Recién cumplido un mes desde la muerte de Hugo Chávez, la figura del que fuera presidente de Venezuela durante 14 años domina por completo la campaña para las elecciones presidenciales que celebrará el país el próximo domingo, una campaña corta (solo diez días), pero intensa, dura y, sobre todo, muy emocional.
El oficialismo, representado por el candidato Nicolás Maduro, presidente en funciones, trata de capitalizar el duelo y, bajo constantes llamamientos a «continuar el legado» de Chávez, evoca a diario a su líder en multitudinarios actos electorales, mantiene viva su imagen en los medios estatales (incluyendo repeticiones de su famoso programa de televisión Alo Presidente), y plantea las elecciones como una prueba de lealtad al comandante y una especie de plebiscito sobre su gestión. «Chávez vive, la lucha sigue», es la consigna.
Por su parte, la oposición, encabezada por Henrique Capriles, intenta desembarazarse del omnipresente fantasma del fallecido presidente y centrar sus críticas en Maduro, a quien acusa de ejercer un «liderazgo prestado». Pero las alusiones al difunto son, también, constantes: «Nicolás no es Chávez», repite Capriles a diario en su maratoniano recorrido electoral por toda Venezuela.
La pregunta del millón es, a fin de cuentas, si existe chavismo después de Chávez, o si el sistema (un régimen personalista con tintes izquierdistas, modelo valiente de eficaz gestión social para unos, desastrosa dictadura enmascarada y populista para otros, y que no deja lugar al término medio entre sus apasionados defensores y sus igualmente apasionados detractores) ha muerto con él.
De momento, las encuestas favorecen a Maduro, si bien Capriles juega con la baza de ser la única alternativa real de cambio, y con la esperanza que le dan los resultados de las últimas elecciones, cuando, pese a ser derrotado, obtuvo el mayor apoyo a una candidatura opositora durante toda la era Chávez. Aún así, la carga emocional de la muerte del presidente, que falleció con un índice de popularidad en torno al 70%, cinco meses después de haber obtenido su tercera reelección, y, sobre todo, la poderosa herramienta que suponen los programas sociales de ayuda directa a los pobres creados por Chávez, y mantenidos a toda máquina por Maduro durante la actual campaña, serán huesos muy duros de roer.
«Es una situación compleja, porque son 14 años de decisiones asociadas a una voluntad, a un único carisma, y la ausencia de Chávez agrega incertidumbre al proceso», explica a Efe el politólogo Xavier Rodríguez, director de Entorno Parlamentario. «Tras el duelo el país sigue igual de dividido. Los principales problemas no se los llevó Chávez. El luto ha tenido secuestrada la agenda de otros temas, como la economía o la inseguridad», agrega.
Estas son las diez claves principales de unos comicios destinados no solo a definir el futuro próximo de una Venezuela más polarizada que nunca, sino también a juzgar, a través de las urnas, el legado de uno de los personajes más controvertidos de la política latinoamericana y mundial en las últimas décadas.
1. Los candidatos
Los dos candidatos que cuentan con más opciones de victoria son Nicolás Maduro, designado por Chávez como su heredero y líder en funciones del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), y Henrique Capriles, principal líder de la oposición, al frente de la Mesa de Unidad Democrática (MUD).
El PSUV, brazo político del chavismo, define su ideología (izquierdista) como una mezcla de «socialismo del siglo XXI», marxismo, guevarismo (por el Che Guevara), bolivarianismo revolucionario, nacionalismo popular, antiimperialismo y anticapitalismo. La MUD, por su parte, es una coalición de una treintena de partidos y agrupaciones que abarca un amplio espectro ideológico entre el centro-derecha y el centro-izquierda, y que incluye desde socialdemócratas y democristianos hasta centristas y laboristas.
Se presentan, además, otros cinco candidatos, con mucho menos apoyo: María Bolivar, del Partido Democrático Unidos por la Paz y la Libertad (independiente, dueña de una panadería); Reina Sequera, de Poder Laboral (sindicalista e independiente, famosa por prometer en los pasados comicios dar un millón de dólares a cada venezolano como fórmula para erradicar la pobreza y la violencia); Eusebio Méndez, de Nueva Visión para mi País (pastor cristiano apostólico); Julio Mora, de Unidad Democrática (independiente y prácticamente sin programa electoral); y Fredy Tabarquino, del partido JOVEN (fundador del Colegio Nacional de Policía y cercano al chavismo).
2. Maduro, «el apóstol»
Nacido en Caracas en 1962 (tiene 50 años), Nicolás Maduro Moros se inició en política como líder estudiantil y desde joven trabajó como conductor de autobuses en la capital, llegando a ser un destacado líder sindical en los años noventa. Está casado con Cilia Flores, abogada, política chavista y secretaria ejecutiva de su campaña electoral.
Maduro conoció a Hugo Chávez cuando éste cumplía condena en prisión por su fallido golpe de Estado de febrero de 1992, y fue uno de los fundadores del Movimiento V República (MVR), antecesor del PSUV. Más tarde participó en la campaña presidencial de 1998 en la que Chávez resultó elegido presidente. Formó parte de la Asamblea Nacional Constituyente que redactó la nueva Constitución en 1999, y fue elegido diputado en 2000, siendo reelegido en 2005. En enero de 2006 fue designado presidente del Parlamento y en agosto de ese año nombrado ministro de Asuntos Exteriores. En 2012 fue designado vicepresidente ejecutivo, y continuó ejerciendo como responsable de Exteriores hasta enero de 2013.
Hombre de máxima confianza de Hugo Chávez, Maduro tomó las riendas del país en los periodos que éste pasó hospitalizado en Cuba debido al cáncer que le fue detectado en junio de 2011. El 8 de diciembre de 2012, Chávez, antes de someterse a su cuarta intervención quirúrgica, le confirmó como «hombre fuerte» del Gobierno y se refirió a él como su sucesor. El 5 de marzo de 2013 Maduro fue quien anunció el fallecimiento de Chávez, y tres días después juró como «presidente encargado» de Venezuela, a pesar de que la Constitución estipula que el puesto debe ser ocupado por el presidente de la Asamblea Nacional. «Somos los apóstoles de Chávez», dijo en el inicio de la campaña electoral.
3. El «pajarito chiquitico»
Incondicional del chavismo —su programa electoral, continuista, no es otro que el que dejara redactado el propio Chávez—, y considerado radical por sus opositores, Maduro se ha llegado a definir como «el hijo de Chávez», a quien, según un portal de Internet, nombra hasta 100 veces al día.
Su admiración por el fallecido presidente tiene incluso connotaciones religiosas. Este sábado se refirió a él como «Cristo rendetor de los pobres», anteriormente afirmó que Chávez había influido en la elección del nuevo papa, y el pasado martes, al arrancar la campaña electoral, Maduro dijo haber sentido que Chávez se le había aparecido en forma de «pajarito chiquitico» y lo había bendecido: «De repente entró un pajarito, chiquitico, y me dio tres vueltas acá arriba», dijo señalando su cabeza e imitando un aleteo. El pájaro, prosiguió, «se paró en una viga de madera y empezó a silbar, un silbido bonito», dijo, imitándolo. Miembros de la oposición pidieron una «evaluación del equilibrio mental» del candidato oficialista, quien se defendió apelando a su «espiritualidad».
Quienes conocen a Maduro aseguran que es un hombre de equipo, que sabe apoyarse en los grupos con que trabaja, y que tiene grandes dotes de negociación, adquiridas durante su pasado sindicalista, del que también obtuvo una profunda y estructurada formación ideológica maoísta. «En el trato personal es muy cordial, con buen sentido del humor, pero cuando tiene que apretar aprieta, y con el adversario es duro, por supuesto», aseguró a Efe el periodista y exviceministro de asuntos Exteriores Vladimir Villegas.
Sus detractores le acusan de haber destrozado la Cancillería sacando a diplomáticos de carrera y colocando a personas que le habían acompañado durante su vida laboral, y que terminaron entrando en el Ministerio de Exteriores junto a él.
El gran reto de Maduro es mantener las corrientes oficialistas unidas. Maduro sabe que no podrá hacer el trabajo solo, como lo hacía Chávez, y que deberá tejer alianzas dentro del movimiento chavista. «Todos juntos somos Chávez, pero por separado no somos nada, podemos perderlo todo», dijo en un reciente acto del Partido Comunista.
4. Capriles, «el burguesito»
Henrique Capriles Radonski, el líder opositor, nació en Caracas en 1972 (tiene 40 años), en el seno de una familia de inmigrantes con importantes intereses empresariales en Venezuela. Es descendiente de judíos del gueto de Varsovia y de víctimas del campo de exterminio de Treblinka, y pertenece a la clase alta caraqueña, por lo que sus detractores le llaman «el burguesito». Por el lado paterno, su familia tiene medios de comunicación y empresas inmobiliarias, y por el ala materna sus parientes poseen un importante complejo de salas de cine. Se declara católico practicante, está soltero y es abogado.
Apodado también «el flaco», Capriles comenzó su carrera política en el partido democratacristiano COPEI, del que saldría para formar el partido Primero Justicia, una formación que se define como centro humanista, junto a otros políticos jóvenes de tendencia conservadora. Con 26 años fue elegido diputado, y se convirtió después en el presidente más joven del Parlamento. Abandonó el Legislativo en 2000, año en que fue elegido alcalde de Baruta, uno de los municipios de Caracas donde se concentra la población más acomodada. Al frente de esa institución vivió en primera persona los acontecimientos del fallido golpe de Estado de 2002 contra el presidente Chávez.
Ese mismo año fue acusado de participar en los actos llevados a cabo contra la Embajada de Cuba, de no evitar el asedio a la sede diplomática y de detener ilegalmente al entonces ministro del Interior, acusaciones que le llevaron a estar 119 días preso. En 2006 fue exonerado de responsabilidad.
Su victoria sobre el candidato chavista en las elecciones de 2008 a gobernador del estado de Miranda, uno de las más importantes del país, catapultó su protagonismo en las filas opositoras, y en febrero de 2012 fue elegido candidato a las presidenciales por la la alianza opositora MUD. En los comicios del 7 de octubre de 2012 no consiguió arrebatarle la Presidencia a Chávez (reelegido con el 55% de los votos), pero obtuvo 6,42 millones de votos (44%).
En diciembre de 2012 fue elegido de nuevo gobernador de Miranda, al vencer otra vez a un candidato de Chávez, y el pasado mes de marzo, tras la muerte del presidente, aceptó volver a ser el candidato de la oposición venezolana.
5. Como Lula, pero sin Lula
Capriles está considerado un hombre de discurso moderado, alejado de los extremismos. Se autodefine como «centroizquierdista» y partidario de un modelo de libre mercado con acento social, y afirma que su referente es «el Brasil de Lula», aunque, paradójicamente, el expresidente brasileño ha expresado públicamente su apoyo a Maduro en estas elecciones. El candidato opositor sí cuenta, no obstante, con el apoyo oficial de Estados Unidos.
En la actual campaña electoral, Capriles ha intentado desmitificar al «comandante-presidente». El líder de la oposición, que llama a Maduro siempre por su nombre de pila, e insiste en demostrar que su rival está muy lejos del molde de Chávez, ha prometido derrotar a los «vagabundos» el 14 de abril. «Nicolás no le llega ni al tobillo al presidente Chávez», dijo en una reciente entrevista a la agencia Reuters. «Me medí con Cassius Clay. Si me pones otro boxeador, ya es otro juego», añadió.
Capriles promete una «regeneración democrática» y el impulso de la economía, «manteniendo lo positivo» de las políticas sociales chavistas. Pese a que sus apellidos están asociados al poder empresarial venezolano, el candidato ha procurado desmarcarse de esa imagen, y sus más cercanos colaboradores lo describen como un político cercano que se mueve en moto, juega al baloncesto y atiende personalmente a la gente que lo requiere.
6. Acusaciones
La campaña para las elecciones del domingo se ha visto empañada por varios cruces de acusaciones entre los principales candidatos.
Primero, el coordinador de la campaña de Capriles denunció que un técnico de la campaña de Maduro tenía el «código» para «el manejo y la configuración» de una máquina de registro de votos, a lo que el Consejo Nacional Electoral (CNE) de Venezuela respondió calificando el sistema electoral de «invulnerable, inviolable e inquebrantable».
Capriles también ha echado en cara a Maduro el uso indiscriminado de recursos públicos y el abuso de las cadenas de radio y televisión para impulsar su candidatura. Carlos Vecchio, de su equipo de campaña, presentó en un solo día 35 denuncias, al tiempo que protestaba por el «desbalance total en la utilización de los medios públicos, que pagan todos los venezolanos, para favorecer una parcialidad política». «Aquí la única ventaja que hay es que hay un pueblo mayoritariamente revolucionario, patriota y chavista», respondió Maduro.
Por su parte, el candidato oficialista acusó la semana pasada a la oposición de «quitarle la luz a media Caracas» como parte de un «plan para desestabilizar el país». En concreto, Maduro anunció que militarizará las estaciones eléctricas, tras denunciar un sabotaje en el sistema de energía y un complot opositor para provocar «un apagón general». También amenazó con sacar los soldados a la calle. «Le quitaron la luz a todos los sectores populares del estado de Aragua», vecino a Caracas, dijo Maduro, añadiendo que ello derivó en la destitución del responsable regional del ente nacional de electricidad. «Van a ir presos todos los funcionarios complotados [sic] contra el pueblo», dijo.
Maduro también ha asegurado tener «información precisa de que el candidato de la derecha está preparando sus maletas para irse a Nueva York y retirar su candidatura». Y Capriles, mientras, ha acusado al sucesor del comandante de homofóbo después de que, en un acto multitudinario, Maduro hiciera gala de que tiene «mujer» y le gustan las mujeres. «Yo sí tengo mujer, oyeron, me gustan las mujeres», dijo al presentar a Cilia Flores, «su compañera y amada esposa», durante un discurso. «Qué bueno es un beso de una mujer, ¿verdad? O de un ser que uno ama», añadió.
7. Los retos
Los logros sociales y la redistribución de la riqueza que, en buena parte gracias a los grandes ingresos de la nacionalizada industria del petróleo, se han conseguido durante los gobiernos de Chávez, conviven en Venezuela con graves problemas, entre los que destacan las altas tasas de criminalidad, el déficit de viviendas, la inflación y la escasez de productos básicos en muchas zonas.
Con respecto a la seguridad ciudadana, Capriles acusa al Gobierno de falta de eficacia y de carecer de voluntad para resolver el problema, mientras que Maduro mantiene que los responsables de la creciente violencia son los «valores del capitalismo» y los mensajes lanzados por los medios de comunicación privados.
La tasa de homicidios, según el Gobierno, se sitúa en 54 por cada 100.000 habitantes, mientras que para el Observatorio Venezolano de Violencia son 73 los homicidios cometidos por cada 100.000 habitantes. El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo indicó hace unos días que solo Honduras, El Salvador, Costa de Marfil y Jamaica tienen peores tasas de violencia criminal que Venezuela. Los expertos señalan que las raíces del problema de la criminalidad en el país se encuentran en la proliferación de armas de fuego y en el tráfico de drogas, aí como en un débil sistema de justicia que deja impunes muchos delitos.
Por otra parte, y según denuncia Amnistía Internacional, en las prisiones de Venezuela persisten desde hace años el hacinamiento y la violencia generalizada. En 2012 murieron al menos 591 personas en las cárceles venezolanas, donde hay tres veces más reclusos de los que se consideraba que el sistema debía acoger. En todas las prisiones proliferan las armas y los explosivos, y los enfrentamientos violentos y los motines son frecuentes.
En cuanto a la economía, Venezuela es el país mejor administrado de la región, de acuerdo con el coeficiente de Gini, que mide la desigualdad económica entre los ciudadanos. Además, la pobreza en 2012 se había reducido en casi un 25% con respecto a 2003, según Naciones Unidas. La oposición, no obstante, asegura que estos datos se sustentan en una inflación disparada (más del 20%), y en el desabastecimiento de los mercados.
Otro de los desafíos del nuevo presidente será hacer frente al déficit de libertad de expresión que, según denuncian defensores de los derechos humanos, existe en el país. Amnistía Internacional afirma que «quienes expresan oposición a las políticas del Gobierno, en especial los periodistas y los activistas de los derechos humanos, son a menudo objeto de acusaciones infundadas, que las autoridades y los medios de comunicación oficiales vierten contra ellos con el fin de deslegitimar su trabajo. Algunos defensores de los derechos humanos han denunciado incluso agresiones físicas, y los responsables raras veces se enfrentan a la justicia».
8. Las encuestas
La mayoría de las encuestas realizadas hasta ahora otorgan una cómoda ventaja para Maduro. La empresa de sondeos GIS XXI, perteneciente a un exministro chavista, sitúa la intención de voto en un 55% para Maduro y un 44% para Capriles, un resultado similar al de las últimas elecciones presidenciales. Hinterlaces da el mismo 55% a Maduro, pero una menor intención de voto para Capriles, que obtendría el 35%, y Datanálisis ofrece un 49% para Maduro y un 34% para Capriles.
9. La abstención
Teniendo en cuenta que la participación electoral no es obligatoria en Venezuela, el índice de abstención puede ser importante e influir en el resultado de un modo que, según algunos expertos, podría beneficiar a Capriles.
La última reelección que ganó Hugo Chávez contó con más de un 80% de participación, mientras que en los comicios regionales, con Chávez ya hospitalizado en La Habana, la participación no llegó al 54%. La apuesta de la oposición es conservar el 100% del voto obtenido por Capriles en octubre y confiar en que Maduro pierda al menos un tercio de los que cosechó Chávez entonces.
«En las regionales la abstención fue pareja, pero la jugada es que sea dispareja. Esa es la única forma de alterar el juego», indicó a la BBC el politólogo Javier Corrales, especialista en asuntos latinoamericanos del Amherst College, en EE UU.
La Conferencia Episcopal Venezolana (CEV) ha llamado a participar en los comicios y ha dicho que la «abstención nunca favorecerá al pueblo». Al pronunciarse sobre la votación, el Episcopado pidió darle «la mayor importancia» a este evento electoral y participar «de manera consciente, libre y responsable».
10. La votación
Las elecciones del domingo fueron convocadas, tal y como establece la Constitución, en el plazo de 30 días tras la muerte del presidente. La fecha elegida, el 14 de abril, coincide con la conmemoración de la liberación de Hugo Chávez en 2002 tras el fracaso del golpe de Estado.
El sistema electoral se basa en un recuento automatizado de los votos y es considerado por el propio Gobierno venezolano como el mejor del mundo, opinión que compartió recientemente el expresidente estadounidense Jimmy Carter.
La organización Human Rights Foundation solicitó al secretario general de la Organización de los Estados Americanos (OEA), José Miguel Insulza, que intercediera ante el CNE de Venezuela para que este organismo invitase a una misión de observadores de la OEA, con el fin de verificar que las elecciones presidenciales se celebran de manera libre y justa. Insulza se limitó a señalar que «sería bueno para Venezuela que aceptara» la misión de la OEA, y finalmente el CNE suscribió un convenio confirmando que únicamente la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) «acompañará» el proceso electoral.
El ganador en las elecciones presidenciales podrá ocupar el cargo hasta el año 2019.
Con información de Efe y Reuters