El precio de un ‘statu quo’ insostenible: las claves de la ola de violencia en Palestina

Miguel Máiquez, 15/11/2015

Después de un par de sem­anas de rel­a­ti­va cal­ma, la olea­da de vio­len­cia que sufren des­de hace cer­ca de dos meses Israel y los ter­ri­to­rios palesti­nos ocu­pa­dos ha vuel­to a repun­tar con fuerza en estos últi­mos días, no solo en Jerusalén, el epi­cen­tro de los enfrentamien­tos y de una ten­sión cada vez más inso­portable, sino tam­bién en otras ciu­dades, como Hebrón.

Con la aten­ción del mun­do desplaza­da hacia otras zonas de la región, como Siria o Irak, donde la guer­ra y el ter­ror yihadista empiezan a ten­er con­se­cuen­cias cada vez más serias para Occi­dente (la cri­sis de los refu­gia­dos, bru­tales ataques en ciu­dades euro­peas como los aten­ta­dos de París de esta sem­ana), y con un pro­ce­so de paz com­ple­ta­mente par­al­iza­do, la may­or parte de los enfrentamien­tos actuales están pro­tag­on­i­za­dos por jóvenes que se nie­gan a acep­tar un statu quo basa­do, esen­cial­mente, en que todo siga igual.

Es la lla­ma­da ya «gen­eración de Oslo», en ref­er­en­cia a los palesti­nos naci­dos tras los acuer­dos alcan­za­dos en la cap­i­tal norue­ga en 1993, unos acuer­dos que prop­i­cia­ron la creación de la Autori­dad Nacional Palesti­na, y cuyo obje­ti­vo últi­mo, lograr una solu­ción per­ma­nente al con­flic­to, y el cumplim­ien­to de la res­olu­ción 242 de la ONU, en la que se exige la reti­ra­da israelí de los ter­ri­to­rios ocu­pa­dos, hace ya mucho que quedó en agua de borrajas.

Frustra­dos por la fal­ta de futuro, cri­a­dos en el opre­si­vo entorno de la ocu­pación, y con poco que perder, muchos de estos jóvenes pare­cen haberse sacu­d­i­do el miedo a las tropas israelíes, al tiem­po que se sien­ten cada vez menos rep­re­sen­ta­dos por el a menudo inop­er­ante gob­ier­no palesti­no y sus lla­mamien­tos a la resisten­cia pací­fi­ca. Son, además, muy con­scientes de la firme deter­mi­nación del Gob­ier­no israelí de Ben­jamin Netanyahu de no avan­zar ni un milímetro hacia esa solu­ción de dos Esta­dos en la que, al menos a medio pla­zo, muy pocos con­fían ya.

La «intifada de los cuchillos»

Algunos anal­is­tas han cal­i­fi­ca­do esta nue­va olea­da de vio­len­cia como «la intifa­da de los cuchil­los», ya que, a pesar de que ha habido var­ios casos de tiro­teos y atro­pel­los inten­ciona­dos, la may­or parte de los ataques pro­tag­on­i­za­dos por palesti­nos se pro­ducen con armas blan­cas. De momen­to, es difí­cil saber si se tra­ta de una revuelta con la sufi­ciente exten­sión y proyec­ción en el tiem­po como para poder ser com­para­da con las dos ante­ri­ores intifadas (la primera, la «intifa­da de las piedras», entre 1987 y 1991, y la segun­da, la «intifa­da de Al Aqsa», entre 2000 y 2005), pero lo cier­to es que se tra­ta de la may­or insur­rec­ción con­tra la ocu­pación israelí des­de el últi­mo gran lev­an­tamien­to pop­u­lar, hace ya diez años.

Solo entre el 1 y el 13 de octubre, los días de may­or vio­len­cia has­ta aho­ra, se reg­is­traron al menos 17 casos de apuñalamien­tos de israelíes por jóvenes árabes, y en esta últi­ma sem­ana, los ataques y las repre­salias han sido prác­ti­ca­mente diarios.

El pasa­do domin­go, seis israelíes resul­taron heri­dos y dos palesti­nos muer­tos por dis­paros de las fuerzas de seguri­dad de Israel en al menos tres inci­dentes reg­istra­dos en Cisjor­da­nia. El lunes, una joven palesti­na fue tirotea­da tras inten­tar apuñalar a guardias israelíes en un con­trol, tam­bién en la Cisjor­da­nia ocu­pa­da. El martes, sol­da­dos israelíes mataron a un palesti­no que supues­ta­mente pre­tendía acuchillar­les en Jerusalén, donde dos ado­les­centes palesti­nos resul­taron asimis­mo heri­dos de bala tras acuchillar al vig­i­lante de un tran­vía. El viernes murieron dos colonos judíos por dis­paros cer­ca del asen­tamien­to ile­gal de Otniel, en Hebrón; dos palesti­nos perdieron tam­bién la vida en enfrentamien­tos con sol­da­dos israelíes cer­ca de esta ciu­dad, y un ter­cero fal­l­e­ció a causa de las heri­das recibidas en un ataque anterior

Uno de los episo­dios que más denun­cias ha provo­ca­do, no obstante, se pro­du­jo el jueves, cuan­do sol­da­dos israelíes dis­fraza­dos de civiles irrumpieron en un hos­pi­tal de Hebrón para deten­er a un palesti­no al que respon­s­abi­liz­a­ban de otro acuchillamien­to, y acabaron matan­do a tiros a un joven que se encon­tra­ba con el acu­sa­do. La rocam­bo­lesca entra­da de los agentes fue graba­da en vídeo por las cámaras de seguri­dad del hos­pi­tal, y las imá­genes han sido ampli­a­mente difun­di­das en Internet.

En total, en todo el mes de octubre y lo que lle­va­mos de noviem­bre, esta últi­ma olea­da de vio­len­cia ha cau­sa­do ya cer­ca de un cen­te­nar de muer­tos. La gran may­oría (al menos 78) de los fal­l­e­ci­dos son palesti­nos, y de ellos, una trein­te­na eran pre­sun­tos ata­cantes. Las víc­ti­mas mor­tales israelíes sobrepasan la doce­na (14 muertes reg­istradas has­ta aho­ra). Hay, además, cen­tenares de heri­dos, y el miedo (en algu­nas zonas de Jerusalén, a sim­ple­mente cam­i­nar por la calle) se ha apoder­a­do de una gran parte de la sociedad israelí.

Éstas son, en pre­gun­tas y respues­tas, algu­nas claves para enten­der mejor lo que está pasando.

¿Cómo y cuándo empezó?

La situación comen­zó a dete­ri­o­rarse a medi­a­dos del pasa­do mes de sep­tiem­bre, con los enfrentamien­tos ocur­ri­dos tras la propa­gación de rumores según los cuales Israel pre­tendía mod­i­ficar el antiguo acuer­do que per­mite el acce­so al Monte del Tem­p­lo (para los judíos), o Explana­da de las Mezquitas (para los musul­manes). Esta zona de la parte ocu­pa­da de Jerusalén, un área vig­i­la­da y con­tro­la­da por las fuerzas israelíes, alber­ga la mezqui­ta de Al Aqsa y la denom­i­na­da Cúpu­la de la Roca, y es con­sid­er­a­da el ter­cer lugar más sagra­do del islam. El área tiene asimis­mo una gran impor­tan­cia reli­giosa para los judíos, al ser el emplaza­mien­to de los históri­cos tem­p­los bíblicos.

Israel ocu­pa la zona des­de que se la arrebató a Jor­da­nia durante la guer­ra de 1967, pero el área ha per­maneci­do bajo admin­is­tración musul­mana des­de entonces. Un acuer­do alcan­za­do hace décadas per­mite el acce­so a vis­i­tantes no musul­manes, pero la cada vez may­or pres­en­cia de vis­i­tantes judíos, en muchos casos aleng­ta­dos por activis­tas que bus­can incre­men­tar la pres­en­cia judía en el Monte, ha hecho cre­cer entre los palesti­nos el temor de que Israel esté plane­an­do mod­i­ficar los tér­mi­nos del acuerdo.

El Gob­ier­no israelí ha nega­do estos rumores, y acusa a las autori­dades palesti­nas, tan­to civiles como reli­giosas, de haber­los propa­ga­do para inci­tar a la vio­len­cia. Por su parte, el pres­i­dente de la Autori­dad Nacional Palesti­na, Mah­mud Abás, ha acu­sa­do a los colonos judíos y a las autori­dades israelíes de realizar «actos de agre­sión» que han moti­va­do la reciente ola de violencia.

El 13 de sep­tiem­bre, la Policía israelí entró en la Explana­da de las Mezquitas, tras los dis­tur­bios ocur­ri­dos en la víspera del Año Nue­vo judío como con­se­cuen­cia de los men­ciona­dos rumores. Los enfrentamien­tos, espolea­d­os por la decisión israelí de lim­i­tar el acce­so de los palesti­nos al Monte como medi­da de seguri­dad, con­tin­uaron durante var­ios días, y el día 28 de ese mis­mo mes, después de que el Gob­ier­no israelí autor­izase la uti­lización de fuego real con­tra quienes lan­za­sen piedras, las fuerzas de seguri­dad israelíes volvieron a entrar en la Explana­da. Durante una inter­ven­ción ante la Asam­blea Gen­er­al de la ONU, Abás afir­mó que Palesti­na está vivien­do la situación más críti­ca des­de 1948, y dio por enter­ra­dos los acuer­dos de Oslo.

El 1 de octubre, una pare­ja de colonos judíos fueron asesina­dos ante sus cua­tro hijos cer­ca de Nablús, en la Cisjor­da­nia ocu­pa­da. Dos días después empezaron los apuñalamientos.

¿Quiénes están realizando los ataques?

La may­oría son jóvenes, en muchos casos menores de edad, y con una may­or pres­en­cia de mujeres, incluyen­do uni­ver­si­tarias, que en revueltas anteriores.

Si bien no parece exi­s­tir una orga­ni­zación cen­tral­iza­da, se ha habla­do de una cier­ta coor­di­nación a través de las redes sociales, donde, en cualquier caso, se han mul­ti­pli­ca­do los men­sajes que exhor­tan a realizar más ataques, y han ido ganan­do ter­reno eti­que­tas como «Jerusalén Intifa­da» o «Intifa­da de cuchil­los». Var­ios de estos ataques han sido fil­ma­dos con telé­fonos móviles o por cámaras de seguri­dad, y com­par­tidos en Internet.

¿Cómo se producen y con qué consecuencias?

Aunque la ten­sión y alar­ma social habían descen­di­do lig­era­mente a finales de octubre, la cade­na de apuñalamien­tos e inten­tos de apuñalamien­to de jóvenes palesti­nos con­tra israelíes (en su may­oría colonos o uni­for­ma­dos) se ha reanuda­do en estas dos últi­mas sem­anas como un goteo per­ma­nente. A prin­ci­p­ios de noviem­bre, y según infor­mó Efe, el ser­vi­cio de emer­gen­cias israelí ase­guró haber trata­do en 40 días a un total de 170 víc­ti­mas de ataques, de los que 12 habían muer­to y 159 resul­taron heri­dos, una vein­te­na de ellos, graves. En muchos de los casos los ata­cantes y supuestos ata­cantes fueron abati­dos por las fuerzas de seguri­dad o por vian­dantes armados.

Las autori­dades palesti­nas cues­tio­nan esas cifras y con­sid­er­an que en muchos de los suce­sos no hay prue­bas que demuestren que los palesti­nos iban a atacar, por lo que hablan de «eje­cu­ciones sumarias» de inocentes. Tam­bién denun­cian un «uso abu­si­vo de la fuerza» que ha lle­va­do a matar a muchos ata­cantes pese a que se les podía haber neu­tral­iza­do y detenido sin matar­los, así como abu­sos y mal­tra­to innece­sario a los agre­sores una vez neutralizados.

Entre los casos más con­tro­ver­tidos se encuen­tra el de dos pri­mos del clan Yabari de Hebrón, de 15 y 17 años, que, según denun­ció el gob­er­nador de esta ciu­dad, reci­bieron 57 balas entre ambos y que «no habían ata­ca­do a nadie». Otro caso que ha lev­an­ta­do fuertes críti­cas es la muerte de Thawarat Ashrawi, una anciana de 72 años de Hebrón que fue acribil­la­da por sol­da­dos que ase­gu­ran que trató de atro­pel­lar­los, mien­tras su famil­ia lo nie­ga y afir­ma que iba a pon­er gasoli­na y no se dio cuen­ta de que le daban el alto.

A las dece­nas de palesti­nos abati­dos en ataques (demostra­dos o supuestos) se unen los muer­tos por fuego israelí en protes­tas con­tra puestos de con­trol mil­itares israelíes en Gaza, Cisjor­da­nia y Jerusalén Este, lo que ele­va los palesti­nos muer­tos a cer­ca de 80, y a los que se suman más de 7.000 heri­dos (según la ONU) y 1.200 detenidos, en su may­oría jóvenes.

¿Cómo está reaccionando la sociedad israelí?

Según un recien­tre son­deo de la agen­cia Midgham, real­iza­do entre ciu­dadanos israelíes, y cita­do por Efe, el 75% de los encues­ta­dos cree que «se debe matar a los ter­ror­is­tas sor­pren­di­dos en el lugar de un ataque», frente a un 25% que dis­crepa. Además, un 55% de israelíes judíos opina que no se debe imputar por sus actos a quienes «ata­can a un ter­ror­ista después de que haya sido neutralizado».

Tan­to la policía israelí como el pro­pio alcalde de Jerusalén, Nir Barkat, han lle­ga­do a acon­se­jar a los habi­tantes de la ciu­dad que posean licen­cia de armas que sal­gan con ellas a la calle. El alcalde insiste en que solo la mano dura logrará fre­nar esta olea­da de vio­len­cia: «El número de ter­ror­is­tas que ha surgi­do de los bar­rios árabes de Jerusalén en las últi­mas sem­anas es ina­cept­able. Lo que hay que hac­er para pro­te­ger la vida de la gente es blo­quear y con­tro­lar muchísi­mo más de lo que hici­mos en el pasa­do», aseguró.

Las zonas palesti­na e israelí de Jerusalén, sep­a­radas des­de hace décadas por una fron­tera invis­i­ble, están estos días más divi­di­das que nun­ca. Como escribe para la agen­cia Efe la peri­odista Ana Cár­denes, «con­suma­dos o frustra­dos, proba­dos o dudosos, los ataques que se reg­is­tran cada día han alter­ado las ruti­nas de muchos, y han exten­di­do el miedo en ambos lados, con­vir­tien­do en habit­u­al una vio­len­cia que, según los exper­tos en seguri­dad, no va a acabarse pronto».

El miedo a los ataques con arma blan­ca hace que las calles del corazón de Jerusalén y de la Ciu­dad Vie­ja estén excep­cional­mente silen­ciosas y semi­vacías: «El ulu­lar de las sire­nas y el sobre­vue­lo de los helicópteros se ha con­ver­tido en la músi­ca de fon­do de la ciu­dad. Las agre­siones, casi espon­táneas y per­pe­tradas por palesti­nos sin antecedentes ni espe­cial mil­i­tan­cia políti­ca, son prác­ti­ca­mente imposi­bles de abor­tar, y el nervio­sis­mo de los israelíes es pal­pa­ble», expli­ca por su parte Beat­riz Lecum­ber­ri en El País.

Este miedo está tam­bién muy pre­sente en la comu­nidad palesti­na, donde todos se han con­ver­tido en sospe­chosos, y donde muchos temen ser ata­ca­dos por colonos u hosti­ga­dos y detenidos por la policía.

¿Será una nueva intifada?

El históri­co diri­gente palesti­no de Al Fatah Mar­wan Bargh­outi, uno de los prin­ci­pales líderes de la segun­da intifa­da, y actual­mente encar­ce­la­do a per­pe­tu­idad en una prisión israelí, hizo públi­ca una car­ta en la que salu­da a la «nue­va gen­eración que se ha lev­an­ta­do para defend­er su dere­cho y su deber de resi­s­tir la ocu­pación […], desar­ma­da y enfren­tán­dose a una de las may­ores poten­cias mil­itares mundiales».

La revuelta tiene, cier­ta­mente, algunos ele­men­tos en común con la segun­da intifa­da, cuyo det­o­nante fue la visi­ta del entonces líder de la oposi­ción israelí, Ariel Sharon, a la Explana­da de las Mezquitas. Y para muchos anal­is­tas, el colap­so de las nego­cia­ciones de paz, la fal­ta de esper­an­za por con­seguir un Esta­do pro­pio a medio, o inclu­so a largo pla­zo, y la ira y la frus­tración acu­mu­ladas por varias gen­era­ciones durante una ocu­pación que dura ya cer­ca de medio siglo, han crea­do el cal­do de cul­tu­vo nece­sario para el estal­li­do de un nue­vo lev­an­tamien­to en toda regla.

No obstante, de momen­to exis­ten algu­nas difer­en­cias impor­tantes con las intifadas ante­ri­ores, empezan­do por el hecho de que el pres­i­dente palesti­no, Mah­mud Abás, ha reit­er­a­do su rec­ha­zo a la vio­len­cia y ha man­tenido, aunque siem­pre del modo más dis­cre­to posi­ble, la coor­di­nación entre las fuerzas de seguri­dad palesti­nas y las israelíes, en un inten­to de evi­tar que los enfrentamien­tos se descon­trolen por completo.

Durante la ante­ri­or intifa­da, los ataques esta­ban respal­da­dos por gru­pos orga­ni­za­dos de mil­i­tantes palesti­nos que con­ta­ban, además, con el apoyo tác­i­to de sus líderes. La may­oría de estos gru­pos han sido des­man­te­la­dos durante los últi­mos años, y muchos de sus miem­bros están aho­ra en prisión. Los ataques actuales los lle­van a cabo indi­vid­u­os sin afil­ia­ciones políti­cas declar­adas y que pare­cen actu­ar por su cuen­ta. Las mili­cias de Al Fatah no se han suma­do, y Hamás ha man­tenido la tregua en la Fran­ja de Gaza, el ter­ri­to­rio que con­tro­la, pese a alen­tar la revuelta en Jerusalén y Cisjor­da­nia. Esta actuación de lo que se ha venido en lla­mar «lobos soli­tar­ios» ha hecho que, para Israel, su tradi­cional respues­ta pura­mente mil­i­tar sea esta vez mucho más complicada.

¿Hay alguna solución a la vista?

No parece prob­a­ble, al menos mien­tras el pro­ce­so de paz con­tinúe blo­quea­do. Y los actuales diri­gentes de ambas partes tienen poca vol­un­tad, en el caso de Netanyahu, o pocas posi­bil­i­dades, en el de Abás, de reactivarlo.

El diri­gente palesti­no cuen­ta con cada vez menos apoyo pop­u­lar (una encues­ta reciente indi­ca que el 65% de los palesti­nos desea su renun­cia), y es con­tin­u­a­mente desa­cred­i­ta­do como nego­ci­ador váli­do por el Gob­ier­no israelí, que le reprocha care­cer de la fuerza sufi­ciente para lograr acuer­dos. Abás no ha con­de­na­do los ataques per­pe­tra­dos en las calles israelíes, pero mantiene su oposi­ción a una nue­va intifa­da arma­da y sigue ofre­cien­do a Israel una coop­eración en mate­ria de seguri­dad que des­gas­ta su ima­gen entre los palestinos

Como expli­ca el exper­to en Ori­ente Medio Nathan Thrall, del Inter­na­tion­al Cri­sis Group, en un artícu­lo pub­li­ca­do en la revista Lon­don Review of Books, cuan­do Abás llegó al poder en 2005, el vet­er­a­no líder palesti­no, «más un fun­cionario que un líder caris­máti­co como Arafat», fue vis­to como una figu­ra de tran­si­ción tras los acuer­dos de Oslo, en un momen­to en que los palesti­nos esta­ban exhaus­tos tras las luchas de la segun­da intifa­da, y con una gran necesi­dad de reconocimien­to inter­na­cional. El con­tex­to, con Hamás y Bargh­outi ausentes en las elec­ciones, los líderes fun­dadores de Al Fatah asesina­dos o en prisión, y el firme apoyo del Gob­ier­no esta­dounidense de George W. Bush, tam­bién le favoreció.

Pero estas condi­ciones, como era pre­vis­i­ble, no duraron mucho: «Los palesti­nos —señala Thrall— se recu­per­aron de la fati­ga de luchar con­tra Israel, Hamás volvió a la políti­ca, el man­ten­imien­to de la ocu­pación alen­tó la resisten­cia, los líderes que cues­tionaron esa resisten­cia fueron desa­cred­i­ta­dos, y una nue­va gen­eración de palesti­nos cre­ció sin los recuer­dos del coste que supusieron las intifadas, e inca­paz de enten­der por qué sus padres acep­taron no solo aban­donar la lucha con­tra el ejérci­to israelí, sino inclu­so coop­er­ar con él, a través de acuer­dos nego­ci­a­dos por el pro­pio Abás». Como apunt­a­ba recien­te­mente el diri­gente palesti­no Nabil Shaat, «han pasa­do 22 años des­de la fir­ma de los Acuer­dos de Oslo y en la Cisjor­da­nia ocu­pa­da hay ya 400.000 colonos».

Por su parte, el primer min­istro israelí, Ben­jamin Netanyahu (en el car­go des­de 2009, y reciente ganador de las elec­ciones cel­e­bradas el pasa­do 18 de mar­zo), se mantiene en la idea de que el mejor pro­ce­so de paz es el actu­al pro­ce­so inex­is­tente. Como dijo el pasa­do 27 de octubre, «Israel vivirá siem­pre con la espa­da en la mano», para explicar después su inten­ción de man­ten­er el con­trol total sobre toda la Palesti­na históri­ca, incluyen­do los ter­ri­to­rios ocupados.

El diri­gente israelí, enfrenta­do al pres­i­dente Oba­ma tras el acuer­do nuclear alcan­za­do con Irán, y crit­i­ca­do por numerosos líderes europeos, está someti­do, además, a una gran pre­sión por parte del ala más dura de su coali­ción de gob­ier­no, que le exige una respues­ta aún más con­tun­dente (ya se ha incre­men­ta­do el número de efec­tivos mil­itares en Jerusalén y Cisjor­da­nia, y se han rela­ja­do las nor­mas sobre cuán­do puede abrirse fuego sobre los man­i­fes­tantes) ante la actu­al olea­da de vio­len­cia palestina.

Una de las prin­ci­pales car­ac­terís­ti­cas de esta nue­va revuelta es, prob­a­ble­mente, la ausen­cia de actores políti­cos con la sufi­ciente cred­i­bil­i­dad como para poder fre­narla o encon­trar soluciones.

En este sen­ti­do, el pro­fe­sor del Cen­tro de Rela­ciones Inter­na­cionales de la Uni­ver­si­dad de Groninga (Holan­da) Sami Fal­tas señala al diario El Uni­ver­sal que «en la primera intifa­da había todavía lazos entre Israel y Palesti­na por activi­dades económi­cas trans­fron­ter­i­zas, así como actores políti­cos que creían en la via­bil­i­dad de los acuer­dos de Oslo, pero hoy la gente tiene menos que perder que antes. La inter­de­pen­den­cia económi­ca, que es fór­mu­la para la paz, no existe más, debido al cierre de las fron­teras y a la con­struc­ción, por parte de Israel, de un muro de hormigón de has­ta ocho met­ros de altura».

Con Esta­dos Unidos ale­ja­do de una impli­cación direc­ta en el pro­ce­so de paz, no exis­ten tam­poco otros actores exter­nos de peso con la capaci­dad de deten­er una posi­ble irrup­ción de vio­len­cia a gran escala. Egip­to, socio recono­ci­do por ambas partes, no está en condi­ciones de asumir respon­s­abil­i­dades como con­se­cuen­cia de su situación inter­na, y la Unión Euro­pea, indi­ca Fal­tas, ha per­di­do influ­en­cia «por pen­sar de man­era equiv­o­ca­da que resolvería el con­flic­to solo inyectan­do dinero».

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