Hyderabad, India. Una niña descalza y sin ningún tipo de protección amontona bloques de arcilla en lo que parece una mar interminable de ladrillos. Los dueños de la fábrica la han reclutado, como a otros muchos niños, entre familias humildes a las que un día prestaron dinero para asistencia médica, para un funeral, para reconstruir una casa, para celebrar una boda, para poder seguir comiendo. Los intereses de los préstamos perpetuaron la deuda, que acabó pasando de padres a hijos. La niña la está pagando. Es una esclava.
Cada 2 de diciembre, la ONU celebra el Día Internacional para la Abolición de la Esclavitud. Y fue también un mes de diciembre, hace ahora 64 años, cuando las propias Naciones Unidas aprobaron solemnemente la Declaración Universal de los Derechos Humanos, cuyo artículo 4 deja bien claro que «nadie estará sometido a esclavitud ni a servidumbre», y que «la esclavitud y la trata de esclavos están prohibidas en todas sus formas». A la vista de la realidad, sin embargo, el texto parece más un deseo que un mandato: actualmente hay más personas en situación de esclavitud en el mundo que en cualquier otra época de la historia de la humanidad, incluyendo los más de tres siglos en los que el comercio transatlántico de esclavos africanos fue uno de los principales motores de la economía mundial.
La clandestinidad del fenómeno hace imposible manejar cifras exactas, pero las aproximaciones que ofrecen gobiernos, instituciones y ONG revelan la dimensión de un problema que no solo sigue existiendo en pleno siglo XXI, sino que no ha dejado de crecer. Uno de los informes recientes más exhaustivos, elaborado por el Departamento de Estado de EE UU y publicado este mismo año, sitúa el número actual de esclavos en 27 millones. Pero la cifra real, sin embargo, podría ser mucho mayor, según mantienen organizaciones internacionales y religiosas que trabajan con criterios menos estrictos. La Confederación Española de Religiosos, por ejemplo, denunciaba el pasado mes de abril que unos 400 millones de niños viven en situación de esclavitud en el mundo. Muchos de ellos, como la niña de Hyderabad, trabajan en lo que se conoce como servidumbre por deudas, un tipo de esclavitud no incluido en el informe del gobierno estadounidense.
La herida, además, es planetaria. A pesar de que la esclavitud está legalmente prohibida en todo el mundo, hay esclavos en todos los países y territorios, con una sola excepción: Groenlandia, que tiene poco más de 15.000 habitantes. Cada año, entre 600.000 y 820.000 personas son víctimas del tráfico de seres humanos a través de fronteras internacionales. El 70% son mujeres; el 50%, niñas. En Brasil hay esclavos produciendo el carbón que se utiliza en la fabricación de acero para automóviles; en Birmania, las plantaciones de azúcar están llenas de niños esclavos; en Níger, muchas mujeres (y niñas) son compradas y vendidas como esposas «no oficiales», sin ninguno de los derechos que la ley reconoce a las mujeres casadas; en Ghana, traficantes introducen en el país esclavos comprados en otros estados para trabajar en cultivos de cacao; en Nueva Delhi, muchas tiendas de bisutería se nutren del trabajo que realizan sin descanso, a menudo en el mismo edificio, niños y adolescentes de entre 10 y 20 años; en la República Democrática del Congo, miles de niños son esclavizados y explotados en la extracción de la casiterita y el coltán con los que luego se fabrican nuestros ordenadores y nuestros teléfonos móviles…
La lista es interminable y no se limita al llamado tercer mundo. Tampoco es un problema cultural. La esclavitud existe en los países ricos y en todas las culturas. En Occidente, España incluida, cientos de miles de mujeres son forzadas cada día a trabajar como esclavas sexuales, víctimas de la trata de personas y de las redes de prostitución. No hace falta ir muy lejos para encontrar ejemplos: En noviembre, la Policía Nacional desarticuló una organización criminal que, desde el año 2005, había trasladado a unas 8.000 mujeres rusas para su explotación sexual en España, con el pretexto de falsas ofertas de trabajo.
Y, sin embargo, la misma palabra «esclavitud» sigue evocando en la sociedad imágenes de otro tiempo, de una lacra superada. Se piensa en un esclavo como en algo extraño, anecdótico, y, en cualquier caso, completamente ajeno. «La sociedad percibe la esclavitud como un problema resuelto», explica a ‘el mensual’ Karlee Sapoznik, presidenta y cofundadora de la organización Alliance Against Modern Slavery (alianza contra la esclavitud moderna): «Uno piensa: ‘Yo no tengo ningún esclavo y, por supuesto, estoy contra la esclavitud, así que no soy responsable’, pero lo cierto es que estamos todos implicados, porque consumimos a diario cientos de productos producidos por esclavos, desde un ordenador portátil hasta una tableta de chocolate».
La mayor parte de los expertos considera que para que pueda hablarse de esclavitud tienen que darse tres condiciones básicas: Ser forzado a trabajar sin recibir un salario, trabajar bajo el uso de la violencia directa o de amenazas, y no poder escapar. Kevin Bales, fundador de la organización británica Free The Slaves (liberad a los esclavos), describe a un esclavo como «cualquier persona que es tratada como mercancía, en lugar de como un ser humano con necesidades, sentimientos y derechos».
No todas las personas que trabajan en condiciones precarias son, sin embargo, esclavos. En este sentido, Francisco Rico, abogado especialista en refugiados y derechos humanos, explica que la terminología es importante: «Yo prefiero hablar de trata de personas, y no por minusvalorar el problema, sino por una cuestión práctica. No me importa que se aproveche la fuerza del término ‘esclavo’ para crear conciencia, pero a veces es más efectivo, ante un juez, utilizar términos que están mejor regulados en las leyes. Es más difícil que prospere una denuncia por esclavitud que una denuncia por trata de personas. Y lo importante es que en la trata ya están incluidos muchos de los elementos que definen la esclavitud, es decir, explotación, servidumbre, maltrato, abuso y opresión».
La esclavitud contemporánea tiene muchas caras. Un informe respaldado por la Unesco enumera siete: La esclavitud doméstica, la esclavitud por deudas, los contratos esclavistas, el trabajo forzoso para el Estado, la prostitución forzada, los matrimonios forzosos y la esclavitud en tiempos de guerra. «Las formas de esclavitud son muchas, pero las víctimas son siempre los más vulnerables, los discriminados, las niñas, los pobres… Y caer en la esclavitud es más fácil cuando no tienes que comer o necesitas una medicina», señala Sapoznik. «El caso de las mujeres esclavas en Occidente, por ejemplo, nos toca de cerca, y no solo estamos hablando de prostitución sino también de niñeras o empleadas domésticas, muchas de ellas inmigrantes, que trabajan en condiciones de auténtica esclavitud, porque de ello depende que puedan seguir en el país».
La exclusión social no es, sin embargo, una garantía de inmunidad. Jasmine (prefiere no dar su apellido) no pertenecía a ninguno de estos grupos teóricamente vulnerables: «Yo iba a la universidad, no procedía de la calle, tenía una familia que me quería y que me había educado en valores muy firmes… Pensaba que algo así no podría pasarme», explica: «Tenía 18 años». Ahora, Jasmine se refiere a sí misma como una superviviente del tráfico de seres humanos, y se recupera en Toronto, Canadá, donde vive, de una pesadilla que la marcó para siempre.
«Todo cambió cuando empecé a obsesionarme con las cosas materiales, con el lujo. Quería joyas de Tiffany, un Mercedes, un Rolex..», cuenta Jasmine. «Empecé a trabajar como camarera en un club para poder pagar mis caprichos, luego como streaper, solo los fi
nes de semana… Hasta que conocí al que iba a ser mi ‘chulo’. Era un hombre encantador, rodeado de todo el lujo al que yo aspiraba. Durante seis meses pareció un sueño. Me daba todo lo que quería y yo podía llegar a ganar hasta 10.000 dólares [unos 7.800 euros] por noche. Pero después empezaron los golpes, la nariz rota, lesiones en todo el cuerpo, sangre, quemaduras. Y cada vez peor. Estaba atrapada, forzada a prostituirme, esclavizada. Pensaba que tal vez si le daba más dinero dejaría de pegarme. Me sentía demasiado aterrorizada como para escapar, pedir auxilio. Hasta que nació mi hija y entonces supe que tenía que salir de allí como fuera. Me puse en contacto con un grupo de ayuda y acudí a la policía». Jasmine trabaja ahora activamente con esta organización, Sextrade101, tratando de prevenir casos como el suyo y ayudando a otras víctimas a través de su testimonio.
Según datos oficiales citados por el mencionado informe del Departamento de Estado de EE UU, aproximadamente un 20% de las mujeres que practican la prostitución en España lo hacen de forma forzada, víctimas de organizaciones criminales. Pero las formas de explotación definibles como esclavitud existentes en nuestro país no se limitan al tráfico sexual. El informe destaca que muchos de los inmigrantes sin papeles que trabajan en la agricultura, en labores de limpieza o en el servicio doméstico no reciben salario alguno, o son amenazados con denuncias a las autoridades (es decir, con la deportación) si intentan rebelarse. El estudio señala también que el Gobierno ha dado pasos positivos con el endurecimiento de penas en el Código Penal, pero añade que aún queda mucho por hacer, especialmente en lo referido a los inmigrantes.
«¿Cuánto dirías que cuesta comprar un esclavo actualmente, de media, en el mundo?», pregunta Karlee Sapoznik. «Noventa dólares. Setenta euros». Y añade: «Hay estudios que aseguran que con 10.800 millones de dólares podría acabarse con la esclavitud en 25 años. Parece mucho, pero es lo que gastan los estadounidenses en el Día de San Valentín». Según un informe de la Comisión Económica para Europa de Naciones Unidas (UNECE), traficantes de personas y esclavistas ingresaron en 2004 entre 5.000 millones y 9.000 millones de dólares.
No todo son malas noticias. En los últimos años ha habido importantes progresos en la lucha contra la esclavitud, gracias, sobre todo, al trabajo de concienciación que realizan organizaciones como Anti-Slavery International, Free The Slaves, Stop The Traffik o la propia Alliance Against Modern Slavery. Algunas grandes empresas han empezado a boicotear productos procedentes de la esclavitud, y el Parlamento Europeo, por ejemplo, rechazó el año pasado un acuerdo comercial con Uzbekistán que conllevaba la compra de algodón producido mediante trabajo forzado. Como ha dicho el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, «para erradicar las formas contemporáneas de la esclavitud necesitamos nuevas estrategias que puedan unir a todos los agentes. Los gobiernos tienen la responsabilidad primordial, pero corresponde al sector privado desempeñar una función integral».
La esclavitud, señala Kevin Bales, podría estar al borde de la extinción definitiva, «pero tenemos que darle el empujón final».
Personas con discapacidad vendidas por 60 euros
Uno de los casos más impactantes de esclavitud contemporánea salió a la luz en China en septiembre de 2011, cuando las autoridades informaron de que habían rescatado, en la provincia de Henan, a 30 trabajadores con graves discapacidades mentales que estaban siendo tratados como esclavos en una fábrica ilegal de ladrillos.
Según informó France Press, citando fuentes oficiales, las víctimas recibían palizas de forma regular. Algunos habían estado trabajando sin salario durante más de 7 años. Tras ser liberados, las autoridades comenzaron a buscar a sus familias, pero la discapacidad que sufrían muchos de ellos les impedía identificarse o dar referencias sobre sus familiares. El diario oficial China Daily indicó que la mayoría habían sido secuestrados en sus pueblos y vendidos después a los dueños de la fábrica por entre 300 y 500 yuanes (de 36 a 62 euros).
Fechas clave en la lucha contra la esclavitud
- 1794. La Francia revolucionaria abole la esclavitud, aunque el decreto será revocado años más tarde por Napoleón.
- 1814. España suscribe una serie de tratados con Gran Bretaña en los que se prohibía el comercio de esclavos.
- 1864. Abraham Lincoln firma la enmienda 12 a la Constitución estadounidense, en la que se decreta la abolición de la esclavitud en toda la Unión.
- 1926. La Sociedad de Naciones reconoce la necesidad de «prevenir que el trabajo forzoso derive en condiciones análogas a la esclavitud».
- 1948. El artículo 4 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos declara: «Nadie estará sometido a esclavitud ni a servidumbre. La esclavitud y la trata de esclavos están prohibidas en todas sus formas».
- 1956. La ONU define una serie de prácticas como similares a la esclavitud y legisla contra ellas, incluyendo el trabajo por deudas.
- 1981. La Unión Africana declara que «todas las formas de explotación y degradación del ser humano, particularmente la esclavitud (…), serán prohibidas».
- 2005. El Consejo de Europa llama a combatir el tráfico de seres humanos y a garantizar la igualdad de género.