Como parece ser la norma cuando se trata de África, el conflicto no ocupa demasiado espacio en los informativos, ni provoca la urgencia política internacional con la que se responde a otras crisis en zonas teóricamente más estratégicas del mundo. De hecho, de no ser por la inminencia de una intervención militar francesa, es probable que ni siquiera hubiese alcanzado un lugar mínimamente visible en los medios de comunicación occidentales. Y, sin embargo, los devastadores efectos del caos y la violencia en que está sumida la República Centroafricana desde hace meses pueden verse incluso desde el espacio.
La ONG Human Rights Watch (HRW) ha publicado esta misma semana unas imágenes tomadas por satélite de la remota aldea de Camp Bangui, un poblado minero situado en el noroeste del país. Según la ONG, las fotografías se realizaron el pasado 23 de noviembre, un par de semanas después de un ataque brutal que dejó más de 200 viviendas (la mitad del poblado) reducidas a cenizas.
De momento, la inseguridad existente en toda la zona ha hecho imposible acceder a la aldea para poder llevar a cabo un cómputo independiente de las víctimas, pero, en palabras de la propia organización, la imagen es «el aspecto que tiene un crimen de guerra visto desde el espacio». Los puntos en rojo marcan las casas destruidas:
Según denunció HRW, la aldea, de mayoría cristiana, fue víctima, como muchas otras en toda la región, de un ataque de los exrebeldes de la coalición Seleka, de mayoría musulmana y responsables del golpe de Estado (el quinto desde que el país proclamó su independencia, en 1960) que el pasado mes de marzo derrocó al presidente François Bozizé. El ataque habría sido una represalia contra las milicias civiles cristianas, responsables, a su vez, de numerosos atropellos.
Se trata, en cualquier caso, de un episodio más en una escalada de violencia que está adquiriendo tintes cada vez más sectarios, en un país donde la autoridad estatal ha quedado totalmente desintegrada, y que carece de gobierno efectivo desde el golpe de Estado. Según datos de la Agencia de Refugiados de la ONU, cerca de 470.000 civiles (el 10% de la población total) se han visto obligados a abandonar sus casas en el último año, dejando aldeas enteras vacías.
En su defensa de una intervención militar por parte de su país, el ministro de Exteriores de Francia, Laurent Fabius, ha llegado a decir que la excolonia francesa se encuentra «al borde del genocidio», una palabra que han empleado también, reflejando el temor a lo que puede ocurrir, funcionarios de la ONU. La embajadora estadounidense en Naciones Unidas, Samantha Power, calificó lo que está ocurriendo como «una de las peores crisis que se han oído jamás».
Estas son algunas de las claves de un conflicto que ha venido a agravar, más aún si cabe, las difíciles condiciones de vida de una población cuya esperanza de vida es de 51 años, en un país que, al igual que otras excolonias europeas en África, apenas ha conocido un momento de estabilidad desde su independencia, y que, a pesar de sus grandes reservas de uranio, oro, diamantes y madera (pasto abonado para la proliferación de ‘señores de la guerra’), es uno de los diez más pobres del mundo, con una renta per cápita de 535 dólares.
El origen: un golpe de Estado tras otro
El 15 de marzo de 2003 el general François Bozizé, antiguo jefe del Estado Mayor del Ejército, dio un golpe de Estado en ausencia del presidente del país y al día siguiente se proclamó presidente de la República Centroafricana, cerrando un paréntesis de diez años de legalidad constitucional. Era la cuarta asonada militar con éxito (intentos fallidos ha habido varios más) desde que la excolonia francesa proclamó su independencia en 1960.
El nuevo líder suspendió la Constitución y el Parlamento, e instauró un gobierno de unidad nacional, tras lo que fue elegido en referéndum con el 64% de los votos. En enero de 2011 Bozize renovó su mandato con acusaciones de fraude electoral, y en diciembre de 2012 la coalición de fuerzas rebeldes Seleka («alianza», en lengua sango) tomó varios pueblos del noroeste, aduciendo que Bozizé no había respetado los acuerdos de paz firmados en 2007, unos acuerdos que contemplaban, entre otras cosas, la integración de combatientes rebeldes en el Ejército centroafricano, la liberación de prisioneros políticos y el pago a los milicianos sublevados que optaran por el desarme.
La revuelta, que originó la intervención de soldados de Chad y el envío de un contingente de militares franceses y de una misión de paz de la ONU (BINUCA), culminó el 24 de marzo de 2013 con la toma de Bangui por parte del líder de la coalición rebelde, Michel Djotodia. En un nuevo golpe de Estado, y tras la huida de Bozizé a la vecina República Democrática del Congo, Djotodia asumió el poder, convirtiéndose en el primer presidente musulmán en un país donde el 50% de la población es cristiana, y solo pertenece al islam el 15%.
Días más tarde se formó un gobierno de unidad nacional con los partidos de la oposición, que finalmente acabaron abandonando el Ejecutivo por discrepancias por la distribución de carteras. Se inició entonces una crisis que provocó decenas de muertos por los enfrentamientos entre grupos armados leales a Bozizé y los exrebeldes de Seleka, y que ha acabado causando la huida de más de 37.000 personas a los países vecinos y cerca de medio millón de desplazados internos.
La Comunidad Económica de Estados Centroafricanos (CEECA) ha reconocido a Djotodia como líder de un gobierno de transición que deberá celebrar elecciones en un plazo de 18 meses.
Los protagonistas: milicias y grupos de autodefensa
La coalición Seleka, un movimiento formado originalmente por cinco milicias, se deshizo el pasado mes de septiembre tras no acatar la mayoría de sus hombres la orden del presidente Djotodia de que se integrasen en el Ejército nacional. Desde entonces, los exrebeldes (más de 20.000 milicianos con fácil acceso a armas, de acuerdo con Amnistía Internacional) habrían reclutado, según sus oponentes (ellos lo niegan), a centenares de mercenarios de Chad, Sudán y Níger, a quienes estarían pagando con las grandes reservas de oro y diamantes existentes en la zona que controlan. Organizaciones de derechos humanos denuncian asimismo la presencia en las milicias de miles de niños soldado.
En el bando opuesto están los grupos de autodefensa conocidos como anti balaka (antimachete), enfrentados a Djotodia, partidarios del expresidente Bozizé y contrarios a la llegada de mercenarios extranjeros.
Los ataques: ¿Un conflicto confesional?
Los milicianos de Seleka atacan sobre todo barrios y aldeas de mayoría cristiana; los grupos de autodefensa, enclaves musulmanes. La violencia interconfesional, sin embargo, es un fenómeno reciente en el país, donde los diferentes grupos religiosos han convivido hasta ahora en relativa armonía, a pesar de las históricas quejas de la minoría musulmana del norte, que se ha sentido abandonada por los sucesivos gobiernos cristianos que han dominado la excolonia francesa.
Ahora, ambos grupos están utilizando el discurso religioso con fines políticos, pero resulta difícil obviar los intereses económicos y la corrupción generados en la lucha por el control del lucrativo tráfico de diamantes y de madera, tanto en el interior del país como en los países vecinos.
No obstante, y con independencia de las auténticas motivaciones, la realidad sí parece estar girando hacia un enfrentamiento general de carácter sectario. Según señaló el embajador de Ruanda ante la ONU, Eugene Richard Gasana, el conflicto se parece cada vez más a la situación que desembocó en el genocidio sufrido por su país en 1994.
Las consecuencias: pánico, violencia, éxodo y emergencia sanitaria
El caos es total. Las organizaciones humanitarias sobre el terreno y testigos, que responsabilizan principalmente a los exrebeldes, denuncian ejecuciones extrajudiciales, torturas, ataques indiscriminados a civiles, agresiones sexuales a mujeres y niñas, pueblos arrasados, infraestructuras destruidas, viviendas y cosechas incendiadas, hospitales saturados, escuelas saqueadas…
La falta de seguridad, además, hace que ni Naciones Unidas ni las agencias internacionales puedan acceder a los lugares más remotos en los que se precisa ayuda. Aproximadamente un 70% de los niños en edad escolar no pueden acudir a clase.
Los desplazados han buscado refugio en el campo, en la selva o en las misiones católicas, donde, según ha alertado el Comité Internacional de la Cruz Roja, las condiciones son muy precarias, sin acceso a agua potable o a comida, y sin las necesarias medidas de higiene, por lo que se teme la propagación de enfermedades como la malaria.
En la localidad de Batangafo, por ejemplo, el número de consultas en el hospital que mantiene Médicos sin Fronteras aumentó en 5.000 casos entre enero y julio con respecto al año pasado (de 33.000 a 38.000), debido al cierre de puestos de salud en la zona después del golpe de Estado, que forzó al personal del Ministerio de salud a buscar refugio, principalmente en la capital.
La respuesta internacional: presencia insuficiente
Actualmente hay dos misiones internacionales desplegadas en la República Centroafricana, una de la ONU (BINUCA), que trata de fomentar el diálogo entre los grupos rivales, y otra regional (Misión Internacional de Apoyo a la República Centroafricana, MISCA), cuya misión es supervisar un desarme y proteger a la población civil.
La Unión Africana prevé aumentar a 3.600 los soldados de la MISCA, pero Naciones Unidas no cree que sea suficiente, y tampoco la UE, que calcula que habría que multiplicar por cuatro el número de efectivos. El vicesecretario general de la ONU, Jan Eliasson, ha pedido al Consejo de Seguridad que refuerce la presencia militar hasta 6.000 soldados y que convierta la misión en una operación de pacificación.
El problema, como explicaba un miembro de la ONG Comité Internacional de Rescate a la BBC, es que no basta con proteger las ciudades, ya que en cuanto llegan las fuerzas extranjeras, los milicianos se desplazan a regiones más remotas.
El papel de Francia: una nueva intervención en África
Francia, que tiene ya 410 militares desplegados en la capital del país, Bangui, empezó este jueves a enviar más hombres y material desde países vecinos, a la espera de una próxima resolución de la ONU que autorice una intervención militar. El ministro francés de Defensa, Jean-Yves Le Drian, anunció el martes el próximo despliegue de un millar de soldados para «restablecer el orden» en la República Centroafricana.
El pasado mes de enero, Francia emprendió una operación militar en Mali para contener el avance de grupos islamistas, y actualmente cuenta en este país africano con unos 2.800 militares. Evitar que la República Centroafricana se convierta en un «vivero de grupos extremistas» es, también en este caso, el principal objetivo estratégico de París.
La República Centroafricana, un territorio rico en minerales y sin salida el mar, está encajonada entre seis países, cada uno de ellos vinculado a una zona más amplia de inestabilidad, y Francia teme que el vacío causado por la descomposición del Estado en su excolonia pueda atraer a redes de traficantes de drogas o armas, o a grupos radicales islamistas o de terroristas regionales.
Los vecinos: Chad, Uganda y Joseph Kony
El conflicto tiene repercusiones directas en los países vecinos de la República Centroafricana. Por un lado, el expresidente Bozizé llegó al poder apoyado por el ejército de Chad, país que ha acogido a miles de refugiados centroafricanos, y para el que el ascenso de Djotodia representa ahora una seria amenaza. Por otro lado, el ejército de Uganda combate en la República Centroafricana a facciones del tristemente famoso grupo rebelde ugandés Ejército de Resistencia del Señor, cuyo líder, el fanático Joseph Kony, ha sido acusado por la Corte Penal Internacional de crímenes contra la humanidad. Djotodia asegura, aunque sin ofrecer pruebas, que está a punto de lograr la rendición de Kony, uno de los jefes guerrilleros más buscados del continente.
El contexto: una historia turbulenta
El territorio Ubangui-Shari, actual República Centroafricana, fue ocupado por Francia en 1894. La región se convirtió en colonia en 1905, se vinculó a la denominada África Ecuatorial Francesa (junto a Gabón y el Congo Central) en 1910, y se constituyó en territorio de ultramar de la Unión Francesa en 1946. En 1958 Francia le otorgó el autogobierno y se declaró la autonomía de la República Centroafricana en el seno de la Comunidad Francesa. Su primer presidente, Barthélemy Baganda, fue sustituido tras su muerte por su sobrino David Dacko, quien el 13 de agosto de 1960 proclamó la independencia plena del país. Desde entonces, la inestabilidad política ha sido constante:
- 1965. El coronel Jean-Bedel Bokassa da un golpe de Estado, abole la Constitución y disuelve la Asamblea Nacional. En 1972 se declara presidente vitalicio y en 1976, en una fastuosa ceremonia, se proclama «primer emperador del Imperio Centroafricano». Su mandato, dictatorial y caracterizado por represiones y torturas, tendrá el apoyo de Francia, que recibe del país africano el uranio necesario para su programa nuclear.
- 1976. Bokassa es depuesto por su asesor personal, David Dacko, quien asume la presidencia del país. El exemperador será condenado a muerte en 1988, acusado de traición, asesinato, apropiación indebida de fondos estatales e incluso canibalismo. En 1979 Dacko promulga una nueva Constitución, aprobada en referéndum, que establece un sistema multipartidista. Tras ganar las elecciones, Dacko será depuesto en 1981 por el general André Kolingba, quien promulga una nueva Carta Magna, aprobada en 1986. La nueva norma institucionaliza el partido dirigente de la Agrupación Democrática Centroafricana (RDC), partido único, y confía el poder ejecutivo al presidente de la República.
- 1993. Ange-Félix Patassé gana las elecciones y es designado jefe de Estado, acabando con el régimen militar. Durante su mandato habrá tres sublevaciones y cuatro intentos de golpe de Estado.
- 2003. El general François Bozizé, antiguo jefe del Estado Mayor del Ejército cesado por Patassé, da un nuevo golpe de Estado y se proclama presidente de la República. El nuevo líder instaura un gobierno de unidad nacional integrado por todas las fuerzas políticas y dirigido por Abel Goumba.
- 2005. Bozizé es elegido presidente con el 64% por ciento de los votos. Renovará su mandato en 2011en unos comicios que fueron calificados de fraudulentos por la oposición.
- Diciembre de 2012. La coalición de fuerzas rebeldes Seleka toma varios pueblos del noroeste del país.
- 24 de marzo de 2013. Toma de la capital, Bangui, por parte del líder de Seleka, Michel Djotodia, quien se proclama nuevo presidente, tras la huida de Bozizé.