—Bueno, ¿dónde están esas cervezas? —dijo Ahab.
Había empezado a anochecer y estábamos los cuatro sentados en la arena, a tan sólo unos metros de la orilla. El mar iba perdiendo poco a poco su azul y se iba transformando en un magma denso y oscuro que pronto recogería los brillos de la luna. La temperatura había bajado algunos grados, pero aún sentíamos en la piel el calor intenso de un espléndido día de sol.
—Las he puesto en el agua para que se enfríen —dije yo—, pero ya estarán.
—Voy a por ellas —dijo Pinocho.
—Yo no quiero, gracias —dijo Jonás.
Pinocho volvió con las cervezas y encendimos un fuego. Pronto volvimos a quedarnos en silencio, con la vista fija en el océano.
—Si no hemos visto ninguna durante todo el día no creo que vayamos a verlas ahora, en la oscuridad —dije yo.
—Nunca se sabe —dijo Jonás.
—También se oyen… —dijo Pinocho—. Cuando salen a respirar. Fsssh, fsssh… Es un sonido maravilloso. Fsssh, fsssh…
—Y brillan. Brillan como condenadas —dijo Ahab.
Miguel Máiquez, 17/9/2009
En el relato: Ahab, Jonás, Pinocho
3 comentarios
Pinocho dice que el de las ballenas es un sonido maravilloso… vaya, va a ser falso eso de que Pinocho siempre miente.
Veo que has hecho muy bien los deberes 😉
El cole. La nostalgia de la ballena. Vaya trío. «Pinocho volvió con las cervezas…» Qué hijoputa. Lo veo caminando tambaleante por la arena cargado con las cervezas.
Yo también las he visto brillar bajo los reflejos azules de la luna, agregó el Principito.