La infección ‘ultra’ corroe una Europa sin memoria

Miguel Máiquez, 6/10/2013

Cuan­do, en el año 1999, el par­tido del ultra­derechista pron­azi Jörg Haider logró el 27% de los votos y con­sigu­ió entrar en el Gob­ier­no aus­tri­a­co, la reac­ción gen­er­al en Europa fue de estu­por y, sobre todo, de incredul­i­dad, de «cómo es posi­ble». Algo más de una déca­da después, la pres­en­cia en par­la­men­tos europeos de par­tidos ultras (neon­azis, neo­fascis­tas, racis­tas, anti­in­mi­grantes, hiper­na­cional­is­tas, antieu­ropeís­tas, casi siem­pre islamó­fo­bos y, en oca­siones, has­ta vio­len­tos) ya no sor­prende a nadie. El crec­imien­to de la extrema derecha en el viejo con­ti­nente, impul­sa­do fun­da­men­tal­mente por la cri­sis, con los despropósi­tos de la élite de la UE como blan­co fácil, y al amparo de una noto­ria fal­ta de memo­ria históri­ca, es una real­i­dad innegable.

Los ejem­p­los se suce­den uno tras otro. El últi­mo caso por exce­len­cia es el de los neon­azis de Amanecer Dora­do, que se mantienen como ter­cera fuerza políti­ca en inten­ción de voto en Gre­cia, a pesar de la deten­ción de su cúpu­la diri­gente. Pero los ultras tam­bién han escal­a­do posi­ciones en Norue­ga, Fin­lan­dia, Dina­mar­ca, Bul­gar­ia, Hun­gría, Aus­tria, Holan­da, Bél­gi­ca, Fran­cia… En España siguen sien­do grupús­cu­los minori­tar­ios, pero no por ello inofen­sivos, como demues­tra el reciente ataque a un cen­tro cul­tur­al catalán en Madrid. La Policía Nacional tiene con­stan­cia de la exis­ten­cia de al menos 46 gru­pos activos de extrema derecha en nue­stro país. A comien­zos de 2008, las Fuerzas de Seguri­dad tenían con­tabi­lizadas 250 ban­das neon­azis, 53 de ellas muy peli­grosas, y con nom­bres tan sig­ni­fica­tivos como Resisten­cia Aria, División Blan­ca, Orgul­lo Ario, Europa Blan­ca o Nue­va Estirpe.

Las ide­ologías excluyentes y xenó­fobas, además, no solo han gana­do ter­reno elec­toral de la mano de los par­tidos que las defien­den abier­ta­mente; tam­bién están encon­tran­do hue­cos en las agen­das de var­ios gob­ier­nos. Un min­istro francés quiere expul­sar a los gitanos, el Gob­ier­no británi­co depor­tará a delin­cuentes extran­jeros sin dar­les la opor­tu­nidad de recur­rir, y Hun­gría ha crim­i­nal­iza­do a los ‘sin techo’ (obje­ti­vo clási­co del fas­cis­mo) con penas de has­ta seis meses de cárcel.

El pasa­do mes de agos­to, la can­ciller ale­m­ana, Angela Merkel, ase­guró que la ultra­derecha «no puede ten­er lugar alguno en una Europa democráti­ca», y pidió «entereza» para com­bat­ir­la. Pero es pre­cisa­mente la fal­ta de entereza, no tan­to de los ciu­dadanos como de los respon­s­ables políti­cos, y a veces inclu­so en las más altas insti­tu­ciones euro­peas, lo que abona el camino.

El caso de la inmi­gración es, tal vez, el más rep­re­sen­ta­ti­vo. En 2012, por ejem­p­lo, los min­istros de Inte­ri­or de la UE acor­daron la rein­tro­duc­ción tem­po­ral de los con­troles fron­ter­i­zos en la zona Schen­gen ante la posi­bil­i­dad de una fuerte «pre­sión migra­to­ria». La medi­da fue crit­i­ca­da por la Comisión y el Par­la­men­to Europeos, pero el men­saje, a pesar de las mil y una leyes, nor­mas, dis­posi­ciones y declara­ciones que procla­man el carác­ter sol­i­dario de la Unión, quedó claro: Los logros con­segui­dos (una Europa sin fron­teras, en este caso) solo aguan­tan, en la prác­ti­ca, has­ta que sen­ti­mos ame­naza­do nue­stro sis­tema económi­co (en cri­sis, pero todavía priv­i­le­gia­do), o, de un modo menos con­fesable, nues­tra homo­genei­dad cul­tur­al, racial e inclu­so religiosa.

Es, jun­to con la deses­peración y la rabia que sien­ten muchos ciu­dadanos a causa de la rece­sión, y con el cal­a­do que tiene el pop­ulis­mo demagógi­co en épocas pro­lon­gadas de cri­sis, la fuente prin­ci­pal de la que se nutren, tosca pero efi­caz­mente, los gru­pos ultras; la fuente a la que acu­d­en tam­bién algunos políti­cos que, pese a rec­haz­ar en prin­ci­pio estas ide­ologías, coquetean con ellas a las primeras de cam­bio, espe­cial­mente si hay elec­ciones a la vista.

Estas son algu­nas caras de la cre­ciente ultra­derechización de Europa, en var­ios ejem­p­los recientes:

Neonazis en la cuna de la democracia

La reciente deten­ción de la cúpu­la del par­tido neon­azi griego Amanecer Dora­do (AD), un grupo de car­ac­terís­ti­cas mucho más agre­si­vas que otras for­ma­ciones de extrema derecha euro­peas, y cuyos sim­pa­ti­zantes mues­tran orgul­losos su estéti­ca hit­le­ri­ana, ha provo­ca­do un cier­to descen­so de su inten­ción de voto, pero aún así, las últi­mas encues­tas lo mantienen como ter­cera fuerza políti­ca, con un 7,2% de los votos.

Las razones de este apoyo son diver­sas, y van des­de la cri­sis económi­ca (Gre­cia es el país de la UE más cas­ti­ga­do por la rece­sión, y la may­oría de los votantes de AD son menores de 45 años, los que más sufren el paro) al despres­ti­gio de los par­tidos tradi­cionales (con­sid­er­a­dos cor­rup­tos y cul­pa­bles de la cri­sis, por lo que existe mucho voto de cas­ti­go), pasan­do por la inmi­gración (el país es puer­ta de entra­da a la UE, pero los suce­sivos gob­ier­nos no han sido capaces de dar respues­ta a los prob­le­mas sociales que ello supone) y por la vigen­cia de una cul­tura muy nacional­ista (basa­da a menudo en el victimismo).

Expulsiones de gitanos

«La may­oría [de los gitanos] deben ser lle­va­dos has­ta la fron­tera […]. Nue­stro papel no es acoger a estas pobla­ciones». Con estas pal­abras, pro­nun­ci­adas el pasa­do 25 de sep­tiem­bre, reit­er­a­ba el min­istro francés del Inte­ri­or, Manuel Valls (social­ista), sus polémi­cas declara­ciones de un día antes, en las que había afir­ma­do que «los gitanos deben regre­sar a Rumanía y a Bul­gar­ia», donde tienen que hac­er «esfuer­zos para su integración».

Varias fig­uras del Par­tido Social­ista e inclu­so del Gob­ier­no criti­caron a Valls por con­sid­er­ar que sus pal­abras estigma­ti­zan a la población gitana. El min­istro de Indus­tria, Arnaud Mon­te­bourg, dijo que las declara­ciones de Valls debían ser «cor­regi­das», a lo que el tit­u­lar de Inte­ri­or respondió que «no hay nada que cor­re­gir», y que sus declara­ciones «solo molestan a los que no cono­cen el asun­to». Valls insis­tió en que los cam­pa­men­tos de gitanos «supo­nen un prob­le­ma para los veci­nos y para los que los ocu­pan», des­de el pun­to de vista «san­i­tario y de seguridad».

Solo este año, Fran­cia ha expul­sa­do a 5.000 gitanos de asen­tamien­tos ile­gales en los alrede­dores de ciu­dades como París. El Gob­ier­no francés no incumple ningu­na ley, ya que las nor­mas comu­ni­tarias condi­cio­nan la pro­lon­gación de la libre estancia de un extran­jero comu­ni­tario en un país miem­bro a la pos­esión de medios de vida pro­pios, y el incumplim­ien­to de esta condi­ción es moti­vo de expul­sión. Pero las orga­ni­za­ciones de dere­chos humanos denun­cian que las expul­siones afectan en exclu­si­va a una etnia o pueblo y «son con­trarias a los prin­ci­p­ios de lib­er­tad, democ­ra­cia y respeto a los dere­chos humanos sobre los que se fundó la Unión», en pal­abras de Amnistía Inter­na­cional.

El caso francés no es el úni­co. Según el últi­mo informe de la orga­ni­zación Euro­pean Roma Rights Cen­ter (ERRC), Ser­bia, Rumanía, o la Repúbli­ca Checa han gen­er­al­iza­do tam­bién en los últi­mos años los desa­lo­jos de asen­tamien­tos de gitanos, desahu­cios que tam­bién se han pro­duci­do en Lon­dres, Roma o Madrid.

Cárcel para los ‘sin techo’

Una polémi­ca ley aca­ba de estrechar el cer­co legal a las cer­ca de 30.000 per­sonas ‘sin techo’ exis­tentes en Hun­gría, que pueden ser con­de­na­dos aho­ra a has­ta seis meses de cár­cel por vivir en la calle. La nor­ma­ti­va, que entró en vig­or hace unas dos sem­anas, y que ha recibido crit­i­cas de orga­ni­za­ciones de defen­sa de los dere­chos humanos hún­garas e inter­na­cionales, les obliga a mudarse a alguno de los cen­tros de acogi­da, pero en ellos no hay plazas para todos.

Esta ley nacional, aproba­da por un Par­la­men­to que dom­i­na con una may­oría de dos ter­cios Fidesz, el con­ser­vador par­tido del Gob­ier­no, com­ple­ta un pro­ce­so de san­ciones que ha ido expandién­dose. Primero fue una ley munic­i­pal en Budapest que pro­hibía vivir en los pasajes sub­ter­rá­neos de la cap­i­tal y después se les impusieron mul­tas en var­ios dis­tri­tos de la ciudad.

Deportación exprés

El Gob­ier­no británi­co depor­tará a pre­sun­tos delin­cuentes recla­ma­dos en el extran­jero antes de que estos pre­sen­ten recur­sos para inten­tar quedarse en el Reino Unido, según anun­ció hace unos días la min­is­tra británi­ca del Inte­ri­or, There­sa May (Par­tido Con­ser­vador). May ade­lan­tó que el proyec­to de ley de Inmi­gración reducirá asimis­mo las cir­cun­stan­cias en las que estos extran­jeros pueden recur­rir su deportación, para, según la min­is­tra, com­bat­ir el abu­so del artícu­lo 8 de la Con­ven­ción euro­pea de los dere­chos humanos, que pro­tege el dere­cho a la vida pri­va­da y famil­iar. «Primero deportare­mos a los crim­i­nales extran­jeros y luego escuchare­mos sus recur­sos», dijo.

La Liga Norte y la tragedia de Lampedusa

Tras la trage­dia ocur­ri­da esta sem­ana frente a la isla ital­iana de Lampe­dusa, en la que un naufra­gio causó la muerte de más de 140 inmi­grantes, var­ios respon­s­ables de la Liga Norte, el par­tido xenó­fobo y ultra­derechista que gob­ier­na Lom­bardía, cul­paron del desas­tre a la min­is­tra de Inte­gración, Cécile Kyenge, naci­da en la Repúbli­ca Democráti­ca del Con­go, y que ha sido obje­to de ataques racis­tas por parte de diri­gentes de la Liga.

Umber­to Bossi, líder históri­co de la Liga, dijo que la respon­s­abil­i­dad de trage­dias como ésta la tienen quienes, como la min­is­tra Kyenge, «lan­zan men­sajes hipócritas de acogi­da cuyos resul­ta­dos son dramáticos».

Apoyados por las urnas

Muchas de estas for­ma­ciones de extrema derecha han con­segui­do una impor­tante rep­re­sentación par­la­men­taria. En Norue­ga, país en el que en julio de 2011 un ultra­derechista asesinó a 77 per­sonas, el Par­tido Con­ser­vador y el Par­tido del Pro­gre­so, una for­ma­ción ultra­na­cional­ista y xenó­fo­ba, con­sti­tuirán un gob­ier­no en minoría tras las elec­ciones de sep­tiem­bre, y en Fin­lan­dia el par­tido Ver­daderos Fin­lan­deses se situó en abril de 2011 como la ter­cera fuerza políti­ca del país, con un 19,1 % de los votos (39 diputados).

La ten­den­cia se repite en otros país­es escan­di­navos: En Sue­cia, donde la extrema derecha solo había esta­do pre­sente de 1991 a 1994, esta cor­ri­ente con­sigu­ió volver al arco par­la­men­tario en 2010 con el 5,7 % de los votos (20 escaños), y en Dina­mar­ca el ultra­derechista Par­tido Pop­u­lar Danés de Pia Kjærs­gaard es actual­mente la ter­cera fuerza políti­ca. Durante la ante­ri­or leg­is­latu­ra apun­taló la may­oría del Gob­ier­no liberal-conservador.

En Fran­cia, la ultra­derecha, encabeza­da por Marine Le Pen, hija del históri­co líder del Frente Nacional, Jean-Marie Le Pen, exper­i­men­tó un gran avance en la primera vuelta de las elec­ciones pres­i­den­ciales de abril de 2012, cuan­do obtu­vo un 17,9 % de los votos. A seis meses de las elec­ciones munic­i­pales, los son­deos le augu­ran un resul­ta­do histórico.

Mien­tras, en Bul­gar­ia los ultra­na­cional­is­tas de Ata­ka son actual­mente la cuar­ta fuerza políti­ca, con 20 diputa­dos, y en Hun­gría la ultra­derecha anti­semi­ta del par­tido Job­bik logró el 17% de los sufra­gios y 47 escaños en las elec­ciones de 2010.

Holan­da, Aus­tria y Bél­gi­ca tam­bién cuen­tan con nutri­das rep­re­senta­ciones de gru­pos ultra­derechis­tas en sus par­la­men­tos, aunque en los tres casos han sufri­do retro­ce­sos en las últi­mas elec­ciones, y en Suiza, la pop­ulista Unión Democráti­ca de Cen­tro (UDC) fue el par­tido más vota­do en los comi­cios fed­erales de 2011 y tiene dos rep­re­sen­tantes en el Gob­ier­no cole­gia­do federal.

Por últi­mo, en Ale­ma­nia, los euroescép­ti­cos pop­ulis­tas de Alter­na­ti­va para Ale­ma­nia (AfD) no alcan­zaron en las elec­ciones de sep­tiem­bre el mín­i­mo para ten­er rep­re­sentación par­la­men­taria, pero el 4,7% logra­do fue un resul­ta­do históri­co para este grupo que cul­pa a los país­es del sur de Europa de todos los males de la crisis.

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