Ice cream

Miguel Máiquez, 12/08/2017

Llevan 3.400 años oliendo el dulce agua del Nilo cada vez que la brisa les refresca a duras penas sus desgastados poros rocosos; 3.400 años inmóviles, abrasándose bajo el sol inmisericorde; 3.400 años imaginando, por duplicado, qué habrá a sus espaldas, al otro lado, más allá del río y del valle.

Cuando al fin se levantan, el eje mismo de la Tierra parece quebrarse.

Se miran, se reconocen, vuelven a reunirse en el único ser que un día fueron… Los casi veinte metros de alto de Amenhotep III, noveno faraón de la décimo octava dinastía, señor del Alto y el Bajo Egipto, hijo de Tutmosis, padre de Tutmosis, padre de Akenatón, descendiente de Ra y señor de Tebas, rey de reyes, señor de la Catarata, dador de vida, los veinte metros de alto de Amenhotep el Magnífico, se ponen en marcha, lentamente, un paso tras otro, siguiendo el rastro del río.

Ha llegado la hora del ver el mundo.

* * *

Hoy cumple nueve años y su padre le ha prometido ir a la playa. Está despierto desde las siete de la mañana, escuchando el ruido de la ciudad, sudando entre las sábanas. San Francisco empieza a asfixiarse bajo otro tórrido día de verano, pero él puede sentir ya el agua del mar en la piel.

La anticipación de cada ola es un escalofrío de emoción, la promesa inminente de algo que asusta y excita a partes iguales, un gozo. Después se queda unos segundos flotando boca abajo, a la deriva, balanceándose suavemente con los ojos cerrados.

Cuando emerge, lo ve.

Al principio es como una isla diminuta, una roca nueva que antes no estaba, o quizá sí. Pero la roca crece, y sube, y crece, y sube, hasta que sus casi veinte metros de alto hacen desaparecer el cielo, las olas y el mar entero; una roca cubierta de algas y lodo, de redes, caracolas y estrellas de mar, una roca brillante que le mira fijamente desde antes del tiempo, y cuya voz retumba, de pronto, con la fuerza atronadora de un tsunami:

—Ice cream.

Y luego, en un susurro:

—Please…

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Miguel Máiquez, 12/8/2017
En el relato: Amenhotep III
Imagen: Los colosos de Memnón (detalle), representaciones ambos del faraón Amenhotep III, en Luxor, Egipto (foto: Miguel Máiquez)

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