El futuro de Al Qaeda sin Bin Laden y tras el impacto de las revoluciones árabes

Miguel Máiquez, 7/5/2011

¿Qué va a ser de Al Qae­da tras la muerte de Bin Laden? ¿Quién va a suced­er­le? ¿Siguen con­sti­tuyen­do la orga­ni­zación ter­ror­ista y sus gru­pos afil­i­a­dos y satélites una ame­naza, o se irá diluyen­do poco a poco su capaci­dad de agre­sión? ¿Cómo está estruc­tura­da y dónde opera? ¿Cómo le han afec­ta­do las revueltas pop­u­lares en el mun­do árabe?

Al Qae­da se con­vir­tió en el gran ene­mi­go de Occi­dente tras matar a cer­ca de 3.000 per­sonas en Nue­va York y Wash­ing­ton el 11‑S, afi­anzó su influ­en­cia orga­ni­zan­do e inspi­ran­do bru­tales aten­ta­dos como los de Madrid, Lon­dres, Bali y tan­tos otros; apoyó a los tal­ibanes en Afgan­istán y ayudó a avi­var el infier­no de la vio­len­cia tras la invasión de Irak.

Aho­ra, sin su líder, ame­naza­da por el impacto de las rev­olu­ciones en Ori­ente Medio y el Magreb, y frac­ciona­da, la red ter­ror­ista podría estar ante el prin­ci­pio de su ocaso.

Osama: de líder a icono

Cuan­do los coman­dos de élite de la Mari­na de EE UU eje­cu­taron a Osama bin Laden la noche del pasa­do domin­go en Pak­istán, elim­i­naron más un sím­bo­lo que a un líder real.

Bin Laden seguía sien­do el jefe de Al Qae­da, pero su papel como diri­gente acti­vo de la orga­ni­zación ter­ror­ista había ido dis­min­uyen­do con­sid­er­able­mente en los últi­mos años. Y una de las prin­ci­pales razones es la evolu­ción que ha exper­i­men­ta­do la propia orga­ni­zación: A lo largo de la últi­ma déca­da, Al Qae­da ha deja­do de ser una estruc­tura cen­tral­iza­da para con­ver­tirse en un movimien­to de ref­er­en­cia, una especie de fran­qui­cia, bajo cuyo paraguas oper­an diver­sos gru­pos yihadis­tas que, a menudo, tienen poca o ningu­na conex­ión con «la base» y no respon­den a una estrate­gia dirigi­da des­de la cúpu­la. La may­oría de los movimien­tos inte­gris­tas rela­ciona­dos con Al Qae­da cir­cun­scriben su ámbito de acción a sus pro­pios países.

Y, sin embar­go, la mera exis­ten­cia de Bin Laden (los men­sajes en vídeo o audio que lan­z­a­ba de vez en cuan­do, su val­or como icono) aún logra­ba ten­er un cier­to efec­to agluti­nador, capaz de antepon­er un dis­cur­so de unidad (Occi­dente como ene­mi­go común, apropiación de la causa palesti­na) a las muchas difer­en­cias, ide­ológ­i­cas y de obje­tivos, exis­tentes entre las dis­tin­tas fac­ciones del fanatismo islamista.

Aho­ra que Bin Laden no está, es fácil pen­sar que volverá a impon­erse la dis­per­sión que car­ac­ter­i­za el mun­do del yihadis­mo. A fin de cuen­tas, fue el pro­pio Bin Laden quien defendió siem­pre un ter­ror­is­mo con «muchos focos».

Relegada: el efecto de las revueltas árabes

Pero el may­or golpe para Al Qae­da puede que no haya sido la muerte de su líder, sino algo con lo que no con­ta­ba la orga­ni­zación ter­ror­ista: Las revueltas pop­u­lares en el mun­do árabe.

Al Qae­da nació con un gran obje­ti­vo a largo pla­zo (la instau­ración de un nue­vo y «puro» cal­ifa­to islámi­co) y var­ios a cor­to pla­zo. Entre estos últi­mos, además de la expul­sión de «los cruza­dos» de las tier­ras musul­manas, de la elim­i­nación de la «enti­dad sion­ista» y de der­ro­car a la Casa de Saud (la monar­quía saudí), había uno fun­da­men­tal: Acabar con los regímenes «ina­cept­a­bles» exis­tentes en el mun­do árabe. Y estos regímenes son las mis­mas dic­taduras (Egip­to, prin­ci­pal­mente) a las que se están enfrentan­do aho­ra o se han enfrenta­do ya unos lev­an­tamien­tos pop­u­lares que nada tienen que ver con Al Qae­da, y que han deja­do a la orga­ni­zación rel­e­ga­da a un segun­do plano, en un papel de mero espectador.

En este sen­ti­do, Al Qae­da podría estar per­di­en­do la par­ti­da inclu­so en el caso de que las protes­tas acaben favore­cien­do a gru­pos islamis­tas más rad­i­cales, pero no yihadis­tas (como los Her­manos Musul­manes), y espe­cial­mente si quienes al final ganan más fuerza son, como en Turquía, los islamis­tas más moderados.

Porque, si bien es cier­to que el yihadis­mo está inten­tan­do sacar par­tido y tomar posi­ciones de cara al futuro, tam­bién lo es que, por un lado, se tra­ta de un movimien­to muy desunido, y que, por otro, esta supues­ta «opor­tu­nidad de oro» no cuen­ta, de momen­to, con el sufi­ciente respal­do entre la población, pese a los temores de algunos en Occidente.

La agenda: del objetivo global a la realidad local

Con todo, la orga­ni­zación fun­da­da por Bin Laden en 1988 sigue tenien­do una gran influ­en­cia, y sus ten­tácu­los mantienen una impor­tante estruc­tura oper­a­ti­va en lugares como el Magreb (el reciente aten­ta­do de Mar­rakech, los secue­stros de extran­jeros), Irak (el pasa­do jueves, un coche bom­ba con­duci­do por un sui­ci­da causó más de una vein­te­na de muer­tos en la ciu­dad de Hila), y el Cuer­no de África (Soma­lia, espe­cial­mente). Pero, con la excep­ción de Yemen, uno de los prin­ci­pales san­tu­ar­ios de la orga­ni­zación, los obje­tivos en la may­oría de estos casos son esen­cial­mente locales y con poco interés en la agen­da mundi­al dis­eña­da por Bin Laden.

Es posi­ble que la figu­ra de un Osama con­ver­tido en «már­tir» y las temi­das repre­salias por su muerte devuel­van noto­riedad a Al Qae­da durante un tiem­po, pero está por ver si el efec­to será sufi­ciente como para que la orga­ni­zación recu­pere el papel que tenía hace años.

Al Qae­da ha ido per­di­en­do apoyo pop­u­lar en los país­es musul­manes y muchos exper­tos ponen tam­bién en cuestión su actu­al capaci­dad oper­a­ti­va a gran escala: Aunque ha habido var­ios inten­tos frustra­dos, des­de los ataques de 2005 en Lon­dres Al Qae­da no ha logra­do per­pe­trar con éxi­to ningún otro gran aten­ta­do en Occidente.

La cúpula: quién es quién

  • El (prob­a­ble) suce­sor. La muerte de Bin Laden colo­ca a su lugarte­niente, Ayman al Zawahiri, como primer can­dida­to para lid­er­ar Al Qae­da. Al Zawahiri, un ciru­jano egip­cio de 60 años de edad, es con­sid­er­a­do la mano derecha de Bin Laden, y uno de los prin­ci­pales respon­s­ables de las peo­res masacres de la orga­ni­zación ter­ror­ista. Tras la muerte en 1997 de Abdu­lah Azzam, men­tor reli­gioso de Bin Laden, Al Zawahiri se con­vir­tió en el ideól­o­go del grupo y se trasladó a los cam­pa­men­tos de adies­tramien­to de Al Qae­da en Afgan­istán. Un año después, fue uno de los fir­mantes de la fat­ua (edic­to) de Bin Laden, en la que se orden­a­ba atacar los intere­ses de EE UU en todo el mun­do. Tras múlti­ples espec­u­la­ciones sobre su muerte o su pre­cario esta­do de salud, Al Zawahiri rea­pare­ció en una serie de vídeos y graba­ciones sono­ras, a menudo jun­to al pro­pio Bin Laden, y con may­or fre­cuen­cia des­de 2004. El gob­ier­no de EE UU ofrece una rec­om­pen­sa de 25 mil­lones de dólares por su captura.
  • Los instruc­tores. El ex coro­nel del ejérci­to egip­cio Saif al Adel (naci­do en 1963) fue jefe de seguri­dad de Bin Laden y ha impar­tido entre­namien­to en cam­pos de Al Qae­da en Afgan­istán, al igual que el tam­bién egip­cio, y de la mis­ma edad, Abu Mohamed al Mas­ri (alias Abdul­lah Ahmed Abdul­lah). EE UU vin­cu­la a ambos con los aten­ta­dos con­tra dos emba­jadas esta­dounidens­es en África en 1998 y ofrece por la cap­tura de cada uno de ellos 5 mil­lones de dólares.
  • El ‘quími­co’. El egip­cio Abdel Aziz al Mas­ri (alias de Ali Sayyid Muhamed Mustafa al Bakri, naci­do en 1966), es miem­bro de la shu­ra (con­se­jo diri­gente) de Al Qae­da y un estre­cho colab­o­rador de Al Zawahiri. Es un exper­to en explo­sivos y armas quími­cas. EE UU ofrece 5 mil­lones de dólares por él.
  • El teól­o­go. Se cree que Abu Yahya al Libi, tam­bién cono­ci­do como Hasan Qayid y como Yunis al Sahrawi, fue miem­bro del Grupo Islámi­co Com­bat­iente Libio (GICL) antes de aliarse con Bin Laden. Des­de entonces, se ha con­ver­tido en el prin­ci­pal teól­o­go de Al Qae­da y, en los últi­mos años, ha super­a­do a Al Zawahri en su apari­ción en los vídeos de la orga­ni­zación, donde suele mostrar una ima­gen de eru­di­to. Fue nom­bra­do coman­dante de Al Qae­da en Afganistán.

Los militantes: cada vez menos

Según exper­tos con­sul­ta­dos recien­te­mente por la BBC, el núcleo cen­tral de Al Qae­da en este momen­to no dispon­dría de más de un mil­larde mil­i­tantes pro­pios, o ‘fijos’. En la Penín­su­la Arábi­ga la orga­ni­zación ten­dría «unos cen­tenares» de miem­bros, los mis­mos que en el Magreb.

Por otra parte, tras verse oblig­a­da a reubi­carse en zonas trib­ales al noroeste de Pak­istán, Al Qae­da ha vis­to bas­tante reduci­das sus infraestruc­turas en esta zona.

No obstante, la estruc­tura orga­ni­za­ti­va de la red, basa­da en célu­las inde­pen­di­entes de mil­i­tantes y en redes de con­tac­tos clan­des­ti­nos, hace difí­cil cal­cu­lar el número real de sus integrantes.

Las ramas: tres grandes filiales

Actual­mente, Al Qae­da, cuyo grupo prin­ci­pal (la cen­tral) se encuen­tra en las mon­tañas del noroeste de Pak­istán, cuen­ta con tres grandes fil­iales en el mun­do, conc­re­ta­mente, en la Penín­su­la Arábi­ga, Irak y el Norte de África:

  • Penín­su­la Arábi­ga. Las célu­las de Al Qae­da en Yemen y Ara­bia Saudí se recon­virtieron en 2009 con el nom­bre de Al Qae­da en la Penín­su­la Arábi­ga (AQPA), con sede en Yemen, después de tres años de opera­ciones antiter­ror­is­tas en Ara­bia Saudí. Su líder es el yemení Nass­er al Wahayshi, un antiguo estre­cho colab­o­rador de Bin Laden. El Gob­ier­no de Yemen cal­cu­la en 300 el número de mili­cianos de AQPA en este país. Un año antes de los aten­ta­dos del 11 de sep­tiem­bre de 2001, Al Qae­da cometió, en octubre de 2000, el aten­ta­do con­tra el destruc­tor esta­dounidense USS Cole en el puer­to yemení de Adén, que causó la muerte de 17 mari­nos. AQPA cper­petró var­ios aten­ta­dos en Yemen a lo largo de 2010, y el pasa­do mes de noviem­bre anun­ció su inten­ción de aten­tar a pequeña escala con­tra intere­ses estadounidenses.
  • Magreb. Al Qae­da del Magreb Islámi­co (AQMI), lid­er­a­da por el argeli­no Abdel­malek Droukdel, surgió en enero de 2007 por ini­cia­ti­va de los com­bat­ientes del desa­pare­ci­do Grupo Salafista para la Pred­i­cación y el Com­bate (GSPC), que habían lucha­do con­tra las autori­dades argeli­nas has­ta que a finales de 2006 deci­dieron aliarse a Al Qae­da. AQMI logró noto­riedad con una serie de aten­ta­dos con­tra el Gob­ier­no y las fuerzas de seguri­dad de Argelia y con­tra la ofic­i­na de Naciones Unidas en Argel, en 2007. Sus ataques han decaí­do des­de 2008 gra­cias a las opera­ciones de las fuerzas de seguri­dad de Argelia. Los exper­tos creen que cuen­ta con unos pocos cien­tos de com­bat­ientes, que oper­an en la vas­ta región desér­ti­ca del noreste de Mau­ri­ta­nia y el norte de Malí y Níger. En la actu­al­i­dad, se cen­tra en secue­stros de occi­den­tales.
  • Irak. El grupo de Al Qae­da en Irak fue fun­da­do en octubre de 2004 por ini­cia­ti­va del jor­dano Abu Musab al Zar­qawi. Tras su muerte en 2006, la direc­ción fue asum­i­da por el egip­cio Abu Ayyab al Mas­ri. En octubre de ese año, el Con­se­jo Muyahidin de la Shu­ra, depen­di­ente de Al Qae­da, estable­ció el Esta­do Islámi­co de Irak, una orga­ni­zación que abar­ca a los diver­sos gru­pos arma­dos y a los líderes trib­ales suníes, bajo la direc­ción de Abu Omar al Bagh­da­di. Des­de 2007, Al Qae­da ha reduci­do el número de aten­ta­dos en Irak, pero sus acciones se han vuel­to más mor­tales. El 18 de abril de 2010, Al Mas­ri y Al Bagh­da­di murieron en el cur­so de un ataque con­jun­to de las fuerzas esta­dounidens­es e iraquíes al noreste de Bag­dad. Un mes más tarde, Al Qae­da de Irak designó como o «cal­i­fa», o «emir», en este país a Abu Bak­er al Baghdadi.

Los ‘afiliados’: un mosaico integrista

Entre los movimien­tos inte­gris­tas que, en may­or o menor medi­da, se con­sid­er­an vin­cu­la­dos a Al Qae­da se encuen­tran el grupo fil­ipino Abu Sayyaf, Jemaah Islamiya (Indone­sia), orga­ni­za­ciones como Asbat Al Ansar y Ansar Al Islam, el Grupo Com­bat­iente Tune­ci­no, el GIA argeli­no, el Grupo Islámi­co Com­bat­iente Mar­ro­quí (GICM), el Ejérci­to Islámi­co de Adén, las Brigadas Islámi­cas Inter­na­cionales, el Movimien­to Islámi­co de Uzbek­istán, y Lashkar i Jhangvi (Pak­istán).

El dinero: ¿se cierra el grifo?

La muerte de Bin Laden puede reducir drás­ti­ca­mente el flu­jo de dona­ciones que real­iz­a­ban has­ta aho­ra a Al Qae­da los con­tac­tos per­son­ales del líder ter­ror­ista. Este dinero es una de las prin­ci­pales fuentes de finan­ciación de la orga­ni­zación, jun­to con los robos de tar­je­tas de crédi­to, los secue­stros de occi­den­tales (sobre todo en el Magreb) y la ‘micro­fi­nan­ciación’ que con­sigue, gen­eral­mente medi­ante extor­sión, a través de con­tribu­ciones de la población en las zonas donde opera.

Las armas: un arsenal ideológico

Al Qae­da dispone de un impor­tante arse­nal, incluyen­do explo­sivos, armas cor­tas y largas, y mis­iles tier­ra-aire, y posee cam­pos de entre­namien­to en Pak­istán, Yemen, Soma­lia y el norte de África. Pero su pun­to fuerte no son las armas. Al Qae­da no puede con­sid­er­arse una fuerza arma­da con­ven­cional, a la altura de un ejérci­to. Su fuerza es ide­ológ­i­ca, y, en este sen­ti­do, depende de la captación de vol­un­tar­ios que lleven a cabo los aten­ta­dos, a menudo de carác­ter sui­ci­da, y de la capaci­dad, muy mer­ma­da en los últi­mos años, para sortear los sis­temas de seguri­dad de sus objetivos.

La historia: algunas fechas clave

  • 1988. Osama bin Laden fun­da Al Qae­da tras la invasión soviéti­ca de Afgan­istán. Bin Laden había con­stru­i­do una «casa de hués­pedes» para sus reclu­tas en Peshawar (Pak­istán) y, tras la reti­ra­da soviéti­ca, con­servó los reg­istros de quienes pasa­ban por su «casa» y por sus cam­pos mil­itares, con el fin de seguir la pista de los com­bat­ientes y dar respues­ta a sus famil­ias. Esta red, el ori­gen de Al Qae­da, se cono­ció como «La base» (Al Qae­da, en árabe), en ref­er­en­cia al reg­istro de los datos de los muyahidines.
  • 1990. Al Qae­da aflo­ra en el con­tex­to inter­na­cional tras el despliegue esta­dounidense en Ara­bia Saudí por la Guer­ra del Gol­fo. Más ade­lante, par­tic­i­pará en la lucha de los tal­ibanes en Afgan­istán y en la expan­sión de las guer­ril­las islámi­cas en las ex repúbli­cas soviéticas.
  • Años noven­ta. EE UU atribuye a Al Qae­da un primer aten­ta­do con­tra las Tor­res Geme­las (6 muer­tos) en febrero de 1993. Después, el der­ri­bo de dos helicópteros esta­dounidens­es en Soma­lia en octubre de ese mis­mo año, y, más ade­lante , el ataque en 1995 con­tra el edi­fi­cio de la Guardia Nacional saudí en Riad (7 muer­tos), y el de 1996, con 19 sol­da­dos esta­dounidens­es muer­tos en Dahrán. Tras ser expul­sa­do Bin Laden de Ara­bia Saudí, la red trasla­da su sede a Jar­tum (Sudán) has­ta 1996. EE UU ata­ca por primera vez las bases de Al Qae­da en Sudán y en Afgan­istán en agos­to de 1998, en repre­salia por los aten­ta­dos del 7 de agos­to ante­ri­or con­tra sus emba­jadas en Kenia y Tan­za­nia (241 muertos).
  • 2001. Tras los ataques del 11‑S en EE UU, con casi 3.000 muer­tos, se blo­quean cuen­tas ban­car­ias vin­cu­ladas a Al Qae­da (más de 112 mil­lones de dólares) y se prac­ti­can más de 2.000 deten­ciones en var­ios país­es europeos (España, Fran­cia, Ale­ma­nia), árabes y asiáti­cos, espe­cial­mente en Pak­istán, donde se refu­gia­ron líderes hui­dos de Afgan­istán. En octubre, EE UU ini­cia la «Operación Lib­er­tad Duradera», que destruye las bases afganas de Al Qae­da y aca­ba con el rég­i­men tal­ibán que las cobijaba.
  • 2002. El 12 de octubre, un aten­ta­do de Yemah Islamiya (bra­zo de Al Qae­da en el sureste asiáti­co) causa 202 muer­tos, la may­oría tur­is­tas, en Bali (Indone­sia).
  • 2004. El 11 de mar­zo, diez explo­siones en cua­tro trenes de cer­canías de Madrid cau­san 191 muer­tos y 1.841 heri­dos. Un informe del Insti­tu­to Inter­na­cional de Estu­dios Estratégi­cos ase­gu­ra que la invasión de Irak (2003) ha impul­sa­do el reclu­tamien­to por parte de Al Qae­da, que cuen­ta entonces con unos 18.000 mil­i­tantes. Bin Laden irrumpe en la cam­paña elec­toral de EE UU con una car­ta al pueblo esta­dounidense, en la que asume los aten­ta­dos del 11‑S.
  • 2005. Cua­tro explo­siones ‑tres en el metro y una en un auto­bús- cau­san 56 muer­tos (inclu­i­dos los cua­tro ter­ror­is­tas) y 700 heri­dos en Lon­dres. Días después, el 23 de julio, una serie de aten­ta­dos en la ciu­dad turís­ti­ca egip­cia de Sharm el Sheij cau­san 64 muer­tos y cien heridos.

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