Francisco Rico, 1958–2021: una vida dedicada a los refugiados e inmigrantes en Canadá

Miguel Máiquez, 13/8/2021
Fran­cis­co Rico-Martínez. Foto: FCJ Refugee Centre

Fran­cis­co Rico-Martínez, codi­rec­tor del Cen­tro de Refu­gia­dos FCJ, y una de las caras más cono­ci­das en la lucha por los dere­chos de refu­gia­dos e inmi­grantes en Canadá, fal­l­e­ció este viernes en Toron­to a los 63 años de edad, víc­ti­ma de un cáncer.

Naci­do en 1958 en la ciu­dad sal­vadoreña de San­ta Ana, Fran­cis­co llegó a Canadá como refu­gia­do en 1989, jun­to con su esposa, Loly, y sus dos hijos (un ter­cero nac­ería ya en su nue­vo país de res­i­den­cia). Dos años después, bajo el paraguas de la orga­ni­zación reli­giosa FCJ (Fieles Com­pañeras de Jesús), la pare­ja puso en mar­cha el Cen­tro de Refu­gia­dos FCJ, del que Loly Rico es codi­rec­to­ra, y que este año cel­e­bra su 30 aniversario.

Con el impul­so incans­able de Fran­cis­co, Loly, y un cre­ciente y ded­i­ca­do equipo de pro­fe­sion­ales y vol­un­tar­ios, el Cen­tro FCJ se ha con­ver­tido a lo largo de estas tres décadas en un ref­er­ente para la inmi­gración en Canadá, dan­do apoyo de todo tipo a miles de per­sonas en situación pre­caria, entre refu­gia­dos, migrantes, indoc­u­men­ta­dos, víc­ti­mas de la tra­ta de per­sonas y de la explotación lab­o­ral, y, en gen­er­al, todos aque­l­los que, proce­dentes de los más diver­sos rin­cones del mun­do, se han acer­ca­do algu­na vez pidi­en­do ayuda.

Situ­a­do en el corazón de Toron­to, el Cen­tro les brin­da no solo apoyo legal y aseso­ramien­to, sino un espa­cio seguro y sol­i­dario des­de el que con­stru­ir una nue­va vida en Canadá, con pro­gra­mas que abar­can des­de alber­gues tem­po­rales para mujeres has­ta clases de inglés, pasan­do por ser­vi­cios bási­cos de salud, cuida­do infan­til, talleres de for­ma­ción, sesiones infor­ma­ti­vas, un grupo de jóvenes, apoyo a estu­di­antes, preparación para los pro­ce­sos de refugio…

For­ma­do como abo­ga­do y econ­o­mista, con un carác­ter firme y extro­ver­tido, y posee­dor de un gran sen­ti­do del humor, Fran­cis­co estu­vo com­pro­meti­do toda su vida con la lucha por la jus­ti­cia social. Comen­zó su tra­ba­jo en el cam­po de los dere­chos humanos en su país natal, El Sal­vador, lo con­tin­uó en Europa, y lo cul­minó en Canadá, donde, además de su tra­ba­jo en el Cen­tro FCJ, era fre­cuente ver­le al frente de mar­chas reivin­dica­ti­vas, real­izan­do declara­ciones públi­cas, impar­tien­do con­fer­en­cias y char­las, abo­gan­do por los dere­chos de los refu­gia­dos en los medios, o nego­cian­do direc­ta­mente con las autoridades.

Fran­cis­co Rico fue pres­i­dente del Con­se­jo Cana­di­ense de Refu­gia­dos y su tra­ba­jo se vio recono­ci­do con, entre otras dis­tin­ciones, el Pre­mio William P. Hub­bard de Rela­ciones Raciales de la Ciu­dad de Toron­to y el Medal­lón de la Paz de la YMCA.

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