—Teléfono de la Esperanza, buenas noches.

—…

—Hola, ¿en qué puedo ayudarle?

—…

—¿Hola?

—…

—Está bien, no se preocupe.

—…

—Estoy aquí para ayudarle, para ayudarla, si quiere. Puede hablar conmigo. Puede hablar conmigo de lo que sea. O puede quedarse así, en silencio, si lo prefiere, o si no puede hablar… Está bien.

—…

—Estoy aquí con usted, contigo. No me voy a ir.

—…

—Sea lo que sea lo que le ocurre, no está solo, no está sola.

—…

—Sé que suena a tópico, pero no lo digo por decir. No está solo. No está sola. Soy una profesional, es verdad, y no nos conocemos de nada. Pero hago esto porque quiero hacerlo. Y también soy un ser humano, como usted. Soy un ser humano y estoy a su lado, a tu lado. Estoy con usted ahora. Somos dos seres humanos y podemos comunicarnos si quiere. No está solo. No está sola. Estoy aquí, con usted.

—…

—Tengo 43 años. Soy psicóloga…

—…

—Tengo dos hijos preciosos.

—…

—Mi madre murió hace un año. Un cáncer. La echo mucho de menos, cada día.

—…

—Me llamo Dulcinea.

—…

—Puedo callarme si lo prefiere.

—Dulcinea…

—Sí…

—Dulcinea…

—Sí.

—Solo quería oír tu voz antes de entrar.

—¿Alonso?

—…

—¿Alonso? Dios mío… ¿Eres tú? ¿Eres tú, Alonso?

—Solo quería oír tu voz. Antes de entrar.

—¿Dónde estás? Dios mío… ¿Dónde estás, Alonso? ¿Estás bien? ¿Antes de entrar? ¿Entrar a dónde? ¿A dónde vas a entrar?

—Al infinito, amada mía. Al infinito de los prodigios.

Publicado el 18/3/2010
En el relato: Don Quijote, Dulcinea
Imagen: Composición de rayos X (azul) y radio (rosa) del cúmulo de galaxias Abell 400, que muestra chorros de radio inmersos en una vasta nube de gas emisor de rayos X de varios millones de grados que impregna el cúmulo (NASA)