El coleccionista

Miguel Máiquez, 09/03/2009
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Aparté su mano suavemente; deshice, muy despacio, el nudo de sus piernas. La contemplé.

Me aprendí las formas de su sueño, robé el leve subir y bajar de su pecho desnudo. Aspiré su olor, inhalé su recuerdo.

Me aparté de su piel, me vestí, respiré hondo y la abandoné.

En la calle olía a lluvia, los zapatos reconocían el suelo. En el bar, sobre una servilleta, escribí su nombre. Luego, saludé.

—Buenos días.

—Buenos días, Don Juan, ¿cómo estamos hoy?

—Muy triste.


Miguel Máiquez, 9/3/2009
Archivado en Están todos vivos
En el relato: Don Juan
Imagen: Schlummernde Frau (Johann Baptist Reiter, 1849), detalle

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3 comentarios

  • kuki (i) dice:

    Si viviera en la época de Don Juan quizá no tendría más elección que acercarme a su mesa en el bar y, con leve sonrisa, quitarme el sombrero.
    Precioso.

  • Miguel dice:

    Don Juan vive en todas las épocas, así que tú sabrás lo que te haces…
    Muchas gracias, i.

  • kuki (i) dice:

    Gracias por el consejo, prometo andarme con mucho ojo 😉

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