No hace falta ser un cínico para poner en tela de juicio el éxito del alto el fuego alcanzado en Siria hace poco más de una semana. Según informó este sábado la ONG Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, una organización con sede en Londres, en los siete días pasados desde que entró en vigor la tregua pactada por Estados Unidos y Rusia, al menos 135 personas han muerto en zonas del país cubiertas por el cese de las hostilidades. Todos los grupos involucrados en el rompecabezas del conflicto sirio han sido acusados, en mayor o menor medida, de violar el acuerdo.
Y, sin embargo, sería injusto negar que la situación ha mejorado algo y que, si bien no es muy posible hablar aún de esperanza, sí parece sentirse un cierto respiro. En muchas áreas del país han cesado los bombardeos y la gente ha podido salir a la calle con un poco menos de miedo; el número de muertos y heridos en combates ha descendido significativamente, y la ayuda humanitaria, que sigue necesitándose de forma desesperada en las zonas sitiadas, ha podido empezar a abrirse paso, aunque sea con cuentagotas.
La tregua ha hecho posible, incluso, que se hayan vuelto a convocar tímidas manifestaciones contra el régimen de Bashar al Asad, algunas de ellas en provincias tan significativas como Daraa, al sur del país, uno de los epicentros de las protestas que en 2011 supusieron el inicio de la revolución que acabó convirtiéndose en guerra civil tras la brutal represión gubernamental, la implicación de potencias extranjeras y la entrada de los grupos yihadistas extremistas.
A continuación, un balance de esta primera semana de tregua, y un repaso a las posiciones de los diferentes grupos y países implicados en un conflicto que cumplirá cinco años el próximo mes de abril, y que se salda ya con más de 270.000 muertos (79.000 de ellos, civiles), 4,5 millones de refugiados, 8 millones de desplazados internos y 15 millones de personas necesitadas de ayuda humanitaria constante.
I. El acuerdo
Una tregua para empezar a negociar
El alto el fuego, temporal y parcial, que entró en vigor en Siria el pasado 27 de febrero fue acordado como un primer paso hacia las negociaciones de paz auspiciadas por la ONU, unas conversaciones que, tras sucesivos aplazamientos e interrupciones, habían quedado pospuestas. También supone una condición necesaria para el cumplimiento de la resolución 2254 del Consejo de Seguridad, que promueve un arreglo político a la guerra en Siria, el cese de las hostilidades y la mejora de la situación humanitaria.
La tregua fue pactada en Munich, Alemania, por Estados Unidos y Rusia. Estados Unidos encabeza, junto con Arabia Saudí, el bloque que apoya a los grupos rebeldes, un grupo en el que también se encuentra Turquía y que, en cualquier caso, dista mucho de ser un frente unido con intereses comunes. Rusia, por su parte, es, junto con Irán, el principal aliado del presidente sirio, Bashar al Asad.
El acuerdo estableció que la tregua se aplicase, durante dos semanas, a todas las partes implicadas en el conflicto que se hubiesen comprometido a aceptar sus términos. Quedaron excluidos grupos yihadistas como Estado Islámico (EI) o el Frente Al Nusra (facción de Al Qaeda), a los que se sigue combatiendo. Además, Rusia y EE UU acordaron intercambiar información y establecer una línea directa de comunicaciones.
Los puntos débiles
La parte más esperanzadora de la tregua fue su aceptación tanto por el Gobierno sirio como por la principal agrupación de la oposición, la Comisión Suprema para las Negociaciones (CSN). La menos, el hecho de que uno de los puntos claves del pacto, el que exige la delimitación del territorio bajo control de EI, del Frente Al Nusra y del resto de grupos catalogados como terroristas por la ONU, sea una tarea realmente difícil. De hecho, la exclusión de la tregua de estos grupos habría reducido considerablemente, según muchos analistas, su eficacia real.
Por otro lado, tampoco ayudó a generar optimismo la ambigüedad con la que se sumaron al pacto algunos de los principales actores en el conflicto, Turquía y Arabia Saudí, en el bando anti Asad, e Irán, en el bando pro Asad. Turquía, por ejemplo, insistió en que las milicias kurdas, aliadas de EE UU, se incluyesen entre los «grupos terroristas» excluidos de la tregua y, por tanto, atacables.
Numerosos expertos mantienen que, al final, la tregua solo habrá servido para introducir algo de ayuda humanitaria y aliviar la situación extrema de muchas poblaciones, pero poco más. El propio secretario de Estado estadounidense, John Kerry, ha hablado más de «pausa» que de «alto el fuego».
Intereses estratégicos
Si bien son muchos, incluyendo la ONU, los que piensan que el alto el fuego es en sí una buena noticia, aunque solo fuese por la reducción de la violencia y la posibilidad de que entre ayuda humanitaria durante algunos días, otros han visto en el acuerdo un simple movimiento estratégico.
Así, la tregua podría dar al Ejército sirio, muy diezmado y dependiente del apoyo de grupos como Hizbulá y otras milicias chiíes, tiempo suficiente para reponerse y completar el cerco a la ciudad de Alepo, lo que supondría un paso muy importante de cara a una victoria final del régimen. Actualmente, el Ejército sirio, ayudado por los bombardeos rusos (en teoría, contra los islamistas, pero en la práctica, también contra los rebeldes), está logrando avanzar, pero tiene problemas para consolidar territorio.
En el bando rebelde, completamente agotado, también necesitan tiempo, aunque aquí los medios prorrusos hablan más de facilitar un escenario en el que, tal y como han anunciado, Arabia Saudí y otros países del Golfo (Emiratos, Kuwait) acaben enviando tropas a Siria, no solo para combatir a Estado Islámico, sino también para luchar contra Damasco. La situación se vuelve aún más paradójica si se tiene en cuenta que, hasta la fecha, tanto Arabia Saudí como otros de sus aliados en el Golfo, e incluso Turquía, han estado alimentando, directa o indirectamente, a las milicias extremistas.
II. El balance
Menos violencia
Según afirmó el pasado jueves el enviado especial de la ONU para Siria, Staffan de Mistura, el cese de hostilidades en el país «se ha reducido de forma considerable» y, «en general», el alto el fuego se mantiene. Especialmente durante las primeras horas tras la entrada en vigor de la tregua, las operaciones militares se redujeron drásticamente, los aviones rusos se quedaron en tierra, y tampoco despegaron los temidos helicópteros gubernamentales que han venido castigando a las poblaciones rebeldes durante los últimos meses, bombas de barril incluidas.
Los combates, sin embargo, no se han detenido por completo. Como admitió el propio De Mistura, aún se sigue luchando en varios lugares, como Hama, Homs, Latakia o Damasco, si bien, en palabras del enviado de la ONU, estos «incidentes» han podido «contenerse»: «La situación podría resumirse como frágil, y el éxito no está garantizado, pero el progreso es visible para todos y especialmente para los sirios», sostuvo.
De momento, todas las partes implicadas en el conflicto han sido acusadas de violar el acuerdo. El Gobierno ruso denunció el jueves al menos 66 violaciones de la tregua por parte de las fuerzas opositoras, y la oposición, por su parte, ha denunciado más de 170 rupturas por parte del Ejército gubernamental, todas ellas en zonas controladas por los rebeldes, y no en áreas yihadistas (excluidas del acuerdo). También ha habido denuncias de más bombardeos rusos en los últimos días, de nuevo no solo contra blancos yihadistas, sino también en áreas rebeldes muy alejadas de las zonas dominadas por Estado Islámico o el Frente Al Nusra.
El resultado, según los datos proporcionados por el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, es que al menos 135 personas han muerto en zonas de Siria cubiertas por el alto el fuego, una cifra que incluye a 45 combatientes de la facciones rebeldes e islamistas y a 32 civiles (entre ellos siete menores de 18 años y siete mujeres), así como a 25 miembros de las fuerzas leales al régimen sirio y 33 integrantes de las milicias Unidades de Protección del Pueblo Kurdo, el Frente al Nusra, y de otros grupos armados islamistas.
La mayoría de esas personas perdieron la vida en bombardeos aéreos y enfrentamientos entre el 27 de febrero y el 4 de marzo pasados en zonas donde se supone que rige el alto el fuego: en la provincia costera de Latakia, en Guta Occidental y Oriental, ubicadas en la periferia de Damasco, y en la provincia norteña de Alepo. También murieron en el sur de las provincias centrales de Homs y Hama, al oeste de la septentrional de Idleb y en la meridional de Deraa.
Fuera de las zonas afectadas por el acuerdo (en la provincia oriental de Al Raqa, cuya capital homónima es el principal feudo de Estado Islámico en Siria, en algunas zonas de Alepo, y en otras de la periferia de Damasco, de Hama y Homs), la cifra de fallecidos es de 552.
Este viernes, la ONG informó de 12 muertos en Siria el jueves. Es el menor número de víctimas mortales en un día registrado en los últimos 13 meses. Como indicó el director de este grupo, Rami Abdurrahman, por ahora, las violaciones del alto el fuego están siendo como «olas que sacuden la barca sin llegar a volcarla».
Más ayuda humanitaria
«Es posible que menos sirios estén muriendo por las bombas, pero aún se siguen muriendo de hambre», dijo hace unos días Henrietta McMicking, representante de The Syria Campaign, un grupo cercano a la oposición. Y es cierto que uno de los principales objetivos del alto el fuego, permitir el acceso libre de la ayuda humanitaria a la población, especialmente a la que reside en las zonas sitiadas, cuya situación es desesperada, no ha podido cumplirse hasta ahora.
En este sentido, Jan Egeland, uno de los miembros del equipo humanitario del enviado especial de la ONU, ha denunciado, por ejemplo, que el movimiento de los camiones cargados de ayuda sigue estando muy restringido por los oficiales del régimen, que continúan poniendo numerosas trabas e incluso requisando parte de los convoys.
No obstante, y a pesar de los problemas, la tregua ha permitido que, aunque de forma insuficiente e irregular, miles de civiles hayan empezado a recibir una parte de esta ayuda. Según informó la Media Luna Roja, diez camiones cargados de material humanitario (mantas, productos de limpieza, jabón, toallitas higiénicas y pañales) llegaron el lunes a Muadamiyat al Sham, una localidad sitiada por el ejército al suroeste de Damasco. Fue la primera entrega de ayuda humanitaria desde el iniciodel alto el fuego, y la ONU anunció que en los próximos cinco días pretendía entregar ayuda a 154.000 personas que viven en zonas bajo asedio (Naciones Unidas calcula que más de 480.000 sirios residen en zonas sitiadas por el ejército regular, rebeldes o extremistas de Estado Islámico o Al Qaeda). El incremento de la ayuda entregada ha sido confirmado por Washington.
Irán y Turquía
En el plano político también ha habido algunos avances, aunque escasos. Este mismo domingo, el presidente iraní, Hasan Rohani, manifestó que tanto su país como Turquía apoyan el alto el fuego y están a favor de «preservar la integridad territorial siria». Las declaraciones del mandatario iraní se produjeron tras una reunión con el primer ministro turco, Ahmed Davutoglu, quien se encontraba de visita en Irán.
Teniendo en cuenta que Turquía apoya a los rebeldes que combaten a Asad, y que Irán es uno de los principales aliados del presidente sirio, las palabras de Rohani bien podrían quedarse en nada, pero también es posible interpretarlas como una nueva señal de que el tono entre ambos países está cambiando. No en vano, el levantamiento, tras el acuerdo nuclear, de la mayoría de las sanciones económicas que pesaban sobre Irán ha abierto nuevas vías de comercio entre las dos naciones. Según Davutoglu, Turquía e Irán esperan aumentar su acuerdo comercial hasta los 30.000 millones de dólares, el triple de la cantidad actual.
Antes de su llegada a Teherán, Davutoglu reconoció que la cooperación entre ambos es necesaria para poner fin al derramamiento de sangre en Siria. En vísperas del inicio del alto el fuego, Turquía aún insistía en que la tregua no era vinculante para Ankara
Los refugiados
La idea de que el alto el fuego pueda detener el incesante flujo de refugiados desde Siria hacia los países vecinos y Europa solo se sostendría en el caso de que la tregua durase no semanas, sino, al menos, varios meses.
Durante los últimos días ha habido informaciones según las cuales miles de personas que habían escapado en febrero de la ofensiva gubernamental y rusa contra Alepo, y que permanecían atrapadas cerca de la frontera turca (más de 45.000), estarían empezando a regresar a esta ciudad, pero las organizaciones humanitarias de la zona aún hablan de miles de refugiados esperando, durmiendo en refugios improvisados, en sus coches, o incluso a cielo abierto.
El mantenimiento del alto el fuego es indispensable no solo para frenar el éxodo de refugiados hacia el exterior, sino también para permitir el retorno a sus hogares de los cerca de 8 millones de desplazados internos que existen actualmente en el país, y que han convertido a Siria en la nación con más desplazados internos del mundo.
III. Las perspectivas
Nuevas negociaciones
Lo que pueda ocurrir al término de estas dos semanas pactadas de alto el fuego sigue siendo una incógnita, especialmente si continúan las violaciones de la tregua, algo que ambas partes pueden poner como excusa para dar por muerto el acuerdo. En este sentido, el principal problema es la ausencia de observadores neutrales y creíbles sobre el terreno, lo que hace muy difícil poner sobre la mesa un balance objetivo desde el que continuar negociando.
En cualquier caso, el enviado especial de la ONU ya ha confirmado que se ha establecido la fecha del próximo 9 de marzo como el día para iniciar un nuevo diálogo, definido, como lo fue el primer y fallido intento de enero, como «encuentro de proximidad». Es decir, que las partes no se encontrarán directamente alrededor de una misma mesa, sino que ambas estarán en Ginebra, y De Mistura, el enviado especial de la OU para Siria, se reunirá de forma separada con cada una de ellas.
A la ronda de enero acudieron la delegación del Gobierno sirio y la formada en el seno de la Comisión Suprema para las Negociaciones. Sin embargo, ambas delegaciones entraron rápidamente en una dinámica de acusaciones mutuas. La oposición exigió al régimen de Damasco que antes de entrar en conversaciones sustantivas levantase el cerco militar sobre distintas áreas pobladas controladas por la oposición, y también el cese de bombardeos sirios y rusos sobre zonas civiles. Ni el cerco ni los bombardeos se detuvieron y, de hecho, los ataques se intensificaron, por lo que las negociaciones fracasaron y De Mistura suspendió el proceso.
Rusia y EE UU
Lo que parece más o menos claro es que la consecución del alto el fuego, por precario que sea, ha demostrado que los combatientes en Siria presentan un importante nivel de dependencia de sus apoyos internacionales, y que la colaboración entre Washington y Moscú sigue siendo esencial si se quiere albergar alguna esperanza para la resolución del conflicto.
Si, a pesar de sus diferencias (incluida, especialmente, la exigencia estadounidense de que Asad deje el poder, algo que Rusia sigue rechazando), Rusia y EE UU son capaces de consolidar una política común, a los actores sobre el terreno les irá resultando cada vez más difícil no sumarse, al tiempo que los apoyos de otros países (Arabia Saudí, Turquía, Irán) pueden empezar a mermar o, al menos, a deslegitimarse.
Por último, otro efecto de una tregua real y mantenida, al margen de que se consiga avanzar o no en las negociaciones de paz a largo plazo, puede ser conseguir al fin una mayor concentración en la lucha contra el que, al menos en teoría, es el enemigo común de todas las partes: Estado Islámico.
Con información de agencias