Hace apenas un mes, Túnez seguía siendo, a ojos de Occidente, ese pequeño país tranquilo y estable del Norte de África que acataba sin rechistar las exigencias de EE UU en su lucha contra el terrorismo islamista y al que adulaban sin rubor los gobiernos europeos (sus vecinos del sur, Francia, Italia y España, especialmente); un rincón lleno de sol, playas, magníficas ruinas históricas y el suficiente exotismo árabe en un ambiente seguro como para atraer cada año a miles de turistas. ¿Una dictadura? Tal vez, pero nada grave. La apariencia democrática era suficiente y, en cualquier caso, era una dictadura amiga.
Hoy, esos mismos ojos contemplan un escenario en plena revolución popular, en el que, tras semanas de revueltas callejeras, represión policial, poco convincentes promesas de cambio y decenas de muertos, la democracia real podría estar llamando por fin a la puerta, por primera vez en un país árabe.
La explicación es sencilla: No es que Túnez haya cambiado de la noche a la mañana, es que nunca ha sido lo que la mayoría de los gobiernos occidentales preferían creer (o hacer creer) que era.
Un espejismo
Durante más de 20 años, y tras la cortina de una falsa democracia, el régimen autoritario de Zine al Abidine Ben Alí había convertido el país magrebí en el coto privado de la familia gobernante, donde la corrupción y el nepotismo campaban a sus anchas y la falta de libertad a todos los niveles era flagrante.
Los ingresos del turismo y las ayudas estadounidenses y europeas, a cambio de la contención del islamismo y de la inmigración, permitieron un espejismo de prosperidad económica que, sin embargo, se vino abajo al estallar la crisis global en 2008. El paro y los precios se dispararon, los sueldos se hundieron y la juventud, principal víctima de la situación, salió a la calle.
Las demandas económicas y sociales dieron pronto el lógico paso a la exigencia de libertad y democracia, y la oleada ha resultado ser incontenible. Ben Alí está huido, el Gobierno disuelto; los europeos, pendientes de una posible evacuación, y la gente, esperando al fin unas elecciones que se han anunciado ya para dentro de un mes.
Todavía es una incógnita si la transición será un éxito o no, como lo es también hasta qué punto la revuelta tunecina hará poner sus barbas a remojar a los gobernantes vecinos.
En Argelia (otro régimen falsamente democrático, pero, a diferencia de Túnez, de orientación pseudosocialista) ya ha habido protestas populares contra el gobierno de Bouteflika por la situación económica. En Egipto, Mubarak acaba de ganar (otra vez) unas elecciones tildadas de farsa por la oposición, mientras crece la tensión y la violencia contra la minoría cristiana y por la marginación de los islamistas. Y en Marruecos, que tiene en la reciente revuelta saharaui la punta de lanza de la contestación social por el deterioro económico, la corrupción del régimen ha quedado al descubierto por los cables de Wikileaks. La Libia del eterno Gadafi es, por ahora, un hueso más difícil de roer.
Pero, de momento, el cambio se ha producido, y esta vez no ha sido un cambio impulsado por los militares. Estas son las claves de lo ocurrido:
1. EL CONTEXTO
La ‘perla’ del Magreb
Situado en la costa mediterránea africana, y con 10,3 millones de habitantes (el 98%, musulmanes), Túnez es el país más pequeño del Magreb, la parte occidental del mundo árabe, que incluye asimismo a Marruecos, Argelia y Libia. El 40% de su territorio está ocupado por el desierto del Sáhara, mientras que el resto es suelo fértil y adecuado para la agricultura.
Hasta ahora, Túnez era el país magrebí menos conflictivo, lo que, unido a sus playas, su sol, su gran riqueza histórica y cultural, y la garantía de confort y seguridad para los visitantes, le hacían un gran reclamo para el turismo (más de 126.000 españoles lo visitan cada año).
Con un gobierno proestadounidense, y considerado un Estado modélico en la zona por Occidente, Túnez es el socio norteafricano de la UE que más ayudas recibe per cápita, aunque en términos absolutos le supera Marruecos. La inversión extranjera está capitaneada por Francia, con 1.250 empresas presentes en Túnez, seguida de Italia, Alemania, el Reino Unido, Bélgica, Holanda y España.
Las ayudas exteriores, junto a los ingresos provenientes del turismo, la industria manufacturera y los fosfatos, habían hecho de Túnez un país relativamente próspero, hasta que estalló la crisis económica mundial en 2008.
Paro y corrupción
Con la crisis, la inversión extranjera cayó en picado (un 33% en 2009) y se dispararon los precios de los productos básicos, pero el país habría podido mantener el tipo de no ser por la persistencia de sus dos grandes problemas endémicos: el paro y la corrupción.
El paro, que afecta sobre todo a la juventud, en una nación donde dos tercios de la población es joven (el 55%, menor de 25 años), supera el 15%, y las políticas del Gobierno para atajarlo han sido inexistentes o ineficaces.
Al ser la educación obligatoria, muchos de estos parados son universitarios (el número de licenciados se ha triplicado en la última década) que se ven abocados, bien a emigrar a Europa, algo nada fácil ante las políticas cada vez más restrictivas del Viejo Continente, bien a orientar su futuro hacia un destino precario y poco apetecible en la agricultura.
La corrupción y el nepotismo han sido, por su parte, la seña de identidad del régimen. Las grandes empresas están en manos de los Trabelsi, la familia del hasta ahora presidente Ben Alí y su esposa, Leila. Muchas de ellas han sido expropiadas en aras del «interés nacional». Y la redistribución de las grandes ganancias que estas empresas generan brilla por su ausencia o se reduce a asociaciones de solidaridad, controladas también por el partido oficial.
Represión y falta de libertad
Junto al descontento económico, la falta de libertad ha sido el otro gran factor que ha acabado agotando la paciencia de los tunecinos.
Túnez es un Estado policial de confidentes, donde se controla hasta el último correo electrónico, y en el que la censura, desde los libros y los medios de comunicación hasta las redes sociales en Internet, está a la orden del día. Amnistía Internacional y Human Rights Watch han denunciado la existencia de cárceles secretas, desaparecidos, registros domiciliarios sin orden judicial, palizas…
Existen tres partidos de oposición, pero apenas tienen fuerza y están aislados (las elecciones las gana siempre el partido del Gobierno con porcentajes superiores al 80%). Y al igual que en Egipto o Argelia, el régimen ha ido debilitando o eliminando las estructuras sociales intermedias (partidos, sindicatos, asociaciones) capaces de plantar cara al poder.
El diagnóstico, en Wikileaks
La situación del país quedaba bien reflejada en los cables de los diplomáticos estadounidenses sobre Túnez sacados a la luz por Wikileaks, y publicados, entre otros medios, por El País. Algunos extractos:
El presidente Ben Alí está envejecido, su régimen sufre de esclerosis y no hay un claro sucesor. Muchos tunecinos están frustrados por la falta de libertad política y sienten rabia por la corrupción de la familia del presidente, por las elevadas tasas de desempleo y por las desigualdades regionales.
El extremismo es una amenaza continua. […]. El gobierno tunecino no acepta consejos ni críticas nacionales o internacionales. En lugar de ello, intenta imponer un control todavía mayor, echando a menudo mano de la policía […]. Túnez es un Estado policial, con escasa libertad de expresión o asociación, y con serios problemas de derechos humanos.
El presidente hace lo que su mujer le pide que haga […]. Los miembros de la amplia familia de Ben Alí pueden hacer lo que quieran con impunidad, incluido falsificar documentos.
Una estrategia contraproducente
Ante esta situación, EE UU y la UE han jugado con Túnez durante años la baza de mirar para otro lado a cambio de contar con un aliado fiel en la zona, dándole carta blanca para hacer el trabajo sucio en tres frentes: la lucha contra el islamismo radical (especialmente desde el 11-S), la contención de la inmigración (en 2001 la UE firmó varios acuerdos con Túnez para controlar la emigración clandestina) y la protección del turismo (sobre todo, tras el atentado de 2002 vinculado a Al Qaeda en una sinagoga en la isla de Jerba, en el que murieron 15 personas).
Sin embargo, es precisamente la corrupción, la represión y la pobreza lo que, como demuestran las experiencias de Argelia y Egipto, da alas a los islamistas. Y es precisamente la corrupción, la represión y la pobreza lo que ha acabado sacando al pueblo a la calle y fulminando la imagen de Túnez como paraíso turístico.
El papel de Internet: Nawaat y las redes sociales
A pesar de los ‘apagones’ y de la censura que ha ejercido el Gobierno durante las protestas, el papel de redes sociales en Internet como Facebook o Twitter ha sido de una importancia considerable en la revuelta que ha derrocado al presidente.
El alto nivel de educación y de acceso a la Red de los jóvenes tunecinos les ha servido para organizarse a través de unas nuevas tecnologías que, a su vez, han llevado los detalles de las protestas a todo el mundo, sorteando el control del régimen.
En este sentido, una página web, Nawaat.org, se ha convertido en el gran portavoz de la rebelión ciudadana, con la publicación, en árabe y en francés, de centenares de textos, vídeos y fotos, así como de convocatorias a manifestaciones, comunicados, reacciones…
2. LA REVUELTA, PASO A PASO
La contestación social comenzó a mediados de diciembre con manifestaciones, muchas de ellas violentas (cócteles molotov, pedradas), en varias ciudades del país. La represión policial fue muy dura y ha habido decenas de muertos (21, según cifras oficiales; cerca de 70, según la Federación Internacional de Derechos Humanos) y centenares de detenidos.
Se trata de una revuelta sin líderes definidos (los partidos de la oposición están demasiado aislados y son marginales), protagonizada principalmente por jóvenes, y en el contexto de un país con una amplia clase media y una importante tradición secular (los islamistas han quedado al margen de las protestas).
La mayoría de los participantes en las manifestaciones son estudiantes, pero también han salido a la calle trabajadores, intelectuales, campesinos… Esta es la cronología de los hechos:
- 17 de diciembre. Mohamed Bouazizi, un joven desempleado con estudios superiores, se inmola a lo bonzo en la localidad turística de Sidi Bou Zaid para denunciar abusos administrativos, después de que la policía le confiscara su carrito con fruta y verdura que vendía en la calle, con el argumento de que carecía de permiso. Esto, unido a la crisis económica que afecta al país, provoca una oleada de revueltas sin precedentes. Las protestas se extienden a El Guep, Meknassi y Bouzayane.
- 24 de diciembre. Jóvenes manifestantes atacan un cuartel de la guardia nacional con el resultado de cuatro muertos entre los uniformados.
- 28 de diciembre. Ante la gravedad de la situación, el presidente Ben Alí se desplaza al hospital para visitar a Bouazizi.
- 29 de diciembre. Ben Alí cesa a tres gobernadores regionales y remodela parte del Ejecutivo.
- 4 de enero. Muere Bouazizi. El Gobierno aplica una férrea censura en los medios de comunicación y bloquea sitios web y correos electrónicos, especialmente los de quienes usan la red social Facebook.
- 6 de enero. Amnistía Internacional condena la represión.
- 7 de enero. Se quema a lo bonzo un joven de 17 años ante un instituto de la capital, después de que fuera sancionado por organizar un acto de apoyo a las manifestaciones. Los disturbios se extienden a las ciudades sureñas de Siliana, Tela, Redeyef, Um Laraies y Kebili, sometidas a un estado de sitio desde el inicio de esta semana.
- 8-9 de enero. 14 muertos, según el Gobierno (la oposición los cifra en 35), en los disturbios en Kasserin (en la frontera con Argelia) Thela y en Regeb. Los manifestantes corean «todos somos Bouazizi».
- 10 de enero. La UE pide a las autoridades tunecinas moderación en el uso de la fuerza y la liberación de los manifestantes, periodistas y blogueros detenidos. El secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, pide contención y respeto a la libertad de expresión. Para intentar desactivar las protestas Ben Alí anuncia la creación de 300.000 empleos.
- 11 de enero. El Gobierno anuncia cuatro muertos más en Kaserin, lo que eleva a 18 los fallecidos reconocidos oficialmente, mientras los sindicatos hablan de más de 50. Mientras, se recrudecen los combates en la región minera de Gafsa y otras zonas del centro y el suroeste. El Ejecutivo decreta el toque de queda en Beja, Gafsa, Kaserín y Telab. El Gobierno español desaconseja viajar al interior de Tunez.
- 12 de enero. El toque de queda se extiende a la capital, tomada ya por camiones y vehículos blindados. Se recrudece la violencia en los barrios de Le Kram y la Goulette, cerca de Cartago, donde se encuentra el Palacio Presidencial. El ministro de Interior, Rafik Belhaj Kacemm, es destituido. Se anuncia la puesta en libertad de todos los detenidos.
- 13 de enero. Un muerto al cargar la policía contra una manifestación de profesores y estudiantes en el centro de la capital. Se agrava la situación en Gafsa, donde los manifestantes atacan tres comisarías y asaltan un supermercado y la oficina de Correos. La Federación Internacional de Derechos Humanos tiene identificados, desde el inicio del conflicto, a 66 muertos. Ben Alí promete un «completo y profundo» cambio a nivel político y económico en el que participen todos los actores de la sociedad civil y política, incluida la oposición, al tiempo que anuncia que no se presentará a las elecciones de 2014. Se contabilizan 13 muertos y 50 heridos en la capital, después de la intervención del presidente, en la que éste se comprometió a no usar fuego real contra los manifestantes.
- 14 de enero. Una multitud de jóvenes recorre la principal avenida de Túnez capital gritando consignas contra el presidente entre ellas «O te vas, o nos matas». Ante las multitudinarias protestas, Ben Alí destituye al gobierno en pleno y anuncia elecciones legislativas anticipadas en seis meses. El Gobierno decreta el estado de excepción en todo el país, por lo que la policía puede disparar contra todo sospechoso que no obedezca sus órdenes. A la vez, se declara el toque de queda. Horas después, Ben Alí abandona Túnez y se refugia en Arabia Saudí; el primer ministro, Mohamed Ghanuchi, asume la presidencia interina del país y el Ejército toma posiciones en el marco del Estado de Emergencia. Durante la noche se producen disturbios y saqueos de los que se acusa a seguidores de Ben Alí.
- 15 de enero. El presidente del Parlamento, Fued Mebaza, es proclamado presidente interino y promete un gobierno de unidad, sin exclusiones. España y la UE coordinan un plan conjunto para una evacuación «eventual» de sus ciudadanos de Túnez. En el país hay unos 1.600 españoles residentes y cerca de 200 turistas.
3. QUIÉN ES QUIÉN
Zine al Abidine Ben Alí
Ingeniero electrónico y, posteriormente, militar formado en academias de Francia y EE UU, Zine al Abidine Ben Alí, de 73 años, tomó el poder en 1987 por medio de un golpe de Estado. Después modificó la Constitución para poder presentarse indefinidamente a elecciones, denunciadas repetidamente por organizaciones de derechos humanos y la oposición como fraudulentas.
Tras deponer al que fuera presidente de Túnez entre 1957 y 1987, Habib Burguiba, dirigió el país de forma personal, otorgando privilegios y concentrando el poder en muy pocas manos. El régimen se convirtió en una cleptocracia dirigida por los Trabelsi, apellido de la familia de la primera dama.
Son muchas las voces discordantes que le culpan de haber ignorado los derechos humanos y los valores democráticos, acusaciones que él siempre negó. Ben Alí rechazaba las críticas que le achacan haber amañado las votaciones, y llegó a comunicar que procesaría a todo aquel que se atreviese a «difundir mentiras para dañar la imagen de Túnez».
Fue elegido por unanimidad para un primer mandato de cinco años en 1989 y reelegido como único candidato de nuevo en 1994. En 1999, ganó un nuevo mandato de cinco años con un 99,4% de los votos, a pesar de la introducción del pluripartidismo.
Un referéndum en 2002 sobre una nueva Carta Magna que permitía a Ben Alí extender su gobierno hasta el año 2014 fue aprobado por más del 99% de los votantes. Ben Alí ganó con el 94,4% de los votos en las elecciones presidenciales de 2004. En 2009 fue reelegido para un quinto mandato con 89,62% de los votos .
Mohamed Ghanuchi
Es el primer ministro de Túnez, y se proclamó presidente en funciones el 14 de enero. Un día después, sin embargo, el Consejo Constitucional señaló que este puesto debía ser ocupado por el presidente del Parlamento, Fued Mebaza.
Economista, y vinculado totalmente a Ben Alí, Ghanuchi ha estado en el Gobierno tunecino desde los tiempos del anterior presidente, Habib Bourguiba.
Fued Mebaza
Presidente del Parlamento y recién nombrado presidente interino, será el encargado de liderar la transición hacia la democracia. Ha anunciado elecciones para dentro de 60 días y ha prometido un gobierno de unidad nacional durante el actual proceso político. Tiene 77 años y es licenciado en Derecho y en Económicas.
Mustafá Ben Yafar
Lidera el partido opositor Foro Democrático por el Trabajo y las Libertades. Según informa El País, Mebaza ha aceptado su propuesta de formar un gobierno de coalición.
Ahmed Nejib Chebbi
Diputado izquierdista y ex candidato a la presidencia por el opositor Partido Demócrata Progresista, una de las pocas formaciones legales de Túnez.
Los islamistas
No es fácil calcular el peso real de los islamistas radicales en Túnez, ya que los partidos y asociaciones de esta tendencia han sido desarticulados durante el régimen de Ben Alí. Uno de sus líderes es Rachid Ghanuchi, quien ha pasado cinco años en prisión. Condenado a cadena perpetua en 1992 por rebeldía, en 1993 el Reino Unido le concedió asilo político. Según El País, tiene prohibida la entrada en Estados Unidos, Egipto y Líbano.
La ausencia de los islamistas en la revuelta popular puede haber sido una de las claves del éxito de las protestas. En países donde tienen mucho más peso, como Argelia o Egipto, la amenaza de una deriva hacia un gobierno islamista radical habría hecho mucho más difícil el triunfo de una revolución como ésta.
El Ejército
El Ejército tunecino es relativamente pequeño en comparación con el de otros países árabes. No ha tomado parte activa en la represión de la revuelta, de la que se ha encargado la Policía, aunque fue desplegado en la capital para evitar disturbios y saqueos.
4. Y AHORA QUÉ
Túnez ha iniciado una transición histórica hacia la democracia, pero el éxito de este camino sigue siendo muy incierto y depende de muchos factores.
Por un lado, no existen líderes definidos en la revuelta popular, y la oposición es muy débil. Tal y como señala el experto Michael Koplow en la revista Foreign Policy, «si se celebran elecciones no está nada claro quién puede haber con la suficiente cualificación como para ser aceptado como candidato por la gente».
Además, las personas encargadas de liderar el actual proceso político hasta la formación del prometido gobierno de coalición proceden del régimen de Ben Alí.
Sin embargo, estos problemas pueden verse contrarrestados por el hecho de que la revuelta cuenta con la neutralidad del Ejército y con el importante apoyo de la clase media y de la élite intelectual del país.
Por otra parte, los islamistas, diezmados por la represión del régimen, no deberían suponer un obstáculo para la democratización del país. La gran homogeneidad que, a diferencia de otros países del Norte de África, caracteriza a la sociedad tunecina, también puede hacer las cosas más fáciles.
Túnez en síntesis
- Superficie: 163.610 kilómetros cuadrados.
- Fronteras: 965 Km con Argelia; 459 Km con Libia.
- Costa: 1.148 Km (Mediterráneo).
- Recursos naturales: Fosfatos, hierro, zinc, sal, petróleo.
- Población: 10,3 millones de habitantes.
- Edad media de la población: 29 años.
- Crecimiento de la población: 0.969%.
- Población urbana: 67%.
- Esperanza de vida: 76 años.
- Grupos étnicos: Árabes (98%), europeos (1%).
- Religión: Musulmanes (98%), cristianos (1%), judíos y otros (1%).
- Idioma: Árabe (oficial), francés.
- PIB per cápita: 9.500 dólares EE UU.
- Sectores: Agricultura: 10,6%; industria: 34.6%; servicios: 54.8%.
- Paro: Entre el 14% y el 16%.