Decía el siempre mordaz Mark Twain que rechazar un premio es otra manera de aceptarlo, pero haciendo más ruido. Y es posible que algo de eso haya en las razones que han llevado a muchos premiados a negarse a ser reconocidos oficialmente. No parece ser el caso, sin embargo, de los cada vez más intelectuales y artistas que están rechazando últimamente las más altas distinciones, con un denominador común: su oposición a las políticas que realizan los gobiernos que les condecoran. Con carreras consagradas o éxito más que conseguido, no es precisamente ruido lo que necesitan. El rechazo al premio es, más bien, un posicionamiento ético o una forma pública de protesta.
El último en sumarse a la lista ha sido el economista Thomas Piketty, autor del ‘best seller’ internacional El capitalismo en el siglo XXI, un libro que ha vendido más de un millón de ejemplares solo en España, y en el que este economista, experto en desigualdad y distribución de la renta, sostiene, entre otras cosas, que «el capitalismo genera automáticamente desigualdades arbitrarias e insostenibles que dañan radicalmente los valores meritocráticos sobre los que se asientan las sociedades democráticas».
Piketty, que había sido propuesto para recibir la Legión de Honor, manifestó este jueves su rechazo al premio más importante de Francia, y aprovechó para criticar la política del Gobierno socialista de François Hollande.
El economista francés seguía así los pasos de otros ilustres personajes que se negaron a ser condecorados en su país (Jean-Paul Sartre, Albert Camus, Claude Monet, Marie Curie…), y también el ejemplo de varios premiados a este lado de los Pirineos que, en desacuerdo asimismo con el Gobierno, han rechazado recientemente los más altos galardones concedidos en España en sus respectivas disciplinas (la fotógrafa Colita, el músico Jordi Savall, el escritor Javier Marías, el dibujante Juan Lopez, Jan…).
Una lista de sonados rechazos en la historia de los grandes premios, y de las razones que los causaron:
Legión de Honor
La Legión de Honor, establecida por Napoleón y otorgada por primera vez en 1804, es la más conocida e importante de las distinciones francesas. La orden se concede a hombres y mujeres, ya sean franceses o extranjeros, por méritos extraordinarios realizados dentro del ámbito civil o militar. Para poder recibir la condecoración es necesario que un ministro presente al candidato al llamado Consejo de la Orden, y que el Consejo apruebe la propuesta ministerial.
Al rechazar su designación para ser condecorado con la Legión de Honor de este año, el economista Thomas Piketty declaró: «Acabo de enterarme de que me habían propuesto para la Legión de Honor. Rechazo esta designación porque no creo que sea el papel del Gobierno decidir quién es honorable. Valdría más que se consagrara a la recuperación del crecimiento en Francia y en Europa». «Nadie me avisó de esta nominación. Les habría disuadido de hacerlo», agregó.
Piketty, que fue una figura muy próxima al Partido Socialista, critica con frecuencia la política del actual presidente francés, el socialista François Hollande, a quien reprocha que haya enterrado su promesa electoral de emprender una profunda reforma fiscal, con una mayor progresividad de los impuestos, una de las ideas que defiende el economista.
Entre los que, como Piketty, han rechazado la Legión se encuentran figuras tan relevantes como los filósofos y escritores Jean-Paul Sartre («Un escritor debe negarse a ser transformado en una institución, incluso si esto se hace del modo más honorable, como es el caso», argumentó), Simone de Beauvoir, George Sand, Albert Camus, Louis Aragon («Está muy bien rechazar la Legión, pero mejor aún es no merecerla», le dijo después Jacques Prévert al poeta surrealista) y Juan Goytisolo («Todos los militares franceses que tenían la Legión de Honor la habían logrado matando, ese no era mi honor. Ese tipo de cosas me horrorizan», dijo en una entrevista el escritor español, último –y reacio– Premio Cervantes).
También rechazaron la distinción los pintores Gustave Courbet («Tengo cincuenta años y siempre he vivido libre. Permítanme terminar mi existencia libre, y que puedan decir de mí cuando muera que nunca pertenecí a ninguna escuela, a ninguna iglesia, a ninguna institución, a ninguna academia, y especialmente, a ningún régimen salvo el de la libertad») y Claude Monet; los compositores Hector Berlioz («No me importa nada vuestra Cruz, ¡dadme mi dinero!») y Maurice Ravel; las actrices Catherine Deneuve (acabó aceptando la condecoración posteriormente) y Brigitte Bardot («Mi Legión de Honor es para los animales que sufren»); los científicos Pierre Curie («No veo la necesidad») y Marie Curie; el dibujante Jacques Tardi («Prefiero seguir siendo un hombre libre, y no el rehén de ningún poder»); o el cantante Georges Brassens («[La Legión] es la insignia fatal que no perdona»).
Premio Nacional de Música
Los Premios Nacionales de Música de España son parte de los Premios Nacionales que concede cada año el Ministerio de Cultura, a través del Instituto de las Artes Escénicas y de la Música, en las modalidades de interpretación y composición. Se otorgan en recompensa y reconocimiento de la meritoria labor de los galardonados en el ámbito de la música, puesta de manifiesto preferentemente a través de una obra o actuación hecha pública o representada durante el año anterior a la concesión.
Para la concesión de estos premios se tiene en cuenta «la calidad de las obras o actividades recompensadas, y su significación como aportación sobresaliente e innovadora a la vida musical española». Los galardonados en 2014 fueron María de Alvear en la categoría de composición, y el violagambista, compositor, director y especialista en música antigua Jordi Savall, en la de interpretación. Savall rechazó el premio y los 30.000 euros de dotación.
El musicólogo catalán agradeció «profundamente» el reconocimiento, pero señaló que renunciaba al mismo «con profunda tristeza» y «esperando que este sacrificio sea comprendido como un acto revulsivo en defensa de la dignidad de los artistas y pueda, quizás, servir de reflexión para imaginar y construir un futuro más esperanzador para nuestros jóvenes».
Savall explicó que no aceptaba esta distinción para «no traicionar» sus «principios y convicciones más profundas», al ser un premio que «procede de la principal institución del Estado español responsable del dramático desinterés y de la grave incompetencia en la defensa y promoción del arte y de sus creadores». En este sentido, añadió que considera «insuficientes los esfuerzos y las inversiones que desde el Gobierno se concede a las artes y la cultura en general». «La ignorancia y la amnesia son el fin de toda civilización, ya que sin educación no hay arte y sin memoria no hay justicia», dijo.
Premio Nacional de Fotografía
El Premio Nacional de Fotografía, otorgado también por el Ministerio de Cultura, supone el reconocimiento de la obra de un fotógrafo español que con su creación artística haya «contribuido al enriquecimiento del patrimonio cultural de España». Está dotado asimismo con 30.000 euros, y fue creado en 1994. Hasta entonces, el reconocimiento a los artistas de la fotografía estaba incluido en el Premio Nacional de Artes Plásticas, que en diversas ediciones ya había premiado a fotógrafos, como Francesc Catalá Roca en 1983 y Agustí Centelles en 1984.
La galardonada en 2014 fue la fotógrafa catalana Isabel Steva Hernández, conocida artísticamente como Colita, quien, al igual que había hecho antes Jordi Savall, rechazó el premio: «De momento, sr. Wert, no me apetece salir con vd. en la foto», indicó la premiada, en una carta dirigida al al ministro de Cultura y Educación, José Ignacio Wert.
En su carta, Colita señalaba que ignora «dónde reside este ministerio, e incluso si existe como tal. En cualquier caso, yo no lo conozco», refiriéndose al Ministerio de Cultura y Educación, institución que, afirmaba, se encuentra en una situación de «pena, vergüenza y dolor de corazón».
Colita agradeció el galardón al jurado, pero justificó su decisión «precisamente» en uno de los valores que se le habían reconocido: «el compromiso con su época». «Habrá que esperar, con ilusión, otros tiempos, otras gentes, otros gobiernos que nos devuelvan a nosotros el orgullo y a ellos el honor», escribió.
Premio Nacional de Narrativa
El Premio Nacional de Literatura en la modalidad de Narrativa es un premio literario que otorga asimismo, y también anualmente, el Ministerio de Cultura. En él se reconoce la mejor obra en la modalidad de narrativa escrita por un autor español, en cualquiera de los idiomas españoles, y entre todas las obras de este género publicadas en España en el año anterior. Está dotado con 20.000 euros.
En 2012, el escritor y académico Javier Marías, premiado por su novela Los enamoramientos, rechazó el premio al no querer aceptar «galardones de carácter oficial o institucional otorgados por el Estado», una postura que ya había expresado con anterioridad.
Marías manifestó que haber aceptado el premio habría sido «una sinvergonzonería», y explicó que la razón principal del rechazo fue su voluntad de «no querer ser etiquetado como autor favorecido por este o aquel Gobierno», ni ser «involucrado en juegos políticos, al margen del partido que esté en el poder». También influyó en su decisión, según dijo, el hecho de que muchos autores a los que considera maestros suyos, entre ellos su padre, Julián Marías, y Juan Benet, Juan García Hortelano o Eduardo Mendoza, jamás hubiesen recibido un Premio Nacional.
Premio Nacional de Artes Plásticas
Otro de los premios que concede cada año el Ministerio de Cultura es el Premio Nacional de Artes Plásticas, integrado en el apartado de Premios Nacionales de Cultura a las Bellas Artes. El galardón fue creado en el año 1980, con el fin de reconocer la labor meritoria de los artistas plásticos contemporáneos. Con el mismo se reconoce la obra o actuación publicada en el año anterior a su concesión que haya contribuido de un modo más significativo al enriquecimiento del patrimonio cultural de España. Está dotado con 30.000 euros.
Los candidatos al galardón se presentan a través de los miembros del jurado o de las entidades relacionadas con las actividades artísticas o culturales objeto del premio, mediante propuestas dirigidas al ministro de Cultura, o a los propios jurados, una vez constituidos.
En noviembre de 2010 el escultor Santiago Sierra rechazó el premio. En una carta dirigida a la entonces ministra de Cultura, Ángeles González Sinde, Sierra afirmó que el arte le había otorgado una libertad a la que no estaba dispuesto a renunciar, y precisó que este premio instrumentalizaba en beneficio del Estado el prestigio del galardonado. «Los mismos» que le habían condecorado, añadió, «piden a gritos legitimación ante un desacato sobre el mandato de trabajar por el bien común sin importar qué partido ocupe el puesto, y participan en guerras dementes alineados con un imperio criminal».
«El estado –dijo Sierra– dona alegremente el dinero común a la banca y desmonta el estado de bienestar en beneficio de una minoría internacional y local. El estado no somos todos. El estado son ustedes y sus amigos. Por lo tanto, no me cuenten entre ellos, pues yo soy un artista serio». El Ministerio le había premiado, precisamente, por «su obra crítica, que reflexiona sobre la explotación y la exclusión de las personas y genera un debate sobre las estructuras de poder».
Medalla al Mérito en las Bellas Artes
La Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes es una medalla que concede el Ministerio de Cultura a aquellas personas o instituciones que destaquen en los campos literario, dramático, musical, coreográfico, de interpretación, etc. Distingue asimismo a quienes hayan prestado notorios servicios en el fomento, desarrollo o difusión del arte y la cultura, o en la conservación del patrimonio artístico. El galardón se incluye entre los premios y medallas de Artes Escénicas y Música otorgados cada año por el Ministerio.
En 2012, el ministerio que dirige José Ignacio Wert concedió la Medalla al historietista Juan López, más conocido como Jan, quien renunció a la condecoración. El creador de personajes tan populares como Superlópez o Pulgarcito señaló que en ningún momento se le había comunicado oficialmente la obtención de la Medalla, y explicó que renunciaba al reconocimiento por cuestiones éticas.
«Ante las circunstancias sociales y políticas actuales no puedo, por ética personal, aceptar la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, que, según he sabido por la prensa, me concede el Ministerio de Cultura de España», dijo, añadiendo que «siempre he intentado sentirme bien conmigo mismo y sé que para conseguirlo he de actuar lo más ceñido posible a mis convicciones».
Premio Nacional de Diseño
Creados en 1987 para premiar a diseñadores destacados y empresas innovadoras, los Premios Nacionales de Innovación y Diseño no tuvieron en un principio dotación económica. Hace tres años, sin embargo, se equipararon al resto de Premios Nacionales, y actualmente están dotados con 30.000 euros. Los concede el Ministerio de Economía y Competitividad (anteriormente, el de Ciencia y Tecnología).
En 2001, el diseñador gráfico madrileño Daniel Gil, autor de miles de cubiertas de libros de Alianza Editorial, rechazó la distinción extraordinaria que se le había otorgado con motivo del décimo aniversario de estos premios. «No es fácil renunciar a un premio, y menos al máximo galardón al que puede aspirar un profesional del diseño en España», dijo. «Pero esa mención honorífica está creada, según dicen las bases, para distinguir a la gente que no reúne los requisitos necesarios para optar al primer premio. Recoger ahora esta mención, creada para aquellos que no reúnen requisitos suficientes para ganar el premio, sería para mí renunciar a la labor de tantos años por un pequeño pero tentador momento de gloria», añadió.
Premio Nacional de Teatro
El Premio Nacional de Teatro es un premio de larga trayectoria que otorga también anualmente el Ministerio de Cultura. Fue creado en los años cincuenta y, en la actualidad, es concedido por el Instituto Nacional de las Artes Escénicas y la Música. Está destinado a reconocer y recompensar la labor de toda una carrera profesional, o a destacar nuevas aportaciones sobresalientes en el campo del teatro.
En 1994, la compañía teatral Els Joglars, dirigida por Albert Boadella, rechazó el Premio. Boadella explicó entonces que el grupo teatral se sentía pagado suficientemente con el entusiasmo del público, un apoyo que siempre habían tenido en los momentos más complicados, cuando nadie se atrevía a concederles un premio oficial.
«La oficialidad no estuvo con nosotros en los momentos difíciles; ahora resulta que sí les ha convenido, seguramente porque se han agotado todos los premiables. Pero a nosotros ahora no nos conviene… Es un problema de estética», afirmó Boadella. «Renunciamos rotundamente no solo al honor sino también al dinero [el premio estaba dotado con 2,5 millones de pesetas], que se lo den al señor Heras [Guillermo Heras, director entonces del Centro Nacional de Nuevas Tendencias Escénicas], que ha sido un funcionario obediente, nosotros no hemos sido obedientes ni lo vamos a ser jamás», añadió.
En 2004, Boadella rechazó también la Cruz de Sant Jordi, la máxima distinción de la Generalitat catalana. El director artístico de Els Joglars agradeció el gesto y dijo que con esta distinción el Gobierno catalán quería «compensar agravios anteriores», pero indicó que «todos los catalanes se la merecían más que yo».
Nobel y Oscar
Los dos premios más famosos del mundo, los premios Nobel y los Oscar de Hollywood, también tienen en su historia a varios disidentes.
El Nobel ha sido rechazado por tres premiados: el escritor y filósofo francés Jean-Paul Sartre (Nobel de Literatura en 1964), el militar y político vietnamita Le Duc Tho (Nobel de la Paz, junto con Henry Kissinger, en 1973), y el escritor ruso Boris Pasternak (Nobel de Literatura en 1958).
En una carta a la Academia Sueca, Sartre indicó que rechazaba el premio porque tenía por regla declinar todo reconocimiento o distinción, y porque «los lazos entre el hombre y la cultura deben desarrollarse directamente, sin pasar por las instituciones». Sartre pagó asimismo un anuncio en el diaro francés Le Figaro en el que indicaba que no aceptaba el premio porque no quería ser «institucionalizado ni por el Oeste ni por el Este».
Por su parte, el revolucionario Le Duc Tho, uno de los principales negociadores de los acuerdos alcanzados con Estados Unidos tras la Guerra de Vietnam, en 1973, rechazó el premio argumentando que su país «todavía no estaba en paz».
El caso de Boris Pasternak, por último, es más complejo: el autor de Doctor Zhivago envió una carta de agradecimiento a la Academia Sueca, explicando lo «agradecido» y «sorprendido» que se sentía por la distinción. Días después, sin embargo, envió otra carta, bajo una intensa presión del gobierno soviético: «Considerando el significado que este premio ha tomado en la sociedad a la que pertenezco, debo rechazar este premio inmerecido que se me ha concedido. Por favor, no lo tomen a mal».
En cuanto al Oscar, el máximo reconocimiento de la industria cinematográfica estadounidense ha sido rechazado, también, por tres personas: el guionista Dudley Nichols (El delator, 1936), y los actores George C. Scott (Patton, 1971), y Marlon Brando (El Padrino, 1973).
Nichols, que era entonces el presidente del Gremio de Guionistas, rechazó el premio por encontrarse en ese momento en huelga este colectivo. Autor de más de 70 guiones a lo largo de toda su carrera, su trabajo más destacado fue el que realizó, junto con Hagar Wilde, para La fiera de mi niña (Bringing Up Baby, 1938), protagonizada por Katharine Hepburn y Cary Grant.
George C. Scott, quien había afirmado que «los Oscar se han convertido en un parque de atracciones internacional donde las carreras de los actores viven o mueren en función de si ganan o no el premio», prefirió pasar la noche de la ceremonia «viendo un partido de hockey en la televisión». El actor también había dicho que la entrega de los Oscar es «un desfile de carne y pura ostentación pública, con trama de suspenso por razones económicas».
Brando, finalmente, envió a una activista siux, Sacheen Littlefeather, a leer su discurso de renuncia. En él, el mítico actor argumentaba que no aceptaba el Oscar debido al maltrato que los indios norteamericanos recibían en el cine y la televisión de Estados Unidos.