El terror fanático de Boko Haram se enquista en Nigeria

Miguel Máiquez, 21/12/2014

«Reunieron a la gente, mataron a más de 30 per­sonas y se lle­varon a al menos 100 mujeres y niños en dos camiones des­cu­bier­tos». La pesadil­la vivi­da hace una sem­ana en el remo­to pueblo nige­ri­ano de Gum­skiri, resum­i­da en esas pocas pal­abras por un famil­iar de var­ios tes­ti­gos, lle­va la inequívo­ca fir­ma de Boko Haram. Mil­i­tantes del grupo fun­da­men­tal­ista islámi­co que tiene en jaque al Gob­ier­no nige­ri­ano des­de hace seis años irrumpieron el domin­go en esa local­i­dad del noroeste del país, prendieron fuego a casas, tien­das y a un cen­tro médi­co guber­na­men­tal, y, según el recuen­to final de los pro­pios res­i­dentes, asesinaron a san­gre fría a 35 per­sonas y secues­traron a 172 mujeres y niños. «Mi her­mana y sus siete hijos están entre los secuestra­dos. Nosotros cor­ri­mos a escon­der­nos y tuvi­mos suerte, pero a otros no les fue tan bien», relata­ba a Reuters Abu Musa, uno de los residentes.

Boko Haram, una sec­ta cuya denom­i­nación sig­nifi­ca en lenguas locales «La edu­cación no islámi­ca es peca­do», ini­ció su cam­paña vio­len­ta en el año 2009. El ras­tro de ter­ror que ha ido dejan­do des­de entonces es sobrecoge­dor: hom­bres decap­i­ta­dos y muti­la­dos; sus mujeres, oblig­adas a con­ver­tirse en musul­manas y tomadas como esposas; masacres con­tra comu­nidades enteras; pueb­los arrasa­dos; aten­ta­dos con cen­tenares de muer­tos en grandes ciu­dades; bom­bas en igle­sias, bases mil­itares, comis­arías de policía y edi­fi­cios guber­na­men­tales; bom­bas tam­bién en mezquitas…

Solo en 2014, y según infor­ma la agen­cia Efe, el grupo ha mata­do a unas 3.000 per­sonas, cifra a la que ningu­na otra orga­ni­zación ter­ror­ista se acer­ca en África, y con la que solo podría equipararse el grupo Esta­do Islámi­co (EI), que des­de finales de junio ha eje­cu­ta­do en Siria e Irak a unas 1.500 per­sonas, según datos ofre­ci­dos por el Obser­va­to­rio Sirio de Dere­chos Humanos.

Ha sido tam­bién en este año, 2014, cuan­do, a raíz del secue­stro de más de un cen­te­nar de niñas de una escuela en Chi­bok, las activi­dades del grupo han alcan­za­do su may­or reper­cusión inter­na­cional, gra­cias a que diver­sos per­son­ajes famosos prop­i­cia­ron en las redes sociales una mov­i­lización dig­i­tal en favor de la lib­eración de las menores.

La cam­paña alcanzó un éxi­to sin prece­dentes, pero se fue diluyen­do con el paso de los meses, mien­tras la ayu­da mil­i­tar inter­na­cional, encabeza­da por EE UU, tam­poco logra­ba localizar el paradero de las esco­lares. Y, entre tan­to, Boko Haram ha segui­do afi­an­zan­do su con­trol en el norte del país ante la inca­paci­dad del Gob­ier­no y el Ejérci­to nige­ri­anos, a quienes muchos crit­i­can por no estar hacien­do lo suficiente.

Dilema

Jun­to con el fra­ca­so de las autori­dades nige­ri­anas, la otra clave es la poca efi­ca­cia de la insu­fi­ciente inter­ven­ción inter­na­cional. Por un lado, Nige­ria no ocu­pa un puesto desta­ca­do en las pri­or­i­dades reales de los gob­ier­nos occi­den­tales; por otro, estos gob­ier­nos, espe­cial­mente el esta­dounidense, se ven atra­pa­dos en el dile­ma de que para poder fre­nar a Boko Haram haya que prestar ayu­da y armas a unos mil­itares cuyo his­to­r­i­al en mate­ria de dere­chos humanos es de todo menos ejemplar.

Lo cier­to es que, una vez pasa­do el momen­to viral cau­sa­do por el secue­stro de las menores, Nige­ria ha vuel­to a sumirse en un olvi­do del que solo emerge, y de for­ma fugaz, cuan­do se pro­duce un nue­vo secue­stro masi­vo, como el de esta sem­ana, o cuan­do se comete un ataque espe­cial­mente mortífero, como el triple aten­ta­do del pasa­do mes noviem­bre con­tra la Mezqui­ta Cen­tral de Kano, en el que murieron más de cien personas.

La cri­sis, sin embar­go, es diaria para cien­tos de miles de per­sonas des­de hace años. Según cifras de Naciones Unidas, 1,5 mil­lones de nige­ri­anos han hui­do de sus casas en las zonas que con­tro­la Boko Haram. Y los que se han queda­do solo tienen dos opciones: acatar el cre­do de los fanáti­cos o vivir con el miedo con­stante de ser asesinados.

Después de una inter­minable serie de golpes mil­itares, Nige­ria tiene actual­mente un gob­ier­no elegi­do democráti­ca­mente (no exen­to de acusa­ciones de fraude), que se enfrenta al gran desafío de man­ten­er unido al país.

La recu­peración del poder civ­il en 1999 y una may­or aper­tu­ra incre­men­tó las deman­das a menudo sece­sion­istas y vio­len­tas de diver­sos gru­pos étni­cos y reli­giosos. Boko Haram, cuya agen­da pasa por impon­er un cal­ifa­to islámi­co más allá de las fron­teras estable­ci­das, a la man­era del EI en Siria e Irak, es, sin duda, el más sangriento.

Estas son las claves de cómo y por qué ha logra­do enquis­tarse esta sec­ta en el país más pobla­do de África.

‘Sharia’ radical

El nom­bre de Boko Haram (en idioma hausa) ha sido tra­duci­do como «La edu­cación no islámi­ca es peca­do», pero tam­bién, en otras inter­preta­ciones, como «La pre­ten­ciosi­dad es anatema», o «La edu­cación occi­den­tal es peca­do». El grupo ha exten­di­do su con­trol por un amplio ter­ri­to­rio en el norte de Nige­ria, gana­do al Ejérci­to nige­ri­ano y que com­prende los esta­dos de Bor­no, Yobe y Adamawa.

Boko Haram, cuyos miem­bros pertenecen al islam sun­ní, lucha por impon­er la ley islámi­ca (sharia) que emana de una inter­pretación rad­i­cal y fun­da­men­tal­ista del Corán, y se ha declar­a­do «fran­qui­cia» en África del grupo yihadista sirio-iraquí Esta­do Islámico.

Uno de sus obje­tivos es el establec­imien­to de la sharia como nor­ma vigente en los 36 esta­dos del país, y no solo en el norte de may­oría musul­mana, donde la sharia (rec­haz­a­da en el sur, con una may­or pro­por­ción de cris­tianos) ha sido tradi­cional­mente con­sid­er­a­da como un códi­go de jus­ti­cia infor­mal, y es acep­ta­da, en may­or o menor medi­da, por amplios sec­tores de la población.

Boko Haram es con­sid­er­a­do una orga­ni­zación que apoya abier­ta­mente el ter­ror­is­mo con­tra la población civ­il, y usa medios vio­len­tos y coac­tivos en la per­se­cu­ción de sus obje­tivos políti­co-reli­giosos. En mayo de 2014 el Con­se­jo de Seguri­dad de la ONU incluyó al grupo en su lista de orga­ni­za­ciones ter­ror­is­tas, algo que ya había hecho Esta­dos Unidos en noviem­bre del año anterior.

Origen y giro violento

El grupo fue fun­da­do en 2002, en la local­i­dad de Maid­uguri, en el esta­do de Bor­no, por Ustaz Mohammed Yusuf, mil­i­tante y líder de Boko Haram has­ta julio de 2009. En 2004 la sede fue traslada­da a Kanam­ma, en el esta­do de Yobe, donde se con­sti­tuyó una cen­tral oper­a­ti­va denom­i­na­da «Afgan­istán», des­de la que Boko Haram  atacó y aten­tó con­tra las fuerzas poli­ciales nigerianas.

En los primeros años, no obstante, el grupo se lim­itó, fun­da­men­tal­mente, a ejercer una fuerte pre­sión sobre las autori­dades locales para que apli­cas­en la sharia. La sec­ta ini­ció su cam­paña más vio­len­ta en 2009, cuan­do Mohamed Yusuf murió en un inten­to de fuga mien­tras se encon­tra­ba bajo cus­to­dia poli­cial. Yusuf había sido cap­tura­do por el ejérci­to, y los mil­itares lo entre­garon a la policía. Según diver­sas fuentes, su muerte al inten­tar escapar fue, en real­i­dad, una eje­cu­ción a san­gre fría.

Tras la muerte de Yusuf, el grupo pasó a ser lid­er­a­do por Abubakar Shekau.

Parece proba­do que miem­bros de Boko Haran han esta­do en con­tac­to con Al Qae­da (en con­cre­to, con la rama magre­bí de esta orga­ni­zación), pero, a pesar de que el Gob­ier­no nige­ri­ano liga a ambos gru­pos, ni Esta­dos Unidos ni exper­tos en yihadis­mo inter­na­cional han estable­ci­do de momen­to esa conex­ión, y siguen con­sideran­do al grupo nige­ri­ano un prob­le­ma de carác­ter más local. La cer­canía ide­ológ­i­ca con el Esta­do Islámi­co, grupo escindi­do de la orga­ni­zación fun­da­da por Osama Bin Laden, reforzaría la teoría de que no existe un vín­cu­lo for­mal entre ambos grupos.

Boko Haram se finan­cia a través del pil­la­je, del robo de ban­cos, de la extor­sión, de aporta­ciones de sim­pa­ti­zantes extran­jeros y de los rescates por los secuestros.

De matanza en matanza

Las víc­ti­mas de las primeras bom­bas fueron prin­ci­pal­mente los cris­tianos, pero pron­to Boko Haram extendió sus acciones con secue­stros y aten­ta­dos indis­crim­i­na­dos con­tra toda la población, inclu­i­dos los musulmanes.

Boko Haram fue el respon­s­able del aten­ta­do del 26 de agos­to de 2011 con­tra la sede de la ONU en Abuya, que provocó 24 muer­tos, y tam­bién de otro aten­ta­do per­pe­tra­do el 25 diciem­bre de ese mis­mo año en el que murieron al menos 44 per­sonas, en cin­co ataques con­tra tem­p­los cris­tianos en los que se cel­e­bra­ban los ser­vi­cios reli­giosos de Navidad.

El 20 de enero de 2012 ini­cia­ron una san­gri­en­ta cam­paña de aten­ta­dos en el esta­do de Kano, en respues­ta a la neg­a­ti­va de las autori­dades fed­erales a lib­er­ar a algunos de sus miem­bros detenidos. Los ataques causaron al menos 250 muer­tos. El 21 de febrero de 2012 la sec­ta provocó al menos 30 muer­tos en Maid­uguri, al noreste del país, y el 8 de abril otras 38 per­sonas perdieron la vida en un aten­ta­do jun­to a dos igle­sias de Kaduna (norte), donde se cel­e­bra­ba el Domin­go de Res­ur­rec­ción, ataque que las autori­dades atribuyeron a Boko Haram.

El 7 de agos­to de ese año un nue­vo aten­ta­do, que las autori­dades volvieron a atribuir al grupo rad­i­cal, dejó 19 muer­tos en una igle­sia pen­te­costal en Okene, en el esta­do de Kogi. El 14 de abril de 2014 la sec­ta volvió a gol­pear Nige­ria con un ataque con bom­ba que causó varias explo­siones en una de las prin­ci­pales esta­ciones de auto­bus­es de Abuya, la cap­i­tal, y mató a al menos 71 per­sonas. El mis­mo grupo había cau­sa­do el día ante­ri­or al menos 98 muer­tos en ataques a tres local­i­dades del norte en el esta­do de Borno.

Niñas secuestradas

El pasa­do 14 de abril los fun­da­men­tal­is­tas cap­turaron a 129 niñas en una escuela-res­i­den­cia de la pequeña local­i­dad de Chi­bok, en Bor­no, feu­do espir­i­tu­al de la sec­ta. El secue­stro, que se pro­du­jo tan solo unas horas después del aten­ta­do en la estación de auto­bus­es de Abuya, alcanzó una enorme difusión glob­al gra­cias a las cuen­tas de Twit­ter y otras redes sociales de per­son­ajes famosos. Bajo la eti­que­ta «Bring­Back­Our­Girls» («Traed de vuelta a nues­tras niñas»), en ape­nas unos días los men­sajes de denun­cia y sol­i­dari­dad con las víc­ti­mas se con­virtieron en un fenó­meno viral.

La cam­paña, sin embar­go, perdió fuerza con el paso de los meses, y la ayu­da mil­i­tar inter­na­cional para encon­trar a las secuestradas, que lid­eró Esta­dos Unidos, tam­poco tuvo éxi­to. Un total de 44 esco­lares lograron escapar entre el 17 y el 19 de abril, y el 5 de mayo el líder del grupo, Abubakar Shekau, reivin­dicó en un vídeo la autoría del secuestro.

Las autori­dades sospechan que las niñas pueden haber sido vio­ladas, después de que una de ellas relatara que las rehenes más jóvenes sufrían has­ta «15 vio­la­ciones al día» y que ella mis­ma había sido entre­ga­da como esposa a uno de los líderes de la secta.

El 6 de mayo el secue­stro de otras ocho niñas volvió a con­mo­cionar Nige­ria; y solo tres días después el grupo asesinó a 300 per­sonas en la local­i­dad nige­ri­ana de Gam­boru, que se sumaron a otras 150 asesinadas entre el 20 y 21 de mayo y otras 200 el 5 de junio.

El anun­cio de una supues­ta tregua entre el Ejérci­to nige­ri­ano y los ter­ror­is­tas el pasa­do octubre devolvió a la actu­al­i­dad la trage­dia de las menores, aunque la esper­an­za de ver­las lib­er­adas duró poco. Dos sem­anas más tarde, Abubakar Shekau rea­parecía en un vídeo para des­men­tir que existiera un acuer­do de alto el fuego con el Gob­ier­no nige­ri­ano y ase­gura­ba que las menores ya habían sido «entre­gadas en mat­ri­mo­nio».

Califato y expansión

El 24 de agos­to, en Gwoza, esta­do de Bor­no, el grupo declaró un «cal­ifa­to» como primer paso hacia su obje­ti­vo de implan­tar la ley y el Esta­do islámi­cos en todo el país, y asesinó a doce­nas de cris­tianos en la local­i­dad de Madagali.

La procla­mación del «cal­ifa­to» tras la toma de Gwoza ha sido equipara­da por algunos exper­tos a lo con­segui­do por el grupo Esta­do Islámi­co tras con­quis­tar Mosul, en Irak. En este sen­ti­do, el anal­ista camerunés Mar­tin Ewi, del think tank Insti­tu­to para el Estu­dio de la Seguri­dad (ISS), expli­ca en El País que, «antes de con­quis­tar Mosul, el EI no era una orga­ni­zación tan fuerte, como tam­poco lo era el grupo nige­ri­ano antes de auto­procla­mar su cal­ifa­to en Gwoza. Con la toma de Gwoza, Boko Haram se ase­gu­ra recur­sos y un puer­to des­de donde plan­ear con tiem­po su sigu­iente paso». «Des­de agos­to, el grupo es más poderoso, tiene ambi­ciones que antes no tenía», añade.

El 1 de sep­tiem­bre el Ejérci­to nige­ri­ano repelió un ataque de Boko Haram en Bama, tam­bién en Bor­no, con al menos 59 mili­cianos muer­tos, y el 12 de ese mes mató a más de cien mil­i­tantes islamis­tas en Kodun­ga. En acciones armadas con­tra el veci­no Camerún, el grupo ha per­di­do casi 150 activis­tas en dos choques ocur­ri­dos en la región fron­ter­i­za de Fotokol.

En sep­tiem­bre de 2014, Boko Haram con­tro­la­ba ya trece local­i­dades en los esta­dos de Adamawa y Bor­no, y cer­ca de unos 20.000 kilómet­ros cuadrados.

Incapacidad del Gobierno

Has­ta el momen­to, el Gob­ier­no nige­ri­ano del pres­i­dente Good­luck Jonathan, que sigue man­te­nien­do la exis­ten­cia de nego­cia­ciones de paz, se ha mostra­do total­mente inca­paz de respon­der tan­to al secue­stro de las niñas como al resto de las man­io­bras del grupo ter­ror­ista. Boko Haram cen­tra sus ataques en una zona declar­a­da en esta­do de emer­gen­cia des­de 2012, pero elec­toral­mente estéril para el par­tido gubernamental.

Ello ha lle­va­do a los gru­pos de la oposi­ción a acusar a las autori­dades de no ten­er interés en resolver una cri­sis que, en teoría, no parece deter­mi­nate de cara a las próx­i­mas elec­ciones, a las que Jonathan volverá a pre­sen­tarse como can­dida­to. La incom­pe­ten­cia del Ejérci­to desple­ga­do en la zona sería la prue­ba. Según datos del cen­tro de análi­sis Chatham House, cita­dos tam­bién por El País, de los 2.000 mil­lones de dólares (1.600 mil­lones de euros) del pre­supuesto de las Fuerzas Armadas nige­ri­anas, solo 100 mil­lones se des­ti­nan al despliegue en el noreste.

Algunos anal­is­tas, sin embar­go, con­sid­er­an que el prob­le­ma es más com­ple­jo, y que no se puede olvi­dar la difi­cul­tad que supone para los mil­itares com­bat­ir en la zona del país que con­tro­la Boko Haram.

En cuan­to al supuesto interés del Gob­ier­no en no acabar con la cri­sis, el anal­ista políti­co Nii Akuet­teh, exdi­rec­tor del grupo pro dere­chos humanos Africa Action, señal­a­ba al canal en inglés de Al Jazeera que «se tra­ta de una teoría con­spir­a­to­ria sin sen­ti­do, porque, aunque no ten­ga mucha influ­en­cia elec­toral en el norte, el efec­to de vencer a Boko Haram sería muy pos­i­ti­vo parea el pres­i­dente Jonathan en todo el país».

Para Akuet­teh, la solu­ción pasa por un may­or com­pro­miso inter­na­cional, y por pon­er la cri­sis nige­ri­ana en un lugar pri­or­i­tario, algo esen­cial, ya que Boko Haram tiene, al igual que el Esta­do Islámi­co, un carác­ter transa­cional. Sus obje­tivos no se lim­i­tan a Nige­ria, por lo que su con­sol­i­dación puede supon­er un impor­tante ries­go de con­ta­gio a país­es veci­nos en África Occi­den­tal, como Níger o Camerún.

El inves­ti­gador y espe­cial­ista en Boko Haram Aliyu Musa, por su parte, con­fiesa no enten­der la acti­tud del Gob­ier­no nige­ri­ano, ya que «com­bat­ir a Boko Haram solo puede dar­le ben­efi­cios al pres­i­dente, inclu­so si la situación se agra­va y tiene que declarar un esta­do de guer­ra en el país, lo que le per­mi­tiría man­ten­erse en el poder sin necesi­dad de con­vo­car elecciones».

Atrocidades del ejército

El ejérci­to, desmor­al­iza­do y que en muchos casos ha evi­ta­do los com­bat­es con los mil­i­tantes de Boko Haram, no se enfrenta tan solo a prob­le­mas logís­ti­cos o de acti­tud. Los graves abu­sos per­pe­tra­dos por los mil­itares allanan a menudo el camino a Boko Haram a la hora de reclu­tar mil­i­tantes en la zona, e impi­den, al menos en teoría, que los país­es occi­den­tales presten una may­or ayu­da arma­men­tís­ti­ca al Gob­ier­no nigeriano.

El pasa­do mes de agos­to, Amnistía Inter­na­cional pub­licó un detal­la­do informe en el que denun­cia­ba las «atro­ci­dades» cometi­das por el ejérci­to de Nige­ria y por gru­pos afines al Gob­ier­no en el mar­co de la lucha con­tra la mili­cia islamista. La ONG recabó en el esta­do de Bor­no tes­ti­mo­nios e imá­genes que ponen de man­i­fiesto eje­cu­ciones extra­ju­di­ciales y otras vio­la­ciones de los dere­chos humanos que habrían sido cometi­das en los últi­mos meses. Para Amnistía, los abu­sos reg­istra­dos podrían ser con­sti­tu­tivos de crímenes de guerra.

Entre los casos denun­ci­a­dos figu­ra un «espan­toso inci­dente» cer­ca de la ciu­dad de Maid­uguri ocur­ri­do el pasa­do 14 de mar­zo. Amnistía Inter­na­cional local­izó un vídeo en el que supuestos miem­bros del Ejérci­to y de la Fuerza Civ­il de Acción Con­jun­ta (mili­cias afines al Gob­ier­no) degüel­lan a var­ios detenidos antes de arro­jar­los a una fosa. Las imá­genes, cap­tadas al pare­cer el pasa­do 14 de mar­zo tras un ataque de Boko Haram, mues­tran a 16 hom­bres sen­ta­dos en línea que van sien­do eje­cu­ta­dos «uno por uno».

Amnistía inter­na­cional denun­ció que «más de 600 per­sonas» fueron eje­cu­tadas extra­ju­di­cial­mente en var­ios lugares de Maid­uguri después de que Boko Haram asaltase una cár­cel y lib­erase a numerosos miem­bros de la sec­ta islamista. La ONG expu­so asimis­mo en su informe una serie de «atro­ci­dades» cometi­das en Bama, donde miem­bros del Ejérci­to y de la Fuerza Civ­il Con­jun­ta jun­taron a unos 300 hom­bres y les obligaron a desnudarse. A con­tin­uación, los iden­ti­fi­ca­dos como supuestos miem­bros de Boko Haram fueron oblig­a­dos a tum­barse en el sue­lo y reci­bieron golpes de palos y machetes. «Tenéis que pegar­les, inclu­so matar­los. Son de Boko Haram», dice uno de los mil­itares presentes.

Fundamentalismo y pobreza

Como ocurre en Siria e Irak, tan­to en Nige­ria como en otros país­es donde el yihadis­mo fun­da­men­tal­ista ha exper­i­men­ta­do espec­tac­u­lares avances en los últi­mos años, las solu­ciones mera­mente mil­itares, por efi­caces que puedan pare­cer a cor­to pla­zo, difí­cil­mente resolverán el prob­le­ma de fondo.

El fun­da­men­tal­is­mo islámi­co, y Boko Haram no es una excep­ción, es un fenó­meno muy com­ple­jo cuya expan­sión obe­dece a mul­ti­tud de causas, des­de la más obvia, es decir, la con­quista de ter­ri­to­rios por la fuerza y a través del ter­ror que impone su nat­u­raleza extremada­mente vio­len­ta, has­ta otras más vari­ables, como la difi­cul­tad de luchar con­tra un ene­mi­go cuya orga­ni­zación y capaci­dad de ren­o­vación en sus estruc­turas jerárquicas desafían con­stan­te­mente las tác­ti­cas de un ejérci­to con­ven­cional. La batal­la, por más que el establec­imien­to de «cal­ifatos» haya cam­bi­a­do en parte el esce­nario, sigue sien­do más ide­ológ­i­ca que ter­ri­to­r­i­al, y, por tan­to, mas difí­cil de combatir.

Es posi­ble, sin embar­go, que ningu­na de estas razones sea tan impor­tante como el hecho de que estos gru­pos son capaces de ofre­cer opciones, reales o no, a los ele­men­tos más des­fa­vore­ci­dos y desar­raiga­dos de pobla­ciones dura­mente gol­peadas por la mis­e­ria y la opre­sión. La pobreza es, al final, la autén­ti­ca gasoli­na que nutre el motor del fundamentalismo.

En el ter­cer trimestre de 2013, el PIB de Nige­ria cre­ció un 6.8% anu­al, y el Fon­do Mon­e­tario Inter­na­cional (FMI) cal­cu­la que este año lo haga al 7.3%. Sin embar­go, y según infor­ma la CNN, el niv­el de pobreza del país aumen­tó 6 pun­tos por­centuales entre 2004 y 2010. Seis de cada 10 nige­ri­anos viv­en con menos de un dólar al día, según cifras de la Ofic­i­na Nacional de Estadísticas.

Por otra parte, y aunque Nige­ria está den­tro de las 30 may­ores economías del mun­do, en el Índice de Desar­rol­lo Humano ocu­pa el puesto 153 de un total de 207 país­es. La esper­an­za de vida es de 52 años y el niv­el de esco­lar­i­dad de sólo 5,2 años. Y es pre­cisa­mente en los esta­dos donde se refu­gia Boko Haram donde la pre­cariedad es más noto­ria. El desem­pleo en Bor­no y en Yobe, los ter­ri­to­rios en los que más ha cre­ci­do la orga­ni­zación ter­ror­ista, supera el 26%.

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