De la tensión étnica al capitalismo estatal: China tras seis décadas de comunismo

Miguel Máiquez, 11/7/2009

Sesen­ta años de rég­i­men comu­nista, trein­ta años de aper­tu­ra económi­ca, veinte años des­de las protes­tas de Tianan­men… 2009 es un año de aniver­sar­ios en Chi­na, un país de más de 1.300 mil­lones de habi­tantes cuya rica cul­tura y tradi­ciones chocan a menudo con los parámet­ros occi­den­tales y que, según indi­can clara­mente las pre­vi­siones, tan­to económi­cas como demográ­fi­cas, está lla­ma­do a ser la futu­ra primera poten­cia mundial.

Entre los prin­ci­pales desafíos a los que se enfrenta la Chi­na del siglo XXI está, sin duda, la res­olu­ción de los con­flic­tos con sus minorías étni­cas, tal y como han puesto de man­i­fiesto esta sem­ana las protes­tas pro­tag­on­i­zadas por los uig­ures en Xin­jiang, o como lo hicier­an hace un año los dis­tur­bios en el Tíbet.

El futuro del país, no obstante, se jue­ga tam­bién en muchos otros frentes, des­de la economía a los dere­chos humanos, pasan­do por la influ­en­cia en el exte­ri­or o el medio ambiente.

Estas son 10 claves del gigante asiáti­co, seis décadas después del tri­un­fo de la rev­olu­ción de Mao.

1. Minorías étnicas y protestas internas

Chi­na es un crisol de 56 etnias, con la abru­mado­ra may­oría de los han ‑los propi­a­mente chinos‑, que supo­nen el 91% de la población del país.

Las protes­tas étni­cas de los últi­mos días en Xin­jiang (según el Gob­ier­no, las peo­res des­de 1949) o las ocur­ri­das en mar­zo del año pasa­do en el Tíbet, han sido las más graves e impor­tantes, pero no son las únicas.

A pesar de los esfuer­zos de Pekín por man­ten­er a raya los inten­tos de dis­en­sión, cada día hay miles de pequeñas protes­tas a lo largo y ancho del país. De acuer­do con datos pub­li­ca­dos por la revista For­eign Pol­i­cy, en 2005 se reg­is­traron ofi­cial­mente has­ta 87.000 dis­tur­bios pro­tag­on­i­za­dos por 15 o más personas.

La may­oría de estos con­flic­tos, aparte de los gen­er­a­dos por movimien­tos sep­a­ratis­tas y por enfrentamien­tos étni­cos y reli­giosos (uig­ures musul­manes, tibetanos bud­is­tas…), nacen de situa­ciones de pobreza, desigual­dad (la aper­tu­ra económi­ca ha enrique­ci­do a muchos, pero son más los que sien­ten que han queda­do a un lado) o con­tra los abu­sos y la cor­rup­ción de las autori­dades locales.

Un fac­tor impor­tante es que la gran may­oría de la población han no apoya las inten­ciones sep­a­ratis­tas de regiones como Xin­jiang, Tíbet, o, por motivos políti­cos, Tai­wán, con lo que el Gob­ier­no dispone de un ancho mar­gen de man­io­bra a la hora de reprim­ir estas protestas.

2. La bomba demográfica

La población en la Chi­na con­ti­nen­tal superó en 2005 los 1.300 mil­lones de habi­tantes (un quin­to de la total­i­dad de los habi­tantes del plan­e­ta), con un crec­imien­to demográ­fi­co del 0,6%.

El Gob­ier­no ha inten­ta­do fre­nar el crec­imien­to pobla­cional a través de una rígi­da políti­ca de plan­i­fi­cación famil­iar: Sólo se per­mite un hijo por famil­ia, aunque actual­mente, y para equi­li­brar una estruc­tura por sex­os que es favor­able a los hom­bres, se per­mite un segun­do hijo si el primero es una niña.

3. Una población rural

Pese al incre­men­to pro­gre­si­vo de la población urbana, o a la exis­ten­cia de grandes urbes como Pekín, Shang­hai o Hong Kong, la may­oría de los chi­nos (900 mil­lones) sigue vivien­do en el campo.

El prob­le­ma es que en las zonas rurales sólo hay empleo para entre 100 y 200 mil­lones, con lo que al menos 140 mil­lones han emi­gra­do a las ciu­dades, con los con­sigu­ientes prob­le­mas de adaptación y pre­cariedad en las condi­ciones de vida.

De momen­to, las refor­mas económi­cas han ben­e­fi­ci­a­do sobre todo a los jóvenes de la clase urbana, y no tan­to a la may­oría de la población rural.

4. ‘Made in China’

En 1979 Chi­na ini­ció una pro­gre­si­va aper­tu­ra hacia la economía de mer­ca­do, aunque con­tro­la­da por el Gob­ier­no. Des­de entonces las exporta­ciones se han incre­men­ta­do en más de un 10.000%, y el crec­imien­to medio del país ha esta­do en torno al 10% anu­al, aunque, con la cri­sis económi­ca mundi­al actu­al, las pre­vi­siones se han reduci­do a en torno al 7% para este año (otras grandes economías han entra­do direc­ta­mente en rece­sión). En 2005 Chi­na susti­tuyó a Esta­dos Unidos como prin­ci­pal con­sum­i­dor mundial.

Para muchos anal­is­tas, y pese a que Chi­na se ha vis­to muy afec­ta­da por la cri­sis, la proyec­ción de estas cifras con­duce inevitable­mente al lid­er­az­go total del gigante asiáti­co en los mer­ca­dos inter­na­cionales para den­tro de unos años.

Algunos datos: Chi­na pro­duce la mitad de toda la ropa que se vende en el mun­do, la mitad de los orde­nadores, más de la mitad de los aparatos dig­i­tales, más de tres cuar­tos de los juguetes…

La cara oscu­ra: Los salarios en Chi­na son, de media, una déci­ma parte de los equiv­a­lentes en Europa o EE UU, las jor­nadas lab­o­rales son mucho más duras, el país sigue sien­do uti­liza­do por grandes com­pañías inter­na­cionales para pro­ducir de for­ma más bara­ta y menos con­tro­la­da (por cada dólar de ropa chi­na que se vende en EE UU a los fab­ri­cantes chi­nos les lle­gan sólo 10 cén­ti­mos) y en sec­tores como la min­ería las lam­en­ta­bles condi­ciones de tra­ba­jo cau­san cen­tenares de muer­tos cada año.

A fecha de enero de 2009, alrede­dor de 600 empre­sas españo­las tenían pres­en­cia en Chi­na, con una inver­sión que alcanzó los 610,4 mil­lones de euros en 2007.

5. El poder

La aper­tu­ra económi­ca no ha venido acom­paña­da de una aper­tu­ra políti­ca, en el sen­ti­do de democ­ra­ti­zación del país. El poder lo sigue ejer­cien­do fér­rea­mente el Par­tido Comu­nista Chi­no, lid­er­a­do por el pres­i­dente de la nación, Hu Jin­tao. Pre­sen­ta­do como un nacional­ista mod­er­a­do, Hu Jin­tao es jefe del Par­tido des­de noviem­bre de 2002 y pres­i­dente de Chi­na des­de mar­zo de 2004.

El Gob­ier­no con­tro­la todos los aspec­tos de la sociedad, y espe­cial­mente los referi­dos a la inte­gri­dad ter­ri­to­r­i­al. En los últi­mos años, no obstante, ha habido un aumen­to en las lib­er­tades per­son­ales de los ciu­dadanos, para­le­lo a la intro­duc­ción de la economía de mercado.

La com­posi­ción del par­tido, en cualquier caso, ha evolu­ciona­do mucho con el tiem­po. De sus 70 mil­lones de miem­bros, en 2005 sólo el 29% eran ya tra­ba­jadores y campesinos, frente al 66% de 1978.

6. El ejército

Con más de dos mil­lones de sol­da­dos en acti­vo, el Ejérci­to Pop­u­lar de Lib­eración chi­no sigue sien­do la fuerza mil­i­tar más numerosa del mun­do, aunque su influ­en­cia en el poder políti­co no es tan grande como lo era hace una década.

7. Los derechos humanos

El respeto a los dere­chos humanos sigue sien­do la gran asig­natu­ra pen­di­ente del rég­i­men comu­nista chino.

Según ha denun­ci­a­do Amnistía Inter­na­cional, los Jue­gos Olímpi­cos de Pekín de 2008 provo­caron un aumen­to de la repre­sión en todo el país, al endure­cer las autori­dades el con­trol sobre defen­sores de los dere­chos humanos, prac­ti­cantes de diver­sas reli­giones no autor­izadas por el Gob­ier­no (como los seguidores del movimien­to Falun Gong), minorías étni­cas (uig­ures, tibetanos), abo­ga­dos y periodistas.

La tor­tu­ra y otros mal­os tratos con­tinu­a­ban sien­do prác­ti­cas gen­er­al­izadas. Las autori­dades man­tenían un severo con­trol sobre la difusión de infor­ma­ción, blo­quearon el acce­so a numerosos sitios web, y hosti­garon y encar­ce­laron a peri­odis­tas y ciber­nau­tas por la expre­sión de sus ideas.

8. La pena de muerte

Chi­na sigue sien­do uno de los país­es que más apli­ca la pena cap­i­tal. En 2008, y pese a que las autori­dades no dieron cifras ofi­ciales, se impusieron como mín­i­mo 7.000 penas de muerte y se lle­varon a cabo no menos de 1.700 eje­cu­ciones, según Amnistía Internacional.

En diciem­bre, Chi­na votó en con­tra de una res­olu­ción de la Asam­blea Gen­er­al de la ONU en la que se pedía una mora­to­ria mundi­al de las ejecuciones.

9. De Sudán a Corea del Norte

La políti­ca chi­na para exten­der su influ­en­cia inter­na­cional­mente ha deja­do de lado, sal­vo en lo que respec­ta a su acti­tud con el Tibet o a sus estrate­gia con Tai­wán, la parte mil­i­tar. El prob­le­ma es que, bajo el nue­vo lema de la impor­tan­cia de los nego­cios, Pekín ha cen­tra­do bue­na parte de su expan­sion­is­mo económi­co en regímenes dic­ta­to­ri­ales poco respetu­osos con los dere­chos humanos, incluyen­do ayu­das y cuan­tiosas ven­tas de armas a país­es como Bir­ma­nia, Zim­babue o, espe­cial­mente, Sudán, lo que ha blo­quea­do en bue­na medi­da los inten­tos de pon­er fin a la cri­sis de Dar­fur.

Por otro lado, las rela­ciones entre Corea del Norte y Chi­na, dos de los regímenes comu­nistas que sobre­vivieron tras la caí­da de la URSS, son una de las claves en Asia Ori­en­tal y el actu­al con­flic­to nuclear en la penín­su­la coreana.

Pekín es el úni­co gob­ier­no que mantiene con­tac­tos políti­cos y com­er­ciales fre­cuentes con Pyongyang, lo que le per­mite cier­to poder de pre­sión sobre el ais­la­do rég­i­men de Kim Jong-il.

10. El medio ambiente

La parte pos­i­ti­va es que, según el Gob­ier­no chi­no, el 15% de toda la energía que con­sumirá el país den­tro de 12 años pro­ced­erá de fuentes ren­ov­ables (Chi­na ha insta­l­a­do ya más pla­cas solares que el resto de los país­es del mun­do juntos).

La parte neg­a­ti­va, al mar­gen de prob­le­mas medioam­bi­en­tales gen­er­a­dos por proyec­tos con­cre­tos como la con­struc­ción de la mega pre­sa de las Tres Gar­gan­tas, es que dos ter­cios de la energía en Chi­na sigue, a día de hoy pro­ce­di­en­do del car­bón, lo que con­vierte al país en uno de los may­ores emisores mundi­ales de gas­es de efec­to invernadero.

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