Walt

Miguel Máiquez, 03/01/2009

Me gusta verle dormir. Es como ver dormir a un gato.

Me gusta descansar la vista en su gran barba blanca de patriarca travieso, observar sus ojillos cerrados.

Y sé muy bien que, de un momento a otro, se despertará de un salto, buscará su sombrero y saldrá corriendo para seguir devorando la vida con esa sed suya inextinguible. Como una locomotora avanzando a toda velocidad sobre la hierba fresca de sus praderas inmensas. Apasionadamente enamorado de sí mismo, fascinado hasta el dolor por la creación entera, extasiado.

Pero ahora está dormido, está en paz, y todo lo que bulle dentro de su alma está en reposo. Con la calma profunda de la poza de un río.

Me gusta verle dormir, porque es como ver dormir a un atleta desnudo. Tiene los pies llenos de callos y, en el rostro, todos los tatuajes de la Tierra.

Y sé muy bien que sus párpados apenas pueden contener los regalos de estar vivo. Que dentro de su mente de hermano universal hay un pequeño altar para cada maravilla, la antena de un insecto, el olor de la leña, el mal humor y la risa desbordada, los cuerpos de todos los hombres y de todas las mujeres, el egoísmo absoluto, la generosidad sin límite, el latido de la sangre, los átomos, las galaxias.

Pero ahora está dormido, está en paz, y todo lo que bulle dentro de su alma está en reposo. Con la calma profunda de la poza de un río.

Es como ver dormir a un gato.


Miguel Máiquez, 3/1/2009
Archivado en Están todos vivos
En el relato: Walt Whit­man
Foto: Walt Whitman (George C. Cox, 1887, Library of Congress), detalle

Comentarios

1 comentario

  • El Koala Bartola dice:

    Nos preguntamos que’ es lo que cenas para tener semejantes momentos de inspiracio’n a esas horas de la noche.
    Nos ha encantado el fragmento de «en el rostro, todos los tatuajes de la Tierra».
    Sencillamente precioso.
    🙂
    Burrito pulpeiro

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