Kim Phuc, ‘la niña del napalm’, el poder del perdón

Miguel Máiquez, 2/2/2017
Una exposi­ción con la famosa fotografía de Nick Ut (AP), en la que var­ios niños, inclu­i­da Kim Phuc (cen­tro), huyen tras un bom­bardeo con napalm durante la guer­ra de Viet­nam, en 1972. Foto: Emilio Labrado

Refu­gia­dos con historia

Quién: Phan Thi Kim Phuc.
De dónde: Viet­nam.
Cuán­do: Llegó a Canadá en 1992.
Por qué: Kim Phuc tenía nueve años cuan­do un ataque con napalm con­tra su aldea, durante la guer­ra de Viet­nam, casi aca­ba con su vida. La famosa foto de la niña cor­rien­do desnu­da tras el bom­bardeo, con la piel abrasa­da, entre el dolor y el páni­co, se con­vir­tió en el sím­bo­lo uni­ver­sal de la atro­ci­dad de la guer­ra. Veinte años después, Kim, a quien el rég­i­men comu­nista de su país había con­ver­tido por entonces en obje­to pro­pa­gandís­ti­co, aprovechó una escala en Ter­ra­no­va para pedir asi­lo políti­co en Canadá. Actual­mente reside en Ontario, dirige una fun­dación ded­i­ca­da a ayu­dar a niños víc­ti­mas de las guer­ras, y tra­ta de difundir un men­saje basa­do en la rec­on­cil­iación y el perdón. Hace ape­nas un mes anun­ció que había logra­do recu­per­ar la sen­si­bil­i­dad en las partes dañadas de su piel gra­cias a un tratamien­to con rayos láser.


Kim Phuc, en una ima­gen reciente

«El perdón me liberó del odio. Todavía ten­go muchas cica­tri­ces en el cuer­po, y aún sien­to fuertes dolores la may­oría de los días, pero mi corazón está limpio. El napalm es muy poderoso, pero la fé, el perdón y el amor tienen mucho más poder. Si todos aprendiése­mos a vivir con ver­dadero amor, con esper­an­za y con perdón, no habría más guer­ras. Y si esa pequeña niña de la foto ha sido capaz de hac­er­lo, pregún­tate a ti mis­mo: ¿Puedo yo?».

Cuan­do, en 2008, Kim Phuc leyó ese tex­to en la radio públi­ca esta­dounidense, habían pasa­do 36 años des­de que una fotografía la con­vir­tiese en uno de los sím­bo­los más impre­sio­n­antes y uni­ver­sales del hor­ror y el absur­do de la guer­ra, del sufrim­ien­to de los inocentes. La ima­gen, cap­ta­da el 8 de junio de 1972, en ple­na guer­ra de Viet­nam, por el fotó­grafo de la agen­cia AP Nick Ut, resumía, y aún resume, el sin­sen­ti­do de un con­flic­to en el que pocas reglas parecían respetarse ya: Kim, de ape­nas nueve años de edad, corre por una car­retera jun­to con otros niños, huyen­do tras un bom­bardeo con napalm real­iza­do por un avión mil­i­tar surviet­na­mi­ta, en un ataque orga­ni­za­do por el ejérci­to de los EE UU. La niña, desnu­da tras haberse despren­di­do de su ropa en lla­mas, sufre graves que­maduras en todo el cuer­po. En su ros­tro y en el de los otros niños puede leerse todo el espan­to del momen­to. El títu­lo del tex­to que Kim Phuc, la niña del napalm, leyó en la radio más de tres décadas después arran­ca en aque­l­la car­retera y es, tam­bién, una sín­te­sis de su propia vida: The Long Road To For­give­ness, el largo camino hacia el perdón.

La fotografía, galar­don­a­da con el pre­mio Pulitzer, fue por­ta­da en todos los per­iódi­cos del mun­do, acabó defin­i­ti­va­mente con la falaz ima­gen de «con­flic­to nece­sario» que aún pudiera con­ser­var aque­l­la guer­ra bru­tal y, aunque en aquel momen­to la reti­ra­da de las tropas esta­dounidens­es de Viet­nam esta­ba ya muy avan­za­da, con­tribuyó de for­ma deter­mi­nante a aumen­tar la pre­sión de la opinión públi­ca en con­tra de la guerra.

Ple­na­mente ded­i­ca­da a la mis­ión de propa­gar la cul­tura de la paz, y Emba­jado­ra de Bue­na Vol­un­tad de la UNESCO des­de 1997, Kim Phuc vive actual­mente en Ajax, Ontario, con su mari­do y sus dos hijos (de 21 y 18 años). Canadá le con­cedió asi­lo políti­co en 1992, cuan­do, aprovechan­do una escala en Ter­ra­no­va, solic­itó, jun­to con su esposo, poder quedarse en este país, y ale­jarse al fin de la pesadil­la pro­pa­gandís­ti­ca a la que la había someti­do el Gob­ier­no viet­na­mi­ta tras con­ver­tir­la en «sím­bo­lo nacional».

«El dolor más terrible que se pueda imaginar»

Phan Thi Kim Phuc (su nom­bre com­ple­to) nació hace 53 años en la aldea viet­na­mi­ta de Trang Bang, situ­a­da a 30 min­u­tos al norte de la entonces cap­i­tal del sec­tor anti­co­mu­nista del país, Saigón. Durante la guer­ra de Viet­nam (1955–1975), la estratég­i­ca Car­retera 1 que atraviesa el pobla­do se con­vir­tió en la prin­ci­pal ruta de apro­vi­sion­amien­to entre Saigón y Phnom Penh, y el 8 de junio de 1972 aviones surviet­na­mi­tas bajo coor­di­nación esta­dounidense lan­zaron «por error» un bom­bardeo con napalm sobre la población. Una de las bom­bas impactó de lleno sobre la pago­da en la que se oculta­ban Kim y su famil­ia. La niña, pre­sa del hor­ror, sal­ió huyen­do tras sufrir gravísi­mas que­maduras. Dos de sus pri­mos murieron en el ataque. Años después, Kim recor­daría la traumáti­ca expe­ri­en­cia: «El napalm es el dolor más ter­ri­ble que se pue­da imag­i­nar. El agua hierve a 100 gra­dos Cel­sius; el napalm gen­era tem­per­at­uras de entre 800 y 1.200 gra­dos centígrados…».

Fue en ese momen­to cuan­do Nick Ut, un fotó­grafo viet­na­mi­ta de 20 años de edad que tra­ba­ja­ba para la agen­cia Asso­ci­at­ed Press, cap­tó la icóni­ca ima­gen que daría la vuelta al mun­do. «Nóng quá, nóng quá» («¡que­ma, que­ma!»), gri­ta­ba la niña mien­tras cor­ría despa­vori­da por la car­retera, según rev­eló años más tarde la propia Kim.

Nada más realizar la foto, Ut roció a Kim con el agua de su cantim­plo­ra, la subió en su camione­ta y la trasladó ráp­i­da­mente has­ta el hos­pi­tal más cer­cano, donde la niña per­manecería 14 meses, con pocas esper­an­zas de sobre­vivir (sufría que­maduras de ter­cer e inclu­so cuar­to gra­do en la mitad de su cuer­po, espe­cial­mente en la espal­da y en uno de los bra­zos). Llegó a ser someti­da a un total de 17 opera­ciones de injer­tos de piel, y nece­sitó años de terapia.

Dos años después, tras estancias en var­ios hos­pi­tales, y gra­cias a la ayu­da con­stante de los médi­cos y de algunos bene­fac­tores, incluyen­do Nick Ut, Kim pudo volver al fin a su aldea y empezar a recon­stru­ir su vida, una vida que, sin embar­go, estaría aún lejos de ser nor­mal. Aparte de las secue­las, físi­cas y psi­cológ­i­cas, de las heri­das, Kim tuvo que enfrentarse a la asfixi­ante real­i­dad de haberse con­ver­tido en sím­bo­lo pro­pa­gandís­ti­co del rég­i­men comu­nista viet­na­mi­ta. Fue someti­da a una super­visión con­stante y a innu­mer­ables entre­vis­tas por parte de fun­cionar­ios del gob­ier­no, tuvo que par­tic­i­par en pelícu­las de pro­pa­gan­da y fue oblig­a­da inclu­so a aban­donar la uni­ver­si­dad, donde había empeza­do a estu­di­ar medicina.

Así relata­ba Kim Phuc aquel peri­o­do, en una entre­vista pub­li­ca­da por la UNESCO en 2002:

Yo soña­ba con lle­gar a ser médi­co para sal­var­les la vida a los demás, tal como habían hecho los que me atendieron durante los meses inter­minables que pasé en el hos­pi­tal. Pero en 1982 tuve que sufrir otra prue­ba muy dura en mi vida. Había ingre­sa­do ya en la fac­ul­tad de med­i­c­i­na de Saigón, pero, por des­gra­cia, los agentes del gob­ier­no se enter­aron de que yo era la niñi­ta de la foto y vinieron a bus­carme para hac­erme tra­ba­jar con ellos y uti­lizarme como sím­bo­lo. Yo no quería y les supliqué: «¡Déjen­me estu­di­ar! ¡Es lo úni­co que deseo!». Entonces me pro­hi­bieron inmedi­ata­mente que sigu­iera estu­dian­do. Fue hor­ri­ble. No acerta­ba a enten­der por qué el des­ti­no se encar­niz­a­ba con­mi­go y no podía seguir estu­dian­do como mis ami­gos. Tenía la impre­sión de haber sido siem­pre una víc­ti­ma. A mis 19 años había per­di­do toda esper­an­za y sólo desea­ba morir.

Final­mente, en 1986, Kim aprovechó una opor­tu­nidad para estu­di­ar en Cuba y se trasladó al país caribeño, donde diver­sos prob­le­mas de salud, incluyen­do una dia­betes que afec­tó a su visión, la obligaron de nue­vo a inter­rum­pir sus estudios.

En la isla cono­ció asimis­mo al que ter­mi­naría con­vir­tién­dose en su mari­do, el tam­bién estu­di­ante viet­na­mi­ta Bui Huy Toan, con quien se casó en 1992. La pare­ja pasó su luna de miel en Moscú y, a la vuelta, su avión real­izó una para­da en Gan­der (Ter­ra­no­va) para repostar com­bustible. En ese momen­to el mat­ri­mo­nio decidió deser­tar y perdir asi­lo políti­co en Canadá, donde pudieron estable­cerse gra­cias a la ayu­da de un grupo de cuá­queros (Kim se había con­ver­tido al cris­tian­is­mo en 1982 tras pasar horas leyen­do la Bib­lia en la bib­liote­ca, y gra­cias a la amis­tad de una chi­ca cris­tiana a la que cono­ció en una igle­sia de Saigón, según su pro­pio tes­ti­mo­nio), y al empleo que con­sigu­ió Bui Huy Toan como ayu­dante de enfer­mería en el tratamien­to de dis­capac­i­ta­dos. Kim obtu­vo la ciu­dadanía cana­di­ense, e ingresó en la con­gre­gación bap­tista Faith Way.

«No hay nada más difícil que amar a tus enemigos»

Durante años, Kim evitó hablar públi­ca­mente de su expe­ri­en­cia en la guer­ra de Viet­nam, pero en 1996 fue invi­ta­da a par­tic­i­par en una cer­e­mo­nia en Wash­ing­ton D.C., EE UU, con moti­vo del Día de los Vet­er­a­nos, y decidió asi­s­tir. El acto se con­vir­tió en una cer­e­mo­nia catár­ti­ca. Dirigién­dose a un grupo de miles de vet­er­a­nos, Kim les habló de aquel día en que su aldea fue arrasa­da por el napalm, y de cómo había sido capaz de encon­trar al fin «la paz y la feli­ci­dad» tras «años de dolor y sufrim­ien­to», «a través del perdón». Durante el acto, el rev­eren­do John Plum­mer, un vet­er­a­no de Viet­nam que creía haber par­tic­i­pa­do en la coor­di­nación del ataque a la aldea (más tarde admi­tiría que no había sido así), fue per­don­a­do públi­ca­mente por Kim, entre lágrimas.

En la entre­vista pub­li­ca­da por la UNESCO en 2002, Kim con­fesa­ba que «todo esto no ocur­rió de la noche a la mañana, porque no hay nada más difí­cil que lle­gar a amar a tus ene­mi­gos. En vez de reac­cionar de una man­era nor­mal, es decir, con odio y deseo de ven­gan­za, opté por la com­pren­sión, pero eso no es algo que se pue­da alcan­zar en un día».

En Wash­ing­ton, Kim cono­ció a Ron Gibbs, otro vet­er­a­no de la guer­ra de Viet­nam, con quien com­par­tió expe­ri­en­cias de la guer­ra. De este encuen­tro nació la idea de crear la Fun­dación Inter­na­cional Kim, que en la actu­al­i­dad apoya var­ios proyec­tos en todo el mun­do de orga­ni­za­ciones ded­i­cadas a ayu­dar a niños víc­ti­mas de con­flic­tos arma­dos. La fun­dación pro­por­ciona fon­dos para asis­ten­cia médi­ca, físi­ca y psi­cológ­i­ca, incluyen­do próte­sis para niños que han per­di­do algún miem­bro. En sus propias pal­abras, la fun­dación per­mite a Kim «devolver algo de la ayu­da que he recibido a lo largo de mi vida», y es tam­bién «un medio des­de el que pro­mover la paz y el perdón».

Además de Emba­jado­ra de Bue­na Vol­un­tad de la UNESCO, Kim es tam­bién Miem­bro de Hon­or de los Rotary Clubs de Kingston y St. Albert, miem­bro del con­se­jo asesor de la Wheel­chair Foun­da­tion, Miem­bro de Hon­or de la Comisión Nacional Cana­di­ense para la UNESCO, y miem­bro de los con­se­jos asesores de la Free Children’s Foun­da­tion (tam­bién en Canadá) y del World Children’s Cen­ter (en Atlanta, EE UU). En 2004 se le con­cedió la Orden de Ontario, y posee asimis­mo la medal­la Queen’s Gold­en Jubilee.

«Mi piel vuelve a ser bella»

A prin­ci­p­ios de este año, Kim volvió a ser noti­cia al anun­ciar, en declara­ciones real­izadas al diario esta­dounidense Mia­mi Her­ald, que final­mente había recu­per­a­do la may­or parte de la sen­si­bidad de su piel, «tras 44 años de sufrim­ien­to y res­i­gnación», y gra­cias a un tratamien­to con lás­er al que se ha someti­do en una clíni­ca de Flori­da durante cer­ca de un año. «En algu­nas zonas, mi piel es aho­ra suave, ¡vuelve a ser bel­la!», afirmaba.

Según explic­a­ba al per­iódi­co la doc­to­ra Jill Waibel, direc­to­ra de la clíni­ca der­ma­tológ­i­ca de Mia­mi espe­cial­iza­da en tratamien­tos con tec­nología lás­er donde ha sido trata­da Kim, esta ter­apia, de carác­ter pun­tero, hace desa­pare­cer poco a poco la epi­der­mis cica­triza­da y regen­era la piel en pro­fun­di­dad, lo que per­mite devolver sen­si­bil­i­dad a los nervios y reco­brar sen­sa­ciones en el tac­to. Los médi­cos lle­garon a pro­bar 50 com­bi­na­ciones dis­tin­tas de lás­er antes de dar con la adecuada.

El pre­cio del tratamien­to ron­da los 1.500 dólares por sesión, pero, según infor­ma el Mia­mi Her­ald, la doc­to­ra Waibel decidió no cobrar ni un cén­ti­mo. «Nun­ca pen­sé que un día mis heri­das podrían curarse y olvi­dar el dolor», afirma­ba Kim Phuc: «Aho­ra puedo sen­tir la pequeña mano de mi nieto en mi brazo».

Polémica en Facebook

La famosa fotografía de la niña del napalm estu­vo el año pasa­do en el cen­tro de una de las may­ores polémi­cas a las que se ha enfrenta­do Face­book has­ta aho­ra, cuan­do la com­pañía de Mark Zucker­berg iden­ti­ficó la ima­gen como con­tenido inade­cua­do (por tratarse de un desnudo, e implicar a una menor) y, además de bor­rar­la de la red social, sus­pendió tem­po­ral­mente la cuen­ta del escritor noruego Tom Ege­land por haber­la pub­li­ca­do, provo­can­do la indi­gnación no solo del pro­pio Ege­land, sino tam­bién la del diario Aften­posten (el may­or de su país) y has­ta la del Gob­ier­no noruego, incluyen­do a su primera min­is­tra, Erna Solberg.

Espe­cial­mente difun­di­da fue una car­ta abier­ta que Espen Egil Hansen, redac­tor jefe y con­se­jero del­e­ga­do de Aften­posten, dirigió a Zucker­berg: «Escucha, Mark, esto es serio. Primero hacéis reglas que no dis­tinguen entre pornografía infan­til y famosas fotos de guer­ra, luego las aplicáis sin dejar mar­gen al buen juicio y después cen­suráis tam­bién la críti­ca y el debate y cas­tigáis a quienes se atreven a criticar», escribió.

Face­book, final­mente, se echó atrás: «Debido a su esta­tus de ima­gen icóni­ca de impor­tan­cia históri­ca, el val­or de per­mi­tir com­par­tir­la supera al deseo de pro­te­ger a la comu­nidad, así que hemos deci­di­do rein­ser­tar la ima­gen en los sitios de donde la hayamos bor­ra­do», señalaron fuentes de la red social a la agen­cia France Press. La jefa de opera­ciones de Face­book, Sheryl Sand­berg, se dis­culpó ante la primera min­is­tra norue­ga por haber bor­ra­do una pub­li­cación en la que Sol­berg había com­par­tido la foto, en sol­i­dari­dad con Ege­land: «Se tra­ta de deci­siones difí­ciles y a veces nos equiv­o­camos. Inclu­so con nor­mas claras, escanear cada sem­ana mil­lones de pub­li­ca­ciones, caso por caso, es un desafío», señaló.


Más infor­ma­ción y fuentes:
Fun­dación Inter­na­cional Kim
The Long Road To For­give­ness (Kim Phuc, en NPR)
After free laser heal­ing, ‘Napalm Girl’ can final­ly feel her lit­tle grandson’s touch (Mia­mi Her­ald)
Girl in famous Viet­nam pho­to talks about for­give­ness (Boston Globe)
Kim Phuc, la fuerza del perdón (UNESCO)
Woman in Icon­ic Viet­nam War Pho­to Hon­oured 40 Years Lat­er (CBC, vídeo)
Viet­nam war’s ‘napalm girl’ forty years on (Al Jazeera, vídeo)
Doc­u­men­tary Video: The Napalm Girl
Phan Thị Kim Phúc (Wikipedia)
Life­time achieve­ment award for pho­tog­ra­ph­er Nick Ut (AP)

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