Cambio climático: avances (pocos) en la lucha contra el auténtico enemigo común

Miguel Máiquez, 28/9/2014

«Tal vez nece­si­ta­mos una ame­naza exte­ri­or, uni­ver­sal, para poder recono­cer nue­stros lazos comunes. A veces pien­so en lo rápi­do que se desvanecerían nues­tras difer­en­cias en el mun­do si nos estu­viéramos enfrentan­do a una ame­naza aliení­ge­na». Cuan­do el pres­i­dente esta­dounidense Ronald Rea­gan pro­nun­ció esta frase en 1987, durante un dis­cur­so en las Naciones Unidas, la opinión públi­ca inter­na­cional llev­a­ba ya un par de décadas oyen­do hablar del cam­bio climáti­co, pero aún falta­ban var­ios años para que un abru­mador con­sen­so cien­tí­fi­co demostrase que, a difer­en­cia de otros pro­ce­sos sim­i­lares en la his­to­ria del plan­e­ta, esta vez la causa no es ‘nat­ur­al’, sino humana.

Con la típi­ca con­ver­sión paci­fista que sue­len exhibir los vence­dores una vez gana­da la guer­ra, Rea­gan no habla­ba, obvi­a­mente, del calen­tamien­to glob­al, sino del calen­tamien­to nuclear. Casi 30 años después, la ame­naza de la autode­struc­ción atómi­ca no ha desa­pare­ci­do, pero nos pre­ocu­pa mucho menos. La otra autode­struc­ción, sin embar­go, ha deja­do de ser una sim­ple ame­naza para con­ver­tirse en un hecho. Si, parafrase­an­do al fal­l­e­ci­do pres­i­dente de EE UU, el cam­bio climáti­co fuese una invasión aliení­ge­na, los extrater­restres habrían con­quis­ta­do ya los dos cas­quetes polares y bue­na parte de los océanos, y estarían real­izan­do incur­siones por toda la Tier­ra. Y, sin embar­go, los intere­ses económi­cos, los pre­juicios ide­ológi­cos y las luchas políti­cas siguen, de momen­to, impi­di­en­do una respues­ta común, firme y efi­caz, más allá de los dis­cur­sos y las prome­sas. Tal vez nece­si­ta­mos que los cien­tí­fi­cos demuestren que el cam­bio climáti­co lo están cau­san­do seres de otro planeta.

Entre tan­to, no obstante, mejor no esper­ar cruza­dos de bazos. Así lo entien­den cada vez más los ciu­dadanos, como demostraron las man­i­festa­ciones exigien­do con­tun­den­cia frenta al cam­bio climáti­co que llenaron el fin de sem­ana pasa­do las calles de 2.800 ciu­dades en todo el mun­do. Y así lo entiende tam­bién la propia ONU, que, a pesar de la tib­ia respues­ta que suele recibir de los prin­ci­pales respon­s­ables de las emi­siones que cau­san el calen­tamien­to glob­al, con­tinúa lid­eran­do ini­cia­ti­vas encam­i­nadas no solo a con­cien­ciar sobre el peli­gro, sino tam­bién a alcan­zar com­pro­misos que ayu­den a com­bat­ir­lo. El últi­mo inten­to ha tenido lugar esta mis­ma sem­ana, con la cel­e­bración en la sede en Nue­va York de Naciones Unidas de la lla­ma­da Cum­bre del Cli­ma, en la que par­tic­i­paron más de 120 jefes de Esta­do y de Gob­ier­no de todo el mundo.

La Cum­bre acabó sin acuer­dos efec­ti­va­mente vin­cu­lantes, y Chi­na e India, dos de los prin­ci­pales emisores de gas­es, no estu­vieron rep­re­sen­tadas al máx­i­mo niv­el, pero el encuen­tro tam­poco fue un fra­ca­so abso­lu­to. En total, se alcan­zaron com­pro­misos para mov­i­lizar más de 200.000 mil­lones de dólares con­tra el cam­bio climáti­co antes del final de 2015.

«Ha lle­ga­do el momen­to de mov­i­lizar la may­or alian­za de la his­to­ria para el cli­ma y el desar­rol­lo», dijo en su inter­ven­ción el pres­i­dente de Perú, Ollan­ta Humala, quien con­fió en que la Con­fer­en­cia de las Partes que se cel­e­brará en diciem­bre de este año en Lima (COP 20), se cierre con un doc­u­men­to «claro y coher­ente» que siente las bases para un acuer­do glob­al vin­cu­lante. Las nego­cia­ciones de ese gran pacto deberían cul­mi­nar en París en 2015 (COP 21), pero para ello ten­drán que sal­varse antes las grandes difer­en­cias que div­i­den aún a la comu­nidad inter­na­cional, espe­cial­mente a los país­es occi­den­tales y a las economías en desarrollo.

Estas son las prin­ci­pales con­clu­siones de la Cum­bre del Cli­ma y algu­nas claves sobre el momen­to en que se encuen­tra actual­mente la lucha con­tra el cam­bio climáti­co, incluyen­do los últi­mos estu­dios cien­tí­fi­cos, el esta­do de la opinión públi­ca y la respues­ta de los difer­entes países.

La cumbre: voluntad de cambio

La Cum­bre del Cli­ma cel­e­bra­da esta sem­ana en Nue­va York sirvió para recoger algunos com­pro­misos de reduc­ción de emi­siones, un buen número de prome­sas de finan­ciación y, sobre todo, muchos men­sajes sobre la vol­un­tad de actu­ar de for­ma urgente para fre­nar el calen­tamien­to glob­al. El sec­re­tario gen­er­al de la ONU, Ban Ki-moon, impul­sor de la cita, recordó al mun­do que no se puede «nego­ciar con la Madre Nat­u­raleza». El tiem­po para respon­der al calen­tamien­to de la Tier­ra, dijo, se ago­ta y no caben excusas: «No puede haber un plan B, porque no ten­emos un plan­e­ta B», insis­tió Ban, adop­tan­do una de las muchas consignas con las que los ciu­dadanos inun­daron las calles de Nue­va York el domin­go pasado.

El rey de España, por su parte, dijo que «no podemos esper­ar, pero sí hay razones para la esper­an­za; com­par­ti­mos un con­sen­so bási­co sobre el peli­gro que nos acecha». «En los últi­mos años hemos avan­za­do con medi­das que, aun sien­do insu­fi­cientes, apun­tan en la bue­na direc­ción; aho­ra toca acel­er­ar el paso», afir­mó Felipe VI.

Entre los com­pro­misos alcan­za­dos en la cum­bre destacó el adop­ta­do por 32 país­es y dece­nas de empre­sas para reducir a la mitad la pér­di­da de bosques en 2020 y deten­er­la total­mente en 2030, infor­ma Efe. La declaración –fir­ma­da entre otros por Esta­dos Unidos, Méx­i­co, Fran­cia, Chile, Colom­bia y Perú– pre­vé además recu­per­ar más de 350 mil­lones de hec­táreas de tier­ras degradadas en todo el mun­do, una super­fi­cie sim­i­lar a la de la India.

El sec­tor públi­co y el pri­va­do tam­bién anun­cia­ron un impor­tante refuer­zo de las inver­siones y las ayu­das para la lucha con­tra el cam­bio climáti­co. En total, los com­pro­misos mov­i­lizarán más de 200.000 mil­lones de dólares antes del final de 2015, según anun­ció la ONU. Fran­cia, que acogerá la próx­i­ma cum­bre de jefes de Esta­do y de Gob­ier­no sobre cam­bio climáti­co, prometió por ejem­p­lo apor­tar en los próx­i­mos años 1.000 mil­lones de dólares al Fon­do Verde puesto en mar­cha para finan­ciar acciones con­tra el calentamiento.

Norue­ga, mien­tras, anun­ció que des­ti­nará 500 mil­lones de dólares anuales has­ta 2020 a políti­cas con­tra el calen­tamien­to, y el pres­i­dente de EE UU, Barack Oba­ma, quien recono­ció la respon­s­abil­i­dad de su país, anun­ció una orden ejec­u­ti­va por la que el Gob­ier­no esta­dounidense ten­drá que ten­er en cuen­ta los efec­tos del cam­bio climáti­co en todos sus pro­gra­mas e inver­siones para el desar­rol­lo en otros país­es. Por su parte, la Unión Euro­pea indicó que en siete años dará 3.000 mil­lones de euros en ayu­das a los país­es más pobres para que actúen con­tra el cam­bio climáti­co.

El dilema de los países en desarrollo

La necesi­dad de finan­ciación para sus acciones y de mar­carse metas que no minen el crec­imien­to económi­co fue uno de los men­sajes clave de los país­es en vías de desar­rol­lo, que exigieron a los esta­dos más ricos que sean ellos quienes lid­eren el esfuer­zo. Así lo señaló en nom­bre del grupo G77 más Chi­na el pres­i­dente boli­viano, Evo Morales, quien recordó que las economías más indus­tri­al­izadas tienen una «respon­s­abil­i­dad históri­ca» en el cam­bio climáti­co, mien­tras que los país­es en desar­rol­lo son los que sufren más sus consecuencias.

El pres­i­dente vene­zolano, Nicolás Maduro, fue uno de los más críti­cos con las rec­etas de los país­es desar­rol­la­dos para fre­nar el cam­bio climáti­co y lamen­tó que estos sigan «pro­ponien­do solu­ciones cap­i­tal­is­tas» para dar respues­ta a un prob­le­ma crea­do por ese modelo.

Espe­cial­mente sig­ni­fica­ti­va fue la ausen­cia del primer min­istro indio, Naren­dra Modi. Las ret­i­cen­cias del Gob­ier­no de Nue­va Del­hi se basan en el bajo niv­el de las reduc­ciones de emi­siones de car­bono de los país­es desar­rol­la­dos, el retra­so en el sum­in­istro de finan­ciación para pro­gra­mas sobre el cli­ma, y la pre­sión que Occi­dente ejerce sobre las economías emer­gentes para reducir las emi­siones de car­bono, en detri­men­to del prin­ci­pio de equidad.

Los datos científicos

El pro­ce­so de calen­tamien­to de la Tier­ra es lento y se remon­ta al siglo XIX. Des­de la Rev­olu­ción Indus­tri­al se ha pro­duci­do un aumen­to sin prece­dentes en la con­cen­tración de gas­es cau­santes del efec­to inver­nadero en la atmós­fera, en espe­cial el CO2, un 40% may­or aho­ra que en la era industrial.

El Grupo Inter­gu­ber­na­men­tal de Exper­tos sobre el Cam­bio Climáti­co (IPCC, por sus siglas en inglés) ha pub­li­ca­do, des­de que se con­sti­tuyó en 1988, cua­tro informes. En sep­tiem­bre de 2013 se pre­sen­tó en Esto­col­mo el primero de los cua­tro tex­tos que com­po­nen el quin­to informe, cuyo tex­to final está pre­vis­to que se pre­sente a finales de 2014.

Según los últi­mos tra­ba­jos del IPCC, des­de los últi­mos años del siglo XIX la tem­per­atu­ra media de la Tier­ra ha subido más de 0,74 gra­dos, y en los próx­i­mos cien años los pronós­ti­cos más pes­imis­tas ele­van a 4,8 gra­dos cen­tí­gra­dos el aumen­to de tem­per­atu­ra. El informe, que con­sid­era «inequívo­co» el calen­tamien­to glob­al, señala que las últi­mas tres décadas han sido más calurosas que cualquier otra ante­ri­or des­de 1850, con un aumen­to prob­a­ble de la tem­per­atu­ra de 0,85 gra­dos de 1880 a 2012.

Los exper­tos con­fir­man asimis­mo el aumen­to de la certeza sobre la respon­s­abil­i­dad humana en el calen­tamien­to glob­al y sobre sus efec­tos en el medio ambi­ente: tras la actu­al­ización de los datos del cuar­to informe, el IPCC apun­tó al may­or número de evi­den­cias para con­sid­er­ar «extremada­mente prob­a­ble» frente al «muy prob­a­ble» de 2007 que la activi­dad humana sea la causa dom­i­nante en el cam­bio climáti­co des­de medi­a­dos del siglo XX.

Entre 1901 y 2010 el calen­tamien­to glob­al provocó un aumen­to del niv­el del mar de 0,19 met­ros, según datos del IPCC, que pronos­ti­ca para 2100 una subi­da de entre 26 y 82 cen­tímet­ros, una horquil­la may­or que la apun­ta­da en el informe de 2007 que iba de 18 a 59 cen­tímet­ros. Asimis­mo, es «muy prob­a­ble», dicen los autores de los informes del IPCC, que la capa de hielo del Océano Árti­co siga reducién­dose, al igual que la capa de nieve durante la pri­mav­era en el hem­is­fe­rio norte, así como el vol­u­men de los glacia­res y el aumen­to de las olas de calor.

Tam­bién se habla de zonas con eco­sis­temas vul­ner­a­bles como resul­ta­do de las ele­vadas tem­per­at­uras, como los arrecifes de coral, la tun­dra, los bosques bore­ales y las regiones del sur de Europa, entre ellas, España, país para el que las predic­ciones augu­ran más olas de calor, incen­dios y reduc­ción con­sid­er­able de los recur­sos hídricos.

De igual man­era, el cam­bio climáti­co inter­ven­drá en los pro­ce­sos del ciclo del car­bono, impul­san­do el aumen­to del CO2 en la atmós­fera y a su vez la acid­i­fi­cación de los océanos.

Los cien­tí­fi­cos coin­ci­den en que lim­i­tar el cam­bio climáti­co requerirá de reduc­ciones sus­tan­ciales y sostenibles de las emi­siones de gas­es de efec­to inver­nadero, pero indi­can que, aunque se dejara de emi­tir CO2 a la atmós­fera, la may­or parte de los aspec­tos del cam­bio climáti­co per­si­s­tirán «durante sig­los». «Solo un gran cam­bio insti­tu­cional y tec­nológi­co pro­por­cionará una opor­tu­nidad de que el calen­tamien­to glob­al no supere» los dos gra­dos cen­tí­gra­dos, el límite sug­eri­do por los exper­tos en el informe del IPCC pub­li­ca­do en Berlín en 2014, y a par­tir del cual las con­se­cuen­cias serían muy graves.

Las consecuencias

  • Agua. El cam­bio climáti­co puede afec­tar grave­mente al acce­so al agua potable. Más de mil mil­lones de per­sonas care­cen de agua y se cal­cu­la que su número se dupli­cará para el año 2025 debido al aumen­to de las sequías. La may­oría viv­en en África, Asia Cen­tral y Ori­ente Medio.
  • Pro­duc­tivi­dad agraria. Los exper­tos apun­tan que el niv­el glob­al de pro­duc­ción agraria se man­ten­drá den­tro de las expec­ta­ti­vas en los próx­i­mos cien años, pero a escala region­al el impacto del aumen­to de las tem­per­at­uras en este sec­tor será más fuerte. África y Améri­ca Lati­na serán los con­ti­nentes más afec­ta­dos. La drás­ti­ca dis­min­u­ción de las cose­chas impedirá a los agricul­tores pro­ducir o com­prar ali­men­tos sufi­cientes para su manu­ten­ción, y las sequías y las inun­da­ciones podrían con­ver­tir a mil­lones de per­sonas en refugiados.
  • Eco­sis­temas. El cam­bio climáti­co alter­ará la estruc­tura y fun­cionamien­to de muchos eco­sis­temas. La defor­estación, la alteración de las rutas migra­to­rias y los cam­bios en los patrones repro­duc­tivos son algunos de los efec­tos. Se teme que los bosques dejen de fun­cionar como sum­ideros de car­bono y se trans­for­men en fuente de emisión de gas­es, que los arrecifes de coral muer­an por el aumen­to de la tem­per­atu­ra y que los glacia­res y los eco­sis­temas polares y alpinos cor­ran peli­gro de desaparición.
  • Salud. El cam­bio climáti­co puede derivar en un aumen­to del ries­go de con­traer enfer­medades como la malar­ia, el dengue o la fiebre amar­il­la. Se incre­men­tará asimis­mo el ries­go de con­traer salmonelo­sis, cólera y otras enfer­medades de trans­misión por el ali­men­to o el agua. Las olas de calor pro­drían provo­car la muerte de miles de per­sonas al año, y el descen­so de la pro­duc­tivi­dad agraria agravará la desnutrición.
  • Niv­el del mar. El aumen­to del niv­el del mar afec­tará sobre todo a las islas, costas y asen­tamien­tos humanos (debido a desplaza­mien­tos por inun­da­ciones), al tur­is­mo, al sum­in­istro de agua, a la pesca, a las tier­ras agrí­co­las y a los humedales. Se reducirá la cal­i­dad y can­ti­dad de fuentes de agua potable al aumen­tar las aguas sali­nas del mar.
  • Los más afec­ta­dos. La capaci­dad para afrontar los cam­bios climáti­cos está rela­ciona­da con el niv­el de desar­rol­lo. Las naciones en desar­rol­lo son más vul­ner­a­bles a los cam­bios del cli­ma y a fenó­menos mete­o­rológi­cos que se verán inten­si­fi­ca­dos, como los ciclones trop­i­cales o las llu­vias tor­ren­ciales. Estos país­es se verán afec­ta­dos, según los pronós­ti­cos, «de for­ma despro­por­ciona­da». No obstante, aunque Europa y Améri­ca del Norte serán las regiones mejor preparadas para sopor­tar los envites del cam­bio climáti­co, tam­bién notarán los efec­tos adver­sos del mis­mo, sobre todo Europa del sur y en espe­cial la Penín­su­la Ibéri­ca, una de las áreas más vul­ner­a­bles y de may­or ries­go ante prob­le­mas como la desertificación.

Qué se ha acordado hasta ahora

La pre­ocu­pación por el calen­tamien­to de la Tier­ra y sus efec­tos no es reciente. La primera reunión sobre el efec­to inver­nadero se cele­bró en 1960 en Lon­dres, y a ésta sigu­ieron las de Esto­col­mo en 1972 y Gine­bra (1979, 1987 y 1990). Esos encuen­tros con­tin­uaron con las Con­fer­en­cias de las Partes (COP) que orga­ni­za Naciones Unidas y que, tras la fir­ma de la Con­ven­ción Mar­co de la Cum­bre de la Tier­ra en Río de Janeiro (1992), cel­e­bra cada año.

En los primeros encuen­tros los intere­ses de los país­es se anteponían sis­temáti­ca­mente a los acuer­dos, pero a par­tir de 1992 comen­zó a avan­zarse algo más. En la Cum­bre de Río de Janeiro (Brasil) se fir­mó el Con­ve­nio Mar­co del Cam­bio Climáti­co, en el que, aunque sin fuerza vin­cu­lante, los país­es se com­pro­metieron a tomar medi­das para lim­i­tar las emi­siones de gases.

En 1995, en el mar­co de la I Con­fer­en­cia de la ONU en Berlín (COP1), los rep­re­sen­tantes de los país­es asis­tentes cer­raron la reunión solo con la vol­un­tad de reducir los gas­es, pero sin cifras ni pla­zos. Pese al fra­ca­so, ese mis­mo año, los cien­tí­fi­cos de la ONU, reunidos en Madrid en el IPCC con­firma­ban, por primera vez, que «la activi­dad humana está cam­bian­do el cli­ma» y que es nece­sario tomar medi­das. En 1996, con la pre­sión de los país­es más con­t­a­m­i­nantes, se fijó en Gine­bra, en la COP2, un cal­en­dario «legal­mente vin­cu­lante» para la reduc­ción de gases.

El gran avance, no obstante, tuvo lugar en Kioto en 1997, cuan­do los país­es reunidos en la III Cum­bre del Cli­ma fir­maron el trata­do que lle­va el nom­bre de esta ciu­dad japone­sa, el primero que obliga a los país­es indus­tri­al­iza­dos a reducir las emi­siones de gas­es efec­to invernadero.

Sin embar­go, al fra­ca­so en 2000 de la reunión de La Haya en la que se advirtieron las difer­en­cias entre los país­es indus­tri­al­iza­dos y las naciones en desar­rol­lo, se añadió la decisión adop­ta­da en 2001 por EE UU de no cumplir los com­pro­misos de Kioto. Aún así, en 2004, Rusia, que rep­re­sen­ta el 17,4% de las emi­siones, rat­i­ficó el Trata­do, con lo que se superó el 55% requeri­do para que el Pro­to­co­lo tuviera efec­to. Final­mente, con la ausen­cia de EEUU, el Pro­to­co­lo de Kioto entró en vig­or el 16 de febrero de 2005 y tomó val­or jurídi­co para los esta­dos que lo ratificaron.

En 2005, Mon­tre­al acogió la COP11, la primera tras la entra­da en vig­or del Trata­do. En ella, se acordó ini­ciar el lla­ma­do Kioto‑2, para con­seguir may­ores reduc­ciones de emana­ciones de gas­es, y aunque sin obje­tivos, se con­sigu­ió involu­crar en la lucha con­tra el cam­bio climáti­co a país­es no adheri­dos al Pro­to­co­lo. Con el reto de acor­dar un trata­do susti­tu­to de Kioto, en 2009 se cele­bró en Copen­h­ague (Dina­mar­ca), la COP15 que, aunque con muchas expec­ta­ti­vas, solo alcanzó un acuer­do de mín­i­mos, sin com­pro­misos entre EE UU, Chi­na e India. Con­tó con la oposi­ción de Venezuela, Nicaragua, Cuba y Bolivia, y decep­cionó a la UE.

En 2011, en Dur­ban (Sudáfrica), se fir­mó la «Platafor­ma de Dur­ban», que incluyó un segun­do peri­o­do para el Pro­to­co­lo, una hoja de ruta para un acuer­do glob­al y un mecan­is­mo para el Fon­do Verde. Pese a los acuer­dos, ONGs y ecol­o­gis­tas hablaron de fra­ca­so y lamen­taron que las solu­ciones pre­vis­tas fuer­an a largo pla­zo. Japón, Rusia y Canadá no ren­o­varon su com­pro­miso con Kioto y un día después de la cum­bre, Canadá se con­vir­tió en el primer país que aban­donó el Tratado.

A finales de 2012 la COP18 se reunió en Doha (Catar) y con­cluyó con un acuer­do para exten­der el peri­o­do de com­pro­miso del Pro­to­co­lo de Kioto has­ta el 31 de diciem­bre de 2020.

Acciones concretas

Algu­nas medi­das con­tra el cam­bio climáti­co adop­tadas en difer­entes país­es, según datos de 2012 recogi­dos por la orga­ni­zación esta­dounidense Con­se­jo para la Defen­sa de Recur­sos Nat­u­rales:

  • EE UU ha emi­ti­do nor­mas para lim­i­tar la con­t­a­m­i­nación de efec­to inver­nadero en los vehícu­los nuevos, nor­mas sobre com­puestos orgáni­cos volátiles que reducirán las emi­siones de metano que provienen de insta­la­ciones nuevas de gas nat­ur­al, y nor­mas que reducen el gas­to de energía en elec­trodomés­ti­cos. Por el momen­to, sin embar­go, no se reg­u­la la indus­tria de las cen­trales energéti­cas, que, con más de 1.500 cen­trales, respon­s­ables el 40% de las emi­siones de car­bono, es la más con­t­a­m­i­nante del país.
  • India ha avan­za­do en sus esfuer­zos por reducir su depen­den­cia en com­bustibles fósiles e incre­men­tar su pro­duc­ción y uso de energía limpia y sostenible. El país ya es un líder mundi­al en energía eóli­ca, ocu­pan­do el quin­to lugar en su pro­duc­ción. Su poten­cia solar insta­l­a­da alcanzó más de 1 GW en 2012. India se prepara, además, para duplicar la pro­duc­ción de energía ren­ov­able para el año 2017, y el Gob­ier­no lanzó recien­te­mente el pro­gra­ma Real­iza, Logra y Nego­cia, un esque­ma de fijación de límites máx­i­mos e inter­cam­bio de dere­chos de emisión para indus­trias de uso inten­so de energía, que tiene el poten­cial de reducir emi­siones equiv­a­lentes a 25 mil­lones de toneladas de CO2 para el año para 2015.
  • Méx­i­co ha adop­ta­do una ley nacional que establece un pla­zo para que el país reduz­ca sus emi­siones un 30% por deba­jo de los nive­les actuales para el año 2020, y reducir­las a un 50% de los nive­les de 2000 para 2050. El Gob­ier­no anun­ció nor­mas de rendimien­to para vehícu­los nuevos que reducirán sig­ni­fica­ti­va­mente la con­t­a­m­i­nación de coches y camione­tas, aunque algu­nas com­pañías auto­movilís­ti­cas tratan de blo­quear la legislación.
  • Corea del Sur aprobó un pro­gra­ma vin­cu­lante de máx­i­mos e inter­cam­bio de dere­chos de emisión para las empre­sas que más con­t­a­m­i­nan en el país. La leg­is­lación entrará en vig­or en 2015 y limi­ta la con­t­a­m­i­nación de cen­trales de energía, plan­tas de acero, fab­ri­c­as de bar­cos y grandes uni­ver­si­dades. Algunos sec­tores indus­tri­ales en el país se opo­nen a la normativa.
  • Sudáfrica anu­ció un aumen­to sobre las may­ores fuentes de con­t­a­m­i­nación de car­bono en el país. La prop­ues­ta impone un impuesto al car­bono por tonela­da, con un aumen­to anu­al del 10% has­ta 2019. La indus­tria local está luchan­do por revo­car o debil­i­tar la medi­da. Además, en Sudáfrica, un país donde la elec­t­ri­ci­dad se pro­duce sobre todo a par­tir del car­bón, la energía ren­ov­able ha empeza­do a sur­gir. El Gob­ier­no ha aproba­do proyec­tos de energía ren­ov­able que jun­tos pro­ducirán 1.425 MW.
  • Brasil había ido reducien­do las emi­siones rela­cionadas con la tala de árboles, en camino a su com­pro­miso por reducir la defor­estación por 80% para el año 2020, un com­pro­miso hecho en Copen­h­ague y pos­te­ri­or­mente con­sagra­do bajo una ley nacional. Datos de 2012 refle­ja­ban una dis­min­u­ción en la defor­estación de 4.657 km², un 27% más que en el año ante­ri­or. Esta dis­min­u­ción en la tasa de defor­estación equiv­ale al 75% sobre la pro­duci­da entre 1996 y 2005. Sin embar­go, la defor­estación de la Ama­zo­nia en Brasil aumen­tó en 2013, después de cua­tro años de dis­min­u­ción con­sec­u­ti­va, y en la Cum­bre cel­e­bra­da el pasa­do día 23 en Nue­va York, el país lati­noamer­i­cano declinó unirse al com­pro­miso de Naciones Unidas para reducir a más de la mitad las pér­di­das fore­stales en el mun­do para 2020 y elim­i­nar por com­ple­to la defor­estación para 2030. Brasil alegó que no fue con­sul­ta­do y que la ini­cia­ti­va, a la que se han com­pro­meti­do más de 30 país­es, va en con­tra de sus propias leyes.
  • La Unión Euro­pea ha prop­uesto nuevas nor­mas para reg­u­lar las emi­siones de vehícu­los y una reti­ra­da pro­gre­si­va de los peo­res gas­es de efec­to inver­nadero. Un análi­sis reciente mues­tra que estas medi­das reducirán las emi­siones en la zona por un 25% por deba­jo de los nive­les de 2005 para el año 2020. estas proyec­ciones han provo­ca­do que los gru­pos ecol­o­gis­tas hayan exigi­do que la UE aspire a una reduc­ción más ambi­ciosa, del 30%, para el año 2020.
  • Chi­na con­tinúa afi­an­zan­do las políti­cas, desta­cadas en su ante­ri­or plan quin­que­nal, por lograr cumplir los obje­tivos en el área de energía y cli­ma. En 2011 el país redu­jo su inten­si­dad energéti­ca en algo más del 2% con respec­to a 2010. Entre sus esfuer­zos clave están políti­cas para mejo­rar la efi­cien­cia indus­tri­al en el sec­tor de energía (el que más car­bón uti­liza), opti­mizar el uso de la tec­nología en los sec­tores de fab­ri­cación y ser­vi­cios, mejo­rar la efi­cien­cia energéti­ca en elec­trodomés­ti­cos y edi­fi­cios (incluyen­do el comien­zo de una elim­i­nación grad­ual del luces incan­des­centes), y fomen­tar el uso de vehícu­los de alto rendimien­to y el trans­porte públi­co. En 2011, el país instaló 16 GW de energía eóli­ca y añadió un sis­tema de pri­mas para los foto­voltaicos solares a las ya exis­tentes en la energía eóli­ca y de biomasa.

En España

España, por su situación geográ­fi­ca y sus car­ac­terís­ti­cas socioe­conómi­cas, es un país muy vul­ner­a­ble al cam­bio climáti­co. Los graves prob­le­mas ambi­en­tales que se ven reforza­dos a causa del calen­tamien­to glob­al son la dis­min­u­ción de los recur­sos hídri­cos y la regre­sión de la cos­ta, las pér­di­das de la bio­di­ver­si­dad biológ­i­ca y eco­sis­temas nat­u­rales y los aumen­tos en los pro­ce­sos de erosión del sue­lo. Asimis­mo hay otros efec­tos del cam­bio climáti­co que tam­bién van a provo­car serios impactos en los sec­tores económi­cos. Con el fin de hac­er frente a estos prob­le­mas, y de cumplir con los com­pro­misos del Pro­to­co­lo de Kioto, el Gob­ier­no aprobó el noviem­bre de 2007 la Estrate­gia Españo­la de Cam­bio Climáti­co y Energía Limpia (EECCEL).

La reciente Plan­i­fi­cación de los Sec­tores de Elec­t­ri­ci­dad y Gas 2008–2016 con­tem­pla la pre­visión de insta­la­ciones con las que dar cober­tu­ra a una may­or par­tic­i­pación de tec­nologías ren­ov­ables, así como infraestruc­turas gasis­tas con las que abaste­cer las necesi­dades aso­ci­adas a la cre­ciente deman­da de gas, tan­to en cogen­eración como en cic­los com­bi­na­dos. Además, se han eje­cu­ta­do planes en mate­ria de ahor­ro, efi­cien­cia energéti­ca y energías ren­ov­ables, como los Planes de Acción de la Estrate­gia de Ahor­ro y Efi­cien­cia Energéti­ca en España 2004–2012 (E4), y el Plan de Energías Ren­ov­ables 2005–2010 (PER). España se ha mar­ca­do el obje­ti­vo de alcan­zar el 12,1% de cober­tu­ra ren­ov­able sobre el con­sumo pri­mario. La poten­cia insta­l­a­da de cogen­eración aumen­tó de 488 MW en 1991 a 6063 MW en 2007, y las inver­siones y los apoyos des­ti­na­dos a las fuentes ren­ov­ables han per­mi­ti­do que alrede­dor del 20% de la elec­t­ri­ci­dad gen­er­a­da (7% de la energía pri­maria), proven­ga de estas fuentes.

En cuan­to al trans­porte, el Plan Estratégi­co de Infraestruc­turas y Trans­portes (PEIT), actual­mente en fase de desar­rol­lo, tiene como una de sus fac­etas más desta­cadas la poten­ciación del fer­ro­car­ril, al que se des­ti­na casi el 50% de las inversiones.

Mucho aún por hacer

Las orga­ni­za­ciones ecol­o­gis­tas, no obstante, denun­cian graves lagu­nas y retro­ce­sos en las políti­cas medioam­bi­en­tales españo­las. Ecol­o­gis­tas en Acción, por ejem­p­lo, ha exigi­do al Gob­ier­no acciones más urgentes, entre las que desta­ca la pro­hibi­ción de las prospec­ciones de petróleo y gas en nues­tras costas, así como del frack­ing, y una leg­is­lación y plan­i­fi­cación que fomente de for­ma más efec­ti­va el ahor­ro y la efi­cien­cia energéti­ca, las energías ren­ov­ables, la movil­i­dad sostenible, la agri­cul­tura ecológ­i­ca y el com­er­cio local, entre otras activi­dades, que unen sus ben­efi­cios ambi­en­tales a los ben­efi­cios sociales y la gen­eración de empleo.

La lla­ma­da Coali­ción Cli­ma, que agru­pa a orga­ni­za­ciones de diver­sos sec­tores sociales (ecol­o­gis­tas, sindi­cales, de con­sum­i­dores, de coop­eración al desar­rol­lo, cien­tí­fi­cas…), ha denun­ci­a­do que la mora­to­ria a las energías ren­ov­ables estable­ci­da en el RD Ley de enero de 2012 ha par­al­iza­do el pro­ced­imien­to de preasi­gnación para el reg­istro de nuevas insta­la­ciones, con lo que no se desar­rol­larán nuevos proyec­tos en España más allá de 2012. Tam­bién denun­ció que el Gob­ier­no «se nie­ga a estable­cer un mar­co nor­ma­ti­vo que per­mi­ta el auto­con­sumo de energía en pequeñas insta­la­ciones con bal­ance neto, que sería una for­mu­la que podría reac­ti­var la insta­lación y pro­duc­ción de energía foto­voltaica», y que, en el ámbito del trans­porte, no se ha avan­za­do hacia una nor­ma­ti­va estatal que reg­ule la plan­i­fi­cación de la movil­i­dad sostenible en los ámbitos urbanos, ni hacia inver­siones que prop­icien un cam­bio modal hacia el fer­ro­car­ril y el trans­porte público.

Por otra parte, en lo que respec­ta a la gestión de resid­u­os, y sal­vo en algu­nas con­mu­nidades autóno­mas, no se han estable­ci­do sis­temas para la ade­cua­da recogi­da y recu­peración de la mate­ria orgáni­ca de los resid­u­os, por lo que estos siguen yen­do may­ori­tari­a­mente a vert­ederos y generan­do emi­siones de metano.

A pesar de las recomen­da­ciones que ha real­iza­do la Comisión Euro­pea ape­nas se han puesto en mar­cha en España ele­men­tos de fis­cal­i­dad sobre las activi­dades y pro­duc­tos emisores de CO2.

La opinión pública

El 54% de los par­tic­i­pantes en una encues­ta real­iza­da en 34 país­es con­sid­er­aron el cam­bio climáti­co como la prin­ci­pal ame­naza para su país, por enci­ma de otros prob­le­mas lis­ta­dos en el son­deo, como la cri­sis financiera inter­na­cional, el extrem­is­mo islámi­co o el pro­gra­ma nuclear de Irán. La encues­ta fue elab­o­ra­da en 2013 por el Cen­tro de Inves­ti­gación Pew, y en ella desta­ca el dato de que, en con­traste, solo el 40% de los esta­dounidens­es situ­aron el cam­bio climáti­co como la prin­ci­pal amenaza.

Ipsos-MORI, una de las pin­ci­pales agen­cias de son­deos del Reino Unido, pub­licó recien­te­mente su encues­ta sobre ten­den­cias glob­ales en 2014, con datos obtenidos en 20 país­es a par­tir de más de 16.000 entre­vis­tas. A la pre­gun­ta de si la activi­dad humana es la prin­ci­pal causa del cam­bio climáti­co, solo el 54% de los esta­dounidens­es respondieron de for­ma afir­ma­ti­va, lo que les sitúa en el últi­mo lugar de la lista de los país­es participantes.

El por­centa­je de esta­dounidens­es que respondieron «sí» fue diez pun­tos más bajo que el de los sigu­ientes país­es en la lista, el Reino Unido y Aus­tralia, donde el 64% está de acuer­do con que el cam­bio climáti­co lo están cau­san­do los seres humanos. Los país­es donde más encues­ta­dos respondieron afir­ma­ti­va­mente fueron Fran­cia (81%), Brasil (79%) y Ale­ma­nia (72%).

En Chi­na, el 91% se mostró de acuer­do con la afir­ma­ción de que «nos encam­i­namos hacia un desas­tre medioam­bi­en­tal si no cam­bi­amos ráp­i­da­mente nue­stros hábitos». En EE UU, solo el 57%.

En Europa, una encues­ta espe­cial del Euro­barómetro rev­eló que más de dos de cada tres europeos con­sid­er­an que el cam­bio climáti­co es un prob­le­ma muy grave, y que casi el 80% opina que tomar medi­das para com­bat­ir­lo puede relan­zar la economía y la creación de empleo. La encues­ta, real­iza­da en junio de 2011, indi­ca que el cam­bio climáti­co pre­ocu­pa a los ciu­dadanos europeos hoy más que en 2009 y más inclu­so que la situación económica.


Con infor­ma­ción de Efe

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *