El duro camino de la primavera árabe, siete meses después

Miguel Máiquez, 10/7/2011

A finales de esta sem­ana se cumplirán siete meses des­de que, el 17 de diciem­bre de 2010, un joven vende­dor ambu­lante que protesta­ba por la con­fis­cación de su mer­cancía por la policía se prendiese fuego en la local­i­dad tuneci­na de Sidi Buzid, des­en­ca­de­nan­do un movimien­to con­tra el desem­pleo y la carestía de la vida en este país, que supon­dría el ini­cio de una serie de revueltas en cade­na por toda la región.

Lo que en un prin­ci­pio parecía una protes­ta mera­mente local acabó pren­di­en­do como la pólvo­ra en una región espe­cial­mente abona­da para ello, después de décadas de dic­taduras bru­tales, pobreza y menos­pre­cio por los dere­chos humanos y las lib­er­tades más básicas.

Más allá del común denom­i­nador de la perte­nen­cia al mun­do árabe, cada país pre­senta­ba, y pre­sen­ta, una real­i­dad difer­ente, con prob­le­mas dis­tin­tos. Pero los ele­men­tos coin­ci­dentes (sis­temas autori­tar­ios y repre­sores, población oprim­i­da y descon­tenta, juven­tud de los man­i­fes­tantes, uso de las redes sociales) eran lo sufi­cien­te­mente obvios como para poder hablar de un ele­men­to rev­olu­cionario glob­al, de un des­per­tar, de una «pri­mav­era árabe».

Siete meses después, esa pri­mav­era ha dado fru­tos impor­tantes, pero tam­bién razones para el desán­i­mo y el pes­imis­mo. Han caí­do dos regímenes, Túnez y Egip­to, pero, de momen­to, sólo el primero parece haber encon­tra­do un camino más o menos claro hacia la democ­ra­cia, y los dos lid­i­an con los prob­le­mas de una tran­si­ción difí­cil. Y los demás país­es oscilan entre la repre­sión man­teni­da (Siria), las refor­mas maquil­ladas (Mar­rue­cos, Argelia, Jor­da­nia), la com­pli­ci­dad inter­na­cional (Ara­bia Saudí, Bahréin), la fuerza de una minoría de la población sat­is­fecha por la riqueza petrol­era (Emi­ratos), o, direc­ta­mente, la guer­ra (Lib­ia), por no hablar de la difi­cul­tad extra que supone para el pueblo palesti­no ten­er que hac­er no una, sino dos rev­olu­ciones (una con­tra el ocu­pante israelí y otra con­tra sus pro­pios dirigentes).

Todos ellos, en cualquier caso, han deja­do de ocu­par las primeras pági­nas de los medios de comunicación.

Un balance con dos caras

Es prob­a­ble que las espe­ciales condi­ciones que per­miten el tri­un­fo de una rev­olu­ción en país­es tan fér­rea­mente con­tro­la­dos por sus regímenes sólo puedan pros­per­ar si ocur­ren con cier­ta rapi­dez, como sucedió en los casos de Túnez o Egip­to. Y es posi­ble que, de no ser así, el rég­i­men acabe hacien­do efec­ti­va su maquinar­ia repre­so­ra, la aten­ción y el apoyo inter­na­cional se vayan reducien­do y el des­gaste vaya minan­do poco a poco a los revolucionarios.

Pero tam­bién puede ser que ese hipotéti­co des­gaste, o la impre­sión que podamos ten­er des­de fuera, no lo sea en real­i­dad. Cada país tiene su pro­pio rit­mo rev­olu­cionario, y donde unos nece­si­tan dos sem­anas, otros nece­si­tan un año.

Un análi­sis opti­mista pasa por creer que, al final, Gadafi caerá, y su caí­da ren­o­vará el impul­so en otros país­es. Pasa por pen­sar que el lev­an­tamien­to del pueblo sirio, pese a la com­ple­ji­dad étni­ca, reli­giosa y políti­ca que con­ll­e­va, es irre­versible, y que Asad, tarde o tem­pra­no, con ayu­da del exte­ri­or o sin ella, tam­bién caerá; que las refor­mas con­sti­tu­cionales aprobadas en Mar­rue­cos ini­cia­rán un camino democ­ra­ti­zador de no retorno con­tra el que poco podrá hac­er ya la monar­quía aluí; que el final del manda­to del pres­i­dente de Yemen abrirá una puer­ta real de diál­o­go en el país…

De momen­to, en el bal­ance neg­a­ti­vo, a la lista de país­es endémi­ca­mente inesta­bles (Irak, Líbano, Palesti­na) se han suma­do bas­tantes más (Túnez, Egip­to, Yemen, Lib­ia, Siria, Bahréin), y en muchos casos, con escal­adas de vio­len­cia y repre­sión. Los gob­er­nantes que están aguan­tan­do lo están hacien­do a base de mano dura, o ampara­dos en la ambigüedad de la comu­nidad inter­na­cional, que actúa más obser­van­do y, si aca­so, reac­cio­nan­do, que apoyan­do clara­mente las revueltas. El poder pop­u­lar no ha arrasado,como en algún momen­to parecía que iba a ocurrir.

En lo pos­i­ti­vo, no obstante, hay dos dic­ta­dores menos (Mubarak y Ben Ali), y otro está entre la espa­da y la pared (Gadafi). Pero, sobre todo, ha pren­di­do una lla­ma pro democráti­ca que será muy difí­cil volver a apa­gar, pase lo que pase.

Hoy, por hoy, así es como están las cosas en los país­es donde las revueltas han sido más significativas:

TÚNEZ

Qué ha pasado

El 14 de enero, después de casi un mes de protes­tas y man­i­festa­ciones en la calle con­tra el rég­i­men, y tras 23 años en el poder, el pres­i­dente Zine El Abidine Ben Alí dejó su car­go y huyó a Ara­bia Saudí.

El pasa­do día 7, un tri­bunal penal de primera instan­cia tune­ci­no con­denó en rebeldía a Ben Ali a 15 años y seis meses de cár­cel por pos­esión ile­gal de armas y estu­pe­fa­cientes. Era la segun­da sen­ten­cia emi­ti­da con­tra el exman­datario, quien ya había sido con­de­na­do el 20 de junio, en el primer pro­ce­so abier­to con­tra él, a 35 años de cár­cel por malver­sación de fon­dos públicos.

Qué está pasando

Las elec­ciones ini­cial­mente pre­vis­tas para el 24 de julio fueron aplazadas has­ta el 23 de octubre, debido a que, según el gob­ier­no en fun­ciones, no había sufi­ciente tiem­po para elab­o­rar un cen­so elec­toral ni para que las fuerzas políti­cas que van a par­tic­i­par en los comi­cios pudier­an artic­u­larse convenientemente.

En espera de la cita elec­toral, tan­to el gob­ier­no pro­vi­sion­al como la sociedad civ­il y los organ­is­mos inter­na­cionales están inten­tan­do preparar el camino. Este mis­mo viernes, por ejem­p­lo, una trein­te­na de pro­fe­sores de la uni­ver­si­dad de Túnez crearon el primer «Obser­va­to­rio Tune­ci­no de la Tran­si­ción Democráti­ca» para inten­tar «paliar el déficit de insti­tu­ciones de inves­ti­gación y con­tribuir a la tran­si­ción política».

El Gob­ier­no, por su parte, llevó a cabo hace unos días una remod­elación par­cial del Ejec­u­ti­vo que afec­ta a cua­tro min­is­te­rios e incluye un nue­vo car­go denom­i­na­do min­istro del­e­ga­do para el Min­is­te­rio del Inte­ri­or Encar­ga­do de las Refor­mas. Y la UE ha anun­ci­a­do que desple­gará una mis­ión de obser­vación en las elecciones.

El pre­cio de la rev­olu­ción, por otro lado, ha sido alto. Después de décadas como paraí­so turís­ti­co, y priv­i­le­gia­do por inver­siones occi­den­tales que hacían la vista gor­da ante los abu­sos del rég­i­men, Túnez se enfrenta aho­ra a una situación de inesta­bil­i­dad que ha hun­di­do has­ta la mitad al sec­tor del tur­is­mo (7% del PIB, 400.000 empleos direc­tos y 300.000 indi­rec­tos). Además, la inver­sión extran­jera ha caí­do un 24,5% y el PIB, un 7,8%. A ello hay que sumar el regre­so de 120.000 emi­grantes de Lib­ia que han deja­do de enviar dinero, la lle­ga­da de cer­ca de 80.000 refu­gia­dos de este país y el desplome del com­er­cio con la nación vecina.

EGIPTO

Qué ha pasado

Tras 18 días de históri­c­as man­i­festa­ciones pop­u­lares, cen­tradas en la plaza Tahrir de El Cairo, Hos­ni Mubarak aban­donó final­mente el poder el 11 de febrero. Su pro­ce­so judi­cial y el de sus dos hijos está pre­vis­to para el 3 de agosto.

La caí­da de Mubarak nun­ca se habría pro­duci­do sin el lev­an­tamien­to pop­u­lar, pero sólo fue posi­ble debido a lo que, en la prác­ti­ca, fue un golpe de Esta­do de los mil­itares. La con­se­cuen­cia es que la tran­si­ción la están dirigien­do dos fuerzas con­ser­vado­ras: el Ejérci­to y, indi­rec­ta­mente, los Her­manos Musul­manes, cuyo apoyo a las revueltas fue, tam­bién, muy deter­mi­nante, al apor­tar una gran masa ciudadana.

Los comi­cios par­la­men­tar­ios están pre­vis­tos para sep­tiem­bre, y los pres­i­den­ciales, para final de año.

Qué está pasando

De momen­to, el país no tiene una nue­va con­sti­tu­ción, sino sólo la antigua refor­ma­da, unos cam­bios que, pese a sus conex­iones con el antiguo rég­i­men, fueron aproba­dos en refer­én­dum el pasa­do 20 de mar­zo, con el apoyo de los gru­pos islamis­tas y de la jun­ta mil­i­tar que, dirigi­da por el mariscal Tanta­wi, lid­era el pro­ce­so de cambio.

La lenti­tud de la tran­si­ción y la ten­sión que aún vive el país se han tra­duci­do en numerosas situa­ciones de vio­len­cia a lo largo de estos meses. Los días 28 y 29 de junio, una batal­la cam­pal entre policías y man­i­fes­tantes en El Cairo dejó más de mil heri­dos y 43 detenidos, después de que cien­tos de per­sonas se con­cen­traran en el cen­tro de la cap­i­tal y se enfrentaran a las fuerzas del orden, en protes­ta por el ataque y arresto de famil­iares de víc­ti­mas de la revuelta de febrero. Y este viernes, dece­nas de miles de per­sonas volvieron a pro­tag­oni­zar una jor­na­da de reivin­di­cación en la plaza de Tahrir , donde exigieron al Ejérci­to que acelere las refor­mas democráticas.

Con respec­to al futuro, el panora­ma políti­co egip­cio actu­al está for­ma­do por dos grandes fuerzas, los Her­manos Musul­manes y una serie de par­tidos pequeños y laicos, muchos de ellos, recientes. Los primeros (islamis­tas) son los que tienen la mejor capaci­dad orga­ni­za­ti­va, por lo que quieren elec­ciones cuan­to antes. Los segun­dos están luchan­do por retrasar los comi­cios para orga­ni­zarse mejor y ganar más fuerza.

Lo que ocur­ra final­mente en Egip­to es, mucho más que en el caso de Túnez, trascen­den­tal para toda la pri­mav­era árabe, dado el peso políti­co y pobla­cional del país del Nilo. Para muchos anal­is­tas, de hecho, la super­viven­cia de las revueltas en la región depende aho­ra mis­mo, esen­cial­mente, de dos grandes fac­tores: Que la democ­ra­cia se abra paso en Egip­to de un modo incues­tion­able, y que caiga el rég­i­men libio de Muam­mar al Gadafi.

LIBIA

Qué ha pasado

El 15 de febrero se ini­cia una revuelta pop­u­lar con­tra el coro­nel Muam­mar al Gadafi, en el poder des­de 1969. El rég­i­men responde sofo­can­do a los rebeldes a san­gre y fuego, y el 19 de mar­zo, una coali­ción lid­er­a­da por EE UU, Fran­cia y el Reino Unido lan­za una ofen­si­va mil­i­tar con­tra el país, ampara­da en una res­olu­ción de la ONU para pro­te­ger a los civiles y ase­gu­rar la exclusión del espa­cio aéreo. El 31 de mar­zo, la OTAN asume el man­do de la operación.

Pese a la pre­sión inter­na­cional y las san­ciones, y pese al aban­dono de muchos de sus diplomáti­cos, Gadafi, sin embar­go, se nie­ga a aban­donar el poder.

En junio, 14 país­es habían recono­ci­do ya al órgano políti­co de los rebeldes, el Con­se­jo Nacional de Transición.

Has­ta aho­ra han muer­to entre 10.000 y 15.000 per­sonas, y hay más de 950.000 refu­gia­dos, según cifras de la ONU.

Qué está pasando

A pesar de los bom­bardeos de la OTAN y del ais­lamien­to del rég­i­men, el con­flic­to atraviesa un estancamien­to que está per­ju­di­can­do cada vez más a los rebeldes. La escasez de recur­sos del gob­ier­no opos­i­tor es tremen­da, tan­to mil­i­tar­mente como en lo que respec­ta a bienes y ser­vi­cios para aten­der las necesi­dades bási­cas de la población, y el acoso de las tropas de Gadafi se mantiene.

En este con­tex­to, la solu­ción mil­i­tar se está volvien­do cada vez más difí­cil. Este mis­mo domin­go, el gen­er­al de división francés Vin­cent Desportes indi­ca­ba en una entre­vista que «los bom­bardeos de la OTAN no acabarán con el rég­i­men de Gadafi, cuya estrate­gia de esper­ar puede resul­tar vence­do­ra. Ha lle­ga­do el momen­to de encon­trar un com­pro­miso con las autori­dades libias».

De momen­to, los 22 ali­a­dos que respal­dan la inter­ven­ción de la OTAN (el lla­ma­do Grupo de Con­tac­to) están tratan­do de bus­car vías políti­cas para aumen­tar la pre­sión, incluyen­do una lla­ma­da «hoja de ruta hacia la democ­ra­cia» y la creación de un fon­do, denom­i­na­do Mecan­is­mo Financiero Tem­po­ral para canalizar recur­sos al gob­ier­no rebelde de Ben­gasi «de for­ma más trans­par­ente y bajo el paraguas de la ONU».

SIRIA

Qué ha pasado

Des­de que, a medi­a­dos de mar­zo, comen­zaron las revueltas con­tra el rég­i­men de Bashar al Asad, y según la ONU, han muer­to en Siria unas 1.200 per­sonas, víc­ti­mas de la repre­sión guber­na­men­tal. Además, miles de ciu­dadanos han hui­do como refu­gia­dos a la veci­na Turquía.

El últi­mo informe pub­li­ca­do por Amnistía Inter­na­cional (6 de julio) señala que el ejérci­to y los ser­vi­cios de seguri­dad sirios han cometi­do crímenes y otras vio­la­ciones de los dere­chos humanos de for­ma con­sciente y sis­temáti­ca (asesinatos, deten­ciones arbi­trarias, tor­turas) con­tra la población, hechos que pueden cal­i­fi­carse de crímenes con­tra la humanidad.

El gob­ier­no de Asad, por su parte, afir­ma que al menos 400 miem­bros de las fuerzas de seguri­dad han muer­to des­de que comen­zaron los disturbios.

El 20 de junio, el pres­i­dente sirio, en un inten­to de acallar las protes­tas, prometió elec­ciones par­la­men­tarias y ampli­ar una amnistía para cier­tos opositores.

Qué está pasando

Por aho­ra, no parece que Asad vaya a cam­biar una estrate­gia de repre­sión que le está dan­do buenos resul­ta­dos. Al con­trario que en Egip­to, y a pesar de algu­nas deser­ciones, el Ejérci­to no se ha des­mar­ca­do del rég­i­men, y la inter­ven­ción exte­ri­or, más allá de las san­ciones económi­cas, no se con­tem­pla como opción, debido a intere­ses geoes­tratégi­cos (el polvorín del Líbano, la relación con Irán, las con­se­cuen­cias en los ter­ri­to­rios palesti­nos ocu­pa­dos por Israel), y al temor de un incre­men­to aún may­or de la vio­len­cia. Es cier­to que la dic­tadu­ra se ha debil­i­ta­do, pero no lo suficiente.

La oposi­ción, por su parte, tra­ta de orga­ni­zarse en el exilio, pero sus prob­a­bil­i­dades de con­sti­tuir una fuerza que cam­bie el esce­nario son pocas, en bue­na medi­da, debido a la com­ple­ja real­i­dad étni­ca y reli­giosa de Siria, y al fuerte gra­do de sec­taris­mo con­fe­sion­al exis­tente en el país, fomen­ta­do durante décadas por el pro­pio rég­i­men (dom­i­na­do por una minoría) para man­ten­erse en el poder.

Habrá que ver, en cualquier caso, qué surge de las reuniones con­sul­ti­vas del lla­ma­do diál­o­go nacional, que, con­vo­cadas por el pres­i­dente sirio, comen­zaron este domin­go en Dam­as­co, sin una agen­da clara y con el boicot de algunos opos­i­tores destacados.

A la primera sesión asistieron más de un cen­te­nar de rep­re­sen­tantes del rég­i­men, políti­cos de dis­tin­tas ten­den­cias, int­elec­tuales y opos­i­tores, que efec­tu­aron sus prop­ues­tas para una futu­ra con­fer­en­cia más glob­al del diál­o­go nacional.

Un fac­tor clave es que, a difer­en­cia de Túnez o Egip­to, donde las dic­taduras fun­ciona­ban bajo un maquil­la­je democráti­co, y man­te­nien­do algunos dere­chos, lo que hay en Siria es una dic­tadu­ra ver­dadera­mente repre­so­ra, que ha incul­ca­do un fon­do de miedo entre la población del que no es tan fácil despren­der­se. Algunos anal­is­tas, no obstante, desta­can que muchos suníes (la may­oría de la población) y hom­bres de nego­cios pare­cen dis­puestos a apo­yar una alter­na­ti­va que esta­bil­ice ese país.

Una even­tu­al caí­da del gob­ier­no sirio afec­taría de un modo muy impor­tante al mapa políti­co de Ori­ente Medio, espe­cial­mente en lo que respec­ta al Líbano.

YEMEN

Qué ha pasado

El 27 de enero miles de man­i­fes­tantes empiezan a recla­mar en Saná la renun­cia del pres­i­dente yemení, Alí Abdulá Saleh, en el poder des­de hace 33 años. Los lla­ma­dos Jóvenes de la Rev­olu­ción ini­cian una acam­pa­da en la cap­i­tal del país a par­tir del 21 de febrero.

Después de meses de protes­tas y repre­sión, con un sal­do de cer­ca de 200 muer­tos, a medi­a­dos de mayo el pres­i­dente parecía estar dis­puesto a acep­tar un acuer­do con la oposi­ción, dis­eña­do por el Con­se­jo de Coop­eración del Gol­fo y con el apoyo de EE UU y de la UE, según el cual aban­donaría el poder a cam­bio de inmu­nidad judi­cial. Por dos veces, sin embar­go, se negó a firmarlo.

La situación dio un vuel­co el 3 de junio, cuan­do un aten­ta­do con­tra el pala­cio pres­i­den­cial, con un sal­do de 11 muer­tos y 124 heri­dos, dejó grave­mente heri­do a Saleh, quien fue hos­pi­tal­iza­do en Ara­bia Saudí.

Qué está pasando

Des­de el aten­ta­do con­tra Saleh, Yemen está en una especie de lim­bo, con una guer­ra civ­il con­tin­u­a­mente a la vuelta de la esquina, que, de momen­to, tan sólo evi­ta la incer­tidum­bre por el futuro políti­co y un frágil alto el fuego alcan­za­do entre par­tidar­ios y detrac­tores del pres­i­dente. La oposi­ción, por su parte, espera ini­ciar un pro­ce­so de tran­si­ción antes de que Saleh regrese, lo que no parece muy factible.

El jueves pasa­do, Saleh apare­ció en la tele­visión ofi­cial con un aspec­to irrecono­ci­ble, evi­dentes sig­nos de que­maduras y el cuer­po inmóvil, en su primer dis­cur­so después de sufrir el aten­ta­do. Des­de la cap­i­tal saudí, el pres­i­dente ase­guró que apoya la par­tic­i­pación de todas las fuerzas políti­cas y el diál­o­go para salir de la cri­sis, pero no hizo ningu­na ref­er­en­cia a la posi­bil­i­dad de un traspa­so del poder.

Una de las prin­ci­pales ame­nazas aho­ra es que Al Qae­da, que tiene una fuerte pres­en­cia en el país, y que ha sido la causa prin­ci­pal de que Esta­dos Unidos apoy­ase incondi­cional­mente al rég­i­men durante estos últi­mos años, ter­mine por aprovechar este vacío de poder.

BAHRÉIN

Qué ha pasado

Las protes­tas con­tra el rég­i­men autocráti­co de Bahréin, un pequeño reino en el Gol­fo gob­er­na­do por la famil­ia Jal­i­fah des­de 1783, comen­zaron el 14 de febrero.

La may­oría de los man­i­fes­tantes eran musul­manes chiíes, rama del islam a la que pertenece asimis­mo la may­or parte de la población del país. El gob­ier­no, sin embar­go, está en manos de la minoría suní, como suníes son tam­bién las élites diri­gentes de los demás esta­dos del Gol­fo, y los miles de sol­da­dos saudíes y de los Emi­ratos que entraron en Bahréin a medi­a­dos de mar­zo para ayu­dar al rég­i­men a «man­ten­er el orden».

Con el apoyo de las tropas extran­jeras, el Gob­ier­no impu­so un esta­do de emer­gen­cia que se tradu­jo en más de medio mil­lar de detenidos y una autén­ti­ca mor­daza infor­ma­ti­va para los medios de comu­ni­cación extran­jeros (los locales, están con­tro­la­dos), encam­i­na­da en bue­na parte a limpiar la ima­gen del país para con­seguir volver a ser sede de uno de los grandes pre­mios de Fór­mu­la 1.

Has­ta aho­ra, Esta­dos Unidos ha mostra­do una acti­tud tib­ia con respec­to al rég­i­men bahreiní del rey Hamad bin Isa Al Jal­i­fah. La Quin­ta Flota esta­dounidense tiene sus bases en este país y Wash­ing­ton está espe­cial­mente pre­ocu­pa­do por una posi­ble ingeren­cia de Irán (la gran poten­cia chií) en la cri­sis, que ha dado su apoyo expre­so a los manifestantes.

Según un informe del Depar­ta­men­to de Esta­do de EE UU, Wash­ing­ton aprobó 200 mil­lones de dólares en ven­tas de equipo mil­i­tar de fir­mas esta­dounidens­es a Bahréin en 2010, tan sólo unos meses antes de que el rég­i­men autocráti­co se viera con­movi­do por la inesta­bil­i­dad y de que reprim­iera enér­gi­ca­mente a los manifestantes.

Qué está pasando

El pasa­do día 2 de julio se ini­ció un pro­ce­so de diál­o­go nacional entre el Gob­ier­no y la oposi­ción, des­ti­na­do a refor­mar un sis­tema políti­co que los chiíes quiere hac­er evolu­cionar hacia una monar­quía constitucional.

Este diál­o­go, que incluye a rep­re­sen­tantes de difer­entes gru­pos políti­cos y de la sociedad civ­il, está alen­ta­do por la comu­nidad inter­na­cional, en par­tic­u­lar por Washington.

Antes del ini­cio de las con­ver­sa­ciones, las autori­dades anun­cia­ron una comisión inde­pen­di­ente de cin­co miem­bros, entre ellos juris­tas de renom­bre inter­na­cional, para inves­ti­gar las vio­la­ciones de los dere­chos humanos cometi­das durante la represión.

En el con­tex­to inter­na­cional, la cri­sis de Bahréin ha reforza­do el papel de Ara­bia Saudí en la región, cuyo petróleo, poder económi­co, interés estratégi­co y oposi­ción a Irán la hacen into­ca­ble para Occi­dente, pese a su larga lista de vio­la­ciones de dere­chos humanos y al carác­ter abso­lutista de su gob­ier­no (la min­is­tra españo­la de Exte­ri­ores, sin ir más lejos, via­jó recien­te­mente a Riad para, según un comu­ni­ca­do del Gob­ier­no español, «pon­er de relieve el exce­lente esta­do de las rela­ciones políti­cas his­pano-saudíes, así como la estrecha amis­tad que mantienen las famil­ias reales españo­la y saudí»).

Su inter­ven­ción en su veci­no del Gol­fo y sus inten­tos por influir en la situación de Yemen han con­ver­tido a Ara­bia Saudí en una especie de garante y gran gen­darme para las monar­quías árabes autocráti­cas (no en vano, el Con­se­jo de Coop­eración del Gol­fo ha invi­ta­do a Mar­rue­cos a unirse a este grupo).

MARRUECOS

Qué ha pasado

El 4 de febrero unos 12.000 jóvenes piden en Face­book que el rey Mohamed VI derogue la Con­sti­tu­ción, que tome medi­das para luchar con­tra la cor­rup­ción y que libere a los pre­sos de con­cien­cia. Con­vo­can una protes­ta para el 20 de febrero, fecha que dará nom­bre al prin­ci­pal movimien­to pop­u­lar de oposi­ción al rég­i­men, al que más tarde se unirá Jus­ti­cia y Espir­i­tu­al­i­dad, el gran movimien­to islamista mar­ro­quí. Las man­i­festa­ciones del 20 de febrero reunieron a miles de per­sonas, que recla­maron más democ­ra­cia en 12 ciudades.

En un primer momen­to, el rey, que recibe el apoyo de con­tra­man­i­fes­tantes que se enfrentan a los opos­i­tores, se nie­ga a ced­er a «la dem­a­gogia» y has­ta 200 jóvenes son proce­sa­dos por dis­tur­bios, pero, en mar­zo, el monar­ca anun­cia un recorte de sus poderes, a pesar de lo cual con­tinúan las protes­tas. El 14 de abril Mohamed VI indul­ta a 148 pre­sos de con­cien­cia, la may­oría islamistas.

Qué está pasando

A medi­a­dos de junio, el rey con­vocó un refer­én­dum sobre una nue­va Con­sti­tu­ción que, pese a recor­tar algunos de los poderes del monar­ca, no sat­is­face al movimien­to 20 de Febrero. La nue­va Car­ta Magna se sometió a votación pop­u­lar el 1 de julio, y obtu­vo el respal­do del 98,49% de los ciudadanos.

Las claves de la nue­va Con­sti­tu­ción incluyen un nue­vo esta­tus para el monar­ca, cuyo papel como Jefe del Esta­do deja de estar conec­ta­do con su papel como jefe reli­gioso; la creación de la figu­ra del pres­i­dente del Gob­ier­no; refor­mas par­la­men­tarias, con un may­or poder leg­isla­ti­vo para el Con­gre­so, y reconocimien­to del bere­ber como idioma ofi­cial jun­to al árabe.

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