Mil millones de hambrientos: claves, causas y nombres propios de un drama planetario

Miguel Máiquez, 19/9/2009

«Se puede der­ro­tar el ham­bre, pero sólo cuan­do el mun­do se tome el ham­bre en serio». Son pal­abras de Josette Sheer­an, direc­to­ra del Pro­gra­ma Mundi­al de Ali­men­tos (PMA) de la ONU, tras infor­mar, esta mis­ma sem­ana, de que ya hay mil mil­lones de ham­bri­en­tos en todo el plan­e­ta (aprox­i­mada­mente uno de cada seis habi­tantes del mun­do, o más de 20 veces la población total de España). Es la cifra más alta de la historia.

Las estadís­ti­cas del ham­bre lle­van sien­do espeluz­nantes des­de hace ya muchas décadas. Los cien­tos de mil­lones de per­sonas que no tienen para com­er cada día bien pare­cen un moti­vo sufi­ciente para haber empeza­do a hablar de cri­sis hace mucho tiem­po. Y, sin embar­go, se diría que no nos hemos dado cuen­ta de que algo fal­la en nue­stro sis­tema económi­co glob­al has­ta que se han hun­di­do nues­tras bol­sas, nue­stros ban­cos y nues­tras empresas.

La cri­sis financiera inter­na­cional ha lle­va­do y está lle­van­do pobreza y paro a muchas per­sonas en el primer mun­do, pero, según advierte el PMA, está resul­tan­do espe­cial­mente dev­as­ta­do­ra en el ter­cero, víc­ti­ma prin­ci­pal, además, del encar­ec­imien­to de los ali­men­tos en estos últi­mos años. La ayu­da human­i­taria, mien­tras tan­to, se encuen­tra en mín­i­mos históricos.

El prob­le­ma, advir­tió Sheer­an, supone «una rec­eta para el desas­tre y una ame­naza para la paz, la seguri­dad y la esta­bil­i­dad en muchos lugares del mun­do”. «Muchas per­sonas se despier­tan y no tienen ni una taza de comi­da», resumió.

¿Cuáles son las causas del ham­bre? ¿Quiénes la sufren y dónde? ¿Qué esta­mos hacien­do para com­bat­ir­la? ¿Cuán­ta ayu­da se da y cuán­ta haría fal­ta? ¿Qué per­spec­ti­vas de futuro hay? Las claves, jun­to a los tes­ti­mo­nios de las víctimas.

Una definición de hambre

El Dic­cionario de Acción Human­i­taria y Coop­eración al Desar­rol­lo define el ham­bre como una situación de sub­con­sumo ali­men­ta­rio o desnu­tri­ción, habit­ual­mente crónica.

Añade que el ham­bre puede pre­sen­tar difer­entes for­mas y nive­les de gravedad. En algunos casos se tra­ta de una desnu­tri­ción mod­er­a­da y cróni­ca, que afec­ta a amplios colec­tivos des­fa­vore­ci­dos; en otros, par­tic­u­lar­mente durante las ham­brunas, se tra­ta de un ham­bre agu­da que puede desem­bo­car en la muerte.

El ham­bre endémi­ca, por su carác­ter cotid­i­ano y per­sis­tente, no recibe en la agen­da inter­na­cional y en los medios de comu­ni­cación la aten­ción que sue­len obten­er las ham­brunas, pro­ce­sos par­tic­u­lar­mente vir­u­len­tos en peri­o­dos determinados.

Un día comem­os un poco de fri­joles, al día sigu­iente arroz y al ter­cer día rábanos. Nun­ca comem­os carne. Cri­amos cone­jos, pero ten­emos que venderlos.

San­ta Sebas­tiana, Guatemala (Tes­ti­mo­nio recogi­do por la BBC en sep­tiem­bre de 2009)

Colapso total

El ham­bre como prob­le­ma cotid­i­ano es mucho más que un estó­ma­go vacío. Las víc­ti­mas de lo que la ONU entiende como ham­bre sobre­viv­en durante sem­anas, e inclu­so meses, con menos de las 2.100 calorías que una per­sona media nece­si­ta al día para lle­var una vida salud­able. Ello impli­ca, entre otros efectos:

  • Pér­di­da gen­er­al de energía, con la con­sigu­iente reduc­ción de la activi­dad física.
  • Reduc­ción de la activi­dad men­tal y de la capaci­dad de concentración.
  • Pér­di­da de ini­cia­ti­va: Un niño ham­bri­en­to pierde el deseo de jugar o estudiar.
  • Debil­i­dad del sis­tema inmu­ni­tario, con el con­sigu­iente aumen­to de la mor­tal­i­dad por infec­ciones comunes (diar­reas, por ejem­p­lo), espe­cial­mente en los niños (cada año mueren cer­ca de 11 mil­lones antes de los 5 años, y la mal­nu­tri­ción está direc­ta­mente aso­ci­a­da con el 53% de estas muertes, según datos de The Amer­i­can Jour­nal of Clin­i­cal Nutri­tion).
  • Angus­tia psi­cológ­i­ca ante la imposi­bil­i­dad de encon­trar ali­men­to en el futuro.

La peor ‘enfermedad’

El número de per­sonas cuya salud está ame­naza­da por el ham­bre es may­or que el de todas las que sufren sida, malar­ia y tuber­cu­lo­sis juntas.

Hacia atrás

La lucha con­tra el ham­bre en el mun­do parecía estar avan­zan­do al fin en el últi­mo cuar­to del siglo pasa­do. Entre 1970 y 1997, según datos del Pro­gra­ma Mundi­al de Ali­men­tos, el número de ham­bri­en­tos bajó de 959 mil­lones a 791 mil­lones, prin­ci­pal­mente debido a los avances con­segui­dos en este sen­ti­do en gigantes de población como Chi­na e India.

A par­tir de medi­a­dos de los noven­ta, sin embar­go, la ten­den­cia se invir­tió, y la cifra de ham­bri­en­tos en los país­es en desar­rol­lo comen­zó a incre­men­tarse a razón de más de un mil­lón por año, acel­erán­dose después has­ta el número actu­al de 1.000 mil­lones, el más alto de la historia.

Lo hemos per­di­do prác­ti­ca­mente todo a causa de la sequía. Los ani­males que nos quedan están demasi­a­do débiles. Mi mari­do está fuera bus­can­do pas­tos en los montes. Ten­go seis hijos. Si la ayu­da inter­na­cional deja de lle­gar podemos morir.

Mar­garet Leg­ei, Kenia (Tes­ti­mo­nio recogi­do por el PMA y pub­li­ca­do en sep­tiem­bre de 2009)

Las causas coyunturales: «Dos tormentas juntas»

La vul­ner­a­bil­i­dad de las per­sonas que pasan ham­bre en el mun­do se ha agrava­do en estos últi­mos años debido, en pal­abras de la direc­to­ra del PMA, Josette Sheer­an, a “dos tor­men­tas que han coin­ci­di­do y están gol­pe­an­do: la cri­sis financiera inter­na­cional y el encar­ec­imien­to de los alimentos”.

La primera se ha lle­va­do por delante cien­tos de empre­sas y ban­cos, ha reduci­do los crédi­tos, ha aumen­ta­do el paro y la pobreza, y ha hecho a los gob­ier­nos del primer mun­do adop­tar medi­das drás­ti­cas de ajuste presupuestario.

La segun­da, fru­to del des­or­bita­do aumen­to del pre­cio del petróleo en 2007 y 2008 (con el polémi­co uso del biodiésel de fon­do), del incre­men­to de la deman­da en algunos país­es, de políti­cas agrarias y com­er­ciales restric­ti­vas, y del cam­bio climáti­co, entre otros fac­tores, llegó a dis­parar los pre­cios de los cereales has­ta en un 40%.

En cualquier caso, y según expli­ca Jean Zigler, rela­tor espe­cial de la ONU para el Dere­cho a la Ali­mentación, «hay dos tipos de ham­bre: la coyun­tur­al y la estruc­tur­al. La coyun­tur­al es la ham­bruna a la que esta­mos acos­tum­bra­dos en Dar­fur, Etiopía o en peri­o­dos de guer­ra, y es fru­to del hundimien­to de una economía. Este ham­bre causa el 5% de víc­ti­mas. El ham­bre estruc­tur­al está implíci­ta en las estruc­turas del sub­de­sar­rol­lo. Causa el 95% de las muertes y es el ham­bre que real­mente pide a gri­tos la inter­ven­ción de la comu­nidad internacional».

Mi famil­ia y yo teníamos que vivir con un kilo esca­so de arroz al día, y ten­go dos hijos. Los pre­cios esta­ban muy altos. Cuan­do encon­tra­ba algún tra­ba­jo podíamos ten­er una comi­da al día; cuan­do no, pasábamos ham­bre. Aho­ra nos va un poco mejor, gra­cias a la ayu­da internacional.

Samia Begum, Bangladesh (Tes­ti­mo­nio recogi­do por el PMA y pub­li­ca­do en sep­tiem­bre de 2009)

Las causas estructurales

¿Cuáles son las causas pro­fun­das del ham­bre? ¿Cómo es posi­ble que, en un plan­e­ta cuyos recur­sos agrí­co­las serían sufi­cientes para ali­men­tar a 12.000 mil­lones de per­sonas ‑el doble de la población mundial‑, uno de cada seis seres humanos no ten­ga para com­er? Des­de los años 70 la pro­duc­ción de cereales se ha trip­li­ca­do, mien­tras que la población mundi­al sólo se ha duplicado…

Las razones son muchas, son com­ple­jas, y no hay una­n­im­i­dad al respec­to. En un extremo se encuen­tran los que cul­pan del ham­bre exclu­si­va­mente a los desas­tres de la nat­u­raleza y a la inep­ti­tud de los gob­ier­nos afec­ta­dos; en el otro, los que colo­can la respon­s­abil­i­dad total en el sis­tema cap­i­tal­ista, las multi­na­cionales y los intere­ses de los grandes de bancos.

Como suele suced­er, la respues­ta se acer­caría más a una com­bi­nación de todos estos fac­tores. Hay sequías y tam­bién hay explotación financiera. Hay inefi­ca­cia políti­ca y tam­bién intere­ses y leyes de mer­ca­do que evi­tan el desar­rol­lo de las economías locales. Hay super­población y tam­bién fal­tan manos en muchos lugares del mundo.

Concretando

El Pro­gra­ma Mundi­al de Ali­men­tos pone el acen­to en las sigu­ientes causas del hambre:

  • Desas­tres nat­u­rales. Inun­da­ciones, sequías pro­lon­gadas… Actual­mente, la sequía es la causa direc­ta del ham­bre más impor­tante, con cri­sis human­i­tarias graves des­de 2006 en Etiopía, Soma­lia o Kenia. El PMA señala, no obstante, que el cam­bio climáti­co está agra­van­do condi­ciones ya de por sí adver­sas, par­tic­u­lar­mente en el Cuer­no de África y en país­es cen­troamer­i­canos como Guatemala. En este sen­ti­do, la ONG Oxfam pre­sen­tó este ver­a­no un informe basa­do en entre­vis­tas a agricul­tores de 15 país­es. En ellas se refle­ja cómo están cam­bian­do cic­los mete­o­rológi­cos que antes eran esta­bles, y cómo cada vez llueve menos.
  • Guer­ra. Des­de 1992, el por­centa­je de cri­sis por ham­bre atribuibles a causas exclu­si­va­mente humanas ha pasa­do de un 15% a un 35%. Y la gran may­oría de estas «causas humanas» tienen for­ma de con­flic­tos béli­cos. El caso de Dar­fur es uno de los más evi­dentes en la actu­al­i­dad. Por otro lado, la ONU ha denun­ci­a­do en reit­er­adas oca­siones el uso del ham­bre como arma con­tra el ene­mi­go (destruc­ción de cose­chas y mer­ca­dos locales, con­t­a­m­i­nación o mina­do de pozos de agua, granjeros oblig­a­dos a aban­donar sus propiedades…). En país­es con seme­jantes condi­ciones climáti­cas, la guer­ra mar­ca la difer­en­cia: En las naciones cas­ti­gadas por los con­flic­tos de África cen­tral, la pro­por­ción de ham­bri­en­tos cre­ció en los años noven­ta del 53 al 58%. En Malawi o Ghana, más pací­fi­cos, la mal­nu­tri­ción se redu­jo en esos mis­mos años.
  • Pobreza. El PMA desta­ca que en los país­es en desar­rol­lo los granjeros no tienen a menudo el dinero nece­sario para com­prar las semi­l­las o her­ramien­tas que nece­si­tan para cul­ti­var. Otros care­cen de tier­ras, de agua o de la edu­cación nece­saria: «Los pobres están ham­bri­en­tos, y el ham­bre les hace aún más pobres».
  • Infraestruc­tura agrí­co­la. La fal­ta de car­reteras ade­cuadas y de sis­temas de alma­ce­na­je e irri­gación se tra­duce en encar­ec­imien­to del trans­porte, prob­le­mas de dis­tribu­ción y escasez de agua. A pesar de que la may­oría de los país­es en desar­rol­lo depen­den de la agri­cul­tura, sus gob­ier­nos otor­gan más énfa­sis, en muchos casos, al desar­rol­lo urbano.
  • Sobre­ex­plotación. Malas prác­ti­cas de cul­ti­vo, defor­estación… Las tier­ras fér­tiles van acu­san­do cada vez más prob­le­mas de erosión, salin­ifi­cación y desertificación.

En casa no hay comi­da. Bebe­mos té negro o hervi­mos cortezas de árbol y bebe­mos el líqui­do. La corteza tiene un sabor muy fuerte y me marea, pero me qui­ta el ham­bre. Antes de la sequía, mi padre tenía unas 100 vacas. En los dos últi­mos meses, más de la mitad han muer­to de ham­bre. Para sal­var al resto mi padre y mis her­manos may­ores se fueron con los ani­males a Soma­lia en bus­ca de pas­tos, y nos dejaron atrás a mí, a mi madre y a mis her­manos pequeños.

Khalil Mah­moud, 14 años, Kenia (Tes­ti­mo­nio recogi­do por Unicef en enero de 2006)

«La mentira neoliberal»

Para el rela­tor espe­cial de la ONU para el Dere­cho a la Ali­mentación, sin embar­go, todos estos fac­tores palide­cen ante la causa prin­ci­pal: el actu­al sis­tema económi­co neolib­er­al: «Ide­ologías men­tirosas como el neolib­er­al­is­mo ‑señala Jean Ziegler- supo­nen hoy en día la legit­i­mación del gran cap­i­tal inter­na­cional y de muchos de los gob­ier­nos más poderosos del mun­do. Nos dicen que no podemos hac­er nada con­tra la mano invis­i­ble del mer­ca­do, que las leyes económi­cas son como las astronómi­cas, inmuta­bles, y que pueb­los enteros sim­ple­mente quedan exclu­i­dos del desar­rol­lo… Y, mien­tras, el pre­cio de los ali­men­tos se fija en las grandes bol­sas especulativas».

«El com­er­cio mundi­al de los cereales ‑con­tinúa Ziegler- está dom­i­na­do por siete grandes ban­cos. Las 500 multi­na­cionales más grandes del mun­do, cuyo obje­ti­vo no es la dis­tribu­ción de la riqueza, sino la obten­ción de ben­efi­cios, con­trolan más del 50% del pro­duc­to bru­to mundi­al. No existe la fatalidad».

Mitos sobre el hambre

En el libro Ham­bre en el mun­do: 12 mitos, Frances Moore, Joseph Collins, Peter Ros­set y Luis Esparza señalan como fala­cias varias de las afir­ma­ciones que se tiende a dar por sen­tadas con respec­to al prob­le­ma del ham­bre. Éstas son algu­nas de ellas, y los argu­men­tos de los autores:

  • No hay ali­men­tos para todos. Fal­so: Se pro­duce sufi­ciente tri­go, arroz y otros gra­nos como para proveer a cada ser humano de 3.500 calorías al día.
  • La cul­pa es de la nat­u­raleza. Fal­so: El prob­le­ma es la mis­e­ria en la que viv­en las pobla­ciones gol­peadas por los desas­tres nat­u­rales. Los mis­mos fenó­menos mete­o­rológi­cos tienen efec­tos muchos menores en el primer mundo.
  • Hay demasi­a­da gente. Fal­so: Por cada país den­sa­mente pobla­do y con prob­le­mas de ham­bre como Bangladesh, hay país­es como Nige­ria o Bolivia, donde abun­dantes recur­sos ali­men­ta­r­ios coex­is­ten con el ham­bre. Además, el rápi­do crec­imien­to de la población y del ham­bre son endémi­cos en las sociedades donde la propiedad de la tier­ra, el tra­ba­jo, la edu­cación y el cuida­do de los ancianos están fuera del alcance de la mayoría.
  • Hay que ele­gir entre el ham­bre y el medio ambi­ente. Fal­so: La may­oría de los pes­ti­ci­das usa­dos en el Ter­cer Mun­do son apli­ca­dos a los cul­tivos de exportación, que jue­gan un papel muy pequeño en la ali­mentación de los ham­bri­en­tos. Alter­na­ti­vas ecológ­i­cas como los cul­tivos orgáni­cos o la agri­cul­tura sostenible siguen sien­do minoritarias.

Después de la cri­sis no nos qued­a­ba nada para com­par­tir con las otras famil­ias. El sis­tema tradi­cional basa­do en la sol­i­dari­dad y en el com­par­tir con otros no podía fun­cionar porque todo el mun­do era demasi­a­do pobre.

Boubacar Amadou, aldea de Ade­be­ji , Mara­di, Níger (Tes­ti­mo­nio recogi­do por Oxfam en agos­to de 2005)

En números rojos

Para­le­la­mente al incre­men­to del número de ham­bri­en­tos, el Pro­gra­ma Mundi­al de Ali­men­tos afronta, según indicó Sheer­an, «un grave déficit pre­supues­tario». Este año sólo ha recibido 1.779 mil­lones de euros de los 4.585 mil­lones que son nece­sar­ios para dar de com­er a 108 mil­lones de per­sonas en 74 países.

Sobre el ter­reno, esa fal­ta de fon­dos se tra­duce en recortes impor­tantes de pro­gra­mas que se están desar­rol­lan­do actual­mente en país­es como Guatemala, Kenia y Bangladesh.

La direc­to­ra del PMA remar­có que, con «menos del 1%» de las inyec­ciones económi­cas que han hecho los gob­ier­nos para sal­var al sis­tema financiero glob­al, se podría resolver la calami­dad de mil­lones de per­sonas que son víc­ti­mas de la hambruna.

Sheer­an hizo un «lla­mamien­to urgente» al G‑8 y al G‑20 para que ata­jen un prob­le­ma que nece­si­ta algo más que «solu­ciones a largo plazo».

El pasa­do mes de enero, el Gob­ier­no español anun­ció una aportación de 1.000 mil­lones de euros durante los próx­i­mos cin­co años para luchar con­tra el ham­bre y pro­mover una agri­cul­tura sostenible en los país­es afec­ta­dos. En julio añadió otros 500 mil­lones a esa cantidad.

Cuan­do los vi en la car­retera [gra­nos de maíz caí­dos de un vehícu­lo], pen­sé «Dios me ha ali­men­ta­do, me aca­ba de dar comi­da». Había ido a mendi­gar algo para mis hijos. Entonces vine aquí, no sé por qué, igual fue Dios el que me guió, y encon­tré esto para com­er. No sé si seguir reco­gien­do esta comi­da o irme a casa a ali­men­tar a mis hijos que me esper­an ham­bri­en­tos. No han comi­do nada des­de ayer.

Nara­mat Kuy­a­to, Tan­za­nia (Tes­ti­mo­nio recogi­do por Oxfam en abril de 2006)

Las cifras del hambre

Mil mil­lones de per­sonas pade­cen ham­bre en el mun­do, pese a que el dere­cho a la ali­mentación figu­ra en la Declaración de los Dere­chos Humanos de 1948. Según la ONU, el 95% de los desnu­tri­dos vive en los país­es en desarrollo.

En la Cum­bre de la Ali­mentación en 1996, los país­es del Fon­do para la Agri­cul­tura y la Ali­mentación de la ONU (FAO) se pro­pusieron reducir a la mitad has­ta 2015 el número de ham­bri­en­tos, que entonces eran 800 mil­lones. Para alcan­zar esa meta habría que lograr que 30 mil­lones de per­sonas dejasen de pasar ham­bre cada año.

Cada día mueren 24.000 per­sonas de ham­bre y 100.000 por causas rela­cionadas con la desnu­tri­ción, lo que supone 35 mil­lones de muertes al año, según Jean Ziegler.

El ham­bre se ha agrava­do prin­ci­pal­mente en el África sub­sa­har­i­ana, donde 45 mil­lones de per­sonas se han incor­po­ra­do a las víc­ti­mas de la mal­nu­tri­ción cróni­ca en los últi­mos 15 años, lle­gan­do a sumar 220 mil­lones, un ter­cio de la población con­ti­nen­tal (los datos son de 2007).

Campesinos, ganaderos, granjeros, mujeres y niños son los prin­ci­pales afectados.

Antes teníamos una gran­ja grande, de cin­co hec­táreas. La fuimos ven­di­en­do de hec­tárea en hec­tárea para sobre­vivir. Aho­ra ya no podemos cul­ti­var más… No ten­emos comi­da porque no hay nadie que pue­da ir a bus­car­la; mis hijos may­ores están muer­tos. Antes podía tra­ba­jar, pero aho­ra nos quedamos con ham­bre porque no puedo hac­er nada. Echo de menos mi tierra.

Milem­be Mwan­du, Shinyan­ga, Tan­za­nia (Tes­ti­mo­nio recogi­do por Oxfam en abril de 2006)

La geografía del hambre

Trein­ta y tres país­es pade­cen nive­les alar­mantes de ham­bre, según el Índice Glob­al del Ham­bre 2008, del Insti­tu­to Inter­na­cional para la Inves­ti­gación en Políti­cas Ali­men­ta­rias (IFPRI). El peor situ­a­do es la Repúbli­ca Democráti­ca del Con­go, segui­do de Eritrea, Burun­di, Níger, Sier­ra Leona, Liberia y Etiopía.

Para con­fec­cionar el rank­ing, el IFPRI anal­izó 88 país­es de Asia, África y Lati­noaméri­ca (exclu­i­dos Irak, Soma­lia y Afgan­istán por fal­ta de datos). Se apli­caron tres indi­cadores: la tasa de desnu­tri­ción infan­til, la mor­tal­i­dad infan­til y la pro­por­ción de población con defi­cien­cias calóricas.

El Índice no incluye los efec­tos de la actu­al cri­sis financiera mundi­al y su reper­cusión en el pre­cio de los ali­men­tos, pero indi­ca los país­es más vul­ner­a­bles como impor­ta­dores netos de grano.

Por áreas geográ­fi­cas, el 62% de la población desnu­tri­da vive en Asia y en el área del Pací­fi­co; el 24% cor­re­sponde al África sub­sa­har­i­ana y el 53% están Lati­noaméri­ca y el Caribe. El resto, en Ori­ente Próx­i­mo y el norte de África.

El gana­do es tan sólo hue­sos, no hay carne. Los hue­sos se están con­vir­tien­do en juguetes para los niños.

John Egialan, Jefe adjun­to de Naadun­ga, Turkana, Kenia (Tes­ti­mo­nio recogi­do por Oxfam en mar­zo de 2006)

Las zonas críticas

Des­de 1990 algu­nas regiones han pro­gre­sa­do en seguri­dad ali­men­ti­cia, como el sureste asiáti­co, Lati­noaméri­ca y el Caribe, Ori­ente Próx­i­mo y el norte de África. Pero los avances en el África sub­sa­har­i­ana han sido mínimos.

En el sur de Asia, sigue prevale­cien­do la mal­nu­tri­ción en niños menores de cin­co años, debido a la situación de desigual­dad de las mujeres (nutri­cional y edu­ca­cional), la escasez de pro­gra­mas de ali­mentación y salud, y de acce­so al agua, infor­ma Efe.

El África sub­sa­har­i­ana con­tinúa lastra­da por una ele­va­da tasa de mor­tal­i­dad infan­til y de población desnu­tri­da. A la inefi­ca­cia guber­na­men­tal y los con­flic­tos arma­dos, se añaden las altas tasas de sida.

El dinero que hace falta

El IFPRI cal­cu­la en 14.000 mil­lones de dólares anuales las necesi­dades de inver­sión públi­ca a niv­el mundi­al para super­ar la cri­sis ali­men­ti­cia y con­seguir los Obje­tivos del Mile­nio de la ONU de reducir a la mitad la pobreza en el mun­do en 2015.

Este desar­rol­lo, como el de los coches, que está estre­san­do a la tier­ra; y la que­ma de plás­ti­cos, que está llenan­do el aire… Creemos que existe mucha conex­ión entre eso y lo que está ocur­rien­do aho­ra con las sequías. Si traes petróleo y gasoli­na y lo tiras sobre la hier­ba, ésta no crece; así que ¿qué están hacien­do todos estos coches y estas inno­va­ciones? Cada día hay más enfer­medades… unas que nun­ca habíamos vis­to antes.

Sesophio, desplaza­do del Serengeti por la sequía Tan­za­nia (Tes­ti­mo­nio recogi­do por Oxfam en mar­zo de 2006)

Los objetivos del milenio

En 1996, en la Cum­bre de la Ali­mentación de la FAO, se adop­tó la Declaración de Roma, que com­pro­m­ete a la comu­nidad inter­na­cional a reba­jar para 2015 a 400 mil­lones el número de ham­bri­en­tos en el mundo.

En sep­tiem­bre de 2000, en la históri­ca Cum­bre del Mile­nio de la ONU, se apro­baron metas conc­re­tas para reducir a la mitad la extrema pobreza para 2015. Pero para alcan­zar los «obje­tivos del Mile­nio» las economías de los país­es en desar­rol­lo deberían cre­cer un mín­i­mo del 3% anu­al, y entre 2001 y 2003 crecieron sólo el 1,6%.

Algunos país­es han cumpli­do el com­pro­miso de dedicar el 0,7% de su PNB a ayu­da direc­ta al desar­rol­lo y otros han fija­do pla­zos para ello. El Ban­co Mundi­al esti­ma que la meta de 2015 no se alcan­zará si su cos­to glob­al, que actual­mente es de 50.000 mil­lones de dólares, no se duplica.

No sólo dinero

Pero la guer­ra con­tra el ham­bre no podrá ganarse sólo con recur­sos económi­cos. ONG como Manos Unidas, Acción con­tra el Ham­bre y muchas otras lle­van años ofre­cien­do prop­ues­tas. Éstas son, en resumen, las de Oxfam:

Los gob­ier­nos de los país­es en desar­rol­lo deben:

  • Ase­gu­rar que las comu­nidades afec­tadas tienen acce­so a los ingre­sos y al ali­men­to a través de medi­das de pro­tec­ción social.
  • Uti­lizar reser­vas para abaste­cer a las pobla­ciones afec­tadas por la cri­sis, reducir la volatil­i­dad de los mer­ca­dos de ali­men­tos y ase­gu­rar que las políti­cas fis­cales y arance­lar­ias mejo­ran el acce­so al alimento.
  • Ofre­cer un espa­cio ade­cua­do para que las orga­ni­za­ciones de la sociedad civ­il y el sec­tor pri­va­do puedan jugar un papel acti­vo (par­tic­i­pación en la dis­tribu­ción de la ayu­da, establec­imien­to de un plan de seguros y crédi­tos, etc).
  • Realizar políti­cas en coor­di­nación con todos los min­is­te­rios rel­e­vantes, las agen­cias inter­na­cionales y los gru­pos de la sociedad civil.

Los donantes y las orga­ni­za­ciones inter­na­cionales deben:

  • Pro­por­cionar asis­ten­cia téc­ni­ca y financiera a los esta­dos afec­ta­dos, invir­tien­do en las capaci­dades nacionales para lograr una capaci­dad de respues­ta duradera al ham­bre y apoyan­do las ini­cia­ti­vas regionales.
  • Aumen­tar la finan­ciación para las trans­fer­en­cias de efec­ti­vo a las famil­ias más nece­si­tadas y reducir el énfa­sis en ayu­da ali­men­ta­ria en especie.
  • Refor­mar la Con­ven­ción de Ayu­da Ali­men­ta­ria, que recibe com­pro­misos anuales de ayu­da ali­men­ta­ria de los donantes, para que reci­ba fon­dos pre­deci­bles. Estos com­pro­misos deberían ser obligatorios.

Las ONG inter­na­cionales deben:

  • Reforzar el apoyo a los mecan­is­mos nacionales y locales de pre­ven­ción y respues­ta a las cri­sis ali­men­ta­rias en vez de lim­i­tarse al sum­in­istro direc­to de ayuda.
  • Apo­yar a las ONG locales para que par­ticipen en el dis­eño y eje­cu­ción de las políti­cas nacionales ali­men­ta­rias, agrí­co­las y de pro­tec­ción social.

Unas 100.000 per­sonas mueren de ham­bre, o de sus con­se­cuen­cias inmedi­atas, cada día. Un niño de menos de 10 años muere cada siete segun­dos y cada cua­tro min­u­tos otro que­da ciego por fal­ta de vit­a­m­i­na A. El orden mundi­al no es sólo asesino, sino absur­do, pues mata sin necesi­dad. Hoy ya no exis­ten las fatal­i­dades. Un niño que muere de ham­bre hoy, muere asesinado.

Jean Ziegler, rela­tor espe­cial de la ONU para el Dere­cho a la Alimentación

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *