comerciales del país, recordando que el 80% de las exportaciones de la provincia de Manitoba (cereales, principalmente) a EE UU y México son transportadas por carretera.
La amenaza a la economía hizo reaccionar al Gobierno de Wahington, que el viernes pasado ofreció ayuda a Canadá para acabar con los bloqueos fronterizos, después de que la gobernadora de Michigan, la demócrata Gretchen Whitmer, solicitara a Canadá la reapertura del tráfico del puente Ambassador, por las pérdidas económicas que estaba causando el bloqueo a su estado.
¿Qué apoyo tienen las protestas entre la población?
Casi tres cuartas partes de los canadienses quieren que los manifestantes del «Convoy de la libertad» «se vayan ya a casa», según una encuesta del Instituto Angus Reid hecha pública este lunes. El sondeo, no obstante, revela asimismo que más de dos tercios de los encuestados piensan que las acciones del Gobierno de Trudeau han empeorado la situación.
«Si el objetivo de ‘Convoy de la libertad’ era captar la atención de millones de personas en Canadá y en todo el mundo, misión cumplida», indica el informe de Angus Reid. «Sin embargo, si el objetivo era generar apoyo para sus demandas de poner fin a las restricciones relacionadas con la pandemia, ha fracasado por completo», añade.
Con respecto a una posible presencia de soldados en las calles para restablecer el orden, otra encuesta, publicada asimismo este lunes, indica que más de dos tercios de los canadienses apoyarían el uso de la fuerza militar para ayudar a desalojar a los manifestantes de Ottawa, mientras que el apoyo a los camioneros se ha reducido al 20%, tanto en lo referente a sus demandas como a la forma en que están exigiéndolas.
¿Qué repercusión internacional está habiendo?
La protesta de los antivacunas canadienses ha empezado a extenderse ya a otros países, con movimientos que imitan las estrategias llevadas a cabo en el país norteamericano.
Este mismo lunes, una protesta contra las restricciones sanitarias en Bélgica, autodenominada asimismo «Convoy de la libertad», trató de paralizar Bruselas en un intento de trasladar a Europa el movimiento que bloquea Ottawa. Se saldó, no obstante, con ligeras perturbaciones de tráfico y un notable fracaso de organización y participación.
Los manifestantes intentaban dar continuidad en la capital de Bélgica y sede de las instituciones de la Unión Europea a las manifestaciones que abortaron igualmente este fin de semana las fuerzas de seguridad de Países Bajos y Francia (en La Haya y París, respectivamente), inspiradas todas ellas por la contestación canadiense.
En Francia, cientos de vehículos pusieron la semana pasada rumbo a la capital desde distintos puntos del país para acabar convergiendo en París y ofrecer una demostración de fuerza. Sin embargo, a diferencia de en Canadá, donde la protesta fue iniciada por camioneros que se quejaban de medidas sanitarias que les afectan expresamente, en Francia se organizó en automóviles ocupados por personas que rechazan el pase vacunal, o pasaporte covid.
Y en Nueva Zelanda, cuyo gobierno implementó una de las estrategias contra la covid-19 más estrictas del mundo, cientos de manifestantes ocuparon este domingo por sexto día consecutivo los aledaños del Parlamento en Wellington para protestar contra la obligatoriedad de las vacunas. Para tratar de disuadirlos, las autoridades reprodujeron en bucle por megafonía y a todo volumen la canción Macarena y los éxitos del cantante estadounidense Barrry Manilow, junto a mensajes educativos sobre la covid-19 y la importancia de las vacunas. Sin éxito.