La larga mano de Putin, de nuevo en el punto de mira por el caso Litvinenko

Miguel Máiquez, 25/1/2016

«Yo sé quién mató a mi mari­do. Y lo que dijo Alexan­der en su lecho de muerte, cuan­do culpó direc­ta­mente a Putin, ha sido proba­do final­mente como la ver­dad por un tri­bunal británi­co». Mari­na Litvi­nenko, la viu­da del exa­gente ruso asesina­do en Lon­dres en 2006, no ha alber­ga­do nun­ca dudas sobre quién estu­vo detrás del enve­ne­namien­to de su esposo, como tam­poco tenía dudas el mag­nate Boris Bere­zovs­ki, uno de los prin­ci­pales ene­mi­gos políti­cos del pres­i­dente ruso, cuan­do, poco después de la muerte de Litvi­nenko, decía en The New York­er: «Este tipo [en ref­er­en­cia a Putin] es pura KGB. Saca ade­lante una ley que per­mite a los rusos matar a opo­nentes en el extran­jero, y los opo­nentes en el extran­jero aca­ban muer­tos». En un aparente sui­cidio, Bere­zovs­ki apare­ció ahor­ca­do en su casa, tam­bién en Lon­dres, en mar­zo de 2013.

Casi una déca­da después de la muerte de Alexan­der Litvi­nenko, enve­ne­na­do con la sus­tan­cia radi­ac­ti­va polo­nio 210, el juez británi­co que ha pre­si­di­do la inves­ti­gación, Robert Owen, hizo públi­cas el pasa­do jueves sus con­clu­siones: en su doc­u­men­to, de 300 folios, el mag­istra­do señala que los tam­bién exa­gentes rusos con los que Litvi­nenko se reunió y tomo el té enve­ne­na­do, «prob­a­ble­mente» actu­aron bajo la direc­ción de los ser­vi­cios de inteligen­cia rusos FSB. «Tenien­do en cuen­ta todas las prue­bas y análi­sis disponibles, he encon­tra­do que la operación de la FSB para matar a Litvi­nenko fue prob­a­ble­mente aproba­da por el señor (Niko­lai) Patru­shev (direc­tor de la FSB) y tam­bién por el pres­i­dente Putin», indicó el juez.

El Krem­lin no solo ha vuel­to a negar cualquier impli­cación de los ser­vi­cios de inteligen­cia rusos, sino que ha des­pre­ci­a­do el informe judi­cial, tachán­do­lo de «humor británi­co», y desta­can­do que éste se sostiene «en infor­ma­ciones efímeras», y que «emplea con asiduidad pal­abras como posi­ble­mente y prob­a­ble­mente», un lengua­je que «no se tol­era en nues­tra prác­ti­ca judi­cial ni en la de otros país­es, y que obvi­a­mente no puede tomarse como un veredicto».

El Gob­ier­no británi­co, sin embar­go, no parece haberse toma­do a bro­ma el informe, si bien no parece prob­a­ble que vaya a adop­tar medi­das con­tra Moscú que puedan agrandar la ya impor­tante brecha diplomáti­ca exis­tente entre Rusia y Occi­dente. El primer min­istro británi­co, David Cameron, cal­i­ficó de «alar­mantes» las con­clu­siones del juez y dijo estar «sope­san­do qué medi­das adi­cionales tomar», pero la min­is­tra del Inte­ri­or, There­sa May, ya ha deja­do claro que, por más que el asesina­to de Litvi­nenko sea una vio­lación «evi­dente e ina­cept­able» de las leyes inter­na­cionales, su gob­ier­no está más pre­ocu­pa­do por sal­va­guardar «intere­ses de seguri­dad nacional» en los que la coop­eración con Rusia es clave, incluyen­do el tra­ba­jo con Moscú para avan­zar en las nego­cia­ciones de paz en Siria. May recordó asimis­mo que tam­poco es mucho lo que pueden hac­er con­tra Putin, al tratarse de un jefe de Estado.

Sean cuales sean las con­se­cuen­cias prác­ti­cas del informe del juez Owen (prob­a­ble­mente, pocas), la pub­li­cación de las con­clu­siones de la inves­ti­gación ha vuel­to a diri­gir la aten­ción hacia el des­ti­no, a menudo trági­co, que han tenido numerosos disidentes y ene­mi­gos políti­cos del pres­i­dente ruso, y hacia la pre­sun­ta impli­cación del man­datario (efec­ti­va­mente, exa­gente de la KGB, agen­cia para la que tra­ba­jó como espía en Ale­ma­nia Ori­en­tal entre 1985 y 1990) en la elim­i­nación de sus oponentes.

Entre los años 2000, cuan­do Putin accedió al poder, y 2007, al menos una vein­te­na de peri­odis­tas rusos fueron asesina­dos en extrañas cir­cun­stan­cias, y sin que se lle­varan a cabo inves­ti­ga­ciones con­cluyentes en la may­oría de los casos, según denun­ció Reporteros Sin Fron­teras. El caso más cono­ci­do, y el que provocó la may­or repul­sa fuera de las fron­teras rusas, fue sin duda el de Anna Politkóvskaya, una de las voces más críti­cas con el Krem­lin, y recono­ci­da inter­na­cional­mente por su labor peri­odís­ti­ca de denun­cia de los abu­sos a los dere­chos humanos en la guer­ra de Cheche­nia. Politkóvskaya fue asesina­da en Moscú el 7 de octubre de 2006, tan solo cua­tro sem­anas antes del enve­ne­namien­to de Litvinenko.

Los casos de Litvi­nenko y Politkóvskaya son los más polémi­cos, tan­to por su drama­tismo como por sus impli­ca­ciones inter­na­cionales, pero la lista de opo­nentes ‘aparta­dos de la cir­cu­lación’ en los últi­mos años incluye tam­bién a fig­uras tan nota­bles como el mag­nate del petróleo Mijaíl Jodor­kovs­ki (encar­ce­la­do durante diez años), el empre­sario tele­vi­si­vo Vladimir Gusisns­ki (exil­i­a­do entre Israel y España), el men­ciona­do mag­nate de los medios de comu­ni­cación Boris Bere­zovs­ki (exil­i­a­do en Lon­dres has­ta su muerte por ahor­camien­to en 2013), el audi­tor financiero Ser­guéi Mag­nit­sky (muer­to en prisión en 2009), el bloguero y activista opos­i­tor Alex­ei Naval­ny (encar­ce­la­do varias veces), o el políti­co tam­bién opos­i­tor Boris Nemtsov (asesina­do a tiros en Moscú en febrero de 2015).

Vladimir Gusinski

El enfrentamien­to entre Putin y Vladimir Gusin­s­ki, el mag­nate de medios de comu­ni­cación creador del hold­ing Medi­a­Post y del primer canal inde­pen­di­ente de la tele­visión rusa (NTV), se remon­ta al año 1999. Tras los ataques ter­ror­is­tas de sep­tiem­bre de ese año, que causaron cien­tos de muer­tos en Moscú y otras ciu­dades rusas, y que el Krem­lin atribuyó a sep­a­ratis­tas chechenos, los medios de Gusin­s­ki airearon e inves­ti­garon las teorías según las cuales miem­bros de la FSB (los ser­vi­cios de inteligen­cia rusos) podrían haber esta­do impli­ca­dos, en un inten­to de pre­cip­i­tar la guer­ra en Cheche­nia y favore­cer la can­di­datu­ra pres­i­den­cial de Putin, percibido entonces como el ‘hom­bre fuerte’ nece­sario para resolver la crisis.

Durante la cam­paña elec­toral que final­mente acabó con Putin en la pres­i­den­cia, Gusin­s­ki apoyó abier­ta­mente al can­dida­to opos­i­tor, el entonces alcalde de Moscú, Yuri Luzhkov. Cuan­do accedió al poder, en el año 2000, Putin lanzó una inves­ti­gación con­tra Gusin­s­ki y su grupo de comu­ni­cación por supues­ta malver­sación de fon­dos. En junio de ese año, Gusin­s­ki fue detenido y encar­ce­la­do en la tris­te­mente famosa prisión moscovi­ta de Butyr­ka. Tras tres días de escán­da­los, pre­sión inter­na­cional y todo tipo de espec­u­la­ciones (se llegó a pub­licar que el Krem­lin había ofre­ci­do a Gusin­s­ki la lib­er­tad a cam­bio de que el empre­sario vendiera su hold­ing por 300 mil­lones de dólares), Gusin­s­ki fue lib­er­a­do y, poco después, vendió su com­pañía. La inves­ti­gación crim­i­nal se cer­ró, y el mag­nate aban­donó Rusia, a donde no ha regre­sa­do des­de entonces.

En diciem­bre de 2000, Gusin­s­ki fue detenido en España a peti­ción de Rusia, y por orden del juez Bal­tasar Garzón, pero fue puesto en lib­er­tad unos días después. Actual­mente, el mag­nate, que tiene las ciu­dadanías españo­la e israelí, reside entre estos dos países.

Mijaíl Jodorkovski

La deten­ción en octubre de 2003 de Mijaíl Jodor­kovs­ki, el hom­bre más rico de Rusia y entonces pres­i­dente de Yukos, la may­or petrol­era pri­va­da del país, se pro­du­jo en un momen­to en que el Krem­lin intenta­ba con­trar­restar el poder de los grandes oli­gar­cas mul­ti­mil­lonar­ios y ganar con­trol sobre la indus­tria petrol­era nacional. Jodor­kovs­ki, famoso por apo­yar con su dinero a var­ios gru­pos opos­i­tores (des­de comu­nistas a lib­erales), y a quien muchos veían como un posi­ble rival políti­co de Putin en las elec­ciones de diciem­bre de ese mis­mo año, fue detenido a pun­ta de pis­to­la y acu­sa­do pos­te­ri­or­mente de fraude y evasión fiscal.

El arresto de Jodor­kovs­ki lev­an­tó un ter­re­mo­to políti­co en Rusia, del que no se libró el pro­pio jefe de la admin­is­tración pres­i­den­cial, Alexan­dr Voloshin, quien acabó sien­do des­ti­tu­i­do. El 3 de noviem­bre de 2003, el mag­nate anun­ció des­de la cár­cel su dimisión al frente de la petrol­era, y en enero de 2005 cedió el con­trol de Yukos y trans­fir­ió el 60% de sus títu­los en el grupo Menatep, accionista may­ori­tario de la com­pañía, al empre­sario ruso Leonid Nev­zlin, res­i­dente en Israel y recla­ma­do por Rusia.

El 31 de mayo de 2005 Jodor­kovs­ki fue con­de­na­do a nueve años de prisión por nueve deli­tos y, en octubre sigu­iente, fue traslada­do a la prisión de Kras­noka­men­sk, fron­ter­i­za con Chi­na, donde real­izó dos huel­gas de ham­bre en protes­ta por la situación de sendos ex altos car­gos de Yukos. En febrero de 2007 se abrió otro pro­ce­so con­tra él por pre­sun­to robo de crudo entre 1998 y 2003 por val­or de 35.000 mil­lones de dólares, y en diciem­bre de 2010 fue con­de­na­do a trece años y medio de prisión, pena que pos­te­ri­or­mente fue reba­ja­da a once.

En diciem­bre de 2013, Jodor­kovs­ki fue indul­ta­do y se exil­ió en Suiza, des­de donde anun­ció, un año después, su regre­so a la vida públi­ca con un ambi­cioso proyec­to para «devolver a Rusia a la sen­da euro­pea, de la que se ha ale­ja­do des­de la cri­sis ucra­ni­ana». El pasa­do 11 de diciem­bre un tri­bunal ruso le acusó de haber orga­ni­za­do dos asesinatos entre 1998 y 1999, entre ellos, el del entonces alcalde de la ciu­dad de Nefteyu­gan­sk, Vladímir Petu­jov. Días después el juez decretó una orden de cap­tura inter­na­cional.

Boris Berezovski

Boris Bere­zovs­ki, empre­sario de comu­ni­cación, académi­co de Cien­cias, exdiputa­do ruso y exsec­re­tario ejec­u­ti­vo de la extin­ta Comu­nidad de Esta­dos Inde­pen­di­entes (CEI), for­mó su impe­rio tras la desin­te­gración de la URSS, y fue clave en la reelec­ción de Boris Yeltsin en 1996, cuan­do éste, además de enfer­mo, no goz­a­ba de las mejores cotas de pop­u­lar­i­dad. Lla­ma­do por la oposi­ción el «Rasputin del Krem­lin», y con una for­tu­na esti­ma­da en 3.000 mil­lones de dólares, Bere­zovs­ki con­tribuyó asimis­mo a la lle­ga­da al poder de Putin, pero pron­to cayó en des­gra­cia al con­ver­tirse en acér­ri­mo opo­nente del Kremlin.

En noviem­bre de 2000, Bere­zovs­ki acusó a Putin de haber uti­liza­do para su cam­paña elec­toral dinero proce­dente de empre­sas aho­ra inves­ti­gadas por fraude, Aeroflot (líneas aéreas rusas) entre ellas. Encau­sa­do por desviar des­de 1997 casi 970 mil­lones de dólares de ingre­sos de la propia Aeroflot a las com­pañías Forus Ser­vice y Anda­va, con sede en Suiza, y de finan­ciar la guer­ril­la sep­a­ratista chechena, Bere­zovs­ki aban­donó Rusia y se refugió en Gran Bre­taña, país donde fue detenido en 2003, pero que final­mente le con­cedió asi­lo políti­co, des­oyen­do las peti­ciones de extradi­ción del Krem­lin. Una vez en el Reino Unido, Bere­zovs­ki cam­bió ofi­cial­mente su nom­bre por el de Pla­ton Elenin.

En 2007, Bere­zovs­ki fue con­de­na­do a prisión en ausen­cia por un tri­bunal ruso, sen­ten­cia a la que se sumaría la de otro tri­bunal region­al dic­ta­da en 2009.

Bere­zovs­ki, que atrav­es­a­ba prob­le­mas financieros y una posi­ble depre­sión, fue encon­tra­do ahor­ca­do en el baño de su casa de Sur­rey (Reino Unido) en mar­zo de 2003. Tenía 67 años. Pese a que la inves­ti­gación apun­tó des­de el prin­ci­pio a un sui­cidio, los alle­ga­dos del mag­nate rec­haz­aron esta teoría. La Policía no hal­ló prue­bas categóri­c­as de que Bere­zovs­ki hubiera sido asesina­do, pero el forense reg­istró en su informe sobre la muerte del empre­sario tes­ti­mo­nios con­tra­dic­to­rios de exper­tos, según los cuales no era posi­ble afir­mar categóri­ca­mente que Bere­zovs­ki se hubiese suicidado.

En el Reino Unido, Bere­zovs­ki pertenecía al lla­ma­do «cír­cu­lo londi­nense» de los exil­i­a­dos rusos, un grupo de antigu­os miem­bros de los ser­vi­cios secre­tos y empre­sar­ios opuestos al Gob­ier­no de Putin, en el que se encon­tra­ban asimis­mo el exa­gente Alexan­der Litvi­nenko y el cien­tí­fi­co y activista políti­co Alexan­der Gold­farb.

Anna Politkóvskaya

Tenaz activista en favor de los dere­chos humanos, y con­sid­er­a­da la peri­odista más críti­ca con la políti­ca de Vladimir Putin, espe­cial­mente en temas rela­ciona­dos con las guer­ras en Cheche­nia y el Cáu­ca­so norte, Anna Politkóvskaya murió asesina­da a bal­a­zos jun­to al ascen­sor del edi­fi­cio de aparta­men­tos en el que vivía en Moscú, el 7 de octubre de 2006.

En sus numerosos via­jes a Cheche­nia como cor­re­spon­sal, Politkóvskaya, que tra­ba­ja­ba para la pub­li­cación Nóvaya Gaze­ta, una de las voces más duras con­tra el Krem­lin, había denun­ci­a­do insis­ten­te­mente el hor­ror del con­flic­to y sus numerosas víc­ti­mas civiles, acu­san­do tan­to a las fuerzas mil­itares rusas, como a los rebeldes chechenos y al Gob­ier­no de Grozni respal­da­do por Moscú. Su fama aumen­tó tras pub­licar el libro La guer­ra sucia, una recopi­lación de sus artícu­los sobre la segun­da guer­ra de Cheche­nia, ini­ci­a­da en 1999.

Politkóvskaya, cuyo pas­aporte esta­dounidense le per­mitía via­jar fre­cuente­mente al extran­jero, habia sido ame­naza­da de muerte en numerosas oca­siones, e inclu­so sobre­vivió a un inten­to de enve­ne­namien­to en 2004, cuan­do via­ja­ba a la ciu­dad ose­tia de Beslán para tratar de medi­ar en la cri­sis desa­ta­da por el asalto a la escuela de esta local­i­dad por parte de un grupo ter­ror­ista separatista.

Su asesina­to desató numerosas con­de­nas inter­na­cionales, tan­to de gob­ier­nos como de orga­ni­za­ciones rusas y extran­jeras. En junio de 2014 los tri­bunales rusos sen­ten­cia­ron a cin­co hom­bres a cade­na per­pet­ua por el crimen, cua­tro de ellos, chechenos de una mis­ma famil­ia, pero aún no ha sido aclara­do quién ordenó el asesina­to. El juez del caso, Pavel Melyokhin, con­cluyó que el acu­sa­do de matar a Politkóvskaya había recibido 150.000 dólares de «una per­sona descono­ci­da» para per­pe­trar el crimen.

Según datos del Comité para la Pro­tec­ción de Peri­odis­tas pub­li­ca­dos tras la muerte de Politkóvskaya, 56 peri­odis­tas habían sido asesina­dos en Rusia des­de 1992. Seis de ellos tra­ba­ja­ban para Nóvaya Gaze­ta. Entre las víc­ti­mas se encuen­tra tam­bién Valeri Batúyev, otro peri­odista que informa­ba fre­cuente­mente des­de Cheche­nia, y que murió estran­gu­la­do y acuchilla­do en Moscú en mar­zo de 2002.

Alexander Litvinenko

Con­sid­er­a­do la primera víc­ti­ma cono­ci­da de un «aten­ta­do radi­ac­ti­vo» per­pe­tra­do con­tra una per­sona, el exe­spía ruso Alexan­der Litvi­nenko murió el 23 de noviem­bre de 2006 a los 44 años de edad, tras haber bebido té con polo­nio 210 durante una reunión con antigu­os con­tac­tos de los ser­vi­cios secre­tos rusos —los tam­bién exa­gentes Andréi Lugov­ói y Dmitri Kov­tun— en un hotel de Lon­dres, donde esta­ba exil­i­a­do des­de el año 2000.

La Fis­calía británi­ca con­sid­eró a Lugov­ói, actual­mente diputa­do en la Duma rusa, como el prin­ci­pal sospe­choso del asesina­to, y la famil­ia de Litvi­nenko implicó direc­ta­mente al Gob­ier­no del pres­i­dente ruso, Vladimir Putin. Sin embar­go, las autori­dades rusas se han nega­do repeti­da­mente a extra­di­tar a Lugov­ói para que sea proce­sa­do en el Reino Unido.

El 22 julio de 2014 Lon­dres autor­izó una inves­ti­gación públi­ca, que comen­zó el 31 de ese mes, a peti­ción de la viu­da del exe­spía, Mari­na Litvi­nenko. Has­ta ese día, el Gob­ier­no británi­co se había nega­do a ini­ciar una inves­ti­gación públi­ca por con­sid­er­ar que no era nece­saria, pues ya había otras dos abier­tas, la poli­cial y la forense.

Final­mente, el 27 de enero de 2015 se abrió la inves­ti­gación judi­cial públi­ca y la primera audi­en­cia rev­eló que Litvi­nenko pudo ser enve­ne­na­do dos veces antes de morir, al tiem­po que el juez encar­ga­do del caso, Robert Owen, hacía ref­er­en­cia a una posi­ble par­tic­i­pación del Esta­do ruso. En julio de 2015 la inves­ti­gación públi­ca con­cluyó en Lon­dres con los ale­gatos finales, que señalaron a Putin como respon­s­able del asesina­to, y el pasa­do jueves, Owen pre­sen­tó sus con­clu­siones, en las que indi­ca­ba que el pres­i­dente ruso fue, «prob­a­ble­mente», quien aprobó el asesina­to, algo que Moscú nie­ga tajantemente

La car­rera de Litvi­nenko se vino aba­jo en noviem­bre de 1998, tras denun­ciar una serie de acciones ile­gales de los diri­gentes de la FSB (antigua KGB), encabeza­da entonces por el pro­pio Putin, quien des­de allí ini­ció su ascen­so a la cima del poder en Rusia. Asimis­mo, Litvi­nenko afir­mó que, en pres­en­cia de var­ios cole­gas, había recibido la orden de su supe­ri­or de asesinar al entonces sec­re­tario del Con­se­jo de Seguri­dad de Rusia y próspero empre­sario Boris Bere­zovs­ki, ene­mi­go declar­a­do de Putin.

Con­sid­er­a­do ya un traidor por las autori­dades de su país, Litvi­nenko, quien tam­bién había acu­sa­do direc­ta­mente a Putin de ordenar el asesina­to de Anna Politkóvskaya, dis­fruta­ba de la nacional­i­dad británi­ca y había lle­ga­do a tra­ba­jar para los ser­vi­cios secre­tos del Reino Unido, el MI6.

En las con­clu­siones de su informe, el juez Owen se mues­tra «seguro» de que el asesina­to fue per­pe­tra­do por Lugov­ói y Kov­tun, ambos solic­i­ta­dos por las autori­dades británi­cas pero que Rusia se nie­ga a extra­di­tar, y añade que el uso de polo­nio 210 es un «fuerte indi­cio de par­tic­i­pación estatal».

Serguéi Magnitsky

La deten­ción y pos­te­ri­or muerte en cus­to­dia del audi­tor Ser­guéi Mag­nit­s­ki (fal­l­e­ci­do en noviem­bre de 2009) atra­jo la aten­ción de la pren­sa inter­na­cional y dio lugar a inves­ti­ga­ciones tan­to ofi­ciales como extrao­fi­ciales, por pre­sun­tas vio­la­ciones de dere­chos humanos.

Mag­nit­s­ki tra­ba­ja­ba para el grupo de inver­sión ruso Her­mitage, uno de los más grandes del país. En 2005, una cam­paña lan­za­da por Her­mitage con­tra la cor­rup­ción de las grandes empre­sas nacionales acabó con la expul­sión del país del pres­i­dente y cofun­dador del grupo, Bill Brow­der. Mag­nit­s­ki denun­ció entonces un robo a gran escala (en for­ma de fraude fis­cal con­tra Her­mitage) por parte del Esta­do ruso, que habría sido san­ciona­do y lle­va­do a cabo por fun­cionar­ios de la Admin­is­tración pre­si­di­da por Putin, así como una cam­paña de acoso con­tra su grupo de inversión.

En noviem­bre de 2008, acu­sa­do tam­bién, a su vez, de fraude fis­cal, Mag­nit­s­ki fue arresta­do y encar­ce­la­do en condi­ciones abu­si­vas (sufrió coleli­ti­a­sis, pan­cre­ati­tis y un blo­queo de la vesícu­la bil­iar, y recibió aten­ción médi­ca defi­ciente) en la prisión de Butyr­ka, en Moscú, donde murió tras 358 días reclu­i­do. Su fal­l­ec­imien­to se pro­du­jo tan solo una sem­ana antes de que expi­rase el pla­zo de un año durante el cual podía per­manecer detenido legal­mente sin juicio. Un con­se­jo de dere­chos humanos crea­do por el Krem­lin bajo el man­do del entonces pres­i­dente Dmitri Medvedev (Putin ejer­cía de primer min­istro) deter­minó que había recibido una pal­iza jus­to antes de morir.

Su caso llevó a la adop­ción de la lla­ma­da Ley Mag­nit­sky por parte del gob­ier­no esta­dounidense, a finales del año 2012. Esta nor­ma impi­de entrar en Esta­dos Unidos o uti­lizar el sis­tema ban­car­io de este país a los fun­cionar­ios rusos sospe­chosos de haber esta­do involu­cra­dos en la muerte de Mag­nit­s­ki. Moscú respondió pro­hi­bi­en­do la adop­ción de niños rusos por parte de ciu­dadanos estadounidenses.

En enero de 2013, el diario Finan­cial Times declaró en un edi­to­r­i­al que «el caso Mag­nit­sky es atroz, está bien doc­u­men­ta­do y encap­su­la el lado más oscuro del putinismo».

El pasa­do 11 de julio, un juz­ga­do de Moscú declaró a Mag­nit­sky cul­pa­ble post mortem de evasión de impuestos.

Alexei Navalny

Políti­co, abo­ga­do, pop­u­lar bloguero y activista social anti­cor­rup­ción, Alex­ei Naval­ny es con­sid­er­a­do uno de los prin­ci­pales críti­cos actuales de Putin. Entre 2011 y 2012 fue uno de los líderes que encabezaron las protes­tas ciu­dadanas con­tra el pres­i­dente ruso, y en sep­tiem­bre de 2013 se pre­sen­tó como can­dida­to a alcalde de Moscú, elec­ciones en las que quedó en segun­do lugar, tras el can­dida­to apoy­a­do por Putin, el actu­al alcalde de la cap­i­tal rusa, Ser­guéi Sobyanin.

Naval­ny, de 39 años de edad, ha sido arresta­do por las autori­dades rusas en varias oca­siones, la may­oría rela­cionadas con su activi­dad políti­ca, como cuan­do fue acu­sa­do de repar­tir fol­letos durante una de las man­i­festa­ciones no autor­izadas con­tra la cri­sis. La deten­ción más notable, no obstante, se pro­du­jo en 2012, cuan­do fue acu­sa­do de malver­sación de fon­dos y con­de­na­do pos­te­ri­or­mente, en julio de 2013, a cin­co años de prisión, en una sen­ten­cia que, según denun­cia­ron Esta­dos Unidos y la Unión Euro­pea, estu­vo influ­i­da por intere­ses políti­cos. El vere­dic­to, que quedó sus­pendi­do bajo la pro­hibi­ción de salir del país, orig­inó grandes protes­tas ciu­dadanas con­tra el Kremlin.

En febrero 2014, Naval­ny y su her­mano Oleg fueron acu­sa­dos de un fraude rela­ciona­do con su gestión en la fil­ial rusa de la com­pañía de cos­méti­cos fram­ce­sa Yves Rocher. Naval­ny fue puesto bajo arresto domi­cil­iario y, en diciem­bre de ese año, fue con­de­na­do (en una sen­ten­cia que per­manece sus­pendi­da) a tres años y medio de cár­cel. Oleg, con­de­na­do a la mis­ma pena, sigue en prisión.

La por­tavoz del Ser­vi­cio de Acción Exte­ri­or de la Comisión Euro­pea Maja Koci­jan­cic declaró en un comu­ni­ca­do que los car­gos con­tra ambos her­manos no esta­ban jus­ti­fi­ca­dos, y que las sen­ten­cias parecían ten­er «una moti­vación política».

Boris Nemtsov

«Han asesina­do a Boris. A un cen­te­nar de met­ros del Krem­lin. En el corazón de una ciu­dad inun­da­da por miles de policías y de per­son­al de los ser­vi­cios espe­ciales… Hoy, todos esta­mos de luto». Así reac­ciona­ba Mijaíl Jodor­kovs­ki, en un comu­ni­ca­do pub­li­ca­do en Inter­net, tras el asesina­to en Moscú el 27 de febrero de 2015, a bal­a­zos y por la espal­da, del líder de la oposi­ción lib­er­al extra­parla­men­taria y exvi­ceprimer min­istro ruso, Boris Nemtsov.

Nemtsov había ocu­pa­do car­gos de respon­s­abil­i­dad durante los dos mandatos del primer pres­i­dente de la Rusia postso­viéti­ca, Boris Yeltsin, pero tras la lle­ga­da al Krem­lin de Vladimir Putin pasó a la oposi­ción. Des­de entonces, el vet­er­a­no políti­co se había desta­ca­do por par­tic­i­par en numerosos actos de protes­ta por la fal­ta de lib­er­tades políti­cas. Era copres­i­dente de la alian­za opos­i­to­ra del Par­tido Repub­li­cano de Rusia y del Par­tido de Lib­er­tad Popular.

En 2007, Nemtsov pub­licó el libro Con­fe­sión de un revoltoso, en el que relata­ba su car­rera políti­ca y crit­i­ca­ba dura­mente a Putin. Ese año volvió a encabezar la lista elec­toral del par­tido lib­er­al Unión de Fuerzas de Dere­chas (UFD), que fue der­ro­ta­do en los comi­cios de diciem­bre. Nemtsov cal­i­ficó las elec­ciones como «las menos libres y menos hon­es­tas, y las más sucias de toda la his­to­ria de la Rusia postsoviética».

En abril de 2008, Nemtsov se con­vir­tió, jun­to al céle­bre aje­drecista Gar­ry Kaspárov, en uno de los fun­dadores y diri­gentes del movimien­to democráti­co opos­i­tor Sol­i­dari­dad, que al año sigu­iente lo pro­movió como su can­dida­to en las elec­ciones del alcalde de Sochi, su ciu­dad natal. Fue der­ro­ta­do en las urnas por el can­dida­to ofi­cial­ista, entre denun­cias de fraude por parte de la oposición.

En 2012, y ya como copres­i­dente de la alian­za opos­i­to­ra del Par­tido Repub­li­cano de Rusia y el Par­tido de Lib­er­tad Pop­u­lar, pre­sen­tó a los medios el informe La vida en las galeras de Vladímir Putin, donde denun­cia­ba la trayec­to­ria políti­ca de «un pres­i­dente que dispone de veinte vivien­das, diez aviones y helicópteros, cua­tro yates y cien­tos de vehícu­los, muchos de ellos de lujo».

Tras su muerte, Putin con­denó el crimen y se apresuró en señalar que todo apunt­a­ba a «un asesina­to por encar­go», al tiem­po que asumía per­sonal­mente el con­trol sobre la inves­ti­gación. El pasa­do 8 de mar­zo, el checheno Zaur Dadaev, uno de los cin­co detenidos por el asesina­to de Nemtsov, con­fesó su impli­cación en el crimen, según declaró la jueza, Natalia Mush­niko­va. Días después, sin embar­go, Dadaev se des­di­jo de su con­fe­sión y ase­guró que había declar­a­do bajo «ame­nazas y palizas».

Nemtsov, que tenía 55 años de edad, dejó cua­tro hijos.

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