‘Brexit’, Colombia, Hungría… El año de los referéndums polémicos

Miguel Máiquez, 12/10/2016

La guer­ra es, como reza la céle­bre cita de Georges Clemenceau, un asun­to demasi­a­do serio como para dejar­lo en manos de los mil­itares. ¿Será tam­bién la democ­ra­cia un asun­to demasi­a­do serio como para dejar­lo en manos del pueblo? De momen­to no hemos lle­ga­do tan lejos, pero los impac­tantes resul­ta­dos de var­ios refer­én­dums cel­e­bra­dos este año en diver­sas partes del mun­do, refer­én­dums en los que se dirimían cues­tiones no solo de vital impor­tan­cia, sino tam­bién de gran com­ple­ji­dad, han hecho que cada vez más anal­is­tas, académi­cos, opinadores en gen­er­al y no pocos políti­cos estén cues­tio­nan­do la validez de la con­sul­ta pop­u­lar para según qué cuestiones.

En ape­nas unos meses, y a través de sendos refer­én­dums, los británi­cos han dicho «no» a la per­ma­nen­cia del Reino Unido en la Unión Euro­pea (el históri­co brex­it), los tai­lan­deses han apoy­a­do una nue­va con­sti­tu­ción que servirá para per­pet­u­ar en el poder a la jun­ta mil­i­tar golpista que gob­ier­na el país, los colom­bianos han rec­haz­a­do un acuer­do de paz alcan­za­do con las FARC que esta­ba sien­do ya cel­e­bra­do en medio mun­do, y los hún­garos han aproba­do, aunque sin la par­tic­i­pación sufi­ciente como para ten­ga validez, las prop­ues­tas anti refu­gia­dos de un gob­ier­no que ya ni se esfuerza en dis­im­u­lar su carác­ter xenófobo.

Puede ser un error, no obstante, caer en la sim­pli­fi­cación que supon­dría estable­cer una conex­ión direc­ta entre todas estas situa­ciones. Las cir­cun­stan­cias en las que se han pro­duci­do estas con­sul­tas, y las que han deter­mi­na­do los resul­ta­dos, son difer­entes en cada país. Y, si bien resul­ta posi­ble aven­tu­rar cier­tos para­lelis­mos en algunos casos, la real­i­dad es demasi­a­do com­ple­ja como para iden­ti­ficar patrones uni­ver­sales evi­dentes, por mucho que la teóri­ca glob­al­ización, y el efec­to mul­ti­pli­cador de los flu­jos actuales de infor­ma­ción, lo hagan ten­ta­dor. Puede exi­s­tir, por ejem­p­lo, una relación más clara entre la vic­to­ria del brex­it en el Reino Unido y el apoyo que recibe Don­ald Trump en EE UU (el atrac­ti­vo de dis­cur­sos pop­ulis­tas, emo­cionales, nacional­is­tas y de clase, en sociedades cas­ti­gadas por la cri­sis, apartadas de los cen­tros de decisión, y des­en­can­tadas con unas élites políti­cas cada vez más desa­cred­i­tadas), pero en Colom­bia los fac­tores son otros, como son otros tam­bién, pese a algu­nas seme­jan­zas, en Tai­lan­dia, o en Hungría.

El común denom­i­nador, en cualquier caso, per­manece: ¿son los refer­én­dums el mejor modo de decidir sobre cues­tiones espe­cial­mente trascen­dentes, o com­ple­jas? ¿Son real­mente tan democráti­cos como pare­cen? ¿Es posi­ble mejo­rar­los sin per­ver­tir su razón de ser? Últi­ma­mente resul­ta cada vez más común encon­trar artícu­los en medios de comu­ni­cación main­stream en los que, de for­ma más o menos diplomáti­ca, se abo­ga por refor­mas en los mecan­is­mos democráti­cos que has­ta hace no mucho habrían sido tachadas automáti­ca­mente de elit­is­tas. Hay inclu­so quienes pro­po­nen abier­ta­mente la oblig­a­to­riedad de apro­bar un exa­m­en antes de votar. Se argu­men­ta que muchos votantes son igno­rantes, o que han sido manip­u­la­dos… Pero la his­to­ria demues­tra que la línea que sep­a­ra este cier­to ‘despo­tismo ilustra­do’ del autori­taris­mo es demasi­a­do delgada.

Lo cier­to es que, a pesar de su com­po­nente de alto ries­go, los gob­er­nantes siguen recur­rien­do al refer­én­dum, en la con­fi­an­za de que el resul­ta­do legit­i­mará sus deci­siones, y no solo en lo que respec­ta a la pre­gun­ta del refer­én­dum en sí, sino en el mar­co de una estrate­gia más gen­er­al por man­ten­er el poder políti­co, o, en el caso de la oposi­ción, por acced­er a él.

Sí o no

Los votantes, por su parte, se sue­len enfrentar a alter­na­ti­vas demasi­a­do sim­ples (sí o no), tras cam­pañas que muchas veces se cen­tran en la pop­u­lar­i­dad o impop­u­lar­i­dad de un deter­mi­na­do líder o par­tido, en la trayec­to­ria del gob­ier­no con­vo­cante, o en cues­tiones que nada tienen que ver con la esen­cia de la con­sul­ta; cam­pañas en las que a menudo se ter­giver­san los hechos o, direc­ta­mente, se miente o se engaña. En Colom­bia, el jefe de la cam­paña del «no», pre­gun­ta­do sobre «por qué ter­giver­saron men­sajes para hac­er cam­paña», respondió que «fue lo mis­mo que hicieron los del ‘sí’». En el Reino Unido, el aho­ra exlíder del euró­fobo y pro-brex­it UKIP, Nigel Farage, cal­i­ficó de «error» la prome­sa hecha por él mis­mo durante la cam­paña de que el dinero que se ahor­raría el país al salir de la UE se inver­tiría en el ser­vi­cio nacional de salud.

Por otro lado, el hecho de que no se establez­ca un mín­i­mo de par­tic­i­pación para legit­i­mar un resul­ta­do (en Colom­bia solo votó el 38%; en Tai­lan­dia, el 55%), o de que se estip­ule que es sufi­ciente la may­oría más uno para apro­bar o rec­haz­ar una prop­ues­ta (los par­tidar­ios de que el Reino Unido aban­done la UE fueron el 51,9%; los que rec­haz­aron el acuer­do de paz con las FARC, el 50,21%), supone que, con fre­cuen­cia, la división y la incer­tidum­bre sigan vivas tras la cel­e­bración de la con­sul­ta, y ali­men­ta los argu­men­tos invo­ca­dos por quienes cues­tio­nan la validez de los refer­én­dums. A veces, inclu­so el mal tiem­po puede influir en una abs­ten­ción de la que es posi­ble que depen­dan asun­tos de impor­tan­cia cap­i­tal para el país.

La cuestión es si todos estos prob­le­mas son sufi­cientes como para desle­git­i­mar de por sí el refer­én­dum nacional como mecan­is­mo jus­to y efec­ti­vo de con­sul­ta pop­u­lar. Una vez acep­ta­do el sis­tema de democ­ra­cia rep­re­sen­ta­ti­va como váli­do, el debate puede que esté, más bien, en cuán­do cel­e­brar un refer­én­dum y cuán­do no, y, sobre todo, en las condi­ciones en que éste se real­iza. Nadie cues­tionó los refer­én­dums cuan­do los irlan­deses apro­baron, en 1998, el acuer­do de paz con el IRA con un abru­mador 71% en Irlan­da del Norte, pero con ape­nas el 56% en Irlan­da, y de poco sirvió, por otra parte, que los grie­gos se opusier­an rotun­da­mente a las condi­ciones del rescate ‘prop­uesto’ por la Unión Euro­pea, el Fon­do Mon­e­tario Inter­na­cional y el Ban­co Cen­tral Europeo, en la famosa con­sul­ta ciu­dadana de 2015.

A con­tin­uación, un repa­so a algunos de los refer­én­dums recientes más polémicos:

Reino Unido

  • La con­sul­ta. «¿Debe el Reino Unido per­manecer como miem­bro de la Unión Euro­pea o debe aban­donar la Unión Europea?».
  • La pos­tu­ra del Gob­ier­no. A favor de per­manecer en la UE.
  • El resul­ta­do. El refer­én­dum se cele­bró el 23 de junio. La opción de aban­donar la UE fue respal­da­da por el 51,9% de los votantes, frente al 48% que votó por la per­ma­nen­cia, con una par­tic­i­pación del 72,2%.
  • Las con­se­cuen­cias. El primer min­istro, David Cameron (con­vo­cante del refer­én­dum), dim­i­tió. Le sucedió en el car­go la tam­bién con­ser­vado­ra There­sa May. Esco­cia, donde ganó el sí a la UE, llegó a plantear un segun­do refer­én­dum de inde­pen­den­cia y a anun­ciar con­tac­tos con la UE. Los bonos británi­cos se desplo­maron y la libra ester­li­na llegó a hundirse al niv­el de 1985. En las últi­mas sem­anas, la libra ha toca­do mín­i­mos no alcan­za­dos en tres décadas, ante la posi­bil­i­dad de que pue­da eje­cu­tarse un «brex­it duro», es decir, aban­donar la UE sin man­ten­er el acce­so al mer­ca­do úni­co, a cam­bio de con­tro­lar la inmi­gración y restringir la res­i­den­cia, el libre movimien­to de per­sonas y el tra­ba­jo para los no británi­cos. El futuro de los res­i­dentes y tra­ba­jadores comu­ni­tar­ios sigue sin estar claro, y las autori­dades euro­peas temen un posi­ble efec­to con­ta­gio en los país­es miem­bros más ‘euró­fo­bos’.
  • Las claves. El resul­ta­do no fue uni­forme en todo el Reino Unido. En Inglater­ra y Gales se votó a favor de la sal­i­da, mien­tras que Esco­cia, Irlan­da del Norte y el ter­ri­to­rio de Gibral­tar votaron por la per­ma­nen­cia. El gran peso demográ­fi­co de Inglater­ra y la alta par­tic­i­pación en esta nación resul­taron deci­sivos, así como la brecha entre zonas rurales (donde prevale­ció el no a Europa) y grandes áreas urbanas como Lon­dres (donde ven­ció el sí), e inclu­so entre clases sociales y gru­pos de edad. La cam­paña pro-brex­it logró catalizar el cre­ciente sen­timien­to anti inmi­gración y nacional­ista de una parte de la sociedad británi­ca, la frus­tración gen­er­a­da por la cri­sis económi­ca, y el rec­ha­zo a la élite políti­ca y la buro­c­ra­cia de Bruselas.
  • Y aho­ra, qué. La primera min­is­tra británi­ca ha anun­ci­a­do que la sep­a­ración se ini­cia­rá ofi­cial­mente —con la nece­saria acti­vación del Artícu­lo 50 del Trata­do de Lis­boa— antes de que ter­mine el primer trimestre de 2017. De momen­to todo apun­ta a que May se decantará por el lla­ma­do «brex­it duro».

Colombia

  • La con­sul­ta. «¿Apoya ust­ed el acuer­do final para la ter­mi­nación del con­flic­to y la con­struc­ción de una paz estable y duradera?» (Sí o no).
  • La pos­tu­ra del Gob­ier­no. A favor del acuer­do de paz fir­ma­do el 26 de sep­tiem­bre entre el Gob­ier­no colom­biano y la guer­ril­la de las FARC, tras 52 años de conflicto.
  • El resul­ta­do. El «no» se impu­so con el 50,21%, frente al 49,78 % del «sí», una difer­en­cia de 0,43 pun­tos por­centuales (unos 54.000 votos en un uni­ver­so de 34.899.945 elec­tores habil­i­ta­dos para ir a las urnas). La abs­ten­ción fue del 62,57%.
  • Las con­se­cuen­cias. El resul­ta­do de la con­sul­ta ha abier­to un peri­o­do de gran incer­tidum­bre. Las encues­tas vatic­in­a­ban una vic­to­ria del «sí» supe­ri­or a un 60% de los votos, y las partes no habían pre­vis­to qué pasaría si el pueblo rec­haz­a­ba lo pacta­do. Ni las FARC ni el pres­i­dente colom­biano, Juan Manuel San­tos, tenían un «plan B», porque no con­tem­pla­ban esta posi­bil­i­dad. San­tos, a quien el acuer­do le ha vali­do un cues­tion­a­do Nobel de la Paz, ha queda­do muy toca­do políti­ca­mente tras la der­ro­ta. El expres­i­dente Álvaro Uribe (con­ser­vador), uno de los may­ores defen­sores del «no», ha recu­per­a­do pro­tag­o­nis­mo e inter­pre­ta el resul­ta­do como un refuer­zo a la línea dura con­tra la guer­ril­la que aplicó durante todo su mandato.
  • Las claves. El acuer­do fue apoy­a­do en muchas de las regiones que más han sufri­do por la guer­ra, pero no en todas. Y en las grandes ciu­dades, los resul­ta­dos fueron tam­bién dis­pares (Bogotá votó sí; Medel­lín, no). Un fac­tor más impor­tante pudo ser el apoyo a San­tos o a Uribe en cada zona. Entre las causas del resul­ta­do, los medios colom­bianos citan un exce­so de con­fi­an­za de la cam­paña del «sí», que pudo desmov­i­lizar a los par­tidar­ios del acuer­do y favore­cer la abs­ten­ción, sal­vo en las zonas más cas­ti­gadas por el con­flic­to; la cier­ta ambigüedad del perdón «ofre­ci­do» por el líder de las FARC, Rodri­go Lon­doño Echev­er­ri, Tim­o­chenko, un perdón que para muchos colom­bianos lle­ga­ba, además, tarde; el hecho de que para una parte aún impor­tante de la población no sea acept­able una amnistía sin penas de cár­cel para los guer­rilleros; el voto de cas­ti­go a San­tos por cues­tiones de políti­ca nacional; o el poco efec­to que el respal­do inter­na­cional ha tenido entre los par­tidar­ios del «no». Tam­bién se ha men­ciona­do que las fuertes llu­vias, gen­er­adas por el huracán Matthew, obsta­c­ulizaron el desar­rol­lo de la jor­na­da en la Cos­ta, una región que apoyó may­ori­tari­a­mente el acuer­do de paz.
  • Y aho­ra, qué. Los esfuer­zos se cen­tran aho­ra en reabrir un pro­ce­so de nego­ciación, inte­gran­do tam­bién a la parte del «no». No obstante, nego­ciar entre tres partes se pre­vé más com­pli­ca­do que entre dos (Gob­ier­no y FARC), y aunque San­tos ha ase­gu­ra­do que se man­ten­drá el alto el fuego, y las FARC han deja­do claro que no volverán al cam­po de batal­la, no será fácil que renun­cien a con­ce­siones ya nego­ci­adas y acepten nuevas condi­ciones, más restric­ti­vas, por parte de la derecha de Uribe. Entre las exi­gen­cias de los uribis­tas están que los líderes de las FARC no puedan ser elegi­dos para car­gos públi­cos, que los diri­gentes guer­rilleros acu­sa­dos de crímenes más graves vayan a prisión, obligar a la guer­ril­la a declarar su pat­ri­mo­nio y a entre­gar una parte, y que se pene el deli­to de nar­cotrá­fi­co, que en los pactos se con­sid­era conec­ta­do con la activi­dad guer­rillera y, por tan­to, inclu­i­do en la amnistía. Este lunes, el Gob­ier­no y la segun­da guer­ril­la más impor­tante de ese país, el Ejérci­to de Lib­eración Nacional (ELN), anun­cia­ron que ini­cia­rán una fase públi­ca de diál­o­gos de paz en Ecuador, el próx­i­mo 27 de octubre.

Tailandia

  • La con­sul­ta. Dos pre­gun­tas, con respues­tas de «sí» o «no»: «¿Acep­ta el bor­rador de la [nue­va] Con­sti­tu­ción?», «¿Debería la Cámara Alta [Sena­do] ser autor­iza­da a par­tic­i­par jun­to a la Cámara Baja [Con­gre­so] en la elec­ción del primer min­istro?». La Con­sti­tu­ción inte­ri­na vigente en Tai­lan­dia des­de el golpe de Esta­do de 2014 da poder abso­lu­to e inmu­nidad al coman­dante en jefe del ejérci­to tai­landés y actu­al pres­i­dente del «Con­se­jo Nacional de Paz» (una jun­ta mil­i­tar), Prayuth Chan-o-cha.
  • La pos­tu­ra del Gob­ier­no. El Con­se­jo Nacional pre­sen­tó la nue­va con­sti­tu­ción como un «paso deci­si­vo» hacia una «com­ple­ta democ­ra­cia», afir­man­do que per­mi­tirá al nue­vo gob­ier­no com­bat­ir la cor­rup­ción y desar­rol­lar el pro­gra­ma actu­al de refor­mas. Los críti­cos denun­cia­ron, sin embar­go, que la nue­va car­ta magna ase­gu­ra al Con­se­jo Nacional el man­ten­imien­to de un poder exce­si­vo, y que el rég­i­men tai­landés seguirá «tute­la­do» por los mil­itares. Todo el pro­ce­so con­sti­tu­cional fue obje­to de críti­cas de numerosas ONG. La Fed­eración Inter­na­cional de Dere­chos Humanos destacó la «manip­u­lación del pro­ce­so de redac­ción» de la Ley, y ase­guró que los sufra­gios ten­drían «cred­i­bil­i­dad cero». En las sem­anas pre­vias a la con­sul­ta, según infor­mó El Mun­do, las fuerzas de seguri­dad inten­si­fi­caron la deten­ción de los que rec­haz­a­ban la Car­ta Magna, y las autori­dades pro­hi­bieron los debates que la cues­tion­a­ban y clausuraron una de las prin­ci­pales emiso­ras opositoras.
  • El resul­ta­do. La nue­va con­sti­tu­ción fue respal­da­da por cer­ca del 61% de los votantes, con una par­tic­i­pación que ape­nas llegó al 55%.
  • Las con­se­cuen­cias. La nue­va car­ta magna supone que el Con­se­jo mil­i­tar podrá nom­brar direc­ta­mente a 250 diputa­dos del Sena­do, y ase­gu­rarse así la elec­ción de un primer min­istro afín, al poder par­tic­i­par esta cámara no democráti­ca en una elec­ción que ya no será deci­di­da solo en el Con­gre­so. Además, el Sena­do podrá vetar leyes y refor­mas con­sti­tu­cionales, y decidirá la com­posi­ción de organ­is­mos clave como la Comisión Anti­cor­rup­ción o el Tri­bunal Constitucional.
  • Las claves. Entre las causas del resul­ta­do del refer­én­dum, el pro­fe­sor de Cien­cia Políti­ca de la Uni­ver­si­dad de Bangkok Thiti­nan Pong­sud­hi­rak cita­ba, en The Guardian, «el des­en­can­to de la sociedad tai­lan­desa con la clase políti­ca depen­di­ente del dinero, y el rec­ha­zo a la cor­rup­ción», así como «el fra­ca­so de los par­tidos tradi­cionales a la hora de moti­var a sus sim­pa­ti­zantes». «Los mil­itares han sabido explotar este sen­timien­to con­tra la clase políti­ca, demo­nizan­do a los políti­cos en gen­er­al y tachán­do­los de cor­rup­tos, y enfa­ti­zan­do que la cor­rup­ción es el ori­gen de todos los prob­le­mas del país», añade.
  • Y aho­ra, qué. Las autori­dades han ase­gu­ra­do que el país cel­e­brará elec­ciones gen­erales en 2017.

Hungría

  • La con­sul­ta. «¿Quiere que la UE pue­da impon­er reubi­ca­ciones oblig­a­to­rias de ciu­dadanos no hún­garos en Hun­gría, inclu­so sin la aprobación del Par­la­men­to Nacional?» (Sí o no).
  • La pos­tu­ra del Gob­ier­no. A favor del «no». El Gob­ier­no con­sid­era que el plan europeo de reubi­cación de algo menos de 1.300 refu­gia­dos en ter­ri­to­rio hún­garo vul­nera su sober­anía nacional, y que «ter­ror­is­tas» podrían asen­tarse en el país. El primer min­istro, el ultra­derechista Vik­tor Orbán, ha venido insistien­do en que Bruse­las «no tiene dere­cho» a cam­biar «la iden­ti­dad cul­tur­al y reli­giosa de Europa», y con­sid­era «ingen­ua» la políti­ca migra­to­ria de la UE.
  • El resul­ta­do. El refer­én­dum se cele­bró el 2 de octubre, con una vic­to­ria abru­mado­ra del «no» (el 98,24% de los votos frente a un 1,76% de «síes». No obstante, la con­sul­ta no pudo ser con­sid­er­a­da vál­i­da, al no alcan­zar la par­tic­i­pación nece­saria: Según la Ofic­i­na Elec­toral de Hun­gría, los sufra­gios váli­dos fueron el 43,23%, menos del pre­cep­ti­vo 50% del censo.
  • Las con­se­cuen­cias. La baja par­tic­i­pación, y la con­se­cuente invalidez del resul­ta­do, fue un revés, tan­to para Orbán, quien había inver­tido una gran energía en la cam­paña del refer­én­dum, como para el Gob­ier­no, que desplegó una con­tro­ver­ti­da cam­paña en la que vin­cu­la­ba a los inmi­grantes y refu­gia­dos con el ter­ror­is­mo y la delin­cuen­cia. Tras cono­cerse los datos de la con­sul­ta, var­ios políti­cos de la oposi­ción exigieron la dimisión de Orbán, des­de el ultra­derechista Gávor Vona, Job­bik, has­ta el ex primer min­istro socialdemócra­ta Fer­enc Gyurcsany.
  • Las claves. La vic­to­ria masi­va del «no» en el con­tex­to de la baja par­tic­i­pación refle­ja que la mov­i­lización fue muy impor­tante entre los que respald­a­ban el desafío del Gob­ier­no a la UE, y muy escasa entre quienes lo rec­haz­a­ban. De hecho, la oposi­ción de izquier­da y numerosas ONG habían lla­ma­do a boicotear la con­sul­ta o emi­tir votos nulos para que el refer­én­dum no tuviese legit­im­i­dad. Tan­to el refer­én­dum como la cam­paña del Gob­ier­no reci­bieron duras críti­cas en el inte­ri­or y el exte­ri­or del país por crim­i­nalizar a los refu­gia­dos. Xavier Vidal-Folch señal­a­ba en El País que el Gob­ier­no hún­garo gastó 38 mil­lones de euros en la cam­paña pre­via al refer­én­dum, un dinero que «podría haber finan­cia­do durante tres años la estancia de los refu­gia­dos que le estip­uló Bruse­las». Hace un año, Hun­gría erigió val­las en sus fron­teras merid­ionales para deten­er a los miles de refu­gia­dos que cruz­a­ban su ter­ri­to­rio en direc­ción al norte de Europa, y recien­te­mente ha intro­duci­do leyes que cas­ti­gan la entra­da ile­gal en el país con has­ta 5 años de cár­cel.
  • Y aho­ra, qué. Políti­cos de la for­ma­ción con­ser­vado­ra guber­na­men­tal han indi­ca­do que la gran may­oría de «noes» da un «manda­to» al Ejec­u­ti­vo para su «lucha» en Bruse­las con­tra las cuo­tas de la Unión Euro­pea. Orbán ya dijo, nada más votar, que lo que importa­ba no es que el refer­én­dum fuese váli­do, sino que el «no» ganase con ampli­tud. «Siem­pre es mejor un refer­én­dum váli­do que uno inváli­do, pero las con­se­cuen­cias legales se apli­carán», afirmó.

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