«Tal vez necesitamos una amenaza exterior, universal, para poder reconocer nuestros lazos comunes. A veces pienso en lo rápido que se desvanecerían nuestras diferencias en el mundo si nos estuviéramos enfrentando a una amenaza alienígena». Cuando el presidente estadounidense Ronald Reagan pronunció esta frase en 1987, durante un discurso en las Naciones Unidas, la opinión pública internacional llevaba ya un par de décadas oyendo hablar del cambio climático, pero aún faltaban varios años para que un abrumador consenso científico demostrase que, a diferencia de otros procesos similares en la historia del planeta, esta vez la causa no es ‘natural’, sino humana.
Con la típica conversión pacifista que suelen exhibir los vencedores una vez ganada la guerra, Reagan no hablaba, obviamente, del calentamiento global, sino del calentamiento nuclear. Casi 30 años después, la amenaza de la autodestrucción atómica no ha desaparecido, pero nos preocupa mucho menos. La otra autodestrucción, sin embargo, ha dejado de ser una simple amenaza para convertirse en un hecho. Si, parafraseando al fallecido presidente de EE UU, el cambio climático fuese una invasión alienígena, los extraterrestres habrían conquistado ya los dos casquetes polares y buena parte de los océanos, y estarían realizando incursiones por toda la Tierra. Y, sin embargo, los intereses económicos, los prejuicios ideológicos y las luchas políticas siguen, de momento, impidiendo una respuesta común, firme y eficaz, más allá de los discursos y las promesas. Tal vez necesitamos que los científicos demuestren que el cambio climático lo están causando seres de otro planeta.
Entre tanto, no obstante, mejor no esperar cruzados de bazos. Así lo entienden cada vez más los ciudadanos, como demostraron las manifestaciones exigiendo contundencia frenta al cambio climático que llenaron el fin de semana pasado las calles de 2.800 ciudades en todo el mundo. Y así lo entiende también la propia ONU, que, a pesar de la tibia respuesta que suele recibir de los principales responsables de las emisiones que causan el calentamiento global, continúa liderando iniciativas encaminadas no solo a concienciar sobre el peligro, sino también a alcanzar compromisos que ayuden a combatirlo. El último intento ha tenido lugar esta misma semana, con la celebración en la sede en Nueva York de Naciones Unidas de la llamada Cumbre del Clima, en la que participaron más de 120 jefes de Estado y de Gobierno de todo el mundo.
La Cumbre acabó sin acuerdos efectivamente vinculantes, y China e India, dos de los principales emisores de gases, no estuvieron representadas al máximo nivel, pero el encuentro tampoco fue un fracaso absoluto. En total, se alcanzaron compromisos para movilizar más de 200.000 millones de dólares contra el cambio climático antes del final de 2015.
«Ha llegado el momento de movilizar la mayor alianza de la historia para el clima y el desarrollo», dijo en su intervención el presidente de Perú, Ollanta Humala, quien confió en que la Conferencia de las Partes que se celebrará en diciembre de este año en Lima (COP 20), se cierre con un documento «claro y coherente» que siente las bases para un acuerdo global vinculante. Las negociaciones de ese gran pacto deberían culminar en París en 2015 (COP 21), pero para ello tendrán que salvarse antes las grandes diferencias que dividen aún a la comunidad internacional, especialmente a los países occidentales y a las economías en desarrollo.
Estas son las principales conclusiones de la Cumbre del Clima y algunas claves sobre el momento en que se encuentra actualmente la lucha contra el cambio climático, incluyendo los últimos estudios científicos, el estado de la opinión pública y la respuesta de los diferentes países.
La cumbre: voluntad de cambio
La Cumbre del Clima celebrada esta semana en Nueva York sirvió para recoger algunos compromisos de reducción de emisiones, un buen número de promesas de financiación y, sobre todo, muchos mensajes sobre la voluntad de actuar de forma urgente para frenar el calentamiento global. El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, impulsor de la cita, recordó al mundo que no se puede «negociar con la Madre Naturaleza». El tiempo para responder al calentamiento de la Tierra, dijo, se agota y no caben excusas: «No puede haber un plan B, porque no tenemos un planeta B», insistió Ban, adoptando una de las muchas consignas con las que los ciudadanos inundaron las calles de Nueva York el domingo pasado.
El rey de España, por su parte, dijo que «no podemos esperar, pero sí hay razones para la esperanza; compartimos un consenso básico sobre el peligro que nos acecha». «En los últimos años hemos avanzado con medidas que, aun siendo insuficientes, apuntan en la buena dirección; ahora toca acelerar el paso», afirmó Felipe VI.
Entre los compromisos alcanzados en la cumbre destacó el adoptado por 32 países y decenas de empresas para reducir a la mitad la pérdida de bosques en 2020 y detenerla totalmente en 2030, informa Efe. La declaración –firmada entre otros por Estados Unidos, México, Francia, Chile, Colombia y Perú– prevé además recuperar más de 350 millones de hectáreas de tierras degradadas en todo el mundo, una superficie similar a la de la India.
El sector público y el privado también anunciaron un importante refuerzo de las inversiones y las ayudas para la lucha contra el cambio climático. En total, los compromisos movilizarán más de 200.000 millones de dólares antes del final de 2015, según anunció la ONU. Francia, que acogerá la próxima cumbre de jefes de Estado y de Gobierno sobre cambio climático, prometió por ejemplo aportar en los próximos años 1.000 millones de dólares al Fondo Verde puesto en marcha para financiar acciones contra el calentamiento.
Noruega, mientras, anunció que destinará 500 millones de dólares anuales hasta 2020 a políticas contra el calentamiento, y el presidente de EE UU, Barack Obama, quien reconoció la responsabilidad de su país, anunció una orden ejecutiva por la que el Gobierno estadounidense tendrá que tener en cuenta los efectos del cambio climático en todos sus programas e inversiones para el desarrollo en otros países. Por su parte, la Unión Europea indicó que en siete años dará 3.000 millones de euros en ayudas a los países más pobres para que actúen contra el cambio climático.
El dilema de los países en desarrollo
La necesidad de financiación para sus acciones y de marcarse metas que no minen el crecimiento económico fue uno de los mensajes clave de los países en vías de desarrollo, que exigieron a los estados más ricos que sean ellos quienes lideren el esfuerzo. Así lo señaló en nombre del grupo G77 más China el presidente boliviano, Evo Morales, quien recordó que las economías más industrializadas tienen una «responsabilidad histórica» en el cambio climático, mientras que los países en desarrollo son los que sufren más sus consecuencias.
El presidente venezolano, Nicolás Maduro, fue uno de los más críticos con las recetas de los países desarrollados para frenar el cambio climático y lamentó que estos sigan «proponiendo soluciones capitalistas» para dar respuesta a un problema creado por ese modelo.
Especialmente significativa fue la ausencia del primer ministro indio, Narendra Modi. Las reticencias del Gobierno de Nueva Delhi se basan en el bajo nivel de las reducciones de emisiones de carbono de los países desarrollados, el retraso en el suministro de financiación para programas sobre el clima, y la presión que Occidente ejerce sobre las economías emergentes para reducir las emisiones de carbono, en detrimento del principio de equidad.
Los datos científicos
El proceso de calentamiento de la Tierra es lento y se remonta al siglo XIX. Desde la Revolución Industrial se ha producido un aumento sin precedentes en la concentración de gases causantes del efecto invernadero en la atmósfera, en especial el CO2, un 40% mayor ahora que en la era industrial.
El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) ha publicado, desde que se constituyó en 1988, cuatro informes. En septiembre de 2013 se presentó en Estocolmo el primero de los cuatro textos que componen el quinto informe, cuyo texto final está previsto que se presente a finales de 2014.
Según los últimos trabajos del IPCC, desde los últimos años del siglo XIX la temperatura media de la Tierra ha subido más de 0,74 grados, y en los próximos cien años los pronósticos más pesimistas elevan a 4,8 grados centígrados el aumento de temperatura. El informe, que considera «inequívoco» el calentamiento global, señala que las últimas tres décadas han sido más calurosas que cualquier otra anterior desde 1850, con un aumento probable de la temperatura de 0,85 grados de 1880 a 2012.
Los expertos confirman asimismo el aumento de la certeza sobre la responsabilidad humana en el calentamiento global y sobre sus efectos en el medio ambiente: tras la actualización de los datos del cuarto informe, el IPCC apuntó al mayor número de evidencias para considerar «extremadamente probable» frente al «muy probable» de 2007 que la actividad humana sea la causa dominante en el cambio climático desde mediados del siglo XX.
Entre 1901 y 2010 el calentamiento global provocó un aumento del nivel del mar de 0,19 metros, según datos del IPCC, que pronostica para 2100 una subida de entre 26 y 82 centímetros, una horquilla mayor que la apuntada en el informe de 2007 que iba de 18 a 59 centímetros. Asimismo, es «muy probable», dicen los autores de los informes del IPCC, que la capa de hielo del Océano Ártico siga reduciéndose, al igual que la capa de nieve durante la primavera en el hemisferio norte, así como el volumen de los glaciares y el aumento de las olas de calor.
También se habla de zonas con ecosistemas vulnerables como resultado de las elevadas temperaturas, como los arrecifes de coral, la tundra, los bosques boreales y las regiones del sur de Europa, entre ellas, España, país para el que las predicciones auguran más olas de calor, incendios y reducción considerable de los recursos hídricos.
De igual manera, el cambio climático intervendrá en los procesos del ciclo del carbono, impulsando el aumento del CO2 en la atmósfera y a su vez la acidificación de los océanos.
Los científicos coinciden en que limitar el cambio climático requerirá de reducciones sustanciales y sostenibles de las emisiones de gases de efecto invernadero, pero indican que, aunque se dejara de emitir CO2 a la atmósfera, la mayor parte de los aspectos del cambio climático persistirán «durante siglos». «Solo un gran cambio institucional y tecnológico proporcionará una oportunidad de que el calentamiento global no supere» los dos grados centígrados, el límite sugerido por los expertos en el informe del IPCC publicado en Berlín en 2014, y a partir del cual las consecuencias serían muy graves.
Las consecuencias
- Agua. El cambio climático puede afectar gravemente al acceso al agua potable. Más de mil millones de personas carecen de agua y se calcula que su número se duplicará para el año 2025 debido al aumento de las sequías. La mayoría viven en África, Asia Central y Oriente Medio.
- Productividad agraria. Los expertos apuntan que el nivel global de producción agraria se mantendrá dentro de las expectativas en los próximos cien años, pero a escala regional el impacto del aumento de las temperaturas en este sector será más fuerte. África y América Latina serán los continentes más afectados. La drástica disminución de las cosechas impedirá a los agricultores producir o comprar alimentos suficientes para su manutención, y las sequías y las inundaciones podrían convertir a millones de personas en refugiados.
- Ecosistemas. El cambio climático alterará la estructura y funcionamiento de muchos ecosistemas. La deforestación, la alteración de las rutas migratorias y los cambios en los patrones reproductivos son algunos de los efectos. Se teme que los bosques dejen de funcionar como sumideros de carbono y se transformen en fuente de emisión de gases, que los arrecifes de coral mueran por el aumento de la temperatura y que los glaciares y los ecosistemas polares y alpinos corran peligro de desaparición.
- Salud. El cambio climático puede derivar en un aumento del riesgo de contraer enfermedades como la malaria, el dengue o la fiebre amarilla. Se incrementará asimismo el riesgo de contraer salmonelosis, cólera y otras enfermedades de transmisión por el alimento o el agua. Las olas de calor prodrían provocar la muerte de miles de personas al año, y el descenso de la productividad agraria agravará la desnutrición.
- Nivel del mar. El aumento del nivel del mar afectará sobre todo a las islas, costas y asentamientos humanos (debido a desplazamientos por inundaciones), al turismo, al suministro de agua, a la pesca, a las tierras agrícolas y a los humedales. Se reducirá la calidad y cantidad de fuentes de agua potable al aumentar las aguas salinas del mar.
- Los más afectados. La capacidad para afrontar los cambios climáticos está relacionada con el nivel de desarrollo. Las naciones en desarrollo son más vulnerables a los cambios del clima y a fenómenos meteorológicos que se verán intensificados, como los ciclones tropicales o las lluvias torrenciales. Estos países se verán afectados, según los pronósticos, «de forma desproporcionada». No obstante, aunque Europa y América del Norte serán las regiones mejor preparadas para soportar los envites del cambio climático, también notarán los efectos adversos del mismo, sobre todo Europa del sur y en especial la Península Ibérica, una de las áreas más vulnerables y de mayor riesgo ante problemas como la desertificación.
Qué se ha acordado hasta ahora
La preocupación por el calentamiento de la Tierra y sus efectos no es reciente. La primera reunión sobre el efecto invernadero se celebró en 1960 en Londres, y a ésta siguieron las de Estocolmo en 1972 y Ginebra (1979, 1987 y 1990). Esos encuentros continuaron con las Conferencias de las Partes (COP) que organiza Naciones Unidas y que, tras la firma de la Convención Marco de la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro (1992), celebra cada año.
En los primeros encuentros los intereses de los países se anteponían sistemáticamente a los acuerdos, pero a partir de 1992 comenzó a avanzarse algo más. En la Cumbre de Río de Janeiro (Brasil) se firmó el Convenio Marco del Cambio Climático, en el que, aunque sin fuerza vinculante, los países se comprometieron a tomar medidas para limitar las emisiones de gases.
En 1995, en el marco de la I Conferencia de la ONU en Berlín (COP1), los representantes de los países asistentes cerraron la reunión solo con la voluntad de reducir los gases, pero sin cifras ni plazos. Pese al fracaso, ese mismo año, los científicos de la ONU, reunidos en Madrid en el IPCC confirmaban, por primera vez, que «la actividad humana está cambiando el clima» y que es necesario tomar medidas. En 1996, con la presión de los países más contaminantes, se fijó en Ginebra, en la COP2, un calendario «legalmente vinculante» para la reducción de gases.
El gran avance, no obstante, tuvo lugar en Kioto en 1997, cuando los países reunidos en la III Cumbre del Clima firmaron el tratado que lleva el nombre de esta ciudad japonesa, el primero que obliga a los países industrializados a reducir las emisiones de gases efecto invernadero.
Sin embargo, al fracaso en 2000 de la reunión de La Haya en la que se advirtieron las diferencias entre los países industrializados y las naciones en desarrollo, se añadió la decisión adoptada en 2001 por EE UU de no cumplir los compromisos de Kioto. Aún así, en 2004, Rusia, que representa el 17,4% de las emisiones, ratificó el Tratado, con lo que se superó el 55% requerido para que el Protocolo tuviera efecto. Finalmente, con la ausencia de EEUU, el Protocolo de Kioto entró en vigor el 16 de febrero de 2005 y tomó valor jurídico para los estados que lo ratificaron.
En 2005, Montreal acogió la COP11, la primera tras la entrada en vigor del Tratado. En ella, se acordó iniciar el llamado Kioto-2, para conseguir mayores reducciones de emanaciones de gases, y aunque sin objetivos, se consiguió involucrar en la lucha contra el cambio climático a países no adheridos al Protocolo. Con el reto de acordar un tratado sustituto de Kioto, en 2009 se celebró en Copenhague (Dinamarca), la COP15 que, aunque con muchas expectativas, solo alcanzó un acuerdo de mínimos, sin compromisos entre EE UU, China e India. Contó con la oposición de Venezuela, Nicaragua, Cuba y Bolivia, y decepcionó a la UE.
En 2011, en Durban (Sudáfrica), se firmó la «Plataforma de Durban», que incluyó un segundo periodo para el Protocolo, una hoja de ruta para un acuerdo global y un mecanismo para el Fondo Verde. Pese a los acuerdos, ONGs y ecologistas hablaron de fracaso y lamentaron que las soluciones previstas fueran a largo plazo. Japón, Rusia y Canadá no renovaron su compromiso con Kioto y un día después de la cumbre, Canadá se convirtió en el primer país que abandonó el Tratado.
A finales de 2012 la COP18 se reunió en Doha (Catar) y concluyó con un acuerdo para extender el periodo de compromiso del Protocolo de Kioto hasta el 31 de diciembre de 2020.
Acciones concretas
Algunas medidas contra el cambio climático adoptadas en diferentes países, según datos de 2012 recogidos por la organización estadounidense Consejo para la Defensa de Recursos Naturales:
- EE UU ha emitido normas para limitar la contaminación de efecto invernadero en los vehículos nuevos, normas sobre compuestos orgánicos volátiles que reducirán las emisiones de metano que provienen de instalaciones nuevas de gas natural, y normas que reducen el gasto de energía en electrodomésticos. Por el momento, sin embargo, no se regula la industria de las centrales energéticas, que, con más de 1.500 centrales, responsables el 40% de las emisiones de carbono, es la más contaminante del país.
- India ha avanzado en sus esfuerzos por reducir su dependencia en combustibles fósiles e incrementar su producción y uso de energía limpia y sostenible. El país ya es un líder mundial en energía eólica, ocupando el quinto lugar en su producción. Su potencia solar instalada alcanzó más de 1 GW en 2012. India se prepara, además, para duplicar la producción de energía renovable para el año 2017, y el Gobierno lanzó recientemente el programa Realiza, Logra y Negocia, un esquema de fijación de límites máximos e intercambio de derechos de emisión para industrias de uso intenso de energía, que tiene el potencial de reducir emisiones equivalentes a 25 millones de toneladas de CO2 para el año para 2015.
- México ha adoptado una ley nacional que establece un plazo para que el país reduzca sus emisiones un 30% por debajo de los niveles actuales para el año 2020, y reducirlas a un 50% de los niveles de 2000 para 2050. El Gobierno anunció normas de rendimiento para vehículos nuevos que reducirán significativamente la contaminación de coches y camionetas, aunque algunas compañías automovilísticas tratan de bloquear la legislación.
- Corea del Sur aprobó un programa vinculante de máximos e intercambio de derechos de emisión para las empresas que más contaminan en el país. La legislación entrará en vigor en 2015 y limita la contaminación de centrales de energía, plantas de acero, fabricas de barcos y grandes universidades. Algunos sectores industriales en el país se oponen a la normativa.
- Sudáfrica anució un aumento sobre las mayores fuentes de contaminación de carbono en el país. La propuesta impone un impuesto al carbono por tonelada, con un aumento anual del 10% hasta 2019. La industria local está luchando por revocar o debilitar la medida. Además, en Sudáfrica, un país donde la electricidad se produce sobre todo a partir del carbón, la energía renovable ha empezado a surgir. El Gobierno ha aprobado proyectos de energía renovable que juntos producirán 1.425 MW.
- Brasil había ido reduciendo las emisiones relacionadas con la tala de árboles, en camino a su compromiso por reducir la deforestación por 80% para el año 2020, un compromiso hecho en Copenhague y posteriormente consagrado bajo una ley nacional. Datos de 2012 reflejaban una disminución en la deforestación de 4.657 km², un 27% más que en el año anterior. Esta disminución en la tasa de deforestación equivale al 75% sobre la producida entre 1996 y 2005. Sin embargo, la deforestación de la Amazonia en Brasil aumentó en 2013, después de cuatro años de disminución consecutiva, y en la Cumbre celebrada el pasado día 23 en Nueva York, el país latinoamericano declinó unirse al compromiso de Naciones Unidas para reducir a más de la mitad las pérdidas forestales en el mundo para 2020 y eliminar por completo la deforestación para 2030. Brasil alegó que no fue consultado y que la iniciativa, a la que se han comprometido más de 30 países, va en contra de sus propias leyes.
- La Unión Europea ha propuesto nuevas normas para regular las emisiones de vehículos y una retirada progresiva de los peores gases de efecto invernadero. Un análisis reciente muestra que estas medidas reducirán las emisiones en la zona por un 25% por debajo de los niveles de 2005 para el año 2020. estas proyecciones han provocado que los grupos ecologistas hayan exigido que la UE aspire a una reducción más ambiciosa, del 30%, para el año 2020.
- China continúa afianzando las políticas, destacadas en su anterior plan quinquenal, por lograr cumplir los objetivos en el área de energía y clima. En 2011 el país redujo su intensidad energética en algo más del 2% con respecto a 2010. Entre sus esfuerzos clave están políticas para mejorar la eficiencia industrial en el sector de energía (el que más carbón utiliza), optimizar el uso de la tecnología en los sectores de fabricación y servicios, mejorar la eficiencia energética en electrodomésticos y edificios (incluyendo el comienzo de una eliminación gradual del luces incandescentes), y fomentar el uso de vehículos de alto rendimiento y el transporte público. En 2011, el país instaló 16 GW de energía eólica y añadió un sistema de primas para los fotovoltaicos solares a las ya existentes en la energía eólica y de biomasa.
En España
España, por su situación geográfica y sus características socioeconómicas, es un país muy vulnerable al cambio climático. Los graves problemas ambientales que se ven reforzados a causa del calentamiento global son la disminución de los recursos hídricos y la regresión de la costa, las pérdidas de la biodiversidad biológica y ecosistemas naturales y los aumentos en los procesos de erosión del suelo. Asimismo hay otros efectos del cambio climático que también van a provocar serios impactos en los sectores económicos. Con el fin de hacer frente a estos problemas, y de cumplir con los compromisos del Protocolo de Kioto, el Gobierno aprobó el noviembre de 2007 la Estrategia Española de Cambio Climático y Energía Limpia (EECCEL).
La reciente Planificación de los Sectores de Electricidad y Gas 2008-2016 contempla la previsión de instalaciones con las que dar cobertura a una mayor participación de tecnologías renovables, así como infraestructuras gasistas con las que abastecer las necesidades asociadas a la creciente demanda de gas, tanto en cogeneración como en ciclos combinados. Además, se han ejecutado planes en materia de ahorro, eficiencia energética y energías renovables, como los Planes de Acción de la Estrategia de Ahorro y Eficiencia Energética en España 2004-2012 (E4), y el Plan de Energías Renovables 2005-2010 (PER). España se ha marcado el objetivo de alcanzar el 12,1% de cobertura renovable sobre el consumo primario. La potencia instalada de cogeneración aumentó de 488 MW en 1991 a 6063 MW en 2007, y las inversiones y los apoyos destinados a las fuentes renovables han permitido que alrededor del 20% de la electricidad generada (7% de la energía primaria), provenga de estas fuentes.
En cuanto al transporte, el Plan Estratégico de Infraestructuras y Transportes (PEIT), actualmente en fase de desarrollo, tiene como una de sus facetas más destacadas la potenciación del ferrocarril, al que se destina casi el 50% de las inversiones.
Mucho aún por hacer
Las organizaciones ecologistas, no obstante, denuncian graves lagunas y retrocesos en las políticas medioambientales españolas. Ecologistas en Acción, por ejemplo, ha exigido al Gobierno acciones más urgentes, entre las que destaca la prohibición de las prospecciones de petróleo y gas en nuestras costas, así como del fracking, y una legislación y planificación que fomente de forma más efectiva el ahorro y la eficiencia energética, las energías renovables, la movilidad sostenible, la agricultura ecológica y el comercio local, entre otras actividades, que unen sus beneficios ambientales a los beneficios sociales y la generación de empleo.
La llamada Coalición Clima, que agrupa a organizaciones de diversos sectores sociales (ecologistas, sindicales, de consumidores, de cooperación al desarrollo, científicas…), ha denunciado que la moratoria a las energías renovables establecida en el RD Ley de enero de 2012 ha paralizado el procedimiento de preasignación para el registro de nuevas instalaciones, con lo que no se desarrollarán nuevos proyectos en España más allá de 2012. También denunció que el Gobierno «se niega a establecer un marco normativo que permita el autoconsumo de energía en pequeñas instalaciones con balance neto, que sería una formula que podría reactivar la instalación y producción de energía fotovoltaica», y que, en el ámbito del transporte, no se ha avanzado hacia una normativa estatal que regule la planificación de la movilidad sostenible en los ámbitos urbanos, ni hacia inversiones que propicien un cambio modal hacia el ferrocarril y el transporte público.
Por otra parte, en lo que respecta a la gestión de residuos, y salvo en algunas conmunidades autónomas, no se han establecido sistemas para la adecuada recogida y recuperación de la materia orgánica de los residuos, por lo que estos siguen yendo mayoritariamente a vertederos y generando emisiones de metano.
A pesar de las recomendaciones que ha realizado la Comisión Europea apenas se han puesto en marcha en España elementos de fiscalidad sobre las actividades y productos emisores de CO2.
La opinión pública
El 54% de los participantes en una encuesta realizada en 34 países consideraron el cambio climático como la principal amenaza para su país, por encima de otros problemas listados en el sondeo, como la crisis financiera internacional, el extremismo islámico o el programa nuclear de Irán. La encuesta fue elaborada en 2013 por el Centro de Investigación Pew, y en ella destaca el dato de que, en contraste, solo el 40% de los estadounidenses situaron el cambio climático como la principal amenaza.
Ipsos-MORI, una de las pincipales agencias de sondeos del Reino Unido, publicó recientemente su encuesta sobre tendencias globales en 2014, con datos obtenidos en 20 países a partir de más de 16.000 entrevistas. A la pregunta de si la actividad humana es la principal causa del cambio climático, solo el 54% de los estadounidenses respondieron de forma afirmativa, lo que les sitúa en el último lugar de la lista de los países participantes.
El porcentaje de estadounidenses que respondieron «sí» fue diez puntos más bajo que el de los siguientes países en la lista, el Reino Unido y Australia, donde el 64% está de acuerdo con que el cambio climático lo están causando los seres humanos. Los países donde más encuestados respondieron afirmativamente fueron Francia (81%), Brasil (79%) y Alemania (72%).
En China, el 91% se mostró de acuerdo con la afirmación de que «nos encaminamos hacia un desastre medioambiental si no cambiamos rápidamente nuestros hábitos». En EE UU, solo el 57%.
En Europa, una encuesta especial del Eurobarómetro reveló que más de dos de cada tres europeos consideran que el cambio climático es un problema muy grave, y que casi el 80% opina que tomar medidas para combatirlo puede relanzar la economía y la creación de empleo. La encuesta, realizada en junio de 2011, indica que el cambio climático preocupa a los ciudadanos europeos hoy más que en 2009 y más incluso que la situación económica.
Con información de Efe