La losa de la deuda externa

Miguel Máiquez, 12/7/2015

La prác­ti­ca total­i­dad de los Esta­dos del mun­do están endeu­da­dos, y el que más, Esta­dos Unidos. No para todos ellos, sin embar­go, con­sti­tuye la deu­da exter­na un prob­le­ma. Para la may­oría de los país­es desar­rol­la­dos es un sim­ple mecan­is­mo económi­co más. Lo malo no es ten­er deu­da, sino, evi­den­te­mente, no poder pagar­la, o, para ser más exac­tos, no poder hac­er frente a los intere­ses gen­er­a­dos por esa deu­da, que cada vez son más altos porque cada vez se tar­da más tiem­po en pagar.

La prue­ba actu­al más clara de que algo no fun­ciona en el sis­tema de crédi­tos inter­na­cionales es, sin duda, la deses­per­a­da situación de Gre­cia, cuya ya impagable deu­da públi­ca supera los 350.000 mil­lones de euros, el 174% de su Pro­duc­to Inte­ri­or Bru­to (PIB), una situación cuya respon­s­abil­i­dad com­parten tan­to los acree­dores como los ante­ri­ores gob­ier­nos grie­gos, y que está ponien­do en jaque no solo la super­viven­cia financiera del país, sino la con­tinuidad mis­ma del proyec­to común europeo.

La deu­da exter­na ha lastra­do el desar­rol­lo de muchos país­es des­de los años seten­ta, en un cír­cu­lo vicioso que plantea con­stan­te­mente el dile­ma entre la sober­anía nacional y un mer­ca­do glob­al­iza­do; un cír­cu­lo del que no es fácil salir a menos que la vol­un­tad políti­ca, es decir, per­donar todo o parte de lo que se debe, rene­go­cia­r­lo, o bus­car otras alter­na­ti­vas, se impon­ga a la pura dinámi­ca financiera.

El prin­ci­pio aparente­mente lógi­co de que si pides algo presta­do tienes que devolver­lo se enfrenta a otros planteamien­tos no menos lógi­cos: ¿en qué condi­ciones se real­izó el prés­ta­mo?, ¿qué legit­i­mación democráti­ca tenía quien lo pidió?, ¿qué otras opciones reales tenían los deu­dores?, ¿esta­ban claros todos los req­ui­si­tos?, ¿para qué se ha uti­liza­do el dinero?, ¿se ha usa­do la deu­da como arma políti­ca?, ¿merece la pena, tam­bién para los acree­dores, el pre­cio que supone una sus­pen­sión de pagos?, ¿se tra­ta de una «deu­da odiosa»?

Algu­nas claves, en pre­gun­tas y respuestas:

¿Qué es la deuda externa?

La deu­da exter­na es la suma de todas las deu­das que tiene un país con enti­dades extran­jeras, es decir, el dinero que tiene que pagar a insti­tu­ciones, ban­cos o empre­sas de fuera de sus fron­teras. Se com­pone de deu­da públi­ca (la que fue con­traí­da por el Esta­do, lla­ma­da tam­bién deu­da sober­ana), y deu­da pri­va­da (la con­traí­da por par­tic­u­lares y empre­sas). Se tra­ta, jun­to con los impuestos, de una de las prin­ci­pales fuentes de finan­ciación de los Esta­dos. Los prestamis­tas inter­na­cionales más impor­tantes son el Ban­co Mundi­al y el Fon­do Mon­e­tario Insti­tu­cional (FMI).

¿Cuándo empezó a generalizarse?

Durante la cri­sis del petróleo de prin­ci­p­ios de los años seten­ta, cuan­do la gran subi­da del pre­cio del crudo aportó enormes can­ti­dades de dinero a los país­es pro­duc­tores, que atra­jeron a ban­cos pri­va­dos con tipos de interés muy bajos. Los ban­cos, con un exce­so de liq­uidez, comen­zaron a con­ced­er grandes crédi­tos, en muchos casos a país­es en vías de desar­rol­lo. Una déca­da después, al ini­cio de los años ochen­ta, la situación explotó en los país­es deu­dores, espe­cial­mente en Lati­noaméri­ca, como con­se­cuen­cia de la subi­da de los tipos de interés de los prés­ta­mos (se lle­garon a mul­ti­plicar por cua­tro entre 1970 y 1980), la fuerte apre­ciación del dólar y la caí­da gen­er­al del com­er­cio mundi­al, con una impor­tante depre­ciación de las exporta­ciones proce­dentes del Sur glob­al no rela­cionadas con el petróleo.

¿Qué lleva a un país a endeudarse?

Múlti­ples fac­tores. Cuan­do se tra­ta de un sim­ple modo de finan­ciación que los Esta­dos asumen, cumplien­do sus obliga­ciones de pago sin ten­er que rene­go­ciar el prés­ta­mo o sus pla­zos, y sin com­pro­m­e­ter el crec­imien­to del país deu­dor, hablam­os de deu­da sostenible. Cuan­do la deu­da supera las capaci­dades de pago del deu­dor y per­ju­di­ca su desar­rol­lo, al sus­traer recur­sos económi­cos nece­sar­ios para el crec­imien­to y para la garan­tía de ser­vi­cios esen­ciales para la población, esta­mos ante un endeu­damien­to grave.

¿Por qué se produce un endeudamiento grave?

Entre las causas más comunes se encuen­tran las catástro­fes nat­u­rales y una mala admin­is­tración de los fon­dos públi­cos, con el con­sigu­iente déficit sostenido, que requiere cada vez más recur­sos exter­nos para com­pen­sar­lo. Un gas­to mil­i­tar impor­tante puede ser tam­bién un moti­vo de endeu­damien­to, así como la neg­li­gen­cia (inten­cional o no) con respec­to a los efec­tos que las grandes deu­das pueden supon­er. Tam­bién son fac­tores fun­da­men­tales el posi­ble cam­bio en los req­ui­si­tos que se establecieron antes de con­ced­er el prés­ta­mo o la acu­mu­lación de intere­ses a lo largo del tiem­po y las penal­iza­ciones que se van suman­do como con­se­cuen­cia de los suce­sivos impagos.

Por otra parte, y como expli­ca Car­los Marichal en El País, cuan­do un gob­ier­no colo­ca deu­da en los mer­ca­dos inter­na­cionales, ofrece garan­tías de pago que com­pro­m­e­ten a sus con­tribuyentes al pago a medi­ano o largo pla­zo. Sin embar­go, al vender­se los bonos públi­cos, éstos se con­vierten en títu­los pri­va­dos que pueden con­ver­tirse en deter­mi­nadas cir­cun­stan­cias en obje­to de gigan­tescas espec­u­la­ciones que pueden des­en­ca­denar ban­car­ro­tas de los Esta­dos deudores.

¿Qué es la deuda histórica?

Uno de los argu­men­tos uti­liza­dos a menudo por los par­tidar­ios de la abol­i­ción de la deu­da exter­na es que ésta es una con­tin­uación de políti­cas de explotación de los país­es del Sur glob­al por parte de los del Norte, en un sis­tema neo­colo­nial­ista que hunde sus raíces en un pasa­do colo­nial (incluyen­do des­de el expo­lio de mate­rias pri­mas al trá­fi­co de esclavos), sin el cual el desar­rol­lo europeo no habría sido posible.

En con­tra, quienes rec­haz­an este pun­to de vista sostienen que los prés­ta­mos se con­cedieron y acep­taron libre­mente entre Esta­dos en una época, los años seten­ta, en que el colo­nial­is­mo era ya parte del pasa­do, y que, de darse por váli­do el con­cep­to de deu­da históri­ca, las excolo­nias siem­pre podrían recur­rir a él para incumplir sus acuer­dos con las exmetrópolis.

¿Qué es la deuda indigna?

Se tra­ta de un con­cep­to acuña­do durante el Fórum Uni­ver­sal de las Cul­turas 2004, o Fórum de Barcelona.  Se conoce como «deu­da indigna» aque­l­la que se con­tra­jo, y se per­mi­tió con­traer, pese a que los prestamis­tas (organ­is­mos o Esta­dos) eran con­scientes de que ésta oca­sion­aría graves prob­le­mas a la economía y al desar­rol­lo del país solicitante.

¿Qué es la deuda odiosa?

Una deu­da públi­ca se con­sid­era «deu­da odiosa» cuan­do, de acuer­do con la doc­t­ri­na elab­o­ra­da por el jurista ruso Alek­san­dr Nau­movich Zak, espe­cial­iza­do en dere­cho financiero inter­na­cional, fue con­traí­da por un rég­i­men violan­do los prin­ci­p­ios democráti­cos, y para fines con­trar­ios a los intere­ses de la nación. Sig­nifi­ca que un pueblo no es respon­s­able de la deu­da en que hayan incur­ri­do gob­er­nantes impuestos por la fuerza, y que, por tan­to, esa deu­da no debería ser paga­da. Es el caso de deu­das colo­niales (la que tenía Fil­ip­inas con España, por ejem­p­lo) o deu­das con­traí­das por dic­taduras (la deu­da exter­na argentina).

En vísperas del refer­én­dum cel­e­bra­do en Gre­cia el pasa­do 5 de julio, sobre las nego­cia­ciones de este país con la UE y sus acreede­dores, la Comisión de la Ver­dad con­sti­tu­i­da por el Par­la­men­to griego con­cluyó en un informe que la deu­da hele­na es una «deu­da odiosa» porque los prestamis­tas «conocían o debían haber cono­ci­do» que las condi­ciones de los prés­ta­mos «vio­la­ban prin­ci­p­ios democráti­cos (incluyen­do con­sen­so, par­tic­i­pación, trans­paren­cia y respon­s­abil­i­dad)», y porque la deu­da se ha usa­do «en con­tra del mejor interés de la población del Esta­do deu­dor», con el efec­to de «negar al pueblo dere­chos fun­da­men­tales de orden civ­il, políti­co, económi­co, social y cul­tur­al». El informe, sin fuerza legal, recomend­a­ba rec­haz­ar y no pagar la deu­da, y añadía que ésta es ilegí­ti­ma, ya que su pago afec­ta grave­mente a la sat­is­fac­ción de dere­chos humanos, como la edu­cación o el tra­ba­jo, recono­ci­dos tan­to en la leg­is­lación grie­ga como en la de la UE y el dere­cho internacional.

¿Cuáles son los países que más deben?

Frente a lo que suele pen­sarse, los grandes deu­dores no son los país­es más empo­bre­ci­dos del plan­e­ta, sino país­es de un niv­el medio o alto, ya que los prés­ta­mos se dirigieron fun­da­men­tal­mente a aque­l­las economías con posi­bil­i­dades (a ojos de los acree­dores) de devolver­los. Ello no impli­ca, en cualquier caso, que la deu­da no sea una real­i­dad en los país­es en vías de desar­rol­lo, y que no supon­ga un grave obstácu­lo para su crecimiento.

Con un total de 1,78 bil­lones de euros (1,9 bil­lones de dólares), España es el segun­do país del mun­do con may­or deu­da exter­na, solo sobrepasa­da por la primera economía glob­al, Esta­dos Unidos, según datos del Ban­co de España y del Fon­do Mon­e­tario Inter­na­cional. Lo impor­tante, no obstante, no es tan­to la can­ti­dad bru­ta que se debe, como el por­centa­je del PIB que rep­re­sen­ta la deu­da. En el caso de España, la deu­da supone el 167% del PIB, muy por enci­ma del 69,7% que rep­re­senta­ba en 2006. En el de EE UU, con 5,7 bil­lones de dólares de deu­da exter­na en 2013, el 34%. Tras España, en la lista de deu­dores con el exte­ri­or se sitúan Brasil, Italia, Aus­tria, Fran­cia, India, Méx­i­co, Turquía y Polonia.

¿Y los que menos?

Los país­es con menos deu­da exter­na del mun­do son en su may­oría Esta­dos si acce­so a la finan­ciación inter­na­cional o con esca­so ter­ri­to­rio. Actual­mente, solo cua­tro país­es tienen una deu­da exter­na del 0%: Palaos, Brunei, Liecht­en­stein y Macao. Entre los que menos deben se encuen­tran tam­bién Bostu­a­na (1,57%), Argelia (1,78%), Mal­ta (2,01%) y Guinea Ecu­a­to­r­i­al (2,18%).

¿Cuáles son los mayores acreedores?

Según datos del FMI pub­li­ca­dos a finales del año pasa­do, y cor­re­spon­di­entes a 2013, la lista de los may­ores acree­dores del mun­do la encabezan Japón (3 bil­lones de dólares) y Chi­na (1,6 bil­lones), país que antes de la gran cri­sis financiera, en 2006, ocu­pa­ba la sép­ti­ma plaza. Ale­ma­nia, que en 2006 era el segun­do, acabó 2013 como ter­cer gran acree­dor mundi­al, con 1,6 bil­lones de dólares presta­dos en el extranjero.

¿Qué pasa si un país no paga?

En prin­ci­pio, el incumplim­ien­to en el pago de una deu­da exter­na públi­ca (sov­er­eign default) no acar­rea las san­ciones legales que con­ll­e­va un impa­go pri­va­do. Como expli­ca Jesús Paúl Gutiér­rez en Expan­sión, los acree­dores no pueden deman­dar a un país sober­a­no ante un tri­bunal o apoder­arse de sus activos. No obstante, eso no sig­nifi­ca que el impa­go de la deu­da no con­lleve graves costes para el país deu­dor: las inver­siones que éste ten­ga en ban­cos o empre­sas del país acree­dor pueden ser embar­gadas; el país que incurre en impa­go puede ser exclu­i­do de crédi­tos futur­os en el mer­ca­do inter­na­cional de prés­ta­mo de cap­i­tales, y sus ganan­cias del com­er­cio inter­na­cional se pueden ver afec­tadas si pierde acce­so a la finan­ciación exte­ri­or, o si se impo­nen bar­reras al com­er­cio por parte de los país­es acreedores.

Pese a todo, a par­tir de un deter­mi­na­do vol­u­men de deu­da exte­ri­or sober­ana, al gob­ier­no prestatario puede resul­tar­le ben­efi­cioso repu­di­ar su deu­da. Paúl Gutiér­rez indi­ca, en este sen­ti­do, que el coste de no pagar aumen­ta más despa­cio con la deu­da adi­cional que el ben­efi­cio de no reem­bol­sar, un hecho que los prestamis­tas tienen en cuen­ta, y que deter­mi­na la pru­den­cia en la con­ce­sión de prés­ta­mos a un deu­dor soberano.

¿Ha habido casos de impagos?

Sí, y muchos. Entre 1500 y 1800 Fran­cia impagó su deu­da sober­ana un total de 8 veces, y entre 1500 y 1900, España, con­sid­er­a­do el país históri­ca­mente más incumpli­dor, no cumplió con sus obliga­ciones de deu­da en un total de 14 veces. Más recien­te­mente, Rusia, Indone­sia, Pak­istán y Ucra­nia incur­rieron en default en 1998; Ecuador, en 1999; y Agenti­na y Uruguay, en 2001.

A lo largo de la his­to­ria, y según datos recogi­dos por la BBC, Venezuela y Ecuador han incur­ri­do en impa­gos de deu­da 11 veces; Brasil, 10; Fran­cia, Cos­ta Rica, Méx­i­co, Perú, Chile y Paraguay, 9; Argenti­na, El Sal­vador, Ale­ma­nia (incluyen­do Pru­sia, Hesse, Schleswig-Hol­stein y West­falia), 8; Colom­bia, Uruguay y Por­tu­gal, 7; EE UU, Bolivia, Turquía, Rusia, Gre­cia y el Impe­rio Aus­tro-Hún­garo, 6; y Nige­ria, 5.

¿Cuál ha sido el mayor impago hasta la fecha?

La cesación de pagos de Argenti­na de 2001 es con­sid­er­a­da como el default sober­a­no más grande has­ta la fecha. Ascendió a unos 95.000 mil­lones de dólares. Algunos exper­tos, no obstante, con­sid­er­an que el récord cor­re­sponde a Gre­cia, cuan­do este país, en quiebra por la cri­sis financiera que estal­ló en 2008, llegó a un acuer­do con los tene­dores de bonos para pagar­les 138.000 mil­lones de dólares menos de lo que les debía entonces (410.000 mil­lones en con­cep­to de deu­da pública).

¿En qué consiste la condonación de la deuda?

Con­donar una deu­da es per­donarla, es decir, dejar de recla­mar su cobro, total o par­cial­mente. En el segun­do caso hablam­os de una qui­ta de deu­da. Aunque no es fre­cuente, var­ios país­es han con­don­a­do a otros su deu­da, gen­eral­mente por estar el país recon­struyén­dose tras una guer­ra o una catástrofe nat­ur­al, o después de un estu­dio sobre las posi­bil­i­dades reales de su economía. En 2009, España con­donó de for­ma direc­ta el 60% de la deu­da exter­na de Bolivia, y puso el 40% restante en un fon­do para finan­ciar proyec­tos en el país americano.

En junio de 2005 el Grupo de los Ocho prin­ci­pales país­es indus­tri­ales (G‑8) pro­pu­so que tres insti­tu­ciones mul­ti­lat­erales —el FMI, la Aso­ciación Inter­na­cional de Fomen­to (AIF) del Ban­co Mundi­al, y el Fon­do Africano de Desar­rol­lo (FAfD)— con­donaran al 100% la deu­da de los país­es que habían alcan­za­do (o que en algún momen­to alcan­zarían) el pun­to de cul­mi­nación —la eta­pa en que un país puede recibir un aliv­io total e irrev­o­ca­ble de la deu­da— en el mar­co de la Ini­cia­ti­va Reforza­da para la Reduc­ción de la Deu­da de los País­es Pobres Muy Endeu­da­dos (PPME), un pro­gra­ma con­jun­to del FMI y el Ban­co Mundial.

Un caso que algunos exper­tos invo­can estos días, en relación con la cri­sis de Gre­cia, es el de Ale­ma­nia tras la Segun­da Guer­ra Mundi­al. Según el his­to­ri­ador Albrecht Ritschl, de la Lon­don School of Eco­nom­ics (LSE), la can­celación en 1953 de una parte impor­tante de la deu­da ale­m­ana (cuyos orí­genes se remonta­ban a la Primera Guer­ra Mundi­al) fue equiv­a­lente a has­ta cua­tro veces el total del pro­duc­to económi­co del país en 1950, y estable­ció los fun­da­men­tos para la ráp­i­da recu­peración económi­ca de la posguerra.

¿Cuándo comenzó el movimiento para acabar con la deuda?

A par­tir de los años noven­ta cre­ció a escala inter­na­cional un impor­tante movimien­to a favor de la abol­i­ción de la deu­da exter­na, lig­a­do al ascen­so del movimien­to antiglob­al­ización. Uno de sus momen­tos más impor­tantes lo con­sti­tuyó la cum­bre del G‑8 de Birm­ing­ham, en 1998. Des­de entonces el movimien­to por la abol­i­ción de la deu­da ha esta­do pre­sente en las activi­dades del movimien­to antiglob­al­ización y en el Foro Social Mundi­al.

En 2008, la escrito­ra y activista antiglob­al­ización Esther Vivas señaló que «las protes­tas con­tra la deu­da con­sigu­ieron algunos avances, espe­cial­mente, en el ter­reno de lo sim­bóli­co y en la per­cep­ción que la sociedad tenía de este prob­le­ma. En los país­es acree­dores, se difundieron las causas y las con­se­cuen­cias de su pago y los vín­cu­los con la pobreza, mien­tras que en los país­es deu­dores se puso énfa­sis en la respon­s­abil­i­dad de las insti­tu­ciones inter­na­cionales en la gen­eración y el man­ten­imien­to de esta deu­da. Sin embar­go, en el ter­reno insti­tu­cional, más allá de situ­ar la cuestión de la deu­da en la agen­da políti­ca, los cam­bios con­segui­dos fueron muy pocos».

¿Qué argumentan quienes se oponen a la condonación?

Al mar­gen de las razones pura­mente legales, basadas en las obliga­ciones con­traí­das for­mal­mente por los deu­dores, uno de los prin­ci­pales argu­men­tos de quienes se opo­nen a la con­donación de las deu­das es el ries­go que supone que éstas no se lleven a cabo de for­ma glob­al, lo que daría lugar a dese­qui­lib­rios y desajustes entre los acree­dores. Se argu­men­ta asimis­mo que, ya que los prin­ci­pales deu­dores son país­es de un esta­tus económi­co medio o medio-alto, la can­celación de las deu­das impediría a los país­es más pobres acced­er a prés­ta­mos en el futuro, per­di­en­do así éstos una opor­tu­nidad para alcan­zar su desarrollo.

Frente a este razon­amien­to, y según expli­ca Javier de la Her­rán Gascón en Red­cien­tí­fi­ca, los par­tidar­ios de la can­celación expo­nen varias razones: «en primer lugar, pre­sen­tan como más que cues­tion­able que —dada la trayec­to­ria que ha segui­do el prob­le­ma de la deu­da, espe­cial­mente des­de el año 1982— se vuel­van a con­ced­er prés­ta­mos equipara­bles a los que se con­cedieron en la déca­da de los 70. Estos prés­ta­mos fueron con­ce­di­dos, además, en una coyun­tu­ra muy espe­cial: cri­sis del petróleo, exce­so de liq­uidez en ban­cos europeos fru­to de los famosos petrodólares, etc. En segun­do lugar, este argu­men­to evi­den­te­mente solo es váli­do para no con­donar a aque­l­los país­es que han alcan­za­do un niv­el de desar­rol­lo medio o medio-alto, país­es que por otra parte son los may­ores deudores».

¿Qué dice la ONU sobre la deuda externa?

En el pár­rafo 10 de la Declaración y Pro­gra­ma de Acción de Viena, la Con­fer­en­cia Mundi­al de Dere­chos Humanos reafir­mó «el dere­cho al desar­rol­lo […] como dere­cho uni­ver­sal e inalien­able, y como parte inte­grante de los dere­chos humanos fun­da­men­tales», y, en el pár­rafo 12, exhortó «a la comu­nidad inter­na­cional a que haga cuan­to pue­da por aliviar la car­ga de la deu­da exter­na de los país­es en desar­rol­lo, a fin de com­ple­men­tar los esfuer­zos que despl­ie­gan los gob­ier­nos de esos país­es para realizar ple­na­mente los dere­chos económi­cos, sociales y cul­tur­ales de sus pueblos».

En la Declaración del Mile­nio se sub­raya asimis­mo que la coop­eración inter­na­cional es un ele­men­to esen­cial de la respues­ta mundi­al a la cri­sis de la deu­da. En su pár­rafo 13, los Esta­dos man­i­fes­taron su com­pro­miso para hac­er real­i­dad «un sis­tema com­er­cial y financiero mul­ti­lat­er­al abier­to, equi­tati­vo, basa­do en nor­mas, pre­vis­i­ble y no dis­crim­i­na­to­rio» y, en el pár­rafo 16, man­i­fes­taron su deter­mi­nación de «abor­dar de man­era glob­al y efi­caz los prob­le­mas de la deu­da de los país­es de ingre­sos bajos y medios adop­tan­do diver­sas medi­das en los planos nacional e inter­na­cional para que su deu­da sea sostenible a largo pla­zo». En el pár­rafo 28, los Esta­dos deci­dieron «adop­tar medi­das espe­ciales para abor­dar los retos de erradicar la pobreza y lograr el desar­rol­lo sostenible en África, tales como can­ce­lar la deuda».

Así, el Obje­ti­vo del Mile­nio número 8 atribuye a la comu­nidad inter­na­cional una respon­s­abil­i­dad adi­cional de prestar asis­ten­cia, al tiem­po que con­tiene un com­pro­miso con­cre­to para lle­var a cabo un «pro­gra­ma mejo­ra­do de aliv­io de la deu­da de los país­es pobres muy endeu­da­dos y la can­celación de la deu­da bilat­er­al ofi­cial, así como la con­ce­sión de una asis­ten­cia ofi­cial para el desar­rol­lo más gen­erosa a los país­es que hayan expre­sa­do su deter­mi­nación de reducir la pobreza».

 
 

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