El futuro ya no es lo que era: profecías tecnológicas de la vida doméstica que nunca llegaron

Miguel Máiquez, 4/3/2012
La coci­na del futuro, tele­tien­da inclu­i­da, en una ilus­tración de los años 50

El recién con­clu­i­do Con­gre­so Mundi­al del Móvil (Mobile World Con­gress, o MWC) de Barcelona ha vuel­to a ser el gran escaparate anu­al en el que las empre­sas del sec­tor han mostra­do las joyas de sus coro­nas, sus últi­mas inno­va­ciones y proyec­tos, la tec­nología de un futuro al que, actual­mente, se lle­ga en ape­nas unos pocos meses. Más de 67.000 per­sonas (un récord de vis­i­tantes) se han pasea­do por los expos­i­tores, impul­sadas, en esen­cia, por un deseo tan viejo como el ser humano: aso­marse al mun­do que viene, atis­bar lo que está por llegar.

Pero si las pro­fecías tec­nológ­i­cas de hoy pare­cen estar siem­pre a la vuelta de la esquina, hace tan solo unas décadas la cosa iba mucho más despa­cio, y antic­i­parse al futuro requería bue­nas dosis de imag­i­nación y un poco de temeri­dad que, en oca­siones, logra­ba acer­carse a lo visionario.

Es el caso, por ejem­p­lo, de un cono­ci­do vídeo de 1969, extraí­do de un pro­gra­ma esta­dounidense de tele­visión, y rescata­do hace unos años en YouTube, donde en ape­nas dos min­u­tos se nos expli­ca, con una lucidez que asus­ta, cómo podremos dis­fru­tar en el futuro, sin salir de casa, de algo increíble­mente pare­ci­do no solo al orde­nador per­son­al, sino a la mis­mísi­ma Inter­net: Com­pras y opera­ciones ban­car­ias ‘online’, ‘web­cams’ y has­ta correo elec­tróni­co. Todo ello, eso sí, en un con­tex­to donde lo úni­co que parece no evolu­cionar es el machis­mo al uso de la época (la esposa orde­na las com­pras en la com­puta­do­ra y el mari­do las con­tro­la luego en otra pan­talla ponien­do cara de pocos amigos).

La red está llena de his­to­rias para asom­brarse de la capaci­dad de predic­ción del ser humano. Bas­ta bucear un poco en Google: ¿Ver­nos mien­tras hablam­os por telé­fono? Julio Verne ya describía, en su cuen­to La jor­na­da de un peri­odista amer­i­cano en 2889, el «fonotele­fo­to», lo más pare­ci­do a Skype que pudo haberse con­ce­bido en 1889. ¿Puer­tas que se abren solas cuan­do esta­mos a pun­to de entrar? H. G. Wells habla­ba de ellas en su libro Cuan­do el dur­miente despierte, en 1899, más de medio siglo antes de que Dee Hor­ton y Lew Hewitt, dos jóvenes de Texas, insta­lasen las primeras puer­tas automáti­cas. ¿Un tocadis­cos tan pequeño que quepa en el oído? Ray Brad­bury se antic­i­pa­ba a los auric­u­lares en Fahren­heit 451 (1953), al referirse a unas «pequeñas con­chas apre­tadas en los oídos, de las que sale un océano de sonidos elec­tróni­cos, de pal­abras, de músi­ca…». ¿Un telé­fono portátil que per­mite hac­er lla­madas a per­sonas, en vez de a lugares? El Capitán Kirk, de Star Trek, ya llev­a­ba años usan­do un móvil cuan­do Mar­tin Coop­er real­izó, en 1973, la históri­ca primera lla­ma­da a un celu­lar de ver­dad, en la Sex­ta Aveni­da de Nue­va York.

Revista ¡Pip­u­lar Elec­tron­ics’, diciem­bre 1958

Lo cier­to en que en esto de las predic­ciones tec­nológ­i­cas (las de Nos­tradamus son otra cosa) uno puede remon­tarse has­ta Leonar­do, o no salir del pro­pio Julio Verne, pero donde real­mente abun­dan las pro­fecías de este tipo es en el siglo XX, el siglo en que la tec­nología dio el salto a la vida cotid­i­ana, la fan­tasía sobre las posi­bil­i­dades de la cien­cia se dis­paró y el futuro, con­ver­tido en pal­abra tal­is­mán, parecía más cer­cano que nunca.

Los mejores ejem­p­los de lo que aho­ra denom­i­namos ‘retro­fu­tur­is­mo’, o ‘pale­o­fu­turo’ pertenecen a los años post­béli­cos. Los avances tec­nológi­cos surgi­dos de la indus­tria de la guer­ra y el opti­mis­mo de las gen­era­ciones que acaba­ban de super­ar el hor­ror de los con­flic­tos mundi­ales llenaron los años veinte y, después, los cin­cuen­ta, de todo tipo de elu­cubra­ciones sobre un futuro mejor, en el que la tec­nología nos haría la vida más fácil: La ciu­dad del futuro, los coches y los trenes del futuro, las comu­ni­ca­ciones del futuro y, cómo no, la casa del futuro.

Las predic­ciones sobre ade­lan­tos en la vida domés­ti­ca han goza­do siem­pre de una lóg­i­ca pop­u­lar­i­dad. Tal vez no ten­gan el pedi­grí de la máquina del tiem­po, ni el atrac­ti­vo de la tele­portación o las ciu­dades sub­mari­nas, pero antic­i­pa­ban una vida más cómo­da, donde arte­fac­tos y robots nos van liberan­do poco a poco de más y más tar­eas. Y muchas de estas predic­ciones, efec­ti­va­mente, se han cumpli­do: Orde­nadores, sis­temas de alar­ma, vit­ro­cerámi­ca, microon­das, lavava­jil­las, pan­tallas gigantes de tele­visión, telé­fonos inalám­bri­cos, Inter­net… Todo se imag­inó antes de exi­s­tir. Otras tam­bién se hicieron real­i­dad, pero siguen estando solo al alcance de los pocos que pueden pagarse una «casa inteligente», con per­sianas que se suben y se bajan solas cuan­do esta­mos de via­je, clima­ti­zación pro­gra­ma­da para las dis­tin­tas áreas de la vivien­da, o elec­tromés­ti­cos que se acti­van des­de el coche. Y muchas otras, algu­nas de ellas fasci­nantes, quedaron en nada.

Este es un pequeño repa­so a algu­nas de las pro­fecías para el hog­ar que nun­ca lle­garon, a la cien­cia fic­ción (domés­ti­ca) que se quedó en ficción.

Tubos para todo

Ilus­tración en ‘The Boston Globe’ del año 1900

Cuan­do los tubos neumáti­cos (sis­temas en los que con­tene­dores cilín­dri­cos son propul­sa­dos a través de una red de tuberías por medio de aire com­prim­i­do o de vacío, y que se usan para trans­portar obje­tos sóli­dos) empezaron a uti­lizarse en el siglo XIX, se pen­só que serían el gran medio de comu­ni­cación del futuro. El libro ilustra­do Le Vingtième Siè­cle («El siglo veinte», 1882), de Albert Robi­da, describe un París en una futu­ra déca­da de 1950 donde trenes en tubos reem­plazan a los fer­ro­car­riles, el correo neumáti­co es omnipresente, y las empre­sas de cater­ing ofre­cen comi­das a los hog­a­res a través de este sistema.

Hoy en día ape­nas se usan (solo en algunos ban­cos y ofic­i­nas, para enviar cheques, dinero o paque­tes de un depar­ta­men­to a otro), pero en su famosa nov­ela utópi­ca Look­ing Back­ward, el escritor esta­dounidense (y social­ista) Edward Bel­lamy lo tenía muy claro: «El tubo neumáti­co alcan­zará su per­fec­ción antes de medi­a­dos de siglo. […]. Las per­sonas recibirán en sus propias casas, a través de ellos, las car­tas, comi­da ya coci­na­da, la ropa limpia de la lavan­dería, los per­iódi­cos de la mañana y cualquier cosa que nece­siten de la tien­da de ali­mentación, sól­i­da o líqui­da, con solo apre­tar un botón […]».

La ilus­tración de la derecha, un recep­tor de tubos neumáti­cos para el hog­ar, pertenece a un artícu­lo pub­li­ca­do en el diario Boston Globe, en el año 1900, bajo el títu­lo de Boston al final del siglo XX, un vis­ta­zo al futuro lejano y a lo que vatic­i­nan los pro­fe­tas locales.

Robot domés­ti­co desar­rol­la­do por la empre­sa Quasar en 1978

El super robot

Se tra­ta, tal vez, de la predic­ción más recur­rente: En el futuro los robots se encar­garán de todas las tar­eas del hog­ar. Limpiarán el pol­vo, fre­garán los sue­los, lavarán la ropa, harán las camas, coci­narán y nos servirán la comi­da, cam­biarán pañales, cor­tarán el césped y cam­biarán bom­bil­las. De momen­to, sin embar­go, y pese a los espec­tac­u­lares avances de la robóti­ca, lo más que hemos vis­to son per­ri­tos hacien­do gra­cias en ferias tec­nológ­i­cas japonesas.

El cien­tí­fi­co esta­dounidense Mar­vin Min­sky, con­sid­er­a­do uno de los padres de las cien­cias de la com­putación, cofun­dador del lab­o­ra­to­rio de inteligen­cia arti­fi­cial del Insti­tu­to Tec­nológi­co de Mass­a­chu­setts y con­se­jero de Stan­ley Kubrick en la pelícu­la 2001: Una odis­ea del espa­cio, lo resumía en esta cita: «En los cin­cuen­ta se predi­jo que en cin­co años los robots estarían en todas partes; en los sesen­ta se predi­jo que sería en 10 años; en los seten­ta, que en veinte años; en los ochen­ta, que en cuarenta años…».

La «Casa del futuro»

En 1957, la com­pañía Mon­san­to, ded­i­ca­da a la biotec­nología, y el Insti­tu­to Tec­nológi­co de Mass­a­chu­setts dis­eñaron, en colab­o­ración con Walt Dis­ney Imag­i­neer­ing, la lla­ma­da «Casa del futuro» («Mon­san­to House of the Future»). Con­stru­i­da com­ple­ta­mente en plás­ti­co (los mue­bles, los elec­trodomés­ti­cos, los uten­sil­ios, todo), fue insta­l­a­da en Tomor­row­land, el área ded­i­ca­da al futuro de Dis­ney­lan­dia, y la vis­i­taron unos 20 mil­lones de per­sonas has­ta que fue des­man­te­la­da y der­rib­a­da en 1967, cuan­do más que una vivien­da futur­ista era ya una especie de museo.

La «Casa del futuro» pre­senta­ba muchos ade­lan­tos que acabaron sien­do comunes en los hog­a­res (las luces de inten­si­dad cam­biante, por ejem­p­lo), pero tam­bién otros que nun­ca lle­garon a cua­jar, des­de un lavava­jil­las que lava­ba sin agua (por «ondas ultra­sóni­cas») has­ta armar­ios para la coci­na con com­par­ti­men­tos a dis­tin­tas tem­per­at­uras (para ser uti­liza­dos como frig­orí­fi­co, con­ge­lador, horno, despen­sa…), pasan­do por cajones que se abrían con solo tocar­los, lava­bos que se ajusta­ban a la altura de la per­sona, o inter­fonos con señal de vídeo en todas las habita­ciones de la casa.

Frigoríficos transparentes y recetas automatizadas

La actu­al Repúbli­ca Checa, entonces Checoslo­vaquia, pro­du­jo un vídeo en 1957 para la Exposi­ción del Futuro de París que, sali­do direc­ta­mente del otro lado del telón de acero, en ple­na eufo­ria por el reciente éxi­to del Sput­nik, no tiene des­perdi­cio en cuestión de pro­fecías tec­nológ­i­cas: Entre las que acier­tan, la tele­tien­da (sal­vo el detalle de que las com­pras se hacen hablan­do direc­ta­mente con el tele­vi­sor), el horno microon­das, o la coci­na de induc­ción (aunque con már­mol en lugar de vit­ro­cerámi­ca); entre las que no, frig­orí­fi­cos trans­par­entes con ban­de­jas gira­to­rias , dis­pen­sadores de comi­da lista para ser coci­na­da («sim­ple­mente pulse un butón y obten­drá los ingre­di­entes nece­sar­ios»), rec­etas de coci­na susti­tu­idas por tar­je­tas per­foradas con códi­go bina­rio (las mis­mas que se usa­ban para sum­in­is­trar infor­ma­ción a los primeros orde­nadores), asadores de pol­los a base de rayos infrarrojos…

El pasado en la televisión

«Las ondas lumi­nosas van recor­rien­do el espa­cio con­stan­te­mente. Allí están esperan­do que sur­ja el apara­to capaz de cap­tar­las de for­ma ret­ro­spec­ti­va. Algún día podrán recogerse [en una pan­talla] las esce­nas del prin­ci­pio del mun­do» (Des­de el 1800 al año 2000, Real­i­dades de hoy y fan­tasías del mañana, una colec­ción de cro­mos españo­la de 1963, ilustra­da por Manuel Gutiér­rez ‘Gut­ma­ga’):

Ilus­tración: Manuel Gutiér­rez ‘Gut­ma­ga’

La aspiradora nuclear

«Las aspi­rado­ras impul­sadas por energía nuclear serán una real­i­dad en unos 10 años» (Alexan­der Lewyt, inven­tor y pres­i­dente de la empre­sa pio­nera de aspi­rado­ras Lewyt Vac­u­um Clean­er, cita­do el 10 de junio de 1955 en The New York Times).

Correo en cohetes

«Antes de que el hom­bre llegue a la Luna, el correo se entre­gará en cuestión de horas, des­de Nue­va York has­ta Aus­tralia, a bor­do de cohetes teledi­rigi­dos. Esta­mos en el umbral del ‘correo-cohete’ » (Arthur Sum­mer­field, direc­tor de la com­pañía postal esta­dounidense en 1959).

El coche volador

En toda pelícu­la futur­ista que se pre­cie, des­de Blade Run­ner has­ta Regre­so al futuro, apare­cen coches voladores. En real­i­dad, no ten­dría por qué ser tan difí­cil. Ten­emos coches, ten­emos aviones… Y, sin embar­go, el util­i­tario volador sigue ahí, en las pelícu­las. Las razones pueden ser varias: La mecáni­ca sería real­mente com­pli­ca­da, haría fal­ta una infraestruc­tura espe­cial en las ciu­dades, los costes de com­bustible exced­erían las posi­bil­i­dades de la inmen­sa may­oría de los bolsillos…

En cualquier caso, algunos no se han ren­di­do. La empre­sa Ter­rafu­gia está tra­ba­jan­do en el denom­i­na­do Tran­si­tion Road­able Air­craft (aeron­ave rodante de tran­si­ción), un vehícu­lo capaz de volar y de cir­cu­lar por car­retera. Según la com­pañía, el apara­to estará disponible este año, a un pre­cio de 194.000 dólares (unos 147.000 euros), y per­mi­tirá al usuario con­ducir­lo como un coche des­de su casa has­ta el aerop­uer­to y, una vez allí, despe­gar y volar con él has­ta una dis­tan­cia de 740 kilómet­ros. «El ‘Tran­si­tion’ no está dis­eña­do para susti­tuir su coche», expli­ca la com­pañía, «pero podría susti­tuir su avione­ta». El mer­ca­do al que está dirigi­do no parece, a tenor del reclamo, demasi­a­do amplio…

Un comentario en “El futuro ya no es lo que era: profecías tecnológicas de la vida doméstica que nunca llegaron

  1. Muchas utopías son una real­i­dad, y con la tec­nología exis­tente se puede capac­i­tar a cualquier per­sona nor­mal para pro­ducir los bienes y ser­vi­cios que todos reque­r­i­mos para vivir: salud, ali­men­tos, ropa, mue­bles aparatos para lavar y limpiar, est­u­fas, refrig­er­adores etc.
    En las nov­e­las de Edward Bel­lamy, y William Mor­ris, hay muy bue­nas ideas para acabar con la igno­ran­cia y la pobreza, al igual que en «La tournee de Dios» de Jardiel Poncela.
    Un uso ade­cua­do de las máquinas en labores insalu­bres, peli­grosas y pesadas. Una reduc­ción de la jor­na­da lab­o­ral y una pater­nidad respon­s­able, elim­i­nan en poco tiem­po la igno­ran­cia y la pobreza.
    Se elim­i­nan las apues­tas, las espec­u­la­ciones de bol­sa, las heren­cias y se emplean ade­cuada­mente las tar­je­tas elec­tróni­cas para que a nadie le falte el dinero nece­sario para una vida digna y sin derroches.

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