Túnez: el espejo de la ‘primavera árabe’ se resquebraja

Miguel Máiquez, 10/2/2013

Hace poco más de dos años, el 14 de enero de 2010, Zine al Abidín Ben Ali huía a Ara­bia Saudí, después de haber ocu­pa­do la pres­i­den­cia de Túnez durante más de dos décadas. El dic­ta­dor (ganó cua­tro elec­ciones con por­centa­jes de has­ta el 99,91% de los votos) cedía al fin el poder tras una revuelta pop­u­lar que se había ini­ci­a­do un mes antes, cuan­do Mohamed Buaz­izi, un joven de 26 años har­to de una vida de con­stante humil­lación y sin expec­ta­ti­vas, se inmoló a lo bon­zo, fal­l­e­cien­do unas sem­anas después. Su muerte orig­inó un movimien­to sol­i­dario de protes­ta social entre los jóvenes pobres y en paro de su ciu­dad, que se extendió y acabó provo­can­do la históri­ca caí­da del pres­i­dente. Había naci­do la que pron­to sería bau­ti­za­da como «pri­mav­era árabe». El sigu­iente en caer, hace aho­ra jus­to un año, sería el pres­i­dente egip­cio, Hos­ni Mubarak.

Des­de entonces, Túnez ha sido el espe­jo en que se han mira­do muchas de las sociedades árabes que han lucha­do o siguen luchan­do por hac­er real­i­dad un cam­bio tras años y años de opre­sión. Tam­bién ha sido el mod­e­lo con el que, en con­traste con la incer­tidum­bre de Lib­ia o la vio­len­cia polar­iza­da de Egip­to, Occi­dente res­pira­ba más o menos tran­qui­lo. La tran­si­ción no era fácil, y las ame­nazas eran muchas, pero el país parecía cam­i­nar en la bue­na direc­ción: Elec­ciones, un gob­ier­no de coali­ción, Ben Ali juz­ga­do y con­de­na­do (aunque en ausen­cia), el tur­is­mo remon­tan­do tími­da­mente, los acuer­dos com­er­ciales a sal­vo… La pre­sión de los salafis­tas (islamis­tas rad­i­cales) era cada vez más evi­dente, pero los dis­tur­bios en las uni­ver­si­dades por el uso del nikab (velo inte­gral), los ataques a galerías de arte, bares y san­tu­ar­ios sufíes, y las ame­nazas a per­son­ajes públi­cos eran vis­tos como actos pun­tuales de una minoría. Esta­ba el prob­le­ma del atranque políti­co, pero todos los pro­ce­sos de tran­si­ción son com­pli­ca­dos. Como mucho, el país se encon­tra­ba en pun­to muerto.

Des­de den­tro, sin embar­go, las cosas no se han vis­to nun­ca tan de col­or de rosa. El pasa­do martes por la noche, el diri­gente izquierdista Chukri Bel Aid, un abo­ga­do de 47 años, líder del Par­tido de los Patri­o­tas Demócratas Unifi­ca­dos (PPDU, inte­gra­do en el opos­i­tor Frente Pop­u­lar), mil­i­tante laico con­ven­ci­do y muy críti­co con el Gob­ier­no, denun­cia­ba en un pro­gra­ma de tele­visión las «ten­ta­ti­vas de des­man­te­lar el Esta­do y crear mili­cias para ater­rorizar a los ciu­dadanos y arras­trar al país hacia una espi­ral de vio­len­cia». Unas horas después, a la mañana sigu­iente, dos tiros acaba­ban con su vida en la puer­ta de su casa.

Detonante

El asesina­to de Bel Aid, cuya autoría no ha sido aclara­da aún, ha des­bor­da­do un vaso que ya esta­ba lleno. La oposi­ción acusa al par­tido islamista Al Nah­da (o Ennah­da, en el Gob­ier­no) de no haber hecho nada para impedir­lo, o, direc­ta­mente, de estar detrás, algo que los islamis­tas nie­gan. Y la ten­sión, entre tan­to, se ha dis­para­do, con una huel­ga gen­er­al inclu­i­da. Porque, más allá de un enfrentamien­to entre laicos e islamis­tas, el con­flic­to tiene tam­bién una base económi­ca, en la que sindi­catos y movimien­tos izquierdis­tas exi­gen al Gob­ier­no políti­cas más sociales.

En los días sigu­ientes a la muerte de Bel Aid han vuel­to las man­i­festa­ciones y los dis­tur­bios a las calles, y el primer min­istro ha ame­naza­do con dim­i­tir si su pro­pio par­tido sigue rec­hazan­do su prop­ues­ta de crear un gob­ier­no de tec­nócratas como paso pre­vio a la cel­e­bración de nuevas elec­ciones. Además, este mis­mo domin­go, tres min­istros y dos sec­re­tar­ios de Esta­do pertenecientes al par­tido Con­gre­so Por la Repúbli­ca (CPR) han renun­ci­a­do a su cargo.

Y todo ello en un con­tex­to region­al cada vez más explo­si­vo, con el ter­ror­is­mo islamista ganan­do espa­cio en el Sáhara y el Sahel, y acusa­ciones de que parte de las armas de que se nutren los ter­ror­is­tas están lle­gan­do a través de Túnez, proce­dentes del caos libio.

Si la tran­si­ción tuneci­na esta­ba en pun­to muer­to, aho­ra parece haber per­di­do, además, los frenos.

Encrucijada

Rachid Ghanuchi, el líder históri­co del islamis­mo tune­ci­no, proclamó al volver del exilio, tras la caí­da de Ben Ali, que Túnez iba a con­ver­tirse en «una sociedad democráti­ca y mod­éli­ca en el mun­do árabe». La real­i­dad, sin embar­go, ha acaba­do situan­do al país en una difí­cil encru­ci­ja­da. Los islamis­tas, muchos de los cuales fueron persegui­dos, encar­ce­la­dos y tor­tu­ra­dos durante la dic­tadu­ra, cuen­tan con un innegable apoyo pop­u­lar (y elec­toral), fru­to en parte de su éxi­to entre las clases más cas­ti­gadas por el paro y la mis­e­ria, y tam­bién de la división de la oposi­ción. Y este apoyo puede derivar hacia un rég­i­men donde vuel­van a perder­se muchas lib­er­tades y a vul­ner­arse muchos dere­chos, espe­cial­mente, esta vez, para los sec­tores laicos de la población y para las mujeres.

En este sen­ti­do, es impor­tante recor­dar que, des­de la época del pres­i­dente Habib Bur­gui­ba (1957–1987), Túnez es uno de los país­es árabes donde más han arraiga­do for­mas de vida y pen­samien­to muy conec­ta­dos con mod­e­los occidentales.

Pero la tentación de ale­jar a los islamis­tas del poder, for­man­do un gob­ier­no (no elec­to direc­ta­mente) de tec­nócratas, y con­vo­can­do nuevas elec­ciones, como ha prop­uesto el primer min­istro, tiene tam­bién sus ries­gos. Aparte de tratarse de una man­io­bra en prin­ci­pio poco democráti­ca, el resul­ta­do puede ser con­trapro­du­cente. Baste recor­dar la bru­tal guer­ra civ­il a la que dio lugar en Argelia la anu­lación de las elec­ciones que habían lle­va­do a los islamis­tas al Gob­ier­no, en los años noventa.

Estas son, en pre­gun­tas y respues­tas, algu­nas de las prin­ci­pales claves de la evolu­ción de Túnez des­de la rev­olu­ción y de su situación actual.

¿Quién gobierna ahora en Túnez?

Túnez fue el primer país de la lla­ma­da «pri­mav­era árabe» en cel­e­brar elec­ciones a una asam­blea con­sti­tuyente. Los comi­cios tuvieron lugar el 23 de octubre de 2011 y en ellos el par­tido islamista Al Nah­da (renacimien­to, en árabe) logró 90 de los 217 escaños del par­la­men­to, 60 más que su más inmedi­a­to com­peti­dor, el cen­trista Con­se­jo Por la Repúbli­ca (CPR).

Se con­sti­tuyeron entonces las primeras insti­tu­ciones democráti­cas: La pres­i­den­cia del Esta­do fue para en el líder del CPR, el laico mod­er­a­do Mon­cef Marzu­ki, y la de la Asam­blea Nacional Con­sti­tuyente recayó en Mustafá Ben Yafaar, del socialdemócra­ta pro­gre­sista Foro Democráti­co por el Tra­ba­jo y las Lib­er­tades (FDTL, o Al Takat­ul). El par­tido más vota­do, Al Nah­da, se reservó la jefatu­ra del Gob­ier­no, con su sec­re­tario gen­er­al, Hama­di Yabali, como primer min­istro. En diciem­bre de ese mis­mo año los diputa­dos apro­baron una nue­va Con­sti­tu­ción provisional.

¿A qué se debe la crisis política?

La coali­ción de Gob­ier­no ha sido con­flic­ti­va des­de el prin­ci­pio. Ni Marzu­ki ni Ben Yafaar tienen en real­i­dad mucho poder, y los dos socios del Ejec­u­ti­vo acu­san a Al Nah­da de aca­parar el pro­ce­so con­sti­tuyente, por lo que le han reti­ra­do su apoyo y has­ta han ame­naza­do con dim­i­tir. La lucha en el seno de la lla­ma­da ‘troi­ka’ ha impe­di­do el con­sen­so nece­sario para des­ig­nar a los prin­ci­pales min­istros (tras meses de nego­cia­ciones infruc­tu­osas) y ha estanca­do tam­bién la redac­ción de la nue­va Con­sti­tu­ción, que tenía que haber esta­do lista el pasa­do mes de octubre.

Además, en el seno de Al Nah­da existe tam­bién una gran división entre mod­er­a­dos, encabeza­dos por el primer min­istro Yabali, y rad­i­cales, par­tidar­ios de abrazar tesis más cer­canas a las de los salafis­tas. Bajo la eti­que­ta de un «islamis­mo más autén­ti­co», estos últi­mos sien­ten may­ores sim­patías por Ghanuchi, el líder históri­co, cuya rival­i­dad con Yabali es cada vez mayor.

¿Quiénes son los salafistas?

El salafis­mo es una cor­ri­ente ultra­con­ser­vado­ra del islam, tradi­cional­mente apáti­ca con respec­to a la vida políti­ca, muy atom­iza­da (hay mul­ti­tud de pred­i­cadores, cada uno con sus pro­pios seguidores), y que ha cre­ci­do, sobre todo, en los sub­ur­bios de las grandes ciu­dades y entre los sec­tores más humildes de la población. Los salafis­tas abo­gan por una inter­pretación lit­er­al del islam, en un inten­to de recu­per­ar la «pureza» de la religión.

Una cor­ri­ente del salafis­mo, denom­i­na­da pop­u­lar­mente salafis­mo yihadista, rec­haza lim­i­tar la acción reli­giosa a la pred­i­cación y hace de la ‘guer­ra san­ta’ el cen­tro de su activi­dad. Los salafis­tas de esta ten­den­cia defien­den el com­bate arma­do con el fin de lib­er­ar los país­es musul­manes de toda ocu­pación extran­jera. Tam­bién se opo­nen a la may­or parte de los regímenes de los país­es musul­manes, que juz­gan como impíos, y pre­tenden instau­rar esta­dos «ver­dadera­mente islámi­cos». Históri­ca­mente reprim­i­dos, han ido pro­pa­gan­do su dis­cur­so en los últi­mos años a través de cade­nas de tele­visión pri­vadas, muchas de ellas de ori­gen saudí.

¿Cómo están actuando?

Los salafis­tas de Túnez, ampli­a­mente exten­di­dos, sobre todo, en el sur del país, han pro­tag­on­i­za­do numerosos inci­dentes vio­len­tos, en un inten­to de deses­ta­bi­lizar al Gob­ier­no, de pre­sion­arlo para que impon­ga la ley islámi­ca, o, sim­ple­mente, de crear una situación de caos que haga imposi­ble el desar­rol­lo nor­mal de la tran­si­ción democrática.

Así, han ata­ca­do canales de tele­visión, tien­das en las que se vende alco­hol, galerías de arte a las que acu­san de «impías», cines en los que se proyectan pelícu­las «inmorales», y todo tipo de acon­tec­imien­tos cul­tur­ales. Tam­bién han provo­ca­do dis­tur­bios en actos políti­cos de la oposi­ción, han destroza­do dece­nas de san­tu­ar­ios reli­giosos pop­u­lares y, en gen­er­al, lle­van a cabo con­tin­uas cam­pañas de intim­i­dación y ame­nazas, espe­cial­mente con­tra peri­odis­tas y en la uni­ver­si­dad, donde se opo­nen a la restric­ción del uso del nikab, per­siguen a las mujeres que no lo lle­van y ame­drentan a los pro­fe­sores que lo pro­híben. Dispo­nen, además, de gru­pos de matones armados.

Ofi­cial­mente, Al Nah­da (y, espe­cial­mente, el primer min­istro) tra­ta de dis­tan­cia­rse de la vio­len­cia salafista y con­de­na muchos de estos actos. La oposi­ción, sin embar­go, acusa al par­tido islamista de no com­bat­ir sufi­cien­te­mente a los salafis­tas, o inclu­so de con­niven­cia con ellos. Políti­cos de Al Nah­da han lle­ga­do a jus­ti­ficar algunos ataques hablan­do de «provo­ca­ciones laicas». El asesina­do Bel Aid había denun­ci­a­do que le había sido dene­ga­da la pro­tec­ción espe­cial que había solic­i­ta­do ante las con­tin­uas ame­nazas que recibía.

¿Qué consecuencias ha tenido el asesinato de Bel Aid?

Aparte del agravamien­to de la cri­sis políti­ca e insti­tu­cional, des­de la muerte de Bel Aid dece­nas de miles de man­i­fes­tantes han protes­ta­do con­tra el crimen en las calles de la cap­i­tal, Túnez, donde el miér­coles murió un agente de policía por pedradas. Tam­bién ha habido man­i­festa­ciones en otras ciu­dades como Sidi Bouzid, la cuna de la rev­olu­ción que acabó con el rég­i­men del pres­i­dente Ben Ali, y Gafsa, situ­a­da en el sur y con­sid­er­a­da un bastión de seguidores del opos­i­tor de izquier­das asesina­do. En esta últi­ma local­i­dad se pro­du­jeron este viernes graves dis­tur­bios entre cien­tos de man­i­fes­tantes anti islamis­tas y la policía (gas­es lacrimógenos inclu­i­dos), durante la cel­e­bración de un funer­al sim­bóli­co en hon­or de Bel Aid.

¿Quién mató a Bel Aid?

Aún no se sabe, pero el esclarec­imien­to del crimen puede ser clave a la hora de apaciguar los áni­mos en el país. Si, como se sospecha, los autores están más rela­ciona­dos con el salafis­mo que con el islamis­mo ofi­cial, su deten­ción podría ser para Al Nah­da, que ha sido acu­sa­da de insti­gar y has­ta de estar detrás del asesina­to, una bue­na opor­tu­nidad para dejar claro su dis­tan­ci­amien­to de los extrem­is­tas, más allá de la con­de­na del crimen en sí, que ha sido unánime.

¿Qué son las «Ligas de Protección de la Revolución»?

Otro gesto impor­tante por parte de Al Nah­da podría ser la dis­olu­ción de las lla­madas «Lig­as de Pro­tec­ción de la Rev­olu­ción», una especie de mili­cias veci­nales que, a modo de vig­i­lantes, actúan al mar­gen de la ley, a menudo con­tra sec­tores laicos. Estas mili­cias con­sti­tuyen, jun­to con los gru­pos de matones salafis­tas y las ban­das sim­ple­mente crim­i­nales, uno de los grandes prob­le­mas actuales de seguri­dad en Túnez, prob­le­mas que derivan de la inca­paci­dad del Gob­ier­no a la hora de recon­sti­tuir las fuerzas del orden tras la revolución.

Tras la caí­da de Ben Ali, la has­ta entonces omnipresente policía sec­re­ta (unos 80.000 agentes) fue prác­ti­ca­mente des­man­te­la­da, y la policía ordi­nar­ia, for­ma­da por agentes a menudo mal paga­dos y poco moti­va­dos, sufre el estig­ma de seguir estando rela­ciona­da con las prác­ti­cas dic­ta­to­ri­ales del pasa­do. El Ejérci­to, por su parte, es rel­a­ti­va­mente pequeño (35.000 efec­tivos, en un país de 10,5 mil­lones de habi­tantes), y, a difer­en­cia de en Egip­to, su papel en el man­ten­imien­to del orden públi­co es poco importante.

¿Cómo es la situación económica?

La cri­sis que vive Túnez no es solo un con­flic­to entre laicos e islamis­tas. Al igual que al ini­cio de la rev­olu­ción, la difí­cil situación económi­ca en la que sigue inmer­so el país, con una alar­mante pér­di­da de empleo, la inflación muy alta y numerosos casos de cor­rup­ción, sigue sien­do un fator fun­da­men­tal. Ello expli­ca la huel­ga gen­er­al del pasa­do viernes (la primera en más de 30 años), con­vo­ca­da por el prin­ci­pal sindi­ca­to del país (la Unión Gen­er­al de Tra­ba­jadores Tune­ci­nos, UGTT), así como la división entre la derecha con­ser­vado­ra y reli­giosa, por un lado, y el sec­tor tra­ba­jador y campesino, por otro.

A pesar del apoyo que tradi­cional­mente reciben los islamis­tas en muchas zonas rurales, es tam­bién en estas áreas donde más dura­mente está gol­pe­an­do el desem­pleo. Y, en un país con una impor­tante tradi­ción sindi­cal, el respal­do a gru­pos más cer­canos al movimien­to obrero puede lle­gar a ser más impor­tante que la fidel­i­dad a las opciones religioso-conservadoras.

No obstante, si bien es cier­to que, de momen­to, la deman­da de «tra­ba­jo, lib­er­tad y dig­nidad» que acom­pañó a la rev­olu­ción sigue sin ser ple­na­mente aten­di­da por el Gob­ier­no, tam­bién es ver­dad que el Ejec­u­ti­vo ha dado algunos pasos en esa direc­ción. En los pre­supuestos de 2013, por ejem­p­lo, el gas­to públi­co tiene un incre­men­to del 4,9%, una can­ti­dad que, en gran parte, se pien­sa des­ti­nar a pro­gra­mas encam­i­na­dos a reducir las dis­pari­dades regionales y a estim­u­lar la creación de empleo. El Gob­ier­no tam­bién ha sido elo­gia­do recien­te­mente por la Orga­ni­zación Inter­na­cional del Tra­ba­jo (OIT) tras lograr fir­mar un acuer­do con los rep­re­sen­tantes sindi­cales y la patronal, que fue cal­i­fi­ca­do de «hito social».

¿Qué otras asignaturas siguen pendientes?

En gen­er­al, la lib­er­tad políti­ca en Túnez se ha ido incre­men­tan­do de man­era expo­nen­cial durante estos dos años, pero exis­ten muchas áreas donde orga­ni­za­ciones inter­na­cionales y locales de dere­chos humanos denun­cian aún muchas caren­cias, sobre todos las rela­cionadas con la lib­er­tad de expre­sión y el fun­cionamien­to de las insti­tu­ciones. Todavía exis­ten grandes obstácu­los para el desar­rol­lo de un sis­tema políti­co abier­to y democráti­co, empezan­do por la fal­ta de una refor­ma de los min­is­te­rios clave: el de Jus­ti­cia y el de Inte­ri­or, que aún con­ser­van prác­ti­cas más propias de la época de la dictadura.

Al cumplirse un año de la rev­olu­ción, Amnistía Inter­na­cional pub­licó un informe en el que afirma­ba que el actu­al Gob­ier­no tune­ci­no esta­ba hacien­do retro­ced­er los avances en la situación de los dere­chos humanos con­segui­dos tras la caí­da de Ben Ali, «lo cual hace dudar de su com­pro­miso con las refor­mas». La ONG denun­cia­ba, entre otras cosas, que habían aumen­ta­do las restric­ciones a la lib­er­tad de expre­sión de peri­odis­tas, artis­tas, críti­cos con el Gob­ier­no, escritores y blogueros, «con la excusa de man­ten­er el orden y la moral públi­cos». Tam­bién indi­ca­ba que «las autori­dades tuneci­nas no pare­cen haber podi­do o queri­do pro­te­ger a los ciu­dadanos de la agre­siones de gru­pos al pare­cer afines a los salafistas».

¿Qué propone el primer ministro para salir de la crisis?

Yabali insiste en que la mejor solu­ción para Túnez pasa por su prop­ues­ta de for­mar un Gob­ier­no de tec­nócratas y «apolíti­co» has­ta la cel­e­bración, «lo antes posi­ble», de nuevas elec­ciones. El primer min­istro ha recono­ci­do que tomó esta decisión de man­era indi­vid­ual sin con­sul­tar­lo con su par­tido ‑Al Nahda‑, pero ase­gu­ra que va a «con­tin­uar con la real­ización de esta ini­cia­ti­va», cuya respon­s­abil­i­dad asume, y que, dijo, tuvo que tomar «para sal­var al país». Según Yabali, su prop­ues­ta «ofrece a todos los par­tidos y al pueblo alcan­zar ráp­i­da­mente una solu­ción de con­cor­dia, y un gob­ier­no inde­pen­di­ente que tra­ba­je para lle­var a cabo los obje­tivos de la revolución».

El vicepres­i­dente de Al Nah­da, Abdel­hamid Yalasi, ase­guró que esta for­ma­ción «no está de acuer­do con la pos­tu­ra toma­da por el jefe del Gob­ier­no». La división exis­tente llevó final­mente este domin­go a Yabali a ame­nazar con dim­i­tir si la Asam­blea Nacional Con­sti­tuyente rec­haza su prop­ues­ta, aunque no renun­cia­rá a su car­go como sec­re­tario gen­er­al de Al Nah­da, a pesar de las críti­cas recibidas. «Si los miem­bros [del nue­vo gabi­nete] son acep­ta­dos, espe­cial­mente por los par­tidos con rep­re­sentación en la Asam­blea, per­maneceré como jefe del Gob­ier­no», precisó.

Las prop­ues­tas, añadió Yabali, «deberán ser remi­ti­das antes del lunes», día en el que está pre­vis­to que especi­fique la fecha del anun­cio del nue­vo ejec­u­ti­vo. El primer min­istro apun­ta que podría ser «a medi­a­dos de la sem­ana sigu­iente como tarde».

¿Cómo afecta a Túnez el auge del terrorismo islamista subsahariano?

En Túnez y en Argelia se han inter­cep­ta­do impor­tantes ali­jos de armas proce­dentes de los antigu­os depósi­tos de Gadafi, y los rebeldes tuareg y salafis­tas que se hicieron con el con­trol del norte de Mali en mar­zo del año pasa­do nutrieron sus arse­nales con arma­men­to libio.

Un diri­gente del par­tido opos­i­tor tune­ci­no Nidá Tunis, Lazar Akre­mi, admi­tió recien­te­mente que «Túnez se ha con­ver­tido en un pasil­lo por donde cir­cu­lan armas» de Lib­ia. «Nece­si­ta­mos ayu­da de Europa para restable­cer la seguri­dad fron­ter­i­za, sobre todo con Lib­ia, cuyas difi­cul­tades en reestruc­turar el Esta­do ani­man a muchos clanes mafiosos al com­er­cio ile­gal con sus iguales libios», indicó por su parte un por­tavoz de Al Nah­da, quien señaló la fal­ta de mate­r­i­al como una de las prin­ci­pales caren­cias del país.

Ante la gravedad de la situación, Lib­ia, Argelia y Túnez fir­maron en la ciu­dad lib­ia de Gadamés, cua­tro días antes del ataque ter­ror­ista a la plan­ta de gas argeli­na de In Ame­nas, un acuer­do de coor­di­nación en mate­ria de seguri­dad de fron­teras y de lucha antiter­ror­ista y con­tra el nar­cotrá­fi­co y el crimen orga­ni­za­do. Los primeros min­istros de los tres país­es man­i­fes­taron entonces que la situación en Mali se había «dete­ri­o­ra­do» de tal man­era que podría ten­er con­se­cuen­cias para la seguri­dad y la esta­bil­i­dad de la región.

Las fechas clave en la transición tunecina

  • 15/1/2011. El pres­i­dente del Par­la­men­to, Fouad Mebazaa, asume la jefatu­ra inte­ri­na del Estado.
  • 17/1/2011. El primer min­istro, Mohamed Ghanuchi, anun­cia un Gob­ier­no de «unidad nacional», que incluye a los tres líderes de la oposi­ción y a seis min­istros del ante­ri­or régimen.
  • 18/1/2011. Los dos min­istros de la Unión Gen­er­al de Tra­ba­jadores Tune­ci­nos (UGTT), que desem­peñó un impor­tante papel en la revuelta, dimiten en protes­ta por la com­posi­ción del nue­vo Ejecutivo.
  • 19/1/2011. Suiza con­gela los fon­dos ban­car­ios y bienes inmue­bles de Ben Ali y su familia.
  • 23/1/2011. Miles de tune­ci­nos exi­gen en la cap­i­tal la renun­cia de los min­istros del ante­ri­or régimen.
  • 26/1/2011. La jus­ti­cia dic­ta orden de deten­ción inter­na­cional con­tra Ben Ali y su esposa.
  • 30/1/2011. El históri­co líder islámi­co Rachid Gan­nuchi regre­sa tras dos décadas de exilio.
  • 31/1/2011. La UE con­gela los activos del mat­ri­mo­nio Ben Ali.
  • 19/2/2011. Entra en vig­or la amnistía gen­er­al para los pre­sos políticos.
  • 27/2/2011. Dimite Ghanouchi ante las protes­tas ciu­dadanas. Le susti­tuye Beyi Said Esseb­si. Poco después aban­do­nan sus car­gos dos min­istros del par­tido de Ben Ali.
  • 1/3/2011. El par­tido islamista Al Nah­da, en la clan­des­tinidad durante el manda­to de Ben Ali, es legalizado.
  • 7/3/2011. El primer min­istro Esseb­si nom­bra un nue­vo gobierno.
  • 23/3/2011. El Par­tido de los Obreros Comu­nistas Tune­ci­nos pre­sen­ta su comité políti­co, tras vein­ticin­co años de clandestinidad.
  • 24/5/2011. El Ban­co Mundi­al anun­cia que planea con­ced­er prés­ta­mos a Túnez en los próx­i­mos dos años por val­or de 1.500 mil­lones de dólares.
  • 20/6/2011. Ben Ali y su esposa son con­de­na­dos en rebeldía a 35 años de prisión cada uno por malver­sación de fon­dos públicos.
  • 4/7/2011. Ben Ali es con­de­na­do en rebeldía a 15 años de cár­cel por pos­esión ile­gal de armas y estu­pe­fa­cientes en otro nue­vo juicio. El exman­datario tiene casi un cen­te­nar de car­gos por los que responder.
  • 23/9/2011. El movimien­to Al Nah­da logra 90 de los 217 escaños del par­la­men­to, 60 más que su más inmedi­a­to com­peti­dor, el cen­trista Con­se­jo Por la Repúbli­ca (CPR), tras la cel­e­bración de elec­ciones constituyentes.
  • 21/11/2011. Se con­sti­tuyen las primeras insti­tu­ciones democráti­cas: Pres­i­den­cia del Esta­do (Mon­cef Marzu­ki, CPR), de la Asam­blea Nacional Con­sti­tuyente (Mustafá Ben Yafaar, FDTL) y del Gob­ier­no (Hama­di Yabali, Al Nahda).
  • 11/12/2011. La Asam­blea Nacional Con­sti­tuyente (ANC) aprue­ba por may­oría una Con­sti­tu­ción pro­vi­sion­al que reg­u­la las pre­rrog­a­ti­vas de las tres pres­i­den­cias del país y de las instituciones.
  • 11/6/2012. Toque de que­da en ocho provin­cias a raíz de una ola de ataques pro­tag­on­i­za­da por miles de rad­i­cales islámi­cos en la cap­i­tal, en respues­ta a una exposi­ción de arte con­sid­er­a­da por los salafis­tas como un aten­ta­do con­tra el islam.
  • 13/6/2012. Un tri­bunal mil­i­tar con­de­na a Ben Ali a cade­na per­pet­ua por su impli­cación en la repre­sión de la revuelta.
  • 14/8/2012. Al menos tres muer­tos en los enfrentamien­tos entre las fuerzas de seguri­dad y los man­i­fes­tantes que intenta­ban asaltar la emba­ja­da de EE UU en Túnez en protes­ta por una pelícu­la que se mofa del pro­fe­ta Mahoma, que se suma al asalto a otras emba­jadas esta­dounidens­es en el mun­do musulmán.
  • 9/1/2013. Marzu­ki comien­za con­tac­tos con los prin­ci­pales líderes políti­cos para fijar la fecha de las elec­ciones leg­isla­ti­vas y presidenciales.
  • 6/2/2013. Asesina­to del diri­gente laico izquierdista Chukri Bel Aid.

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