La agonía de Gaza: las claves del ataque israelí y de la lucha por la supervivencia en la franja

Miguel Máiquez, 13/7/2014

«Han bom­bardea­do casas con famil­ias com­ple­tas, y las famil­ias aquí no son como en España, aquí son por lo menos de ocho o diez miem­bros… Es una locu­ra, un geno­cidio, un acto crim­i­nal… Por la noche no hay luz, hay oscuri­dad abso­lu­ta acom­paña­da de ambi­ente de guer­ra. La gente está en casa, no sale…». Así describía Ahmad Yacoub, sec­re­tario de la Aso­ciación de Escritores Palesti­nos, a 20minutos.es el infier­no en que se ha con­ver­tido la fran­ja de Gaza des­de que, hace ya casi una sem­ana, comen­zaron los bom­bardeos israelíes.

El bal­ance de víc­ti­mas, tras un total de 1.320 ataques, habla por sí mis­mo: has­ta este domin­go, al menos 165 palesti­nos muer­tos y cer­ca de 700 heri­dos. Tres de cada cua­tro fal­l­e­ci­dos son civiles, y más de una vein­te­na, niños. Dos ter­ceras partes de los heri­dos son mujeres y menores de edad. Las cifras son de la Agen­cia de Naciones Unidas para los Refu­gia­dos de Palesti­na en Ori­ente Próx­i­mo (UNRWA).

Des­de la fran­ja los mili­cianos de Hamás (la orga­ni­zación islamista que gob­ier­na en Gaza) y de otras fac­ciones palesti­nas con­tinúan lan­zan­do cohetes con­tra Israel (en torno a 800 des­de el martes, según el Ejérci­to israelí), pero ni su capaci­dad ni su efi­ca­cia son com­pa­ra­bles con el poder de la maquinar­ia de guer­ra israelí, que dispone, además, de un sofisti­ca­do sis­tema defen­si­vo anti­aéreo (Iron Dome, Cúpu­la de Hier­ro), capaz de inter­cep­tar una bue­na parte de los proyec­tiles. De momen­to, los cohetes palesti­nos han heri­do de diver­sa con­sid­eración a una doce­na de israelíes (dos graves, diez leves, y tres de ellos, militares).

Todo parece indicar que la vio­len­cia no va a deten­erse pron­to. Israel real­iza ya incur­siones ter­restres (los bom­bardeos no están con­sigu­ien­do el obje­ti­vo de neu­tralizar los lan­za­mien­tos de cohetes), y el primer min­istro, Ben­jamin Netanyahu, ha deja­do claro que su gob­ier­no con­tem­pla «todas las opciones». Tam­bién ha hecho oídos sor­dos a las ofer­tas de mediación real­izadas por Esta­dos Unidos, aunque sabe que, de todos mod­os, cuen­ta con el respal­do prác­ti­ca­mente incondi­cional del pres­i­dente Barack Oba­ma. Wash­ing­ton ha hecho un lla­mamien­to al cese de los ataques por ambas partes, pero insiste en que Israel tiene «dere­cho a defenderse».

Este dere­cho a la defen­sa es, una vez más, el prin­ci­pal argu­men­to israelí a la hora de jus­ti­ficar el ataque. En este sen­ti­do, el Ejérci­to israelí afir­ma que solo ata­ca las vivien­das de miem­bros de Hamás impli­ca­dos en ataques a Israel, blan­cos que denom­i­na «obje­tivos ter­ror­is­tas», e inclu­so denun­cia el uso de civiles palesti­nos como «escu­d­os humanos». En oca­siones, tam­bién avisa por telé­fono (min­u­tos antes) a las famil­ias de las casas que van a ser bom­bardeadas. Pero, dejan­do a un lado el hecho de que se trataría de inten­tos de eje­cu­ciones sin juicio, la muerte de famil­iares, víc­ti­mas inocentes y civiles en gen­er­al, es difí­cil­mente evitable. Gaza es una de las regiones más den­sa­mente pobladas del mundo.

En cuan­to a Hamás, y a pesar del alto pre­cio que está pagan­do, tam­poco parece muy dis­pues­ta a deten­er sus ataques. La resisten­cia tiene un efec­to pro­pa­gandís­ti­co impor­tante, y los islamis­tas no pueden per­mi­tirse ced­er ante Israel, más aún cuan­do parece que tienen un impor­tante respal­do social y de otros movimien­tos. El niv­el de vio­len­cia infligi­do por Israel y la impor­tan­cia que da la población a la cuestión de los pri­sioneros, de los que Hamás se ha con­sti­tu­i­do siem­pre en por­tavoz, y cuya lib­eración es aho­ra una de las condi­ciones para el alto el fuego, fomen­tan este apoyo.

Estas son las claves de la últi­ma gran cri­sis entre israelíes y palesti­nos, un nue­vo calle­jón de difí­cil sal­i­da que en ape­nas una sem­ana ha rel­e­ga­do en los medios no solo a la ya de por sí olvi­da­da guer­ra en Siria, sino inclu­so a los yihadis­tas de Irak y su «cal­ifa­to» fun­da­men­tal­ista; las claves, tam­bién, del ter­ri­to­rio que, con dos ter­cios de su población vivien­do por deba­jo del niv­el de pobreza y depen­di­en­do de la ayu­da human­i­taria, más la está sufriendo.

Los detonantes

La cri­sis actu­al es el desen­lace de una ten­sión que no ha hecho más que cre­cer des­de que el pasa­do día 30 se con­fir­mó que habían sido asesina­dos tres jóvenes israelíes secuestra­dos sem­anas antes en Cisjor­da­nia, y cuya búsque­da dejó a su vez seis palesti­nos muer­tos, 118 heri­dos y 471 detenidos.

El Gob­ier­no de Netanyahu acusó a Hamás del secue­stro, aunque has­ta aho­ra no ha pre­sen­ta­do prue­bas que lo demuestren. Hamás, por su parte, negó estar impli­ca­da. La cri­sis se agravó cuan­do dos días después ultra­na­cional­is­tas judíos se ven­garon que­man­do vivo a un joven palesti­no en Jerusalén, y cuan­do, en esa mis­ma sem­ana, se pub­licó un vídeo en el que se ve cómo policías israelíes apalean bru­tal­mente a un chico palestino.

Durante las tres sem­anas que pasaron des­de que se pro­du­jo el secue­stro de los estu­di­antes israelíes has­ta que se anun­ció el hal­laz­go de sus cadáveres, el ejérci­to israelí golpeó dura­mente la estruc­tura de Hamás en Cisjor­da­nia. En ese tiem­po no hubo más que unos pocos lan­za­mien­tos de cohetes, que además no fueron reivin­di­ca­dos. Pero la elim­i­nación de siete com­bat­ientes del movimien­to islamista en un ataque israelí real­iza­do con drones en Gaza, el 7 de julio, fue inter­pre­ta­da como un acto de agre­sión que rompía el alto el fuego nego­ci­a­do con Israel en noviem­bre de 2012 (el com­pro­miso establecía que ningu­na de las partes se impli­caría en una operación mil­i­tar con­tra la otra). Hamás y su rama mil­i­tar, las brigadas Ezze­dine Al-Qas­sam, pasaron a la acción y el lan­za­mien­to de cohetes se intensificó.

Los ataques con cohetes des­de Gaza per­mi­tieron al gob­ier­no de Netanyahu des­en­ca­denar una nue­va ofen­si­va con­tra la fran­ja y, de paso, sat­is­fac­er las exi­gen­cias de una parte de la población israelí y del ala más derechista de su coali­ción de gob­ier­no, que reclam­a­ban un duro «cas­ti­go» por el asesina­to de los tres jóvenes, algo con respec­to a lo que el primer min­istro había expre­sa­do con­tención en un primer momento.

Entre tan­to, al reivin­dicar los lan­za­mien­tos, Hamás, crit­i­ca­da por algunos sec­tores por su reciente rec­on­cil­iación con Al Fatah (el par­tido que gob­ier­na la Autori­dad Nacional Palesti­na, en Cisjor­da­nia), inten­ta reen­gan­charse al alcance pop­u­lar que tienen otras orga­ni­za­ciones islamis­tas, o inclu­so nacional­is­tas y miem­bros de la OLP, como las Brigadas de los Már­tires de Al Aqsa, de Al Fatah, o el Frente Pop­u­lar y Democráti­co de Lib­eración de Palesti­na, gru­pos que tam­bién lan­zan cohetes.

Para Hamás es tam­bién muy impor­tante seguir sien­do el prin­ci­pal por­tavoz de los pre­sos en cárce­les israelíes. Aho­ra mis­mo, su prin­ci­pal exi­gen­cia es que Israel vuel­va a lib­er­ar a 56 palesti­nos que habían sido puestos en lib­er­tad en el can­je de pri­sioneros de 2011, y que fueron vuel­tos a deten­er por fuerzas israelíes en Cisjor­da­nia durante la búsque­da de los estu­di­antes secuestrados.

El contexto político

En ambas partes existe asimis­mo un fon­do políti­co que es nece­sario ten­er tam­bién en cuen­ta para com­pren­der lo que está pasan­do. Lo más impor­tante es, tal vez, que esta nue­va cri­sis se pro­duce en un con­tex­to en el que las nego­cia­ciones de paz han fra­casa­do. Tras el pacto de unidad fir­ma­do final­mente por Al Fatah y Hamás el pasa­do 23 de abril, Netanyahu dio por ter­mi­na­do el diál­o­go con los palesti­nos, y un par de meses después, en junio, autor­izó la con­struc­ción de cen­tenares de cen­tenares de nuevas vivien­das en asen­tamien­tos situ­a­dos en Cisjor­da­nia, en ter­ri­to­rio ocupado.

Algunos anal­is­tas han inter­pre­ta­do el acoso lle­va­do a cabo con­tra Hamás tras el secue­stro de los jóvenes israelíes como un inten­to de dina­mi­tar la frágil rec­on­cil­iación palesti­na. El pasa­do jueves, el pres­i­dente de la Autori­dad Nacional Palesti­na (ANP), Mah­mud Abás, se dirigió a Hamás a través de la tele­visión palesti­na: «¿Qué vais a lograr lan­zan­do cohetes? Es mejor luchar con sabiduría y con la políti­ca», afir­mó. Era la primera vez que Abás crit­i­ca­ba abier­ta y públi­ca­mente a los mili­cianos islamistas.

Por otro lado, el ataque a Gaza ha esta­do mar­ca­do por la división exis­tente en la coali­ción derechista que gob­ier­na Israel: la operación mil­i­tar estu­vo pre­ce­di­da por un largo pul­so entre Netanyahu, y los ele­men­tos más ultras de su Ejec­u­ti­vo, encabeza­dos por el min­istro de Exte­ri­ores, el xenó­fobo y par­tidario de arrasar Palesti­na («no dejar piedra sobre piedra») Avig­dor Lieber­man. Sin lle­gar a romper la coali­ción de Gob­ier­no, el par­tido de Lieber­man llegó a ‘sep­a­rarse’ del Likud de Netanyahu por enten­der que no esta­ba apli­can­do sufi­ciente «mano dura» con­tra Hamás. Poco después, el Gabi­nete de seguri­dad israelí pasa­ba de la «con­tención» a los ataques actuales.

Con respec­to a Hamás, la orga­ni­zación se encuen­tra en una situación de debil­i­dad (lo que le habría lle­va­do a pactar con Al Fatah), y nece­si­ta volver a ser percibi­da como el prin­ci­pal rep­re­sen­tante de la resisten­cia palesti­na. La destruc­ción por parte del nue­vo gob­ier­no egip­cio de los túne­les que unían la fran­ja con el Sinaí ha pri­va­do a los res­i­dentes de Gaza de un sum­in­istro bási­co de bienes. Y, a pesar del pacto con Al Fatah, aún no ha lle­ga­do a Gaza ningu­na ayu­da económi­ca des­de la ANP. Los 50.000 fun­cionar­ios de la fran­ja lle­van meses sin cobrar sus salarios.

Además, el grupo islamista ha per­di­do últi­ma­mente apoyos cru­ciales. Irán y Siria, sus ali­a­dos tradi­cionales, han cor­ta­do el gri­fo de las ayu­das como con­se­cuen­cia de la decisión de Hamás de apo­yar a los rebeldes que luchan con­tra el rég­i­men del pres­i­dente sirio, Bashar Al Asad.

Y en cuan­to a la división inter­na en el seno de Hamás, es cier­to que hubo fuertes diver­gen­cias ante el acuer­do de rec­on­cil­iación con Al Fatah, pero aho­ra mis­mo parece haber con­sen­so sobre cómo oper­ar y sobre la necesi­dad de respon­der a Israel.

Los ataques

Des­de que, el pasa­do lunes, se ini­ció la denom­i­na­da operación Bor­de Pro­tec­tor (Pro­tec­tive Edge), y has­ta este domin­go, las Fuerzas Armadas israelíes han alcan­za­do unos 1.320 obje­tivos en Gaza, en ataques lan­za­dos tan­to des­de el aire como des­de los buques de guer­ra que blo­quean los acce­sos marí­ti­mos a la fran­ja. Las bom­bas han caí­do no solo en pre­sun­tos obje­tivos de mili­cianos de Hamás, sino tam­bién en vivien­das, mezquitas, clíni­cas san­i­tarias y has­ta en un cen­tro de aten­ción a dis­capac­i­ta­dos. Los mili­cianos, por su parte, han lan­za­do con­tra Israel en torno a 800 cohetes, según el últi­mo parte mil­i­tar israelí.

Este domin­go, sol­da­dos israelíes per­manecieron en ter­ri­to­rio gaza­tí bajo el paraguas de helicópteros artilla­dos y de bar­cos de guer­ra, y destruyeron lan­zaderas de cohetes. En la operación, la primera que el Ejérci­to reconoce haber real­iza­do por tier­ra den­tro de la fran­ja, resul­taron heri­dos de for­ma leve cua­tro sol­da­dos israelíes. Israel tiene mov­i­liza­dos a 20.000 reservis­tas en la zona, y 40.000 en todo el país.

La últi­ma olea­da de bom­bardeos israelíes causó la noche del sába­do la muerte de 18 palesti­nos, cuan­do un avión atacó una mezqui­ta y una vivien­da ady­a­cente, según infor­mó el por­tavoz de los ser­vi­cios de emer­gen­cia en la fran­ja. Otros tres palesti­nos murieron en el sur de Gaza en ataques aére­os con­tra posi­ciones islamis­tas en la ciu­dad de Rafah. Con estas últi­mas víc­ti­mas, el recuen­to de muer­tos en el lado palesti­no ascen­dería ya a 165, la may­oría civiles, y los heri­dos, a un millar.

Los severos bom­bardeos noc­turnos en Gaza sigu­ieron al lan­za­mien­to de cohetes por las mili­cias palesti­nas con­tra Tel Aviv y otras ciu­dades del cen­tro de Israel, en un ataque que el bra­zo arma­do del movimien­to islamista Hamás anun­ció pre­vi­a­mente por tele­visión, infor­man­do del uso de un nue­vo cohete de largo alcance, el J80. Los proyec­tiles fueron der­rib­a­dos en vue­lo por el sis­tema Cúpu­la de Hier­ro, que en cin­co días ha neu­tral­iza­do 147 de los que se dirigían a cen­tros urbanos israelíes. Los cohetes palesti­nos han cau­sa­do, además del cierre de com­er­cios y cole­gios, y de la alar­ma entre la población, una doce­na de heri­dos de diver­sa con­sid­eración (dos de ellos, graves).

La actu­al es la ter­cera operación mil­i­tar que dirige el Gob­ier­no de Netanyahu con­tra Gaza. Las dos ante­ri­ores se lle­varon a cabo en 2012: en la primera, bau­ti­za­da como Eco de Vuelta, murieron 24 palesti­nos; en la segun­da, Pilar de la Defen­sa, 158. La ofen­si­va más dev­as­ta­do­ra has­ta aho­ra, no obstante, fue la lla­ma­da Plo­mo Fun­di­do, lan­za­da entre finales de 2008 y prin­ci­p­ios de 2009, con Ehud Olmert como primer min­istro y Ehud Barak como min­istro de Defen­sa. Causó más de 1.300 muer­tos (en su may­oría civiles) y 5.000 heri­dos. En las dos últi­mas opera­ciones no llegó a haber incur­sión mil­i­tar ter­restre en la fran­ja (sí la hubo en Plo­mo Fun­di­do), aunque en Pilar de la Defen­sa el ejérci­to israelí llegó a mov­i­lizar a unos 75.000 reservistas.

Las reacciones

Has­ta el momen­to, y más allá de declara­ciones y de lla­mamien­tos a un genéri­co alto el fuego, la reac­ción (efec­ti­va) de la comu­nidad inter­na­cional bril­la por su ausen­cia. EE UU se ha ofre­ci­do como medi­ador y pre­siona para que cesen los ataques «de ambos ban­dos», pero tiene las manos atadas por su com­pro­miso de apoyo a Israel. Los europeos se han lim­i­ta­do a pedir el fin de las hos­til­i­dades y a con­denar la vio­len­cia, pero la posi­bil­i­dad de san­ciones no se vis­lum­bra en la agenda.

En cuan­to al mun­do árabe, el nue­vo pres­i­dente egip­cio, el mariscal Abdul Fatah al Sisi, parece haber opta­do por ganar tiem­po y, a difer­en­cia de sus pre­de­ce­sores Hos­ni Mubarak y Mohamed Mur­si, por no impli­carse per­sonal­mente. No obstante, Egip­to, jun­to con otros país­es, como Catar, estaría elab­o­ran­do un bor­rador para un posi­ble alto el fuego. Las condi­ciones inclu­idas en el doc­u­men­to pasarían por el fin del blo­queo israelí a la fran­ja (impuesto en 2007) o por que el perímetro que Israel mantiene como zona de seguri­dad en torno a Gaza se reduz­ca. Esta sem­ana, Egip­to abrió el paso fron­ter­i­zo con el ter­ri­to­rio palesti­no para facil­i­tar la asis­ten­cia a heridos.

Los contrastes

Hablar en tér­mi­nos de guer­ra con­ven­cional del con­flic­to entre israelíes y palesti­nos –espe­cial­mente entre Israel y Gaza, o entre Israel y Hamás, como pre­fiere denom­i­narlo el Gob­ier­no israelí– supone obviar la espec­tac­u­lar difer­en­cia en el número de víc­ti­mas, el hecho de que una de las partes ejerce una ocu­pación sobre la otra, y la evi­dente despro­por­ción mil­i­tar exis­tente entre ambos bandos.

En esta últi­ma cri­sis los mili­cianos de Gaza están dis­paran­do cohetes de may­or alcance, y han demostra­do que pueden hac­er daño y que no es fácil neu­tralizar­los, pero real­mente poco es lo que pueden hac­er frente a la tec­nología pun­ta arma­men­tís­ti­ca, los cazas, los mis­iles de últi­ma gen­eración y los sofisti­ca­dos sis­temas de defen­sa de Israel, un país en con­stante pie de guer­ra donde el ser­vi­cio mil­i­tar (oblig­a­to­rio) ocu­pa bue­na parte de las vidas de sus ciu­dadanos, y que dispone además de dece­nas de miles de reservis­tas, por no hablar del apoyo, por acción u omisión, de las prin­ci­pales poten­cias occi­den­tales. Siguen sien­do piedras con­tra tanques.

Este con­traste no se limi­ta, en cualquier caso, a la fac­eta pura­mente mil­i­tar. Las condi­ciones de vida de las pobla­ciones en ambos ban­dos están sep­a­radas por un autén­ti­co abismo.

Israel, con una población de 8,1 mil­lones de habi­tantes y una super­fi­cie de 22.1452 Km² (incluyen­do los ter­ri­to­rios anex­ion­a­dos de Jerusalén Este y los Altos del Golán), tiene una renta per cápi­ta de 34.875 dólares y una esper­an­za de vida de 81,1 años. La tasa de paro en 2012 fue del 6,9%, y en 2013 ocupó el puesto 16 en el Índice de Desar­rol­lo Humano de la ONU.

En los esca­sos 360 Km² de Gaza viv­en 1,7 mil­lones de per­sonas, de las que 1,1 mil­lones son refu­gia­dos. Aprox­i­mada­mente 500.000 de ellos habi­tan en los ocho cam­pos que admin­is­tra la UNWRA. Cer­ca de dos ter­cios de la población de la fran­ja vive por deba­jo del niv­el de pobreza y depende de la ayu­da human­i­taria. La renta per cápi­ta es de 2.900 dólares (la infor­ma­ción disponible incluye Cisjor­da­nia, donde la renta es may­or), y la esper­an­za de vida, de 74 años. El paro alcanzó en 2010 al 45% de la población acti­va (una cifra sin prece­dentes), según datos de Naciones Unidas. Palesti­na (incluyen­do tam­bién Cisjor­da­nia) ocupó en 2013 el puesto 110 en el Índice de Desar­rol­lo Humano de la ONU.

Des­de el blo­queo impuesto por Israel en 2007, cuan­do Hamás se hizo con el con­trol de Gaza tras expul­sar a Al Fatah, después de haber gana­do las elec­ciones un año antes, los habi­tantes de la fran­ja no pueden entrar ni salir de la fran­ja con lib­er­tad. El blo­queo tiene, además, un enorme coste económi­co. Israel no per­mite a Gaza ten­er su pro­pio aerop­uer­to ni puer­tos com­er­ciales; todo el com­er­cio exte­ri­or se lle­va a cabo a través de puer­tos israelíes. A los pescadores de Gaza, por ejem­p­lo, solo se les per­mite fae­nar has­ta un máx­i­mo de 9,6 Km de la cos­ta (menos de un ter­cio del área estip­u­la­da en los Acuer­dos de Oslo). Y los túne­les de con­tra­ban­do que comu­ni­can la fran­ja con Egip­to, por los que pasa­ban sum­in­istros esen­ciales, han sido destru­i­dos en su may­oría por el Gob­ier­no egipcio.

La pre­cariedad es espe­cial­mente grave en el aparta­do de la salud. Según infor­ma Al Jazeera, el Min­is­te­rio de Sanidad de Gaza dispone tan solo de 192 tipos de med­i­c­i­nas (el 40% de las con­sid­er­adas esen­ciales), e Israel ha restringi­do, «por razones de seguri­dad», los per­misos que con­cede a pacientes para que puedan ser trata­dos en hos­pi­tales israelíes cuan­do no existe un tratamien­to ade­cua­do disponible en la fran­ja. Naciones Unidas cal­cu­la que para el año 2020 Gaza nece­si­tará unos mil médi­cos y dos mil enfer­meros y enfer­meras más de los que hay actualmente.

Las condi­ciones san­i­tarias tam­bién son muy defi­cientes. El acuífero cos­tero que pro­por­ciona agua a la población está alta­mente con­t­a­m­i­na­do, y la ONU ha adver­tido de que para el año 2016 podría quedar com­ple­ta­mente inuti­liz­able. Mien­tras, muchas casas solo dispo­nen de agua cor­ri­ente en peri­o­dos de entre seis y ocho horas (el 25% de for­ma diaria, el 40% un día sí y otro no, el 20% cada tres días y el 15% cada cua­tro). El 80% de la población com­pra agua para beber, lo que puede supon­er has­ta un ter­cio de los ingresos.

Otro gran prob­le­ma son los con­stantes cortes de elec­t­ri­ci­dad. La fran­ja tiene una deman­da de unos 360 megawa­tios al día, pero la úni­ca plan­ta eléc­tri­ca exis­tente gen­era solo 80 megawa­tios diar­ios. Israel y Egip­to sum­in­is­tran 120 y 22 megawa­tios adi­cionales, respec­ti­va­mente, que resul­tan aún insu­fi­cientes. El prin­ci­pal hos­pi­tal de Gaza, Al Shi­fa, depende de cua­tro gen­er­adores para fun­cionar, cuyo man­ten­imien­to es com­pli­ca­do debido al cierre de las fron­teras con Israel y Egipto.

Y en cuan­to a la edu­cación, antes de la Segun­da Intifa­da, que comen­zó en 2000, los estu­di­antes de Gaza que desea­ban estu­di­ar en el extran­jero podían via­jar a través del aerop­uer­to israelí de Ben Guri­on, la fron­tera entre Cisjor­da­nia y Jor­da­nia, la fron­tera de Rafah con Egip­to, o el Aerop­uer­to Inter­na­cional de Gaza. Hoy solo les que­da el paso de Rafah, que suele estar cer­ra­do. Según datos de la Autori­dad Nacional Palesti­na, cita­dos tam­bién por Al Jazeera, más de 2.700 estu­di­antes de Gaza, de todos los nive­les educa­tivos, están esperan­do para poder estu­di­ar en el extranjero.

Poca esperanza

La brecha es muy grande tam­bién en el aspec­to soci­ológi­co, donde las nuevas gen­era­ciones pare­cen cada vez más irrec­on­cil­i­ables. Si bien exis­ten en Israel (prin­ci­pal­mente en las zonas más urbanas, como Tel Aviv) muchos ciu­dadanos que sim­pa­ti­zan con la causa palesti­na, o que apoy­an, al menos, una solu­ción pací­fi­ca al con­flic­to, así como orga­ni­za­ciones que tra­ba­jan muy acti­va­mente en defen­sa de los dere­chos humanos y por el fin de la ocu­pación, las encues­tas no dejan lugar para demasi­adas esper­an­zas a cor­to o medio plazo.

El 60% de los israelíes apo­yaría, en gen­er­al, «un acuer­do que estableciera un Esta­do palesti­no al lado de uno israelí», pero el rec­ha­zo es del 58% cuan­do en la pre­gun­ta se especi­f­i­can las con­ce­siones. Y en el lado palesti­no, un 60% cree aún que el obje­ti­vo final de las nego­cia­ciones debe ser «recla­mar la Palesti­na históri­ca des­de el río al mar».

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