Adiós a Honest Ed’s, el icono ‘kitsch’ de Toronto

Miguel Máiquez, 16/12/2016
Hon­est Ed’s, en la esquina de las calles Bloor y Bathurst, en Toron­to. Foto: Stew­art Rus­sell / Flickr

«Hon­est Ed’s, ¡repul­si­vo!, ¡pero pre­cios atrac­tivos!», «¡Sal­dos como estos solo ocur­ren una vez en la vida!», «¡Entra y piérdete!»… Los innu­mer­ables carte­les que ador­nan la facha­da de Hon­est Ed’s, la tien­da de des­cuen­tos más famosa de Toron­to y, prob­a­ble­mente, de todo Canadá, pro­ducen una sen­sación a medio camino entre la fasci­nación y el mareo. El emblemáti­co edi­fi­cio, situ­a­do des­de medi­a­dos del siglo pasa­do en pleno corazón de la ciu­dad, en la esquina suroeste del cruce entre las calles Bloor y Bathurst, parece haber sido tele­trans­porta­do direc­ta­mente des­de Las Vegas, en todo su esplen­dor de bom­bil­las amar­il­las (has­ta 23.000, según Wikipedia), rojos chillones, exce­sos estéti­cos, escaparates cutres, aires de casi­no deca­dente, rem­i­nis­cen­cias de Broad­way, chistes mal­os, e intra­ducibles jue­gos de pal­abras aún peo­res, escritos en tipografías del lejano Oeste. Un hor­ror… Y una deli­cia. Hon­est Ed’s (Ed el hon­esto), que a finales de este mes cer­rará defin­i­ti­va­mente sus puer­tas tras casi seten­ta años de «ofer­tas locas» y pavo gratis en Navi­dad, es uno de los lugares más queri­dos por los toron­tianos, una autén­ti­ca insti­tu­ción en la ciu­dad, y un pun­to de encuen­tro para varias gen­era­ciones de inmigrantes.

Inte­ri­or de Hon­est Ed’s. Fotos: Wiki­me­dia Commons

La tien­da debe su nom­bre, y tam­bién su inclasi­fi­ca­ble espíritu, al famoso empre­sario teatral y filán­tropo Edwin Ed Mirvish, su históri­co propi­etario, quien fundó el establec­imien­to en 1948 y estu­vo a su car­go durante sesen­ta años, has­ta su muerte, en 2007. Durante la Segun­da Guer­ra Mundi­al, Mirvish, quien, además de poseer var­ios restau­rantes en la ciu­dad, lle­garía a con­ver­tirse en el autén­ti­co revi­tal­izador de la esce­na teatral toron­tiana, abrió, jun­to con su esposa, Ann, un nego­cio de ropa (The Sport Bar). El local no tuvo mucho éxi­to, y el mat­ri­mo­nio lo man­tu­vo tan solo has­ta 1948, año en el que Ed, ani­ma­do por el cobro de un seguro, decidió dar el salto e inau­gu­rar, en sus propias pal­abras ‚«la tien­da de des­cuen­tos más grande del mundo».

Acaba­ba de nac­er Hon­est Ed’s, un mod­e­lo de nego­cio úni­co por entonces, basa­do en la ofer­ta a pre­cios bajos de mer­cancías proce­dentes, en muchos casos, de tien­das en ban­car­ro­ta, sin depen­di­entes y sin lujos de ningún tipo; una mez­cla de grandes almacenes y mer­cadil­lo, con una estéti­ca entre la asep­sia y el caos; la pesadil­la de un dec­o­rador, con su luz morteci­na, sus eti­que­tas escritas (has­ta hoy) todas a mano, sus sec­ciones laberín­ti­cas, y esas escaleras imposi­bles sal­i­das de un cuadro de Esch­er, en las que lo mis­mo te encuen­tras un gigan­tesco reloj de pared coro­n­a­do por la cabeza de un alce, que un recorte de pren­sa sobre Mirvish, o enormes fotografías ded­i­cadas de estrel­las de Hol­ly­wood o de miem­bros de la realeza británica.

Populismo comercial

En sus primeros años, Hon­est Ed’s ni siquiera vendía a crédi­to. Era el apo­geo del cono­ci­do en inglés como No-frills mod­el, es decir, una ofer­ta lim­i­ta­da a lo esen­cial, sin extras, con pro­duc­tos baratos de cal­i­dad media o baja, equiv­a­lente, de algún modo, a las mod­er­nas líneas aéreas de bajo coste, y con un mar­ket­ing direc­to, delib­er­ada­mente ale­ja­do de cualquier aspiración elit­ista, con un pun­to histrióni­co, y con­stru­i­do alrede­dor de la vida y mila­gros del pro­pio Mirvish. Pop­ulis­mo com­er­cial, y sin com­ple­jos. De hecho, la may­or parte de la dec­o­ración de la tien­da está for­ma­da por posters y fotos de antiguas pelícu­las, espec­tácu­los musi­cales y obras teatrales rep­re­sen­tadas en los teatros de Mirvish, además de recortes de per­iódi­cos con entre­vis­tas y repor­ta­jes sobre Ed y la tien­da, pub­li­ca­dos a lo largo de los años en los prin­ci­pales per­iódi­cos de la ciudad.

Carte­les pro­mo­cionales en la facha­da prin­ci­pal de Hon­est Ed’s. Foto: M. M.

Des­de un prin­ci­pio, Hon­est Ed’s se hizo muy pop­u­lar entre los inmi­grantes y los recién lle­ga­dos a Toron­to, y no solo por sus pre­cios bajos o por su toque de humor naíf. La tien­da ofrecía, en una ciu­dad aún descono­ci­da, la posi­bil­i­dad de poder adquirir en un solo lugar todo lo esen­cial para empezar a asen­tarse. La joya de la coro­na era, sin duda, la ropa de sal­do (abri­gos, lencería, som­breros, pan­talones, camisas, pija­mas, tra­jes, botas, lo que fuese), la sec­ción en la que uno podía, y aún puede, encon­trar las autén­ti­cas reba­jas. Pero, además, en Hon­est Ed’s uno podía, y aún puede, aprovechar el via­je y adquirir, a un pre­cio razon­able, des­de pro­duc­tos de ali­mentación a ran­cios sou­venirs turís­ti­cos, pasan­do por un cuadro para la sala de estar, un cepil­lo de dientes, una aspi­rado­ra, un equipo de músi­ca, una cafetera, una tabla de plan­char, juguetes para los niños, un juego de sil­las, una vajil­la… Y, por si fuera poco, Hon­est Ed’s alber­ga­ba asimis­mo, entre otros ser­vi­cios, una pequeña ofic­i­na de aseso­ramien­to a inmi­grantes y has­ta la con­sul­ta de un den­tista. El resul­ta­do: a finales de los años sesen­ta, el nego­cio fac­tura­ba unos 14 mil­lones de dólares al año.

Mirvish Village y pavo gratis

Poco a poco, el establec­imien­to se fue expan­di­en­do has­ta ocu­par todo el bloque entre las calles Bloor, Bathurst y Markham, con dos edi­fi­cios de tres plan­tas, sep­a­ra­dos por el lla­ma­do «calle­jón de Hon­est Ed», y unidos por un pasaje a modo de puente. A finales de los años cin­cuen­ta, Mirvish comen­zó a com­prar otras edi­fi­ca­ciones en la calle Markham, al sur de Bloor, y, cuan­do las autori­dades rec­haz­aron su peti­ción de der­rib­ar algu­nas de ellas para con­stru­ir un aparcamien­to (se tra­ta de casas vic­to­ri­anas, de impor­tan­cia históri­ca), Mirvish decidió alquilar­las a artis­tas locales. La zona se con­vir­tió en una pequeña comu­nidad con estu­dios, restau­rantes, galerías y bou­tiques, cono­ci­da hoy como Mirvish Vil­lage.

Fotogra­ma de la pelícu­la ‘Scott Pil­grim vs. The World’ (2010), con Hon­est Ed’s al fon­do, en un gif animado

Otro fac­tor clave de la pop­u­lar­i­dad de Hon­est Ed’s fueron, sin duda, los orig­i­nales even­tos pro­mo­cionales idea­d­os por el pro­pio Mirvish, incluyen­do las fies­tas pop­u­lares que, con moti­vo de su cumpleaños, orga­nizó des­de 1988 has­ta el año de su muerte. En estas fies­tas, cel­e­bradas en la calle o en el pro­pio local, y amenizadas a menudo por ban­das de músi­ca en direc­to, se suele repar­tir comi­da gratis (paste­les, per­ri­tos calientes, golosi­nas…), y las largas colas de toron­tianos que acu­d­en con sus hijos son ya parte de la ima­gen más típi­ca y pin­toresca de la ciu­dad. El even­to más pop­u­lar, con cróni­ca ase­gu­ra­da en los medios de comu­ni­cación locales, es el repar­to de pavo gratis (has­ta 5.000 kilos de carne), cel­e­bra­do cada año en Navi­dad y en el día de Acción de Gracias.

Has­ta hace no mucho, en uno de los carte­les de la tien­da podía leerse: «Cuan­do Ed muera, su deseo es que se cele­bre un funer­al con ser­vi­cio de cater­ing, acordeon­istas y un buf­fet, incluyen­do una répli­ca de Hon­est Ed hecha de ensal­a­da de pata­ta». Mirvish, quien llegó a subirse a un ele­fante para pro­mo­cionar sus nego­cios, murió el 11 de julio de 2007. Entre sus muchos pre­mios y con­dec­o­ra­ciones desta­ca la Orden de Canadá, la segun­da dis­tin­ción más impor­tante que con­cede el país, solo por detrás de la Orden del Méri­to que otor­ga la reina. El entonces alcalde de Toron­to, David Miller, insti­tuyó el 12 de agos­to como Día de Ed Mirvish.

La estación de metro de Bathurst, dec­o­ra­da en hom­e­na­je a Hon­est Ed’s, que cer­rará el 31 de diciem­bre. Fotos: M. M.

Mirvish no era, en cualquier caso, un empre­sario al uso. A pesar de las muchas ofer­tas que recibió, siem­pre se negó, por ejem­p­lo, a con­ver­tir Hon­est Ed’s en una fran­qui­cia con sucur­sales en todo el país, un mod­e­lo que prob­a­ble­mente le habría repor­ta­do impor­tantes ben­efi­cios, pero que, según man­tenía, le habría impe­di­do cono­cer per­sonal­mente a sus emplea­d­os, algo que él con­sid­er­a­ba esen­cial. Fue, tam­bién, uno de los aban­der­a­dos en la lucha que man­tu­vieron algunos com­er­cios de la ciu­dad por el dere­cho a abrir los domin­gos, un ver­dadero tabú en el Toron­to tradi­cional y con­ser­vador de la época. Su prin­ci­pal argu­men­to: Hon­est Ed’s no era una tien­da más, sino una atrac­ción turís­ti­ca: «Nue­va York tiene Macy’s, Lon­dres tiene Har­rods, Chica­go tiene Mar­shall Fields, y Toron­to tiene Hon­est Ed’s».

El fin de una época

Con el tiem­po, sin embar­go, el cam­bio en los hábitos de con­sumo acabó pasan­do fac­tura. La pro­lif­eración de los grandes cen­tros com­er­ciales en las afueras de la ciu­dad, con mejor acce­so para el trá­fi­co y pre­cios igual­mente com­pet­i­tivos, o la pres­en­cia por todas partes de las tien­das de pro­duc­tos baratos (las lla­madas dol­lar shops, como Dol­lara­ma) supusieron una com­pe­ten­cia con­tra la que las entrañables excen­t­ri­ci­dades del ‘esti­lo Mirvish’ ya no eran suficientes.

El calle­jón de Hon­est Ed. Foto: M. M.

El 16 de julio de 2013, los actuales respon­s­ables de Hon­est Ed’s (entre ellos, el hijo de Mirvish, David, un empre­sario inmo­bil­iario, marchante de arte y, al igual que su padre, pro­duc­tor teatral) anun­cia­ban la pues­ta en ven­ta del nego­cio, por un val­or de 100 mil­lones de dólares. En octubre de ese mis­mo año, David Mirvish con­fir­mó que el ter­reno había sido ven­di­do a West­bank Prop­er­ties, una inmo­bil­iaria con sede en Van­cou­ver, propi­etaria en Toron­to del hotel Shangri-La.

El cierre defin­i­ti­vo de Hon­est Ed’s, pre­vis­to para el próx­i­mo 31 de diciem­bre, afec­tará tam­bién a otros nego­cios del bloque, asen­ta­dos en propiedades de Mirvish, y que aho­ra bus­can nuevas ubi­ca­ciones. Mirvish Vil­lage desa­pare­cerá, y, con ella, dirán adiós a la zona establec­imien­tos tan emblemáti­cos en Toron­to como The Green Igua­na Glass­works (en la calle Markham des­de 1981), o The Beguil­ing, una de las tien­das de cómics más impor­tantes de toda Norteaméri­ca, fun­da­da en 1987, y des­de 1998 en el 601 de Markham Street.

Los planes de desar­rol­lo de West­bank Prop­er­ties para el nue­vo bloque incluyen la división de la propiedad en varias zonas, con tor­res res­i­den­ciales, tien­das y nuevas áreas peatonales. Pese a que en un prin­ci­pio se especuló con la idea de que el letrero prin­ci­pal de Hon­est Ed’s sería man­tenido, los proyec­tos más recientes dados a cono­cer por la inmo­bil­iaria no pare­cen incluir­lo. Es el fin de una época y de una man­era de hac­er nego­cios, que prob­a­ble­mente acabó ya con la muerte del pro­pio Ed Mirvish, el hom­bre al que, como aún rezan los carte­les de la fecha­da de Hon­est Ed’s, «le salían ofer­tas por las ore­jas» y era capaz de hac­er que los sal­dos se arras­traran has­ta «tu corazón, tu alma y tu cerebro».

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