La inflación en tiempos de crisis

Miguel Máiquez, 11/7/2013
Publicado en MiBolsillo, 20Minutos

Para bue­na parte de los ciu­dadanos, la inflación tiene un algo de físi­ca cuán­ti­ca. Es una de esas cosas que asum­i­mos como esen­cial y deter­mi­nante, pero que no acabamos de enten­der muy bien; una idea a la vez famil­iar y extraña; un fan­tas­ma que nos atraviesa, pero cuyo con­trol se nos escapa. En gen­er­al, nos bas­ta saber que de sus subidas y bajadas depende, en bue­na medi­da, nues­tra cal­i­dad de vida, el val­or del dinero que ten­emos, y lo que podemos com­prar, inver­tir o ahor­rar. La cri­sis, sin embar­go, nos ha oblig­a­do a famil­iar­izarnos con con­cep­tos que antes lan­guidecían en las pági­nas económi­cas de los per­iódi­cos. Estas son algu­nas claves bási­cas para enten­der un poco mejor una de las prin­ci­pales vari­ables de la economía y de qué man­era puede afectarnos.

¿Qué es la inflación?

La inflación es una medi­da económi­ca que indi­ca el crec­imien­to gen­er­al­iza­do de los pre­cios de bienes, ser­vi­cios y fac­tores pro­duc­tivos den­tro de una economía de mer­ca­do (como la nues­tra) en un peri­o­do deter­mi­na­do (nor­mal­mente, un año).

La inflación y el valor del dinero

La con­se­cuen­cia de que suba la inflación es que pueden adquirirse menos bienes y ser­vi­cios por cada euro, es decir, cada euro vale menos que antes. La inflación refle­ja la dis­min­u­ción del poder adquis­i­ti­vo de la mon­e­da. Un ejem­p­lo toma­do de EE UU: para com­prar un pro­duc­to que en 1980 costa­ba 100 dólares, hoy nece­si­taríamos 282,70.

¿Cómo se calcula?

En el cál­cu­lo del aumen­to medio de los pre­cios, algunos artícu­los en los que se gas­ta más (la elec­t­ri­ci­dad, por ejem­p­lo) tienen una pon­deración may­or que otros en los que se gas­ta menos (el azú­car, los sel­l­os). Por otra parte, cada famil­ia tiene sus pro­pios hábitos de con­sumo: algu­nas tienen coche y otras solo via­jan en trans­porte públi­co. Los hábitos de con­sumo medios del con­jun­to de las famil­ias son los que deter­mi­nan el peso de los dis­tin­tos bienes y ser­vi­cios en el cál­cu­lo de la inflación. Es lo que se conoce como ces­ta de bienes y ser­vi­cios ponderada.

Para este cál­cu­lo se tiene en cuen­ta todo lo que con­sumen las famil­ias, inclu­i­dos artícu­los de con­sumo diario (ali­men­tos, per­iódi­co, gasoli­na), bienes de con­sumo duradero (pren­das de vestir, orde­nadores, lavado­ras) y ser­vi­cios (un seguro, el alquil­er de una vivienda).

¿Es lo mismo que el IPC?

En real­i­dad, la inflación se refiere a la variación de pre­cios que sufre el PIB (pro­duc­to inte­ri­or bru­to), que es el con­jun­to de bienes y ser­vi­cios finales pro­duci­dos por un país en un deter­mi­na­do peri­o­do de tiem­po. El IPC (índice de pre­cios de con­sumo) mide la variación de pre­cios de una serie de bienes y ser­vi­cios que se con­sid­er­an rep­re­sen­ta­tivos del gas­to de un con­sum­i­dor urbano. Sue­len uti­lizarse indis­tin­ta­mente, porque el IPC es un dato de fácil elab­o­ración y porque si la inflación es pequeña, ambas vari­ables no sue­len ser muy diferentes.

¿Es el IPC un buen indicador?

Sí, pero tam­bién se le crit­i­can muchas cosas, entre ellas, que, al usar una ces­ta base fija defini­da para el peri­o­do base, no tiene en cuen­ta las susti­tu­ciones de bienes que efec­túan los con­sum­i­dores como respues­ta a los cam­bios de pre­cios. Tam­poco incor­po­ra nuevos bienes has­ta que se hace una actu­al­ización en la ces­ta de pro­duc­tos, ni hace ref­er­en­cia a cam­bios en la cal­i­dad de los pro­duc­tos ni al pre­cio de la vivien­da en propiedad. Por otro lado, existe el ries­go de que el Gob­ier­no de turno saque o meta deter­mi­na­dos pro­duc­tos en la ces­ta para maquil­lar la evolu­ción del IPC.

¿Cuántos tipos de inflación hay?

Aten­di­en­do a sus causas, se sue­len dis­tin­guir dos: la mon­e­taria y la rela­ciona­da con la pro­duc­ción. La primera tiene su ori­gen en la políti­ca mon­e­taria del Gob­ier­no: las autori­dades orde­nan al Ban­co Cen­tral emi­tir bil­letes (para pagar salarios públi­cos, pen­siones, deu­da del Esta­do) y, como esa emisión suele realizarse sin un respal­do económi­co real (bienes, reser­vas de divisas, oro), el dinero pierde val­or y, por lo tan­to, los pre­cios aumen­tan para inten­tar ajus­tarse al nue­vo val­or real de la mon­e­da. La clave es que los bienes y ser­vi­cios no son ilim­i­ta­dos. Hay más dinero para com­prar pan, pero no hay más pan y, además, cada vez es más caro pro­ducir­lo, por lo que el pre­cio del pan sube y sube.

En el segun­do tipo, los pre­cios suben cuan­do los con­sum­i­dores deman­dan más de lo que las empre­sas son capaces de sum­in­is­trar, dis­tor­sio­n­an­do así el equi­lib­rio entre la ofer­ta y la deman­da. Y hablam­os de inflación de costes cuan­do los costes de la pro­duc­ción suben (porque las mate­rias pri­mas son más caras, por ejem­p­lo), y las empre­sas incre­men­tan los pre­cios para man­ten­er sus már­genes de beneficios.

Por últi­mo, existe tam­bién la lla­ma­da inflación estruc­tur­al: los salarios suben porque suben los pre­cios, los pre­cios suben porque suben los salarios… Es aquí cuan­do empiezan a oírse voces pidi­en­do «mod­eración salarial».

¿Quién y cómo la controla?

En la euro­zona se encar­ga de ello el Ban­co Cen­tral Europeo (BCE). Al tratarse de una economía de libre mer­ca­do, el BCE no puede impedir que los actores económi­cos sub­an los pre­cios de sus pro­duc­tos y ser­vi­cios, pero sí puede con­tro­lar las transac­ciones en el mer­ca­do de divisas (inter­cam­bio con mon­edas extran­jeras), las reser­vas de dinero en la ban­ca y, sobre todo, los tipos de interés, es decir, lo que ten­emos que pagar cuan­do nos conce­den un prés­ta­mo en el ban­co, o, dicho de otro modo, el pre­cio del dinero. Cuan­to may­ores sean los tipos, más baja será la deman­da de dinero (la gente pedirá menos prés­ta­mos si tiene que pagar demasi­a­do por ellos), y menor será, por tan­to, la can­ti­dad de dinero en cir­cu­lación. Así, en teoría, los pre­cios se mantienen esta­bles, con lo que ahor­rar e inver­tir es más fácil, tan­to para los ciu­dadanos como para las empresas.

El BCE con­tro­la tam­bién la deflación (baja­da gen­er­al­iza­da y con­tin­u­a­da de los pre­cios), ya que, en un sis­tema cap­i­tal­ista donde el man­ten­imien­to de un alto niv­el de con­sumo es fun­da­men­tal, el hecho de que los pre­cios sean cada vez menores supone un ries­go: los con­sum­i­dores y las empre­sas com­prarán e inver­tirán cada vez menos, con­fian­do en que, si esper­an, los pre­cios seguirán bajando.

Un 2% es el niv­el de inflación máx­i­mo per­mi­ti­do para cumplir con las direc­tri­ces de pre­cios del Ban­co Cen­tral Europeo (BCE)

¿Es siempre mala?

La hiper­in­flación, o inflación descon­tro­la­da, suele ser cat­a­stró­fi­ca para cualquier economía, pero no existe una­n­im­i­dad a la hora de val­o­rar las con­se­cuen­cias de una inflación moderada.

Para las escue­las económi­cas dom­i­nantes actual­mente (entre ellas, la rep­re­sen­ta­da por las autori­dades de la euro­zona, con Ale­ma­nia a la cabeza), la inflación es el ene­mi­go número uno, ya que pro­duce incer­tidum­bre sobre los pre­cios futur­os, y ello afec­ta a las deci­siones sobre el gas­to, el ahor­ro y la inver­sión, oca­siona una asi­gnación defi­ciente de recur­sos y, al final, difi­cul­ta el crec­imien­to económico.

Otros econ­o­mis­tas, sin embar­go, con­sid­er­an que un niv­el más o menos con­tro­la­do de inflación puede ser pos­i­ti­vo. Así, una inflación pequeña (en vez de nula o neg­a­ti­va) podría reducir la sev­eri­dad de las rece­siones económi­cas al per­mi­tir que el mer­ca­do lab­o­ral pue­da adap­tarse más ráp­i­da­mente en una cri­sis, y reducir el ries­go de que una tram­pa de liq­uidez (fal­ta impre­vista de dinero) imp­i­da una políti­ca mon­e­taria de esta­bi­lización (emi­tir más dinero) de la economía. Es, en tér­mi­nos muy gen­erales, una difer­en­cia sim­i­lar a la exis­tente entre quienes con­sid­er­an que la aus­teri­dad y la con­tención son nece­sarias para salir de la cri­sis, y quienes creen que la solu­ción pasa por abrir más el gri­fo y aumen­tar el gas­to públi­co para estimu
lar el crecimiento.

Un estu­dio pre­sen­ta­do en el Reino Unido en los años cin­cuen­ta señal­a­ba que, de acuer­do con la lla­ma­da cur­va de Phillips, cuan­to may­or es la inflación, menor es la tasa de desem­pleo, y que, del mis­mo modo, un may­or número de para­dos puede hac­er dis­minuir la inflación.

Y en 1990, Robert Bar­ro, pro­fe­sor de la Uni­ver­si­dad de Har­vard y miem­bro del Ban­co de Inglater­ra, pub­licó otro estu­dio que rela­ciona­ba la inflación y el crec­imien­to de más de 100 país­es, ricos y pobres, entre 1960 y 1990. Bar­ro con­cluyó que, si bien es cier­to que cuan­do sube la inflación se reduce el crec­imien­to, esta reduc­ción es muy pequeña (entre un 0,02 y un 0,03% por cada pun­to que sube la inflación), lo cual no es espe­cial­mente desas­troso, com­para­do con el coste social que supone reducir la inflación pri­or­i­tari­a­mente, con la pér­di­da con­sigu­iente de pro­duc­ción y de puestos de trabajo.

La inflación es, en cualquier caso, impop­u­lar. Los con­sum­i­dores no sue­len quer­er pagar más por un pro­duc­to de un mes para otro, aun en el caso de que lo que ganen se incre­mente en la mis­ma cuantía.

¿Cómo nos afecta en el día a día?

– Salarios y pen­siones. El Gob­ier­no suele actu­alizar el salario mín­i­mo, las pen­siones o los suel­dos de los fun­cionar­ios en fun­ción de sus pre­vi­siones de crec­imien­to de la inflación. Los incre­men­tos salar­i­ales que se pactan en las nego­cia­ciones colec­ti­vas tam­bién se hacen de acuer­do con la tasa de inflación pre­vista sobre la base del IPC, y, en algunos con­ve­nios colec­tivos, existe una cláusu­la que per­mite una may­or subi­da de los salarios en el caso de que la inflación sea may­or de lo esperado.

– Prés­ta­mos. Cuan­do sube la inflación, lo nor­mal es que sub­an los tipos de interés, por lo que aque­l­los que ten­gan una hipote­ca con un tipo de interés vari­able, ten­drán que pagar más a su ban­co cada mes. Si la inflación es alta, los con­sum­i­dores piden menos crédi­tos para com­prar y las empre­sas piden menos crédi­tos para inver­tir. Como con­se­cuen­cia, las empre­sas venden menos y reducen sus ben­efi­cios, mien­tras que los ahor­radores meten su dinero en rentas fijas, por el alto interés que perciben por su dinero. La Bol­sa puede acabar bajan­do. Si es baja, ocurre lo contrario.

– Impuestos. Cada año, Hacien­da tra­ta de deflac­tar (con­ver­tir una can­ti­dad expre­sa­da en tér­mi­nos nom­i­nales en otra expre­sa­da en tér­mi­nos reales, habit­ual­mente medi­ante el IPC) la declaración de la renta en lo que haya subido la inflación. Ello supone aumen­tar las deduc­ciones a cada tramo con­tribu­ti­vo, ya que los con­tribuyentes, al subir los pre­cios, nece­si­tan más dinero para com­prar las mis­mas cosas.

– Inmue­bles. Según la Ley de Arren­damien­tos Urbanos, durante los cin­co primeros años de duración del con­tra­to, la renta solo podrá ser actu­al­iza­da basán­dose en lo que suba el IPC del año anterior.

Depósitos bancarios: ¿Cómo influye la inflación en nuestros ahorros?

Si quer­e­mos cal­cu­lar, aunque sea aprox­i­mada­mentecó­mo va a afec­tar la inflación al poder adquis­i­ti­vo de un pro­duc­to de ahor­ro (un depósi­to ban­car­io), loprimero que ten­emos que­hac­er es cal­cu­lar su ben­efi­cione­to, es decir, la rentabil­i­dadque ten­drá nue­strodinero después de impuestos. Por ejem­p­lo, si con­trata­mos un depósi­to a un año al 4% TAE (tasa anu­al equiv­a­lente, el resul­ta­do de una fór­mu­la matemáti­ca que incor­po­ra el tipo de interés nom­i­nal, las comi­siones y el pla­zo de la operación), ten­dremos un tipo impos­i­ti­vo del 21% si los intere­ses al cabo de un año nos han gen­er­a­do menos  de 6.000 euros; de un 25% si la can­ti­dad es de entre 6.000 y 24.000 euros; y de un 27% si el mon­tante es supe­ri­or a 24.000.

En este caso, ese depósi­to al 4% nos daría una rentabil­i­dad del 3,16% después de pagar a Hacien­da. Pero aho­ra hay que cal­cu­lar tam­bién el lla­ma­do rendimien­to real, que es el que incor­po­ra la inflación. Porque si quer­e­mos que el poder adquis­i­ti­vo de nue­stro depósi­to aumente o al menos se man­ten­ga, la inflación inter­an­u­al (la de ese año) deberá ser infe­ri­or o igual a ese 3,16%. Por tan­to, si creemos que la inflación puede ser may­or (por las predic­ciones del Gob­ier­no u otros organ­is­mos, o porque vemos que el pre­cio de los car­bu­rantes, por ejem­p­lo, no para de subir), lo ide­al sería inten­tar inver­tir nue­stro dinero en un depósi­to que nos otorgue una may­or rentabilidad.

Por partes

  • Deflación: Caí­da en el niv­el gen­er­al de los precios.
  • Desin­flación: Desacel­eración de los precios.
  • Hiper­in­flación:  Espi­ral acel­er­a­da y fuera de con­trol de la inflación.
  • Estanflación: Com­bi­nación de inflación, crec­imien­to económi­co lento y alto desempleo.
  • Reflación: Inten­to de ele­var el niv­el gen­er­al de los pre­cios para con­trar­restar las pre­siones deflacionarias.

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