Cuando Casa Loma fue una base secreta para espiar a los nazis y una inspiración para James Bond

Miguel Máiquez, 19/2/2018
La man­sión Casa Loma, en Toron­to. Foto: Miguel Máiquez / Lat­tin Magazine

«Nadie sabe dónde esta­ba la Estación M. Su local­ización ofi­cial no aparece en ningún sitio…». En una entre­vista con­ce­di­da al diario Toron­to Star en 2015, el his­to­ri­ador e inves­ti­gador Lynn-Philip Hodg­son, autor del libro Inside Camp X, admitía que no hay evi­den­cias aún que acred­iten de for­ma feha­ciente que la denom­i­na­da Estación M (Sta­tion M) se encon­tra­ba en el inte­ri­or de Casa Loma, en pleno corazón de Toron­to. «No exis­ten reg­istros, o, si los hay, están bajo llave en Ottawa», afirma­ba. Tenien­do en cuen­ta que Sta­tion M era el nom­bre en códi­go de una base sec­re­ta en la que emplea­d­os del Ser­vi­cio de Inteligen­cia Británi­co fab­ri­ca­ban mate­r­i­al de espi­ona­je durante la Segun­da Guer­ra Mundi­al, la segun­da opción no resul­ta del todo descabellada.

El pro­pio Hodg­son ha defen­di­do la teoría de que Casa Loma albergó Sta­tion M en numerosos artícu­los y con­fer­en­cias des­de que sal­ió a la luz su libro en el año 2003 (seguirían var­ios más, todos ellos rela­ciona­dos con el mis­mo asun­to), y afir­ma haber tenido acce­so a doc­u­men­tos no pub­li­ca­dos que así lo prue­ban. Y los actuales gestores de la man­sión, el grupo empre­sar­i­al Lib­er­ty Enter­tain­ment, tam­bién lo creen, como mues­tra la exposi­ción per­ma­nente que el pop­u­lar castil­lo ded­i­ca a la his­to­ria de este cen­tro secre­to y a la del lla­ma­do Cam­po X (Camp X) —otro nom­bre en códi­go—, un área de entre­namien­to para­mil­i­tar a oril­las del lago Ontario, que estu­vo conec­ta­da direc­ta­mente con las supues­tas insta­la­ciones sec­re­tas del turís­ti­co caserón neogótico.

Una insignia mil­i­tar con la inscrip­ción ‘Camp X’.

En con­cre­to, y de acuer­do con las inves­ti­ga­ciones de Hodg­son, los estab­los de Casa Loma (o quizá una sala en el inte­ri­or de la man­sión, tal vez los sótanos, o inclu­so alguno de sus túne­les) habrían sido uti­liza­dos para per­fec­cionar un sis­tema de sonar cono­ci­do como ASDIC, emplea­do para detec­tar la pres­en­cia de sub­mari­nos ale­manes (los famosos U‑Boot) en el Atlán­ti­co Norte. El sis­tema se había empeza­do a pro­bar en Lon­dres y, aparente­mente, habría sido desar­rol­la­do, al menos en parte, en Toronto.

El área del caserón en la que se llev­a­ban a cabo los tra­ba­jos esta­ba cer­ra­da al públi­co con una sim­ple señal de «en con­struc­ción», lo que per­mitía a los emplea­d­os que tra­ba­ja­ban en el proyec­to entrar y salir sin lev­an­tar sospe­chas entre los vis­i­tantes de la man­sión, que per­manecía abier­ta al público.

En este cen­tro secre­to se habrían elab­o­ra­do asimis­mo otros uten­sil­ios rela­ciona­dos con el espi­ona­je (incluyen­do pren­das de vestir), todo ello bajo las órdenes de Sir William Stephen­son, un históri­co jefe de espías de Win­nipeg, Man­i­to­ba, cono­ci­do por el nom­bre en clave de «Intre­pid», colab­o­rador del mis­mísi­mo Win­ston Churchill, y coor­di­nador la operación.

«Al mis­mo tiem­po que arri­ba, en el salón de baile de Casa Loma, cien­tos de invi­ta­dos dis­fruta­ban de fies­tas en las que las big bands de la época toca­ban músi­ca de Glenn Miller, bajo sus pies, un equipo de los mejores cien­tí­fi­cos, téc­ni­cos, sas­tres y modis­tas tra­ba­ja­ba sin des­can­so para fab­ricar los arte­fac­tos y el mate­r­i­al requeri­do por Stephen­son», escribe Hodg­son. El inves­ti­gador lle­va más de 40 años estu­dian­do las huel­las de Camp X y Sta­tion M, y ha pasa­do media vida ded­i­ca­do a rescatar y divul­gar el pat­ri­mo­nio históri­co cana­di­ense, lo que le val­ió la con­ce­sión, en 2013, de la medal­la Queen’s Dia­mond Jubilee. La exposi­ción per­ma­nente que Casa Loma ded­i­ca a la Estación M («M», por «Mag­i­cal») y al Cam­po X, habil­i­ta­da en una de las alas del recibidor prin­ci­pal de la man­sión, se nutre prin­ci­pal­mente de la colec­ción per­son­al reuni­da por Hodg­son a lo largo de todos esos años.

La mues­tra incluye uten­sil­ios hal­la­dos en la zona donde estu­vo el cam­po de entre­namien­to (entre Whit­by y Oshawa, en el área que ocu­pa actual­mente el Intre­pid Park), así como otros gad­gets que serían uti­liza­dos por los espías y agentes secre­tos cuan­do se encon­trasen tras las líneas ene­mi­gas. Bajo la pro­tec­ción de una vit­ri­na de cristal, se exhiben des­de un pañue­lo de cuel­lo que es en real­i­dad un detal­la­do mapa, has­ta un botón de cha­que­ta capaz de escon­der una brúju­la dimin­u­ta, pasan­do por el típi­co libro hue­co para ocul­tar un arma, insignias mil­itares con la inscrip­ción «Camp X», u obje­tos más cotid­i­anos como fotografías, cubier­tos, o un peine, este últi­mo, tam­bién, con una pequeñísi­ma brúju­la en su interior.

Algunos de los obje­tos reunidos en la exposi­ción ded­i­ca­da a la Estación M y el Cam­po X en Casa Loma. Fotos: Lat­tin Magazine

Como señala a Lat­tin Mag­a­zine la actu­al encar­ga­da de la colec­ción de arte del castil­lo y el establo de Casa Loma, la argenti­na Marcela Tor­res, «la his­to­ria no es muy cono­ci­da, ni siquiera en Toron­to». «Yo llegué a Canadá hace más de seis años, y no supe de todo esto has­ta que empecé a tra­ba­jar aquí», cuen­ta. De hecho, expli­ca Tor­res, la exposi­ción es bas­tante reciente. Se creó en diciem­bre de 2015 y has­ta entonces «no había nada» que mostrase ese capí­tu­lo del pasa­do de la mansión.

Des­de que, en 1937, el Kiwa­nis Club, más tarde Kiwa­nis Club of Casa Loma (KCCL), se hizo car­go del caserón, ya abier­to el públi­co, era habit­u­al que el castil­lo cel­e­brara even­tos y actos bené­fi­cos. Durante la guer­ra, indi­ca Tor­res, algu­nas de estas fies­tas esta­ban des­ti­nadas a recau­dar fon­dos para apo­yar el esfuer­zo béli­co. Son, prob­a­ble­mente, los bailes a los que hacía ref­er­en­cia Hodg­son. «Yo he vis­to fotos de esos even­tos en los archivos de la ciu­dad de Toron­to, y es cier­to que en algu­nas de ellas apare­cen sol­da­dos, aunque no se puede afir­mar con seguri­dad que estén rela­ciona­dos con Sta­tion M», señala Tor­res. «Lo que está claro es que en ese momen­to nadie sabía lo que esta­ba pasan­do allí», añade.

Ni siquiera las autori­dades munic­i­pales tenían conocimien­to de Sta­tion M, y menos aún del proyec­to rela­ciona­do con el sis­tema ASDIC, el apara­to pre­de­ce­sor del mod­er­no sonar. La pro­duc­ción del ASDIC había comen­za­do en Lon­dres, pero, debido a los con­stantes bom­bardeos ale­manes sobre la cap­i­tal británi­ca durante el Blitz, se hizo nece­sario encon­trar un lugar más seguro para poder con­tin­uar con la inves­ti­gación. De acuer­do con The Cana­di­an Ency­clo­pe­dia, William Cor­man, un inge­niero cana­di­ense, fue el encar­ga­do de ele­gir un nue­vo emplaza­mien­to que debería ser, además, secre­to. Casa Loma, con sus amplios estab­los, sus grandes salas de techos altos y sus túne­les, fue su prop­ues­ta: «¿Quién va a sospechar de un castil­lo estrafalario que cel­e­bra bailes todos los sába­dos por la noche?», dicen que dijo. Cuan­do Cor­man llevó a cabo sus nego­cia­ciones sec­re­tas con el Kiwa­nis Club, el Ayun­tamien­to no fue infor­ma­do. El gob­ier­no de la ciu­dad no se enter­aría has­ta una déca­da más tarde.

Numerosos bar­cos cana­di­ens­es fueron equipa­dos con el ASDIC durante la Segun­da Guer­ra Mundi­al, entre ellos, el HMCS Hai­da, ancla­do actual­mente en Hamil­ton como museo, y en cuyo inte­ri­or pueden verse los com­po­nentes bási­cos del apara­to. El proyec­to ASDIC habría comen­za­do a lle­varse a cabo en Casa Loma en 1941, man­tenién­dose acti­vo has­ta el final de la contienda.

La curado­ra de las colec­ciones de arte de Casa Loma, la argenti­na Marcela Tor­res, jun­to a la exposi­ción sobre Camp X y Sta­tion M. Foto: Lat­tin Magazine

¿Y James Bond?

Jun­to con la his­to­ria de Canadá durante la Segun­da Guer­ra Mundi­al, la otra gran espe­cial­i­dad de Hodg­son es Ian Flem­ing, el céle­bre autor de las nov­e­las de James Bond.

En el año 1939, el escritor fue reclu­ta­do por el Depar­ta­men­to de Inteligen­cia de la Mari­na Británi­ca como asis­tente, más tarde como lugarte­niente y, final­mente, como coman­dante, y llegó a con­ce­bir un plan, la lla­ma­da Operación Ruth­less, para tratar de con­fis­car a los nazis la famosa máquina cod­i­fi­cado­ra Enig­ma. El plan nun­ca llegó a eje­cu­tarse, pero colocó a Flem­ing direc­ta­mente en la órbi­ta de exper­tos del espi­ona­je bélico.

Dos imá­genes (la primera, aérea) de Camp X en 1942. Fotos: camp‑x.com

En 1942, Flem­ing pasó unas sem­anas en Toron­to, durante las cuales vis­itó las insta­la­ciones de Camp X, inau­gu­radas el 6 de diciem­bre del año ante­ri­or. Su obje­ti­vo era adquirir for­ma­ción que más tarde esper­a­ba com­par­tir con un coman­do del que esta­ba a car­go en ese momen­to. Según Hodg­son y otros exper­tos, tan­to el cam­po de entre­namien­to y los ofi­ciales que cono­ció allí (entre ellos, Stephen­son), como los gad­gets que se fab­ri­ca­ban en Casa Loma podrían haber­le servi­do de inspiración para su serie de nov­e­las sobre el agente 007.

La leyen­da cuen­ta que Flem­ing fal­ló una de las prue­bas a las que fue someti­do en Camp X como parte de su entre­namien­to: para com­pro­bar si sería capaz de matar a alguien a san­gre fría, se le pro­por­cionó una pis­to­la car­ga­da y fue envi­a­do a un hotel del cen­tro de Toron­to, infor­mán­dose­le de que en una de sus habita­ciones se encon­tra­ba un agente ene­mi­go al que ten­dría que dis­parar; en real­i­dad, un instruc­tor prepara­do para desar­mar­le a tiem­po. A su famoso per­son­aje, como sabe­mos, no le habría tem­bla­do el pul­so. Flem­ing, sin embar­go, no fue capaz.

Según los cál­cu­los de Hodg­son, quien sigue orga­ni­zan­do tours para estu­di­antes en el par­que donde se encon­tra­ba Camp X, en este cam­po de carác­ter para­mil­i­tar reci­bieron entre­namien­to más de 500 agentes, espías y saboteadores que fueron envi­a­dos a ter­ri­to­rio ene­mi­go en difer­entes misiones. Si alguno de ellos fue hecho pri­sionero, es posi­ble que lograra escapar con la ayu­da de uno de los pañue­los-mapa, o de los botones-brúju­la, elab­o­ra­dos en secre­to entre los muros de Casa Loma mien­tras en el piso de arri­ba se bail­a­ba ale­gre­mente al rit­mo de In The Mood.

La ruinosa fantasía de un financiero millonario

La gigan­tesca man­sión neogóti­ca de Casa Loma, dis­eña­da por el arqui­tec­to E. J. Lennox, e inspi­ra­da en el castil­lo escocés de Bal­moral, fue con­stru­i­da entre 1911 y 1914 por encar­go del excén­tri­co financiero mul­ti­mil­lonario Hen­ry Mill Pel­latt. Situ­a­da en lo alto de una de las col­i­nas de Toron­to, a 140 met­ros sobre el niv­el del mar, cuan­do fue com­ple­ta­da se con­vir­tió en la may­or res­i­den­cia pri­va­da de Canadá, con un total de 6.011 met­ros cuadra­dos y cer­ca de un cen­te­nar de habita­ciones. Sus enormes gas­tos de man­ten­imien­to, sin embar­go, acabaron arru­inan­do a Pel­latt, y en 1933 la ciu­dad de Toron­to se hizo con la propiedad del inmue­ble. La man­sión se encon­tra­ba entonces en un esta­do de gran dete­ri­oro, por lo que el Ayun­tamien­to se planteó su demoli­ción. Sin embar­go, en 1937, Casa Loma fue arren­da­da al Kiwa­nis Club de Toron­to, que la ges­tionó como atrac­ción turís­ti­ca abier­ta al públi­co durante 74 años, has­ta 2011. Una vez final­iza­do el con­tra­to, la man­sión volvió a manos munic­i­pales de for­ma tem­po­ral, has­ta encon­trar un nue­vo arren­datario. Final­mente, en 2014, se llegó a un acuer­do con la actu­al gesto­ra, la empre­sa Lib­er­ty Enter­tain­ment Group.

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