Siria se desangra ante el fracaso diplomático y el dilema de la intervención militar

Miguel Máiquez, 1/6/2012

«Otra descara­da men­ti­ra». Así cal­i­ficó este jueves la emba­jado­ra de los Esta­dos Unidos ante la ONU, Susan Rice, la ver­sión ofi­cial del rég­i­men sirio, que respon­s­abi­lizó a «gru­pos arma­dos» de la matan­za per­pe­tra­da el pasa­do viernes en la ciu­dad de Hula, donde murieron más de un cen­te­nar de per­sonas, incluyen­do 49 niños. La masacre, según los obser­vadores de la ONU, llev­a­ba el sel­lo del rég­i­men y de las mili­cias progu­ber­na­men­tales cono­ci­das como shabi­ha. «Está bas­tante claro lo que pasó, no hay lugar para ambigüedades acer­ca de quién usó artillería pesa­da con­tra quién, ni tam­poco sobre la impli­cación de mili­cias progu­ber­na­men­tales en los asesinatos de inocentes, en eje­cu­ciones que se realizaron puer­ta a puer­ta», dijo Rice.

El rég­i­men, sin embar­go, insiste en negar su respon­s­abil­i­dad. A fal­ta de una declaración del pres­i­dente, Bashar al Asad (quien lle­va sem­anas sin diri­girse en públi­co a la nación, pese a la gravedad de los últi­mos acon­tec­imien­tos y al incre­men­to de la pre­sión inter­na­cional), el gen­er­al Qasem Yamal Suleiman ase­guró que su gob­ier­no «no puede come­ter un crimen tan horrible».

Si algo está claro en el con­flic­to sirio es la gran difi­cul­tad exis­tente a la hora de com­pro­bar lo que está ocur­rien­do. Con la pres­en­cia de peri­odis­tas extran­jeros fuerte­mente restringi­da, o direc­ta­mente veda­da, los medios de comu­ni­cación occi­den­tales tienen que acud­ir a las infor­ma­ciones pro­por­cionadas por los gru­pos opos­i­tores o a tes­ti­mo­nios ciu­dadanos para con­trar­restar la pro­pa­gan­dadel rég­i­men. A los obser­vadores de Naciones Unidas les fue dene­ga­do el acce­so a Hula el pasa­do viernes, cuan­do comen­zó el bom­bardeo sobre la ciudad.

Aún así, existe un con­sen­so gen­er­al­iza­do en la comu­nidad inter­na­cional sobre la respon­s­abil­i­dad del gob­ier­no sirio en las masacres y sobre la bru­tal­i­dad de la repre­sión. Así lo con­fir­man las san­ciones económi­cas impues­tas, las reit­er­adas lla­madas a Asad para que aban­done el poder, las con­tin­uas con­de­nas ver­bales o, como ocur­rió tras la matan­za de Hula, la expul­sión de los emba­jadores sirios de la may­oría de las poten­cias occi­den­tales, España inclu­i­da.

Más de 9.000 muertos

Tam­poco hay dudas sobre quiénes son las víc­ti­mas de esta situación: Los pro­pios ciu­dadanos sirios, que han vis­to con­ver­tidas las protes­tas que se ini­cia­ron de for­ma pací­fi­ca hace unos catorce meses en un con­flic­to cada vez más com­ple­jo y san­gri­en­to en el que, pese a que la prin­ci­pal car­ga vio­len­ta cor­re­sponde al rég­i­men, no fal­tan tam­poco ataques y graves vio­la­ciones de los dere­chos humanos por parte de gru­pos arma­dos de la oposición.

Según la ONU, des­de el ini­cio de las protes­tas han muer­to más de 9.000 per­sonas, unas 200.000 se han desplaza­do a otras zonas den­tro del país y al menos 30.000 se han refu­gia­do en país­es veci­nos, espe­cial­mente en Turquía. Hace tan solo unas sem­anas el Alto Comi­sion­a­do de Naciones Unidas para los Refu­gia­dos (ACNUR) infor­mó de que 14.500 refu­gia­dos sirios se han reg­istra­do en Jor­da­nia des­de mar­zo de 2011.

En resumen, la situación en Siria es cada vez más insostenible, al tiem­po que los esfuer­zos diplomáti­cos pare­cen cada vez más inútiles. La aceptación teóri­ca del plan del alto el fuego del envi­a­do espe­cial de la ONU, Kofi Annan, y la lle­ga­da del primer con­tin­gente de obser­vadores de la ONU, no ha sig­nifi­ca­do de momen­to ni la reti­ra­da de los sol­da­dos del rég­i­men de las local­i­dades más con­flic­ti­vas (Hama e Idlib), ni el fin de las acciones armadas de los rebeldes.

¿Qué espera entonces la comu­nidad inter­na­cional para inter­venir? ¿Por qué no actúa como lo hizo en Lib­ia, o inclu­so en los Bal­canes? Muchos anal­is­tas, de hecho, ven seme­jan­zas entre la matan­za de Hula y la ocur­ri­da en la ciu­dad bosnia de Sre­breni­ca en 1995, una masacre que supu­so el aban­dono de la diplo­ma­cia y el recur­so a la acción mil­i­tar. Sin embar­go, tan­to EE UU, como la UE (sal­vo adver­ten­cias poco conc­re­tas de Fran­cia) y la OTAN insis­ten en que, de momen­to, la inter­ven­ción arma­da en Siria no se con­tem­pla. Algunos país­es árabes, sobre todo Ara­bia Saudí y Catar (ene­mi­gos acér­ri­mos de Asad, a quien ven como un ali­a­do de su néme­sis chií en la región, Irán), piden el uso de la fuerza, pero lim­itán­dola a pro­por­cionar armas y dinero a la oposi­ción siria. Y, sobre todo, Rusia y Chi­na siguen oponién­dose firme­mentea todo lo que huela a inter­ven­ción exte­ri­or en el país árabe.

El rechazo ruso y el miedo a Al Qaeda

La prin­ci­pal razón que está fre­nan­do una inter­ven­ción occi­den­tal en Siria, ya sea mil­i­tar o de apoyo direc­to a los gru­pos rebeldes, es la oposi­ción de Rusia, cuyos intere­ses en la zona son grandes y que mantiene un impor­tante com­er­cio de armas con Dam­as­co. Mien­tras Rusia (y tam­bién Chi­na) man­ten­ga su veto en el Con­se­jo de Seguri­dad, la OTAN no podrá inter­venir respal­da­da por una res­olu­ción de la ONU, como hizo en Libia.

Pero, además, como expli­ca en la BBC Shashank Joshi, del Roy­al Unit­ed Ser­vices Insti­tute, el cre­ciente papel de Al Qae­da y de otros gru­pos yihadis­tas sim­i­lares en Siria en los últi­mos meses (pare­cen ser los respon­s­ables de los recientes aten­ta­dos en Dam­as­co, por ejem­p­lo), ha hecho que Wash­ing­ton tema que el apoyo a la oposi­ción ter­mine en manos de los mis­mos gru­pos que orga­ni­zaron los ataques en Irak con­tra las fuerzas occidentales.

Apo­yar a la oposi­ción, por otra parte, tam­poco sería tarea fácil. Los rebeldes, den­tro y fuera de Siria, están pro­fun­da­mente divi­di­dos y no han logra­do unifi­carse, ni políti­ca ni mil­i­tar­mente, en más de 14 meses de lev­an­tamien­to. Y en cuan­to al ataque mil­i­tar, Siria tiene, en com­para­ción con Lib­ia, defen­sas aéreas mejor preparadas y una capaci­dad defen­si­va mucho may­orque la del país norteafricano.

Así las cosas, EE UU con­fía en acabar con­ven­cien­do a Moscú para que facilite la sal­i­da de Asad sin que ello supon­ga nece­sari­a­mente la caí­da total del rég­i­men, en una man­io­bra sim­i­lar a la lle­va­da a cabo para sacar del poder al pres­i­dente de Yemen, Alí Abdulá Saleh. Pero el prob­le­ma es que Siria no tiene nada que ver con Yemen. El rég­i­men de Dam­as­co es muy per­son­al­ista y, además, cuen­ta con un con­sid­er­able apoyo entre la población, no tan­to, des­de luego, como ase­gu­ra el gob­ier­no, pero más del que quieren creer muchas can­cillerías occidentales.

Los peligros de intervenir

En cualquier caso, la opción de la inter­ven­ción exte­ri­or tam­poco es vista por muchos exper­tos como la solu­ción idónea. Para algunos puede ser inclu­so desas­trosa. Es la opinión, por ejem­p­lo, de Mar­i­ano Aguirre, direc­tor del Cen­tro Noruego de Recur­sos para la Paz (Noref, por sus siglas en inglés), quien, en un artícu­lo tit­u­la­do Armas vs nego­cia­ciones, afir­ma: «Es legí­ti­mo que los gob­ier­nos y ciu­dadanos de la comu­nidad inter­na­cional estén pre­ocu­pa­dos por la repre­sión en Siria, y es lógi­co que algunos sirios estén empuñan­do las armas. Pero la urgen­cia moral por pro­te­ger a las víc­ti­mas puede escon­der impor­tantes fac­tores que deberían ser recono­ci­dos, tales como las posi­bles con­se­cuen­cias neg­a­ti­vas de estas bue­nas inten­ciones, los ver­daderos motivos que sub­y­a­cen bajo el deseo de algunos país­es de ver caer a Asad, el coste de descar­tar las vías políti­cas para parar las muertes, o la com­ple­ji­dad de la real­i­dad políti­ca siria, que no puede ser enten­di­da des­de una visión sim­plista de blan­co o negro, y que va más allá de un rég­i­men bru­tal, una sociedad reprim­i­da y una valiente oposi­ción armada».

Según Aguirre, pro­por­cionar armas a los gru­pos rebeldes no serviría más que para agravar el con­flic­to y para dar al pres­i­dente sirio excusas para inten­si­ficar la repre­sión. Esto pon­dría a Esta­dos Unidos, Europa, Turquía y los país­es árabes ante el dile­ma de ten­er que ele­gir entre dejar que el rég­i­men siga apla­s­tan­do el lev­an­tamien­to o inter­venir mil­i­tar­mente, que es jus­to lo que se pre­tende evi­tar pro­por­cio­nan­do armas a los rebeldes. El gob­ier­no, a su vez, respon­dería explotan­do la rival­i­dad entre sun­níes y chiíes, y aumen­tan­do la ten­sión entre otras minorías (cris­tianos, dru­sos, kur­dos). Más armas en manos de civiles, indi­ca, podría con­ducir a Siria a «una mez­cla entre el Líbano de los años 70, la Argelia de los 80 y el Irak des­de 2003». Mien­tras, Ara­bia Sau­di y Catar están pasan­do ya armas a los rebeldes,pero sus intere­ses tienen más que ver con der­rib­ar a un ali­a­do de Irán que con cues­tiones humanitarias.

Aguirre cita el caso de Lib­ia, donde las mili­cias siguen con­trolan­do el país, como un ejem­p­lo claro de la necesi­dad de «ser pru­dentes a la hora de der­ro­car dic­ta­dores sin ten­er un plan», y con­cluye apo­s­tan­do por la prop­ues­ta real­iza­da por el Inter­na­tion­al Cri­sis Group, con­sis­tente, en líneas gen­erales, en una tran­si­ción en el poder que pre­serve la inte­gri­dad de las insti­tu­ciones claves del Esta­do, una refor­ma grad­ual y com­ple­ta de los ser­vi­cios de seguri­dad, y el ini­cio de un pro­ce­so de jus­ti­cia y rec­on­cil­iación nacional.

Una propuesta «lenta y dolorosa»

En la mis­ma línea que Aguirre, Yezid Sayigh, del Carnegie Mid­dle East Cen­ter, señala que «la prop­ues­ta del plan de Annan puede ser lenta y dolorosa, pero ofrece una opor­tu­nidad cru­cial a la oposi­ción para susti­tuir la con­frontación en el plano mil­i­tar, donde el rég­i­men es más fuerte, por la lucha en el plano políti­co y el plano moral, donde la oposi­ción es más fuerte.

Tam­bién en con­tra de armar a los rebeldes, Samer Araabi escribe en Right Web: «El gob­ier­no no parece capaz de man­ten­er el con­trol sobre todo el ter­ri­to­rio sirio, y aunque los pun­tos fuertes de los rebeldes han sido macha­ca­dos, está claro que el rég­i­men ha per­di­do el apoyo de base que nece­si­ta para seguir gob­er­nan­do. Antes o después, ten­drá que enfrentarse a esta real­i­dad. Pero cuan­to más dure la vio­len­cia, más podrá cen­trarse en acabar con una oposi­ción arma­da que sen­cil­la­mente no puede hac­er frente al poder mil­i­tar y la cohe­sión inter­na del ejerci­to sirio. […] Con más armas, más fon­dos y más legit­im­i­dad, los rebeldes sirios podrían aban­donar el patrón de ir ganan­do ter­reno que car­ac­ter­izó la vic­to­ria lib­ia, y cen­trarse, en su lugar, en tác­ti­cas asimétri­c­as como bom­bas, secue­stros o asesinatos […]. Y si la his­to­ria enseña algo, estas tác­ti­cas no es prob­a­ble que pro­duz­can el tipo de vic­to­ria, o de apoyo, que los com­bat­ientes nece­si­tarán en una nue­va Siria».

Amenaza creíble

En el otro lado del debate se sitúan Steven Hey­de­mann, del U.S. Insti­tute of Peace, y Reinoud Leen­ders, pro­fe­sor de la Uni­ver­si­dad de Ams­ter­dam. Ambos fir­man un artícu­lo con­jun­to tit­u­la­do Cri­sis siria: Una ame­naza creíble es lo que hace fal­ta, en el que afir­man que la escal­a­da de la vio­len­cia del rég­i­men no es una respues­ta a una oposi­ción arma­da, sino la reac­ción del gob­ier­no de Asad a un lev­an­tanien­to pop­u­lar que ha demostra­do una gran resisten­cia: «Con­sid­er­ar la mil­i­ta­rización [de la oposi­ción] como una causa de la vio­len­cia del reg­i­men, en lugar de como una legí­ti­ma y deses­per­a­da respues­ta de vul­ner­a­bles y acor­ral­a­dos ciu­dadanos a los actos bru­tales de un rég­i­men ilegí­ti­mo es un caso espe­cial­mente fla­grante de cul­par a la víc­ti­ma de los actos de su ver­dugo», indican.

Según estos exper­tos, «la resisten­cia pací­fi­ca puede ser efec­ti­va en muchos casos, y siem­pre es deseable, pero cuan­do, como en el caso de Siria, las fuerzas repre­so­ras con­tinúan sus ataques con­tra man­i­fes­tantes pací­fi­cos y sol­da­dos deser­tores por igual, la resisten­cia arma­da se con­vierte en inevitable,para sal­var la propia vida y la de los demás, y para evi­tar que el rég­i­men acabe bor­ran­do las exi­gen­cias pop­u­lares de cambio».

Los anal­is­tas favor­ables a la inter­ven­ción argu­men­tan asimis­mo que la mil­i­ta­rización de la oposi­ción es ya un hecho: Actual­mente están ya entran­do armas en Siria a través de con­duc­tos infor­males y no reg­u­la­dos, lo que impi­de con­tro­lar el tipo de armas que se está sum­in­is­tran­do, a quiénes están lle­gan­do, y cómo van a ser usadas. Así, el crec­imien­to de la crim­i­nal­i­dad entre gru­pos arma­dos de la oposi­ción mal dirigi­dos, algunos de los cuales tienen un carác­ter sec­tario, sería una con­se­cuen­cia de esta mil­i­ta­rización irreg­u­lar. Además, el actu­al pro­ce­so de mil­i­ta­rización no con­tro­la­da estaría exac­er­ban­do la frag­mentación de la oposi­ción, y minan­do las ini­cia­ti­vas para que los gru­pos arma­dos acepten la autori­dad del Con­se­jo Nacional Sirio o de otras autori­dades civiles.

Zonas de exclusión

Uno de los artícu­los en favor de la inter­ven­ción en Siria más comen­ta­dos ha sido el pub­li­ca­do en The New York Times por Ann-Marie Slaugh­ter, pro­fe­so­ra de Rela­ciones Inter­na­cionales en la Uni­ver­si­dad de Prince­ton y direc­to­ra de Plan­i­fi­cación Políti­ca en el Depar­ta­men­to de Esta­do de EE UU entre 2009 y 2011. Según Slaugh­ter, la inter­ven­ción mil­i­tar extran­jera en Siria supone la may­or esper­an­za para evi­tar una guer­ra civ­il: «El mantra de quienes se opo­nen a la inter­ven­ción ‑afir­ma- es que Siria no es Lib­ia. Efec­ti­va­mente: Siria está situ­a­da en una posi­ción mucho más estrate­gi­ca que Lib­ia, y una guer­ra civ­il ten­dría con­se­cuen­cias mucho peores».

Para Slaugh­ter, no obstante, lim­i­tarse a armar a la oposi­ción, «la opción más fácil», con­ll­e­varía el peor esce­nario posi­ble: una guer­ra por el poder que podría salpicar al Líbano, Turquía, Irak y Jor­da­nia, y que frac­turaría Siria en gru­pos sec­tar­ios. Tam­bién «facil­i­taría a Al Qae­day otros gru­pos ter­ror­is­tas pon­er un pie en Siria y, tal vez, lograr acce­so a armas quími­cas y biológicas».

En este sen­ti­do, la alter­na­ti­va que pro­pone es estable­cer «zonas de exclusión» para «pro­te­ger a todos los sirios, inde­pen­di­en­te­mente de su cre­do, su etnia o sus ideas políti­cas». El Ejérci­to Libre Sirio, una fuerza cada vez may­or for­ma­da por deser­tores del Ejérci­to sirio, se encar­garía de estable­cer estas zonas cer­ca de las fron­teras con Turquía, Líbano y Jor­da­nia para «per­mi­tir la creación de corre­dores human­i­tar­ios a través de los cuales la Cruz Roja y otras orga­ni­za­ciones puedan intro­ducir comi­da, agua y med­i­c­i­nas, y evac­uar heri­dos». El establec­imien­to de estas zonas requeriría que país­es como Turquía, Catar, Ara­bia Saudí y Jor­da­nia sum­in­is­trasen a la oposi­cion arma­men­to anti­tanque y anti­aéreo, y fuerzas espe­ciales de Catar, Turquía y, posi­ble­mente, el Reino Unido y Fran­cia, podrían «ofre­cer apoyo tác­ti­co y estratégico».

Con respec­to a la legit­im­i­dad de esta inter­ven­ción, Slaugh­ter señala que «al igual que en Lib­ia, la comu­nidad inter­na­cional no debería actu­ar a menos que con­tase con la aprobación de los país­es de la región más direc­ta­mente afec­ta­dos». Es decir, cor­re­spon­dería a Turquía y a la Liga Árabe adop­tar un plan de acción. Y si Rusia y Chi­na se abstu­viesen, en lugar de volver a impon­er su veto, entonces la Liga Árabe podría pedir la aprobación del Con­se­jo de Seguri­dad. En caso con­trario, con­cluye Slaugh­ter, «Turquía y la Liga Árabe deberían actu­ar de acuer­do con su propia autori­dad, con la de los otros 13 miem­bros del Con­se­jo de Seguri­dad y con la de los 137 miem­bros de la Asam­blea Gen­er­al que han con­de­na­do la bru­tal­i­dad de Asad».

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