Ryszard

Miguel Máiquez, 28/12/2008
Kapuscinski

—Antes que nada, quería decirle que es un honor poder hablar con usted, señor Kapuściński…

—Muchas gracias, no es para tanto.

—Sí, sí que lo es, no sea modesto. Somos muchos los periodistas que le consideramos un modelo, una referencia.

—Bueno. En fin, me alegro. Pero me conformo con que escriba bien mi nombre [risas].

—¡Eso espero!

—Aunque la verdad es que aquí los nombres ya no importan mucho…

—«Aquí»… ¿En el cielo? ¿En el limbo?

—No debería descartar tan alegremente el infierno [risas].

—¿Dónde está usted, exactamente?

—Dejémoslo en «aquí».

—Una vez dijo que para ser buen periodista había que ser buena persona, así que me puedo imaginar dónde está…

—Me temo que está dando muchas cosas por sentadas…

—Por cierto, aún no ha enviado ninguna crónica desde allí.

—Acabo de llegar.

—Pero hoy en día, ya sabe, la inmediatez de la información, la velocidad… Basta un ordenador, un blog, lo que sea, y ya estaría publicando, prácticamente en directo. La gente está ansiosa por saber.

—Tal vez. No digo que otros no puedan hacerlo, pero yo soy incapaz de publicar nada decente sin antes haber conocido de verdad al menos a alguien, ¡y todavía no me ha invitado nadie a tomar un café! [risas]. No sé, aún tengo que moverme un poco… Le sorprendería la cantidad de sitios a los que se puede ir por aquí… Además, por lo que parece, tengo todo el tiempo del mundo, ya me entiende…

—¿Se ven las cosas con otra perspectiva? Quiero decir, desde allí arriba…

—No acabo de entenderle.

—La miseria, la guerra, el sufrimiento humano, la maldad… A lo mejor resulta todo más relativo, o más inevitable… Visto desde allí arriba, a años luz de distancia…

—Es que no es una cuestión de altura, o de distancia. No siempre hay que alejarse de las cosas para lograr perspectiva. Yo creo que la perspectiva está en el corazón, si me permite decirlo. Y nunca he creído en la relatividad del dolor. El dolor de un ser humano es algo absoluto, en el nivel que sea. Lo es para el que lo padece. El hecho de que ocupe tan sólo un segundo en la eternidad del Universo me parece irrelevante.

—¿Echa algo de menos allí, donde quiera que esté ahora?

—Un buen whisky de vez en cuando no estaría mal [risas].

—Siento mucho que se haya ido, señor Kapuściński.

—Gracias. Yo también.


Miguel Máiquez, 28/12/2008
Archivado en Están todos vivos
En el relato: Ryszard Kapuś­cińs­ki
Foto: Ryszard Kapuściński (Maciej Zienkiewicz), detalle

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