Gritos y susurros

Miguel Máiquez, 20/03/2023

—Nueve, diez, once, doce…

La voz de su hermano mayor se iba haciendo cada vez más lejana, mezclándose con los gritos de los demás y con ese murmullo denso de fondo que no se apagaba nunca, como una charla interminable de susurros, la voz del campo.

—Diecisiete, dieciocho…

Corrió todavía un poco más, hasta que se quedó sin aliento y se detuvo frente a un pequeño grupo de árboles resecos. Se había arañado las rodillas. Indeciso, permaneció inmóvil un instante. Un matorral, la piedra grande, el tronco caído…

—¡Voy!

La tierra olía a madera, las agujas de los pinos le hacían cosquillas en las piernas, el sol le acariciaba suavemente la nuca. Estaba tumbado boca abajo y el campo entero, el mundo entero, parecía haberse reducido al pequeño universo de insectos y partículas que desfilaba ante sus ojos. Una hormiga, un escarabajo, una rama partida… Se quedó dormido.

Al despertar le pareció otro día, otra vida. Echó a correr con el corazón fuera del pecho. El mismo sol, las mismas voces, el mismo susurro denso y tranquilizador.

—¿Estás bien, cariño?

—¡Mamá!


Miguel Máiquez, 20/3/2023
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