¿Yuri? ¿Eres tú, Yuri? Claro que eres tú… ¿Sabes que mis nietos piensan que he perdido la cabeza porque hablo sola por las noches? Bueno, mejor que piensen que hablo sola a que sepan que hablo con un fantasma… ¿Eres tú un fantasma, Yuri? Lo has sido durante mucho tiempo. Demasiado… Pero ya no. No, creo que ya no… Porque empiezo a sentir tu calor en mi cama… No mucho, sólo un leve aliento cálido en la espalda, como un escalofrío, pero un escalofrío de calor… Es difícil de explicar. Vas llegando poco a poco, Yuri, reconquistándome la piel palmo a palmo, noche a noche… Como si estuvieras escribiendo una canción, como en tus poemas, despacio… Voy sintiendo tus dedos uno a uno, y también todos a la vez. Me pulsas y me abarcas, al mismo tiempo. Como una balalaika… ¿Me estás convirtiendo en tu balalaika, Yuri? Me parece bien. Porque siento que estás cada vez más y más cerca de mí, o tal vez soy yo quien se va acercando a ti… Mis nietos dicen que he perdido la cabeza y que ya no voy a durar mucho… ¿Irás a esperarme a la estación cuando llegue? No me dejes marchar otra vez, Yuri, ¿me oyes? No me vuelvas a dejar marchar.
Publicado el 20/2/2009
En el relato: Larisa (Lara) Fiódorovna
Imagen: «Doctor Zhivago», David Lean, 1965