Elizabeth

Miguel Máiquez, 10/11/2010

A las ocho menos cuarto de la tarde, cuando apenas entra ya luz en su pequeño apartamento, Elizabeth coloca una señal en el libro y se levanta de la austera silla de madera en la que, con los codos apoyados sobre una mesa igual de austera, ha pasado varias horas leyendo. Después pone agua a calentar para prepararse un té y espera mirando por la ventana. La noche va abriéndose paso poco a poco desde el fondo de la calle.

A las ocho menos cinco Elizabeth está sujetando la taza de té con ambas manos, sentada de nuevo en la silla de la sala de estar, con los ojos fijos en el gran reloj de la pared.

A las ocho en punto, con la tranquilidad casi inconsciente de quien repite un ritual diario, Elizabeth vuelve a levantarse, va hasta la puerta del apartamento y, procurando no hacer ruido, acerca un ojo a la mirilla y espera. Al otro lado, el pasillo está vacío. Elizabeth sujeta aún la taza en sus manos. El té ha empezado a enfriarse.

A las ocho y diez oye el ascensor y después los pasos leves de ella. Luego la ve. El pelo suelto le baila sobre los hombros. Viste una camisa blanca con un par de botones desabrochados y un pañuelo sobre los hombros. Pantalones vaqueros, botas altas, bolso. Camina despacio, distraída. Elizabeth, como cada tarde, siente subir el deseo por todo su cuerpo. Coge la taza de té con una sola mano y lleva la otra hasta su sexo. Después aprieta los labios y entorna los ojos.

A las nueve y media de la noche cruza el pasillo y llama a la puerta.

—Hola. Soy Elizabeth, tu vecina. He mandado decapitar a mi prima, he arruinado a mis súbditos y he dado cobijo a piratas y corsarios, pero mi reino está lleno de poetas. Me llaman la Reina Virgen.

—Suena bien.

—¿Tienes… un poco de sal?

—Tengo muchísima. Pasa.

Play

Publicado el 10/11/2010
En el relato: Elizabeth I
Imagen: Uno de los carteles de la exposición «A New World: England’s First View of America», en el Museo Británico, Londres, 2007 (foto: Miguel Máiquez)

Comentarios

1 comentario

  • juanjomar dice:

    Libre al fin y al principio. Buen fragmento de relato. Buena Antropología del fragmento.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *