La industria discográfica parece estar asimilando al fin el darwinismo esencial (adaptarse o morir) que mueve el negocio y, tras años de pérdidas constantes y de caídas estrepitosas en las ventas de los soportes físicos tradicionales, empieza a ver en las plataformas online de streaming un auténtico salvavidas, si no para el presente inmediato, sí al menos para un futuro en el que ya no hay vuelta atrás.
Y el hecho de que, hace tan solo unos días, la máquina de hacer dinero que siguen siendo los Beatles —uno de los grupos más reticentes a incorporarse a los nuevos modelos digitales— decidiera finalmente añadir su legendario catálogo a la oferta de las nueve principales plataformas (Spotify, Deezer, Apple Music, Google Play, Tidal, Amazon Prime, Slacker, Microsoft’s Groove y Rhapsody) ha venido confirmar, simbólicamente al menos, algo que los usuarios tienen claro desde hace tiempo: el streaming va en serio y está aquí para quedarse.
Que Internet y la digitalización han revolucionado el mundo de la música no es, obviamente, ninguna novedad, no solo en lo que respecta al negocio, sino también en la forma en que se consume e incluso en que se crea. Ya apenas escuchamos álbumes completos, consumimos a la carta, y nos interesa más poder acceder fácilmente, en cualquier dispositivo y en cualquier momento, a una canción que poseerla o almacenarla. Es el mundo de las playlists (listas de reproducción) para cada estado de ánimo, el mundo de las canciones al azar, un mundo en el que la música ha ido ocupando cada vez menos espacio físico en nuestras vidas: las grandes colecciones de vinilos y los cajones llenos de cassettes dieron paso a las columnas de cedés, y éstas a carpetas repletas de mp3 en los ordenadores que ahora apenas abrimos, si es que las conservamos, ante la oferta prácticamente infinita y a tan solo un click que supone tener una simple conexión a Internet.
El gran problema para el sector es que junto con esta revolución vino aparejada una cultura de gratuidad (la facilidad de conseguir música sin pagar por los derechos de autor) contra la que no ha resultado muy eficaz luchar mediante las armas tradicionales de la ley o las apelaciones a la moral del usuario. Hacía falta una alternativa al modelo imperante hasta ahora que fuese más allá de la simple venta de música online (las tiendas de iTunes o Amazon, por baratas o accesibles que sean, no lograron frenar la piratería y las descargas ilegales), y, tras un periodo de dudas y suspicacias, parece que la respuesta ha llegado al fin de la mano de las plataformas de streaming.
La apuesta, en cualquier caso, es aún de futuro, tanto para las discográficas como, especialmente, para los artistas, quienes, con la excepción de los consagrados o muy populares, reciben todavía una ínfima parte del pastel. De hecho, tampoco para las propias plataformas de streaming el negocio —sustentado en una combinación de oferta de pago y oferta gratuita con publicidad— es precisamente boyante. A pesar de los millones de usuarios y de los abultados ingresos netos (Spotify, por ejemplo, tiene unos 75 millones de suscriptores, con al menos 20 millones pagando una suscripción anual, y genera unos ingresos de más de 740 millones de euros), el alto coste de los derechos de autor (más de 900 millones de euros en 2014 en el caso de Spotify, según datos de la propia compañía), hace que estas empresas todavía estén lejos de lograr una rentabilidad clara.
Estas son, en preguntas y respuestas, algunas de las claves de la música en streaming:
¿Qué es el ‘streaming’ y cómo funciona?
Streaming (término inglés que puede traducirse al castellano como «transmisión», y equivalente, en el ámbito tecnológico, a los conceptos de lectura en continuo, difusión en flujo, lectura en tránsito, o descarga continua, es decir, algo que fluye sin interrupción) es la distribución digital de multimedia a través de una red de ordenadores, de manera que el usuario consume el producto (generalmente un archivo de vídeo o de audio) a medida que éste se descarga.
Este tipo de tecnología funciona mediante un búfer de datos (un espacio de memoria en el que se guardan datos de manera temporal) que va almacenando lo que se va descargando en la estación del usuario para luego mostrarle el material descargado. La diferencia con la descarga tradicional de archivos es que el usuario no necesita descargarlos por completo para poder acceder a su contenido.
El streaming se popularizó a fines de la década de 2000, cuando el ancho de banda necesario para descargar y reproducir a la vez con un tiempo de espera mínimo se hizo lo suficientemente barato.
¿Cuáles son las principales plataformas y qué ofrecen?
- Spotify. La más popular, tanto en España como en el mundo, y pionera en el negocio. Actualmente ofrece servicio en casi 60 países, y es el máximo referente del negocio, ya que ha demostrado que un servicio que ofrece musica gratis de manera legal puede ser económicamente viable. La versión gratuita, disponible solo para ordenador, introduce publicidad durante la reproducción. La versión de pago, que consiste en un mes de prueba gratuito y una suscripción mensual de 9,99 euros, elimina la publicidad, permite escuchar música en el móvil e incluye opciones de reproducción offline. Además, los usuarios premium pueden escuchar las novedades antes de su lanzamiento. Spotify fue creada en Suecia en 2008 y se ha convertido en todo un fenómeno gracias en gran parte a su amplio catálogo de más de 30 millones de canciones, que incluye temas de las discográficas Universal Music, Sony BMG, EMI Music y Warner Music, entre otras. Entre sus últimas novedades y proyectos figura la puesta en marcha un sistema de vídeos, y un nuevo sistema de selección musical adaptado no solo a los gustos del usuario, sino también a la hora del día e incluso a la intensidad de la actividad física realizada. La plataforma cuenta actualmente con más de 20 millones de suscriptores y 75 millones de usuarios activos en todo el mundo.
- Deezer. Aunque fue creado en Francia en 2006, este servicio no ha alcanzado una popularidad masiva hasta hace relativamente poco, cuando se ha convertido en el principal competidor de Spotify. Posee un catálogo de más de 35 millones de canciones y acceso a radios temáticas. Es compatible con casi todos los dispositivos y cuenta con una versión premium que, por 9,99 euros (incluye 30 días de prueba gratuitos), elimina la publicidad y permite la descarga de los archivos para su consumo offline. Uno de sus grandes puntos fuertes, además de su intuitiva interfaz, es que permite subir canciones siempre y cuando no superen los 10MB. Deezer funciona además como una red social en la que es posible, entre otras cosas, escuchar las listas de reproducción de otros usuarios, puntuarlas, copiarlas o hacerse fan de ellas, del mismo modo que puede hacerse con los artistas y los álbumes.
- Apple Music. Una de las principales características que diferencia el servicio de streaming de Apple de sus competidores es la acusada personalización, con listas según los gustos individuales de cada usuario: el usuario elige el género que le gusta y después selecciona los artistas, quienes, a su vez, pueden «seguir» al usuario indicando al servicio que tienen afinidad con ellos. Apple Music, que entró en el mercado de la música en streaming a finales del pasado mes de junio, está presente en 100 países frente a los 60 y 85 de Spotify y Rdio, respectivamente. Tiene una disponibilidad gratuita durante los tres primeros meses, y después cuesta 9,99 euros al mes (plan individual), o 14,99 euros al mes (plan familiar, que admite hasta 6 miembros). Funciona para dispositivos iPhone, iPad e iPod Touch con iOS 8,4, y, desde noviembre, también en los dispositivos Android y en Apple TV. No necesita conexión a Internet.
- Google Play Music. Forma parte de los servicios de Google desde 2011. Su planteamiento es muy diferente al del resto de plataformas de este tipo, ya que existe una gran diferencia entre su versión gratuita y su versión de pago. Los usuarios que no pagan una suscripción mensual de 9,99 euros no pueden acceder al cátalogo de música en streaming de Google. En cambio, pueden entrar en la tienda para comprar música, almacenar hasta 20.000 canciones y acceder a ellas desde cualquier dispositivo. Los usuarios de pago, que disponen de 30 días de prueba gratuitos, pueden disfrutar además de un catálogo de más de 30 millones de canciones de forma ilimitada. También permite crear radios personalizadas y sugiere música basándose en las preferencias de los usuarios, listas inteligentes que se generan de forma automática en base a coincidencias. Google Play Music está disponible para todos los dispositivos Android, pero también para iOS.
- Rdio. También muy popular, destaca por su interesante propuesta gratuita, que permite disfrutar en la web y sin pagar de un catálogo de más de 32 millones de canciones durante seis meses, con un límite de reproducciones por mes. La versión de pago (también 9,99 euros) ofrece lo mismo pero de forma ilimitada. Esta plataforma, al igual que Spotify y Deezer, le da una gran importancia al componente social y fomenta la interacción entre sus usuarios. Quizás su única pega es que muchos usuarios critican la irregular calidad de audio que ofrece el servicio. Rdio pertenece en la actualidad a Pandora (que compró la empresa por 75 millones de dólares cuando Rdio entró en bancarrota), una compañía que solo es fuerte en Estados Unidos, Australia y Nueva Zelanda, los países en los que está disponible. La absorción de Rdio ha ampliado notablemente el catálogo de Pandora, consistente originalmente en unas 800.000 canciones.
- Xbox Music. Microsoft también ha apostado fuerte por la música digital. Esta aplicación, compatible con Windows, Android, iOS y sus consolas de videojuegos, cuanta con un gran punto fuerte, su inmenso catálogo, que ya acumula más de 38 millones de canciones. Tiene una versión gratuita, que tiene poca publicidad pero bastante molesta, ya que son vídeos que hay que ver enteros. La versión de pago, denominada Xbox Music Pass, comparte precio de suscripción con el resto de rivales, 9,99 euros, y permite acceder a toda la música en streaming sin límites y sin publicidad.
- Tidal. Lanzada en 2014 por la compañía sueca Aspiro, Tidal pertenece en la actualidad a Project Panther Ltd., una empresa propiedad del popular rapero, productor, y empresario Jay Z. El servicio ofrece más de 25 millones de pistas y 75.000 vídeos musicales en alta definición. No tiene versión gratuita y afirma pagar el porcentaje más alto del mercado de música de emisión continua en derechos a los artistas y compositores.
- Napster. En 1999, Napster dio el pistoletazo de salida a la era de la música digital gracias a un sistema de tecnología P2P que permitía descargar música de forma gratuita mediante el intercambio de archivos entre internautas, sin necesidad de intermediarios. Con el tiempo, tras varios enfrentamientos legales, cierres, compras y recompras, Napster se ha convertido en un servicio más convencional. Actualmente pertenece a Rhapsody, otros servicio de música, y tiene un catálogo de más de 25 millones de canciones. Sin embargo, no posee versión gratuita, así que solo se puede usar previo pago de una suscripción mensual de 9,95 euros (con un mes de prueba gratis), y su interfaz deja bastante que desear en comparación con los grandes competidores del negocio de la música en streaming.
¿Cómo ganan dinero y cuánto ingresan?
Los ingresos de estas plataformas provienen fundamentalmente de dos fuentes: las suscripciones de los usuarios de pago y la publicidad que insertan para los usuarios del servicio gratuito. Los gastos se centran, sobre todo, en el pago de derechos de autor a las discográficas, y también en lo que invierten en investigación en desarrollo, marketing y gastos generales y administrativos. De momento, y pese a los millones de usuarios de que disponen, la diferencia aún no es rentable.
Según datos publicados por Reuters, Spotify generó en 2014 ingresos por valor de 1.000 millones de euros, lo que supuso un aumento del 45% comparado con el mismo periodo de 2013, pero sufrió una pérdida operativa de 165 millones de euros, casi el doble de lo que perdió el año anterior (91 millones). Pandora, por su parte, ingresó 230.8 millones de dólares en el primer timestre de 2015, pero tuvo unas pérdidas netas de 48.26 millones; y Rahpsody ingresó 46.3 millones de dólares en el mismo periodo, con unas pérdidas netas de 8.9 millones.
¿Quién es el principal beneficiario de las ganancias?
De momento, nada nuevo bajo el sol: las discográficas. El pasado mes de febrero, el principal sindicato de editores discográficos de Francia (Syndicat National de l’édition Phonographique, o SNEP) publicó un informe junto a la consultora Ernst & Young en el que analizana la situación de la industria musical en este país durante 2014. Según el estudio, analizado en Gizmodo, los ingresos obtenidos por los servicios de música en streaming se reparten del siguiente modo: 45,6% para las discográficas, 20,8% para las plataformas (Spotify y Deezer, en este caso), 16,7% en impuestos, 10% a autores, compositores y editores, y solo un 6,8% a artistas e intérpetres. Quitando el procentaje equivalente a impuestos y plataformas, las discográficas se llevan el 73,1%; autores, compositores y editores, el 10,9%, y artistas e intérpetres, el 16%.
A finales del año pasado, el Consejo Internacional de Creadores de Música (CIAM) reclamó para los autores al menos el 80% de los ingresos facturados por la explotación de sus obras en Internet a través de los servicios de streaming, tras llevar a cabo una investigación (Una remuneración justa para los creadores de música en la era digital), en la que denunciaban que actualmente los creadores reciben solo un 10% de los ingresos por la difusión en streaming de su obra, mientras que las discográficas perciben entre un 50% y un 60%.
El autor del informe, Pierre-E. Lalonde, indicaba que, teniendo en cuenta que estos servicios serán el modelo predominante de consumo de música en el futuro, la remuneración «debería revisarse en favor de los titulares de derechos», y recomendaba un reparto de ingresos más equitativo entre los distintos titulares de derechos, con una proporción que divida las ganancias por igual entre discográficas y compositores. Además, subrayaba que hasta ahora ha existido una «falta de transparencia» en el proceso de negociación entre las discográficas y las plataformas de streaming en detrimento del compositor.
El investigador propone que para solucionar la situación actual será necesario un proceso de negociación entre todas las partes interesadas: plataformas de música digital, letristas, compositores, intérpretes, editores de música y sellos discográficos.
La investigación contó con con el apoyo de la Confederación Internacional de Sociedades de Autores y Compositores (CISAC), Music Creators North America (MCNA) y la Sociedad de Compositores, Autores y Editores de Música de Canadá (SOCAN). Con 230 sociedades de autores miembros en 120 países, la CISAC representa a más de tres millones de creadores de todo el mundo.
¿Cuánto está creciendo el negocio de la música digital?
El pasado mes de mayo, la discográfica Warner Music confirmó en su informe trimestral que los beneficios económicos de la música por streaming superan ya, por primera vez, a los obtenidos por la venta mediante descargas. En concreto, la compañía ingresó 297 millones de dólares en ventas digitales, un crecimiento del 1% respecto al mismo periodo del año anterior, con unos ingresos totales de 677 millones de dólares (un aumento del 4%).
En España, y según datos publicados en julio por Promusicae, la música digital es desde este año, y por primera vez en la historia, el principal motor de las ventas del sector, con un 53,9% del volumen total de ingresos, por delante del tradicional mercado de soportes físicos, y gracias, sobre todo, al auge del streaming.
De acuerdo con un informe de Promusicae, el espectacular tirón experimentado en los seis primeros meses de 2015 por los servicios de reproducción en línea, que cifran en un 39,8%, constituye a su vez un factor determinante de que el sector haya seguido creciendo. El estudio destaca que el alza que las ventas de música en España experimentaron por primera vez en 2014, tras más de una década de descensos, se mantuvo en la primera mitad del año con una mejora de casi el 11% (un 10,9%, concretamente) respecto al mismo período del año anterior. Con ello, la venta acumulada a lo largo de este año en España ascendía, en julio, a 70,6 millones de euros, frente a los 63,6 millones registrados en la primera mitad de 2014.
«El streaming se confirma como tabla de salvación para un sector que continúa sufriendo, entre la crisis global y el expolio de la piratería, un castigo durísimo desde el comienzo del siglo XXI», afirmaban en su nota de prensa los productores musicales asociados bajo las siglas de Promusicae.
En la primera mitad del año, el streaming fue la única modalidad de consumo que experimentó un crecimiento, hasta los 30,6 millones de euros. Todas las demás se redujeron: la venta de soportes físicos como CD y vinilos cayó en 4,9 puntos porcentuales (de 33,2 millones a 31,6 millones de euros), y las descargas de canciones y álbumes completos a través de Internet y dispositivos portátiles, el mayor negocio hasta la fecha a través de iTunes, pasó de 7 millones a 6,8 millones de euros, un 3,7 % menos.
Según el responsable de comunicación para el sur de Europa de Spotify, Miguel Bañón, esta plataforma ha conseguido 2.697 millones de dólares para la industria discográfica desde su lanzamiento en 2008.
¿Qué grandes artistas siguen negándose?
Pese a que el negocio sigue sin ser especialmente ventajoso para ellos, la gran mayoría de los artistas han pasado por el aro y están presentes en las principales plataformas de streaming. Las excepciones, no obstante, siguen siendo notables. Los casos de Adele y Taylor Swift son, probablemente, los más conocidos.
Swift retiró en noviembre de 2014 su música de Spotify tras intentar sin éxito que esta plataforma ofreciese sus canciones tan solo a los suscriptores de pago, y Adele se ha negado en redondo a que su último disco (25, un álbum que ha batido récords, con 3.38 millones de copias vendidas en EE UU solo en en su primera semana en el mercado) esté disponible al completo en streaming.
Otra ausencia importante es la de los estadounidenses The Black Keys, cuyo último álbum Turn Blue, no está disponible para los usuarios de streaming, aunque sí el resto de su discografía. Tampoco están en streaming los álbumes oficiales o de estudio de gigantes como Prince o Bob Seager; los del líder de Radiohead, Thom Yorke; los de la popular banda de metal Tool; los de King Crimson y Traveling Wilburys; o, en lo que respecta a grupos españoles, los de El último de la fila. AC/DC, otro de los tradicionales ‘rebeldes’ no dieron su brazo a torcer hasta el pasado mes de junio.
Caso aparte es el de Neil Young, cuyas razones para rechazar las plataformas de streaming son más técnicas que económicas: el músico canadiense retiró el pasado mes de julio todas sus canciones de estos servicios, alegando que ofrecen «la peor calidad de sonido de la historia de la difusión». «No se trata de dinero, aunque mi cuota (como la de todos los otros artistas) haya sido dramáticamente reducida por malos acuerdos hechos sin mi consentimiento», explicó el autor, «sino de la calidad de sonido»: «No necesito que mi música sea devaluada por la peor calidad en la historia de la difusión o cualquier otra forma de distribución. No me siento bien permitiendo que esto se venda a mis seguidores. Es malo para mi música».
¿Cómo ha sido el desembarco de los Beatles?
Desde el pasado 24 de diciembre, la música de los Beatles, considerados hasta ahora los grandes ausentes de la música en streaming, está presente también en las principales plataformas digitales. Cinco años después de unirse a Itunes Music, la compañía Apple Corps, fundada por la mítica banda, y la discográfica Universal Music, llegaron a un acuerdo para poner a disposición de los usuarios trece álbumes remasterizados y cuatro recopilatorios (los tres volúmenes de la colección The Beatles Anthology han quedado, de momento, fuera).
Según expertos citados por Efe, como el cofundador de la pagina web musical CMU, Chris Cooke, la razón por la que el grupo ha decido aterrizar por completo en el mundo del streaming se encuentra en que por fin consideran este servicio «muy serio» y «parte significante de la industria». Para Mark Mulligan, de la compañía especializada en análisis de servicios digitales Midia, los publicistas de los Beatles se resistían hasta ahora al streaming porque no querían «disminuir posibles ventas de reediciones o recopilatorios, al ser un catálogo muy lucrativo».
Ahora, los Beatles tendrán que medirse con ídolos de masas actuales como el canadiense Justin Bieber, el interprete más popular en Spotify, donde cuenta con 31,7 millones de oyentes mensuales, y cuya canción Sorry se encuentra en la cima de las canciones más escuchadas, con 3,8 millones de reproducciones diarias.
¿Está logrando el ‘streaming’ reducir la piratería?
Según un estudio independiente realizado para la Comisión Europea, y publicado este mismo año, sí. El informe, elaborado por los investigadores Luis Aguiar, del Joint Research Center (JRC) de la CE, y por Joel Waldfogel, del National Bureau of Economic Research estadounidense (NBER), analiza el impacto de Spotify tanto en la venta legal de música como en las descargas ilegales. Para ello, y según explican en El Confidencial, estudiaron el volumen de reproducciones en streaming en Spotify de las 50 canciones más populares cada semana y por país entre abril de 2013 y marzo de 2014. Con diferentes cálculos y extrapolaciones, llegaron a un número total de reproducciones por artista. Comparando estos resultados con los datos públicos de venta de música digital y con el nivel de descargas estimado para más de 8.000 artistas en páginas de torrents, los investigadores concluyen que por cada 47 reproducciones en streaming que se hace de una canción en Spotify, se evita una descarga ilegal de esa misma canción.
Por otra parte, otro estudio reciente publicado en Noruega por la International Federation of the Phonographic Industry (IFPI) refleja cómo los jóvenes de menos de 30 años que se descargaban música en 2009 en este país suponían un 80%, mientras que en 2014 la cifra había disminuido notablemente, hasta el 4%, un dato que el informe relaciona con el hecho de que el 75% de las ganancias del sector musical en Noruega proceda de servicios de streaming.
¿Cuáles son los próximos pasos?
Según los expertos, las próximas estrategias de las plataformas de música en streaming se centrarán, aparte de en seguir extendiendo su presencia a cada vez más países y en seguir captando usuarios de pago, en la ampliación de formatos (más vídeo), la renovación visual (mejores diseños, más accesibles e intuitivos para el usuario), la personalización de los contenidos (listas de reproducción cada vez más ‘inteligentes’) y la exclusividad (Tidal, por ejemplo, ofrecerá en primicia el nuevo material de Rihanna).
En cuanto al mercado en sí, a partir del 31 de enero de 2016, Songza, plataforma estadounidense, entrará a formar parte de Google Play Music; Napster se ha aliado con Nintendo para lanzar una aplicación de streaming con 34 millones de canciones, y YouTube Music pretende convertirse en la plataforma de streaming más grande del mundo, aprovechando los mil millones de usuarios de su canal original.
Con información de Daniel Glez.