Supongo que pude haberte preguntado directamente: «¿Sabes navegar?, ¿naciste hace miles de años?, ¿escribiste tú esto?» O, más directamente aún: «¿Eres tú Atalanta, la única mujer entre los argonautas de Jasón?» Pero, en lugar de eso, me limité a preguntarte si quedaba alguna habitación libre en tu maravillosa pensión de paredes blancas.
—Todas —respondiste—. En esta época del año no viene casi nadie por aquí.
Y el cuarto, pequeño, limpio, acogedor, daba, por supuesto, al mar. Abriste la ventana y la brisa se agarró a las sábanas de algodón que acababas de poner sobre la cama.
—¿Viene usted de muy lejos? —quisiste saber.
—Un poco, sí…
—Parece cansado, ¿por qué no se echa un rato? La cena no es hasta las siete.
Atalanta… Cuando a las seis y media abrí al fin los ojos, el sueño había sido tan profundo que durante varios segundos no supe dónde estaba. Y después, una vez más, como había hecho tantas y tantas veces desde que ¿los dioses? me pusieron en camino, abrí mi bolsa de viaje y saqué de entre uno de mis viejos libros la manoseada y gastada hoja de papel donde había transcrito el poema.
Hacía ya más de un año desde que había recibido la llamada de Georgios…
* * *
—Tengo algo que te va a interesar.
—¿Georgios?
Al otro lado del teléfono, la voz de mi viejo amigo del Instituto Helénico de Arqueología Marina sonaba tan excitada que, por un momento, pensé que estaba borracho. Tampoco habría sido la primera vez.
—¿Tienes idea de qué hora es aquí? —bramé.
—No… Escucha, ¿has encontrado alguna vez un mensaje en una botella?
—¿Qué? Georgios, por Dios santo, son las cuatro de la mañana…
—Uno de esos que se lanzan al mar…
—No, nunca he encontrado ninguno.
—¡Pues yo tengo uno! No en una botella, exactamente, sino en una especie de ánfora, un ánfora diminuta. ¿Qué te parece?
—Me parece estupendo…
—Oh, vamos, ¿te lo cuento o no?
—A ver, qué… —me rendí.
—Jasón, los argonautas… Conoces la historia, ¿no?
—¿Tú qué crees? Hace casi veinte años que enseño griego clásico en esta maldita universidad y he publicado tres libros sobre mitología, uno de los cuales, por cierto, lleva un prólogo escrito por ti, aunque más bien parece que lo escribió mi madre…
—Vale, era una pregunta retórica…
—Cuéntame.
—Hemos encontrado algo, compañero. Un texto, un mensaje, allí, en el fondo… Estaba dentro de un pequeño frasquito de barro sellado, ¡y milagrosamente intacto!
—¿Un mensaje?
—Un mensaje, sí, un poema… Aún lo estamos analizando, todavía no lo hemos hecho público, pero tenía que contártelo.
—¿Es legible?
—¡Oh, sí! ¡Desde luego que es legible! Por eso te llamo, amigo, te va a encantar… ¡Hasta tiene firma!
—¿Firma?
—Ajá… Adivina.
—¿Jasón, el argonauta?
—No, pero casi… ¡Atalanta!
No pude evitar recitar:
—Fano y Estáfilo, actor hijo de Hípaso; Laertes y su suegro Autólico; Euríalo, hijo de Mecisteo; Peneleo, hijo de Hipalmo; Leito, hijo de Alectrión; Atalanta, la única mujer de la tripulación…
—Eso es, ¡veo que sigues en forma!
—Más me vale.
—¿Te das cuenta? —continuó Georgios— Cuando logremos datarlo, si realmente es tan antiguo como parece, ¡podríamos tener una idea de hasta cuándo se remonta el mito!
—Vaya… Tal vez. Bueno, es una bonita historia, en todo caso.
—Ya sabía yo que iba a gustarte.
—A lo mejor hasta me sirve para sacar del letargo a mis alumnos…
—Sí… Pero no digas nada aún —Georgios bajó ridículamente la voz—. Todavía estamos trabajando en ello.
—Descuida… Oye, ¿por qué no lo escaneas y me lo mandas por correo electrónico?
—Ya lo he hecho.
* * *
Y durante la cena, tú y yo solos en aquel cálido comedor fuera de temporada, podía haberte dicho: «Sé que eres Atalanta, la argonauta; sé que una noche sin luna y llena de estrellas escribiste un poema y lo lanzaste al mar; este mensaje, mira; y ahora sé cuál es el verdadero significado del vellocino de oro y de todos los tesoros, como sé también que ése es tu secreto. Y he venido desde muy lejos para buscarte, y te he encontrado». Pero, en lugar de todo eso, dije:
—Este es el mejor pescado que he comido en toda mi vida.
—Gracias —respondiste tú.
* * *
Qué noche tan oscura
qué llena está de estrellas
Mis compañeros duermen
El tesoro reposa
escondido, a salvo
El tesoro descansa
El tesoro no es nada
El tesoro fue el viaje
El tesoro es este mar
Esta calma infinita
Esta belleza, esta
certeza
de sentirme y saberme
inmortal
Como tú, quienquiera que
seas
Y la mañana traerá
el regreso
el sol y los caminos
Pero yo
volveré, volveré
Siempre
Para siempre, volveré
Yo, Atalanta
* * *
Y a medianoche me levanté de la cama, bajé sigiloso los escalones hasta el vestíbulo, salí de la pensión y llegué hasta la playa porque sabía que tú estarías allí.
Te vi a lo lejos, no quise acercarme. Tu silueta se recortaba contra el horizonte. Entonces te inclinaste un poco y metiste la mano en el agua… ¿Estabas mandando otro mensaje a través de los siglos? Tal vez. Por un momento, me pareció ver a tu lado, difuminadas, como sombras en la oscuridad, las figuras de tus compañeros de viaje.
Atalanta… Esta carta es para decirte que no te preocupes. Que tu secreto está a salvo conmigo. Aunque se duerman mis alumnos.
La réplica del Argo, el legendario barco en el que el príncipe Jasón y los 50 argonautas emprendieron hace 3.500 años la busca del «vellocino de oro», zarpó desde el puerto griego de Volos, pero con rumbo a Venecia, ya que complicaciones políticas han impedido reproducir la mítica ruta original.
«Finalmente lo logramos y navegamos lejos de todo», declaró a bordo del Argo, en su primera jornada de travesía, el almirante Apostolis Kurtis, jefe de este proyecto que comenzó hace ocho años.
«No es lo que soñamos pero ya que no podemos seguir la ruta de Jasón, iremos en sentido contrario», dijo Kurtis, presidente del Instituto de Investigación para la Construcción de Barcos de la Antigüedad.
La reproducción del viaje de Jasón desde Yolcos (actual Volos) hasta las costas de Poti, en Georgia, no fue posible debido a que las autoridades turcas no se comprometieron a brindar protección en sus aguas territoriales, según el Ayuntamiento del puerto griego.
Grecia y Turquía, países ribereños del Egeo, mantienen contenciosos sobre la soberanía de las aguas territoriales y de algunos islotes, que les llevaron al borde de una guerra en el siglo pasado.
No obstante, Kurtis y su equipo se empeñaron en proseguir con el proyecto por el mar Jónico y el Adriático.
La embarcación, con 50 remeros y una vela, recorrerá de 10 a 15 millas marinas cada día, con escalas en 37 puertos, hasta llegar a Venecia alrededor del 12 de agosto, después de pasar por Albania, Croacia, Eslovenia e Italia, y cubrir una distancia de 1.200 millas marinas.
Un transbordador de la compañía privada Hellenic Seaways acompañará al Argo en aguas territoriales griegas hasta el 7 de julio y los remeros podrán comer, descansar y ser atendidos a bordo.
Los ingenieros informaron de que la nueva ruta «es equivalente a la original en términos de distancia, tiempo y condiciones de navegación».
La réplica está completamente fabricada de madera, con 5.000 clavos y un mástil, al estilo de los tiempos de Homero. Tiene una eslora de 27.5 metros y cuatro de manga, y en su construcción se empleó la madera de 40 árboles de la región.
Kurtis y sus colaboradores trabajaron durante tres años en la construcción del Argo, con el mismo material utilizado entonces y según la técnica sacada de documentos y relatos de la época. Se hicieron también repetidos experimentos para medir la capacidad de flotación de la embarcación con el peso de los remeros.
Los jóvenes, que se han venido entrenando desde hace más de un año, van sentados 25 por cada costado en banquillos de madera y sólo beben líquidos y comen algo ligero, como lo hacían los antepasados.
Kurtis explicó que en este tipo de naves no se llevaba mercadería, sino que servían como «barcos exploradores» y que cada noche lo arrastraban con cuerdas a la orilla de una playa para descansar.
El proyecto Argo pretende simbolizar la civilización, la paz, la amistad, la solidaridad y la cooperación entre los pueblos mediterráneos y del mar Negro.
El ayuntamiento de Volos ha informado de que a lo largo de su recorrido y en cada puerto de llegada, se celebrará un evento cultural.
Además, aportará pruebas científicas de la capacidad de la tripulación y de la embarcación para realizar tal travesía.
Según cuenta la mitología, Jasón, acompañado de 50 argonautas, emprendió una expedición para llevar de vuelta a su patria la piel del carnero mítico (el vellocino) y recuperar el trono de Yolko que su tío Pelias había arrebatado a su padre Esón .
Agencia Efe, 15-6-2008
Publicado el 24/6/2009
En el relato: Atalanta
3 comentarios
Que no te preocupes. Que tu secreto está a salvo conmigo.
Esa certeza de saberse/saberlo a salvo debe ser cálida y reconfortante. Porque quién no tiene un secreto…
Me ha encantado. Me encanta ver situaciones en las que puedo sentir que todos están vivos en el espacio en que se hacen presentes al leerlos. Lo haces tela de bien,…y pensar que ayer estuve a punto de llamarte ´borracho´…´que disfrutes!
Esperaba que por aquí también se notara la vuelta al cole… porque habrá vuelta al cole, ¿no?