12 países, 12 meses, 12 murales: la aventura latinoamericana de Maria-Rosa Szychowska

Miguel Máiquez, 23/1/2017
Maria-Rosa Szy­chows­ka. Foto: Carl Théri­ault / szychowska.com

Maria-Rosa Szy­chows­ka (28 años) está acos­tum­bra­da a la car­retera, a las largas dis­tan­cias y, en sus propias pal­abras, a «la vida nóma­da». Naci­da en Italia, de padres pola­cos, y cri­a­da en Gatineau, Que­bec, esta graf­fit­era tro­ta­mun­dos ha plan­ta­do árboles en el Oeste de Canadá, ha estu­di­a­do pin­tu­ra en la India, ha tra­ba­ja­do en el man­ten­imien­to de bar­cos en Italia y, entre otras cosas, ha cruza­do el Atlán­ti­co en un velero.

En 2013, Szy­chows­ka emprendió un via­je de dos años por Europa y acabó reca­lan­do en las Islas Canarias, donde real­izó una serie de siete murales, mien­tras aprovech­a­ba para apren­der español (su primera lengua es el francés, pero habla, en total, cin­co idiomas). El regre­so, «una expe­ri­en­cia úni­ca», le llevó tres sem­anas, el tiem­po que nece­sitó para atrav­es­ar el océano en bar­co. Poco después volvía a pon­erse en mar­cha, esta vez con des­ti­no a El Sal­vador, donde, jun­to con otros artis­tas que­be­quenses, par­ticipó en el lan­za­mien­to de un proyec­to de acer­camien­to cul­tur­al entre Canadá y el país centroamericano.

Aho­ra, tras un tiem­po de nue­vo en Gatineau, donde ha crea­do var­ios murales con­trata­da por la alcaldía de la ciu­dad, Maria-Rosa está otra vez en ruta, inm­er­sa de lleno en el Proyec­to 12–12-12, su prop­ues­ta artís­ti­ca más ambi­ciosa has­ta la fecha: a lo largo de doce meses, esta aven­tu­ra mitad per­son­al, mitad sol­i­daria, la lle­vará a vis­i­tar un total de doce país­es lati­noamer­i­canos, donde tiene pre­vis­to pin­tar otros tan­tos murales. La idea es ced­er su arte a cen­tros y orga­ni­za­ciones que tra­ba­jan en favor de las comu­nidades locales, com­par­tir la expe­ri­en­cia cre­ati­va, inspi­rar e inspirarse.

El via­je, que comen­zó a prin­ci­p­ios de año en Méx­i­co, con­cluirá a finales de diciem­bre en Brasil, tras haber pasa­do por Belice, El Sal­vador, Guatemala, Cos­ta Rica, Nicaragua, Hon­duras, Panamá, Colom­bia, Perú y Bolivia. En Guatemala, por ejem­p­lo, Szy­chows­ka realizará un mur­al para un orfana­to; en el El Sal­vador dec­o­rará y ayu­dará a reha­bil­i­tar un auto­bús-bibiote­ca que recor­rerá zonas urbanas donde los niños no tienen fácil acce­so a libros; en Nicaragua, la artista regre­sará a una escuela que ella mis­ma ayudó a con­stru­ir hace diez años. Habrá talleres, char­las, inter­cam­bios, jor­nadas con artis­tas jóvenes…

Estos días, Szy­chows­ka se encuen­tra en la ciu­dad mex­i­cana de Iguala, tris­te­mente famosa por la desapari­ción for­zosa de 43 estu­di­antes de la Escuela Nor­mal Rur­al de Ayotz­i­na­pa en sep­tiem­bre de 2014, tras un ataque de miem­bros de la policía conec­ta­dos con el nar­cotrá­fi­co. Allí, la artista aca­ba de ter­mi­nar el primer mur­al del Proyec­to 12–12-12, la pin­tu­ra de may­or tamaño que ha real­iza­do en soli­tario has­ta el momen­to, y la primera en la que ha dis­fru­ta­do de total lib­er­tad cre­ati­va. Está ded­i­ca­da a los estu­di­antes desaparecidos.

«La niña —expli­ca Szy­chows­ka— rep­re­sen­ta la infan­cia que todos lle­va­mos den­tro, una inocen­cia que es impor­tante preser­var. El ali­men­to que tiene en sus manos está crea­do a par­tir de mul­ti­tud de pun­tos, que rep­re­sen­tan todos esos pequeños gestos que hace­mos, y que, jun­tos, pueden mar­car una difer­en­cia e inclu­so devolver­nos la paz, sim­boliza­da por la gran palo­ma. En el fon­do, vemos las som­bras de los pájaros, como si hubier­an sido removi­dos de la obra: son los 43 estu­di­antes desaparecidos».

El primer mur­al real­iza­do por Szy­chows­ka para su proyec­to “12–12-12”, en Iguala, Méx­i­co. Foto: Maria-Rosa Szy­chows­ka / Facebook

¿Cómo ha sido la expe­ri­en­cia de tra­ba­jar en Iguala, con los trági­cos suce­sos de 2014 tan presentes?

Sin duda, ha afec­ta­do a mi tra­ba­jo… El mur­al rep­re­sen­ta, efec­ti­va­mente, lo que sucedió, pero no de una for­ma explíci­ta. Como tur­ista, había leí­do mucho acer­ca de las desapari­ciones, pero no conocía real­mente todos los detalles, por lo que no puedo sen­tir­lo del mis­mo modo que se siente aquí. Tal vez por eso he preferi­do recibir las impre­siones de la gente y tratar de refle­jar­las a mi modo. Al prin­ci­pio me daba un poco de miedo via­jar has­ta aquí, pero después pen­sé que era un buen lugar para ir, que son pre­cisa­mente este tipo de lugares los que nece­si­tan más voces, ya que nadie va porque es peli­groso. La gente de Iguala tiene que con­vivir a menudo con el estig­ma de ser de aquí, e inclu­so en otras partes de Méx­i­co les ven de un modo difer­ente por vivir en un lugar que se aso­cia a la vio­len­cia y al peli­gro, pero mi expe­ri­en­cia ha sido muy difer­ente. La gente es amable, acoge­do­ra… Nada que ver con lo que sale siem­pre en las noticias.

¿Cómo surgió la idea del ‘Proyec­to 12–12-12’?

Cuan­do esta­ba pin­tan­do mi primer mur­al en las Islas Canarias, mucha gente que pasa­ba se para­ba a mirar, habla­ban con­mi­go y me decían que se sen­tían inspi­ra­dos, no solo por la pin­tu­ra, sino tam­bién por mi for­ma de vivir, por el hecho de inten­tar hac­er real­i­dad mis sueños. Pen­sé entonces que sería boni­to man­ten­er ese espíritu, inten­tar ayu­dar e inspi­rar a la gente a través de mi arte, en difer­entes lugares, y, a la vez, dejar que las difer­entes cul­turas me inspiren a mí.

¿Por qué Latinoamérica?

Quería hac­er un via­je largo, y quería tam­bién mejo­rar mi español. Y Lati­noaméri­ca tiene una gran tradi­ción cul­tur­al en torno al mur­al urbano y al graf­fi­ti, con muchas per­spec­ti­vas diferentes.

¿En qué se difer­en­cia este proyec­to de tu tra­ba­jo como artista en Canadá?

En Canadá siem­pre he tra­ba­ja­do para proyec­tos patroci­na­dos por ter­ceros, empre­sas, o ayun­tamien­tos, y nun­ca había tenido la opor­tu­nidad de expre­sar un men­saje per­son­al. La primera vez ha sido aquí, en Iguala, y ha sido algo muy impor­tante para mí.

¿Tenías claros los temas de los murales antes de comen­zar el viaje?

Real­mente, no. Al igual que ha ocur­ri­do en Iguala, mi inten­ción es inten­tar expre­sar en cada lugar lo que ese lugar me haga sen­tir, o lo que la gente sien­ta, sus prob­le­mas, o sus pre­ocu­pa­ciones, que serán difer­entes en cada sitio.

¿Cuáles son tus prin­ci­pales ref­er­en­cias en el arte?

Creo que soy bas­tante difer­ente a otros artis­tas de graf­fi­ti, en el sen­ti­do de que mi for­ma­ción, des­de que era muy pequeña, ha esta­do más rela­ciona­da con el dibu­jo, con lápices y pince­les. Al graf­fi­ti he lle­ga­do hace rel­a­ti­va­mente poco. Mi primera inspiración son grandes pin­tores como Car­avag­gio y otros de la escuela ital­iana, pero lo que bus­co aho­ra es beber tam­bién de otras cul­turas, las cul­turas de los país­es que visito.

El col­or es fun­da­men­tal en tu obra…

Total­mente. Lo que pre­tendo es crear imá­genes que no puedes ver en la vida real, como sueños; imá­genes que puedan emo­cionarte. Tam­bién son muy impor­tantes para mí las caras y los ojos de la gente, la expre­sión de los rostros…

Detalle de la sec­ción pin­ta­da por Maria-Rosa Szy­chows­ka en un mur­al resal­iza­do en Gatineau por varias artis­tas. Foto: szychowska.com

Aerosoles, pin­turas, más­caras… ¿Cómo haces para trans­portar todo el material?

Via­jo con solo unas pocas cosas (pince­les, mar­cadores, rotu­ladores), y el resto lo com­pro en el pro­pio lugar, depen­di­en­do de cómo vaya a ser el mur­al. Lo que no uti­li­zo lo dono a algún cen­tro cul­tur­al u orga­ni­zación comu­ni­taria local, para que puedan seguir usán­do­lo en clases, talleres, etc. Es una de las mejores partes del proyec­to, espe­cial­mente con los niños y los ado­les­centes, porque el tra­ba­jo tiene una con­tinuidad, y ellos sien­ten que es posi­ble hac­er lo que desean hac­er. De eso tra­ta, en el fon­do, todo esto.

¿Cómo lo estás financiando?

De tres for­mas. En primer lugar, recibí una beca del Gob­ier­no cana­di­ense para jóvenes artis­tas; además, hice una cam­paña de crowd­fund­ing, y, por últi­mo, estoy usan­do el dinero que gané con los murales que pin­té en Canadá durante 2016.

¿Has pen­sa­do en con­tin­uar el proyec­to cuan­do final­ices este viaje?

Este proyec­to es más un modo de vida que un tra­ba­jo, así que estoy total­mente abier­ta a la idea de con­tin­uar­lo, depen­di­en­do de cómo vayan salien­do las cosas. La recep­ción que ha tenido este primer mur­al en Iguala me ha dado mucha energía para seguir ade­lante… En el futuro me gus­taría poder vis­i­tar algunos de los país­es que no han podi­do entrar en el proyec­to actu­al, como Chile o Argenti­na, y tam­bién expandir la idea inclu­so a otros con­ti­nentes. El proyec­to es, en real­i­dad, como una gran estruc­tura que puedo mover cómo y a dónde quiera.

¿Cómo te ha influ­i­do el hecho de que tus padres fue­sen inmigrantes?

Mis padres han sido una gran inspiración. Dejaron Polo­nia para mar­charse a Italia, donde nací yo, y después emi­graron a Canadá, un país com­ple­ta­mente nue­vo donde no conocían el idioma, ni sabían dónde iban a vivir ni en qué iban a tra­ba­jar. Y, sin embar­go, yo les he vis­to salir ade­lante, con­seguir poco a poco lo que se han ido pro­ponien­do. Para mí son un ejem­p­lo de que, pase lo que pase, siem­pre puedes sacar algo bueno de cualquier situación si lo quieres de verdad.

Szy­chows­ka, tra­ba­jan­do en un mur­al para un alber­gue juve­nil en Las Pal­mas de Gran Canaria, España, en 2014. Foto: szychowska.com

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