Imaginaba una mirada perdida, pero no tanto. La mirada de Raskólnikov no hay quien la encuentre ya.
También es más alto de lo que creía.
Se sienta con algo de torpeza y deja la gorra llena de nieve sobre la mesa. Miro por la ventana. No está nevando.
—Gracias por venir, señor Raskólnikov.
—No hay de qué. Y llámeme Rodia.
—Gracias por venir, Rodia.
—Bien.
—Bien… ¿Qué ocurrió? ¿Cómo acabó todo?
—Acabó aquí. Hablando con usted.
—Sí, bueno, quiero decir, su historia. El castigo…
—Aquí. Acabó aquí.
—Disculpe, pero no le entiendo.
—No hay nada que entender.
—¿Ha hablado alguna vez con Fiodr?
—No.
—…
—…
—¿Más café?
—Por favor.
El café está hirviendo, pero a Raskólnikov no parece importarle. O tal vez es que está lleno de frío, como su gorra.
—Escuche, señor Raskólnikov… Rodia…
—Sí…
Y entonces empiezo, sin apenas una pausa, sin respirar casi:
—¿Sabía usted lo que decía Mark Twain? —digo.
—No…
—Pues decía que un clásico es algo que todo el mundo quisiera haber leído, pero que nadie quiere leer.
—Ah.
—¿No lo entiende? Crimen y castigo, su crimen y su castigo, no lo olvide, es, obviamente, un clásico, pero, esta vez, la cita no sirve, no me sirve en absoluto. Porque yo estaba deseando leerlo y, ahora que al fin lo he hecho daría lo que fuese por no haberlo leído… aún. Daría lo que fuese por tenerlo todavía ahí, esperándome, para poder volver a pasar sus páginas desde el principio, emocionado, abrumado de admiración, recreándome en cada párrafo, todo aún por disfrutar… Sentir que, una vez más, como lo siente uno con Cortázar, con Mann, con Salinger, con Greene, con Saint-Exupéry, con Woody Allen, con Cheever, con Pessoa, con Cervantes… ¿Les conoce? Supongo que no, no importa… Sentir, digo, que me han vuelto a abrir una ventana a las profundidades del ser humano, las suyas, en este caso, sus profundidades, las más trágicas y las más mundanas, las más nobles y las más abyectas. Revivir ese sentimiento excepcional de desear llegar hasta el final de un libro para saber qué va a ocurrir y cómo, y a la vez no querer que el libro se acabe nunca…
—Mire, yo…
—Espere, escúcheme, por favor, escúcheme… Aunque de veras no sé qué puede decirse de una obra como ésta que no se haya dicho ya… Fiodr es uno de los grandes, señor Raskólnikov, Rodia, uno de los más grandes, de los de llevarse a una isla desierta cuando sólo se pueden elegir cinco autores, o cuatro, o tres… ¡Y usted ni siquiera ha hablado con él!
—No he tenido ocasión…
—Rodia, Rodia… Rodion Romanovich, ¿no lo ve? Es posible, muy posible, que Crimen y castigo no tenga la profundidad metafísica y existencial de Los hermanos Karamazov (¿los conoce a ellos al menos? No importa, no importa…), ni ese afán de libro total. No es La montaña mágica, desde luego. Pero ni falta que le hace. Porque, una vez superados los lógicos (y tampoco tantos) desfases que causa la lectura de una novela escrita hace casi un siglo y medio, la inmersión es completa.
—Señor…
—Déjeme acabar, se lo suplico, déjeme… El ritmo de la narración es magistral. La profundidad psicológica de los personajes es increíble (usted, sin ir más lejos, aunque apenas sea consciente de ello), como es increíble también la forma en que cada uno de ellos muestra su personalidad propia y se diferencia del resto, pese a ese común denominador de intensidad tan «a la rusa» que, sin embargo, acaba siendo completamente verosímil… Por supuesto, están los grandes temas: el crimen, la culpa, la expiación, la autojustificación y la indulgencia, el amor salvador, el absurdo, Dios, el deseo, la voluntad, la débil frontera entre la cordura y la locura, la piedad, la abnegación, el sacrificio, el bien y el mal… Pero hay también mucho más: hay una historia, una historia de verdad, que atrapa y mantiene en vilo hasta el final, una historia con cadáver y policías y amores y desamores, una historia gracias a la cual nos vamos metiendo casi sin darnos cuenta en todos esos grandes temas, sin sentirnos abrumados o experimentar cinismo, sin sentir esa necesidad que tiene uno de decir «ah, ¿sí?, ¡no me diga! ¿El sentido de la vida? Ah, qué profundo, qué profundo…», ante un libro de, digamos, Paulo Coelho… Porque Fiodr (¿le escribirá al menos, sólo unas líneas?), Fiodr expone, muestra, narra… Uno puede adivinar su posicionamiento moral personal ante la historia, entreverlo, pero poco más. No juzga. No es él quien condena. Son sus propios personajes los que, como en cualquier buena obra, toman las riendas del asunto… Y, por si todo esto no fuese ya suficiente, hay además un retrato magistral de toda una época y una sociedad, de la Rusia de la segunda mitad del siglo XIX, su Rusia, Rodion Romanovich, su Rusia, o, más exactamente, el San Petersburgo de esos años, que tan bien conoce el autor, su autor, su autor de usted, vaya… Es como una gran fotografía de un modo de vida, un cuadro en el que caben desde la ternura y la risa hasta la crueldad más absoluta o la miseria más atroz. Está en el lenguaje, en las descripciones de las calles, las casas, las tabernas… Y, encima, también hay buenas dosis de mucho y buen humor… En fin, querido Rodia, que a veces se pregunta uno si muchos de los que consideramos grandes clásicos de la literatura universal no lo serán menos, o habrán dejado de serlo, o son en realidad comparables a muchas obras de la literatura actual con las que, para que no nos tachen de herejes, no nos atrevemos a compararlos. No es el caso de Crimen y castigo. Crimen y castigo es un clásico, es universal, y es atemporal. Casi da vergüenza decirlo por obvio, pero sí, claro que sí: una obra maestra absoluta… ¿No está de acuerdo?
—No sabría decirle, la verdad.
—…
—…
—…
—¿Quién es Paulo Coelho?
Miguel Máiquez, 9/12/2008
En el relato: Rodion Romanovich Raskólnikov
Imagen: Raskólnikov y Marmeladov (ilustración de Michail Petrovich Klodt para Crimen y castigo, de Fyodor Dostoevsky, 1874)
13 comentarios
wowwwwwww increible creo q me obsecione con este libro, es grandioso… quisiera q le hicieran una segunda parte, pero obvio dostoyevski murio hace mucho. Me encanta crimen y castigo, creo q la voy a volver a leer.
Esto es genial. Lo que has escrito me fascinó. La novela, obviamente, también. Me hubiese gustado pero nunca pude tener una conversación con Raskolnikov.
Gracias
Muchas gracias por vuestros comentarios.
Gracias a ti, dalai. Prueba a llamarle, seguro que te contesta…
Genial!!! me encanto la novela.. me envolvio Dosto con el personaje de raskolnikov… me encantaria tener una conversación con él asi sea en mis sueños juju!!
Gracias, Mary T corpse, y gracias, Guillermo.
Increible Rodia Increible no hay mas palabras para tal personaje sublime, mas muerto que vivo en san petersburgo. gracias por tu trabajo esta excelente.
Cuando la literatura juvenil no llenaba mis expectativas al solo tener para enseñarme libros que tal vez sacrilegio seria nombrarlos aquí, busque OBRAS que realmente me llenaran y leí algunos clásicos… pero en la escuela me hicieron exponer sobre esta obra que llamo particularmente mi atención, y al encontrar esta página pensé por primera vez en el significado de «clásico» (aparte de sorprenderme, identificarme y casi enamorarme de esas palabras)
Gracias. ¡Definitivamente leeré este mundo también!
Lamento si dije algo que parece no tener sentido.
notable…hasta el dia de hoy veo (en mi graaan imaginación…)a Raskolnikov observarme desde un rincon de la habitación con la nada en sus ojos…
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Gianni, muchas gracias (con más de dos años y medio de retraso). Nos vemos en los clásicos, pues.
Sublime obra, hombre de pocas palabras Rodia!
Muy bueno el relato Miguel!
Saludos
¡Gracias, Diego!
Buenas tardes,
Acabo de leerlo, me pareció exquisito. Sentía la necesidad de comunicartelo, en esta época donde cada vez más letras pasan por delante de muchos ojos, pero pocos son los que realmente están captando algo.
Un abrazo y te animo a que sigas escribiendo.
Muchísimas gracias. Otro abrazo para ti.